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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola, mis queridos lectores. Como primera medida desearles a todos un muy feliz 2021, cargado de salud y prosperidad. Espero que este nuevo año nos compense un poco todo lo horrible que fue el año pasado.

  Por otro lado quería compartirles algo personal, doloroso y fuerte, pero que necesito y quiero compartir con ustedes. Hace unas semanas recibí el diagnostico de que padezco esclerosis multiple; una enfermedad autoinmune que daña y deteriora el sistema nervioso central.

   No les mentiré, pasé unas semanas terribles e incluso estuve hospitalizada dos veces el mes pasado, recibiendo unos tratamientos bastante fuertes y que me dejaron física y mentalmente molida por varias semanas.

   Pero estoy de vuelta. Mi vida se ha convertido en un mar de incertidumbre, pero al mismo tiempo sentí tanto amor en esos días que he recuperado las ganas de vivir y de luchar. Mis ganas de escribir tampoco se han apagado ni un poco. Traerles esta historia capítulo a capítulo, me llena de energías, sueños e ilusión.

   Gracias por escucharme. Adoro la compañía que me brindan a cada capítulo y a los que me comentan, gracias al doble. Los llevo en mi corazón. Feliz 2021.

 

   Capítulo 32

   Torbellino.

  

      Aturdido y molesto por lo que estaba viendo, Julián se fue hacia la barra de bebidas y apartó su mirada de la molesta escena.

   ¿Qué carajos había sido eso? ¡Alejandro era un grandísimo bastardo!  Tanto teatrico en el colegio dándoselas de mártir; tantas miraditas de corderito degollado y hundido en la pena, ¿para qué? ¿Para eso? ¿Para besuquearse frente a él y a Daniel con el primer aparecido que se le puso enfrente?

   ¡Qué malnacido! ¡Y el pendejo de Daniel también era otro! El jodido Andrés Cossio le caía del orto pero ni siquiera ese tonto se merecía que le vieran la cara del modo en que se la estaba viendo Daniel.

   Alucinante.

   ¿Cómo había podido creer en ellos alguna vez? Estaba claro que eran unos maestros del engaño y el juego. Daniel sobre todo… ¡qué solapado le parecía ahora!

   —Si no quieres que noten que estás ardiendo de ira no mires hacia ellos. Yo tampoco lo puedo creer. Estoy alucinando.

   Julián movió sus ojos hacia la silueta de Zully, que se le acercó, regalándole una bebida. Desde allí, su amigo también había visto la escena del beso entre Alejandro y el tal Eduardo, y la molesta reacción de Daniel. Les parecía increíble lo descarados que eran. Sobre todo Daniel, que tenía a su novio de pie frente a él.

   —No es por defenderlos, pero Alejandro ya no es tu novio, Julián; y Daniel sólo le debe explicaciones a Andrés —se acercó a ellos William, sosteniendo también una bebida—. Si quieres pasar una buena noche, te aconsejo que también te busques a alguien y no dejes que sus acciones te amarguen el rato. Lo que pasó fue terrible pero es hora de que cada uno se mueva por su lado. Es lo más sano para todos.

   —Lo más sano es que ese par me pidan disculpas… pero ni siquiera lo han hecho —masculló Julián, dándole un gran sorbo a su cerveza—. Son una par de cobardes y no puedo creer cómo me creí sus mentiras. Mira a Daniel…¡míralo! Días antes del incidente me juró y perjuró amor eterno y date cuenta ahora… ¿lo ves? ¡Está a punto de saltarle encima al Eduardo ese! ¡Sus celos por Alejandro son tan grandes que puedes verlos y saludarlos desde aquí! Es increíble.

   Asintiendo, William se acercó a Julián y lo abrazó. En parte estaba de acuerdo con él. Alejandro y Daniel eran unos cobardes que no habían cerrado adecuadamente ese ciclo. Una disculpa era lo menos que Julián se merecía y estaba de acuerdo en que por lo menos eso era lo mínimo que podía exigir. A pesar de ello, Julián parecía lleno de un resentimiento malsano que no iba a conducir a buen puerto. Hacerle ver que esos dos también estaban sufriendo y que los sentimientos que tenían por él no eran falsos, podía ser necesario para aliviar el malestar y sufrimiento de su amigo.

