Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cruel summer por Sherezade2

[Reviews - 105]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos. Volví. Sé que me tardé horrores pero qué puedo decir. Mi salud es una jodida montaña rusa y además, ya regresé al trabajo. 

  De momento estoy en teletrabajo lo cual me ayuda a seguir escribiendo sin problemas y espero poder seguír por aquí, con menos tiempo entre capítulos.    Los quiero mucho a todos, queridos lectores. Gracias por seguir a mi lado.    Besitos gigantes. 

Capítulo 36

Cambios radicales

 

   El aeropuerto internacional estaba más lleno que de costumbre a pesar de la hora. Todavía no salía el sol y ya había una importante fila esperando el arribo del avión que los llevaría a la capital para una vez allí tomar el otro vuelo que los conduciría a la capital inglesa.

   William dio un suspiro. Aún seguía muy reticiente a realizar aquel viaje. Seguía muy preocupado por Zully y no sabía si l regresar su novio ya no querría saber nada de él y si lo odiaría por haberlo abandonado en pleno celo. Además, problemas amorosos aparte, el viaje en sí no era tampoco lo más emocionante del mundo. La sola idea de tener que enfrentar las escrutadoras miradas de sus abuelos, tios y primos ahora que todos sabían que no era el Alpha dominante que siempre creyó ser, era algo difícil de digerir. Ojalá pudiera ver todo con los ojos de sus hermanas, pensó observándolas. Las gemelas estaban que rebotaban de dicha y casi que no podían esperar para subirse al “pájaro gigante” como habían bautizado a la aeronave.

   —Es la primera vez que son concientes de volar. Por eso están tan emocionadas, ¿verdad? —preguntó, dirigiéndose a Brandon.

   —Tu deberías robarles algo de emoción quizás —replicó Oliver, disgustado por la cara de mártir de su hijo.

   —Entiende que no es algo fácil para él, Oli —lo defendió de nueva cuenta Brandon, haciendo un puchero de reproche a su marido. Oliver suspiró y abrazó a su familia. Comprendía los sentimientos de William, pero si seguía con esa actitud al llegar a Inglaterra, la familia de Brandon se los comería vivos.

   —Intentaré estar más animado —sonrió entonces William, aunque no se sentía ni un poquito feliz. Por lo menos ya sabía que Fabián estaba bien y el día anterior le habían dado el alta para ir a casa. Por lo que sabía, Fabián había maquillado la situación ante sus padres, aunque William sabía que solo sería cosa de tiempo para que los padres de Fabián descubrieran quién había sido el agresor de su hijo. ¡Santo Dios! ¿Podría ir Zully a la carcel? La sola idea era horrible. Aunque el sitio donde se hallaba en ese momento tampoco era el paraíso.

   “Pasajeros del vuelo 2137 de American airlains favor abordar por la puerta de embarque numero dos”

“Pasajeros del vuelo 2137 de American airlains favor abordar por la puerta de embarque numero dos”

   William escuchó la información dos veces más en ingles y entonces tomó su mochila de mano y tomó de la mano a Alice y a Giselle. Dio un ultimo vistazo a la puerta de salida y pensó en sus amigos quienes pronto se levantarían para otro día más de escuela.

   Su corazón se agitó al pensar en ellos y por alguna razón sintió una intensa melancolía. Sentía que algo más fuerte que la distancia los iba a separar durante y después de aquella semana.

   Esperaba estar equivocado.

 

***

 

    Julian, William, Fabían, Andrés y Zully estuvieron de baja aquel día.

   Lo de Zully, Fabían y William era esperable. Los dos primeros no estaban bien de salud y William debía estar cruzando el atlántico para ese momento. Lo de Julian y Andrés no era tan claro, sin embargo. Sus compañeros solo esperaban que estuvieran bien.

