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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Gracias a todos los que siguen por aquí. 

Un abrazo enorme. Estos días me he sentido bastante mejor. 

   Capítulo 33

   ¡Se acabó!

 

   —Conque el más deseado de la fiesta —repitió Julián, regocijándose en el rostro pálido de Alejandro—. Debe ser mi noche de suerte —sonrió, tomándolo de las manos para acercarlo más a su cuerpo.

   Alejandro estaba paralizado. ¡Joder! ¡No sabía qué hacer! No entendía nada. Minutos antes, Julián había despreciado a Daniel sin ninguna consideración, pero a él en cambio, le estaba sonriendo.

   No entendía nada. Nada de nada. Estaba seguro de que Julián no lo había perdonado en lo absoluto por todo lo ocurrido; de hecho, sentía en sus feromonas su tensión y su odio. Entonces, ¿qué pretendía Julián? ¿Qué era lo que estaba tramando?

   —¿Qué pasa? ¿No me quieres de pareja? ¿Quieres cambiar con alguien más?

   Negando  con la cabeza, Alejandro tomó a Julián por la cintura y luego de un suspiro profundo que calmó su corazón, lo miró a los ojos. Julián perdió la sonrisa y su postura cambió. Ya no mostraba esa aura petulante y sarcástica, todo lo contrario, su facciones mudaron a unas serias y enojadas. Era el momento de entrar en acción, el momento de empezar a orquestar su plan. Ya no podía esperar más tiempo para iniciar su acercamiento. El momento había llegado y era ese.

   —Muy bien… soy todo oídos.

   Alejandro le sostuvo la mirada. Era obvio que sin necesidad de más explicaciones, había entendido a la perfección el pedido de Julián. Su ex estaba pidiéndole su versión de los hechos, el porqué había callado sus verdaderos sentimientos y por qué lo había utilizado de esa manera tan ruin.

   —Nunca quise lastimarte —dejó salir, con tono firme a pesar de sus nervios. Nunca pensó que le saldría con tanta facilidad, siendo una disculpa tan cliché, pero era justo lo que quería decir. Necesitaba hacerle entender a Julián que en verdad nunca, nunca quiso hacerle daño; que todo lo ocurrido no había sido planeado ni deliberado; que todo había sido el resultado de su cobardía, su confusión y un toque de mala fortuna.

   —¿Entonces nunca pensaste que el ocultarme que estabas enamorado de Daniel fuera a lastimarme?

   —¡Por supuesto que sí! —afirmó Alejandro, subiendo un poco el tono—. Por eso mismo tenía tanto miedo de decírtelo. Por eso mismo lo fui aplazando y lo fui aplazando hasta que…

   —¿Hasta que qué…?

   —Hasta que me di cuenta que me había enamorado de ti también.

   Julián se tensó. ¡Maldito! ¡Desgraciado! ¿Se estaba burlando de él otra vez? ¿Por qué le decía eso? ¡¿Y por qué pensaba que iba a creerle?! Peor aún… ¿por qué su estúpido y traidor corazón se emocionaba ante semejante mentira?  

   —¿Qué es lo que estás diciendo?

   —Te estoy diciendo la verdad —afirmó Alejandro, escuchando en ese momento cómo el anfitrión de la fiesta explicaba de qué se trataba la dinámica que iba a empezar en ese momento.

   —¡Bueno, chicos! ¡Es hora de empezar! —exclamó el sujeto, tomando en sus manos una pequeña esfera de goma y mostrándola al público—. ¿Están viendo lo que tengo aquí? Lo están viendo bien, ¿verdad? Pues bien. Deberán colocar estas esferas frente con frente y sostenerlas allí mientras bailan. La última pareja que la deje caer será la ganadora. Empezamos… ¡Ya!

   La música comenzó a sonar y de inmediato todas las parejas tomaron las esferas y las colocaron frente con frente. Julián tomó la de ellos y la pegó contra su frente y la de Alejandro; sus rostros quedaron a centímetros de distancia y sus alientos se mezclaron junto al aroma de las feromonas. Alejandro lo miró a los ojos y Julián le pasó ambos brazos por el cuello, comenzando a bailar.

   —Dices que me amas ¿también? —siseó Julián, esbozando una enigmática sonrisa—. ¿Qué significa eso?