   —¿Sabes qué…? ¡Olvídate de ese par de tontos por un rato y ven a bailar conmigo! Creo que he visto a un par de chicos que te han puesto el ojo.

   —No es cierto, sólo me estás animando —hizo un pucherito Julián, dejándole el resto de su bebida a Zully.

   —No nos quites los ojos de encima, enclenque —le guiñó un ojo William a Zully, tomando la mano de Julián—. Vas a tener un espectáculo en primera fila.

   —¿A qué te refieres? —preguntó de nuevo Julián, inesperadamente tímido.

   —Ya lo verás —le sonrió coquetamente William, haciéndolo sonrojar un poquito.

 

***

  

   Andrés no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo. No entendía. ¡No entendía nada! Había jurado y perjurado que Daniel seguía enamorado del pendejo de Julián Santos, pero ahora sí que no entendía nada.

   Las feromonas territoriales de Daniel eran cada vez más fuertes. Los evidentes celos que gritaban sus hormonas se expandían cada vez más y más. Y ese efecto no estaba siendo provocado por el odioso omega. Las feromonas que Daniel estaba expulsando como si tuviera un atomizador incorporado, las estaba dejando salir ante la escena que se desarrollaba a varios metros de ellos.

   ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Por qué Daniel se estaba poniendo tan jodidamente territorial ante el hecho de que Alejandro se estuviera besando con alguien? ¿Por qué algo tan normal y común tenía que poner a Daniel en semejante estado de crispación y angustia? ¡No tenía sentido! ¡Era inexplicable! Alejandro sólo era su mejor amigo. ¿Qué carajos estaba pasando?

   —Lo siento, tengo que volver al baño.

   —¡Tu no vas a ninguna parte! —Andrés detuvo a Daniel por el brazo y con mirada fulminante le hizo ver que se había dado cuenta de sus emociones. ¿Cómo podía haber estado tan ciego? ¿Cómo había confundido tanto las cosas? Así que Julián Santos solo había sido un enemigo menor…un mal menor. Su verdadero enemigo siempre había sido él… Alejandro Contreras; el supuesto mejor amigo—. No lo puedo creer…¡Eres un maldito!

   —¡Espera! —Daniel detuvo la mano de Andrés antes de que este lograra abofetearle. Ya no podía seguir más con aquella farsa. No podía. Quería devolver los sentimientos de Andrés; en verdad quería hacerlo, pero no podía. Su mente era un torbellino de sentimientos y pensamientos confusos. Una enorme marea que cada vez lo arrastraba más y más hacia el fondo—. Yo no quise hacerte daño. No quise hacerle daño a nadie.

    —¿Alejandro también siente algo por ti? ¿Alejandro te corresponde?

   —Sí… Alejandro me ama.

   Con un gemido ahogado, Andrés se apartó de Daniel con un gesto que asemejaba al de alguien que se está quemando. Su cabeza giró. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué significaba todo eso? ¿Julián Santos que pintaba allí entonces? ¡No entendía nada! ¡Absolutamente nada! Su aliento se cortó en su garganta y sus labios se abrieron en busca de aire. Daniel le miraba impávido, su boca se movía pero él no podía entenderle nada. Estaba mareado y el ruido, el gentío y el humo no lo ayudaban en nada. Estaba tan enamorado, tan malditamente enamorado de Daniel que no podía respirar. Daniel era su mundo, lo único que le quedaba; todo por lo que había luchado y soñado.

   Pero para Daniel en cambio, todo el mundo parecía ser más importante que él.

   —Papá… —susurró entonces, recordando de golpe a la única persona que lo amó más que a nadie. La única persona que no lo cambió por nada, para la que siempre fue su mundo. Su papá; el que dio su vida por él y le amó con toda el alma. Ese que se había ido y que no volvería jamás. Le extrañaba tanto que quería moriste para irse con él, para olvidarse que ahora estaba solo; solo en un mundo donde ya no era el primero para nadie.

