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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola a todos. He estado algo enferma estos días, pero escribir esta historia me ayuda a no pesnar demasiado en ello. 

  Un besote y gracias por acompañarme a cada cap.    Los amo a todos. 

 

   Capítulo 27

   Pura tensión.

 

      Alejandro y Daniel observaron el seguro caminar de Julián mientras se desplazaba con rumbo a las aulas. Ni las miradas anonadadas de ambos Alphas ni los cuchicheos que se alzaron a su paso lograron amedrentar su marcha. El coordinador se quedó boquiabierto con la puerta a medio cerrar mientras lo veía desaparecer entre los pasillos del fondo.

   Andrés, de pie en la entrada de su salón, dejó caer la botella de jugo que bebía cuando lo vio pasar. Julián lo miró, obsequiándole un guiño antes de seguir su camino. Jaime observó que el omega traía un nuevo collar; un collar de color rojo. El color prohibido en los collares de los “omegas bien”.

   —WOW. ¿Son mis ojos los que mienten o ese omeguita regresó más bueno que antes?

   —No puede ser —jadeó Andrés, negando con la cabeza.

   —Increíble —sonrió torcidamente Jaime—. Tengo que reconocerle que tiene pelotas.

   —¡No puede ser!

   Jaime quiso agregar otro comentario sarcástico, pero prefirió dejar las cosas así. Andrés parecía apunto de vomitar y su expresión empeoró cuando notó la forma como Daniel subía las escaleras con sus ojos clavados como dagas sobre la espalda de Julián. El Alpha estaba lívido y evidentemente afectado. Sus ojos no se despegaron de Julián hasta que éste se perdió dentro de su propia aula de clases. Andrés intentó acercarse pero Daniel lo apartó con un gesto brusco antes de buscar su asiento y dejarse caer con todo su peso.

   —¿Lo sabías? ¿Sabías de esto? —preguntó unos minutos más tarde, dirigiéndose a Manuel. El beta era el novio de Susana desde hacía aproximadamente un mes por lo que era casi seguro de que sabía del regreso de Julián.

   —Susana me lo contó hace unos días —aceptó el chico, asintiendo—. Pero no esperábamos que fuera tan pronto. Según lo que sabíamos, su regreso sería para la otra semana. Nadie esperaba que volviera hoy.

   —Alejandro tampoco lo sabía, por lo que pude notar —comentó Daniel, ya no a modo de pregunta—. Se quedó tan helado como yo. 

   —¿Qué piensas hacer?  —inquirió Manuel, mirando con mucha preocupación a su amigo. Daniel apretó los ojos y se frotó la cara. Estaba aturdido, atormentado, asustado. Todo a la vez.

   —No lo sé… jodidamente no lo sé.

   —¿No sabes qué? —intervino en ese momento Andrés, cruzándose de brazos frente a ellos con el ceño fruncido. Era obvio de lo que estaban hablando y le jodía. ¡Le jodía por completo!

   —Ahora no, Andrés.

   —¡No! ¡Ahora sí! —se cabreó el susodicho, tirando unos casetes sobre el pupitre de su novio—. Llevo toda la jodida semana intentando que me dediques un solo minuto para elegir la música de la obra y me ignoras. Pero ahora, llega de nuevo este omega idiota que te jodió la vida y se vuelve el centro de tu atención. Escoge algo decente antes de la reunión de esta tarde y deja esa actitud de mierda que me tiene harto. Es patética.

   Y diciendo esto se dio media vuelta y se tiró en su asiento. A su lado, Jaime abrió su libreta y empezó a garabatear sin decirle más nada. Cuando Andrés se ponía de mal humor en verdad, era terrible. Y en ese momento estaba de muy… muy mal humor.

   —Vaya genio se carga —alzó una ceja Manuel, mirando de soslayo a Daniel.

   —Tiene razón —guardó los casetes Daniel, abriendo su mochila para, de paso, sacar sus libros—. No debo pensar más en Alejandro ni en Julián —comentó, volviendo la vista hacia el tablero—. Nunca más.  

 

***

 

   Ya en el salón de clases, Julián ignoró los cuchicheos malintencionados y las miradas nada sutiles que la mayor parte de sus compañeros le dirigieron. Sus cicatrices y el collar rojo de su cuello era lo que más llamaba la atención. Susana y William fueron los primeros en acercarse mientras Zully guardaba una modesta distancia, temeroso de que su nueva apariencia resultara amenazante para el omega.