   Alejandro cerró los ojos por unos segundos. No sabía cómo explicar aquello sin sentir que se burlaba de Julián. No sabía ni siquiera si Julián no lo tomaría como una broma y lo odiaría más por eso. Explicar que amaba a dos personas y se sentía incompleto sin ellos era una barbaridad. Julián podría mandarlo a la mierda con todas sus letras y no podría culparlo. ¿Podría alguien hacerlo?  

   —Sé que parecerá una locura…

   —No —lo interrumpió Julián—…suena como una mentira.

   —¡No es una mentira!  

   —¡¿También es una mentira que te estabas besando con ese chico de hace un rato?! ¿Ah? ¿Es mentira eso? Parece que tu corazón es bastante enamoradizo, Alejandro.

   —Mi corazón está destrozado —lo volvió a mirar Alejandro, sus ojos aguados—, los perdí. Los perdí a los dos.

   Julián hizo un mohín de desprecio. Cuanto le gustaría creer que Alejandro estaba tan destrozado por haberlo perdido a él como por haber perdido a Daniel. Pero no era posible… ni un poco posible. El corazón destrozado de Alejandro sólo era por Daniel… sólo por él.

   —¿Sabías que la violencia que se genera entre dos Alphas debido a la “memoria hormonal” sólo puede ser neutralizada por el omega que generó la disputa? ¿Sabías eso?

   —Sí, lo sé —afirmó Alejandro, frunciendo el ceño—. ¿Qué quieres decir?

   —Que me parece muy interesante que tanto Daniel como tu hayan “recordado” pedirme perdón justamente después de descubrir que sufren un grave caso de eso.

   —¿Estás insinuando que sólo queremos acercarnos a ti para poder “curarnos”? ¿En serio estás pensando eso? ¿Tan mal piensas de nosotros?

   Julián se encogió de hombros, el siguiente giro casi los hace tirar la esfera, pero lograron estabilizarse y seguir. Alejandro le volvió a fijar la mirada, parecía desconcertado.

   —Ustedes me engañaron, jugaron conmigo como se les dio la gana —volvió a tomar la palabra Julián, afirmándose en su pensamiento—. ¿Por qué tendría que seguir creyendo en ustedes?

   —Porque somos tus amigos y aunque ahora nos odies fueron más lo buenos momentos —respondió Alejandro, dejando salir un largo suspiro—. Sé que no merezco tu perdón, ¿vale?. Yo no. Si no quieres perdonarme nunca, lo entenderé, ¿está bien? Pero por favor, perdona a Daniel. Por favor, perdónalo a él.

   Los ojos de Julián se entornaron con una mirada directa y penetrante. ¡Allí estaba! Ese pedido de súplica que estaba buscando; esa confirmación de que tenía razón y de que por supuesto, la única persona por la que Alejandro seguía teniendo sentimientos era Daniel.

   Perfecto. Iba a hacerlo, iba a darles lo que querían. Por el momento les dejaría creer que se estaban saliendo con la suya, que lo estaban convenciendo de su arrepentimiento y que él empezaba a dejar a un lado el rencor por el bien de su familia y de la amistad. Mataría de esta forma, dos pájaros de un solo tiro. Los mugrosos padres de Daniel tendrían que humillarse si querían que su querido hijito volviera a recuperar a su mejor amigo.

   —Tengo dos condiciones. —Una nueva canción, de ritmo más rápido comenzó a sonar cuando Julián dijo aquello. Los ojos de Alejandro se ampliaron, nerviosos y su cuerpo se tensó un poco más, apretando mucho más sus cuerpos.

   —Te escucho.

   Julián se separó. La esfera cayó de sus frentes y rebotó por la baldosa, perdiéndose entre las demás parejas. Uno de los anfitriones los sacó de la competencia, y ambos se alejaron hacia la barra mientras Daniel, que seguía en competencia con Eduardo, los miraba pasar junto a ellos.

   —Quiero que Daniel vuelva al equipo —dijo Julián, sentándose en una butaca—. Esa es una de las condiciones.

   —¿Y la otra? —preguntó Alejandro, pensando que esa iba a ser una condición difícil de cumplir.

   —La otra es que los padres de Daniel le pidan perdón a los míos… Frente a toda la escuela.

   Las botellas de cerveza casi resbalan de las manos de Alejandro. Perder los colores ante Julián se estaba convirtiendo en una rutina. Julián le quitó una de las botellas y dándole un gran sorbo volvió su vista hacia la pareja de Daniel y Eduardo. El ambiente allí también se sentía tenso y extraño; difícil de leer.

