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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

   Gracias a todos los que leen mi historia. Les dejo un enorme abrazo. En las notas finales encontraran una anotaciones importantes sobre este mundo omegaverse.

Capítulo 4 

   Entrenamiento a tope. ¿Una inesperada confesión?

  Aprender a nadar no era algo que dependía única y exclusivamente del maestro; el alumno tenía que poner mucho de sí para hacerlo en corto tiempo. El miedo, la inseguridad, la angustia de estar en un medio desconocido y potencialmente letal, podían hacer que una persona perdiera la confianza para soltarse y relajarse. Pues bien, Alejandro iba a comprobar si Julián era esa clase de persona. Y esperaba que no.

   —Lo primero que tienes que hacer es perderle miedo al agua, ¿bien? No te preocupes. Yo no te voy a soltar. Debes tener en cuenta que la profundidad de la pileta olímpica será mayor que tu estatura, por lo que tus pies no podrán tocar el agua estando totalmente vertical y con la cabeza en la superficie, ¿vale? En esta pileta de entrenamiento, la profundidad es menor y aquí sí vas a poder tocar el suelo todo el tiempo mientras aprendes, ¿bien? 

   Julián asintió. Al reparar mejor en la piscina se dio cuenta que en efecto no era tan grande como una piscina olímpica y que su impresión del primer día había estado errada. En ese momento se dio cuenta que esa escuela realmente sólo tenía una piscina semi- olímpica de entrenamiento. Sin embargo, el descubrir que por lo pronto no tendría que meterse en ese monstruo de agua llamado piscina olímpica hizo muy poco para calmar sus nervios; seguía sintiendo un pánico horroroso porque aunque más chica, la piscina semi- olímpica seguía siendo bastante grande y honda. El piso se sentía resbaloso y frio y sentía todas las miradas sobre él.

   —¡Venga, Julián! —Alejandro le sonrió desde la pileta. Zully y Susana ya estaban dentro del agua junto a la mayor parte del equipo de natación; todos ellos realizaban ejercicios de calentamiento ordenados por Alejandro. Para ser sinceros, todos estaban un poco extrañados por el repentino liderazgo de un chico de nuevo ingreso; sin embargo, cuando supieron que se trataba del subcampeón nacional vigente, la emoción les hizo perder todos los resquemores.

   —Bueno, allá voy.

   Por el lateral derecho de la pileta, Julián se sostuvo para entrar al agua. Alejandro lo esperaba con los brazos abiertos y lo recibió una vez se soltó. Sonrió. Ya esperaba que el reflejo típico del muchacho fuera quedarse sujeto al borde de la pileta a pesar de tener los pies en el piso. Por lo general, los aprendices sentían mucho miedo de resbalarse y luego no poder ponerse de pie nuevamente. Era normal; a medida que el chico fuese entrando en confianza con el agua iría perdiendo el miedo a quedar suelto.

   —Ven, tranquilo. Vamos a soltarte   —Alejandro lo tomó de la mano y con cuidado le ayudó a caminar hasta él. Julián dudó un poco, pero al sentir que el Alpha sostenía su mano, esa confianza lo ayudó a relajarse un poco más.

   —No me vayas a soltar, ¿eh? —rogó.

   Riendo, Alejandro negó con la cabeza. Bueno, pues había resultado que Julián sí que le tenía algo de miedo al agua. Era algo normal en las personas que no sabían nadar. Así que ni modo, tendría que trabajar con esa situación. Por el momento, no le desagradaba tenerlo así; a su merced. Algo en sus instintos más primitivos de Alpha gozaba con esa situación; le gustaba sentir a un omega tembloroso y asustado, hambriento de su protección. Desde que lo había visto salir de los vestidores luciendo solamente ese traje de baño bien ajustado en ese cuerpo que aunque menos corpulento y alto, se notaba a leguas que era el de un deportista, le había puesto un tanto nervioso. Ya lo había notado desde el primer día, pero ahora lo confirmaba por completo. Quizás, de ser un poco más alto, habría pasado perfectamente por un beta. Después de todo desde que la sociedad, unos cuarenta años atrás, empezó a considerar legales las uniones entre Alphas y Omegas, el mundo entero había cambiado muchísimo y por lo que había visto en la capital, diferenciar entre géneros ya no era tan fácil. Las múltiples combinaciones entre géneros puros y mestizos habían combinado los genes de una forma fantástica que ahora se podían ver toda clase de casos.

   Alejandro volteó a ver a Zully. Al parecer el caso de su amigo no se trataba de esto. Por lo que les había alcanzado a decir  Susana el primer día de clases, Zully sí que tenía un problema médico. Por fortuna eso no parecía afectar su rendimiento físico y lo estaba demostrado. Tanto él como Susana realizaban ejercicios de calentamiento junto al resto del equipo y no parecían quedarse muy rezagados en las rutinas. Zully, sobre todo, era muy hábil. A pesar de ser bastante delgado, su estado físico distaba mucho de un enclenque; se notaba que era un deportista y quizás con su tratamiento hormonal, un complemento nutricional a base de carbohidratos y proteínas y una rutina especial de ejercicios podría alcanzar el rendimiento ideal para las competencias que se avecinaban.