   Había visitado a Julián miles de veces desde su salida del hospital, pero a medida que los cambios de su cuerpo fueron haciendo más evidente su verdadero género, el Alpha sintió temor de intimidar a su amigo por lo que durante el último mes y medio sólo se habían hablado por teléfono.

   —¡Oh, Dios mio! ¡Por Dios, amigo! —sollozó Susana, estrechando a Julián en un caluroso abrazo. Julián la abrazó de vuelta, pero no dejó que sus propias emociones llegaran hasta su rostro. Sólo un leve temblor en su cuerpo demostraba lo intenso que ese momento le estaba significando.

   Pero nada más. Se había prometido a sí mismo que no lloraría más. Y menos delante de los demás.

   —Me alegra mucho verlos de nuevo, chicos. En verdad.

   William esperó su turno y cuando Susana liberó a Julián, William lo estrechó en un dulce y sincero abrazo. La empatía, que tan rara le resultaba en el pasado, brotaba por su cuerpo a borbotones. Lo que le pasó a Julián le pudo haber pasado a cualquiera de ellos y la idea le aterrorizaba como la mierda. Era algo horrible, y que el hecho hubiera involucrado a dos de las personas que más quería lo volvía todo más raro y terrible aún.  También se sentía un poco culpable por el hecho de haber sabido desde el principio sobre los sentimientos que Alejandro y Daniel tenían el uno por el otro y no haber dicho nada, pero fue el propio Julián quien lo liberó de esa responsabilidad la primera vez que hablaron tras el incidente.

   “Tú no hiciste nada malo. Tu amigo era Daniel y esperaste a que hiciera lo correcto” “No lo hizo”

   —Bienvenido, chico —le saludó, retirándole un mechón de cabello que caía sobre la cicatriz de su ceja—. Ese aspecto de chico malo te queda genial.

   Julián le dedicó una sonrisa y entonces sus ojos se desplazaron hacia Zully, quien aguardaba de pie, a pocos metros de ellos. El cambio era impresionante, con un Zully mucho más alto y grande que cuando lo vio por última vez. Nada quedaba ya de su amiguito flacucho y desgarbado; ese muchachito atolondrado que ni en sus más locos sueños habría imaginado que se convertiría en tan increíble Alpha. Julián alzó una ceja y le hizo un gesto de ¿qué pasa?. Zully bajó su vista al piso y luego la volvió a alzar. No sabía bien cómo se tenía que comportar.

   —¿Y bien? ¿No me vas a saludar? —preguntó Julián, dirigiéndose a su amigo. Zully dudó y mantuvo su distancia. Julián se encogió de hombros y entonces fue él quien avanzó hacia el Alpha, apresándolo en un fuerte abrazo. Zully se tensó pero las sonrisas en los rostros de William y Susana lo calmaron.

   Estaba bien. Estaba todo bien. Julián no le tenía miedo. El no era como Alejandro ni Daniel. El nunca les haría daño a sus amigos. Jamás dañaría a William ni a Susana ni a Julián.

   Nunca.

   ¿Verdad?

   Algo turbio se asentó en su pecho. La voz que siempre salía en el peor de los momentos, apareció otra vez. Esa molesta voz que le acosaba, que le decía siempre la verdad.

   “Eres un Alpha como ellos”, “Eres un Alpha como Alejandro y como Daniel”, “Los Alphas no se pueden controlar”. “Ustedes son unos animales salvajes”.

   —¡No! ¡No lo soy! —Apartando a Julián, Zully se alejó a toda prisa, cruzando velozmente las puertas del salón. William lo llamó varias veces antes de seguirlo por los ya casi desiertos pasillos. La mayor parte de los alumnos había entrado a las aulas y en poco sonaría la alarma para el inicio de la primera clase.

   —No te apures —calmó Susana a Julián, leyendo el ligero temor en el rostro de su amigo—. Zully está algo tenso. No es nada personal. Las últimas semanas han sido muy duras para él. Por favor, discúlpalo. Estoy segura de que no te quiso asustar.

   —Está bien, Susi. No pasa nada —asintió Julián, buscando su asiento antes de despedir a su amiga, quien tuvo que irse a su salón. Al quedar solo, Julián volvió a notar los cuchicheos y alguna que otra risilla burlona pero en ese momento Felipe se le acercó, alejando de nuevo la tensión.

