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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola. Les traigo un nuevo cap. Muchas gracias a todos. 

Capítulo 37

Emociones puras

 

   Lo tenían todo listo. Sofía les había conseguido el nombre de la clínica donde estaba internado Zully, eso sí, sin conocer en absoluto las intensiones de los temerarios chicos.

   Daniel miró la identificación falsa sin estar aún del todo convencido de aquello. Si los descubrían en ello, ahora sí que iban a estar castigados de por vida. Además, sus padres estaban muy molestos por la petición de Daniel al contarle lo que Julián le había exigido para perdonarle. Le habían dejado clarísimo que no se iban a discupar con el omega y muchísimo menos en público. No iban a humillarse así delante de ese niñato odioso y no había nada de qué hablar. Daniel no les hablaba desde entonces y apenas tocaba la comida de casa.

   —Bien, es aquí, ¿verdad? —preguntó, mirando las puertas reforzadas de aquella clínica. Alejandro y los demás asintieron. Habían decidido que Daniel entrara solo para evitar más sospechas. Además, estaban seguros de que solo dejarían entrar al que mostrara la identificación que reposaba ahora en manos del Alpha.

   —Por favor, ten cuidado —dio un paso delante Alejandro, tomándo con suavidad la mano diestra de Daniel. El resto de los chicos apartó la mirada, incómodos. Aún les costaba relajarse ante las muestras de afecto de esos dos, sobre todo cuando Julián estaba presente, lo cual no era el caso en ese momento. Julián, por el contrario, se mostraba muy relajado ante ellos luego de lo ocurrido en la fiesta. Sólo Susana había sido lo suficientemente perceptiva para notar la avalancha de emociones que bañaba los ojos de su amigo cuando estaba cerca de los dos Alphas. Estaba intranquila por ello, pero por el momento prefería permanecer neutral. Las cosas estaban demasiado raras para hacerlas más extrañas aún con su imprudencia.

   —Bueno, allá voy —soltó Daniel, dejando salir todo el aire de sus pulmones. Se estiró para relajar sus músculos como si se fuera a lanzar a una piscina y se acercó a las puertas del lugar. Después de presionar el timbre del comunicador, una voz melodiosa lo saludó desde el otro lado. Daniel dio un vistazo a sus amigos antes de identificarse y, dos minutos mas tarde, las gruesas puertas de metal reforzado le dieron la bienvenida.

 

***

 

   Quedarse en su recámara dando vueltas por todo el lugar no iba a hacer nada por calmar su ansiedad.

   —¡Joder! —gruñó Julián, pateando una bolsa cercana a su cama. Necesitaba saber qué rayos estaba pasando. No podía soportar seguir encerrado sin saber que estaba sucediendo con Zully y los demás. Apoyaba por completo el plan que tenían sus amigos para ir a verlo, pero no iba a negar que estaba nervioso por todo lo que podía suceder en aquel lugar. Zully estaba muy inestable y él conocía en carne propia lo que enfrentarse a Alphas inestables significaba.

   Dolor, angustia y heridas.

   En eso estaba cuando el teléfono de su casa sonó. Julián no estaba seguro de si contestar directamente debido a lo que le había ocurrido la vez pasada con aquella misteriosa llamada, sin embargo, la necesidad de saber si del otro lado de la línea se encontraba alguno de sus amigos rebasó por completo sus temores y le hicieron, rápidamente, descogar la bocina.

   —¿Julián? ¿Julián eres tú?

   Julián lo reconoció de inmediato. Los sonidos amortiguados en inglés al otro lado le decían con claridad quién estaba llamando. William sonaba alterado y apurado. Parecía como si estuviera haciendo esa llamada a escondidas.

   —Willl…

   —Juli… escucha, no tengo mucho tiempo. En este lugar hay gente que me vigila veinticuatro siete. Necesito que hagas algo por mi, ¿vale? Por favor.

   Frunciendo el ceño, Julián se sentó en la cama, aceptó el pedido y escuchó atentamente.

