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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

   Gracias a todos los que siguen pegados a esta historia, Un fuerte abrazo para todos.

  Capítulo 6

  Ruptura ¡Formaremos nuestro propio equipo!

 

   El silencio se tomó por completo el complejo deportivo. Adriana, con cronómetro en mano, miraba con ojos desorbitados el resultado de la competencia.

   …dos fracciones de segundo, sólo dos… sin embargo, esas dos fracciones de segundo marcaban a Julián Santos, el omega novato, como el ganador indiscutible de la carrera. Todos los miembros del equipo de natación estaban completamente estupefactos. William, con su cabeza fuera del agua y resoplando por el esfuerzo parecía el más desconcertado de todos.

   —¡Sí! ¡Sí! —exclamó de repente Alejandro, saltando a la piscina para encontrarse con Julián. El resto de los chicos se acercó a la pileta y Julián pudo por fin encontrar, en el abrazo del Alpha, la sacudida que necesitaba para volver a la realidad.

   ¡Había ganado! ¡Por Dios, lo había hecho! ¡Había logrado lo que parecía imposible!

   —Julián, esto es asombroso. No lo puedo creer —le felicitó Susana, abrazándolo apenas salió del agua.

   —Amigo, eres un bárbaro —le sonrió Zully, abrazándolo también.

   —Sabía que podías lograrlo —le acarició el cabello Daniel, mirándolo encantado.

   Julián sonrió a todos y devolvió los efusivos abrazos. Cuando giró su cuerpo, en búsqueda de la figura de William, se encontró con que el chico aún permanecía dentro del agua y su cuerpo evidentemente temblaba. Sintió un gran placer al verlo así; derrotado y humillado. Nunca se había considerado una persona de malos sentimientos pero ese engreído y pedante chico había despertado su lado más cruel. Le gustaba verlo recibir un poco de su propia medicina; eso no era maldad, era justicia. De haber pasado lo contrario, seguramente ese idiota se estaría regocijando en su triunfo con todo su desdén. Pues bien, él haría lo mismo; se ufanaría de su triunfo y se lo restregaría en la cara.

   —¿Qué pasó? ¿Ahora te comió la lengua el ratón? —le preguntó, acercándose. William alzó la mirada y lo fulminó con esta; con sus brazos intento hacer palanca para salir del agua pero su cuerpo volvió a fallar, ocasionándole un intenso dolor.

   —¿William, te pasa algo?  —se acercó Daniel, colocándose en cuclillas al borde de la pileta—. Ven, dame la mano —invitó, extendiendo su diestra.

   —¡Déjame! —se opuso William, dándole un manotón como respuesta. Daniel frunció el ceño y se puso otra vez de pie.

   —Entonces, sal como puedas —le devolvió, dándole la espalda.

   —¡¿No entiendes?! ¡¿Es que acaso no entiendes nada?! ¡Me ganó! ¡Ese maldito omega me ganó!

   William volvió a impulsarse con sus brazos y esta vez salió de la piscina en un solo movimiento. Con su cuerpo completamente en tensión se acercó peligrosamente a Julián, colocándose a pocos pasos de distancia. Julián no retrocedió, confrontándolo con su cuerpo y con su mirada. Daniel y Alejandro se acercaron al tiempo; presentían lo peor.

   —¿Qué truco usaste para ganarme, omega idiota? ¡Contesta!

   —¡Oye, no lo toques! —se interpuso Alejandro al ver que William le daba un empujón a Julián.

   —William, ya basta… —le advirtió Daniel, con un brillo peligroso en la mirada. William olisqueó el aire y sintió un fuerte golpe de feromonas que lo paralizaron. Era muy extraño; como Alpha dominante que era, las feromonas de un Alpha mestizo como Daniel no deberían fastidiarle; ni siquiera ponerle nervioso. De todos modos, era la primera vez que Daniel usaba feromonas territoriales contra él y por eso estaba sorprendido. De repente, otro olor se sobrepuso al de Daniel y tanto él como Alejandro voltearon a mirar.

   Era Zully… con un brillo muy extraño en su mirada.

   —Atrás, Daniel… —le advirtió el casi siempre dulce chico, con gesto severo—. No lo compliques más.