   —Hola. Lo siento. No quería interrumpir tu encuentro con tus amigos. ¿Cómo has estado?

   Julián se volvió a mirar, notando de primero los mechones rosados en el cabello del chico.  Su look había cambiado. Su cabello estaba ahora recogido con coleta alta y un pañuelo blanco a derredor. Tenía un aro en la fosa nasal izquierda y otro en la oreja derecha. También llevaba algo de delineador en los ojos. Sólo un poco para no ser reñido por los profesores.

   —Felipe, hola. Estoy muy bien. Gracias por preguntar.

   —Estuve muy preocupado por ti. Es genial verte de nuevo. Como puedes ver, no ha cambiado mucho por aquí.

   —Ha cambiado bastante por aquí —tuvo que estar en desacuerdo Julián—. Pero no importa. Me adaptaré —aseguró con una sonrisa.

   —¿Entonces seguirás en el equipo? —preguntó el omega más bajito, mirando de soslayo la imponente figura de Alejandro entrando finalmente al salón.

   Julián lo vio pasar y se quedó en silencio. Alejandro pasó por su lado y lo miró por varios segundos antes de agachar la mirada y seguir su camino hacia el fondo del salón.

   Lo dicho. Culpa pura y dura, pensó Julián.

    No le impresionaba y mucho menos le conmovía. ¡Qué se jodiera!

   —Por supuesto que seguiré en el equipo —respondió entonces, colocando su mochila tras el respaldo de su silla—. Supe que clasificamos a las nacionales y no puedo esperar para que compitamos contra los mejores equipos del país.

   —¡Yo tampoco me lo puedo creer! —se emocionó Felipe—. William y Adriana arrasaron en la segunda fase de las eliminatorias regionales y nos sacaron clasificados en el primer lugar. Fue genial ver a William recuperado de la derrota de la primera fase. Verlo nadar en toda su potencia es… es increíble. ¡Le sacó casi tres segundos al segundo clasificado de su categoría!

   —Tenemos un gran equipo —asintió Julián—. No puedo esperar para entrenar de nuevo con ustedes.

   —Yo tampoco. Además, tendremos el Jean’s party este sábado —aplaudió Felipe—. Será una semana movidita.

   —¿Jean’s party? —inquirió Julián. No había escuchado nunca de eso y las últimas veces que Susana y William lo visitaron nunca le hablaron al respecto.

   —Sí, es la fiesta de inicio de segundo semestre que hace siempre el colegio vecino —informó Felipe—. Como es el instituto en que estudia mi novio, tenemos entradas aseguradas para todos.

   —¿Entonces todos irán?

   —¡Por supuesto! —aseguró el omega—. Es una de las fiestas más populares de la ciudad. Tiene fama de ser tan genial que hasta chicos universitarios acuden. Esta es la primera vez que mis papás me dejarán asistir y estoy súper emocionado. William ha estado en dos y nos dijo que es ESPECTACULAR. 

   Una fiesta entonces, pensó Julián, alzando una ceja. Una fiesta a la que prácticamente todos sus amigos y seguramente los no amigos irían.

   Sonaba genial.

   No.

   Sonaba perfecto.

   —Hecho. ¿Puedes conseguir una entrada para mí también?

   —¡Por supuesto! —sonrió Felipe, yéndose a su lugar cuando la maestra de la primera clase entró al salón.

   Julián le dio las gracias antes de girar su rostro y enfocar sus ojos en el Alpha que desde el último asiento también lo volteó a mirar. Alejandro le sostuvo la mirada esta vez y Julián le regaló un gesto inexpresivo antes de girarse de nuevo y sentarse en su silla.

   Lo dicho. Perfecto.

 

***

   William abrió uno a uno los cubículos de los baños de los Alphas, pero en ninguno encontró lo que buscaba. No había rastro de Zully en ninguno de ellos.

   Lo que sí encontró, y para su molestia, fue la desagradable presencia de una persona que desde su regreso a clases había logrado evitar con éxito.

   Sí… él: el molesto Luis.

   Desde su derrota en las preliminares, el imbécil se había vuelto más cretino si eso se podía. No sólo se dedicaba a joderle la vida en clases, sino que además se había aliado con gente de otros cursos para atormentarle cada vez que podían.