 

***

   El ambiente era demasiado pesado y la desesperación parecía flotar en el aire. Se escuchaban risas estridentes, llantos desgarrados, onomatopeyas extrañas y soliloquios a viva voz. No todos los pacientes estaban psicóticos a Dios gracia, comprobó Daniel con una mirada. Pero absolutamento todos estaban medicados y vigilados… muy vigilados.

   Una…dos… tres… cuatro.

   Cuatro. Cuatro cámaras y apenas estaba en el primer pasillo. Sospechaba que la cosa no mejoraría entre más seguras fueran las areas que recorriera. Su identificación le había ayudado a camuflarse como un estudiante de medicina de tercer año, pero no estaba seguro de si ese nivel le permitiría llegar a los pasillos de máxima seguridad.

   —¿Busca a algún paciente, joven? —le preguntó de repente la voz de un enfermero del área de juegos. Daniel dudó pero necesitaba ayuda. Entre tantos pacientes y tantas salas encontrar a Zully no iba a ser tarea fácil. Hizo el amago de negar con la cabeza, pero luego fingió recordar algo y se llevó una mano a la boca en señal de silencio.

   —No me vayas a delatar. Pero olvidé el número de la sala donde está el paciente que me asignaron. Si mi tutor se entera me reprenderá y me bajará la nota. ¿Puedo confiar en tí?

   El enfermero sonrió, negando con la cabeza. Se notaba que no era la primera vez que un estudiante despistado le pedía ayuda. Con otro asentimiento, tomó la cartilla con el listado de los pacientes y se lo pasó a Daniel. Mirando fijamente al chico, Daniel agradeció con un guiño y se puso a ojear los papeles.

   —No te tardes —le advirtió el enfermero, antes de dar media vuelta—. La enfermera en jefe volverá pronto.

   Daniel dio las gracias y de inmediato comenzó a recorrer la lista interminable de nombres. Sala 2 no, sala 5 no, sala de TEC* no, gracias a los cielos, sala 3… sala 3:

   Zully Almanza.

 Alto riesgo de fuga.

 Aislamiento total.

 Prohibido visitas.

Rayos. ¿Qué rayos estaba pasando con Zully? ¿Aislamiento total? ¿Prohibido visitas? ¿En serio?

   Daniel suspiró, llevándose las manos a la cabeza. Entrar a la sala tres iba a ser una faena en todo sentido. Estaba clarísimo que no lo iban a dejar entrar fácilmente y era una suerte que hubiese llegado hasta allí sin llamar la atención por todos lados.

“Piensa…piensa”, se recriminó a si mismo, rompiéndose la cabeza por un plan. De repente, una idea pareció iluminarlo. Al entrar, había visto en el mapa del lugar que la enfermería quedaba justo a lado de la sala tres. Si fingía algún problema quizás podía lograr que lo llevaran allí por un rato. Con suerte hasta podrían dejarlo solo el tiempo necesario para poder llegar hacia Zully.

   Un dolor de estómago fuerte y súbito fue lo primero que se le ocurrió. La enfermería estaba sola y despejada. Una enfermera lo acostó en una camilla y cerró la cortina luego de darle un poco de agua con una medicina para el dolor. Daniel escupió la pastilla y se sentó. Desde allí podía observar el movimiento de la sala tres. Al parecer era el área más segura del hospital. Sólo algunos médicos y enfermeros podían entrar. Una puerta ermética sellaba el lugar.

   “El paciente de la 301 parece que está a punto de entrar en celo. El doctor Valdelamar quiere que lo movamos al cuarto de aislamiento que tenemos aquí. Piensa que es lo mejor”

   ¿Había escuchado bien? ¿Paciente de la 301? ¿A punto de entrar en celo? Ese era Zully. ¡Tenía que ser Zully!

   Daniel agudizó el oído y esperó. A los pocos minutos escuchó el sonido de una puerta abriéndose y enseguida el ruido de pisadas acompañado de quejidos guturales.

