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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Hola. Gracias a todos los que siguen por aquí. Les traigo un nuevo cap.

Capítulo 38

Venganza dulce, venganza amarga. 

 

   La obra de teatro sería el evento final del día. Los chicos del club de teatro estaban organizando el escenario, moviéndose de un lado al otro como hormiguitas. Jaime volvió al escenario y junto a Daniel estaban tras bambalinas ultimando detalles sobre el sonido y la ornamentación. Sus compañeros corrian de un lado para el otro, asegurándose de que todo estuviera en el lugar adecuado. La comunicación entre el par de Alphas era nula. Si por alguna casualidad sus humanidades llegaban a chocar o sus miradas a coincidir, simplemente se ignoraban y seguían en lo suyo.

   Daniel lo podía sentir. Las feromonas de Jaime tenían un aura de territorialidad como nunca antes las había sentido. Ya sabía que ese idiota lo detestaba a muerte, pero nunca antes había expelido ese nivel de agresividad hacia él. Ni siquiera cuando se habían confrontado físicamente en el pasado. Jaime no decía ni una sola palabra; no hacía ninguno de sus habituales comentarios venenosos y groseros, y Daniel casi que estaba prefiriendo que lo hiciera. El Jaime petulante y atrevido era mil veces más fácil de manejar que este tranquilo, callado y brutalmente hostil personaje. No entendía nada. ¿En qué momento había cambiado tanto y por qué razón? ¿A qué se debía esa territorialidad tan barbara que le mostraba? ¿Era por Andrés? ¿Había pasado algo más entre ellos que ese beso que vio en la fiesta? ¿Había sido ese beso algo serio o solo un tonto intento de hacerlo rabiar esa noche?

   Por el rabillo del ojo, Daniel vio la figura de Andrés moverse hacia la zona del vestuario. No habían vuelto a dirigirse la palabra desde el día en que cortaron excepto en los momentos en que tenían que interactuar durante los ensayos. Para desgracia de ambos, sus papeles eran los protagónicos y sus diálogos eran extensos y empalagosos. Dos enamorados en medio de un amor prohibido. Vamos… encantador.

   Jaime dejó escapar una ráfaga tremenda de feromonas cuando Andrés pasó a su lado. Daniel se crispó, no dijo nada, pero lo notó. Las feromonas de Jaime estaban circulando al rededor de Andrés como formando una burbuja. ¡Y Andrés lo permitía! Hasta donde recordaba, Andrés siempre había sido muy quisquilloso en cuanto al tema de las feromonas de otros Alphas rodeándolo. En más de una ocasión le había dicho que no era muy fanático de ese tipo de marcación territorial fuera de la intimidad. No entendía ahora porque las feromonas de Jaime no le afectaban en lo más mínimo. Todo lo contrario, parecía encantado con ellas.

   Sí… definitivamente aquello era raro… muy raro.

   —¿Por qué no preguntas de frente lo que quieres saber, Daniel? Aunque me parece extraño que ahora que hemos roto sí parezcas interesado en mí.

   La antipatía en el tono de Andrés no sorprendió a Daniel. Lo que sí lo hizo fue la forma cómo respondió Jaime. Sus feromonas se hicieron el triple de fuertes. Casi ahogaban.

   —No tienes que darle ninguna explicación, An.

   —Quiero hacerlo —respondió Andrés, mirando a Jaime—. No quiero que se entere por otras bocas y se haga ideas equivocadas. Jaime está viviendo en mi casa, conmigo —dijo, mirando a Daniel—. Su tio lo echó de casa. Está alterado por todos esos problemas y por eso sientes sus feromonas así. Tranquiliza las tuyas que él no va a atacarte. Sólo está tensionado y molesto.

   —Bueno… lo de no atacarlo…

   —¡Callate, Jaime! No te pongas pesado— lo riñó Andrés—, y tú, Daniel, preocúpate por tus propios asuntos —remarcó—. Recuerda que ya no soy tu problema. Nunca lo fui, la verdad.

   —Te sigo considerando mi amigo —apuntó Daniel, apenado.  

   —¡Pues no lo hagas! —le gritó Jaime, irritado—. No es tu jodido amigo… y nunca lo será.

   —Tranquilo, Jaime —pidió Andrés, colocándole una mano sobre el pecho—. Y tú Daniel… no me humilles más. Como dijo Jaime: no eres mi amigo y nunca lo serás. Nunca te veré de esa manera.