   William lo había sorteado hasta ahora. Todas y cada una de las veces. Con ayuda de los demás chicos se las había arreglado para no quedarse solo y la mayor parte del tiempo lo había conseguido. Sin embargo, luego de lo ocurrido con Julián; con Alejandro volviéndose tan retraído, Daniel acaparado por Andrés, Susana acaramelada con Manuel, Felipe y Adriana muchas veces con sus propios amigos, y los brotes de irritabilidad de Zully, últimamente estaba resultando difícil estar siempre acompañado.

   —Vaya… vaya… vaya. Pero mira nada más lo que tenemos por aquí. Un omega en el baño Alpha ¿Se te olvidó de nuevo que no eres un Alpha, omeguita? ¿O necesitas acaso que te lo vuelva a recordar?

    Los instintos de William gritaron. El aura que emanaba de Luis era peligrosa y estaba cargada de resentimiento y maldad. William agachó la mirada e intentó rodearlo, pero el Alpha se interpuso, extendiendo ambos brazos de modo que sus manos quedaron recostadas a ambos lados de la puerta, bloqueándola. William intentó pasar por la fuerza pero, Luis lo empujó, acorralándolo contra la pared. Una tormenta de feromonas se extendió por todo el baño, haciendo que William retrocediera en respuesta.

   —No seas imbécil, Luis. Déjame pasar.

   —¿O qué? —retó Luis, con una repugnante sonrisa de triunfo—. ¿Qué me harás si no lo hago? Si no me equivoco, tú eres el que está en el lugar equivocado, ¿o no? Un omega en un baño de Alphas sólo puede significar que buscas algo que quizás yo te pueda dar, ¿no te parece? ¿Por qué no entras a uno de esos y lo averiguamos? Podría gustarte más de lo que piensas.

   William tragó duro. Las feromonas de ese tipo se estaba haciendo cada vez más densas. Empezando a entrar en pánico miró sobre el hombro de Luis pero los pasillos estaban desiertos. La primera clase había empezado y era muy poco probable que alguien fuera al baño a esas horas.

   Luis sonrió, seguro pensando lo mismo. Lleno de arrogancia quitó una de sus manos de la pared y la posó en el trasero de William, acercándolo a su cuerpo para restregarse contra el suyo. William estaba paralizado y asqueado, ambas cosas a la vez. Sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir la otra mano de su compañero metiéndose bajó la sudadera de su uniforme y en ese momento estaba tan asustado que ni siquiera podía gritar. Esas malditas feromonas eran como gas toxico quemando su garganta. Toda la situación era tan cruda y grotesca que parecía irreal.

   —Vamos, entra allí —le lamió una mejilla Luis, mirando de soslayo uno de los cubículos vacíos — ¡Hazlo ahora!

   La vibración de la voz Alpha hizo que William se estremeciera. Una lágrima resbaló por su mejilla, sabiendo lo que eso quería decir. ¡No quería! ¡No quería obedecerlo! ¡No quería!

   Pero no tenía opción.

   —Ya oíste… no puedes desobedecer a eso, ¿verdad, perrita? ¡Vamos! ¡Entra allí!

   —¡No me toques! —Sin saber cómo jodidamente había salido eso, William se abalanzó sobre Luis, sacándoselo de encima. El puñetazo que acto seguido le pegó en toda la cara, le rompió la nariz y lo tiró de culo. La cara del Alpha era un poema. La escena más. William estaba de pie, resoplando ahora de ira y con Luis tirado sobre el suelo del baño, con ambas manos intentando parar el sangrado. William lo agarró por las solapas del uniforme y lo estrelló contra la pared. Las petulantes feromonas de Luis empezaron a retroceder, tan patéticas y pusilánimes como su dueño.

   —¿Cómo? ¿Cómo es posible?

   —¡No lo sé! —respondió William a la pregunta anonadada de su desinflado agresor—. ¡Pero nunca en tu cochina vida vuelvas a hacerme algo así, ¿me entendiste?!

   —¡Es imposible!

   —¡Es repugnante! —le devolvió William, estrellándolo contra el piso de nuevo. Luis lo vio alejarse, colocándose enseguida de pie para ir a lavarse la cara antes de tener que volver a clases. William volvió al salón y al hacerlo encontró que Zully estaba sentado en su asiento tomando apuntes, y que la maestra ya había empezado la clase.

   —¿Se puede saber dónde estaba, señorito? —preguntó la profesora, mirando desaprobadoramente a su alumno.