   “Tranquilo, tranquilo. Todo va a estar bien. Aquí vas a estar más cómodo. Rayos, no hay sábanas. No te preocupes, las traeré enseguida. Voy a dejarte aquí un minuto, ¿bien? Vuelvo en seguida” 

   Mirándo entre las cortinas de su cubículo, Daniel descubrió que, confiando en el estado somnoliento de Zully, el enfermero lo había dejado acostado en una camilla mientras iba por sábanas. Zully se veía tranquilo, aunque un poco más inquieto que una persona sedada. También le resultó obvio que iba a entrar en celo. Sus feromonas estaban por todo el lugar.

   —Z Zu…Zully… Zully, ¿amigo? —Dudando mientras susurraba, Daniel se acercó lentamente hasta la otra camilla. Con sígilo vigiló que el enfermero siguiera lejos y entonces se colocó a los pies de su amigo. Zully lo miró con ojos desenfocados y pesados, sin demasiado reconocimiento en la mirada. Daniel respiró hondo y se acercó varios pasos. Necesitaba mantener sus propias feromonas ocultas y restringidas para no representar la más mínima amenaza. Un Alpha dominante a punto de entrar en celo era uno de los seres vivos más territoriales que existían. No podía darse el lujo de la menor provocación—. Zully, amigo. Zully, soy yo, Daniel. ¿Me reconoces?

   Entornando los ojos, Zully parpadeó varias veces y entonces sí pareció darse cuenta de quién le hablaba. Parecía querer hablar pero su cara lucía rígida y tensa, con una expresión de lucha en ella. Daniel pensó que podía ser efecto de los medicamentos que le estaban colocando y no sabía que tanto podía conseguir que su amigo lo entendiera. Sólo quería hacerle saber que no estaba sólo, que todos ellos seguían siendo sus amigos y que nadie le guardaba rencor por lo que había sucedido. Necesitaba también entregarle el mensaje de William. Necesitaba hacerle saber que William seguía amándolo con todo su corazón y nunca había querido dejarle. Qué todo había sido un terrible malentendido.

   —Wi… Will. Will y Fa… Fabián.

   —Sí, Zully, William nos mandó. Está bien. Fabían está bien. Todos estamos bien. No pasa nada, amigo. Tú también vas a ponerte bien.

   —William… me…o… odi… a.

   —¡No! —Daniel se acercó varios pasos, recordando contener su voz. Negando con la cabeza se aferró a las barandas de la camilla y con cautela colocó una mano sobre la cabeza de Zully, haciendo que este lo mirara los ojos—. William no te odia, Zully. Amigo, William está loco por ti. El pobre está muy triste por lo que sucedió, pero no te odia. Nada más lejos que eso.

   —¿Don..? ¿Dónde es…tá?

   Daniel dudó. Contarle a Zully que William estaba fuera del país podía ser contraproducente. Era probable que con tantas drogas encima, Zully no recordara lo del viaje, y quizás era mejor no decírselo. Zully lo miró fijamente, esperando su respuesta y Daniel no tuvo más opción que fungir una mentira.

   —Está avergonzado. Tiene miedo de lo que piensas de él por la forma cómo te trató. Cree que puedes estar molesto con él.

   Los ojos de Zully se aguaron. La tensión que segundos antes crispaban sus hombros se diluyó en lentos sollozos que poco a poco contrajeron su garganta. Daniel se acercó del todo y lo abrazó. Ver a su amigo tan frágil y asustado le partía el corazón. Zully era el Alpha más dulce y amable que había conocido. No era justo que le estuviera pasando aquello.

   —William quiere que sepas que te ama con todo su corazón. Me pidió que te dijera que no ha dejado de quererte ni un segundo.

   Zully enterró la cabeza en el pecho de Daniel y sus débiles sollozos se transformaron en un llanto alto y desgarrador. Daniel lo abrazó con fuerza y lo sostuvo en sus brazos. Las fuertes feromonas de su amigo lo molestaban bastante pero hizo de tripas corazón para ignorarlas y conseguir mantenerse en su sitio.

   —¡¿Qué está pasando aquí?! ¡¿Quién eres tú?!

   De repente, la inesperada voz del enfermero, los sobresaltó a ambos. Daniel se retiró abruptamente de la camilla mientras Zully se tensaba y sus ojos buscaban como locos una via de escape.