   Y diciendo esto, Andrés se apartó, cogiendo unas cortinas para llevarlas a la zona de aseo. Jaime bufó y se fue tras él. Daniel se mezó sus cabellos y se sentó en una butaca. Sus suposisiones habían sido reales en parte. Jaime estaba golpeado por su vida personal y Andrés como buen amigo lo estaba ayudando. Ese par eran un caso, pero por lo menos se sabían entender a la perfección. A diferencia suya, esos dos sí que sabían mantener una amistad de forma correcta.

 

***

 

   Desde su sitio, Julián podía ver todo el salón y también la zona de ensayos del club de teatro. Allí estaba por fin el idiota de Andrés con su pegote de cola, Jaime, haciéndose los muy serios y santos cuando no eran más que una partida de infelices. Que ni creyeran que se le había olvidado el asunto de las pastillas de Zully. Ni muerto iba a dejar pasar el tema y sino fuera porque William estaba por fuera los haría pagar en ese mismo momento.

   Bufó. Esperaba que William estuviera bien y volviera pronto. También quería que Zully se recuperara y volvieran todos a estar juntos y contentos. Bueno… no todos. No iba a olvidar que Alejandro y Daniel no hacían parte de sus planes a futuro. Ese par de miserables iban a ser su plato principal, aunque de momento tuviera que volverlos a tener como amigos. Miró a ambos lados. Alejandro lo miraba de vez en vez y Daniel hacía lo mismo. Entre ellos también se dedicaban miradas furtivas. ¡Qué asco! ¡Qué par de infelices! Si tan solo sus feromonas sintieran la misma repugnancia que sentía su mente todo sería maravilloso.

   Pero no. Sus feromonas estaban encantadas. Las muy traicioneras sumbaban felices cada vez que estaban cerca de ese par. Era como si la conjunción de sus aromas equilibrara todo entre ellos sin necesidad siquiera de palabras o de otras acciones reparadoras. ¡Era una jodida locura! No era justo. No era justo que esos dos idiotas lo hicieran sentir tan bien… tan completo.

   —Hola… ey, jovencito… ¿puedes explicarnos tu proyecto? —Una voz hizo girar la cabeza de Julián hacia la voz de un hombre alto y bien parecido. Era un beta, por su falta de olor, y estaba al lado de una mujer simpática y evidentemente embarazada.

   —Ehh, por supuesto —dijo, señalando la cartelera a sus espaldas—. Mi proyecto es: elaboración de feromonas sintéticas y sus múltiples utilidades.

   —WOW, suena muy interesante —sonrió el hombre.

   —Así es —asintió la mujer—. ¿Nos vas a enseñar como se preparan?

   —Por supuesto que sí. Les enseñaré como se preparan y también les diré cómo…

   —Cómo engañar y mentir con ellas.

   La voz venenosa y ronca de una Alpha captó la atención de todos. Julián y los demás voltearon hacia los recién llegados y de inmediato el ceño del omega se frunció en señal de desagrado.

   —Sandra, Rodolfo —saludó la mujer gestante, reconociendo a los recién llegados. Julián también sospechó en ese momento quienes eran la pareja del principio. Tenían que ser los padres de Andrés. Tenían que ser ellos.

   —Alicia, Sergio… tantas exposiciones interesantes en este instituto y escogen la más tonta y aburrida. ¡Qué pérdida de tiempo! —masculló Sandrá, con toda la mala intención.

   —Pues a mi no me resulta nada aburrida —anotó Martín, sonriendo calidamente a Julián—. Se nota que este jovencito a puesto mucho empeño en su proyecto.

   —No lo dudamos —metió la cucharada Rodolfo, imitando el gesto de desagrado de su esposa—. Este muchachito debe ser experto en el tema. Ya sabemos que lo suyo es la mentira y el engaño.

   —¡Bueno, ya basta!

   Los presentes se crisparon al oir aquel grito. Daniel estaba detrás de sus padres con cara de puño y exhudando molestia por todos lados. Sandra y Rodolfo guardaron silencio, pero no se disculparon. Se notaba la tención entre ellos y se notaba también que la causa del conflicto era Julián.

    —Mosquita muerta —susurró Rodolfo, antes de darse media vuelta y retirarse junto a su esposa. Los padres de Andrés se encogieron de hombros, un tanto incómodos por la penosa situación. Julián agradeció a Daniel con una discreta sonrisa y retomó su exposición. Por un rato, todo transcurrió en una tensa calma.