   —Lo siento. Tuve que ir al baño —respondió William antes de mirar a Julián y volver a su silla.

   —¿Estás bien? —preguntó Julián, percatándose del rostro desencajado de su amigo.

  —No —confesó William, dejando de nuevo que el horror de lo que pudo haber pasado lo golpeara—. No estoy bien.

   —Está bien. Tranquilo —Le tomó de las manos Julián, disimulando la situación para que el resto de la clase no se enterara—. Respira profundo. Estoy aquí.

   —Fue horrible —susurró William, temblando. En ese momento apareció Luis por la puerta del salón con la cara lavada pero evidentemente magullada. Julián lo miró y no necesitó atar demasiados cabos. Miró a Luis con toda la rabia y la repugnancia que le cabía en las entrañas y luego apretó con más fuerza las manos de William.

   —Por favor. Por favor, no le digas nada a Zully —imploró William, al notar la comprensión en la expresión de Julián.

   —No te apures —respondió éste, sobándole el brazo a su amigo antes de soltarlo.

   No lo haría. No diría nada. Pero seguro como el infierno que sí haría todo lo posible porque el cretino de Luis recibiera más que una nariz rota. No sabía qué era exactamente lo que había pasado pero tenía que haber sido algo grave para que William estuviera temblando así.

   —En el descanso te cuento, ¿vale? —le prometió William, sacando su libro de texto. Julián asintió y se irguió en su asiento, volviendo la vista al tablero.

   La clase siguió y la profesora les pidió hacer un mapa conceptual sobre “El sigma de oriente”. Julián se puso frente a William para trabajar en parejas, pero a pesar de lucir concentrados, sus mentes estaban lejos; muy lejos de allí.

 

***

 

   En el descanso las cosas no mejoraron. William seguía intranquilo, y aunque por lo menos ya no temblaba, su rostro sí que denotaba toda su molestia. Zully le había preguntado varias veces qué le pasaba y hasta Susana pilló que algo raro se traían sus amigos. Cuando William por fin logró que Zully se fuera un momento a la tienda por unos refrescos, Julián se volvió hacia su amiga y le contó todo. Susana se llevó las manos a la boca, espantada. ¿Qué carajos estaba oyendo?

   —El muy idiota usó su voz Alpha para obligarme a ceder —masculló William, sintiendo de nuevo un golpe de nauseas—. ¡El muy maldito se atrevió a usar su voz Alpha contra mí! No sé cómo rayos me liberé pero lo hice… y lo puse en su sitio. Necesitará un buen cirujano para que su nariz luzca recta otra vez. 

   —Un momento. ¿Estás diciendo que te liberaste de la voz Alpha? —inquirió Susana en ese momento, mirando atentamente a William—. ¿Cómo hiciste eso?

   —No lo sé —se volvió a encoger de hombros William—. Pero la verdad, es algo que no me importa. Disfruté mucho poner a ese cretino en su lugar y espero que no se le vuelva a ocurrir hacer algo así otra vez. ¡Lo mataré si lo hace!

   —Está bien, William. Me alegra mucho de que te hayas podido zafar de ese cretino pero hay algo que tienes que saber. Vengan conmigo.

   Julián y William se miraron a los ojos. No entendían en absoluto a lo que se estaba refiriendo Susana, pero sin poner demasiados peros la siguieron. La biblioteca era el último lugar en el que esperaban terminar y mucho menos en la hora del descanso, pero sin duda era el sitio al que Susana necesitaba llegar para sacar el libro que en ese momento les estaba mostrando.

   Encontraron una mesa en el fondo y se sentaron. Susana buscó el índice y llegó justo a la página que necesitaba mostrar. Un montón de dibujos sobre Alphas y omegas describían procesos y mecanismos reproductivos. William alzó una ceja sin entender aún de qué se trataba todo aquello, pero Julián parecía igual o más confundido aún; mirando a Susana atentamente.

   —¡Aquí está! Mira, lee.

   William tomó el libro de texto y leyó el párrafo que su amiga le estaba mostrando. A medida que las líneas cobraban sentido en su mente, un intenso escalofrío le recorrió el cuerpo y las ganas de vomitar volvieron a su estómago, esta vez por una razón muy diferente.

   ¡Estupefacción!

   —¿Qué? ¿Qué es lo que pasa? —preguntó Julián, todavía muy confundido, sin saber qué rayos era lo que estaba sucediendo.

