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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola estoy de regreso con un nuevo capítulo, que espero les guste mucho. Pasaran algunas cositas interesantes. Disfruten con la lectura.

 

Muchísimas gracias por los comentarios nuevamente de teddysama, POTRA y una nueva lectora se sumó más a esta historia, YASGY…gracias. Sus comentarios son un aliciente para seguir ofreciéndoles esta historia de amor.  

“CAPITULO TRES”

 

 

 

Ian se acababa de ir del despacho de Jack cuando llamó Brenda. Esta no solo no le dijo a su jefe lo que él quería oír, que volvería enseguida, sino que le comunicó que ella y su amor habían ganado un montón de dinero en el casino y que pensaban prolongar sus vacaciones. Le disgustaba mucho dejarlo en la estacada, pero pensaba tomarse todos los días de vacaciones de los que no había disfrutado para ser una empleada modelo. Volvería al cabo de un mes.

 

Jake se quedó atónito. El amor había aniquilado las células cerebrales de su ayudante. ¡Un  mes! ¿Qué iba a ser de él? Solo había una salida. Descolgó el teléfono y llamó a Silvia O´Neill.

 

--Jake, ya sé qué me llamas- dijo Silvia al saber quién la llamaba- Quieres decirme lo satisfecho que estás con Ian.

 

Jake reprimió una carcajada.

 

--No precisamente.

 

--No me dirás que tienes alguna queja…

 

--Nos estamos adaptando. Te llamo porque quiero que sepas que lo necesitaré durante cuatro semanas. Espero que sea posible.

 

--Voy a ver…- hubo una pausa- Sí, creo que puedo organizarlo, podrás seguir con Ian hasta mediados del mes próximo.

 

--¿No tiene otros compromisos?

 

--Ian siempre los tiene, pero no hay nadie que pueda serte tan útil como él.

 

--Me alegro mucho.

 

Desde luego no era exactamente lo que pensaba. Se miró la camisa, que seguía mojada. No podía negar que había mejorado mucho desde que era becario. Lo había impresionado con sus conocimientos del mundo financiero, ¿pero podría dejar el despacho en sus manos durante un mes?

 

La semana siguiente tenía que ir a Chicago para el seminario sobre impuestos y se suponía que Brenda lo iba a acompañar. Siempre lo acompañaba a las conferencias, era su mano derecha. Sin embargo, en vez de la infalible Brenda iría el imprevisible Ian. ¿Qué sorpresa lo esperaría esta vez?

 

--No te preocupes, Jake. Puedes contar con Ian hasta el quince del mes que viene- Silvia le dijo adiós y colgó.

 

Seguía dándole vueltas a la situación cuando volvió su asistente temporal.

 

--Ya estoy aquí- dijo Ian asomando su rubia cabeza.

 

--Estupendo, quería hablar contigo. Tienes buen aspecto.

 

Ian tenía las mejillas sonrosadas y el pelo algo más despeinado que cuando se había ido. Ese detalle volvió a despertar la curiosidad de Jake por saber cómo sería su cabellera dorada sin la coleta que llevaba siempre.

 

--He estado en el parque. Hace un día precioso, aunque sopla un poco el viento. Lo típico de marzo. ¿Seguimos con el proyecto Henderson?

 

--Enseguida. Siéntate. Quiero hablar contigo.

 

Ian se sentó, con rapidez.

 

--¿De qué se trata?

 

--Te ofrezco que sigas temporalmente otras cuatro semanas más.

 

Ian lo miró absolutamente sorprendido.

 

--No sé qué contestar, ¿me lo tomo como un halago o es que estás completamente desesperado?

 

--Un poco de todo. Brenda prolonga las vacaciones, lo cual significa que necesito a alguien hasta mediados del mes que vienes.

 

Ian lo miró con recelo.

 

--¿Y crees que a mí me interesa quedarme?

 

Si quería juagar al gato y al ratón, Ian también podía hacerlo.

 

--Implica una paga suplementaria.

 

Jake se recostó en la butaca.

 

--Antes de responderte, tendré que comentarlo con Silvia.

 

Jake hizo un gesto de suficiencia.

 

--No hace falta, ya lo he hecho yo y está de acuerdo con la oferta.