 

***

 

   Revisando por última vez todos los elementos de utilería, Andrés se recostó sobre uno de los muebles del pequeño cuarto y suspirando mesó sus cabellos.

   Estaba agotadísimo. Era la primera vez que no sentía ni la más mínima emoción por salir al escenario; la primera vez que sentía miedo de mostrarse ante el público y que éste pudiera ver lo destrozado que se sentía.

   No entendía nada. Su corazón era un torbellino de emociones y por momentos no sabía que decir ni cómo actuar. Reconocía que lo suyo con Daniel era tema olvidado y que fue un error rotundo haber querido arreglar su relación con él. Daniel no lo amaba. Nunca lo había amado y ahora sólo había logrado dañar lo que, pensándolo bien, sí pudo haber termidado como una bonita amistad.

   ¿Amistad? ¡Rayos! Amistad era la última palabra que necesitaba recordar. Su amistad con Jaime también pendía de un hilo por sus malas deciciones y perder a su mejor amigo no estaba entre sus opciones. Sin Jaime no podía vivir. No exageraba. Jaime era su última conexión a tierra. Lo quería. ¡Lo necesitaba! Jaime siempre había estado allí. Por mucho tiempo había sido él el único en quedarse siempre a su lado. En las buenas y en las malas, Jaime estaba siempre.

   ¡Por eso tenía que dejar de acostarse con Jaime!

   Por amor a Dios. No habían parado de hacerlo ni una sola noche. Desde que Jaime se había mudado a su casa, las cosas entre ellos se torcieron por completo. Se suponía que Jaime sólo se quedaría por una noche, pero la cosa se había prolongado y bueno, no podía dejar a su mejor amigo en la calle.

   ¡Pero eso no justificaba que tampoco lo pudiera dejar fuera de su cama!

   Las noches siempre empezaban bien. Hacían los deberes de la escuela, jugaban videojuegos, conversaban, se jugaban bromas y luego Jaime se acomodaba en la bolsa de dormir bajo la cama de Andrés y apagaban la luz.

   Y ahí se acababa todo. En ese momento moría la amistad.

   Andrés intentaba hacerse el dormido, pero no engañaba a nadie. Jaime se metía bajo sus colchas y se pegaba a su espalda. Andrés no podía evitar que su cuerpo reaccionara de inmediato. El calor de Jaime, su olor y su presencia eran como un imán que le atraía sin remedio. Los brazos de Jaime lo apretaban contra su pecho firme y sus manos vagaban bajo su pijama, acariciándolo con dulzura.

   Era imposible de resistir. Le encantaba. Le fascinaba sentir a Jaime separar sus piernas y mojar su entrada con la humedad de sus fluidos. Temblaba cuando Jaime besaba su cuello, susurraba en su oído cuanto lo deseaba y bajaba sus pantalones hasta la altura de sus rodillas.

   Cuando lo penetraba no dejaba de decirle cosas dulces y de acariciarlo con suavidad. Se dormían abrazados, casi siempre con Jaime aún dentro de él. Cuando el sol despuntaba, Jaime corría hacia su lugar justo antes de que la puerta de la habitación se abriera y su madre los llamara para ir a la escuela. Eso era todo. El día nuevo empezaba y la amistad retornaba. Era casi un ritual.

   Una locura.

   —¿Encontraste los candelabros? —La voz de Jaime resonó en la estrecha y semioscura habitación. Andrés dio un respingo y negó con la cabeza—. ¿Dónde podrán estar? —volvió a hablar el otro Alpha, dando un rodeo alrededor de unos muebles viejos—. Recuerdo haberlos dejado aquí.

   —Esto tiene que parar, Jaime —dijo Andrés, alzando la mirada para encontrarse de lleno con los ojos perplejos de su amigo. Jaime entornó la mirada y sus ojos se volvieron oscuros, tristes. Era obvio que sabía a lo que Andrés se refería y le dolía. Le dolía mucho.

   —En ese caso, no me dejes entrar a tu cama cada noche. No me dejes tocarte y entrar en ti. No me dejes besarte y acariciarte. ¡No me dejes acercarme a tí!