      —Es una mierda total —bufó Daniel en ese momento—. Desde ayer estoy llamando a Andrés y no me contesta. Se que me porté muy mal con él en la fiesta, pero no esperé que todo se descontrolara así… tampoco esperé que…

   Los ojos de Daniel se desplazaron hacia Alejandro, pero el ambiente fue cortado por Susana, Manuel, Adriana y Felipe, quienes en ese momento se acercaron rápidamente a las graderías, llevando cada uno en sus manos sus respectivas meriendas. Lo sucedido en la fiesta aun los tenía en shock a todos. Adriana no recordaba muchos pormenores debido a una gran laguna mental que había conseguido debido a su alto grado de embriaguez. Nunca había bebido tanto, pero desde que empezó a salir de fiesta con un popular grupo de Alphas universitarios no quería sentirse como la estudiante de secundaria que todavía era. Daniel miró hacia el grupo donde Andrés se sentaba y la mirada intensa de Jaime lo fulminó. Sabía que el otro Alpha seguía muy molesto por lo de la fiesta y no esperaba que eso hubiese dejado de ser así, no obstante, la mirada que le estaba dirigiendo ese día parecía mucho más corrosiva que ninguna que le hubiera dirigido antes. Era una mirada que se sentía letal, quemante.

   —¿Crees que Julián esté castigado por lo de la fiesta? —preguntó Susana, untando sus papas con abundante salsa rosada. Alejandro se encogió de hombros. Aquello era una posibilidad, aunque dudaba que los padres de Julián lo castigaran al grado de ni siquiera dejarlo asistir a la escuela.

   —Andrés tampoco vino hoy —anotó Manuel, bebiendo un poco del refresco de su novia—. Supongo que el aniversario de la muerte de su padre sigue afectándolo mucho.

   Daniel abrió los ojos como platos. ¡Joder! ¡Lo había olvidado! Había olvidado por completo que el dia anterior había sido el aniversario de la muerte de aquel hombre. En ese momento comprendió porque Andrés había parecido tan frágil y vulnerable el día de la fiesta y por qué no había contestado ninguna de sus llamadas el dia anterior. Se sintió horrible; como un verdadero cretino. No amaba a Andrés, eso era cierto. Pero no haber tenido los huevos de enfrentarlo y haberlo tratado como basura el día previo al dia más difícil del año para él, no lo dejaba bien parado como Alpha.

   Tenía que buscarlo y hablarle, y tenía que hacerlo pronto; esa misma tarde si era preciso. No podía seguir lo que fuera que quería iniciar con Alejandro y con Julián si seguía metido en una relación asfixiante con su ex y mucho menos si seguía portándose como un rematado cobarde. En un mes sería mayor de edad, por Dios santo. Tenía que aprender a ser un hombre de una vez por todas.

    —¿Qué creen que pasará con Zully? —inquirió Felipe, rompiendo el sombrío ambiente que por un momento los rodeó a todos. Alejandro se encogió de hombros y suspiró. Los padres de Zully no habían querido decirle a ninguno de ellos el nombre de la clínica donde estaba internado su hijo. Sabían que, si lo hacían, la información iría a parar sin duda alguna a oídos de William y por el bien de los dos era mejor que siguieran guardando la distancia.

   —Yo sólo espero que los padres de Fabián no descubran la verdad de lo que realmente ocurrió —anotó Daniel, negando con la cabeza—. William habló con él y Fabián le contó que había ocultado la verdad al respecto. Pero les seré Franco… yo no soy tan optimista. Los padres de Fabián tienen mucho poder y acabarán por descubrir la verdad.

   —¿Creen que Zully pueda ir a una correccional? —preguntó Susana con horror.

   —Si un juez lo considera peligroso para la sociedad, puede que sí —advirtió Alejandro, mostrando la vena de abogado que corría por sus venas—. Pero lo más probable es que no sea así teniendo en cuenta que Zully no estaba mentalmente bien en ese momento. Además, todo el mundo en la fiesta escuchó la amenaza de Fabián. Fue él quien caldeó los ánimos primero.

   —Eso es verdad —apoyó Adriana, asintiendo rápidamente—. Hasta yo, que estaba totalmente ebria recuerdo eso. Creo que Fabián también tiene cola que le pisen y sus padres tendrán que tener en cuenta eso.

   —Sin embargo, también tienen mucho dinero para comprar a la justicia —informó Daniel, conociendo de sobra el abolengo de aquella familia—. Esa gente tiene contactos por todas partes.  

   —Mis padres también los tienen —anotó con determinación Alejandro. Tras lo sucedido, los Contrera prometieron a su hijo que tomarían el caso de Zully si se llegaba a presentar alguna demanda legal en su contra y la familia de Alejandro pertenecía a la firma de abogados más prestigiosa del país.

   —Recemos para que no sea necesario nada de eso —bufó Felipe, más preocupado por la salud mental de Zully que por un posible lio con la justicia—. Nunca pensé que para Zully la transición de género sería más difícil que para William.