   —Y quiero que lo hagan el día de la ceremonia de bienvenida del segundo periodo —agregó, regocijándose en la mirada atormentada de Alejandro—. Es decir… el viernes que viene.

***

 

   Era una verdadera cagada que de todas las personas que tenía cerca, justamente fuera Fabián el que le tocara de pareja. ¿El destino estaba bromeando con él acaso? Porque tenía noticias: no era chistoso. Podía sentir la mirada de Zully desde unos metros a su derecha, a punto de saltar hacia ellos. No sabía ni siquiera cómo era que se estaba controlando.

   ¿Lo estaría controlando el imbécil de Luis? Lo dudaba. Aunque tampoco entendía muy bien de qué podían estar hablando tanto esos dos. Odiaba que el idiota ese se hubiera aparecido en el peor de los momentos, y mucho más que hubiera emparejado con Zully. No iría a contarle nada de lo que ocurrió en los baños de la escuela, ¿verdad? Sería un rematado idiota si lo hacía. Zully lo descuartizaría.

   —Tu noviecito no desaparecerá si lo dejas de ver dos minutos, Will.

   William miró a Fabián y un suspiro abandonó sus labios. Fabián tenía razón; tenía que relajarse. De momento todo estaba bajo control y si controlaba sus nervios y se mantenía imperturbable, no tenía por qué pasar nada malo. Zully podía estar un poco descontrolado pero no era un animal salvaje ni un loco. No iba a iniciar una pelea en pleno baile sin provocación alguna.

   —Lo siento… es sólo que me preocupa Zully.

   —Sí, ya lo sé. Es todo lo que te preocupa últimamente.

   Una mirada de parte de William traspasó a Fabián. El Alpha se notó un tanto incomodo pero no se disculpó ni se retractó por sus palabras. Sabía que no estaba siendo justo. William seguía entregado a la natación, a sus estudios y a sus amigos. Zully era su pareja y era obvio que se preocupara por él; no había nada de raro en eso, pero Fabián necesitaba hacerle sentir que estaba exagerando en sus atenciones. Que Zully no merecía tanta consideración.

   —Escucha, yo…

   —Por favor, Fabián. Ya hemos hablado de esto.

   —Sólo quiero asegurarme de que vas a estar bien.

   —No es tu deber —le recordó William, resoplando—. Pero si eso es lo que necesitas, está bien. Quédate tranquilo… estoy bien.

   Hubo un cambio en el ritmo de la música que los obligó a girar más rápido, pegando por completo sus cuerpos. William se tensó al ver cómo Zully se crispaba al verlos y en el siguiente giro se separó. La esfera cayó en el suelo y al verla rodar entre sus pies, Fabián río bajito, alzando socarronamente una ceja.

   —Sí, me puedo dar cuenta que todo está bien —agregó con sarcasmo, dirigiendo una mirada hacia Zully—. Es tranquilizador ver cómo te asustas ante la idea de molestar a ese cretino.

   —No tengo que darte explicaciones —espetó William, dando media vuelta y saliendo de la pista. Cuando llegó a la barra se sorprendió al ver a Alejandro charlando con Julián. A punto estuvo de volver a dar media vuelta y alejarse, pero al ver sus intenciones, Alejandro lo detuvo, haciéndolo quedarse.

   —Tranquilo. Volveré a la mesa —dijo, pagando las cervezas de todos antes de irse. Julián le agradeció con un escueto asentimiento de cabeza y luego volvió a tomar asiento junto a William, quien lo miraba confundido.

   —Espera. A Daniel lo gritas y exhibes en medio de la pista y con Alejandro bebes cerveza, ¿en serio?

   Julián resopló y tomó un largo trago. Le empezaba a doler la cabeza.

   —Qué bueno que llegas. Hay algo más importante que tengo que decirte.

   —¡Fuck you, Juli! —lo detuvo William, poco dispuesto a ceder—. ¡No me vas a cambiar de tema!

   —Es en serio —devolvió Julián, frunciendo el ceño—. Se trata de Zully —añadió, mirando a lo lejos al susodicho—. Acabo de descubrir algo. Creo saber quién robó sus pastillas hace varios meses.