 

--En ese caso, me quedaré- dijo Ian arqueando las cejas.

 

--Muy bien, todos de acuerdo. Ven, siéntate a este lado de la mesa. Si vas a trabajar aquí durante el mes que viene, tendrás que saber cómo se accede a ciertos archivos- dijo Jake mientras movía el ratón del computador.

 

--Brenda dejó instrucciones y ya conozco su computadora, aunque tengo algunas dudas.

 

De forma que ya sabía cómo acceder a los archivos, eso sí que era un cambio con respecto a cinco años atrás.

 

--Hay otra cosa que debes saber- dijo Jake mientras Ian ponía su silla junto a la de él- El miércoles me voy a Chicago. Brenda debía venir conmigo, así que espero que ocupes su lugar.

 

--Un viaje en el día, supongo…

 

--No, un viaje de un par de días- la cara de Ian dejó muy claro que no era lo que quería oír- ¿Te supone un problema?- preguntó, suponiendo que se preocupaba por la niña de la fotografía, que seguramente era su hija.

 

Ian dudó un segundo y respondió.

 

--No, lo podré arreglar.

 

--Perfecto- Jake empezó a explicarle cómo acceder a los archivos que necesitaba para hacer su trabajo sin dejar de percibir claramente la proximidad de su asistente. Durante todo el día había apreciado su colonia. No era fuerte y descarado, como el que usaban algunos amigos suyos. Podría decir, que era hasta más discreto que el suyo propio. Era sutil y lo distraía de lo que estaba haciendo. Cuando Ian se acercaba a él, tenía que recordar que estaba intentando enseñarle el funcionamiento del ordenador. No tenía sentido considerarlo como a uno más de los hombres con los que solía salir, pero por mucho que lo intentara seguía preguntándose cómo sería Ian MacLean en realidad. ¿Había alguna persona en su vida? ¿Sería gay o bisexual? Tal parece que ninguno de los dos casos puesto que tenía una hija, ¿pero seguía al lado de la madre?, y si no fuese así, ¿desearía experimentar con una persona de su mismo sexo?

 

--Preparado- dijo Ian.

 

Interrumpiendo sus conjeturas. Jake centró su atención en la computadora, dispuesto a considerarlo simplemente como a un suplente que se marcharía al cabo de un tiempo. Fue inútil. En cuanto se rozaron los brazos de ambos, él quiso prolongar el contacto. Además, tampoco podía olvidarse de su brillante y sedosa cabellera rubia. Mientras duró la lección sobre los programas informáticos, no dejó de darle vueltas a una cosa: ¿se soltaría el cabello al final del día?

 

 

****

 

 

--Menos mal que es viernes- dijo Ian tumbado en el sofá de su apartamento.

 

--¿Cuántas horas has trabajado esta semana?- preguntó Emma sentándose a su lado.

 

--Demasiadas. Lo agradeceré con el sueldo, pero estoy agotado. Mañana no pienso hacer nada.

 

Emma gruñó.

 

--Entonces, ¿no quieres ira al Museo de la Infancia con Samanta y conmigo? Ya que se encuentra mejor, quería hacer algo especial.

 

--Sería divertido, ¿pero tenemos dinero en el fondo?

 

--Tengo pases, no nos costará nada.

 

--¿De dónde los has sacado?

 

--Me los ha dado Richard.

 

--¿Richard Carlton?

 

--Sí, trabaja allí.

 

--Y te ha dado entradas gratis. ¿Cuántas veces han quedado para tomar café? Venga, cuéntamelo todo.

 

Emma sonrió tímidamente.

 

--Ya te conté cómo nos encontramos en la cafetería. Pues una cosa llevó a la otra y…bueno…pues…

 

--Salen juntos.

 

Emma sonrió y asintió con la cabeza.

 

--Pensaba contártelo, pero ya sabes la mala suerte que tengo con los chicos y quería estar segura de que le gustaba antes de hablar de ello.

 

--Si te da entradas para el museo, quiere decir que le gustas.

 

--Sí- los ojos de Emma brillaban al pensarlo- ¿Vendrás mañana? Richard estará trabajando.

 

--De acuerdo. Es de mi edad, ¿verdad?