   Daniel se movió. Por algún motivo que sólo su instinto Alpha comprendía, supo de inmediato que Zully reaccionaría si se acercaba un paso más a William. El propio rubio pareció responder a las feromonas de Zully, ya que su cuerpo perdió tensión y su postura se relajó. Nadie comprendía bien que rayos era lo que estaba pasando allí, sin embargo, Julián optó por dar media vuelta y alejarse de allí.

   —No importa; de todos modos, no me interesa entrar a un equipo donde está alguien como tú —refunfuñó Julián, tomando una toalla—. Me iré al equipo de Volleyball.

   —¡No! —exclamó Alejandro de inmediato, sorprendiéndolos a todos—. Nadie se irá de aquí sólo por las amenazas de éste —continuó, mirando despectivamente a William—. Si no quieres que Julián esté en este equipo entonces fundaremos el nuestro. Todos los que quieran venir con nosotros serán bienvenidos. Esta escuela tendrá a partir de ahora dos equipos de natación y tendremos que competir entre nosotros para ver qué equipo consigue el pase para ir a las nacionales. ¿Queda claro?

   Los murmullos se alzaron enseguida. William avanzó de nuevo hasta Alejandro, pero Daniel se interpuso otra vez, impidiéndole seguir.

   —¿Ustedes estaban tramando esto, verdad? —inquirió el rubio, echando una mirada resentida sobre su amigo—. ¿Estabas planeando esto para que tu viejo amigo se quedara con mi equipo, no es así? ¡¿Cómo pudiste, Daniel?! ¡¿Cómo pudiste hacerme eso?!

   Daniel alzó su mano, intentando dar una explicación, sin embargo, William fue más rápido y haciendo acopio de esa velocidad, descargó un fuerte puñetazo en la mejilla del Alpha, haciéndolo caer de bruces.

   —¡Daniel! —gritó Alejandro, y enseguida se fue contra William, rodando ambos en el piso.

   Todo el mundo empezó a gritar. Daniel miró a Zully y asintiendo se metieron en el medio, separando a los otros dos.   

   —¡Suéltame que lo mato! —exclamó Alejandro, tratando de zafarse del amarre de Daniel.

   —¡Suéltame, jodido enclenque! ¡No me toques! —rugió William.

   Daniel pasó una llave sobre Alejandro, obligándolo a desistir. Nunca lo había hecho y seguramente iba fallar, pero al ver la situación, decidió usar sus feromonas de dominancia sobre su mejor amigo, intentado calmar sus ánimos. Zully hizo lo mismo con William a pesar del temor de pasarse de la raya con su omega, sin embargo, no tenía opción.

   Lo lograron. Daniel calmó a Alejandro hasta el punto de domarlo y Zully contuvo a William hasta el punto de la somnolencia.

   —Funcionó —se sorprendió Daniel, mirando el rostro sereno de Alejandro.

   —¿Por qué? —jadeó William, apoyándose rendido sobre el pecho de Zully.

   —Soy débil ante ti —respondió Alejandro, poniéndose de pie totalmente calmado.

   —Debo seguir enfermo —masculló William, apartando de un empujón a Zully antes de pararse, de dar media vuelta y tomar sus cosas.

   —Yo iré al equipo de Alejandro —dijo Daniel, mirando a William con mucha tristeza. El rubio le sonrió con una mueca de dolor y asintió.  

   —Eso ya lo sé. Adiós.

   William partió hacia las duchas mientras el resto del equipo y los demás quedaban en completo mutis. Daniel tomó sus cosas y sintió de nuevo su brazo doler.

   No era lo único que le dolía… para nada.  

***

 

   —¿Estás bien con esto? —preguntó Alejandro, mirando la tristeza estampada en el rostro de Daniel. Julián y los otros también se acercaron y se sentaron cerca de su acongojado amigo. Habían decidido que por ese día era mejor dejar las cosas así y no armar más revuelo en el complejo deportivo. Ya tendrían el resto de la semana para ver qué hacer.

   —No quería que las cosas terminaran así —rumió Daniel, recostándose con pesadez en la última pared de las gradas—. A pesar de todo, William ha sido mi mejor amigo desde que llegué a esta escuela —contó a los demás chicos—. Siempre ha estado allí para mí, en las buenas y en las malas. En muchos aspectos es un buen amigo y lo aprecio; me duele que crea que lo traicioné.