   —Baja la voz…

   —¿Por qué? ¿Por qué debo hacerlo? —La voz de Jaime bajó varias octavas, pero no mermó su acidez. Su cuerpo temblaba de rabia; de dolor. Creía que había avanzado en su relación con Andrés, pero al parecer estaba muy equivocado. Todo seguía igual. No había cambiado nada.

   —No es justo que te esté usando de esta manera… eres mi mejor amigo y te quiero. No quiero qué…

   —¿Me estás usando?

   Andrés negó con la cabeza. No podía creer que hubiera dicho eso. ¡No era eso lo que quería decir!

   —Jaime… escucha.

   —¡¿Me estás usando?!

   —Jaime, no… Por favor.

   —¡No me toques! —Jaime se apartó cuando Andrés intentó acercarse a él. Su respiración sonaba agitada, y sus feromonas estaban por todas partes. Andrés se alejó y bajó la cabeza. Qué la tierra se lo tragase, por favor.

   —Escucha… hablaremos luego en casa.

   —No volveré a tu casa —zanjó tajantemente Jaime—. Iré a casa de unos primos lejanos y les pediré que me dejen quedarme mientras consigo un empleo. Le pediré a uno de mis amigos del grupo de skate que recojan mis cosas más tarde.

   —¿Trabajar? ¿Y la escuela? —Andrés volvió a negar con la cabeza. Jaime no podía estar hablando en serio. ¿Irse de su casa? ¿Conseguir un empleo? ¿Cómo iba a ir a la escuela si se ponía a trabajar?

   —Dejaré la escuela también —se encogió de hombros Jaime—. De todos modos, es una pérdida de tiempo. No tengo dinero para ir a la universidad y es obvio que el imbécil de mi tio no me pagará más estudios. Creo que en el fondo todo el mundo tiene razón sobre mí: soy un fracasado.

   —Jaime… escucha.

   —Tranquilo —susurró Jaime, ya más calmado, dándole la espalda a su amigo—. Participaré en la obra de teatro. Será mi despedida de la escuela. Será mi despedida de ti.

   Andrés miró a Jaime salir del salón, pero el temblor en su cuerpo y el dolor en su corazón le impidieron moverse y decir algo más. Los candelabros que estaban buscando resbalaron de repente junto con una caja que cayó de un estante cuando la puerta se cerró tras un duro golpe.

   La oscuridad cayó sobre Andrés como una sombra tenebrosa. Agitado se movió hacia la puerta y su pecho se apretó al darse cuenta de que estaba cerrada desde afuera. Su respiración se volvió errática y sintió cómo su garganta se cerraba, presa del pánico.

   —¡Abran! ¡Abran, por favor! ¡Jaime! ¡Jaime, ¿estás allí?! ¡Jaime, se cerró la puerta! ¡Jaime, ayuda! ¡Jaime, auxilio! ¡Ayuda! ¡Sáquenme de aquí! ¡Está muy oscuro! ¡Por favor, ayuda! ¡Por favor! ¡Auxilio! ¡No me dejen aquí encerrado! ¡Jaime! ¡Jaime, ayúdame! ¡Jaime, por favor! ¡Tengo miedo! ¡Por favor! ¡Papá!

***

 

   Julián escuchó cada uno de los gritos de auxilio de Andrés, pero se negó a tener compasión. Ese infeliz no había tenido nunca ni un gesto de empatía hacia él ni hacia sus amigos. Se lo merecía.

   Sabía que estaba haciendo mal al encerrarlo. Aquella venganza le correspondía más a William y a Zully que a él, pero no había podido desperdiciar la oportunidad al ver cómo Jaime abandonaba aquella habitación dejando a su amigo solo y presa fácil de aquella broma.

   Al final fue cierto lo que William le contó sobre el miedo de Andrés por los lugares encerrados y solos. El muy idiota era un cobarde y por lo que podía oir se estaba cagando de miedo. Mal por el. Iba a quedarse encerrado hasta que otra alma pasara por allí y lo sacara. Y de momento no parecía que algo así fuera posible. Todo el mundo estaba ocupado con sus proyectos y hasta luego de la hora del segundo recreo no creía que nadie se pasara por allí.

   —Te lo mereces —dijo, encogiéndose de hombros antes de dar media vuelta y alejarse de los cada vez más desesperados gritos. Una sombra se movió detrás de él, pero Julián estaba demasiado apresurado para notarla. Otro importante plan ocupaba su mente. Uno que estaba a punto de hacerse realidad.