 

--Un año más. Tiene veinticinco años. Cuando dejó la Marina vivió en California una temporada antes de venir aquí.

 

--¿Está soltero?

 

Emma sonrió.

 

--Y sin compromiso. Además, ya le he hablado sobre Samanta.

 

Ian sabía que, desde el nacimiento de Samanta, a Emma le había costado salir con chicos. En seguida se había dado cuenta de que a la mayoría de los muchachos de su edad les costaba asimilar una familia.

 

--Es encantador, Ian. Y se porta muy bien con Samanta.

 

Emma siguió exaltando las virtudes de Richard mientras Ian la miraba, feliz de ver cómo se iluminaba la cara de su hermana al hablar.

 

--Parece que Cupido ha dado en la diana- dijo Ian con una tierna sonrisa.

 

Emma no lo negó.

 

--Es tan fácil hablar con él…Cuando estoy a su lado me siento especial.

 

--Eres especial.

 

--También soy una madre soltera que vive al día y tiene unos créditos para estudiar que tardará años en pagar.

 

--Ya hemos pasado lo peor. El futuro es prometedor.

 

--Espero que tengas razón. No he tenido mucha suerte con los hombres. Ya lo sabes.

 

--Y tú sabes lo que decía mamá: hay que besar muchas ranas hasta que encuentres a tu príncipe azul. Todo tiene su momento, Emma. Si quieres, mañana iré contigo, ¿de acuerdo?

 

--Lo pasaremos muy bien, ya lo verás.

 

De hecho lo pasaron muy bien en el museo. Ian disfrutó viendo a Samanta hacer experimentos pensados para niños. Se subió en un tren y se metió en el interior de un reloj gigante. Se reía y satisfacía su curiosidad infantil.

 

Richard Carlton era exactamente como lo había descrito Emma. No tenía nada que ver con el adolescente que Ian recordaba. Cuando pudo tomarse un rato libre, los invitó a un helado en un centro comercial situado enfrente del museo. Para Ian era evidente que Richard estaba tan encantado con su hermana. Además de ser guapo, trataba a Emma con un respeto que nadie había tenido en relaciones anteriores y también sabía tratar a Samanta. Transmitía una sinceridad que tranquilizó mucho a Ian.

 

Este aprovecho un momento en el que Emma se llevó a Samanta al cuarto de baño para hablar con Richard. Se rieron comentando anécdotas de cuando eran vecinos.

 

--Sabes, Ian, sentí mucho lo de tu madre. Si hubiese estado, habría ido al funeral. Era una de las personas más amables del vecindario- dijo Richard con una sinceridad que conmovió al pelirubio.

 

Cinco años después, la muerte de su madre seguía haciendo que se le formara un nudo en la garganta.

 

--Gracias, Richard- dijo Ian intentando disimular la emoción.

 

Richard lo tomó de la mano. 

 

--Todavía te duele, ¿verdad?

 

Ian asintió con la cabeza.

 

--Su muerte fue muy dolorosa para los dos, sobre todo para Emma, que sólo tenía dieciséis años.

 

--Me ha contado que dedicaste tu vida a cuidar de ella.

 

--Es lo que habría hecho cualquier hermano. La protejo mucho.

 

--¿Es una advertencia?

 

Esta vez fue Ian quien tomó la mano de Richard. 

 

--Me alegro mucho de que salgas con mi hermana…porque estás saliendo con ella, ¿verdad?

 

Richard sonrió de oreja a oreja.

 

--Espero que sí, sinceramente.

 

Ian no pudo evitar cierta melancolía al ver cómo se iluminaban los ojos de Richard cuando llegó Emma unos segundos después. Hacía mucho tiempo que ningún hombre lo miraba así. Él también quería encontrar a su alma gemela. Aunque no era muy probable que apareciera si se pasaba el día en la oficina. Sobre todo en una sociedad de inversiones.

 

Empezó a pensar en Jake Campbell. Sabía que no estaba casado, aunque a lo mejor tenía alguna relación amorosa. Pero a él no le importaba, no le gustaba. Era un hombre frío y distante. Cuando se enamorase sería de alguien muy distinto. Cuando dejase de trabajar para Jake, se olvidaría de él para siempre.