   —Bueno, empecemos —se espabiló de nuevo Alejandro, volviendo la atención sobre Julián—. Lo primero que vamos a hacer es hacerte perder el miedo al agua, ¿comprendes? Quiero que pases la palma de tus manos sobre la superficie del agua y sientas como flotan. ¿Listo?, empecemos.

   Asintiendo, Julián estiró sus brazos y dejó que sus palmas se movieran suavemente sobre el agua. Era una sensación agradable, como si se mecieran, como si su cuerpo pudiera moverse tranquilo sin el más mínimo peso.

   —¿Vez? —le sonrió Alejandro—. Eres más liviano en el agua que fuera de ella; debes tener eso en mente. Si lo haces flotarás más fácil y lo demás será solo técnica y práctica. Ya lo veras.

   Zully codeó a Susana, señalando con su mirada a sus dos amigos. La chica negó con la cabeza y suspiró mientras Zully reía bajito. Ambos sabían que Julián estaba más que encantado de estar siendo el centro de atención de Alejandro y ellos no harían nada por interrumpir el momento. Fue por esa razón que mantuvieron la distancia y decidieron no meter sus narices en ese asunto. Por otro lado, Zully parecía un tanto cabizbajo por momentos; como si algo lo preocupara y lo tuviera intranquilo. Susana lo notó a pesar de tener sólo tres días de haberlo conocido, y ello se debía a que en los días anteriores había sido prácticamente imposible tener quieto a ese chico.  

   —Te noto un poco serio desde el medio día —decidió preguntarle en una de las rutinas de fortalecimiento de brazos—. ¿Te pasa algo?

   Zully negó con la cabeza. La verdad era que decirle a Susana que estaba preocupado por un chico con el que sólo había cruzado un par de palabras iba a sonar rarísimo. Su pragmatismo, que a veces rayaba en lo cínico, le impedía ponerse al descubierto de esa forma. Lo suyo con William no era la atracción inocente que Julián podía sentir por Alejandro; era algo distinto. Había escuchado muchas veces la historia sobre las almas gemelas pero siempre se había burlado de ello. Ahora era distinto. El olor de ese chico permanecía clavado en su cerebro y podía recordarlo perfectamente con sólo evocarlo; podía recordar la sensación en su pecho, el malestar en su estómago.

   —Apesta —masculló para sí mismo, aprovechando que Susana se había alejado lo suficiente como para no poder oírlo. Su siguiente celo se acercaba con pasmosa lentitud, y con él, la necesidad de acercarse cada vez más a William.

***

   —Bienvenido, joven Daniel. ¿Cómo ha estado?

   El saludo de bienvenida de la ama de llaves no sorprendió en absoluto al chico. Estaba acostumbrado a ser recibido por ella y nunca por los señores de la casa. Llevaba casi tres años de amistad con William; el mismo tiempo que Alejandro duró en la capital. Y a pesar de todo ese tiempo de amistad, Daniel podía contar con los dedos de una sola mano el número de veces que los padres de William le habían dirigido la palabra.

   —Buenas tardes, Emilia. Muy bien, gracias. Es un placer volver a verla.

   La joven beta sonrió. Daniel le agradaba mucho a diferencia del tal Fabián. Y no era que Fabián fuera un mal chico, es sólo que parecía siempre tan frio e indiferente que le parecía casi un robot. Había algo cálido en Daniel que lo hacía encantador y adorable; algo que también tenía William muy en el fondo, sobre todo cuando estaba cerca a sus hermanitas. Fabián parecía más digno hijo de sus señores. William intentaba mantener esa misma apostura pero se notaba que le costaba mucho esfuerzo y que en el fondo no le gustaba. Ella lo sabía; lo notaba. William era naturalmente cálido como Daniel, pero no podía mostrarlo.

   —Me imagino que vino a ver al joven William, ¿verdad? —inquirió, llevándolo hasta el inicio de las escaleras. Daniel asintió subiendo con ella. Sabía perfectamente donde quedaba la habitación de su amigo y había entrado mil veces en ella. Sin embargo, cada vez que iba a visitar, alguien del servicio lo escoltaba como si supieran que romper el protocolo impuesto por sus señores, aun tratándose del mejor amigo del primogénito de la casa, sería una afrenta terrible. ¿Tendría cámaras ocultas esa casa? Daniel se lo preguntaba siempre que iba.

   —Joven William. El joven Daniel está aquí.

   William estaba jugando al Súper Mario Bross en su Nintendo Family. No era muy usual verlo concentrado en video juegos, pero Alice y Giselle parecían encantadas con todo lo que pasaba en la pantalla y estaban dando brincos por toda la cama. Desde que llegaron del colegio, las niñas no se habían despegado de su hermano ni un minuto y durante el tiempo que William estuvo en el hospital no hubo poder humano que las hiciera dormir.

   —¡Juega Circus! ¡Juega Circus! —gritó Alice, haciendo una voltereta en la cama. William rodó los ojos y soltó el control mientras la niñera entró por las niñas para llevarlas a merendar.

   —¡No queremos irnos! —exclamó Giselle, haciendo un terrible berrinche. En ese momento, Daniel se agachó quedando a la misma altura que las pequeñas, revoleteando cariñosamente el cabello de las dos. Giselle fue la primera en acercarse y darle un besito en la mejilla; su hermana Alice la imitó y acto seguido las pequeñas le brindaron una hermosa sonrisa que contagió al Alpha. Las pequeñas lo adoraban ya que era el único amigo de William capaz de diferenciarlas. Fabián las confundía siempre así que lo detestaban. Además, él nunca les traía dulces a diferencia de Daniel.