   

***

   Muy ofsucado, Daniel aprovechó el primer receso para acercarse hasta el puesto de bebidas y tomar un refresco. Sus padres habían intentado acercárcele luego del desafortunado intercambio que tuvieron con Julián, pero él no quería ni mirarlos. Dando un rodeo, se fue entonces hasta un pequeño rincón del patio que se encontraba tras unos arbustos y se sentó en la sombra. Pocos minutos después, la sensación de unos fuertes brazos rodéandolo lo sorprendieron y al voltear, la sonrisa de Alejandro lo esperaba.

   —Problemas con tus padres, ¿eh?

   Daniel asintió, recostándose contra el pecho de Alejandro. Ya le había contado todo lo que había pasado cuando les pidió a sus padres disculparse públicamente con Julián y éstos se negaron. Pero no le había dicho que la situación era tan tensa que había momentos en los que casi ni toleraba estar en casa.

   —Se comportan como unos verdaderos crétinos. No sé que voy a hacer cuando se enteren de lo nuestro —dijo, haciendo evidente que ese “nuestro” involucraba también a Julián.

   —Serás adulto dentro de poco tiempo y lo tendrán que aceptar —se encogió de hombros Alejandro—. No pienso renunciar ni a ti ni a Julián. No otra vez.

   Daniel asintió y tomándo a Alejandro por el cuello lo acercó y lo besó. Se sentía tan jodidamente bien; como estár flotando en el mar. No podía entender cómo el mismo chico al que semanas atrás hubiese podido matar, ahora era tan irresistible para él. No podía ni quería quitarle las manos de encima. Era adictivo e intoxicante. Una absoluta delicia.

   —Sabes tan bien… no me canso de ti.

   —Yo tampoco, bebé —respondió Alejandro, pasándole la lengua por los labios—. Tu sabor, tu aliento… es todo tan maravilloso cómo lo imaginé.

   —Lo imaginaste durante mucho tiempo, ¿verdad? —sonrió Daniel, acariciando los cabellos negros que deslizaba entre sus dedos—. ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Cómo pudiste callarlo durante tanto tiempo?

   Alejandro suspiró sobre los labios del otro Alpha y apretó sus ojos en busca de aliento. La respuesta a esa pregunta era sencilla; tan sencilla que era difícil de admitir.

   —Tenía miedo. Soy un puto cobarde y me meaba encima de sólo pensar en que me rechazaras y dejaras de ser mi amigo. Fui un rematado tonto. Ahora lo sé. Miles de cosas pasaban por mi cabeza cada vez que pensaba en confesarme. Y todas eran terribles.

   —Entiendo —Daniel asintió, frotando con su nariz la mejilla de Alejandro. Entendía que confesar algo así a quien por años había sido casi como un hermano era algo que tenía que ser aterrador.

   Pero hablar a tiempo hubiese podido evitar tantas cosas. Lo ocurrido con Julián, principalmente.

   —¿Crees que Julián aceptará esto? ¿Crées que lo entienda?

   —Creo que ya lo sabe —anotó precavidamente Daniel—. Ese omega no deja de sorprenderme, ¿sabes? Cuando llegó parecía tan frágil, tan típico. Pero luego hizo todo lo que hizo… desde lo de William, hasta lo de nosotros. Todo. Ese chico es especial, Alejo. Lo amo.

   Alejandro asintió. Joder si él también lo sabía. Julián era el omega más increíble que había conocido y lo amaba. Ante todo, y contra todo lo amaba.

   —¡Vamos por nuestro omega entonces, ¿te parece?! —inquirió, poniendose de pie para ofrecerle una mano a su novio.

   —Vamos por él —sonrió Daniel, tomándo la mano para levantarse.

   La segunda parte del día iba a empezar y con ella, su última presentación con el grupo de teatro.

 

***

 

No necesitó girarse para saber que estaban detrás de él. Los podía sentir gracias a la hostilidad de sus feromonas. Ese par de idiotas lo odiaban y él no podía estar más feliz por ello. No necesitaba el aprecio ni el afecto de dos seres tan asquerosos como esos.

   Bueno. Ahora que sabía lo que sabía, no le extrañaba que fueran los padres de otro infeliz como Daniel.

   —Así que tuviste el descaro de pedirle a nuestro hijo… mejor dicho, de exigirle que nos disculpáramos públicamente contigo. Realmente, eres más cara dura de lo que nos imaginábamos.