   La expresión de William cambió de inmediato. Su postura se tensó y su cuerpo vibró de rabia y consternación. ¡Ese imbécil! ¡¿Quién era?! ¡Necesitaba saberlo de inmediato! El muy cretino se iba a enterar e iba a hacer que se arrepintiera hasta el último día de escuela. El muy imbécil pudo haber provocado una desgracia.

   —Fue Jaime. Mientras estábamos bailando me dijo el nombre exacto de las pastillas de Zully. ¿Cómo pudo saber eso sin haberlas tenido en sus manos? Imposible.

   —¡Ese bastardo!

   —Espera —lo detuvo Julián, al ver sus intenciones—. No nos apresuremos. No tenemos pruebas. Además, estoy convencido de que el verdadero responsable del robo fue el idiota de Andrés. Dime, ¿por qué querría Jaime fastidiarme a mí acusándome de aquello sino fuera porque su amiguito se lo pidió? Andrés me detesta. Es obvio que está detrás de todo esto.

   —¿Y qué planeas? —preguntó William, mirando justo a la pareja de Alphas. Julián hizo un mohín de disgusto ya que todavía no tenía nada planeado para esos dos. La revelación inocente de Jaime lo había tomado por sorpresa y todavía no sabía cómo rayos iba a hacer para que confesaran.

   —No tengo ni idea, pero pensaré en algo.

   —No me extraña que Andrés haya enviado a alguien más para hacer su trabajo sucio —dijo William, volviendo a mirar a la pareja con gesto de odio—. Andrés es un jodido cobarde. Una vez se quedó encerrado en un ascensor y se orinó encima, literalmente. Cuando lo sacaron temblaba y lloriqueaba como una nenita. ¡Malnacido!

   Aquella anécdota hizo elevar una ceja de Julián. Lo que acababa de oír era muy interesante. Si lo que le contaba William era cierto, entonces era posible que  quizás Andrés padeciera de alguna fobia a los lugares encerrados.

   —¿Y fue la única vez que le pasó algo así? —preguntó, empezando a cocinar una idea.

   —No lo sé. Nunca más le pasó algo así cerca de mí —se encogió de hombros William—. Pero está claro que no tiene pelotas para hacer las cosas de frente y por sí mismo.    

    —En ese caso déjame averiguar un par de cosas y luego te cuento, ¿vale?

   —¿Qué quieres decir?

   —Confía en mí —pidió Julián, regalando al otro omega una sonrisa macabra—. Llegó la hora de que esos dos sepan con quienes se metieron. Ya basta de jueguitos sucios y puñaladas por la espalda. Nosotros atacaremos de frente y directo.

   —Estoy contigo —asintió William sin dudarlo—. Lo que hicieron fue una bajeza y merecen un castigo. No me importa que me riñan mis padres o la directora. Tu nombre debe ser limpiado y esos dos deben pagar por lo que hicieron.

   —Tranquilo —le frotó la espalda Julián, tranquilizándolo—. Enfócate en tu viaje por el momento y cuando regreses, seguro ya tendré un plan en mente. Por lo pronto, vamos a bailar de nuevo. Eres increíble.

   —Ni creas que con eso me vas a distraer para no contarme qué carajos pasó con Alejandro —bufó William, tomando la mano de Julián para llevarlo de regreso a la pista. Julián soltó un resoplido y rodó los ojos. Por lo visto no iba a poder librarse de aquella conversación. Pues bien, aunque no iba a contar sus verdaderos planes, William podía ayudarle a despejar la mente y enfocarse. Esa confesión de Alejandro, aunque a todas luces falsa y manipuladora, le había acelerado el corazón.

   Era un tonto… pero un tonto que esta vez ya estaba preparado.

 

***

 

   —Wow, es verdad lo que dicen… tus feromonas son una locura, amigo.

   Fulminando a Luis con la mirada, Zully hizo un mohín de disgusto antes de suspirar profundo para obligar a sus hormonas a controlarse. Desde que se había dado cuenta de quién era la pareja de William, todo su sistema se puso en ebullición y las cadenas con las que había amarrado sus impulsos aquella noche estaban a punto de romperse.

   ¡Joder! ¡No era un jodido animal! Tampoco quería volver a tener que recurrir a esas jodidas pastillas que lo mantenían casi anestesiado todo el día. Tenía que ser mejor que esto. Tenía que demostrar que podía mantener el control y ser un Alpha de verdad, con todas sus letras. No era una bestia sin control. Era un ser humano, por Dios santo. Un ser racional.