   —Si es goma de mascar de fresas, nos vamos —negoció Alice, que era la líder de las dos. Daniel les mostró los dulces que tenía escondido en sus manos, y en efecto se trataba de lo que las niñas querían.

   —¡Viva! —brincó Giselle, tomando el suyo antes de echarse a correr. No pasó mucho para que su hermana la siguiera y  de nuevo el silencio reinó en la habitación. Daniel se acercó a William y le dedicó una media sonrisa. Después de lo del día anterior las cosas seguían tensas entre ellos.  

  —Si viniste, quiere decir que ya no estás enojado conmigo, ¿o me equivoco? —tanteó William a modo de saludo. Daniel negó con la cabeza, sentándose en la cama. De soslayo vio cómo su amigo apagaba el juego de videos y recogía las piernas contra su pecho. Siempre lo hacía cuando estaba preocupado.

   —¿Qué fue lo qué te pasó? —preguntó a secas.

   William apoyó su mentón sobre las rodillas. Decirle a Daniel qué era lo que le estaba pasando era imposible; ni siquiera los médicos lo sabían. Al parecer, la inyección que le habían puesto el día anterior le había producido un efecto secundario muy grave y a raíz de ello todo su sistema endocrino se había desequilibrado. Ahora se sentía mejor pero pasó una noche terrible; la fiebre no lo abandonó hasta pasada el alba e incluso había convulsionado dos veces. Aún estaba fatigado.

   —Cuando mis padres se enteraron de que aún no entro en celo, me llevaron donde un médico amigo de la familia. Al parecer les habló de unas inyecciones que se están usando en EEUU y que están totalmente aprobadas por la *FDA. El caso es que me colocaron una dosis ayer en la mañana pero por algún motivo que aún están investigando, no sólo no surtió efecto sino que por el contrario me sentó muy mal. Mis padres están muy molestos y sobre todo frustrados.

   —¿Frustrados? ¿Frustrados por qué?—preguntó Daniel, frunciendo el ceño. ¿Molestos? ¿Frustrados? Esa no era la reacción común de unos padres normales ante un hijo enfermo. Era verdad, él no era padre aún; sin embargo, ante un caso así estaba seguro que antes de esas dos cosas lo primero que él sentiría sería angustia y preocupación. El enojo y la frustración se podían dejar para después.

   —No te había contado pero mis padres y los padres de Fabián están pensando en que nos comprometamos este año —informó William con voz lejana, sin levantar el mentón de sus rodillas— Mis padres están alistando todo para que volvamos a los Estados Unidos a más tardar el próximo año en el verano de allá; quieren que Fabián y yo entremos juntos a Harvard a la facultad de leyes. Si no entro en celo este año las cosas se arruinarán ya que una cláusula en la herencia de mi abuelo vence a finales de este año y especifica que tengo que estar por lo menos comprometido con otro Alpha puro para recibir el dinero. Y es mucho dinero, Daniel. Muchísimo.

   Daniel se quedó mudo. La tristeza en la voz de William le dijo de inmediato que los realmente interesados en ese dinero eran los padres de su amigo y no él. A William no le gustaba el derecho, en lo absoluto; sin embargo haría lo que fuera por complacer a sus padres, lo que fuera. Siempre había sido así. Daniel no sabía los detalles pero lo que sí conocía era que en la familia del *padre de vientre de William había disputas legales constantes por el poder económico y social. Lo que no pensó nunca fue que esa ambición de poder y dinero hiciera a esas personas actuar de modos tan viles y calculadores.

   —A ti no te gusta el derecho, Will. Y tampoco estás ni un poco enamorado de Fabián.

   Ante las intensas palabras de Daniel, William despegó por fin su mentón de las rodillas. Su rostro palideció y sus ojos, siempre tan fríos y distantes, se volvieron intenso y furiosos. La misma mirada que le había obsequiado a Zully cuando lo descubrió delante de la maestra; la mirada que siempre ponía cuando alguien veía muy dentro de él.

   —No sé de qué hablas.

   —Nunca te has acostado con Fabián, ¿verdad? —siguió presionando Daniel— Ni siquiera lo has intentado.

   —¡No lo he hecho porque aún no me he desarrollado! ¡No sería correcto! ¡El era el único que sabía sobre el retraso en mi celo!

   —Pero se lo contaste porque era la excusa perfecta para negarte a tener sexo —continuó atacando Daniel—. No lo has hecho porque en el fondo lo único que sientes por Fabián es un gran cariño y no quieres hacerle daño ya que él sí que está muy enamorado de ti.

   —Voy a quererlo tarde o temprano, estoy seguro.

   —Yo no lo estoy —afirmó Daniel—, si en dos años juntos no te has enamorado, dudo que lo hagas en unos meses y mucho menos presionado por el tiempo y tu familia. Estar enamorado es maravilloso Will, no te pierdas la oportunidad de hacerlo de verdad.

   —Lo dices por el enamoramiento tonto que tuviste por el omega ese de hace un año —le devolvió William, con la voz quebrada por el llanto.

   —Sí, lo digo por él.

   —El amor es una tontería —escupió William.