   —¿Andrés? ¿Andrés estás bien?

   —¡Suéltame! ¡Suéltame, no me toques! —manoteó el susodicho, justo en el momento en que se apagaba la música y se encendieron momentáneamente las luces. Todo el mundo escuchó el grito y se los quedó mirando raro. Andrés salió corriendo de la pista mientras Daniel se quedó allí, aturdido y atormentado.

   —¡Andrés! ¡Andrés, espera! —gritó Jaime, saliendo detrás de su amigo. Una mirada fulminante de su parte atravesó a Daniel antes de alejarse. Zully miraba atónito desde la barra y hasta Alejandro y Julián voltearon a mirar la escena.

   —¡Qué buena noche! ¡Bienvenidos todos a esta nueva entrega de Jean’s party ! —exclamó de repente uno de los anfitriones desde el escenario, robando de nuevo la atención de la gente—. ¡Por lo que se ve, esta noche va a ser muy movidita! Como todos los años tendremos sorpresas, juegos, dedicatorias, declaraciones formales y anónimas; un invitado sorpresa y por supuesto: ¡LA JEAN´S COUPLE DEL AÑO!

   El jolgorio de la gente ante las palabras del conductor disipó de nuevo la terrible tensión. Daniel seguía de pie en la pista de baile, mareado y molesto. William lo observó pasarse una mano por la cara antes de perderse entre la multitud y salir con rumbo hacia los baños. Alejandro tampoco se había perdido el momento y se veía genuinamente preocupado. Eduardo era el único que no parecía darse por enterado de nada y su postura continuaba siendo alegre y relajada. Increíble.

   —Creo que Andrés se lo ha pillado por fin —dijo William, tomando de las manos a Julián para acercarlo a su cuerpo—. Me da un poco de pena pero se lo ha buscado él solito. Es obvio que Daniel no estaba preparado para volver con él luego de lo que ocurrió contigo. Le gustas muchísimo a Daniel, Julián. Yo no sé qué carajos pasa por la mente de mi amigo con respecto a lo que siente por ti y por Alejandro, ni cómo piensa resolver este enredo, pero le gustas muchísimo. Te lo voy a demostrar.

   Guiñando un ojo, William tomó a Julián por el talle y lo abrazó pegándolo a su cuerpo. Desde la mesa, Adriana, algo ebria ya gritó y los aplaudió. Fabián pasó con fuerza un trago de cerveza y sus ojos se entornaron hacia William, sabiendo exactamente lo que pasaría. William podía ser un rubio de ojos azules, podía tener un apellido extranjero y la mitad de sus genes podían ser estiradamente ingleses, pero a la hora de bailar, William Presley Giraldo era todo un latino. Siempre, en todas las fiestas a las que asistía, se robaba el show. Verlo bailar era alucinante… y más si encontraba una pareja que le siguiera el ritmo.

    —Fabián nunca le dio la talla —se burló Adriana, mirando al susodicho—. Veamos que tal lo hace Julián.

   Una canción muy de moda comenzó a sonar y la gente chilló entusiasmada. William sonrió, era de sus favoritas. Julián también la conocía y le gustaba. Perfecto. Tal como parecía, Julián también era un gran bailarín. Sus cuerpos entraron en sintonía en seguida, siguiendo el ritmo de la música con cadencia y sensualidad. Se robaron rápidamente la atención de la gente a su alrededor y para la tercera canción ya tenía un circulo alrededor. William sonrió, Alejandro estaba hipnotizado mirándolos, y Daniel, recién llegado de nuevo, también.

   —Nunca me dijiste que sabías bailar así —se quejó Julián.

   —Nunca me preguntaste —devolvió William.    

   —¿Nos están mirando, verdad?

   —No nos quitan los ojos de encima.

   La canción más esperada de la noche comenzó a sonar. La gente  se alborotó y William y Julián se sonrieron ampliamente. El sonido del acordeón, melodioso y sensual inundó todo el lugar. La gente empezó a cantar a todo pulmón mientras la increíble pareja de baile los deleitaba. Era una canción preciosa… preciosa y perfecta.