   —No puede ser —susurró William, más blanco que una hoja de papel.

   —Solo hay dos cosas que hacen que la voz Alpha no afecte a un omega desarrollado —explicó Susana, frotando suavemente la espalda de William—. La marca de apareamiento… y el embarazo.

 

***

   Zully estaba de pie, con los refrescos en las manos buscando a sus amigos por todos lados cuando los vio aparecer por las escaleras que conectaban a la biblioteca. El rostro pálido de William fue lo primero que le llamó la atención y algo en las auras del trio que se acercaba no le gustó.

   Desde hacía rato, Zully había notado que William estaba raro e increíblemente aprensivo. Sospechaba que su llegada tarde a la primera clase tenía mucho que ver en eso, pero no había querido presionarlo por temor a hacerlo enfadar de nuevo.

   Pues bien. Al carajo ahora con hacerlo enfadar. William le iba a decir de inmediato qué rayos era lo que estaba pasando y por qué tenía esa cara como de si se fuera a desmayar.

  ¡Se lo iba a decir enseguida!

   —William…

   —Zully, ahora no.

   —¡Al carajo con que ahora no! —exclamó Zully, entregándole las bebidas a Susana y a Julián.

   —Zully, please —gimió William, ya sin poder evitar la horrible tensión.

   —Sólo quiero saber qué rayos te pasa, amor —se sobrecogió Zully al verlo reaccionar así—. ¡Por Dios! ¡Mira cómo estás!

   —¡Mira como lo pones, querrás decir!

   Todos voltearon hacia la molesta voz que interrumpió la charla. Fabián estaba frente a ellos con toda la ira que sus feromonas podían arrojar. El cuerpo de Zully reaccionó de inmediato creando una atmosfera de altísima tensión. William negó con la cabeza. Eso era lo último que le faltaba. Pero para ese momento era poco lo que se podía evitar. Fabián estaba dejando salir feromonas territoriales y no había una jodida forma de que Zully no le respondiera.

  El desastre era prácticamente imposible de parar.

   —Le advertí a William; le dije que si no te portabas a la altura iba a apartarlo de ti —apuntó Fabián, provocando más a Zully con un dedo acusador.

   —¿Qué es lo que me quieres decir, imbécil? —replicó Zully, perdiendo cada vez más y más el control.

   —¡He visto como lo tratas! ¡Cómo le gritas! —acusó de nuevo Fabián, dejándole ir un manotazo en el pecho a Zully.

   —¡Metete en tus jodidos asuntos y no me toques! —se crispó Zully, devolviéndole el gesto con un empujón.

   —¡Ey, paren esto! —exigió William, colocándose en el medio.

   —¡No, William! ¡Esta vez no! —replicó Fabián, volviéndose hacia él—. Esta vez no voy a hacerte caso. Ese idiota no va a volver a gritarte en mi presencia aunque sea lo último que haga. ¿Me entendiste? ¡No lo permitiré!

   —¡Infeliz!

   Sin poder soportar más el ambiente de amenaza, Zully se fue contra Fabián, arrojándose sobre él. Fabián lo interceptó y ambos rodaron sobre el suelo. El ruido de los golpes quedaba ahogado bajo los gritos alarmados de los demás alumnos.

   Era un desastre total. Una verdadera locura.

 

   —¡Llama al coordinador! —le gritó Julián a Susana en ese instante, dejando las bebidas a un lado para apartar a William. Por más que su amigo quisiera intervenir, lo más prudente era que evitara un mal golpe. Si la sospecha de su embarazo era cierta, resultar herido solo complicaría las cosas.

   —¡Atrás! ¡Atrás! —intervino en ese momento un personaje que nadie se esperaba. Alejandro ingresó en medio del par de Alphas, separándolos. Daniel, Andrés, Adriana, Jaime y Manuel también llegaron al sitio, ayudando a detener la función. Zully y Fabián resoplaban, ambos completamente fuera de sí y bastante magullados. Alejandro tomó a Zully por un brazo y lo alejó varios metros, agarrándole por la nuca. Zully respiró profundo y lo miró, enfocando su mirada por fin.

   —¡¿Estás loco?!  ¡¿Quieres que te expulsen?!

   —¡Quiero matarlo! —gruñó Zully. Sus feromonas completamente desbocadas aún.