   —Si eso es lo que crees, ¿entonces por qué estás llorando?

   William se desplomó, se sentía tan fatigado; tan débil que le fue imposible aguantar el duro cuestionamiento de su amigo. Sintiendo que se había pasado de la raya, Daniel intentó frotarle la espalda pero William lo alejó de un manotazo, rechazando el contacto. Tras casi diez minutos de intensos sollozos, William se recompuso y se sentó de nuevo en la cama. Tenía los ojos rojos y la nariz congestionada, sin embargo volvió la vista hacia el otro Alpha y le habló con voz neutra, como si nada hubiera pasado.

   —¿Trajiste los libros de texto? Démonos prisa, estaré incapacitado toda una semana y debo estar al día.

   Daniel asintió y abrió su mochila. Muy bien, no iba a insistir más por el momento. Había veces en que las cosas no podían presionarse más de la cuanta porque se corría el riesgo de romperlas. Y William no estaba roto… aún no.

***

   Luego de terminar la práctica de aquel día, Alejandro decidió que mejor se quedaba a dormir en casa de Daniel. Ya se había hecho bastante tarde luego de acompañar a Julián hasta su casa y la verdad, le daba pereza tener que caminar hasta el metro para volver. Desde casa de Julián había telefoneado a sus padres para avisar que se quedaría donde su mejor amigo y éstos no pusieron objeciones. Ambas familias habían sido vecinas desde antes de nacer sus hijos y la madre de Daniel le había dicho muchas veces que era como otro hijo más.

   “Otro hijo”, pensó Alejandro. Eso sonaba extraño; no por el hecho de sentir a la familia de Daniel como su propia familia, sino por los sentimientos para nada fraternos que tenía por el chico. Julián lo confundía, le hacía sentir un instinto primitivo que sabía que estaba relacionado con sus feromonas; sin embargo, esa atracción superficial por el omega no tenía ni de cerca la carga emocional de lo que sentía por Daniel.

   Alejandro ardía de celos cada vez que veía a Daniel quedarse mirando a Julián por largos espacios de tiempo. Cada vez eran más los momentos del día en que lo descubría observando descaradamente al muchacho. Había una mezcla de deseo y ternura en la mirada de su amigo que le hacía revolver las entrañas. Era una mirada que nunca había sido dirigida a él. Y lo peor de todo era que no podía odiar a Julián por provocar aquello; ni siquiera podía sentir un poco de rabia por él. Lo comprendía perfectamente y no lo reprochaba. Sólo quería también poder tener a Daniel así.

   Sacudiendo la cabeza, Alejandro intentó desterrar esos pensamientos. ¿Qué rayos estaba pensando? Lo que tenía que hacer era ser valiente y aclarar las cosas de una buena vez. Debía confesarle a Daniel sus sentimientos y aceptar lo que su mejor amigo le quisiera contestar. Había pasado casi tres años lamentándose no haberle dicho nada antes de partir a la capital. Por lo menos, en esa ocasión habría tenido tierra de por medio para superar una negativa.

   Pero no lo hizo; se engañó pensando que el tiempo y la distancia pondrían fin a sus sentimientos y que al cabo de un tiempo terminaría por olvidar. No fue así. Cada carta de Daniel, cada llamada telefónica no hacían otra cosa que poner más y más gotas en ese vaso que era su corazón.

   Pues bien. Al parecer, el vaso se estaba rebozando y era muy probable que la última gota, esa gota que acabaría por derramarlo, estuviera a punto de caer.

   —Buenas noches —saludó Alejandro, sorprendiendo gratamente a la madre de Daniel.

***

   El llanto de su hermana recién nacida hizo que Zully tomara su CD player y se colocara sus audífonos a toda prisa.  La bebé de sólo dos semanas de nacida podría ser cantante soprano si conservaba esas capacidades pulmonares más allá de la infancia. Desde que había nacido, la vida de consentido de Zully había terminado; el trono que había tenido por diecisiete años acababa de encontrar un nuevo rey.  O reina, en este caso.

   Sí, Reina. Porque justo así se llamaba la pequeña. Su pequeña hermana, que teniendo como padres a dos Alphas mestizos con gen omega podía resultar siendo tanto Alpha como omega. ¿Qué resultaría siendo finalmente? Aún no se sabía, era imposible saberlo aún debido a que los estudios genéticos se hacían luego de los seis meses. No importaba, fuese lo que fuese todos la amarían. Solo esperaban que esta vez, la niña no tuviera ningún problema de salud que afectara  los resultados de sus exámenes.

   —¡Zully! ¡Zully, hijo! Es hora.

   El ver a su padre entrar a su habitación de repente sin llamar a la puerta lo sorprendió. Desde que sus padres se habían enterado de que no era un omega, por alguna razón ya no respetaban tanto su intimidad como antes. Zully frunció el ceño; la molesta inyección semanal lo esperaba. Era la cuarta dosis y la última. Su celo estaba previsto para la siguiente semana y tenía control médico un día antes de la llegada de éste.

   —¿Papá… puedo preguntarte algo? —dijo de repente, bajando un poco su pantalón.

   El Alpha mayor asintió con la cabeza, colocándole la hipodérmica en el glúteo derecho. Zully tensionó los músculos mientras el oleoso líquido penetraba la piel. Dolía mucho, pero tampoco era insoportable. Además, era la última.