   —Este paciente no puede recibir visitas. ¿Quién eres tú? —repitió con brusquedad el enfermero, acercándose un par de pasos. Los ojos de Zully se abrieron como platos, enfocándose en el bolígrafo que sobresalía del bolsillo de la bata que llevaba puesta Daniel—. ¡Cuidado! —alcanzó a advertir el enfermero al notar las intensiones de su paciente, pero no con la suficiente rapidez como para evitar que Zully se armara con el esfero y de inmediato se diera a la fuga— ¡Ay, no! ¡Puta madre!

   Daniel se quedó paralizado por unos instantes. Su mente tardó varios segundos en comprender lo que había sucedido. ¡Zully se estaba escapando! ¡Zully se estaba escapando por su culpa!

   Joder, pensó antes de echarse a correr también. En el pasillo había una pequeña convulsión. Los enfermeros tocaban pitos a su paso y todos los pacientes fueron obligados a volver a sus habitaciones. Zully estaba frente a la puerta de salida, dos enfermeros enormes le franqueaban el paso y dos más lo rodeaban por cada lado. Dos doctores se acercaron e intentaron hablarle pero Zully alzó el esfero y lo colocó contra su cuello. Sus ojos estaban rojos y brillaban con pánico y desesperación. Parecía capaz de cualquier cosa.

   —¡Me quiero ir! ¡Déjenme salir de aquí!

   —Zully… cálmate y baja eso —le habló uno de los doctores como si le estuviera preguntando por la hora.

   —¡No! ¡Déjenme ir! ¡Quiero irme!

   —Si bajas el esfero lo hablaremos con calma —intervino el otro doctor—. No queremos que nadie salga lastimado.

   —¡Ya estoy lastimado! ¡Ya lastimé a otros! —gimió Zully, la mano que sujetaba el esfero temblaba sin control.

   —¿Y es por eso que quieres salir? ¿Crees que en ese estado puedes arreglar las cosas?

   —Quiero ir a casa… quiero que todo esté bien de nuevo.

   Uno de los doctores sacó una llave de su bolsillo y la enseñó a Zully, haciéndola bailotear frente a sus ojos. Los sollozos de Zully cesaron y el chico frunció el ceño con desconfianza. ¿Qué estaba sucendiendo?, pensó Daniel.

   —Ven… toma la llave —dijo el doctor, extendiéndola—. Si eso es lo que quieres puedes irte. Pero te advierto algo… la próxima vez que dañes a alguien no será en este sitio donde termines, chico. Será en la prisión.

   —Yo no quería… ¡Yo no quiero lastimar a nadie!

   —Entonces baja ese esfero y ven aquí —ordenó el otro doctor. Zully los miró a ambos y luego dirigió su mirada a Daniel. Su amigo estaba pálido como la nieve y su pecho subía y bajaba sin control. Estaba asustado. Daniel estaba aterrorizado por su culpa. Otra vez volvía a lastimar a sus amigos.

   —Lo siento… lo siento tanto —se rindió por fin, bajando el esfero. Los enfermeros aprovecharon y de inmediato lo apresaron, colocándole enseguida un medicamento que tenían preparado. Daniel vio cómo se lo llevaban de nuevo puertas adentro y su corazón se contrajo. ¿Habían hecho mal en ir a verle? ¿Habían empeorado las cosas en vez de ayudar?

   —Oye, muchacho —le llamó la atención en ese momento uno de los doctores; el que lucía mayor—. ¿Eres estudiante? Nunca te había visto por aquí.

   —No soy estudiante —confesó Daniel, no queriendo mantener más esa farsa—. Soy amigo de la escuela de Zully. Quería verlo y saber cómo estaba. Lo siento… Lo siento mucho. No quería que las cosas salieran asi.

   —¿De qué hablas? —El doctor lo miró con interés. Haciéndole una seña, lo invitó a su oficina y le ofreció asiento frente a su escritorio. Daniel se sentó y miró lentamente las pinturas abstractas y los diplomas colgados en las paredes del consultorio. Tenía miedo de enfocar los ojos en algo en especial. Aquel sitio le daba escalofríos.