 

 

****

 

 

A Jake le espantaba ir de compras. Prefería que le sacaran una muela antes de meterse a dar vueltas por un centro comercial un sábado por la tarde. Sin embargo, eso era lo que estaba haciendo en ese preciso instante. Todo porque su hermana se había empeñado en que tenían que elegir el regalo adecuado para el aniversario de bodas de sus padres. Después de pasar una hora luchando contra la muchedumbre, estaba de un humor de perros y decidió esperar afuera a su hermana mientras envolvían el reloj y lo pagaba. En ese momento vio a Ian MacLean. No estaba solo, había un hombre sentado frente a él. Lo molestó ver a su recatado empleado temporal sentado en una heladería con un tipo musculoso. Además, llevaba el cabello suelto, un cabello precioso que caía como una cascada sobre sus hombros. Era increíble lo que podía hacer un peinado, estaba maravilloso y sexy.

 

Con ropa informal parecía más joven que con el traje de chaqueta que llevaba a la oficina. Estaba disfrutando, sonreía a un muchacho castaño que estaba sentado a su mesa. Jake hizo una mueca al ver que Ian ponía su mano sobre la mano del desconocido. No entendía por qué iba a importarle, pero le importaba. Se apartó para no seguir viendo la escena. Seguramente, había sido una suerte ver a Ian con su pareja. Después de todo, las conjeturas que tuvo desde un principio no estaban del todo erradas. Ian bateaba para los dos bandos como lo hacía exactamente él. Y no le importaba si tenía una hija pequeña para entablar una relación con otro hombre. Se había preguntado varias veces por su vida sentimental y eso no era una buena idea. Se marchó y se prometió que, a partir de ese momento, lo trataría como a su ayudante, aunque tuviese un cabello que podía volver loco a cualquier persona.

 

 

****

 

 

El lunes Ian llegó a la oficina con media hora de antelación, pero Jake ya estaba en su mesa trabajando.

 

--No pretendo que empieces antes de tiempo todas las mañanas, Ian.

 

--No me importa. Hay mucho trabajo pendiente.

 

--En efecto, así es. Ven cuando estés preparado.

 

Pensó tomarse unos minutos para recuperar la respiración. Hasta el momento, todos los días habían sido como pasar un examen constante, que siempre había superado, pero que era agotador. Se preguntaba si ese día sería distinto.

 

--¿Por dónde empezamos?- preguntó Ian al entrar en el despacho.

 

--Tenemos que repasar mis apuntes sobre el seminario de impuestos. Hay que imprimir algunos textos y comprobar si están todas las diapositivas. También me gustaría que confirmes todo lo relativo al viaje a Chicago.

 

--Naturalmente, pero sobre el viaje- empezó a decir Ian.

 

Lo había meditado y había llegado a la conclusión de que no podía ir a ese viaje. Tenía muchos motivos: el principal era Samanta. Emma le había confiado ciertas responsabilidades. Además, no tenía ropa apropiada para un viaje así. La que tenía era perfecta para trabajar en una oficina, pero según los restaurantes que aparecían en el programa de Jake, necesitaría algo más elegante. Sin embargo, el motivo principal era el propio Jake. Era un jefe muy exigente, los días en la oficina era agotadores. No quería ni imaginarse lo que podrían ser dos días sin parar, de una reunión a otra.

 

También estaba el aspecto personal. Era un hombre atractivo, demasiado atractivo. Una sonrisa hacía que se olvidara de la furia y el recelo que sentía hacia él. Podía manejar su encanto a su gusto y lo último que Ian quería era enamorarse de su jefe. No había duda, viajar con Jake Campbell era una idea muy mala.

 

--¿Qué pasa con el viaje?- preguntó Jake con los ojos entrecerrados.

 

--No voy a poder ir a Chicago- Ian tuvo que reunir mucho valor para no dejarse intimidar.

 

--Ian, cuando aceptase el empleo, sabías que serías un ayudante administrativo. Lo que quiere decir que tienes que ayudar y administrar. ¿Tengo que recordarte que me dijiste que irías a la conferencia?

 

--Lo sé, pero no va a ser posible.

 

--¿Por qué?, ¿tienes algún problema con el cuidado de tu hija?