   —¿Papá, por qué ya no llaman a la puerta cuando van a entrar?

   El hombre mayor se quedó mudo. Zully siguió presionándolo con la mirada sin intensiones de dejarlo ir. Finalmente, echando en una bolsa todo lo que había usado, el Alpha suspiró profundo, dejando salir su respuesta.

   —Ya no hay necesidad, Zully. No eres un omega, estamos en confianza.

   Zully se sentó en la cama, frotando su adolorida nalga. ¿Cómo así?

   —Quiere decir que cuando era un omega había que respetar mi intimidad pero ahora no —devolvió un tanto molesto— Lo siento, pero no entiendo.

   Su padre dejó la bolsa a un lado y se sentó en la cama con su hijo. La verdad era que no se había esperado una respuesta así en lo absoluto. No se esperaba tampoco esa conversación.

   —Zully, comprenderás que los Alphas y los omegas no somos iguales. Los omegas son seres… especiales. Hay que cuidarlos mejor.

   —¿Me estás diciendo que si fuera omega seguirías tocando mi puerta antes de entrar? —inquirió Zully. El Alpha mayor asintió  

  —Eso suena tan feo. Quiero decir; es una tontería total. Perdóname papá, pero lo es.

   —Creo que este chico nos va a salir abogado.

   Otro Alpha de cansada presencia se apostó en la entrada de la puerta. La pequeña Reina dormía en sus brazos y el hombre dejaba ver por los pliegues de su bata, la cicatriz de su reciente cesárea. Su cálida sonrisa adornaba su rostro mientras arrullaba a su recién nacida y miraba tiernamente al mayor de sus hijos. Su esposo se acercó en ese momento, quitándole a la niña de modo que él pudiera sentarse en la cama junto a Zully. Al hacerlo, de inmediato rodeó al adolescente con sus brazos y depositó y un dulce beso es sus lisos cabellos rubios. Acto seguido le habló:

   —Quiero que sepas que te amamos igual que antes, cariño mío. Por favor, eso no lo dudes ni un momento. No soy idiota y comprendo que hay diferencias biológicas que hacen a los omegas más vulnerables en ciertos aspectos y ese siempre fue nuestro temor. Sin embargo, tu padre y yo también somos lo suficientemente maduros para comprender tus dudas. La inquietud que le has manifestado a tu padre me hace comprender lo mucho que has crecido y lo tremendamente valiente que eres. Tú tienes razón, hijo; tu padre y yo estábamos equivocados. El respeto por la intimidad no tiene nada que ver con el género. Y así debe ser.

   —Papá…

   —Escúchame, bebé… Tu nos has hecho comprender, esta noche, con esa grandiosa pregunta, que por más que la sociedad haya avanzado, todavía hay muchos prejuicios que están tan arraigados en nosotros que ni siquiera los detectamos como tal. Mi querido Zully, tú eres un chico ESPECIAL; no por ser Alpha, no por ser omega; sólo por ser tú. Tú, hijito, has caminado por lo mejor y lo peor de ambos mundos y en ambos has sabido vencer. No llores, mi cielo. Sé lo que sufriste cuando tuviste que dejar tu vieja escuela y a los amigos con los que soñabas graduarte; tu querido equipo de baloncesto. Sé que sufriste cuando ni siquiera te dejaron presentar los exámenes finales con los demás. Tú eres mi alegría y la de tu padre, nuestro orgullo y nuestro tesoro. No nos importa si eres Alpha, Beta, Omega o extraterrestre de la constelación Afrodita. Eres Zully, nuestro hijo querido y siempre… siempre te vamos a querer.

   —A partir de ahora, siempre tocaremos tu puerta antes de entrar —sonrió su otro padre, arrullando a la niña. Zully asintió, abrazando a su padre de vientre. No podía dejar de llorar.

***

   —Disculpe, señora Sandra. Es que se me hizo tarde así que me pregunté si quizás podía quedarme aquí esta noche. Claro, si no es una molestia.

      Sandra, la madre de Daniel, una elegante Alpha de espesa cabellera castaña igual a la de su hijo hizo un gesto afable a la petición de Alejandro. Su mirada decía: ¿Es que acaso tienes que preguntarlo? Alejandro era como otro hijo para ellos y lo habían echado de menos todos esos años. El día que Daniel les contó que sus antiguos vecinos, los Contrera, volverían a la ciudad, todos en la casa se pusieron muy contentos. Hasta Sofía, la hermana mayor de Daniel, una Alpha dominante que solía jugarles bromas pesadas cuando eran niños.

   —Daniel ha salido un momento al supermercado con su padre, aún le faltaban algunas cosas de la lista estudiantil. Sofía está en el hospital; me imagino que ya sabes que está en el último año de internado.

   Alejandro asintió. Era increíble cómo pasaba el tiempo; en unos pocos meses la hija mayor de los Sandoval se recibiría en la carrera de medicina. Era fantástico; se sentía agradable volver al sitio del que tenía tantos recuerdos y revivirlos de un solo golpe. Hasta la fotografía de aquel año en que tanto él como Daniel se disfrazaron de las famosas tortugas ninja estaba allí, sobre una repisa de la sala; Donatelo y Rafael. Nunca olvidaría aquel Halloween.