   —Nadie lo pensó así, ni siquiera el mismo William —asintió Alejandro, mirando con intensidad a Daniel—. El propio William nos lo dijo en el hospital. Se fue completamente devastado. Pobre. No me quiero imaginar cómo se debe estar sintiendo en este momento.

   —Tengo entendido que parte de la culpa que siente es porque Zully entrará en celo en estos días —alzó una ceja Felipe, queriendo corroborar aquello. Alejandro asintió con la cabeza y dejó escapar un fuerte bufido. La cercanía del celo de su amigo sólo iba a empeorar su estado. Estaba seguro. Si sus propios celos durante el tiempo que estuvo alejado de Daniel y Julián fueron terribles, no se podía ni siquiera imaginar cómo iba a ser el celo de un Alpha en tan extremo modo territorial y sin su omega a su lado. ¡Por Dios! Iba a ser algo horrible.

   —¿Creen que deberíamos investigar por nuestra cuenta en qué hospital está Zully y tratar de ver qué podemos averiguar sobre su estado?

   —¿Qué quieres decir? —preguntó Daniel, frunciéndo el ceño ante la pregunta de Adriana.

   —Bueno… tu hermana es médica y dijiste que conoce al médico que atendió a Zully en urgencias. Quizás a través de ella podamos conseguir alguna información al respecto, ¿no crees?

   —No meteré a mi hermana en problemas —detuvo Daniel de inmediato, queriendo abortar cualquier intento de sus amigos de apoyar aquella locura. No obstante, la curiosidad había quedado sembrada en todos.

   —Nadie tiene por qué enterarse —dijo Felipe, llevándose un dedo a los labios—. Puedes hacerte pasar como un entrenador del equipo de natación, solo necesitamos una identificación falsa.

   —¿En serio? ¿Sólo eso? —espetó con sarcasmo Daniel mientras Adriana reía bajito.

   —Puedo solucionar eso —aseguró la chica, dejando que una malvada sonrisa adornara sus bonitos labios—. Tengo contactos.

   —Perfecto, James Bond. ¿Lo dejamos en tus manos entonces? —sonrió Felipe, guiñando un ojo a su amiga. Adriana le devolvió el gesto con un chasquido de lengua y Alejandro los miró con una ceja alzada.

   —Esto es una locura —susurró Daniel, negándose a querer participar de aquello.

   —Se lo debemos a William —dijo Alejandro, recordando la promesa hecha a su amigo dos días atrás en el hospital—. Se lo prometimos, Daniel.

   —Lo se… ya lo sé. Pero… ¿esto?

   —Yo tambien estoy adentro —dijo Susana, sorprendiendo a todos con su afirmación.

   —Y yo —alzó la mano Manuel, como si siguieran en clases.

   —Julián también estará de acuerdo sin dudarlo —opinó Felipe, habiéndose percatado ya de la recién adquirida rebeldia de su nuevo amigo—. Así que sólo faltas tú.

   Daniel se llevó las manos a la cabeza y suspiró. Correcto. Perfecto. Eran todos contra él y no quería quedar como un jodido pusilánime. ¿No había pensado minutos antes en lo cobarde que había sido durante todos esos meses y en lo mucho que quería dejar de serlo?

   Pues allí estaba su oportunidad. Aquella era la prueba perfecta para demostrase a sí mismo y a sus amigos de qué estaba hecho. Lo que estaba pasando con Zully y William era una injusticia. Ellos se amaban y no era justo que ni siquiera pudieran saber el uno del otro.

   —Bien, estoy adentro —dejó salir finalmente, recibiendo el aplauso de los demás, quienes se ganaron por ello miradas interrogantes del resto de los alumnos.

   —Apenas tenga los documentos les aviso —dijo Adriana, poniéndose de pie una vez terminó su merienda. Necesitaba ir a la biblioteca y luego hablar con Luis ya que tenía el presentimiento de que su antiguo capitán había tenido mucho que ver con el desastre ocurrido el día de la fiesta.

   —Nos vemos en el entrenamiento —exclamó Alejandro viéndola partir. Adriana hizo un gesto con la mano y avanzó hasta el final de las gradas. Luis estaba sentado junto a los miembros de su equipo, jugando cartas y bebiendo refrescos. Le dirigió una sardónica sonrisa a Adriana cuando la chica pasó por su lado. Adriana le contestó con un ceño fruncido y una mirada fulminante. Estaba segura ya, ese idiota se traía algo entre manos.  