   Alejandro asintió, sentándose a su lado. Julián, Zully y Susana se ubicaron en la gradería de abajo y guardaron silencio. Era un momento difícil para Daniel; no era justo siquiera. Daniel era el chico más generoso y amable que habían conocido; Julián mismo lo había comprobado más temprano aquel día. La herida en su brazo hablaba de lo mucho que era capaz de arriesgarse por los demás y de su inmenso corazón y valentía.

   —Estoy seguro que tú eres el último que debe sentirse mal acá, Dany —apuntó, Alejandro, usando ese apelativo cariñoso que solía usar cuando eran niños—. El único que se puso a sacar conclusiones apresuradas fue ese tipo. De hecho, haz sido muy indulgente con él… todos lo hemos sido. ¡Debí partirle la cara!

   Julián asintió con vehemencia y Zully resopló, dominando a su Alpha interior. Alejandro tenía razón, William era un imbécil. Por más que su cuerpo lo reconociera como su omega por la impresionable compatibilidad de sus feromonas, la realidad era que ese muchacho era un patán, un gañan y si no quería seguir saltando cada vez que alguien lo amenazara con justa razón, tenía que empezar a controlar sus instintos. Lo de la piscina no podía volver a ocurrir… nunca más.

   —Yo creo que seguiremos teniendo roces con él por lo de la piscina —comentó a secas Julián—. Es obvio que no nos va a dejar usar ese sitio para entrenar.

   —En ese caso usaremos la piscina de mi edificio mientras tanto —propuso Alejandro, frotando la espalda de Daniel—. Le pediré a mis padres que redacten una carta dirigida al director. En pocas semanas lograremos tener derecho a usar la piscina; estoy seguro. 

   Todo el mundo asintió. Alejandro sonrió, abrazando efusivamente a Daniel, cuidándose de no lastimar la herida de su brazo. En ese momento aprovecharon para preguntarles sobre lo que les había pasado en la mañana y cómo habían librado la situación. Daniel les contó todo, omitiendo por supuesto el intenso momento que Julián y él habían vivido en la enfermería. Julián lo miró por un momento, pero luego agachó la mirada cuando Daniel le devolvió el gesto.

   —Gracias a los cielos mi hermana estaba de guardia en el hospital y me atendieron rápido —relató el Alpha, mirando su herida—. Me revisaron pero no tuvieron que coserme; sólo me inyectaron contra el tétano y me recetaron antibióticos. Sanaré pronto.

   —Es un alivio escuchar eso —sonrió Alejandro, rozando ligeramente el vendaje de la herida—. Te necesito listo lo antes posible… hay que empezar a entrenar.

   Con una sonrisa, Daniel volvió a recomponerse y de nuevo retornó a ser el chico sereno que todos habían conocido hasta ahora.

   —¿Y bien? ¿Qué les parece si damos un paseo en lo que vienen a recoger a Zully y Susana? —propuso Julián, levantándose de golpe—. Aún no quiero volver a casa ¡Me siento lleno de adrenalina!

   —¡Y yo! —secundó Alejandro, parándose también. Daniel pareció dudarlo pero al ver la mano extendida de Alejandro, invitándolo a seguirlos, sus labios esbozaron una sonrisa, aceptándola.

   Suspiró. Quizás su amistad con William se había quebrado pero la de Alejandro volvía a estar más viva que nunca.

***

   Las murallas que rodeaban el perímetro de la escuela fueron el lugar apropiado para ir a pasear. Desde allí, la inmensidad del océano era sobrecogedora; más aún, faltando tan poco para el atardecer. La pasaron muy bien: bromearon, visitaron algunas tiendas, caminaron por el sector y luego fueron a parar a una pintoresca heladería donde Alejandro invitó los helados.

   —Quiero festejar por el triunfo de Julián —dijo sonriente, mirando la carta de postres. El omega se acercó, viendo entre el montón de posibilidades la que más se le antojaba.

   —Yo quiero un choco cono —dijo Daniel, estirándose sobre la vitrina.

   —¡Y yo quiero una paleta de fresa! —pidió Susana, girando encantadoramente su falda.

   —¿Y tú que vas a pedir, Zully? —inquirió Alejandro, sorprendido de la repentina timidez del chico y más hacia los dulces.

   —No lo sé… déjame mirar un poco más.