   —Mis padres les mandan muchos saludos, señora Sandra. A usted y al señor Rodolfo. Me dijeron que apenas terminen de ordenar todo lo de la mudanza vendrán por acá para hacer una visita. Están apenados por no haber tenido…

   El ladrido de un perro cortó de golpe las palabras de Alejandro. En cosa de unos segundos, un adorable cachorro de labrador estaba a los pies del Alpha moviendo la cola e intentando treparlo con sus cortas patitas. Alejandro se agachó y lo tomó en sus brazos; el perrito le lamió toda la cara, olisqueándolo por todo el cuello. Aún no le habían dicho su nombre pero se llamaba Cuky, Alejandro estaba seguro.

   —¡Oye, Cuky! ¿Qué sucede? —Daniel se quedó impresionado al ver la figura de su amigo en todo el centro de su sala principal con su mascota en brazos. Los ojos del Alejandro estaban llorosos por las lágrimas y Daniel comprendió de inmediato por qué.

   —Le pusiste su nombre… le pusiste su mismo nombre.

   Se trataba de otro perrito; otro precioso labrador que Alejandro había tenido de niño. El pobre animalito fue arrollado por un auto fantasma una noche de tormenta. Ambos niños habían quedado destrozados y habían prometido que de llegar a tener una nueva mascota le bautizarían con el mismo nombre de su viejo amigo.

   —Le agradas —dijo Daniel, acercándose para sobarlo. En ese momento Rodolfo, el padre de Daniel, entró también a la casa y agradado por la sorpresiva visita de Alejandro se acercó para saludarlo con un efusivo abrazo. Al rato todos pasaron a la mesa y cenaron en familia. Solo faltaba Sofía, pero con la profesión que había elegido la chica todos se habían acostumbrado a verla faltar a menudo.

   —Así que también entrarás al equipo de natación —condujo la charla Rodolfo, sirviéndose un trozo de jamón—. Daniel dice que esperan poder ganar las nacionales este año.

   —Así es, señor Rodolfo —asintió Alejandro—. Este año tenemos esa meta. También hemos hecho otros amigos que quieren participar y están esforzándose mucho.

   —William es muy selectivo con los miembros que deja entrar al equipo —volvió a intervenir el Alpha mayor—. No deja que esos omegas mañositos y pendencieros entren para ponerse todo de ruana.

   Daniel bajó la mirada ante el comentario de su padre. Alejandro lo notó pero decidió guardar silencio. Sandra se sirvió también un poco de jamón y otra copa de vino; las palabra de su esposo parecían ser de su total complacencia.

   —Yo siempre he estado de acuerdo en que lo haga —dijo, con tono pausado—. La verdad, no es por discriminar, pero todos sabemos que los omegas no piensan mucho en cosas importantes. Ellos saben que lo que necesitan es conseguir un buen marido para asegurarse un futuro para ellos y su descendencia. Pobrecitos, ya sé que no tienen la culpa de haber nacido así, pero bueno… cuando sean padres entenderán y pensarán como nosotros. Yo quisiera que Daniel pensara como William, ese chico tiene las cosas muy claras a pesar de su edad.

   —Mamá, por favor… —Daniel se estaba poniendo un poco nervioso por el rumbo que llevaba aquella conversación. Alejandro también.

   —A mí siempre me ha gustado tanto William —continuó parloteando la mujer—. Lo deberías conquistar, Dani —comentó, guiñándole un ojo a Alejandro—. Tú y él harían una pareja divina. ¿Cierto, Alejito?

   Sin saber qué decir, Alejandro se quedó perplejo. Daniel bajó sus tenedores y limpió su boca. Había perdido el apetito.

   —William es como un hermano para mí —dijo, apartando su plato y cruzándose de brazos—. No lo veo de esa forma. Sería muy raro; sería igual que si me pidieran que empezara a salir con Alejandro.

   Alejandro sintió como si le enterraran el tenedor en el pecho. Está bien, sabía que Daniel no tenía sentimientos románticos hacia él, pero tampoco necesitaba escuchar de esa forma tan tajante que estaba totalmente descartado en ese ámbito. Daniel se veía muy molesto así que mejor era cortar ese tema allí mismo. Quizás los padres de Daniel estuvieran más interesados en oírle hablar sobre el nuevo año escolar y de esta forma distender un poco la tensión que se había formado en torno a la mesa. Tampoco era agradable escuchar la forma tan despectiva en que los Sandoval se referían a los omegas. Tanto desdén y condescendencia era repugnante.

   —Bueno, y ¿pudieron conseguir todos los útiles? —preguntó entonces, terminando su vaso de jugo de maracuyá—. Este año han pedido muchas cosas.

   —Creo que lo tenemos todo, ¿verdad, hijo? —preguntó Rodolfo, terminando su vino. Daniel se limitó a asentir; se notaba que aún estaba muy molesto.

   —Alejandro, cuando termines, ven a mi habitación —dijo de repente, colocándose de pie antes de recoger su plato y limpiar su puesto.

   —¡Daniel, ¿qué son esos modales?! ¡No hemos terminado de comer! —exclamó su padre.

   —Debo ir al baño… —respondió Daniel, apretando los dientes—. Alejandro es de la casa, sabe dónde encontrarme.