    “Pero no lo eres”  “Eres un salvaje incontrolable” “Eres un Alpha mediocre” “No puedes controlar nada” “William te va a dejar”

   La jodida voz que cada vez retumbaba más nítida en su cabeza le volvió a atormentar. Zully quería que se callara, que lo dejara en paz. Pero cada vez era más difícil silenciarla.

   —Cállate… cállate…

   —Sólo estoy diciendo la verdad —masculló Luis, pensando que se estaba dirigiendo a él—. Aunque tienes razón en estar desconfiado de Fabián, ¿sabes? —añadió con cizaña—. Se nota que aún está tras los huesitos de tu novio.

   Zully volvió a mirar a su compañero de baile a los ojos y este se encogió de hombros al ver que el otro Alpha lo interrogaba con la mirada. Quizás el destino le estaba dando la oportunidad de vengarse por lo que el estúpido de William le había hecho, agitando un poco más las aguas. El imbécil de Fabián también le debía una. Quizás podía matar dos pájaros de un solo tiro.

   —¿Qué quieres decir con eso?

   —Sólo digo que se nota que Fabián no ha renunciado a William… ni siquiera sabiendo que está esperando un hijo tuyo.

   Zully se agitó tan fuerte que a punto estuvo de separarse y dejar caer la esfera. Luis lo retuvo, apresándolo con fuerza y su sonrisa torcida se acentuó al ver que había obtenido la respuesta que esperaba.

   Perfecto. Ahora sólo tenía que revolver un poco más su cocción y el resultado sería un bufet para chuparse los dedos. Si esa noche no hacía que ese par de imbéciles se fueran a los golpes por enésima vez, entonces sí que tendría que considerarse un fracasado. Todo estaba servido para que sus planes fueran un éxito.

   —¿Qué es lo que has dicho?

   —¡Oh, lo siento! ¿No lo sabías? Creí que al ser el padre del niño tendrías que saberlo… o ¿acaso tú…?

   —Sé del embarazo de William —gruñó Zully, arrepintiéndose en el acto por haberse dejado provocar, confirmando las palabras de ese infeliz. Luis sonrió triunfante y luego volvió de nuevo la vista hacia la pareja de William y Fabián, quienes en ese momento se abrazaron con fuerza, haciendo que los nervios de Zully tocaran un nivel de peligro—. Pero no es eso lo que estoy preguntando —anotó el susodicho, apretando con fuerza sus ojos—. ¿Quiero saber cómo demonios sabes tú eso?

   Los ojos de Luis adquirieron un brillo divertido; la maldad resaltando en ellos con todo su esplendor. Zully dejó salir un golpe de feromonas, haciendo vibrar el espacio entre ellos. Luis borró su sonrisa, evidentemente intimidado, pero eso sólo logró que su terrible mentira saliera de su boca con una leve matiz nervioso.

   —Fabián intentó usar su voz Alpha con William… fue hace unos días en los baños de la escuela. Yo llegué en ese momento y lo vi todo. William se defendió y al ver que su voz no tenía efecto contra Will, Fabián intentó usar la fuerza. Yo lo detuve y mi nariz terminó pagando las consecuencias —rió bajito—. William no está enlazado con nadie así que la única opción posible para que fuera inmune a la voz Alpha era el embarazo. El pobre corrió al saberse descubierto y supongo que Fabián no dirá nada tampoco para no ser expulsado. Eso fue todo.

   Zully sintió que su sangre hervía al punto máximo de ebullición. Con fuerza se intentó zafar del abrazo de Luis, pero justo en ese momento, William se alejó de Fabián dejando caer la esfera entre ellos.

   —Voy a matarlo —dijo, intentando seguir a Fabián, pero Luis lo detuvo varios instantes, logrando que Fabián se perdiera entre el gentío.

   —Por favor… no le digas que yo te lo conté.

   —¡Suéltame! —se agitó Zully, desprendiéndose por fin del molesto abrazo. Luis alzó ambas manos, haciéndole un gesto de “haz lo que quieras” y lo dejó ir. Las cosas estaban saliendo tal cual las quería y ahora sólo tenía que encontrar primero a Fabián para terminar de desatar la tormenta. Iba a hacer un desastre para alquilar balcón. William Presley iba a llorar lágrimas de sangre esa noche… él y sus dos amorcitos.

