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Cruel summer por Sherezade2

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Notas del capitulo:

Les traigo un nuevo cap.

   Capítulo 8.

   Una dura realidad.

 

   Brandon Presley abrió el sobre con los resultados genéticos de su hijo y los leyó. No entendía por qué el médico familiar había solicitado aquellos exámenes si era muy obvio lo que iba a encontrar. Alphas dominantes sólo podían tener Alphas dominantes; no existía otra posibilidad. Su familia sólo tenía Alphas dominantes y la familia de su marido también. Sus hijos tenían que ser todos Alphas dominantes. Realizar estudios genéticos era una completa pérdida de tiempo y de dinero. Los recientes problemas de salud de William tenían que ser por otra cosa.

   William Presley Giraldo, 16 años.

   Género: Omega

   El corazón del hombre dio un vuelco. Aquello que estaba leyendo tenía que ser un error; un maldito error. El resultado de aquella prueba era una completa locura; un imposible absoluto. Ofuscado tomó el teléfono y llamó al consultorio del doctor y varios minutos después la secretaria lo comunicó directamente con el médico. Brandon se sentó y se llevó la mano diestra a la cabeza. Temblaba.

   —Doctor Saldarriaga, buenos días. Lamento si lo interrumpo pero acabo de recibir los resultados de las pruebas genéticas de William. ¡Es una barbaridad! ¿Con qué clase de laboratorio mediocre trabaja usted? ¡Esos resultados son un completo absurdo!

   Del otro lado de la línea, Brandon escuchó un leve suspiro. Al parecer, el buen doctor también había visto los mismos resultados y parecía que ya estaba esperando aquella llamada.

   —Señor, Presley. El laboratorio que trabaja conmigo es el mejor del país. Los resultados de William son reales. Yo mismo les pedí que los verificaran no una, ni dos, sino tres veces y el resultado fue siempre el mismo. William es un omega. Esa fue la razón por la que el tratamiento que le dimos hace un mes perjudicó tanto su salud. Ustedes aseguraron que el chico era un Alpha dominante y me mintieron. Nunca hasta ahora le habían realizado estudios genéticos al muchacho.

   Brandon apretó fuerte la bocina del teléfono. Se puso de pie.

   —¡Mi esposo y yo somos Alphas dominantes! Es genéticamente imposible que tengamos otra clase de géneros y mucho menos un jodido omega.

   —En ese caso será mejor que ustedes mismos revisen sus genes —anotó el doctor, conservando la calma—. A lo mejor ustedes dos no son Alphas puros como creen.

   —¿Qué quiere decir, doctor? —siseó peligrosamente Brandon.

   —Yo no especulo nada —anotó el galeno—. Sólo les digo que no hay error en las pruebas y que si no quieren creer en mi laboratorio, entonces pueden hacer las pruebas donde mejor les parezca.

   —Eso es lo que vamos  a hacer —sentenció el otro hombre—. Qué esté muy bien y hasta nunca. Creo que no hace falta decir que consultaremos con otro doctor. Es obvio que usted no es tan bueno como nos dijeron.

   Sin más palabras, Brandon colgó el teléfono. Cuando su esposo llegó ambos miraron los resultados y Oliver, el padre de vientre de William, bufó al leerlos.

   —Qué tontería —descartó, tirando los papeles sobre la mesa—. Te dije que lo mejor era mandar las muestras al exterior. En Londres hay laboratorios mil veces mejores que aquí. Es obvio que esos resultados son una tontería. En fin, preocupémonos por cosas verdaderamente importantes como la demanda que tengo interpuesta contra el idiota de mi hermano. Necesito que las acciones de la empresa telefónica pasen este mismo mes a mi poder. Con ellas podremos distraer por unos meses más a los padres de Fabián mientras vemos qué es lo que realmente está sucediendo con William. No podemos perder ese compromiso; ¿entiendes? Quiero a Will casado antes de que termine el año.

