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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del capitulo:

Hola queridas lectoras, y como se los prometí, les traigo una nueva actualización en miércoles. Espero les guste el capítulo. Al fin nuestros protagonistas tendrán un momento de tranquilidad para conocerse de a poco. Disfruten con la lectura.

 

Gracias por los comentarios que me hicieron llegar ^_^

“CAPITULO CUATRO”

 

 

  

Ian evitó mirar a su jefe mientras iban en la limusina hacia el restaurante. Cada vez que lo veía recordaba su figura dentro de la bañera y sentía un calor especial en el cuerpo. Deseaba con toda el alma repetir ese momento en el que se había equivocado de puerta.

 

Por un lado, agradecía que Jake no hubiese mencionado el incidente, pero no sabía si él mismo debía decir algo para quitarle importancia. Aunque tampoco tuvo muchas ocasiones: Jake hizo tantas llamadas desde su teléfono móvil como las que hacía desde la oficina, parecía que nunca dejaba de trabajar.

 

Ian tenía mucha experiencia en lo relativo a preparar viajes, pero como era un trabajador temporal, nunca había tenido que acompañar a su jefe en un viaje. Sentía un nudo en el estómago de pensar en la noche que le esperaba.

 

Se sintió más cómodo cuando comprobó que no iba mucha gente a la cena, aunque sí la suficiente como para poder sentarse en el extremos de la mesa opuesto a Jake y no participar de su conversación. Sin embargo, sí pudo darse cuenta de que Jake Campbell, como anfitrión, era muy distinto a Jake Campbell como jefe. Era brillante cuando se trataba de dar cifras y encantador e irresistible cuando se trataba de vender la empresa.

 

A los postres, Ian comprendió que la cena había sido un éxito. Una vez que se hubo ido el último de los invitados, Jake le señaló el camino de la limusina.

 

--Has estado muy bien Ian- su voz brotaba de la oscuridad en el interior del coche- Esta noche has sido el ayudante por excelencia.

 

--Te agradezco el cumplido- dijo Ian un poco incómodo. Estaba acostumbrado a sus críticas, pero no a sus halagos.

 

--Tanto las mujeres como los hombres de la mesa han podido comprobar el diamante que tengo a mi lado. Los has impresionado; en más de un sentido.

 

--Me he limitado a hacer mi trabajo- dijo Ian intentando no parecer alterado por sus palabras. Pero lo estaba. Una sensación extraña se apoderó de él al comprobar que Jake lo estaba analizando con una intensidad embriagadora.

 

--Estás muy atractivo con ese traje.

 

Una sensación extraña quemo por dentro a Ian. No sabía si lo miraba como otro hombre más por lo que había ocurrido esa tarde. Al fin y al cabo, había podido ver más de lo que un empleado suele ver de su jefe. Intentó que la conversación se alejara de lo personal.

 

--Es la primera vez que vengo a Chicago.

 

--Si no tuviésemos una agenda tan apretada, me encantaría enseñarte la ciudad.

 

Ian lo miró.

 

--No te preocupes, he venido a trabajar, no hacer turismo.

 

--Claro, se trata de un viaje de trabajo- dijo Jake con frialdad.

 

No volvieron a hablar hasta que llegaron al hotel. Al cruzar el vestíbulo, Jake le preguntó si quería tomar una copa. Ian apenas bebía alcohol y ya había tomado un vaso de vino en la cena. Declinó la oferta para no volver a hacer una segunda tontería en el mismo día. Jake se limitó a encogerse de hombros.

 

En el ascensor se notaba un ambiente extraño. Ian sabía por qué estaba incómodo. A pesar de las alabanzas por su trabajo, lo que dominaba sus pensamientos era lo ocurrido en el cuarto de baño. Tenía que aclarar la situación. Quizá Jake podía fingir que no había ocurrido nada, pero él no. Una vez en la suite, Ian se dirigió a su jefe.