 

***

 

   De las pocas parejas que quedaban ya en la dinámica, Eduardo y Daniel parecían ser los más asombrados. Jamás pensaron que llegaran tan lejos, mucho menos teniendo en cuenta la nula conexión y las gélidas miradas que Daniel le dispensaba cada dos minutos a su pareja de baile.

   Eduardo entendía bien. Daniel estaba muriendo de celos y no podía evitarlo. Su silencio absoluto desde que habían emparejado y empezado a bailar no se había quebrado en ningún instante. Parecía ser mucho más inquebrantable que Alejandro a pesar de tener una apariencia menos salvaje y sus feromonas inquietas y exaltadas eran las únicas que hablaban por él. Su novio, el chico que no dejaba de mirarlos desde el otro lado de la pista, también permanecía en competencia junto al chico que había estado bailando antes con Julián.

   Todo se volvía cada vez más interesante. La pareja del novio de Daniel también le dirigía miradas mortales a Daniel de vez en cuando.

   —¿Tu novio es muy celoso? No ha dejado de mirarnos desde que emparejamos.

   Daniel volvió sus ojos a Eduardo y su ceño se frunció. Ni siquiera se había dado cuenta de que Andrés seguía en competencia. Su mirada había estado mucho más interesada en su propia pareja y por supuesto en todo lo que se desarrolló entre Alejandro y Julián tanto dentro como fuera de la pista. Necesitaba centrarse, si continuaba así todo lo que había decidido hacer se iba a ir por un caño. Andrés estaba llegando a su límite de paciencia y esa noche él se estaba comportando como el peor novio del mundo.

   —¿Por qué estás tan agitado? ¿Te sientes mal?

   —Estoy bien… es sólo que…—Daniel negó con la cabeza e intentó separarse. Eduardo lo sostuvo, evitando que la esfera resbalara de sus frentes. No quería perder, y mucho menos dejar ir a Daniel sin tantear un poco el terreno. Alejandro los miraba desde la mesa y el tal Julián también hacía lo propio mientras bailaba con William a pocos metros de ellos. ¿En verdad esos tres podrían mantener las cosas tranquilas durante más tiempo? Parecía como si algo se fuera a quebrar en cualquier momento; como una olla a presión a punto de estallar.

   —Alejandro no deja de mirarnos —dijo Eduardo, mirando hacia la mesa donde se encontraban sus amigos—. Pero por alguna razón siento que no me está mirando a mí.

   La respiración de Daniel paró por unos instantes. Su pecho se expandió con fuerza y luego poco a poco fue soltando el aire retenido.

   —Pues hace un rato parecía bastante interesado en ti —respondió con desdén.

   —Y eso parece molestarte —le devolvió Eduardo, con una sonrisa torcida—. ¿Lo hace?

   —No sé de qué estás hablando —respondió Daniel, mirando las baldosas. No iba a ponerse en evidencia delante de ese desconocido. Y mucho menos con uno que minutos antes había estado besando a la persona que amaba—. Yo tengo novio.

   —Un novio que parece pensar lo mismo que yo —dejó salir Eduardo, mirando hacia Andrés—. Pobre chico… se ve verdaderamente fastidiado.

   —Tuvimos una pequeña discusión hace un rato. Eso es todo.

   —No, eso no fue todo —sonrió Eduardo, ganándose una mirada tensa de parte de Daniel—. Pero tranquilo, no tienes que darme ninguna explicación. Alejandro besa muy bien, por cierto. Pero creo que eso tú muy bien lo sabes.

   Daniel se separó con brusquedad y la esfera cayó en el suelo. Eduardo se encogió de hombros, dejándolo ir y Daniel se alejó de la pista como alma que lleva el diablo. Andrés intentó seguirlo pero Jaime se lo impidió, reteniéndolo en sus brazos. Ya sólo quedaban tres parejas en competencia y no iba a perder por culpa de ese baboso. Ya bastante les había jodido la noche como para dejar que los volviera a fastidiar. Andrés se quedaría junto a él y ganarían ese jodido juego sí o sí. Por lo menos le daría esa pequeña victoria a su amigo.

   —Quiero ir con Daniel.

   —No, tú te quedas conmigo —afianzó Jaime su agarre, sosteniéndolo por las caderas—. Mientras dure este juego, eres mío —sonrió, acercando sus labios de tal forma que quedaron a milímetros de distancia.

   —¿Qué estás haciendo? —se agitó Andrés.