   Brandon asintió mientras buscaba unos papeles en su escritorio y los mostraba a su marido. Era justamente la demanda contra la empresa telefónica de su cuñado y la respuesta a la misma. El fallo había sido favorable y la empresa tenía dos semanas para entregar las acciones que se les estaban reclamando.

   —Te dije que esa demanda era pan comido —sonrió Brandon, ya un poco más calmado luego de ver la despreocupación de su marido.

   —Eres el mejor administrador de esta ciudad y estoy seguro de que convertirás estas estúpidas acciones en oro puro —coqueteó melosamente el otro hombre, acercándose a su esposo.

   Oliver adoraba los ojos azules de Brandon. William los había heredado idénticos; expresivos, intensos, pero al mismo tiempo, agudos y perspicaces.  

   —Esta navidad tendremos el mejor regalo de todos —ronroneó, tomando por la cintura a su esposo—. Will se casará, las niñas visitarán a sus abuelos en Londres y yo habré arruinado por completo al inútil de mi hermano.

   —Eso suena tan navideño —rió Brandon, devolviendo el abrazo y acercándose para besar los labios de Oliver. En ese momento el teléfono sonó. Emilia tocó la puerta de la oficina de sus señores y cuando estos le permitieron pasar, la chica entró con rostro de acontecimiento.

   —Lo siento, señores, pero les hablan de la escuela del joven William. Es la propia directora la que está llamando.

   Oliver arrugó el ceño y tomó el teléfono. Si era alguna otra queja por lo del bendito equipo de natación iba a obligar a William a dejar esa tontería de una vez por todas. Brandon suspiró y le dijo a Emilia que podía retirarse. Cuando el rostro de Oliver cambió de color y su tono de voz comenzó a quebrarse, Brandon sin saber por qué deslizó su mirada de nuevo hacia el sobre con los resultados genéticos.

   —William ha entrado en celo —jadeó Oliver a media voz—. Y es un celo de omega.

 

***

 

   Las clases terminaron sin el regreso de William al salón. Preocupado, Daniel tomó las cosas de su compañero y pensó en llevarlas a la enfermería. Fabián sin embargo llegó al salón justo en ese momento, buscando con la mirada a William. Otro chico de la clase le explicó lo que había pasado y finalmente Daniel creyó que lo mejor era dejar las cosas en manos de Fabián y que éste se las hiciera llegar a William.

   —¿Qué fue lo que pasó, Daniel? —preguntó Fabián preocupado, temiendo que su novio hubiese enfermado de nuevo.

   Daniel se encogió de hombros e hizo un mohín de desentendido. A él también le habría gustado saber qué era lo que estaba pasando.

   —Parece que algo le sentó mal luego del recreo —explicó, tomando su propia mochila—. Alejandro lo dejó en la enfermería hace casi tres horas, pero no volvió a subir a clases. No sé si lo sabes pero William y yo no nos hablamos desde hace días. Aun así espero que esté bien y que sólo haya sido una indigestión. No quiero que haya enfermado como el otro día.

   Asintiendo, Fabián agradeció y tomó las cosas.

   —Está bien, gracias —dijo con un suspiro—. No te preocupes. Iré a verlo enseguida y te diré lo que pasó. Si quieres me esperas en las canchas. ¿Estarán en el club?

   Daniel asintió. Por un momento había pensado en acompañar a Fabián hasta la enfermería, pero pensándolo bien decidió que lo mejor era dejarlo ir solo. Su presencia quizás podría enfadar de nuevo a William y  seguro que eso no era lo indicado teniendo en cuenta la situación.

   —Vamos, seguro fue sólo una indigestión —lo tomó por los hombros Alejandro, haciéndolo caminar a su lado. Julián y los demás los estaban esperando junto a las escaleras ya que se les hacía tarde, y lo mejor era que se dieran prisa en ir a comer. Zully estaba tan nervioso que casi no pudo contar bien el dinero que traía. Todos se dieron cuenta pero suponían que se trataba de otro efecto de su tratamiento y decidieron dejarlo comer en paz. Cuando se pusieron en marcha camino al complejo deportivo, Daniel notó con extrañeza que Fabián no estaba por ningún lado. Otros miembros de su club estaban murmurando algo entre ellos pero callaron de repente cuando vieron a los del club de natación.