   “Llorando se fue quien un día me hizo llorar”   “Llorando se fue quien un día me hizo llorar”

   “Llorando estará, recordando el amor que un día no supo cuidar”

   William y Julián giraron al compás de la música. Sus cuerpos, pegados por completo, sudaban y resbalaban. Sus pelvis estaban una contra la otra, sacudiéndose y contorneándose. Era ridículo lo bien que bailaban; la gran coordinación que tenían. Parecían profesionales y la gente estaba fascinada.

   —Bueno… bueno… parece que por aquí tenemos a una potencial “Jean´s couple” —dijo el anfitrión al micrófono, acercándose para verlos. Julián le sonrió a William y éste le devolvió el gesto. Estaba claro que para los que no los conocían, ambos lucían como una perfecta pareja Alpha x Omega. Hacía falta acercarse y olerlos de cerca para percatarse de que realmente lo que tenían frente a ellos era a un par de omegas. Cuando la canción finalmente terminó, los aplausos los cobijaron y más de uno se acercó para felicitarlos. Julián intentó volver a la barra pero en ese momento una inesperada mano se hizo con su muñeca, atrayéndolo.

   Daniel lo sostenía; con una mirada de intensa agonía cruzando sus facciones. Su cuerpo temblaba y su pecho se expandía, jadeante. William le hizo un guiño y volvió a la barra con Zully. Ambos se quedaron mirando la escena sin el menor pudor, expectantes.

   —Perdóname… —dejó salir Daniel, en un tono tan bajo que era claro que no era audible. Julián lo miró, haciéndole ver qué eso no había sido obstáculo para que lo entendiera. La expresión de Daniel; el sufrimiento impreso en cada uno de sus músculos dejaba claro lo que le estaba pidiendo. Sus ojos estaban acuosos y sus labios temblorosos. Parecía a punto de desmayarse.

   —¡Jódete! —respondió Julián, dando media vuelta para volver junto a William y Zully. Alejandro vio todo desde su sitio y todo su cuerpo se estremeció. ¡Daniel se había acercado! ¡Y lo habían mandado al carajo! Si eso era lo que Julián tenía para Daniel, ni se imaginaba lo que podía tener para él. Trago grueso.

   —Esto se está poniendo realmente interesante —sonrió Eduardo, estrechando las manos temblorosas de Alejandro—. Pero, tranquilo —le dijo quedo al oído—. Nosotros lo haremos más interesante aún.

 

***

 

   —¡Andrés! ¡Andrés, por favor espera!

   Jaime logró detener a Andrés antes de que este llegara fuera del coliseo. Sus brazos lo rodearon y lo abrazó con fuerza, sintiéndolo temblar. Estaba a punto de tener un ataque de pánico. Su mente se estaba diluyendo en los oscuros recuerdos y si no lo sacaba de esa oscuridad, Andrés reviviría otra vez la muerte de su padre, tal cual le había pasado en ocasiones anteriores.

   —El carro… papá…

   —¡Andrés, mírame! —exclamó Jaime, tomándole del rostro—.¡Estás aquí conmigo! ¡No hay ningún carro! ¡Estamos en una fiesta! Todo está bien… tranquilo.

   —¡Papá!

   —¡Escúchame! ¡Estoy aquí!¡Estoy aquí!

   Los ojos de Andrés se enfocaron y su respiración se acompasó un poco. Jaime lo contuvo, sosteniéndole la mirada. No era la primera vez que tenía que lidiar con una crisis de Andrés, pero sí sentía que en esta ocasión su amigo estaba mucho más destrozado… vulnerable.

   Apresó más fuerte el rostro entre sus manos y junto sus frentes. Sus alientos quedaron a centímetros de distancia. No soportaba ver a Andrés sufrir así. No soportaba que ese cretino de Daniel lo tratara como basura.

    —¿Por qué? ¿Por qué no soy suficiente? —preguntó Andrés entre lágrimas, gimiendo bajito. Jaime negó con la cabeza y suspiró. Andrés no sólo era suficiente… era demasiado, muchísimo para ese idiota de Daniel.