   Alejandro levantó una ceja mirando a Daniel; el otro Alpha se encogió de hombros mirando a Zully. La verdad era que todos se daban cuenta que su amigo andaba medio raro, sin embargo no dijeron nada. Daniel era el más extrañado de su actitud, ya que seguía sin entender por qué el chico le había golpeado con sus feromonas territoriales justo en el momento en que se enfrentó a William. A lo mejor sólo había sido para querer evitar un enfrentamiento peor, pensaba. De todos modos aún no estaba seguro.

   Finalmente, Zully se decantó por una paleta de limón y Julián pidió un cono enorme de vainilla. En un momento de risas, el omega ensució la comisura de su boca con crema y Alejandro estiró su mano y se la limpió. Ninguno de los otros chicos se perdió ese gesto, en especial Daniel, quien no pudo evitar una fuerte punzada de celos.

   “El no es tu omega… aún no”, se repitió varias veces, buscando controlarse. Al parecer, luego de lo vivido en la enfermería su lado animal estaba a flor de piel, intentando tomar el control de su mente.

   —¿Y bien? ¿Mañana entonces entrenaremos en tu casa, Alejandro? —preguntó de repente Susana, terminando su paleta.

   —¿Crees que sea buena idea? —inquirió Daniel—. Esa alberca no puede ser tan grande como la de la escuela.

   Alejandro asintió. Por supuesto, la piscina de su edificio no cumplía con las medidas de una pileta semi olímpica, sin embargo era lo suficientemente larga y profunda como para ayudarles a entrenar bien los primeros días. Después obtendrían el permiso para compartir escenario con el equipo de natación oficial y ni siquiera el idiota de William podría impedirlo.

   —Los padres de William tienen mucho poder en esa escuela —advirtió Daniel, dándole una importante lamida a su helado—. No nos la dejarán fácil.

   Los ojos de Alejandro siguieron el recorrido de la lengua y los labios de su amigo, obligándose a reaccionar cuando éste lo miró interrogante.

   —Eh…sí… quiero decir… ya lo suponía —contestó, apartando la mirada—. Sin embargo, ¿olvidas quiénes son mis padres? —preguntó de vuelta a Daniel—. Pertenecen a la firma de abogados más importante del país. No se la dejarán fácil a ninguno de ellos.

   Asintiendo, Daniel se ocupó de nuevo de su helado. Ya empezaba a caer la tarde y el grupo de chicos decidió que era hora de irse a casa. Zully y Susana debían regresar a la escuela ya que allí los esperaban sus transportes; su padre en el caso de Susana.

   —Yo no los acompañaré mañana, chicos. Entraré en celo —comentó Zully, guardando las manos en sus bolsillos. Sería su primer celo con sus hormonas ya reguladas del todo y eso lo tenía algo nervioso. Hasta ahora el celo había sido para él algo casi imperceptible; de hecho la primera vez que lo tuvo fue cuando se descubrió que en realidad no era un omega. Aunque él no sintió nada, algunos de sus compañeros más sensibles entraron en intensa inquietud y todos se alarmaron.

   Cuando supo que en realidad su celo era de Alpha, pero sus niveles hormonales eran muy bajos, entendió que era por eso que su cuerpo no reaccionaba como supuestamente debía. Habría querido fanfarronear con el hecho de poder decir que era un perfecto maestro del autocontrol, pero la realidad era que la verdadera prueba sería al siguiente día.

   —No tienen que hablar todos a la vez —siseó con su ya conocido cinismo, intentado distender el ambiente incómodo. Daniel sonrió y se colocó a su lado, abrazándolo por los hombros.

   —Tranquilo, hombre. No dijiste nada malo; es sólo que aún nos cuesta verte como un Alpha y por eso la sorpresa.

   —Entonces, nos vemos pasado mañana. Me cuentan cómo les fue.

   Una cuadra antes de llegar a la escuela, Daniel se rezagó para quedarse justo al lado de Zully. La pregunta que lo estaba carcomiendo desde hacía un par de horas seguía inquietándolo y necesitaba una respuesta para quedarse tranquilo.

   —Zully… lo de la piscina —murmuró, intentado que la conversación sólo quedara entre ellos—. ¿Sabes lo que te estoy preguntando, verdad? ¿Qué fue eso?

   Zully se detuvo un momento, sólo una breve fracción de segundo, pero fue lo suficientemente obvio para que Daniel se diera cuenta que su pregunta lo había puesto alerta. Daniel frunció el ceño y miró al otro chico con atención. Ahora estaba seguro de que allí pasaba algo.