 

--Jake, me gustaría hablar contigo si no te importa. Sobre lo que pasó esta tarde…

 

--Ian, por mi parte ya forma parte del pasado. Además qué más da, los dos somos hombres después de todo, ¿no es así?- replicó él.

 

--Naturalmente, pero aún así, me gustaría disculparme. Temo que pueda influir en nuestra relación profesional. No sé como pude equivocarme de cuarto de baño- hizo una pausa para digerir la humillación- Lo siento sinceramente. Fue muy violento para ambos.

 

--Yo fui al que pillaron sin ropa. Aunque, a juzgar por la forma en que dabas tumbos, parecía lo contrario. Supongo que habrás visto a algún otro hombre desnudo. De igual manera que viste el cuerpo desnudo de una mujer.

 

--La verdad, aunque no me creas, es que no…bueno, no es de tu incumbencia después de todo- dijo Ian secamente.

 

--Pero tienes una hija.

 

--No tengo ninguna hija.

 

--Samanta…la niña con una infección en el oído…- el pelinegro lo miraba como si fuese el mayor necio del mundo por olvidarse de su propia hija.

 

--Es mi sobrina, no mi hija.

 

Por primera vez desde que trabajaban juntos, parecía completamente desconcertado.

 

--¿Tu sobrina?

 

--Sí.

 

--Entiendo.

 

Ian no estaba muy seguro de que entendiese nada. Estuvo tentado de explicárselo todo, pero se acordó de la recomendación de Silvia. No había que llevar la vida personal al trabajo. Jake era su jefe, no su amigo. Cuanta menos información personal conociera, mejor.

 

En ese momento llamaron a la puerta. Jake fue a abrir. En el pasillo había un empleado con un carrito.

 

--Servicio de habitaciones.

 

--Debe de ser un error. No he pedido nada- le dijo Jake.

 

--Es un obsequio del señor Patterson- era uno de los asistentes a la cena de esa noche- Desea que celebre el éxito de un trabajo bien hecho.

 

Jake se apartó para que pasar el hombre con el carrito. El empleado del hotel sacó una botella de champán y dos copas.

 

--¿Desea que lo sirva?

 

--Sí- respondió Jake y se dirigió a Ian- Podemos tomar una copa, sería una pena desperdiciarlo, ¿no te parece?

 

Ian quería rehusar. Su escasa experiencia con el champán le había demostrado que esas burbujas podían acabar con su sentido común y siempre acababa diciendo algo improcedente. Pero tampoco quería ofenderlo.

 

--Un poco no puede hacerme ningún daño.

 

Lo último que se podía imaginar Jake al salir esa noche era que terminaría sentado en un sofá con su nuevo asistente temporal bebiendo champán.

 

--Por una cena triunfal- dijo el mayor levantando la copa.

 

--Por el éxito- dijo el otro, y se bebió la copa como si fuese agua. Era evidente que no estaba acostumbrado.

 

--¿Qué piensas?

 

--Que está muy bien- dijo Ian con una tímida sonrisa en los labios.

 

--La verdad es que sí, está muy bien- admitió Jake pensando en el hecho de estar tranquilos y sin la presión del trabajo.

 

En ese momento se le encendió una señal de alarma. Todo menos una confianza excesiva con su ayudante. Además, las normas de la empresa prohibían las relaciones sentimentales entre empleados sean estos o no del mismo sexo, y Jake tenía su propio código ético que no le permitía tratar a sus empleados fuera de las horas de trabajo. Sin embargo, disfrutaba con la compañía de Ian y no quería que terminase la noche.

 

--Sabes convencer a la gente, conoces lo mejor de cada uno- dijo Ian mirando las burbujas.

 

--Ten cuidado Ian, eso suena a halago- bromeó Jake.

 

--Lo es. Si tuviese dinero, lo invertiría contigo.