   —Oigan, chicos ¿Fabián no ha venido a entrenar hoy? —inquirió Daniel, acercándose a uno de los miembros del club. El muchacho miró a otro de sus compañeros y luego volvió la vista a Daniel, alzando una ceja.

   —Claro que no. ¿Es que no sabes lo que pasó con William?

   Daniel se crispó. Rápidamente miró a Alejandro y este negó con la cabeza, encogiéndose de hombros. El miembro del club de básquet resopló y los llevó a un lado; luego, en voz baja dijo:

   —Están tratando de manejar todo con discreción, pero la información se filtró. Al parecer, William entró en celo de repente. Pero un momento —pidió al ver la reacción alarmada de los otros chicos—. Al parecer ese no es el problema. El problema es que William no resultó ser el Alpha dominante que todos creíamos. El cretino resultó ser lo que tanto odia… un omega.

   Alejandro resopló. Daniel estaba estupefacto. Julián y Susana quedaron boquiabiertos y Zully estaba pálido como una hoja de papel. El chico del club de básquet se encogió de hombros y luego rió entre dientes.

   —La verdad es que se lo merece. Fabián es mi amigo y sé que William es tu amigo, pero el tipo es un verdadero imbécil. Ahora no creo que tenga cara para volver a esta escuela. Yo me cambiaría hasta de ciudad —remató, driblando su balón.

   Otro de los miembros del equipo llamó al chico que hablaba con Daniel, y despidiéndose con una sonrisa, el muchacho volvió a su práctica dejando a todos los demás estupefactos. Daniel se echó a correr con rumbo a la enfermería y el resto de sus amigos salió tras él.

   No encontraron nada. El lugar ya estaba vació y el único rastro que quedaba de William era su embriagador y potente aroma.

   Y no hacía falta nada más. Aquello era más que suficiente. A pesar de su ausencia, nunca William había estado tan presente.

   Alejandro, Daniel y Zully jadearon ante el olor y la piel se les erizó. Nunca antes habían tenido la oportunidad de olfatear las feromonas de un omega en celo y aquello los tomó por sorpresa. Era un aroma perfecto, abrumador y electrizante; una sensación tan brutal como la de alguien que es soltado al vacío.

   —Oigan, muchachos. ¡Fuera de aquí! —exclamó la enfermera, saliendo de detrás del biombo que separaba las dos camillas de la habitación—. Aún no se ha limpiado el lugar y nadie puede entrar.

   —Este olor es de William, ¿verdad? —presionó Daniel, intentando obtener información a como diera lugar—. Sabemos que él estuvo aquí antes de la hora de la salida. ¡Por favor, díganos qué pasó!

   —No estoy autorizada a decir nada —devolvió la mujer, empujándolos a la salida—. La directora prohibió el paso hasta nuevo aviso. Si alguien se siente mal, llegue al salón de audiovisuales que allí está la señorita Rosaura y ella los atenderá. Vamos, ¿qué esperan? Salgan ya.

   A regañadientes, Daniel y compañía se alejaron del lugar. Por algunos minutos nadie dijo nada y todos se miraban unos a otros con desconcierto. Daniel estaba muy afectado, sin embargo, era Zully el que parecía que también se iba a poner a vomitar en cualquier momento. Julián le preguntó que si acaso las feromonas le habían hecho daño debido a su tratamiento pero el chico negó con la cabeza y sólo se sentó, escondiendo la cabeza entre los brazos.

   —Esto es una locura —dijo Daniel de repente, caminando en círculos. Alejandro se sentó junto a Zully y se recostó contra el pasamano de las gradas. Julián y Susana guardaron silencio. La verdad, no sabían ni qué decir.

