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¡Pobre! por jotaceh

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Día 76: Impactado

No logré reaccionar a tiempo, me quedé congelado frente a Cristián, mientras me miraba buscando alguna respuesta, pero nada, no podía mover ni siquiera los párpados. Estaba muerto, había fallecido porque mi mejor amigo de la infancia me había besado.

Por mi mente transitaron los recuerdos de nosotros dos jugando en el patio del jardín de niños, como me lanzaba la pelota para que la metiera en el arco, las veces que me prestaba sus juguetes de héroes de acción o cuando su mamá me invitaba a su casa a tomar leche con chocolate. Dios, si esa mujer supiera todo lo que ha hecho su hijo con esta familia, si tan solo le falta agarrar a mi abuela.

Cuando volví a la realidad, él ya se había ido, supongo que estaba un tanto avergonzado por lo que había hecho, aunque de todos modos nos veríamos al otro día en clases.         

-Por favor, dime que es mentira –fue lo primero que dijo Julieta cuando regresé al cuarto.

-¿Qué cosa? –

-Ay, por favor Pablo, que te acabo de ver besándote con Cristián. ¿Tú no se supone que estabas saliendo con Roberto? –

-¿Roberto? ¿Quién es Roberto? – Madre mía, si quedé tan atontado que mis neuronas no lograban concentrarse. Divagaba.

Luego de tomarme un té con mucha azúcar, logré concentrarme y solo en ese instante, le conté todo lo sucedido a la rubia, quien se devoraba el chisme como lo hace con los chocolates que está comprando todos los días, supuestamente por antojo.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Carmen? –

-Claro que no, después de todo lo que sucedió entre ellos. ¡Jamás! –

-Es que sabemos muy poco sobre el asunto, porque… se supone que solo tenían una relación pasional ¿no? No creo que tu mamá se haya enamorado de él… ¿o sí? –

Y ahí me volvió a dejar en shock. Mi mente no está acostumbrada a procesar tanta información de golpe y es que es como si intentara aprenderme toda la tabla periódica en un segundo. ¡Denme un poco de descanso! Quien quiera que esté escribiendo mi historia, debe haber enloquecido.

Esa noche dormí pésimo. Desperté varias veces muy agitado, producto de las pesadillas que inundaban mi descanso. En la última soñé que estaba en el altar de la iglesia, vestido de novia con Rafael al lado. Por fin cumpliría mi deseo y uniría mi vida al amor de mi vida. Todo era luminoso y espléndido, hasta que un grito irrumpió la paz. Volteé dramáticamente con un acercamiento de la cámara principal. Mi expresión era de asombro al darme cuenta que Carmen corría por el pasillo, gritando desesperada que se oponía a nuestra alianza.

-¡No! ¡No se pueden casar! ¡Yo lo amo! –

-¿Qué? ¿Te enamoraste de Rafael? –le preguntaba asombrado. Otro acercamiento a mi rostro compungido.

-¿Rafael? Claro que no, me refiero a Cristián. Si es con él que te vas a casar –

En ese instante levanto la mirada al hombre que galantemente estaba parado a mi lado, y ya no se trataba del rubio, sino que, de mi amigo de infancia, que se reía alegre mientras un moco caía de su nariz. De la misma manera en que le ocurría de pequeño. Con un acercamiento final de la cámara, estrepitosamente gritaba. Todo se había arruinado.

-¡No! ¡Con él no! ¡Que es muy feo! –es lo que vociferaba al despertar.

-¿Sabes? Si vas a tener todos los días una pesadilla como esta, el bebé me va a salir nervioso o pastor evangélico –no podía dejar descansar a Julieta ni a su bebé en gestación.

Después de eso no pude conciliar el sueño, así que me quedé mirando fijamente el techo, mientras pensaba en todas las consecuencias que podrían suceder de ser verdad lo que me confesó Cristián.

Con más ojeras que ganas de vivir, me levanté en la mañana. Me duché sin ánimos, mientras el agua caliente corría y escuchaba los gritos de mi abuela, alegando que le acabaría todo el gas. No fui capaz de tomar desayuno.