 

Era una pequeña alabanza, pero a Jake le sonó como si hubiese dicho que era el hombre más inteligente del mundo.

 

--Agradezco tu voto de confianza- contestó después, luchando contra la tentación de tocarlo. No era la primera vez que esa noche había deseado tomarlo de la mano, sentir su suavidad, besar esos dedos- Hoy me has sorprendido- sirvió un poco más de champán.

 

--¿Por qué?

 

--Por tu conocimiento del mercado financiero, por ejemplo. A la eficiente Brenda no le gusta nada hablar de inversiones durante la cena. Te manejas muy bien. Cualquiera que no supiese que eres ayudante administrativo pensaría que eras uno de nuestros analistas de mercados.

 

--Siempre me han gustado las finanzas. El trabajo con Silvia me ha proporcionado una experiencia muy valiosa.

 

--Lo cual quiere decir que a veces se aprende más con la práctica que con la teoría. Esta noche parecía que entendías el mercado mejor que muchos licenciados universitarios.

 

--Que no tenga un título no quiere decir que no conozca las tendencias del mercado.

 

--Nadie podría atreverse a llamarte ignorante- dijo Jake con indulgencia.

 

--No lo soy- Ian se llevó la copa a los labios y dio un sorbo- y agradezco tu voto de confianza- lo miró y soltó una risita- Parecemos una sociedad de admiración mutua, ¿verdad?

 

--Un poco. ¿Tienes muchos admiradores?

 

Su vida privada no le importaba, pero Ian había reconocido que la niña no era su hija y sentía cierta curiosidad.

 

--Casi todo el mundo piensa que trabajo bien- contestó Ian pensando que se refería al mundo laboral. Acabó la copa y la dejó sobre la mesa- Creo que debo irme a la cama.

 

--¿No quieres otra copa? El champán pierde el gas una vez abierto y el señor Patterson se ha gastado un dineral.

 

Ian se quedó pensativo.

 

--De acuerdo, tomaré una más, pero solo una. ¿Brenda y tú tomaban champán después del trabajo?- preguntó mientras el pelinegro llenaba las copas. Luego, Jake rio.

 

--Imposible. Brenda es muy metódica. Después de una jornada de trabajo se retira a su habitación y escribe notas aclaratorias para las personas con las que hemos estado, limpia sus zapatos negros y se acuesta.

 

--Entonces, eso es lo que yo debería hacer.

 

--Tú no eres Brenda por obvios motivos, y me extrañaría que tuvieses pantuflas negras.

 

Ian se ruborizó.

 

--No has visto mi armario. Mis amigos siempre dicen que si quisiera poner un negocio, podría poner una tienda de zapatos con los que no uso.

 

--Y si hubiese otra tienda, no creo que le sirvieran a Brenda. Nunca he visto los dedos de sus pies- Jake miró los zapatos de cuero de Ian, que resaltaban, su ya de por sí atractiva apariencia. Volvió a notar una señal de alarma: miraba a ese hombre como a algo distinto de un empleado.

 

Cambió de tema, contó anécdotas de otros viajes e hizo reír a Ian. Cuando por fin él decidió que se iba a la cama, Jake, contra su voluntad, lo ayudó a levantarse. En ese momento se dio cuenta de que la botella estaba vacía. El tambaleo de Ian era un testimonio evidente.

 

--Vaya, vaya. Estas burbujas me han afectado a las piernas- dijo el rubio con una inocencia que a Jake le pareció encantadora. Lo más fácil habría sido olvidarse de que era su empleado y responder al cuerpo esbelto y cálido que se apoyaba contra él- ¿Sabes lo que son unas piernas inestables?

 

--Sí, lo sé. Es hora de irse a la cama- antes de que Ian perdiera el equilibrio Jake lo tomó en brazos y lo llevó a su respectivo cuarto.