   —¿Y si le pasó como a Zully? —rompió el silencio Alejandro, atrayendo la atención de todos. Daniel lo miró con el ceño fruncido y entonces su amigo se volvió a explicar—. Quiero decir; quizás pasó igual que con Zully. A lo mejor también tiene un problema médico que alteró sus exámenes genéticos.

   —Es verdad —concordó Julián, asintiendo—. Posiblemente por eso es que también estaba tardando en entrar en celo. Eso sería una gran explicación.

   Daniel se sentó. Sus amigos tenían buenas intenciones pero ellos no conocían la situación de William en lo absoluto. El hecho de que William resultara ser un omega significaba algo que iba más allá de tener una condición médica o una alteración hormonal. Significaba que los padres de su amigo no eran los Alphas dominantes que decían ser o que simplemente ellos no eran realmente los padres de William.

   —No, chicos. No es tan sencillo como creen —comenzó a contar Daniel, sentándose también—. Déjenme explicarles. Para que me entiendan mejor; los padres de William hacen parte de un círculo exclusivo de Alphas dominantes que no sólo tienen cabida en esta ciudad; son una organización mundial, casi como si fuesen un culto. La pureza de la sangre y de los genes es vital para estas personas. Sin esa pureza, no pueden conservar ciertos privilegios y ciertas posiciones de poder y prestigio. Sobre todo en temas de herencia. Los padres de William están a punto de apoderarse de un multimillonario emporio financiero y están a punto de lograrlo gracias a la fusión que planean con la familia de Fabián. William y Fabián debían casarse para finales de este año. El compromiso se estableció definitivamente hace algunos meses y miles de millones están en juego. Que William sea un omega es un desastre para esa familia y sólo puede significar que sus padres tampoco son Alphas dominantes y se ha producido un engaño que puede ir incluso generaciones atrás. Esto va a ser un escándalo y Will va a quedar en el centro de todo. Quizá para ustedes sea una exageración, pero esto es grave. Esa gente está enferma de poder y esto podría salirles muy caro. Estoy muy preocupado por William.

   Alejandro suspiró. Como Alpha dominante, proveniente de Alphas dominantes, conocía muy bien ese tipo de organizaciones de las que hablaba Daniel. Sus padres y abuelos fueron invitados muchas veces a unirse a algunos grupos pero siempre rechazaron las invitaciones. Les parecía absurdo conservar costumbres tan ruines como la discriminación social, o tan obsoletas como los matrimonios forzados. Parecía increíble que a las puertas del nuevo siglo situaciones como esa se siguieran presentando.

   —Increíble, estoy alucinando —resopló, inspirando profundo—. Casi siento pena por William.

   —Yo no… mi abuelo lo perdió todo por culpa de gente con pensamientos como los de él y sus padres —siseó Julián—. Creo que la vida le mandó este “castigo” para que aprenda una lección y se dé cuenta de que los omegas no somos la basura que él cree que somos.

   —No seas tan duro, Juli —medió Susana, sintiendo pesar también—. Entiende que para alguien como William esto debe ser casi el fin del mundo.

   —Pues deberá aprender que no lo es —se encogió de hombros Julián—. Lo siento, pero esto para mí es algo personal. Ese tipo me humilló y me insultó muchas veces. Voy a ser muy feliz cuando lo vea pasearse por estos pasillos teniendo que llevar uno de estos en el cuello —masculló, estirando su collar—. Vamos a ver cómo reacciona al sentir en carne propia lo que es ser tratado como una animal.

   —Los collares son un accesorio de protección —contradijo Daniel, mirando a Julián con el ceño fruncido—. No es porque los veamos como animales.