   —Lo siento… mi celo está cerca y mis feromonas están algo locas —fue lo que le respondió Zully, encogiéndose de hombros—. No quería entrar en detalles pero mañana será mi primer celo real. Por culpa de mi enfermedad nunca antes fui capaz de entrar totalmente en calor. Supongo que estoy nervioso por eso.

   Asintiendo suavemente, Daniel entendió la explicación. Algo en su pecho le decía que algo más pasaba; algo que también implicaba a William; sin embargo, no tenía ninguna prueba sólida para pensar en eso y tampoco tenía ningún motivo para pensarlo más allá de su sexto sentido. Zully y William apenas y habían cruzado palabras, no había ninguna razón para que Zully lo defendiera territorialmente. Además, también quedaba claro que William recién salía de un fuerte quebranto de salud por lo que no sería estúpido pensar que por eso Zully había podido dominarlo en la piscina.

   —Creo que más bien deberías preguntarte por qué Alejandro se rindió a tus feromonas de dominio —devolvió en ese momento Zully, para sorpresa de Daniel—. Es un Alpha dominante; no debería ceder ante nadie.

   Antes de que pudiera contestar, Zully se despidió y corriendo se montó en su auto. Al entrar en el vehículo se reprendió enseguida por lo que había dicho y por haber dejado que los nervios ante la pregunta de Daniel le hicieran perder la calma. Hacía varios días se había dado cuenta que Alejandro tenía gestos y miradas que iban más allá de lo amistoso con Daniel. Al parecer, Daniel no captaba nada de esto; era el típico caso de aquellas personas capaces de leer a otros a la perfección pero un desastre dándose cuenta de los que a ellos mismos competía. Aun así, él había decidido no meterse en ello, y menos teniendo en cuanta la atracción que Julián sentía por Alejandro. Sin embargo, sólo había faltado que la pregunta de Daniel lo desestabilizara un poco para que enseguida devolviera el favor de la peor forma.

   ¡Rayos! Nuevamente perdía la cabeza muy rápido por culpa de sus instintos hacia William. El maldito celo se acercaba con violencia y su Alpha estaba empezando a arañar la superficie de su personalidad. Tenía que pararlo… o la iba a cagar.

   Mientras tanto, Daniel se quedó pensando en lo dicho por Zully. ¿Qué le había querido decir? Alejandro le había explicado bien lo que había pasado. Debido a la fuerte amistad que los unía había logrado hacer retroceder a su Alpha y responder a sus feromonas. Eso podía pasar; sucedía muy frecuentemente cuando había una relación de afecto muy fuerte. No era por nada sexual; estaba seguro. Alejandro era como su hermano, algo sexual entre ellos era ridículo. Zully decía eso porque aún no los conocía bien; eso era todo.

***

   La media noche sorprendió a Zully con un intenso calor en todo el cuerpo. Temblando y sudoroso, se levantó de la cama y fue al baño. Tenía unas fuertes ganas de orinar, pero no podía hacerlo debido a la tremenda erección entre sus piernas. Desesperado entró a la ducha y dejó que el agua helada refrescara su piel. Era inútil; el calor parecía inundar cada poro de su cuerpo y por algunos momentos pensó que estaba produciendo vapor. Claro, tampoco era para tanto; aun así, era la sensación de estar ardiendo la que le hacía pensar de esa forma.

   Para terminar de rematar, la imagen de William llenaba su mente. Podía recordar su olor como si lo tuviera al lado; era terrible, desquiciante. Haber descubierto a su omega a tan pocos días de su primer celo verdadero sólo había complicado y hecho más duro aquel día.

   —¿Zully? Zully, cariño ¿estás bien? —Fabriccio, el padre de vientre de Zully tocó la puerta y luego de la aprobación de su hijo entró en la habitación. Desde su recámara, tanto él como su esposo habían sentido el sonido de la ducha y entendieron la razón. El médico les había advertido durante la revisión médica de horas antes que ese celo iba a ser un poco difícil debido a la gran carga hormonal que el muchacho había recibido en los últimos meses a razón del tratamiento médico que se le había dado. Por suerte, le habían prescrito medicación en caso de que sucediera lo que estaba pasando; simplemente habrían preferido no haber tenido que usarla.

   —Papá…papá, duele mucho —gimió Zully, tirado en el piso de la ducha. Fabriccio entró y lo levantó. Aún le dolía la herida de su cesárea pero le dolía aún más ver a su pequeño sufriendo.