 

***

   Para poder sostener su mentira, y conseguir quedarse en casa aquel día, Julián bebió sin discusión la desabrida sopa de verduras que Ernesto puso ante sus ojos.

   Odiaba la sopa, sólo la bebía cuando estaba enfermo, pero bueno, como se suponía que este era el caso, dejarla servida y sin tocar no era una opción.

   Ernesto frunció el ceño y lo analizó detenidamente. Seguía muy molesto por lo ocurrido el fin de semana y junto a Julia habían decidido que el desobediente de su hijo estaría un mes entero castigado sin permiso de salir con excepción de la escuela.

            A Julián no le sorprendió aquello. Sabía perfectamente, incluso antes de hacerlo, que su escapada a aquella fiesta no le iba a salir gratis. Sería un tonto si lo hubiera creído. Sin embargo, había aguardado la esperanza de que el castigo fuese un poco menos largo.

   Suspiró. La última cucharada de sopa le supo a gloria. Ernesto tomó el plato y se puso de pie con la bandeja de electroplata. Julián lo tomó de la muñeca antes de que se marchara y le dirigió una mirada de cordero degollado. Ernesto puso los ojos en blanco, pero asintió ligeramente. Ya no quería seguir molesto con Julián.

   —¿Prometes que no harás algo así de nuevo?

   Los ojos de Julián se llenaron de lágrimas. Un gemido ahogado salió de su garganta antes de dejar salir un tembloroso “sí”. Ernesto volvió a sentarse en la cama, dejando sobre la mesa de noche la bandeja y el plato. Sus brazos envolvieron el cuerpo de su hijo y un beso tierno fue depositado en la mejilla de Julián. Amaba a su pequeño, pero no le gustaba esa vena rebelde y opositora que había adquirido tras el ataque.

   Lo entendía. En verdad lo entendía. Pero su deber como padre era protejerlo y hacerle ver cuando estuviera equivocado.

   Y volver a juntarse con los Alphas que casi lo habían matado y violado era un error a todas luces mayúsculo.

   —No volveré a escapar de casa ni a mentirles —prometió Julián, a sabiendas que era muy poco probable que cumpliera con la última parte de esa promesa—. Ya no quiero que estén enojados conmigo.

   Ernesto asintió. Ni él ni Julia lo querían tampoco. El castigo, sin embargo, seguiría; y en eso ni él ni su esposa iban a retractarse. Julián devolvió el abrazo de su padre, pensando en que por lo menos esa parte ya estaba resuelta. Esa era una de las razones por las que había faltado a la escuela ese día. La otra era un poco más compleja.

   No estaba prepadado.

   No estaba preparado para enfrentarlos. Para verlos juntos de nuevo.

   ¿Por qué no le molestaba? ¿Por qué sentía ese calor en su estómago y esa humedad en su entrepierna al pensar en esos dos juntos?

   Era una mierda total. Los quería ver sufrir; necesitaba verlos infelíces y humillados.      No era justo que sintiera esa agonía cada vez que pensaba en la forma en cómo concluiría su venganza. En la forma cómo los destruiría.

   El teléfono sonó. Ernesto estiró su mano y levantó el auricular.

   —Es para ti —dijo, encongiéndose de hombros antes de volver a recoger la bandeja y salir de la habitación. Julián tomó el teléfono pensando que debía tratarse de Susana o de alguno de sus otros amigos queriendo saber por qué había faltado al colegio. Tembló cuando confirmó que no era ninguno de ellos. Y tembló más cuando una risita sarcástica y maliciosa se escuchó del otro lado.

   —Sigo sabiendo lo que hiciste, Julian —le hablaron en tono burlón, produciéndole un intenso escalofrio en la espalda—. Sé lo que le hiciste a la directora.

   Y entonces colgaron.

   Julián se quedó de piedra, mirándo la bocina del teléfono con los ojos abiertos de par en par sin lograr reconocer de quién era la voz de la persona que lo había llamado.

   Por varios segundos se quedó escuchando el tono de corte de la línea y cuando finalmente pudo colgar la bocina, sus manos apretaron las sábanas y sus pulmones liberaron un intenso gruñido de ira.

   ¡Joder! ¡Lo habían visto! Alguien lo había visto tendiéndole la trampa a la directora.