   —Ven… vamos a conseguirte algo de beber y volveremos adentro.

   —No… no quiero volver adentro. ¡No quiero volver a esa estúpida fiesta!

   —¡¿Y dejarás ganar tan fácil a Julián Santos?! —exclamó de repente una voz junto a ellos. Andrés y Jaime voltearon al unísono y lo vieron. Luis estaba de pie junto a ellos con una cerveza en una mano y un cigarro en la otra. Lucía radiante y confiado; su nariz rota más desinflamada y recta de nuevo.

   —No estás ayudando —dijo Jaime, sintiendo como el cuerpo de Andrés se tensaba de nuevo. Luis se encogió de hombros y le dio un trago a su cerveza. Entre risas les contó la forma cómo Daniel se había acercado a Julián y cómo este lo había dejado en ridículo en medio de la pista. Andrés apretó la mandíbula y su cuerpo se agitó. ¡Maldito omega! ¡No le iba a ganar! ¡Y Alejandro tampoco!  

   —Tiene razón —dijo entonces, limpiando sus lágrimas y alzando el mentón—. No me dejaré ganar de un omega idiota. Si Julián Santos cree que le dejaré el camino fácil está muy equivocado. ¡Daniel es mío y no se lo dejaré a él! ¡A él ni a nadie!

—¡Andrés espera! —gritó Jaime, yéndose junto a Andrés—. Eres un imbécil —le escupió a Luis antes de partir. El susodicho se río y se alejó dándole una nueva calada a su cigarro. La sonrisa de su rostro lo decía todo. Sus intenciones eran turbias… turbias y perversas.

 

***

 

   Como el viaje sería casi en la madrugada del lunes, Oliver no quería dejar nada para última hora. Tal como se esperaba, William tenía todavía mucho sin empacar y seguía completamente despreocupado al respecto.

   Bufo. Ya había terminado de empacar las maletas de las niñas, y Brandon estaba demasiado nervioso y agitado para ponerse arreglar. Lograr que durmiera había sido todo un logro y no pensaba despertarlo para que se pusieran a terminar de organizar. William llegaría trasnochado y quizás algo tomado y estaba seguro que dormiría todo el día. No iba a dejar que retrasara las cosas en el que era, quizás, el viaje más importante de sus vidas.

   —Este niño es un desastre. Ni siquiera ha guardado sus libros —renegó, mirando el reloj. Las diez de la noche. Aún faltaban tres horas para irlos a recoger y esperaba que ese tiempo fuera suficiente para lograr terminar de empacar las cosas de William—. Tiene todo un reguero aquí —mascullo, tomando unos libros desperdigados por la cama. Cuando tomó el libro de matemáticas, una hoja suelta que salió de entre las páginas, flotó unos instantes por el aire y luego cayó al suelo junto a sus pies. Oliver la recogió y la miró con el ceño fruncido. Era una receta médica y era reciente.

   Su corazón se detuvo unos instantes. El nombre del medicamento se le hacía familiar pero no estaba seguro. Una llamada a la farmacia se lo confirmó. Era un medicamento que sólo se vendía bajo formula médica ya que a pesar de ser un fármaco para la gastritis, sus efectos secundarios lo habían convertido en una droga peligrosa y controlada. Era un medicamento para abortar.

    ¡Qué le cayeran tres mil rayos encima! ¡¿Por qué William tenía una receta de píldoras para abortar?!

 

***

 

   —No puedo creer que te haya hablado —levantó una ceja Zully, envolviendo su brazo derecho en la cintura de William. Julián rodó los ojos y tomó un trago de su cerveza.

   —Qué le den —devolvió, viendo justamente como Daniel regresaba a la mesa con el rabo entre las piernas.

   —¿No me dijiste que querías que se disculparan? —replicó William, viendo exactamente lo mismo.

   —¿Y cómo sabes qué eso fue lo que hizo ?—bufó Julián, reprimiendo un suspiro—. Pero tienes razón… sí se disculpó. Aunque llega tarde… varios meses tarde.