 

 

 

****

 

 

“Hora de irse a la cama”, eso era lo único que recordaba cuando, a la mañana siguiente, se despertó asustado y con un terrible dolor de cabeza. Respiró aliviado al comprobar que estaba en su cama, solo. Seguía vestido como la noche anterior. Tenía la cara tirante y seca y su cabello era un revoltijo de hebras rubias que se habían soltado de la coleta que llevaba siempre amarrada. Enseguida comprobó que su aspecto era peor de lo que pensaba. De camino al cuarto de baño, se miró en el espejo de cuerpo entero del armario. Sus ojos parecían los de un muerto viviente. Tenía los pelos de punta y el traje necesitaba una visita urgente a la lavandería. Soltó un gruñido. ¿Cómo podría volver a mirar a Jake a la cara?, ¿qué habría dicho o hecho?, ¿lo habría estropeado todo y lo volvería a despedir? Entró en el cuarto de baño, comprobando primero quién había dentro, y se dio una ducha bien caliente. Cuando se vistió, ya casi se sentía humano.

 

Jake estaba vestido y sentado en la mesa de trabajo tomando un café y un bizcocho.

 

--Buenos días- lo recibió con una sonrisa.

 

A Ian le pareció que lo miraba divertido.

 

--Todo va bien, ¿no?- masculló el menor.

 

--¡Fenomenal!

 

Ian tuvo la sensación de que la cara se le iba a romper en mil pedazos al sonreír y que había alguien en su cabeza empeñado en abrirse paso a martillazos, no tenía ganas de comer nada.

 

--Si quieres huevos con beicon u otra cosa, puedes llamar al servicio de habitaciones. Yo no suelo comer mucho por la mañana- dijo Jake.

 

Ian podía notar que Jack sabía exactamente cómo se sentía y que le parecía muy gracioso.

 

--Sobre la noche pasada…- empezó a decir Ian.

 

--¿Qué…?

 

--No me comporté de una forma muy profesional y me gustaría disculparme- intentó evitar la mirada del otro y concentrarse en el café.

 

--No tienes que disculparte- Ian lo miró a los ojos y comprobó que era sincero- El trabajo terminó en el restaurante; si luego nos quedamos un rato, eso no quiere decir que no seas profesional.

 

“¿Quedamos un rato?”. No podía recordar lo que había dicho ni cómo había llegado a la cama.

 

--Es posible, pero no debería haber tomado tanto champán. Apenas bebo y nunca lo hago cuando trabajo. Bueno, ya no podré decir que no lo hago nunca.

 

Ian esperó algún comentario gracioso, pero Jake no lo hizo.

 

--Entiendo. No habrá más champán.

 

El pelinegro había dicho exactamente lo que el rubio quería oír, pero lo decepcionó. Se lo había pasado muy bien la noche anterior y Jake había estado ingenioso y encantador.

 

Jake miró el reloj.

 

--En cuanto termines, nos tenemos que poner a trabajar. La presentación empieza dentro de dos horas.

 

La noche pasada no había tenido consecuencias. Jake solo pensaba en una cosa: trabajar. Durante las siguientes horas, no volvió a mencionar lo ocurrido e Ian se lo agradeció.

 

Por desgracia la gratitud era una sensación más incómoda que la ira. La ira le permitía mantener la distancia; la gratitud daba pie a otros sentimientos. Era más seguro imaginárselo sin corazón. Ian sabía que tendría que acabar reconociendo que se sentía atraído por su irritante, frustrante y absolutamente maravilloso jefe. Pero no pasaría de ahí, tampoco podía olvidar todo lo que él le había hecho en el pasado. Se debía limitar a terminar el trabajo sin cometer errores, cobrar su sueldo e irse a casa. Demostraría su valía y a lo mejor él se quedaría con sensación de culpa por lo que había hecho en el pasado. Solo quería demostrarle que se había equivocado.