   Tenía que descubrir quién era… tenía que descubrirlo y enseñarle que no debía meterse con él.

  

***

 

—Tenemos que hablar.

   Habiendo decidido tomar el toro por los cuernos, Daniel se presentó en la casa de Andrés justo después del entrenamiento. Alejandro lo había despedido a la salida de la escuela con un largo y suave beso que aún sentía sobres sus labios.  Si eso no lo había terminado de convecer sobre la decisión que había tomado, entonces no sabía qué lo haría.

   —Pasa —dijo andres con tono monótono invitándolo a entrar. Estaba solo en casa ya que su mamá estaba en un control prenatal junto a su padrastro y su hermano menor estaba en su clase de piano. Daniel miró a ambos lados antes de entrar y el silencio y soledad del lugar le indicaron que eran los únicos en aquella casa. Era perfecto. Estaba seguro que Andrés no se tomaría nada bien lo que le diría y lo que menos quería era público para escuchar el terrible rompimiento.

   —Como primera medida, quiero que sepas que lamento mucho lo de la fiesta. —Entrando a la sala, lugar en donde Andrés lo invitó a sentarse, Daniel lo siguió y se sentó. Era raro que no lo hubiera hecho pasar directo a su habitación. Muy raro. No obstante, era esperable que Andrés estuviera tan frio y distante. Se había portado como un culo con él.

   —Sé que lo lamentas por la descortesía y la culpa, pero no creo que estés realmente arrepentido de lo que pasó después —le respondió Andrés, sentándose frente a él.

   —¿Y qué se supone que pasó después? — devolvió con el ceño fruncido Daniel. La parquedad en la voz de su novio seguía sorprendiéndolo. No hubo beso de bienvenida tampoco, aunque no era que lo estuviera anhelando.

   —Sé que te reconciliaste con Alejandro y con Julián. Tienes un brillo de felicidad en tu cara que jamás has tenido conmigo. Pareces un puto sol.

   —Exageras.

   —¡No seas condecendiente conmigo! —La voz de Andrés se quebró por fin. La tristeza y la molestia se fundieron en su pecho, terminando por salir en la explosiva rabia que Daniel esperó desde que entró. Andrés nunca había sido fácil de tratar ni de contrariar, sin embargo, esta vez algo parecía vibrar en sus ojos. Algo que le decía a Daniel que el otro Alpha no quería o no podía echarle del todo la culpa.

   —Lo intenté… sabes que lo hice.

   —No intentaste una mierda —rió bruscamente Andrés, dejandose caer pesadamente contra el respaldo del sofá—. Estabas resignado… eso era todo.

   —No puedes culparme por no sentir lo mismo que tú, Andrés. Eso no es justo. No se pueden forzar los sentimientos.

   —Pero sí se puede amar a dos, por lo visto, ¿no es verdad? —espetó el Alpha, con un tono de ironía que dejaba muy en claro todo su pensar—. Se puede amar a cualquiera menos a mí, ¿no es cierto? Dime por qué. Es todo lo que quiero saber. ¡Dime por qué no soy jodidamente suficiente!

   —Andrés…

   —Vete, Daniel. Vete, por favor.

   —Lo siento mucho —susurró Daniel, antes de ponerse de pie y caminar con dirección a la puerta—. Participaré en la obra como te prometí. No pienso dejarte tirado con eso —afirmó antes de salir y cerrar la puerta tras de él.

   Andrés se hundió, llorando sobre el sofá y se llevó las manos a los ojos antes de frotarlos y mirar en dirección al único retrato de su padre que aún permanecía en la sala.

   Otra vez volvía a perder. ¿Si fuera omega habría tenido oportunidad? Lo dudaba. Ser omega tampoco habría cambiado nada. De todos modos, Daniel nunca había notado esa parte de él; ese deseo oculto que había tenido desde que era un niño. Nunca nadie lo había notado… hasta ahora.

   Lo había ocultado tan bien durante tantos años, que nunca pensó que, en una sola noche, su secreto mejor guardado se revelaría de esa manera.

   Jaime lo había visto… estaba seguro. Su amigo se había dado cuenta de su verdadera escencia, de su verdadero sentir y no había sentido asco ni decepción. Todo lo contrario. Jaime lo había tratado con la delicadeza y comprensión que nunca había encontrado en Daniel.

   Se sentía tan avergonzado.