   —Provocando —contestó Jaime—. Ya estuvo bien de tanta tontería. Si todos esos pendejos creen que se van a robar el show esta noche, vamos a demostrarle que nosotros también podemos dar espectáculo.

   —¿Qué quieres decir?

   —Quiero decir esto… mira y aprende.

   Con un gemido de sorpresa, Andrés respondió a los labios que se pegaron contra los suyos. A pesar de los muchos años que llevaban siendo amigos, Jaime y él nunca habían hecho algo así. Sabia de chicos que tonteaban con sus amigos de vez en cuando, pero no era algo que a él le gustara hacer. Jaime tampoco había intentado nunca algo como aquello y de hecho nunca lo había visto tener ese tipo de gestos en público. Sus manos apresaron los hombros del otro Alpha, intentando separarse, pero Jaime lo retuvo y rozó sus labios con su lengua, haciéndolo abrir la boca. Era todo muy extraño; esos labios, su inesperada calidez y su evidente experiencia produjeron cosas raras en el estómago de Andrés. No estaba ni un poco ebrio, así que no era el alcohol el responsable de aquello. El responsable era más bien su corazón atormentado y la terrible noche que Daniel le estaba obsequiando.

   —¿Qué tal? —susurró Jaime contra su boca, regocijándose en el temblor de los labios de Andrés.

   —¿Por qué hiciste eso? —preguntó el bien besado, lamiendo su labio inferior.

   —¿Por qué no? —se encogió de hombros Jaime, dándole otro corto beso—. Tú lo necesitabas y yo te lo quería dar. Ha sido una noche de mierda y es lo menos que te mereces.

   —Por favor, no me sueltes. Esta noche no te apartes de mí —suplicó Andrés, sintiendo que la debilidad de minutos antes volvía a asentarse en su pecho. Jaime negó con la cabeza y lo abrazó. Lo sentía todo tan nítido en ese momento, tan claro. Siempre había pensado que esa necesidad de proteger a Andrés, de consolarlo y mantenerlo seguro se debía sólo a la gran amistad que les unía. Sin embargo, desde que su amigo había regresado con el idiota de Daniel, y esa noche en particular, con Andrés más inestable que nunca, sus propios sentimientos se había desbordado, dejándole finalmente expuesto su verdadero sentir.

   Estaba enamorado… estaba enamorado hasta los huesos de Andrés.

   —No te soltaré… me quedaré contigo. Me quedaré contigo para siempre.

   —Creo que hemos ganado —jadeó Andrés, viendo que eran la última pareja que quedaba en competencia en la pista y que todo el mundo los estaba mirando.

   —¡Muy bien! ¡Un gran aplauso para nuestra pareja ganadora! —exclamó el anfitrión, acercándose—. El premio para nuestra parejita será…

   —¡Zully Almanza! ¡Zully Almanza te voy a matar!

 

***

 

   Con la mente nublada por una ira demencial, Zully se acercó hasta el sitio donde William y Julián estaban bailando, y sin la más mínima explicación tomó el brazo de su novio con fuerza, sacándolo bruscamente de la pista de baile.

   William frunció el ceño y se sacudió, extrañado por el repentino comportamiento de Zully. Zully había estado tenso durante toda la fiesta, pero el licor y el baile habían logrado aplacarlo un poco. ¿Por qué se había puesto así de repente?

   —¿Por qué no me lo dijiste? ¡¿Por qué no me contaste lo que te hizo ese miserable?!

   El rostro de William palideció por completo. No necesitaba mayor explicación para comprender de qué se trataba el reclamo de su Alpha. ¿En serio ese imbécil de Luis había sido tan tonto como para contarle todo? ¿Y cómo era que Zully no lo había matado ya en medio de la pista?

   —Espera… puedo explicarte.

   —¡Demasiado tarde! —exclamó Zully, resoplando de rabia al ver que William todavía pretendía defender al idiota de su ex—. Nada de lo que me digas va a impedir que mate a ese desgraciado. ¡Nada!

   —¡No te lo conté porque sabía que reaccionarias así! —se defendió William, sintiéndose impotente—. No quiero que te expulsen de la escuela.

   —¡Me importa un comino la escuela! ¡Ningún Alpha va usar “la voz” contra ti y va a vivir para contarlo! ¡Ninguno!

   —¡Zully Almanza! ¡Zully Almanza te voy a matar!

   La voz enérgica y exhaltada de Fabián resonó en medio de la pista. La música se había detenido para la premiación de Andrés y Jaime por lo que la amenaza se escuchó fuerte y clara por todo el lugar.