 

Durante el seminario hizo lo posible para ser el ayudante administrativo más eficiente. Nadie, ni siquiera Jake, pudo encontrar el más mínimo fallo en su trabajo. Trabajaron sin parar desde que salieron del hotel hasta que regresaron, bien entrada la noche. Esa vez no hubo propuesta de quedarse un rato. Si bien Ian quería descansar, también lo lamentó.

 

El viaje estaba siendo agotador y, al día siguiente, Jake le concedió una hora libre para que visitara Chicago. Aceptó la oferta y salió de la habitación dispuesto a echar una ojeada a la ciudad. Como solo tenía una hora, iría a comprar algo especial para Samanta. Ya estaba a punto de entrar en la puerta giratoria para salir a la calle cuando notó una mano sobre su hombro. Se volvió y vio a su jefe.

 

--Espera, te acompaño- dijo él.

 

--Pero voy de compras.

 

--Estupendo, yo también.

 

Ian casi soltó un gruñido. Justo cuando podía disfrutar de un rato solo, volvía a aparecer en su vida…pero tampoco podía decirle que no quería su compañía, era su jefe.

 

Jake vio el plano que sujetaba Ian.

 

--No lo necesitarás, yo me encargaré de que no te pierdas.

 

Ian se guardó el plano y siguió a Jake, que se dirigía hacia un taxi.

 

--El conserje me ha dicho que puedo ir andando al centro comercial- dijo Ian.

 

--Claro, pero te quedaría muy poco tiempo para poder comprar- aunque le apetecía dar un paseo, Ian comprendió que tenía razón. Se montó en el taxi- ¿Qué tipo de cosas buscas?

 

--Solo una, un regalo para alguien de cuatro años.

 

--¿Tu sobrina? ¿Juguetes o ropa?

 

--Juguetes, desde luego.

 

Se bajaron del taxi y Jake lo agarró por el codo.

 

--Si seguimos recto, llegaremos a una tienda fantástica para niños.

 

--No quiero distraerte de tus compras. Podemos separarnos y quedar cuando hayamos terminado.

 

--Lo que quieres es privarme de la oportunidad de ser un niño, ¿verdad?

 

Ian notó un brillo de buen humor en los ojos de Jake.

 

--No, lo que pasa es que tú tienes que hacer tus compras y no quiero que te sientas obligado a enseñarme los sitios. Creo que podré apañármelas solo.

 

--Estoy seguro de ello y te agradezco tu interés por mi persona.- a Ian le pareció que había cierto sarcasmo en la respuesta- Pero lo cierto es que yo también tengo que ir a una juguetería.

 

--¿Tienes que comprar un regalo?

 

--Mmm…

 

Habían llegado a la tienda, que en realidad eran dos tiendas con los juguetes más increíbles que había visto Ian en toda su vida. Podía entender que Jake también quisiera ir, era maravillosa para niños y adultos.

 

--¡Dios mío!, no sé por dónde empezar- comentó Ian.

 

Empezaron por una maqueta de trenes. Los ojos de Jake brillaban al ver los trenes cruzar puentes y atravesar túneles. En ese momento parecía un niño pequeño.

 

--Será mejor que sigamos, ¿qué juguetes buscas?

 

--Había pensado en un animal de peluche.

 

Jake lo tomó por los hombros y lo giró. Delante de éste aparecieron miles de criaturas peludas.

 

--Puedes echar un vistazo, yo tengo que ir donde las muñecas.

 

Eso quería decir que iba a comprar un regalo para una niña.

 

--Si quieres te acompaño, a Samanta le encantan las muñecas.

 

Jake lo agarró de la mano como si él fuese un niño. Lo cierto era que se sentía como un niño. La sección de muñecas era tan impresionante como la de peluches.

 

--Pareces impresionado- dijo Jake.

 

--Lo estoy. No me podía imaginar que hubiese tantas muñecas distintas.

 

--Mira tranquilamente. Vuelvo enseguida.