   —Quiero ser un omega —dijo para sí mismo, observando detenidamente el reflejo que la ventana de cristal le obsequiaba—. Me siento un omega atrapado en este cuerpo de Alpha. ¡Siempre me he sentido un omega!

   El timbre de su puerta sonó. Andrés dio un respingo ante el sobresalto. ¿Daniel habría regresado a decirle algo más? ¿Su hermano habría regresado más temprano?

   Limpiandose la cara, se acercó y después de un largo suspiro que lo recompuso un poco abrió la puerta.

   Jaime estaba de pie frente a él; la mochila de la escuela colgaba en su hombro, un monopatín estaba a sus pies y un moretón reciente, diferente al que le propinó Daniel en la fiesta, adornaba su rostro. Andrés abrió los ojos como platos y se quedó mirándolo impávido antes de reaccionar y finalmente preguntarle qué carajos era lo que le había pasado.

   —Me peleé con mi tío y me echó de casa —explicó el adolescente, encogiéndose de hombros. Parecía como si aquello fuese algo que llevaba tiempo esperando y que no le sorprendía en lo más mínimo.

   —¿Cómo? ¿Cómo que te echó de casa? ¡No puede hacer eso! ¡Tiene tu custodia! ¡Es responsable de ti hasta que seas mayor de edad!

   —Lo cual es en tres meses —replicó Jaime, pasando por el lado de Andrés sin esperar que éste lo invitara a pasar—. Es un cretino. Ya no lo soportaba de todos modos. ¿Puedo quedarme a pasar la noche? Será sólo por hoy, lo juro.

   Andrés asintió, aunque sin poder evitar que un sonrojo marcado cubriera sus blancas mejillas. Pasar de nuevo la noche junto a Jaime iba a ser, por lo menos, incómodo. Aún no procesaba del todo el haberse acostado con su mejor amigo; el haberle mostrado ese lado tan vulnerable, tan escondido en lo más produndo de su ser. Era raro y muy… muy incorrecto.

   —Te prepararé la habitación de invitados.

   —Prefiero dormir contigo.

   —No creo que…

   —Te deseo. —Los brazos de Jaime se enroscaron en sus caderas. Andrés intentó safarce, pero la fuerza del calor en el aliento de su amigo lo mantuvieron en su lugar. Jaime comenzó a besarle la mandíbula mientras sus manos acariciaban lentamente su espalda. Andrés le devolvió el abrazo, sintiendo la suavidad de las caricias y cerró los ojos entregándose a ellas.

   —Esto está mal. Somos amigos.

   —¿Entonces por qué se siente tan jodidamente bien? —replicó Jaime, tomando ahora su boca. Andrés le respondió el beso, apretándose más a su cuerpo cuando Jaime bajó una de sus manos hasta su trasero, apretando una de sus nalgas.

   El timbre volvió a sonar y la voz de un niño resonó del otro lado.

   —¡Volvió mi hermano! —se separó Andrés, componiendo su ropa y limpiando sus labios como si quisiera borrar cualquier huella de lo recientemente ocurrido.

   —Genial —comentó Jaime, sonando enojado, no por la temprana llegada del niño sino por el comportamiento solapado de Andrés. Odiaba su actitud. Parecía como si para Andrés lo que habían hecho fuera peor que cometer un homicidio. La culpa se estampaba en toda su cara como un tatuaje a todo color y eso lo fastidiaba mucho. ¿Qué había de malo si empezaban a salir? El idiota de Daniel se besaba con Alejandro frente a todos. Los había visto a la salida. Qué les dieran por el culo a los dos.

   —¡Jaime!

   —Hola, pequeño bobo —saludó Jaime, tomando al hermanito de Andrés en sus brazos para hacerlo girar en una pirueta. El crio lo adoraba y siempre que Jaime llegaba a la casa, el pequeño hacía de todo para que jugara con él.

   La madre de Andrés sufría por ello. Siempre había visto a Jaime con malos ojos. Sin decirlo nunca explícitamente era obvio que lo veía como una terrible influencia para Andrés. Un chico sin padres, que fumaba, bebía y no parecía tener ley ni Dios no entendía cómo había hecho tan buenas migas con alguien tan aplomado como Andrés.

   —¡¿Adivina qué?! ¡Me quedaré a vivir con ustedes!