   —Sé que este sitio puede ser atemorizante —comentó el doctor con tono jocoso, sin parecer ofendido—. Pero tranquilo, no pienso regañarte. Es decir, lo que hiciste fue muy arriesgado y estuvo mal. Pero admiro que hayas tenido la valentía de preocuparte tanto por tu amigo como para tomar este riesgo—. Daniel alzó la vista y lo miró. EL doctor le regaló una sonrisa y continuó hablando: —Zully es un buen chico, lo sabemos y él lo sabe. Pero llevabamos días intentando sacarle alguna emoción, alguna palabra. Es la primera vez que habla con nosotros desde que entró aquí. No voy a felicitarte ni a darte las gracias por lo que hiciste, pero no cabe duda de que su encuentro contigo le ha ayudado a dar un importante paso. Un paso muy importante para su recuperación.

   —¿Eso quiere decir que se prondrá bien?

   —Eso quiere decir qué quiere estar bien —replicó el doctor—. Y eso es lo más importante.

   —Doctor, hay dos jóvenes que quieren verlo. Dicen que traen algo para el paciente Almanza. Algo muy importante.

   Alzando una de sus cejas el psiquiatra miró a Daniel. Este tragó saliva y negó con la cabeza. No había quedado con los otros chicos en entregarle nada a Zully. No sabía lo que estaba pasando.

   —Hazlos pasar —pidió el doctor, colocándose de pie mientras esperaban. Daniel abrió por completo los ojos cuando se dio cuenta de quiénes se trataban.

   —¿Daniel? —preguntó Julián, asombrado de verlo hablando con el psiquiatra. A su lado, una figura inconfundible también observaba la escena con confusión y recato. Era Eduardo… el jodido Eduardo.

   —Disculpen… ¿ustedes también son amigos de Zully? —inquirió el doctor, mirándolos a todos—. No me digan que se pusieron de acuerdo para asaltar este sitio —bromeó con una torcida sonrisa.

   Eduardo negó con la cabeza y avanzó un par de pasos. De reojo miró a Daniel, quien le devolvía el gesto precavido. Era palpable en sus hormonas que la presencia del otro Alpha lo había alterado. Seguro su instinto territorial ahora que había reclamado a sus parejas no ayudaba. Y por supuesto, ver también a Julián en la escena no mejoraba la situación en lo absoluto.

   —Hemos traído algo… un objeto que creemos que puede ayudar.

   —¿Qué objeto? —preguntó el doctor. Julián sacó de entre su morral una bolsa bien sellada. En ella se podía apreciar el inconfundible color azul del uniforme de educación física de la escuela. Julián la extendió, ofreciéndosela al doctor. Daniel frunció el ceño y miró a Julián y a Eduardo. No entendía nada.

   —William me llamó hace un rato —explicó Julián, un tanto dubitativo—. Recordó que tenía esta camiseta en su locker de la escuela y le pidió el favor a Eduardo que me acompañara. Le dije a mis papás que era el delegado del curso y me dejaron ir con él a la escuela. La trajimos para dársela a Zully. William dice que es lo único que podría ayudarlo un poco durante su celo. Tiene su olor. 

   —William es la pareja de Zully, ¿verdad?

   —Lo és —respondió Daniel a la pregunta del galeno—. William no está en la ciudad. Tuvo un viaje inaplazable y además, la última vez que se vieron, las cosas entre él y Zully no terminaron muy bien.

   —Entiendo —. El facultativo recibió la bolsa y la colocó sobre su escritorio. Empezaba a entender algunas cosas importantes sobre su paciente. En especial, el fuerte vínculo que parecía guardar con todo ese grupo de chicos.

   —Zully… ¿Zully se pondrá bien, doctor? —Los ojos de Julián se aguaron al preguntar aquello. Daniel reprimió unos deseos feroces de abrazarlo contra su pecho.