 

Ian perdió la sensación del tiempo mientras daba vueltas mirando muñecas.

 

--Dentro de diez minutos tenemos que volver al hotel- oyó que le decía Jake por encima del hombro.

 

--Veo que has encontrado lo que buscabas- dijo Ian al ver que el otro llevaba un paquete.

 

--Sí, es Vivien Leigh vestida de Scarlett O´Hara. Es para mi abuela, colecciona muñecas de personajes famosos.

 

Ian había visto esa muñeca y le había parecido preciosa, pero muy cara.

 

--¿Es su cumpleaños?

 

--No, no es por nada especial. Últimamente no se sentía muy bien y quiero regalarle algo que la haga sonreír. Ya tiene a Clark Gable vestido de Rhett Butler y he pensado que le gustaría.

 

--Estoy seguro que le gustará.

 

--No sé dónde la va a colocar, tiene todas las estanterías llenas- Jake sonrió- Deberías ver su colección, es increíble.

 

--Me encantaría- dijo Ian, aunque se sintió un poco estúpido. ¿Cuándo iba a ver él la colección de la abuela de Jake?

 

En ese momento, Ian volvió a darse cuenta de lo distinto que era Jake fuera del trabajo. Era paciente y sonreía a menudo. Además, era capaz de comprar una muñeca para que su abuela sonriese un rato. No era un monstruo, era un hombre muy gentil y detallista, y por supuesto muy atractivo.

 

--¿Cuál piensas comprar tú para Samanta?

 

Dudaba entre dos. Eran unos bebés preciosos, pero uno era el doble de caro que el otro. Le gustaba más el Baby Babette con su canastilla rosa, pero se pasaba de presupuesto.

 

--Me llevaré la Melody.

 

Mientras buscaba la billetera, Jake le quitó la muñeca de las manos y la volvió a dejar en su sitio.

 

--Creo que esta otra es mucho mejor- dijo él mientras elegía la Baby Babette- Con tu permiso- agarró la muñeca y su canastilla y se dirigió hacia la caja. Ian salió detrás.

 

--Un momento, ¿qué haces?

 

--Terminar con este asunto.

 

--Pero no me llevo esa muñeca…

 

--Es la que prefieres, ¿no?

 

--Bueno, sí, pero….

 

--Entonces déjame que te la compre.

 

--No puedo.

 

--Sí puedes. Has trabajado mucho durante estos días sin quejarte, apenas has descansado. Considéralo una bonificación por el trabajo bien hecho.

 

Ian quería responder, pero estaba tan abrumado por su generosidad que no podía emitir palabra alguna.

 

--Gracias- consiguió decir al fin.

 

Ian se sentía fatal en el viaje de vuelta al hotel. Él tenía la idea de que Jake solo se preocupaba por los márgenes de beneficios, pero cada día que pasaba comprobaba su lado amable y cada día le gustaba más. Al oírle hablar de su abuela pensó en el resto de su familia.

 

Afortunadamente, al llegar al hotel todo volvió a su cauce. Volvió a ser el adulto rígido y exigente que no tenía nada que ver con el niño de la tienda. Mejor así, no quería pensar en Jake como algo personal. Por el bien de su trabajo y de su propio corazón.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno eso sería todo por hoy. Espero que hayan disfrutado con el capítulo. Cada vez más y más Ian y Jake se van atrayendo mutuamente, y ellos ni enterados que ambos se gustan por igual. Lo bueno fue que al fin se esclareció acerca del parentesco que tienen Ian con su sobrinita Samanta. Quien diría que el insoportable e intratable Jake Campbell fuera todo un caballero con dejes de niño chiquito uyyyyyy *_* Pobre Ian, cayó redondito ante su apuesto jefe, ahora que lo conoció un poco más. 

 

Nos vemos el siguiente miércoles si es que nada se presenta a último momento. Agradecería sus comentarios que les va pareciendo la historia. ^_^

 

 


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