 

--No exactamente, pero Samanta ha tenido una infección en el oído y no querría dejar a mi hermana sola en esa situación.

 

--Muy bien, contrataré a una enfermera para que se quede con ella.

 

Ian lo miró con incredulidad.

 

--¿Harías eso?

 

--Desde luego, ese seminario es muy importante para mí. Necesito un ayudante. Cuando estemos allí lo comprenderás. Pero si no puedes, dímelo y haré que alguien te sustituya.

 

Le estaba planteando un ultimátum. Ian sabía que no podía permitirse perder un empleo tan buen pagado. Además, tenía razón, ese era su trabajo. Tendría que aguantarse. Mantener la frente alta y fingir que era un jefe temporal como cualquier otro. Ya había trabajado con muchos hombres atractivos sin perder las riendas.

 

--De acuerdo, iré- dijo con tranquilidad.

 

--Perfecto, no hay nada más que discutir- replicó Jake con un tono muy profesional.

 

Ian pensó que tenía que aprender a separar la vida sentimental de la profesional. No tenía por qué estar agobiado. Entonces, ¿por qué cada vez que pensaba en Chicago tenía la sensación de estar subiendo al punto más alto de una montaña rusa para caer después al vació?

 

 

****

 

 

--Ya me ocupo yo- Jake se hizo cargo de la maleta y la introdujo en el compartimiento superior del avión.

 

--Gracias- Ian intentó apartarse para ni siquiera rozar el abrigo de Jake, pero no lo consiguió y se estremeció de pies a cabeza.

 

Jake le ofreció el asiento de ventanilla, pero lo rechazó. No estaba dispuesto a quedarse atrapado sin poder salir de otra forma que no fuese pasando por encima de su jefe Cerró los ojos y fingió estar dormido, pero en cuanto despegaron Jake lo tocó en el brazo. Ian pestañeó.

 

--Perdona que te moleste, pero me gustaría que hojeases estos apuntes para que imprimas los cambios en cuanto lleguemos al hotel.

 

El hotel. Para Ian era sinónimo de calabozo o cámara de torturas. Sin embargo, no tenía ningún motivo de preocupación. Había visto las reservas: eran dos habitaciones separadas, una para cada uno.

 

Pero la infalible Brenda debía de estar pensando en su boda cuando hizo los preparativos o el sistema de reservas del hotel había fallado. El caso era que no había habitación reservada para Ian, solo había una suite para Jake. Este no parecía nervioso por el error. Cuando quedó claro que no había más habitaciones disponibles, Jake le dijo al recepcionista que Ian ocuparía la otra habitación de su suite. Sin molestarse en consultarlo con él, registró a los dos y se fue hacia el ascensor.

 

--¿No deberías haberme preguntado si me importaba compartir habitación contigo?

 

--Tiene dos habitaciones y dos cuartos de baño, apenas compartiremos algo- su tono enfureció a Ian.

 

--Pero…- intentaba encontrar la forma de plantear el asunto, pero el otro se adelantó.

 

--No hay nada inadecuado, Ian. He estado en este hotel antes y, cuando veas el tamaño de la habitación, comprenderás que no hay por qué preocuparse. En la conferencia nadie va a pensar que eres algo más que mi ayudante, por obvias razones claro está, los dos somos hombres- aquellas palabras no sirvieron para tranquilizar a Ian. Le parecía ilícito, lo cual era ridículo, puesto que los dos eran hombres….con la excepción, claro, de que su jefe era hetero y él gay. Además, en ningún momento Jake lo había tratado como a otra cosa que no fuese su ayudante- Tranquilízate, el botones va a pensar que tienes miedo de mí- dijo él cuando se abrieron las puertas del ascensor.

 

Ian se quedó boquiabierto cuando se abrieron las puertas de la suite. Nunca había pasado la noche en un sitio tan lujoso. Las alfombras eran mullidas, las paredes estaban enteladas con damasco verde y había flores por todas partes.