   —En la capital no piensan igual —devolvió el omega, ceñudo también—, pero en fin —se relajó de nuevo—. No quiero discutir con ustedes, chicos. Sólo que por mí, la gente como William y sus padres se pueden meter todas sus pretensiones y problemas por donde mejor les quepan y sólo espero que esos bastardos no maltraten a su propio hijo ni lo traten como un paria ahora que saben que es un omega. Lo siento, pero es toda la empatía que puedo sentir por William y espero que no me lo tomen a mal. Y ahora me voy a entrenar. Todo ese asunto de organizaciones clasistas y ortodoxas de género me ha puesto de mal genio. Zully, Susana, ¿vienen?

   Tomando sus cosas, Julián partió hacia el complejo olímpico. Alejandro y Susana lo siguieron, pero Daniel y Zully se quedaron en las gradas. Zully continuaba atontado y con mal semblante. Daniel lo miró con preocupación y se le acercó; su amigo parecía a punto de echarse a llorar.

   —Zully, amigo. ¿Qué tienes? Te noto raro desde que salimos pero con todo el asunto de William me distraje. ¿Te sientes bien? Pareces enfermo.

   Zully se pasó las manos por la cara y negó con la cabeza. No podía soportarlo más. Por más que quisiera, por más que intentara callar, no podía;  necesitaba sacarlo de sus sistema. La culpa lo estaba carcomiendo y sentía un nudo terrible en el estómago.

   Al ver aquello, Daniel lo tomó de un brazo y lo llevó consigo hacia un salón apartado. Zully se sentó en una de las sillas y sobrepasado por la angustia se echó a llorar. No sabía qué repercusiones iba a tener todo lo que había pasado, ni siquiera sabía si había sido realmente por su culpa que el celo de William había emergido tan de repente. Sólo sabía que su imprudencia podía haber generado todo lo que estaba pasando y necesitaba contárselo a alguien.

   —Yo… yo ya sabía que William era un omega.

   Los ojos de Daniel se abrieron como platos. ¿Qué era lo que Zully le estaba contando? ¿Cómo era que había descubierto algo así? Incluso lo había descubierto antes que el propio William. ¿Acaso era por su tratamiento hormonal?

   —Zully, tú…

   —Yo descubrí que William era mi omega desde el primer día de clases —confesó Zully, sin poder mirar a Daniel a los ojos—. Sus feromonas son tan compatibles con las mías que duele. Todo lo que pasó después: lo de la piscina cuando fui territorial, mis feromonas fuera de control cuando lo vi besando a su novio, mi lado Alpha emergiendo cada vez que alguien lo insulta y luego lo de hoy…

   Hizo una pausa. Daniel no dejaba de mirarlo fijamente; completamente anonadado por lo que estaba escuchando.

   —Lo de hoy fue la gota que colmó el vaso —continuó narrando Zully, esta vez alzando por fin la cabeza—. Hoy usé mi voz Alpha contra él. Durante el recreo lo seguí al salón de clases y lo acorralé allí. Ha sido la sensación más increíble que he experimentado en toda mi vida, Daniel. Estaba tan  lleno de adrenalina y tan embriagado de poder que no podía pensar. Mi corazón se acelera de sólo volverlo a recordar. Me aterra y me encanta; todo a partes iguales. ¡Es tremendo! ¡No sé qué hacer!  

   Daniel tomó asiento junto a su amigo y por unos segundos no dijo absolutamente nada.

   Suspiró. Como si no fuera ya bastante complicado todo, ahora pasaba esto. ¿Qué iban a hacer? Si William había despertado como omega por culpa de Zully entonces por mas animadversión que le tuviera, su cuerpo iba a responder ante él, quisiera o no. ¿Qué iba a pasar entonces con Fabián? De hecho, ¿permitirían los padres de Fabián que ese noviazgo continuase? La respuesta obvia era que no. Si las reglas de esa gente acerca de la pureza de sangre eran tan estrictas como sabía que eran, entonces lo más lógico sería que ese noviazgo se rompiera.