   Luis, desde su mesa miraba el espectáculo, jugueteando contento con su vaso de cerveza. Contarle a Fabián que William estaba embarazado y que luego el Alpha viera como Zully le gritaba de esa manera había sido toda la pólvora que se necesitó para hacer estallar todo en mil pedazos.

   Toda la gente empezó a gritar cuando el par de Alphas se abalanzó uno contra el otro, enredándose en una lucha demencial de la que no iba a salir nada bueno. Varias mesas terminaron volcadas, muchos vidrios yacían esparcidos por el suelo y una barra de metal que estaba cerca terminó de rematar el horrendo show.

   —¡No! —gritó William al ver las intenciones de Zully. Eduardo, Alejandro y Daniel intentaron llegar hasta ellos, pero no lo hicieron a tiempo. La barra se estrelló en la cabeza de Fabián, abriéndole una brecha que lo dejó inconsciente y con un incontrolable hilo de sangre corriendo desde su frente hasta el piso. Zully soltó la barra de hierro como si esta quemara en sus manos. Su cabeza daba vueltas y miles de voces sonaban desde su interior, convirtiendo todo a su alrededor en una terrible pesadilla.

   —¡Por Dios! —exclamó Susana, espantada, llegando al lugar junto a Manuel.

   —Fabián… —jadeó William, arrodillándose lentamente sobre el cuerpo caído, temeroso incluso de tocarlo.

   —¿Qué? ¡¿Qué rayos?! —se espantó Daniel, viendo que la sangre de la cabeza de Fabián no paraba.

   —¡Apártate de él! —exclamó William, empujando a Zully con un manotón—. ¡No te le acerques! —le increpó, temblando de espanto—. ¡Mira lo que hiciste! ¡¿Te volviste loco?! ¡You are insane! ¡Get out of here! ¡Se acabó, ¿me oyes?! ¡Esto se acabó!

   Zully se levantó, mareado. Sentía que todo su mundo giraba en círculos. Las voces del exterior sonaban lejanas, distorsionadas; como si no fueran humanas. Sintió todos esos rostros sobre él, apuntándolo, señalándolo. La visión de William, llorando de rodillas junto al cuerpo inmóvil de Fabián le rompió el corazón.

   Lo que tanto temía estaba sucediendo; las voces que llevaban semanas acosándolo tenían razón. Había perdido a William. William lo odiaba y no iba a perdonarlo nunca. Lo había perdido, lo había perdido para siempre.

   “Eres una bestia” “Eres un animal sin control” “William te odia” “William volverá con Fabián”

   —Cállense… ¡Cállense! ¡Déjenme en paz! —gritó antes de sacudir la cabeza y echarse a correr con rumbo desconocido. Quería que se callaran, quería que lo dejaran en paz. Si pudiera abrirse la cabeza y sacarlas de allí lo haría. Pero no podía… estaban muy dentro de él, en lo más profundo de su mente.

   Cuando volvió a tener conciencia de sí mismo estaba en una solitaria y oscura calle. Ya no había voces atormentándolo, ya no estaban los rostros y los señalamientos de minutos antes. Estaba solo… sólo con la noche.

    ¿Eso crees? ¿Piensas que estás solo? ¡No estás solo, asesino! ¡Eres un asesino!

   Zully abrió los ojos y jadeó espantado. La voz que estaba escuchando era la más siniestra y aterradora que había escuchado jamás. Era aguda y burlesca, como la de un payaso, y no venía desde dentro de su cabeza, sino desde afuera; desde algún lugar en la oscuridad.

   —¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¡¿Quién eres tú?!

   “Asesino” “Mataste a Fabián” “Eres un asesino”

   —¡No! ¡Déjame en paz! ¡Déjame tranquilo!

   “¡Asesino!”

   Zully se echó a correr desesperado. Creía que si se alejaba la voz se quedaría lejos, dejándolo en paz.

   Pero no sucedía así. La voz estaba muy cerca, cada vez más cerca.

   “Asesino” “Bestia sin control”

   —¡Déjame! —aterrado y fuera de control, Zully se echó a correr sin darse cuenta hacia donde iba. Un auto que venía pasando le vio saltar hacia la carretera y el conductor, sorprendido por su brusca aparición, presionó sus frenos con toda la fuerza que encontró posible.

 

   Continuará…


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