   William negó con la cabeza. Sabía que las heridas aún estaban en carne viva y que el proceso de sanación tardaría. Daniel era su mejor amigo pero la había cagado en grande y tenía que lidiar con las consecuencias. Sobre todo si luego de lo sucedido con Julián, lo único que había hecho era joderla y joderla cada día más.

   —Bueno, por lo pronto no creo que se vuelva a acercar. Mira quien volvió —anotó, señalando con su cabeza hacia la mesa. Andrés y Jaime estaban llegando, tomando sus asientos correspondientes.  Julián tomó su cerveza y la pagó. Miró a sus amigos como diciendo: ¿acaso nos vamos a pasar toda la noche escondidos acá?, y William y Zully le contestaron con una negación de cabeza.

   Era cierto. Habían venido a divertirse y no permitirían que nada ni nadie les arruinaran la noche. William quería recompensar a Zully por los días que estarían lejos y por el celo que le obligaría a pasar solo. También estaba un poco nervioso por las pastillas que había decidido comprar al día siguiente y beber antes del viaje. Tendría que decirles todo a sus padres y soportar el monumental regaño, pero no tenía de otra. Necesitaba limpiarse el vientre de todo rastro de gestación antes de que su familia inglesa lo hiciera revisar por los doctores. Lo último que necesitaba era a sus abuelos dándole un sermón por estar teniendo sexo antes del matrimonio.

   —¿Qué pasa? —preguntó Zully al sentirlo tan pensativo. William le sonrió y lo abrazó, escondiendo su rostro en su cuello.

   —Ven, vamos a bailar —fue lo que le respondió, tomándolo de la mano para llevarlo a la pista de baile. La canción que sonaba era lenta y romántica; de pasos cortos y suaves. Zully lo abrazó más fuerte y respiró en su cuello. Las feromonas de William era el olor más perfecto que había olido en su vida. No quería dejar de olerlas jamás.

   —¿Tomarás la medicina mañana verdad? —preguntó, cerca de su oído, acariciándole la nuca—. ¿Quieres que esté contigo cuando le digas a tus papás?

   William negó con la cabeza. A pesar de que Zully estaba en todo su derecho de acompañarlo, era algo que prefería hacer solo. Conocía a sus padres y estaba seguro de que él solo lograría mejor entendimiento que con la presencia de Zully. Le iban a dar un castigo monumental, estaba seguro. Pero también sabía que sus padres lo entenderían.

   —Voy a estar bien —sonrió, dando un corto beso en los labios de Zully. Se miraron a los ojos y respiraron uno el aliento del otro—. Vamos a estar bien.

 

***

   Tomando a Daniel de la mano, Andrés lo volvió a llevar a la pista de baile. Daniel estaba serio y su mandíbula crispada mostraba el estado de su ánimo. Se sentía descontrolado y abrumado; perdido como nunca lo había estado.

   —¿Desde hace cuándo? ¿Desde hace cuánto tiempo te gusta Alejandro?

   Daniel negó con la cabeza. Explicaciones era lo último que quería dar en esos momentos. Sus emociones estaban al límite y sentía que podía ponerse a gritar en cualquier momento.

   —Es un desastre. ¡Es un puto desastre!

   —¡Déjame ayudarte entonces! —le suplicó Andrés, tomándolo de los hombros. No se rendiría; no iba a darse por vencido—. Déjame demostrarte que puedo ser suficiente; que te puedo hacer olvidar… olvidar a los dos.

   Los ojos de Daniel se llenaron de lágrimas. Su cerebro le decía que parara con toda esa farsa, que detuviera todo ese enredo que no podía más que terminar en desastre.

   Pero no pudo. Necesitaba con urgencia una roca a la cuál aferrarse; un pilar donde sentirse seguro.

   Y ese pilar era Andrés… su refugio.

   —Ayúdame… ayúdame a controlar esto. Ayúdame a sacarlos de mi mente. ¡Te lo suplico!