   Bueno… eso no era tan malo del todo. William no amaba a Fabián de esa forma; nunca lo había hecho. Fabián era un gran chico pero William sólo lo veía como un amigo muy especial. Con Zully por el contrario saltaron chispas desde el inicio. Y si, habían sido chispas de odio, pero como reza el dicho... “del odio al amor… ”.

   —Zully, dime la verdad. ¿Te gusta William?

   Zully jadeó profundo y de nuevo volvió a bajar su mirada hacia el piso. No sabía qué responder. Ni él mismo sabían bien qué estaba sintiendo. Todo era muy confuso.

   —Lo detesto. Me cae muy mal —resumió, soltando todo el aire de sus pulmones—. Pero mi cuerpo lo adora. El solo olerlo hace que me sienta en una nube. Sueño con él, vivo con su imagen en mi mente. No tengo paz. ¡Es horrible!

   —Pues yo creo que te has enamorado, amigo —sonrió Daniel, comprendiendo por fin la situación—. Escucha… el año pasado me enamoré de un omega. También creí que sus feromonas eran las que hacían el trabajo y que se me pasaría cuando me alejara. No fue así. Incluso meses después de dejar de verlo, su sonrisa, su mirada; todo seguía en mi mente. Era como si lo tuviera frente a mí de nuevo.

   —¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó Zully, enarcando una ceja.

   —Tiene todo que ver —contestó Daniel—. Si las feromonas fuesen lo único que te gustara de él, entonces el efecto desaparecería con solo alejarte. En ese caso, no tendrías que tenerle en mente todo el tiempo; no estarías con ese sobresalto constante y con tu instinto Alpha todo el tiempo a flor de piel.

   Zully negó con la cabeza. Aquello no sanaba bien para él.

   —Creo que no entendiste la parte donde te dije que lo detesto.

   —Para nada —volvió a sonreír Daniel—. Eso fue lo que mejor entendí. Creo que William te gustó desde el primer día, cuando viste detrás de su fachada; cuando pudiste ver sus miedos e inseguridades y te sentiste feliz de saber que lo habías visto como nunca nadie más lo había hecho. La atracción química ayudó mucho, sin duda. Pero eso no fue todo. Acéptalo.

   Escondiendo de nuevo la mirada, Zully asintió. Daniel era tan bueno leyendo la situación que dolía. Se sentía tan patético, tan descubierto. Daniel tenía más experiencia que él siendo un Alpha a pesar de ser de la misma edad y eso lo hizo sentirse de nuevo inferior. Un chiste.

   —William nunca me va a ver como un Alpha —susurró con tristeza, empezando a llorar otra vez. Daniel le colocó una mano en el hombro y lo apretó con dulzura. Necesitaba ayudar a Zully a empezar a comprender que para que los demás lo aceptaran, primero debía aceptarse él mismo, conciliarse con su naturaleza y dejarse llevar.

   —Creo que lo primero será ayudar a William a aceptarse como omega, ¿no te parece? —comentó bajito, sacando un pañuelo de su bolsillo—. Eres un chico increíble y creo que William va caer rendido a tus pies.

   —¿Por qué dices eso? —preguntó Zully confundido.

   Daniel se puso de pie y se paró en todo el umbral de la puerta; luego se giró de nuevo hacia Zully y dijo:

   —Porque eres la única persona que ha logrado sacar a William de su zona de confort. Tiraste todas sus defensas y, ahora por último, le revelaste su verdadera naturaleza. Cuando usaste tu voz Alpha contra él, William debió entender que algo estaba mal y muy posiblemente todo ese golpe de hormonas puso en ebullición a su omega dormido. Y espera —anotó al ver la cara de pánico de Zully—. No lo digo para que te pongas así, pero una cosa sí tengo clara. A partir de hoy se va a desatar un infierno en la vida de William. Sus padres son gente rara y enferma de poder. Realmente no sé qué va a pasar con William de ahora en adelante, pero temo que todo será un desastre.