   Despacio lo ayudó a secarse y le tendió ropa interior seca. Zully se recostó en la cama y se vistió. Tenía la respiración jadeante y el corazón a mil. De repente, la puerta volvió a sonar y ante la respuesta de Fabriccio, Leandro, el otro padre de Zully, entró con un vaso de agua en la mano diestra y un medicamento en la otra.

   —Ven, cariño. Levántate —pidió el Alpha, ayudando a Zully a incorporarse—. Toma esto, te hare bien.

   —¿Qué es? —preguntó el jovencito, incorporándose—. No quiero más drogas.

   —Es el sedante que nos recomendó el doctor esta tarde, ¿recuerdas? —explicó Leandro, entregándole la pastilla—. Sólo será por esta vez, mientras tu organismo se adapta a tu nuevo nivel de hormonas.

   —Pero…

   —Cielo, tómala —ordenó con gentileza Fabriccio. No iba a ser duro con su hijo en ese momento pero tampoco le iba a dejar desistir. Ese medicamento era necesario y Zully lo iba a tomar; no había discusión.

   A regañadientes, Zully tomó la pastilla y la tragó. Odiaba todos los medicamentos y los culpaba por la forma en cómo se estaba sintiendo. ¿Por qué habían tenido que ponerle esas inyecciones? ¿Por qué habían tenido que despertar sus hormonas Alphas? ¿Por qué no lo habían dejado seguir creyendo que era un omega? ¿Por qué? ¿Por qué?

   —Odio esto, odio ser Alpha —se rompió finalmente, estallando en llanto—. ¿Por qué no me pudieron dejar como estaba? ¿Por qué me hicieron sufrir así?

   Destrozado por esas palabras, Fabriccio se sentó en la cama y tomando a Zully entre sus brazos lo abrazó con toda la fuerza que su herida le permitía. No quería que su hijo se sintiera así; sabía que la situación en parte lo tenía débil y confundido, pero en parte también era la forma real como su niño se sentía al respecto de todo. Era necesario que Zully entendiera la situación y que todos allí estaban sufriendo.

   —Escúchame, amor. La vida no siempre es cómo nos gustaría que fuera; a veces es dura. Cuando todo esto empezó, sabíamos que sería un proceso difícil, ¿verdad?—Zully asintió—. Pues bien, eso quiere decir que en el fondo sabes lo duro que a veces es aceptar la verdadera naturaleza. Sentirte asustado por ello está bien, sin embargo, conciliarte con tu verdadero ser es algo importante.

   —Nadie me ve como un Alpha —sollozó el chico—. Soy un chiste.

   —No… no eres un chiste —replicó muy serio su padre—. ¿Quién dice que lo eres? Serás un Alpha impresionante, ya lo verás.  Ahora estás asustado, inseguro; pero muy pronto tu cuerpo se estabilizará y te sentirás más tranquilo.

   —¿Voy a cambiar? Físicamente, me refiero.

   —Sí, vas a hacerlo —dijo esta vez Leandro, sentándose también en el lecho—. Pero nosotros vamos a estar aquí contigo siempre que algo nuevo llegue. Todas esas cosas de Alphas que empiezan a surgir desde niños y que no experimentaste, los cambios que se vengan con tu tratamiento. Haznos saber todo lo que sientas, lo que no puedas entender. Somos Alphas como tú, cariño; te vamos a ayudar.

   Entre lágrimas, Zully asintió. Su cuerpo estaba atravesando un cambio tan drástico en tan corto tiempo que se sentía girando en una gran rueda que no podía parar.  A diferencia de otros chicos, sus cambios vendrían por oleadas, con más violencia y los doctores habían advertido a sus padres sobre ello.

   —No quiero perder el control… no quiero.

   —Los omegas pierden el control de peor manera —dijo Fabriccio.

   —Sí… pero ellos no son unos violentos bastar…

   Se calló al escuchar lo que estuvo a punto de decir. En ese momento cayó en cuenta; era igual a William; prejuicios contra los Alphas también anidaban en su corazón. El crecer como un omega y haber convivido siempre con omegas le había creado sentimientos inconscientes de adversidad hacia ciertas actitudes propias de los Alphas. Aunque sus padres fueran Alphas, aunque los amara con todo su corazón, aunque hubiese conocido Alphas gentiles como Alejandro y Daniel, tantos años relacionándose con omegas y conociendo muchas historias terribles, le había condicionado para rechazar esa naturaleza en él.