   Andrés asintió y lo besó. Sus labios sintieron el hambre y la desesperación de los otros labios. Nunca había visto a Daniel tan descontrolado, tan fuera de sí. Parecía otra persona, un desconocido. Lo abrazó y mordió su boca. ¡Quería marcarlo, hacerlo suyo! Necesitaba que Daniel le perteneciera por completo, que nada ni nadie se lo pudiera quitar.

   —¡Y bueno, damas y caballeros! ¡Llegó el momento de las declaraciones! —gritó de nuevo el anfitrión, distendiendo el ambiente. Un gran silbido se alzó y la gente empezó a aplaudir. Otro de los conductores subió al escenario con una gran caja llena de mensajes de amor. Esa fiesta era famosa por ese segmento donde podías dejarle una declaración de amor a alguien de forma anónima o frontal. Hacer el ridículo o conquistar a tu ser amado eran las opciones—. Y bueno, bueno… leamos el primer mensaje de la noche—apuró a su ayudante, recibiendo una carta llena de corazones y escrita con marcador brillante—. Dice así: “Zully Almanza, me traes loco. Sé que tienes novio pero no me importa. ¡Te conquistaré! Atentamente: tu admirador secreto”.

   —¡Uyyyyyyyyyyyyyy!   

   —¡WOW! —exclamó William, riendo ante la algarabía de la gente—. Ese tiene que ser de alguno de los tontos del noveno C —aseguró, alzando la mano para pedir el micrófono. Cuando se lo pasaron, las luces lo enfocaron y todo el mundo lo miró. Besó los labios de Zully antes de aclarar su garganta y contestar:—Soy el novio de Zully, y esto es para ti, “admirador secreto”. ¡Ni creas que te la dejaré fácil!

   Y diciendo eso, mostró el dedo medio y volvió a tomar los labios de Zully en un fogoso beso que alentó el bullicio general. Zully río y le devolvió el beso, aturdido aún por la sorpresa de todo lo ocurrido. Nunca esperó ser el primero en recibir mensaje. Ni siquiera pensó que recibiría uno en lo absoluto. Por el contrario, nadie se sorprendió cuando le empezaron a llover mensajes a Alejandro. Hubo un momento en que leyeron cuatro consecutivos para él y el anfitrión silbó, anonadado. Ese chico tenía que ser todo un rompe corazones.

   —¡Alejandro, capitán! ¡Deja algo para los demás! —se burló Adriana desde la mesa, ya completamente ebria. Eduardo, quien seguía bailando con Alejandro, sonrió y le dio a éste un beso en el cuello, contento de tener de pareja de baile al chico más codiciado de la fiesta. No se perdió la forma en cómo Julián lo miró desde la mesa y tampoco el gran esfuerzo que tuvo que hacer Daniel para ignorarlos.

   —Y bueno… cerramos este segmento con el último mensaje de la noche. ¿Para quién será? ¿Para quién será? —especuló el anfitrión, menando en su mano el último papelito. Era una esquela pequeña, que se notaba hecha de prisa. No era una tarjeta preparada ni adornada. El remitente de seguro que no sabía que ese año, sus destinatarios se quedarían con ellos—. Dice así: “Julián Santos… estás buenísimo”

   —¡Uhhhhhhhhhhh!

   —Pero esperen… esperen, no acaba allí —detuvo los chillidos el conductor, alzando su mano diestra—. “Posdata: Pero sé lo que hiciste”.

   —¡Uyyyyyyyy!

   Julián se congeló. Todos sus amigos se lo quedaron mirando. ¿Qué carajos significaba ese “Pero sé lo que hiciste”? Sonrió para disimular la incomodidad y se trató de poner de pie para irse a la barra pero en ese momento, una mano le salió al paso, girándolo hacia su dueño.

   —Chico buenísimo… ¿bailas conmigo? —preguntó Jaime, sorprendiendo a todos. Julián frunció el ceño y la duda cruzó su rostro durante unos instantes. Jaime siempre había mostrado cierta antipatía hacia él y de todos los de la mesa era el último que se esperaba que lo invitara a bailar. No olvidaba el trato que le había dado en la fiesta de Mario, meses atrás, y mucho menos todo lo que Andrés lo había ofendido.