   A pesar de la mirada molesta de sus padres, Daniel se retiró de la mesa y subió a su habitación. El resto de la cena se llevó a cabo en absoluto mutis hasta que Sandra retiró todos los platos y preguntó a todos si querían postre. Alejandro negó con la cabeza y se excusó, subiendo hasta la habitación de Daniel. Tocó un par de veces antes de entrar y al hacerlo encontró a Daniel echado en su cama boca arriba mientras lanzaba una pelotita de hule hacia el techo.

   —Perdona por lo de allá abajo —pidió el chico sin dejar de observar la pelota—. Odio cuando mis padres se comportan así.

   —No pasa nada, no te preocupes —aseguró Alejandro, echándose en la cama también. La habitación de Daniel tampoco había cambiado mucho en esos años, notó con un vistazo. Quizás había un par de trofeos más y algunos posters de animación y bandas de rock habían cambiado, pero por lo demás seguía siendo la habitación que recordaba y en la que tanto le gustaba estar.

   —¿Cómo te fue con Julián hoy? —preguntó Daniel— ¿Avanzaron algo?

   Alejandro negó con la cabeza.

   —Avanzar, lo que se dice avanzar, realmente no —comentó, suspirando—. Pero por lo menos ya logré que ande suelto por la piscina e intente flotar por sí solo.

   —No hay una jodida posibilidad de que le gane a William, ¿verdad? —rió secamente el dueño de casa.

   —Ni la más remota —rió de vuelta Alejandro—. Pero eso me gusta, ¿sabes? Verle esa determinación en la mirada… saber que no quiere darse por vencido a pesar de tener claro que será prácticamente imposible que gane.

   —Espíritu de lucha lo llaman —asintió Daniel, deteniendo por fin el vuelo de su pelota—. No tenemos derecho a quitárselo.

   —No, no tenemos derecho —aceptó Alejandro—. Aunque por tú tranquilidad puedo notar que tienes un haz bajo la manga.

   Una torcida sonrisa asomó en los labios de Daniel. Alejandro lo conocía como a la palma de su mano y ni la distancia ni el tiempo había logrado que eso cambiara.

   —Cuando te mudaste a la capital, mi madre y yo tuvimos una conversación como la de hoy —confesó Daniel de repente—. Me dijo que era una lástima que te hubieras ido. Creo que lo que quería decir era que soñaba con vernos juntos como pareja; creo que ya hasta tenía nombres para nuestros hijos y todo —confesó con una sonora carcajada.

   —¿En serio crees eso? —inquirió Alejandro. La mano de Daniel subió hasta acariciar su cabello, alborotándolo.

   —Tú y yo como pareja, ¿lo imaginas? —siguió riendo Daniel, sin darse cuenta ni un poco de lo que esa risa inocente provocaba en su amigo—. Seríamos un desastre. Yo soy un controlador y tú un dejado. Te mataría el día de la boda por llegar tarde.

   —¿Eso quiere decir que llegaste a imaginarlo alguna vez? ¿Llegaste a imaginar nuestra boda? ¡Lo hiciste totalmente! ¡Llegaste a imaginar nuestra boda!

   Daniel colocó su mano abierta sobre la cara de su amigo a fin de borrarle esa fastidiosa sonrisa de la cara. Alejandro se la lamió, aprovechando las risotadas del otro chico para colocarse sobre él a horcajadas. Las manos de Daniel quedaron sobre su cabeza, presionadas por las de Alejandro; ambos respiraban agitados. Alejandro bajó la cabeza y pegó su frente a la frente del otro Alpha; su mirada era hambrienta y dominante, tanto como sus genes.

   —Si yo me casara contigo jamás llegaría tarde a nuestra boda —susurró despacio.

   Daniel le sonrió desde abajo.

   —Si yo me casara contigo tendría que estar loco.

   —Dame un beso y te creeré —presionó Alejandro. Daniel frunció el ceño pero casi de inmediato sonrió, tomándolo en broma.

   —Bésame tú —retó, cerrando los ojos y poniendo boca de pato. Alejandro le apretó las mejillas y le dio un beso en la frente. Daniel abrió los ojos y sonrió.

   —Te amo —confesó Alejandro, mirándolo de lleno a los ojos—. No sabes cuánto.

   Daniel giró su cuerpo, quedando ahora Alejandro debajo de él.

   —Yo también —sonrió con dulzura, dándole un fuerte abrazo a su mejor amigo—. Yo también te amo… hermano.

 

 

   Continuará…  

 

  

  

 

Notas finales:

GENETICA OMEGAVERSE

Quiero informar un poco sobre cómo serían las leyes de la genética en este omegaverse y cómo se explica eso de (géneros dominantes y recesivos y de puros y mestizos). Para empezar, debemos saber que en el caso de los Alphas, dominante y puro son sinónimos, ya que el Alpha domina sobre todo, pero también pueden existir Alphas mestizos, con genes recesivos betas u omegas.  Al contrario, los omegas siempre serán recesivos por lo que llamarlos puros es válido aunque sería algo redundante ya que para existir tienen que ser necesariamente puros puesto que no dominan sobre los otros géneros. Quizás suena algo complicado pero lo explicare a continuación y verán que esto simplemente está regido por las leyes básicas de la genética de Mendel. El género Alpha tiene dominancia sobre el Beta y el Omega; el género Beta, a su vez, tiene debilidad ante el Alpha y dominancia ante el Omega. Los Omegas son siempre puros y recesivos. De esta forma, pasemos a explicar de forma explícita para poder entender un poco más de qué se trata. Pues bien, a partir de ahora, los Alphas dominantes o puros serán conocidos como (AA), los Betas puros (BB, bb ó Bb, ya verán por qué) y los Omegas (oo). En este orden de ideas tendremos las siguientes combinaciones:

  1. AA X AA = 100%  AA. Lo que significa que de esta unión sólo salen hijos Alphas puros.
  2. BB X BB = 100% Betas puros.
  3. oo X oo = 100%  Omegas (Ya expliqué que ellos siempre son puros porque siempre son recesivos (por eso la “o” está en minúscula), de ahí que sean la población más escasa.