   La odiosa voz de Sandra fue la primera en levantarse. Julián giró su cuerpo y confrontó a la pareja que lo miraban con rencór, feliz de tenerlos justo donde quería. Rodolfo di un paso por delante de su esposa, pretendiendo ser amenazante, pero Julián no se imutó. Sabía que por más que ese par lo detestasen, el hombre no iba a usar sus feromonas en público en contra de un omega menor de edad.

   —Tú deberías ser quien se disculpase con nosotros —dijo Rodolfo, conteniendo su ira—. Por tu culpa, Daniel no nos habla. ¿No te fue suficiente con intentar manchar su nombre y lograr que se distanciara de su mejor amigo sino que además, lo sonsacas contra nosotros?

   ¿Qué Daniel no les hablaba por culpa suya? ¿Cómo así? ¿A qué se referían?

   —Eres una mosquita muerta de lo peor —masculló Sandra—. Vamos a hablar con el nuevo director para que te eche de una buena vez de aquí.

   —No mereces estar en esta escuela. Ningún omega lo merece —anotó Rodolfo—. Todo el mundo sabe la clase de persona que son y los problemas que causan. La sociedad dice haber cambiado y ser más tolerante, pero mira a lo que lleva esa tolerancia. Ahora la gentuza como tú cree que tiene derecho a ponerse a nuestro nivel y cada día piden más y más derechos.

   Julián apretó los puños. Las ganas de responderle con unas buenas verdades a ese par de malnacidos eran muy grandes, pero la inquietud por la confesión de los Sandoval era mayor. ¿Daniel había tomado su pedido tan en serio que había dejado de hablarle a sus padres ante la negativa de estos a cumplir con su demanda? ¿Tan mal quería ganarse de nuevo su afecto que había llegado a tales extremos?

   Su corazón latió. ¡No! ¡No podía emocionarse! ¡No podía dejar que su corazón latiera de ese modo sólo por una suposición! ¿Qué le estaba pasando? ¿Dónde había quedado toda su ira?

   —Tuvimos que dar algunos “incentivos” a la prensa para que tuvieran los pantalones de decir la verdad acerca de lo que pasó aquel día. Los muy cobardes no querían ser acusados de “discriminación” —La boca de Sandra se contrajo en un mohín de asco. Julián volvió a concentrarse en la mujer—. Como si decir la verdad acerca de la naturaleza trepadora y solapada de ustedes fuera un pecado.

   —¿Están diciendo que sobornaron a la prensa? — Julián sonrió en su interior. ¡Los tenía! ¡Los tenía justo donde los quería!

   —Les dimos las agallas para decir la verdad —apeló, socarronamente Rodolfo—. Era la verdad y lo justo. Pero no tenían el valor para decirlo.

   —Manipular la información es un delito —contraatacó Julián.  

   —¡Manipular Alphas es lo que debería ser un delito! —exclamó Sandra, señalando al omega con el dedo—. Solo lo repetiremos una vez más, niño. Sólo una vez más. ¡Aléjate de nuestro hijo! Aléjate de Daniel o te vas a arrepentir. No sé que hiciste para volverlo a engatusar, pero te juro que no voy a dejar que lo vuelvas a engañar. Andrés es un bueno muchacho y el Alpha adecuado para él. No permitiremos que dañes su relación como dañaste su amistad con Alejandro.

   —Estás advertido —se despidió Rodolfo y de esta forma ambos le dieron la espalda, alejándose del lugar.

   Julián se dio media vuelta y apagó la grabadora. Había salido todo tal cual y cómo la había planeado. Incluso, podría decirse que había salido mucho mejor. Había aprovechado el receso para quedarse junto a la mesa de Alejandro, sabiéndo que en ésta había un equipo de grabación a su alcance. Sabía también que los padres de Daniel aprovecharían el descanso y la soledad del lugar para acercárcele y recriminarle. Lo que no había esperado es que estos reconocieran que habían sobornado a gente de la prensa para difamarlo junto a su familia. El escándalo le había costado la carrera a su madre y ahora iba a costarle la reputación a ellos. Iba a encargarse de que todo el mundo escuchara aquella confesión… y lo haría allí mismo. Esa misma tarde.

 

   Continuará…

Notas finales:

Gracias a todos por leer. Nos vemos. 

  Besitos gigantes. 


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