   —¿En serio quieres bailar conmigo?

   —No, pero Daniel odiará verte bailar conmigo y estoy seguro que tú disfrutaras mucho por eso —se encogió de hombros Jaime, mostrando de una vez sus cartas. Julián agradeció la sinceridad y supuso que podía sacar provecho de la situación. Jaime le caía fatal, pero a veces aplicar el dicho de “El enemigo de tu enemigo, es tu amigo” no estaba mal. A ver cómo acababa todo cuando el reloj diera las doce.

   —¿Por qué te cae tan mal Daniel? —preguntó, dejando que el Alpha lo guiará hacia la pista.

   —Porque es un solapado —respondió Jaime, sin recelos. Ver la forma cómo Daniel y Andrés bailaban y se besaban en medio de la pista le hacía arder el estómago. Y al parecer no era el único. Julián estaba tenso entre sus brazos por más que quisiera disimular.

   —Tu amigo lo perdonó muy rápido. Yo lo hubiese mandado a la mierda.

   —No es una buena noche para Andrés— excusó Jaime, marcando el ritmo con sus pies—. Mañana es el aniversario de la muerte de su padre.

   Asintiendo, Julián le siguió el paso. Jaime no bailaba ni la mitad de bien que William pero tampoco lo hacía mal. Su perfume también era agradable, un olor amaderado muy masculino; sus feromonas quedaban perfectamente camufladas bajo él.

   —¿Puedo saber qué le pasó?

   Los ojos de Jaime lo fulminaron unos instantes, pero luego su rostro se relajó y un ligero suspiró salió de su pecho.

   —Un accidente de coche hace dos años. Andrés iba con él. Lo vio morir.

   —Eso suena horrible —gimió Julián.

   —Lo fue.

   —Debe ser muy duro para él aún.

   —Para ti también debió ser duró lo que pasó —cambió abruptamente de tema Jaime, obteniendo un ceño fruncido por parte de Julián.

   —No quiero hablar de eso.

   —¿De qué quieres hablar entonces? —inquirió el Alpha, viendo cómo en ese momento, Fabián y uno de los amigos que habían venido con Eduardo se paraban en la pista de baile junto a William y Zully.

   —¡Ay, no! ¡Esto no pinta bien! —jadeó Julián, viendo cómo la postura de Zully cambiaba al ver a Fabián y cómo su cuerpo se tensionaba.

   —A ese pobre chico sí que le ha dado duro la pubertad —se burló Jaime, viendo exactamente lo mismo—. ¿Aún toma Rivotril? Es una pena que esté tan desatado. Físicamente es tremendo Alpha.

   —Ya no toma eso —respondió Julián, captando justo en ese momento el calibre de lo que acababa de oír. ¿Por qué carajos Jaime sabía el nombre de las pastillas de Zully? Zully no mostraba sus medicinas a nadie, excepto a sus amigos, y Jaime estaba muy lejos de ser uno de ellos—. Espera, ¿que diji…? —intentó preguntar, pero justo en ese instante una alarma sonó en la pista y un montón de confeti y dulces cayeron por todas partes.

   Todos los asistentes gritaron emocionados. ¡Sabían lo que significaba! Había llegado la hora del torbellino y por lo tanto todo el mundo debía cambiar rápido de pareja o de lo contrario recibirían un castigo muy vergonzoso.

   —¡Rápido! ¡Cambien rápido! —gritaba la gente, enredándose y empujándose unos con otros. Cuando la alarma dejó de sonar, todas las parejas se miraron y la mayoría sólo en ese momento notaba con quién se había juntado.

   —¡Oh, shit! —blasfemó William, viéndose de pie frente a Fabián.

   —Hola —sonrió Eduardo, frente a Daniel.

   —¡…! —se miraron Zully y Luis.

   —¿Qué hacían bailando con el omeguita? —le reclamó Andrés a Jaime.

   —Conque el más deseado de la fiesta! —alzó una ceja Julián. Frente a él estaba Alejandro… más blanco que una hoja de papel.

 

   Continuará…

      


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