   —Tienes que calmarte —ordenó Alejandro, empujándolo contra la pared para limpiarle la sangre del pómulo roto—. Respira profundo y cálmate —le exigió—. No demuestres que tu rival tiene la razón.

   —Tampoco ha salido muy bien librado si eso te consuela —afirmó Adriana, acercándole a Zully un pañuelo—. Hay bastante sangre en su sudadera por lo que estoy viendo. Algo en su cara necesitará sutura.

   —Qué se joda —masculló Zully, antes de recostarse contra la pared y presionar su herida. Julián avanzó con una botella de refresco helada y  se la colocó sobre el golpe. Alejandro lo miró sin disimulo y todo su cuerpo se tensionó. Era la primera vez que lo tenía tan cerca luego del ataque. El recordar su exquisito olor y no poder tocarle o besarle seguro se sentía tan mal como caminar en el infierno. Era una agonía. Una horrible agonía.

   —Gracias por ayudar —dijo Julián, dirigiéndose a él. Alejandro lo miró con ojos desorbitados sin poder creer que le estaba hablando.

   —Por nada —respondió apenas alcanzó a recobrar su voz, volviendo su vista a Zully quien se encontraba un poco más tranquilo.

   —Voy a hablar con tus padres, Zully —intervino en ese momento William, acercándose a ellos con rostro de enfado—. Qué vuelvan a medicarte. ¡Esto no puede seguir así!

   —¿Qué quieres decir? —le respondió Zully, apartando la toalla de su cara.

   —Estás totalmente fuera de control. ¡Eres un peligro andante!

   —¡Fabián fue quien empezó! —se defendió Zully, sin poderse creer el reclamo de William.

   —¡No me importa quién empezó! —devolvió William, negando con la cabeza—. Esto no es sólo por lo de hoy y lo sabes. Habla con tus padres o lo haré yo —le exigió, agachando la cabeza—. No puedo lidiar con esto ahora.

   —Vamos a dejarlos un momento a solas, ¿quieren? —pidió Julián, dejando claro que era necesario dejar a sus amigos a solas.

   Alejandro y Adriana asintieron, alejándose cada uno por su lado. Julián se fue junto a Susana y ambos tomaron sus refrescos dirigiéndose hacia las graderías.

   Cuando quedaron a solas, William se acercó a Zully y con dulzura acarició el golpe de su cara. Zully seguía hostil y enojado pero se dejó hacer, súbitamente calmado debido al poder de las hormonas de William.

   —No soy tu enemigo, cariño —le susurró el omega, sin dejarlo de acariciar—. En verdad. Sólo quiero que vuelvas a ser el enclenque risueño, inteligente, divertido y un tanto toca pelotas del que me enamoré.

   —Quizás ya no pueda serlo más —sonrió Zully, con un leve quebranto.

   —Quizás no vuelvas a ser exactamente igual —asintió William, concediéndole parte de razón—. Pero este saco de hormonas irracional y violento tampoco eres tú. Estoy seguro.

   —Hablaré con mis padres —prometió Zully, apartando sus ojos llenos de lágrimas de la dulce mirada de William.

   —Muy bien —dijo William, dándole un beso corto en los labios—. Gracias por aceptar.

   Zully asintió, limpiándose las lágrimas. Había cedido y aceptado los términos de William pero necesitaba que William cediera un poco también. William lo entendió así y entonces tomó a su novio de la mano, llevándolo a un lugar más a solas.

   —¿Me vas a contar que es lo que está pasando? ¿Por qué has estado tan raro el día de hoy? —preguntó Zully, aguardando por una respuesta con su cuerpo aún en tensión.

   —Hay algo que tengo que contarte —afirmó William—. Algo muy serio.

   —Pasa algo malo, ¿cierto?—inquirió Zully, seguro de que sus instintos no lo engañaban.

   William asintió, agachando la cabeza. Se frotaba las manos una con la otra y a pesar de que quería hablar, la garganta se le cerró. Zully se le acercó, tomándolo por ambos lados de la cara. Todos sus instintos protectores en ebullición.

    —Creo que… creo que estoy embarazado —dijo William por fin, alzando la vista hacia su Alpha.  

   Zully se puso completamente lívido. Las piernas de gelatina y la apostura tan diferente a la agresiva de minutos atrás.

   —¡¿Qué?! —exclamó, descolocado por completo.

   —Nuestros papás tenían razón —lloriqueó William, tembloroso—. Nunca debimos dejar los condones.

 

   Continuará…


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