   —Ahora que sé cuánto lo quieren y cuánto se preocupan por él, les aseguro que tengo más herramientas para poder ayudar a su amigo. Gracias por esto —dijo, tomándo de nuevo la bolsa—. Por desgracia no puedo dejar que lo vean de nuevo el dia de hoy, pero quizás la otra semana podremos realizar una corta reunión con todos ustedes. ¿Qué les parece?

   —¡¿En serio?! —chilló Julián—. Eso sería genial —sonrieron todos.

   Una vez fuera de la clínica el grupo de chicos se reunió. Alejandro se sorprendió al encontrarse a Daniel, Julián y Eduardo juntos. Su instinto dominante le pedía agrupar a sus chicos y alejarlos del otro Alpha. Sin embargo se recordó a sí mismo que aquel era Eduardo, el chico con el que se había besuqueado en la fiesta.

   —Bueno… creo que mi misión aquí ha terminado —se despidió Eduardo.

   —Espera —pidió Julián, tomándolo del brazo. Daniel y Alejandro se tensaron—. Gracias por tu ayuda —suspiró—. Sin ti mis papás no me habrían dejado salir de casa.

   —Tranquilo —restó importancia el Alpha—. Era lo mínimo que podía hacer para tratar de mejorar toda esta locura. También voy a hablar con Fabián. Ese tonto tiene que dejar de provocar a ese chico. Esto pudo haber terminado en una tragedia.

   Todos asintieron en acuerdo. Por lo menos Zully había quedado más tranquilo y ahora sabía que William seguía amándolo con todo su corazón. Eduardo se separó un momento, llevándose a Alejandro con él. Julián y Daniel se tensaron visiblemente pero les dieron un momento a solas mientras contaban a los demás chicos los sucedido dentro de la clínica. Los ojos de Daniel y de Julián de tanto en tanto miraban hacia el lugar donde el par de alphas conversaba.

   —Ese olor territorial que emanas me dice mucho de cómo han ido las cosas entre tú y tus chicos —sonrió Eduardo, llevándose las manos a los bolsillos. Alejandro se sonrojó pero no negó lo obvio. Su cuerpo, sus feromonas y su corazón estaban exhaltados, ansiosos por reclamar.

   —Tengo que tomarlo con calma. Daniel y yo ya hemos hablado pero falta hablar las cosas con Julián. El fue el que más salió lastimado en todo esto.

   —Estoy de acuerdo —asintió Eduardo—. Aunque no será nada fácil te lo puedo asegurar. Creo que tu y Daniel deben hacer esto juntos como un equipo. Deben mostrarle que no están jugando… ni entre ustedes, ni con él.

   Alejandro asintió y estrechó la mano de Eduardo como símbolo de amistad. Estaba seguro de que seguirían viéndose de vez en cuando por allí y eso le parecía bien porque Eduardo era genial, un buen tipo y los había ayudado mucho. Quería que se conviertiera en un buen amigo.

   Finalmente la tarde cayó y todos volvieron a casa. Eduardo dejó a Julián de nuevo en su casa y una vez en la puerta no perdió ocasión en decirle algo que había estado callando durante horas. Algo que había notado desde la fiesta pero que prefirió reservarse.

   —No te conozco en lo absoluto, Julián. Pero he aprendido a leer muy bien las feromonas. Las tuyas son un mar de confusión y duda. No dejes que te dominen y no las contamines con sentimientos malsanos. Si lo haces, nada bueno va a ocurrir.

   Julián se quedó allí en la puerta de su casa, observando la figura de Eduardo alejarse. Por supuesto que no iba a dejar que sus sentimientos estropearan sus planes. Habían sido días confusos y tanto Daniel como Alejandro se habían comportado de maravilla pero no se iba a engañar. Ese par eran unos miserables que habían jugado con sus sentimientos y ahora pretendían compartírselo como si él fuera una ramera. Pues bien… les dejaría seguir creyendo que todo iba viento en popa entre ellos y luego, en el momento menos pensado, cuando los tuviera en el lugar que quería… ¡PUM! Les dejaría caer todo el peso de su ira.