 

--¿Me permiten enseñarles la suite?- dijo el joven botones- Esta es la habitación principal- abrió la puerta y apareció una habitación cubierta de caoba con una cama gigantesca en medio- que tiene su propio cuarto de baño- siguieron al joven hasta la siguiente habitación- Y esta es la segunda habitación- era toda blanca, las telas, los muebles…hasta las rosas- También tiene su propio cuarto de baño. Hay un baño al otro lado del salón, junto al bar- explicó todos los servicios que ofrecía el hotel y se despidió- Si hay algo más que pueda hacer por ustedes…

 

Ian estaba desconcertado en una habitación que debía de costar por noche lo que su apartamento al mes. Jake no parecía estar muy impresionado, se limitó a sacar las cosas de su cartera y a dejarlas sobre la mesa de trabajo. Miró a Ian, que lo observaba con la boca abierta.

 

--Puedes encender la computadora y comprobar que el fax funciona. Te agradeceré que no me pases llamadas. No quiero que me interrumpan si no es por una emergencia.

 

No había nada como el trabajo para que Ian se olvidar del entorno. Después de unas horas, esa maravillosa habitación le parecía poco más que una prisión de lujo.

 

De repente, Jake se levantó,

 

--Por el momento hemos terminado. Confirma las citas para esta noche y puedes hacer lo que quieras. Nos veremos aquí a las seis y media.

 

Antes de que Ian pudiese contestar, Jake había desaparecido dentro de la habitación principal. Ian hizo las llamadas, pidió una limusina, ordenó las mesas y echó una ojeada a su alrededor. Estaba agotado y se fue a su cuarto. Era más grande que la mayoría de los apartamentos en los que había vivido. Jamás había dormido en una cama de ese tamaño.

 

“Así que esto es lo que compra el dinero”, pensó mientras su cabeza se hundía en la almohada. Cerró los ojos con la intención de descansar un instante. Cuando volvió a abrirlos se dio cuenta de que había pasado una hora. No importaba, tenía tiempo de sobra para darse un baño y arreglarse para la cena. Se desnudó y se cubrió con un esponjoso albornoz blanco, tomó su neceser y entró en el cuarto de baño. Lo sorprendió ver la luz encendida. Enseguida comprendió el motivo: dentro de la bañera había un hombre cubierto de espuma.

 

La pequeña maldición que dio apenas expresó el horror que sintió al ver a su jefe levantarse desnudo y empapado. Cerró los ojos, dejó caer el neceser e intentó llegar hasta la puerta. Fue inútil. Ian se tropezó con algo de porcelana y sintió un profundo dolor en la pierna. Dejó escapar otra maldición.

 

--¿Qué haces?- una voz apremiante lo estremeció hasta la médula.

 

--Lo siento…lo siento muchísimo- Ian agitaba las manos intentando mantener el equilibrio y encontrar la salida.

 

--Por el amor de Dios, abra los ojos señor MacLean o se romperá un hueso.

 

--No puedo, está…

 

--¡Me he tapado!- rugió él- ¿No le han enseñado a llamar a las puertas?

 

Ian abrió los ojos y comprobó que había metido una toalla en la bañera.

 

--Ya me marcho- se agachó para recoger el neceser. Al hacerlo se dio cuenta de que el albornoz se había abierto lo suficiente como para revelar una generosa porción de su cuerpo. Se sintió humillado y abochornado. Se ató el cinturón y salió.

 

Cuando llegó a su habitación se tumbó en la cama con la almohada sobre la cara. ¿Cómo había podido hacer algo tan estúpido?, ¿por qué Jake no había dicho nada hasta que él estaba completamente dentro del cuarto de baño?, ¿esos músculos eran así por naturaleza o los trabajaba..?

 

Solo podía hacer una cosa: lavar su vergüenza debajo de la ducha. Y esa vez no se equivocaría de puerta.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Y que tal? Les gustó? Espero que sí.

 

Muchas confusiones tanto por parte de Jake como de Ian, ¿no? ¿Será que conseguirán esclarecerlas con el tiempo? Pero lo que no pueden negar los dos, es que se sienten atraídos mutuamente el uno del otro. Ahora con el viaje a Chicago que pasará con nuestros protagonistas, eso descúbranlo en el siguiente episodio. He decidido actualizar los días miércoles, ya que tengo avanzado los capítulos hasta el seis. Así que ya saben cuando pueden leer la historia sin tener que esperar mucho. Gracias por leer la historia y espero que más lectores se sumen a comentar. ^_^


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