A partir de aquí se empieza a complicar un poco esto, porque empiezan a venir las combinaciones genéticas; sin embargo, si recuerdan sus clases de genética mendeliana básica del colegio, la verdad es algo bastante sencillo. Entonces sería así:

AA X bb (La “BB” pasa a ser “bb” porque el Alpha es dominante ante el Beta pero “bb” sigue significando beta puro) = Esto nos da como resultado un 100% de descendencia Ab (Alpha mestizo con gen beta) lo que significa que todos los hijos de esta pareja nacen Alphas pero serán Alphas mestizos. Ósea tendrán un gen recesivo de Beta por lo que pierden la pureza Alpha.

AA X oo= Ao (Alpha mestizo con gen omega) 100%. Lo mismo que el anterior. Todos los hijos nacen Alphas mestizos con gen Omega.

BB X oo: Bo (Beta mestizo) 100% (Aquí vuelve a ser “B” porque el gen Beta domina sobre el Omega; por lo tanto, los betas mestizos siempre tendrán como gen recesivo el omega ya que es imposible que el Alpha sea recesivo. Así que en este caso, todos los hijos nacen Betas mestizos. No vale la pena nombrarlo Beta con recesivo de omega ya que también sería redundante, puesto que el único que puede ser recesivo del beta es el omega.

Hasta aquí, todo claro, ¿verdad? Bueno, continuemos.

Ahora veremos las combinaciones entres los géneros mestizos. Aquí vamos a entender por qué es que familias formadas por dos Alphas pueden tener hijos omegas y betas. La cosa va así:

AbXAb: En esta combinación pasará que en cada parto la posibilidad de tener un hijo Alpha mestizo con gen beta (Ab) será del 50%, Alpha puro (AA) del 25% y Beta puro (bb) del 25%. Y así las siguientes:

AoXAo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ao) Alphas mestizos con gen omega, 25% (AA) Alpha puro y 25% (oo) Omega.

BoxBo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Bo) Beta mestizo, 25% (BB) Beta puro y 25% (oo) Omega.

AbxAo: Probabilidad de cada parto es: 25% (AA) Alpha puro, 25 % (Ab) Alpha mestizo con gen beta, 25% (Ao) Alpha mestizo con gen omega y 25% (Bo) Beta mestizo.

AbxBo: Probabilidad de cada parto es: 25% (Ab) Alpha mestizo con gen beta, 25% Beta puro (Bb ó bb ó BB en este caso se puede escribir como les guste porque da igual), 25% (Ao) Alpha mestizo con gen omega, 25% (Bo)Beta mestizo.

AoxBo: Probabilidad de cada parto es: 25% (Ab) Alpha mestizo con gen beta, 25% (Ao) Alpha mestizo con gen omega, 25% (Bo) Beta mestizo.

Y por último la combinación de puros con mestizos:

AAxAb: Probabilidad de cada parto es: 50% (AA) Alphas puros, 50% (Ab) Alphas mestizos con gen beta.

AAxAo: Probabilidad de cada parto es: 50% (AA) Alphas puros, 50% (Ao) Alphas mestizos con gen omega.

AAxBo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ab) Alphas mestizos con gen beta, 50% (Ao) Alphas mestizos con gen omega.

Abxbb: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ab) Alphas mestizos con gen beta, 50% (bb) Betas puros.

Aoxbb: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ab) Alphas mestizos con gen beta, 50% (Bo) Betas mestizos. Como el beta domina sobre el omega, en los resultados “bo” se cambian por Bo.

Aoxoo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ao) Alphas mestizos con gen omega, 50% omegas.

Abxoo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Ab) Alphas mestizos con gen beta, 50% (Bo) Betas mestizos.

Boxoo: Probabilidad de cada parto es: 50% (Bo) Betas mestizos, 50% Omegas.

 

Esto es lo básico a saber para entender cómo funciona esto y debí hacerlo porque será algo fundamental, que se verá más adelante con respecto al personaje de William. Hay otras cuestiones genéticas que iré explicando sobre la marcha en el propio fanfic, pero como esto es tan largo, y es casi una clase de genética, decidí explicarlo más explayadamente en las notas de autor. En la historia se mencionaran algunas cosas pero no con el detalle que se hace aquí.

También aclarar que en este omegaverse todos los géneros pueden quedar embarazados, lo que varía es entre quienes pueden gestar y el porcentaje de fertilidad, lo cual se explicará más adelante también.

Esto es todo por ahora. Gracias.  

*FDA : Food and Drug Administration: Administración de Medicamentos y Alimentos?? o Administración de Alimentos y Medicamentos.

*Padre de vientre: El que gesta y da a luz.


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