-Tienes que comer, ya casi ni tienes nalgas. ¿Acaso crees que vas a atraer a un buen pretendiente con esos huesos que llamas culo? –

-Abuela, si al final solo atraigo a gente muy rara –suspiré hondo mientras miraba el pan que me había tostado la doña.

En ese momento recordé mi conversación con Emilia.

-¿Oye? ¿Tú no te has vuelto a enamorar después de la muerte del abuelo? –

-Claro que no. Después de enviudar, una mujer muere de la cintura hacia abajo –dijo seria como estatua de cementerio.

-Ya, pero eso era el siglo pasado. Ahora la mujer es mucho más libre, quizás deberías buscarte algún viejito por ahí, para que te haga compañía –

-No hables tonterías, y anda mejor a estudiar. ¡Ocupa la cabeza en algo productivo! –se enojó y se fue.

Supongo que cuando tu realidad es un caos, prefieres centrarte en la de otros. Mierda, ahora entiendo a las viejas chismosas de los barrios. Centrarse en los cuernos de la vecina es su escape a una vida infeliz. Juro que no volveré a criticar a las Marujas.

Me fui pensando en qué posibilidades tenía de encontrarle un novio a mi abuela. Iba tan concentrado en eso, que no me percaté que, a una cuadra del colegio, me esperaba Cristián, apoyado en el poste de la luz, con los brazos cruzados, como si quisiera parecer rudo.

-Hola Pablo, necesitamos hablar –fue lo que me dijo, tan solo que como no le había visto, me asustó.

-¿Qué haces aquí? –

-Te estoy esperando, obvio. Tenemos que hablar del beso de anoche –

-¿Qué beso? Yo no me acuerdo de nada –

-No te hagas el tonto, ni siquiera han pasado veinticuatro horas como para que lo hayas olvidado –

Mierda, mierda. Tenía que salir de embrollo lo antes posible y es que de lo contrario colapsaría pronto. No sé cómo, pero mi cerebro mezcló todo lo que estaba pensando y salió un enredo de mi boca.

-¿Tu abuelo todavía está vivo? Es viudo ¿verdad? Porque mi abuela está buscando un hombre para pasar sus últimos días. ¿Crees que podrían hacer buena pareja? –

-¿Qué? – lo dejé tan sorprendido que tuvo que agachar la cabeza para mirarme a los ojos.

-Sí, es que, si a ti te gusta tanto mi familia, quizás a tu abuelo también –y eso último no lo vi venir. ¿Por qué mierda le dije eso?

-Pablo, ayer te confesé que te amo. ¿Y tú me sales con que quieres emparejar a tu abuela con mi abuelo? ¿Estás bien? –

-¡No! ¡No estoy bien! ¿Cómo quieres que esté si mi mejor amigo de la infancia me dijo que me ama? Además, no es cualquiera, sino que también es el exnovio de mi mamá y de mi amiga. ¿Te suena cuerdo? Y a eso, tengo que sumar que Roberto me dijo que nuestra relación tiene fecha de vencimiento, porque se quiere ir a la ciudad. ¿Y sabes qué más me dijo? Que era obvio que yo seguía amando a Rafael. Y lo peor… lo peor de todo… es que… -

Colapsé, me había tardado mucho. Comencé a llorar como Magdalena, mi rostro cansado se repletó de lágrimas. Sí, sigo amando a Rafael y es que, es el amor de mi vida, tal vez nunca pueda romper este sentimiento. Y ahora no le tengo, se ha ido quizás para siempre y eso me rompe por dentro, tan solo que no puedo expresarlo, porque si yo caigo, también lo hará mi mamá, y Julieta, y tal vez mi abuela. No quiero preocupar al resto, pero siento que ya no aguanto más.

-Pobrecito. No llores… Entiendo que te emociones al darte cuenta que todo este tiempo no has estado enamorado de Rafael, sino que de mí. Comprendo que llores al saber que aquello que pensaste que era imposible, ahora es tangible… Lo siento amor, me he tardado, pero aquí estoy. Soy todo tuyo –

¿Les ha pasado que se están duchando y de pronto el agua se corta? Pues eso mismo pasó con mi llanto. Me dejó mojado el rostro y de pronto paró, porque las sandeces de Cristián me volvieron a sorprender. ¿Cómo llegó a esa conclusión si dije claramente que sigo enamorado del rubio?

 


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