   Los ojos del niño parecieron salirse de sus cuencas por la emoción. Andrés le dio un codazo a su amigo y negó con la cabeza. Jaime rió y señaló la video consola que descanzaba sobre la mesa de la salita de estar y confesó que, aunque apenas pasaría una noche iba a volver a derrotarlo en el Mortal Combat.

   —Ahora no habrá fuerza humana que lo haga desprenderse de esa consola hoy.

   —¿Estas seguro que no habrá problemas con tus padres porque me quede?

   —Estoy seguro —asintió Andrés—. Mamá sigue molesta por lo de la fiesta, pero me debe una ya que dejé que su maridito nos acompañara al cementerio.

   —Así que te empiezas a llevar mejor con él entonces.

   —¡Jamás! —gruñó Andrés. Aunque no ocultó que el tipo había mostrado mucho respeto durante la ceremonia.

   —Entonces… ¿me puedo quedar contigo? —insistió Jaime, haciendo a posta unos ojitos de cachorro perdido imposibles de ignorar.

   —Eres imposible —le lanzó un cojín Andrés, escuchando la puerta abrirse de nuevo.

   —Buenas tardes —saludaron los recién llegados, alzando una ceja al unísono al ver a la pareja de chicos en medio de la sala. La madre de Andrés sostenía una foto en sus manos, la cuál se trataba de la primera imagen de ultrasonido de su nuevo hermano.

   —Es una niña —anunció el orgulloso padre, regalándoles una sonrisa que no podía ocultar.

   —Felicidades —sonrió Jaime, girando su rostro para encontrarse con la ácida mirada de Andrés. La mujer intentó dar un paso, asintiendo discretamente al amigo de su hijo, pero Andrés dio media vuelta y antes de dirigirse a las escaleras dijo dándoles la espalda:

   —Jaime se quedará esta noche. Pediremos pizza; la pagaré con mi mesada.

   Y… felicidades por la bebé. Espero que nazca sana.

   Un incómodo silencio reinó mientras Andrés subía las escaleras. Sus padres lo miraron y se tomaron de las manos. Jaime se disculpó y se fue tras su amigo. Desde antes de entrar a la habitación pudo escuchar el sonido de su llanto. 

 

***

 

   El avión alzó vuelo de nuevo. La escala en la capital había sido corta. Un par de horas en las cuales comieron pastel y bebieron refrescos. Las gemelas se quedaron dormidas una hora después de subir al nuevo avión. Oliver estaba sentado junto a ellas mientras Brandon prefirió la tranquilidad de viajar junto a William.

   La última vez que el omega estuvo en la capital fue el año anterior para las nacionales. Siempre le había sorprendido mucho la inmensidad de aquella ciudad. Era por lo menos siete veces más grande que su pequeñita y colonial ciudad costera.

   —¿En qué piensas, dear? —preguntó Brandon, acariciándole los rubios cabellos. William negó con la cabeza, obsequiándole una discreta sonrisa a su padre. Los viejos temores golpearon su estomago. ¿Y si se descubría que en efecto Brandon no era su padre? ¿Y si realmente su papá Oliver había mentido?

   —Eres mi hijo, amor —susurró suavemente Brandon—. Llevas mi sangre, estoy seguro. En este viaje vamos a descubrir el sucio secreto de alguien, pero no será de ninguno de los que estamos en este avión. Tú eres mi hermoso bebé.

   —Hijo tuyo o no, sigo siendo un omega. Eso es como una enfermedad para nuestra familia.

   —La única enfermedad que tiene mi familia es la ignorancia, my dear —le abrazó de nuevo Brandon, olisqueando la dulce fragancia del shampoo que usaba William—. ¿O acaso tu te sientes enfermo?

   William negó con la cabeza. De repente, recordó algo que había guardado en su mochila de mano y colocándose de pie la sacó de la bandeja que tenía sobre su cabeza y extrajo de ella un curioso collar rosado.

   —¿Podrías cambiarme el collar que traigo por éste? —pidió, colocándolo en manos de su padre. Brandon examino el collar y lo miró con una ceja alzada. Era rosado y sedoso. No iba nada con los gustos de William.

   —¿Dónde compraste este collar, Will? Odias el color rosado.

   William se echó a reir y un recuerdo melancólico humedeció sus ojos.

   —No lo compré —confesó, sonriendo con tristeza—. Zully me lo regaló el día de mi cumpleaños. Este era su collar, papá… este era su collar de omega.

 

 

   Continuará…

Notas finales:

Nos vemos. 

Gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).