   —¿Tú crees que el compromiso de William con Fabián se romperá? —preguntó Zully, poniéndose de pie. Daniel asintió despacio.

   —Es obvio que esta situación cambia todo. William no ama a Fabián; por lo menos no de esa forma. Sin embargo, Fabián ama muchísimo a William. No será fácil para ninguno de los dos.

   —¿Crees que William sea removido de la escuela? —inquirió Zully, apesadumbrado. Daniel se encogió de hombros.

   —Espero que no, pero la verdad es que no lo sé—respondió con tono de tristeza—. William es muy respetuoso con sus padres y no lo veo revelándose contra ellos. Incluso cabe la posibilidad que se devuelvan a Inglaterra por un tiempo o quizás para siempre.

    Aquella información cayó como un balde de agua fría para Zully. ¿Inglaterra? ¿De veras podía irse tan lejos? Daniel asintió, como leyendo sus pensamientos y lo tomó de los hombros, confortándole. Zully le sonrió, tranquilizándolo y luego se dio media vuelta para alejarse de allí. Antes de irse, sin embargo, dijo fuerte y claro:

   —No se lo llevarán. No lo alejarán de mí. No me importa si su familia pertenece a lo que sea que pertenezcan o si son unos maquiavélicos bastardos. ¡No alejarán a William de mí! ¡William es mi omega y no voy a dejar que se lo lleven! ¡No voy a dejar que lo aparten de mí!

   Viendo a Zully alejarse, Daniel sonrió. Quizás en ese momento el muchacho no lo sabía, pero fue justo en aquel momento en que su Alpha despertó por completo. Iba a ser un camino lleno de piedras, trampas y obstáculos; iba a ser un reto peligroso pero no lo iba a hacer a un lado. Por fin se había aceptado como Alpha y había aceptado a William como omega. Ahora quedaba la contraparte: William aceptándose también.

   Bien… eso podría ser algo más difícil.

 

***

 

      La mansión de los Presley era un verdadero hervidero de conflictos. Emilia lo sabía, los demás sirvientes lo sabían. Hasta las niñas, obligadas a tomar un paseo repentino junto a la niñera, lo sabían. Algo definitivo había sucedido aquel día y por la expresión de sus señores al llegar a casa junto a William, no era nada bueno.

   William llegó dormido y fueron sus propios padres quienes lo sacaron del auto y lo acostaron en su cama. Tenían prohibido molestarlo o acercarse a él. Nadie a acepción de los señores de la casa podía entrar a ese cuarto aquel día. Si William despertaba, lo que dudaban ya que le habían colocado un sedante muy fuerte, entonces debían avisarles y nada más. Esas eran las órdenes y estaban claras.

   Tan claras como la evidente discusión que la pareja sostenía a gritos en su despacho.

   —Están hablando en inglés —anotó Tomás, el cocinero, lavando unos cuchillos—. Cuando discuten en ese idioma ya sabemos que es grave.

   Emilia asintió. Como betas que eran, ni ellos ni nadie más del servicio pudo oler las feromonas de William. Todos creían que el muchacho había vuelto a enfermar y qué por eso lo habían traído en ese estado y que también por eso sus patrones lucían tan alterados. Nadie se imaginó ni por un momento que William había entrado en celo y que su celo había sido de omega. La repentina realidad que atravesaba la familia sólo era conocida de momento por los señores de la casa. ¿Por cuánto tiempo? Imposible decirlo. De momento, sólo podían encerrar a William y tratar de pensar en una solución para todo aquel desastre.

   —Estoy muy preocupada por Will —suspiró el ama de llaves, escuchando un nuevo grito en el despacho. Tomás suspiró y siguió lavando sus cuchillos.

   Esos ricachones y sus conflictos. Pues bien, por más inglés que hablaran para esconder sus problemas, esta vez parecía que eso no iba a ser suficiente. Algo muy grave tenía que estar sucediendo porque por primera vez se escuchó un cristal roto.

 

   Continuara…

  


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