   Pensando en esto entró a la casa y encontró a su madre preparando la cena. Julia le sonrió y le preguntó si todo había ido bien. Julián se sentó en una de las butacas de la mesa y asintió con una dulce sonrisa. Alejandro y Daniel eran su plato fuerte, pero de momento había un entrante que tenía que aniquilar primero. Ese entrante eran los padres de Daniel.

   —Todo bien. Estábamos ultimando los detalles de la ceremonia de bienvenida del nuevo semestre. ¿Papá pidió el permiso para venir? Es muy importante que ambos estén allí.

   Julia negó con la cabeza. Por lo general, cuando de reuniones escolares se trataba, ella y Ernesto se turnaban para asistir. Esta vez, no obstante, Julián los quería a ambos allí y había sido muy insistente con eso.

   —Hará todo lo posible, cariño. Pero no puedo prometerte nada. Sabes que pronto serán los ascensos y Ernesto está muy pendiente de ello.

   —Lo sé… pero de verdad quiero que asistan. Les tengo una sorpresa para ese día. Una increíble sorpresa.

   Negando con la cabeza, Julia metió las papatas al horno y se lavó las manos. Julián había estado muy tranquilo desde la fiesta, pero viendo su comportamiento luego del incidente del día de la competencia de natación, ya no se podía confiar. Amaba a su hijo con todo su corazón, pero tenía miedo a veces. Miedo de que las heridas y el dolor hubieran cambiado el corazón de su dulce niño para siempre.

 

***

 

 

   La ceremonia de apertura del segundo semestre estaba por dar inicio. Aquel evento siempre precedía a la ignaguración de la semana de artes y ciencias del instituto. Por una semana entera se celebrarían diferentes eventos culturales y cientítificos que concernían a todos los cursos. Felipe estaba junto a unos betas preparando su exposición sobre ilusiones ópticas, llevando una camiseta con efecto doppler que tenía a mas de uno con un mareo terrible.

   Daniel estaba con su grupo de teatro organizando los pormenores de su obra teatral, muy alejado de Andrés y de Jaime, quienes se mantenían un poco distanciados del grupo y Alejandro estaba con unos compañeros de curso cuadrando sus aparatos de sonido para su exposición sobre mensajes subliminares.

   Julián sonrió. Ubicado a pocas mesas de la del grupo de Alejandro, iba a poder disponer de aquel equipo de sonido en el momento justo en que lo necesitara. Desde que se topó a primera hora con los padres de Daniel supo que su petición de disculpas no había sido aceptada por esos miserables. No quería sentirse decepcionado, pero la verdad era que había aguardado una pequeña esperanza en lo más profundo de su corazón. Quizás había sido un tonto, o quizás todavía quería creer que había algo de bondand en el corazón de ese par de idiotas.

   Eran los padres de Daniel después de todo. Los padres del chico que le había defendido los primeros días de escuela. Ese mismo chico que luego lo engañó y lo trató como un tonto. ¡Rayos! Tenía que apartar esos sentimientos contradictorios de su mente. Ya estaba resuelto a vengarse de todos los que le hicieron daño y no podía permitir que emociones tontas dañaran su mente. Sus cicatrices seguían como heridas en carne viva en su corazón. No iba a parar hasta que los culpables de cada una de ellas pagaran.

   Y allí estaban, caminando hacia él, justamente los responsables de una de sus peores cicatrices: la veguenza pública. Avanzaron hacia él y lo miraron con desdén al pasar. Ni siquiera estaban interesados en ver lo que tenía en su mesa. Los Sandoval le desviaron la mirada con gesto altivo y se dirigieron hacia la mesa de Alejandro, a quien sí saludaron con sendas sonrisas.

   Julián les dio la espalda y se dirigió a sus compañeros de mesa. Con disimulo tocó la cicatriz que le iba a dedicar a ese par de malnacidos. En unas cuantas horas, los padres de Daniel serían los que se marcharían de allí llenos de vergüenza y humillación. Sólo en unas cuantas horas.

 

   Continuará…

  

*TEC : Terapia electroconvulsiva.

 

   

  

 

Notas finales:

Gracias por leer. Besigos gigantes. 


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