   —Lo siento —sollozó de nuevo, echándose sobre la cama. Fabriccio y Joaquín le acariciaron la cabeza.

   —No te disculpes —pidió su padre de vientre—. Entendemos que toda la vida viste a los Alphas desde la perspectiva de un omega y ahora sientes temor de llegar a convertirte en todo lo negativo que oíste de nosotros.

   —No es raro sentir así —continuó Leandro—. Y no estamos molestos por ello. Una cosa es lo que uno razona y otro lo que uno guarda en lo más profundo de su mente.

   —Hoy fui territorial con uno de mis compañeros —confesó Zully, de repente—. Y me gustó… me gustó mucho.

   —¿Fuiste violento? —preguntó Leandro.

   —No, pero quería… quería serlo.

   —¿Y eso fue lo que te gustó? —intervino Fabriccio.

   —No, lo que me gustó fueron las ganas de marcar, de proteger.  

   —¿Lo ves? Lo haz comprendido.

   —¿Lo voy a dominar?

   Fabriccio miró a su hijo, sólo había dulzura en su mirada.

   —No lo vas a dominar, amor. No es algo malo que haya que encerrar; lo vas aceptar y lo podrás usar con tus seres querido. Los Alphas que lo usan de forma incorrecta es porque son malos per se, no por su instinto. Cuando te enamores lo sabrás; no habrá nada más intenso, fuerte y maravilloso que eso. Tu pareja se sentirá tranquila y segura junto a ti, y tú… tú sentirás que darías tu vida por ella.

   Con estas palabras, Zully por fin se rindió al sueño. Sus padres apagaron la luz y cerraron la puerta al salir. Aquella iba a ser una larga, larga noche.

***

   Daniel pujó cuando la pierna de Alejandro rozó su miembro. Tener al Alpha dominante dominado, era la emoción sexual más placentera que había tenido. Alejandro gemía bajo su domino; se entregaba a él por completo; cada mirada era una invitación silenciosa a que lo siguiera tomando; a su gusto, a su completa autoridad.

   Era enloquecedor, fascinante; lo más erótico de su vida. Cuando el Alpha separó sus piernas, invitándolo a entrar en él, Daniel sintió que iba a correrse allí mismo. El sólo imaginar entrar en ese cuerpo perfecto, sudoroso y entregado le hizo perder la razón. Quería poseerlo, marcarlo, hacerlo suyo. La sola conciencia de estar sometiendo a un Alpha genéticamente perfecto lo volvía completamente loco. ¿Cuánto tiempo más podría resistir? ¿Cuánto tiempo podría pasar antes de perder las riendas por completo?

   Lo penetró.

   Fue una estocada limpia; el mayor de los placeres. Sintió que moriría cuando el cuerpo masculino, viril y perfecto se arqueó ante su invasión. Alejandro gemía, extasiado. Daniel corcoveó, corcoveó y corcoveó cada vez más rápido, aturdido de la emoción.

   Se besaron. Alejandro besaba áspero y rudo, como un macho. Le encantaba, nunca pensó que le gustaría tanto. Cuando el beso se rompió, ambos estaban jadeantes y sudorosos; llevados al límite. Alejandro separó más sus piernas; Daniel se empujó por completo, tocando hasta el fondo. Alejandro encontró su orgasmo, resoplando a cada embestida; sus ojos cerrados y su boca abierta, jadeando. Daniel se corrió también; su boca bajó en busca del pecho de su amigo y lamió parte de su reciente corrida, que descansaba sobre su pecho.

   Daniel se dio media vuelta para descansar pero entonces cayó al suelo.

   Despertó.

   Sus ojos se abrieron sorprendidos; estaba en su habitación pero estaba solo. Volviendo a la cama, prendió la luz de la mesa de noche y observó sus sábanas. Estaban cubiertas de semen y sudor. Espantado se puso de nuevo en pie y entró al baño; como pudo se lavó y de repente se miró al espejo.

   Había soñado con Alejandro… ¡No! ¡Había soñado que se cogía a Alejandro!

  ¡Y había sido el mejor orgasmo de su puta vida!

 

   Continuará…

 

Notas finales:

Nos vemos en el otro cap. 

Besitos gigantes. 


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