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¡Pobre! por jotaceh

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Día 90: Amor del sucio

 

Corrí hasta la casa para avisarle a mi abuela que tendría visitas esa tarde.

-¿Por qué vienes tan agitado? -me preguntó doña María cuando me vio llegar jadeando y todo sudado.

-No me va a creer lo que me sucedió… -es todo lo que dije al principio.

Tenía miedo, estaba aterrado por la reacción que tendría cuando le contara que le conseguí una cita romántica, tan solo que no podía mentirle, se daría cuenta de inmediato y eso sería aun peor. Así que finalmente decidí ir por la vía de la sinceridad (sí, extraño en mí, pero siempre hay una primera vez).

-Me encontré con un antiguo compañero suyo del colegio… Y no me va a creer, entre tanto hablar me reconoció que siempre estuvo enamorado de usted. ¿Puede creerlo? Ha guardado ese sentimiento por todos estos años. Estuvo casado, pero nunca la olvidó. Y ahora que quedó viudo, creo que por fin se va a atrever a dar el gran paso y viene esta tarde a confesarle su amor – está bien, tampoco podía ser tan sincero. Tuve que cambiar un poco la verdad, pero solo un poquito eh.

La doña me quedó mirando extrañada, tratando de procesar todo lo que le había dicho. Creo que por los nervios hablé muy rápido.

-¿Y cómo se llama ese hombre? -me preguntó entrecerrando los ojos, un tanto escéptica.

Mierda, solo en ese momento me acordé de que no se lo había preguntado.

-Es pelado y está muy arrugado, usa un bastón y quedó viudo hace poco… pero no me acuerdo de su nombre. Además, fue compañero suyo, no creo que queden muchos vivos ¿no? Debería saber quién es –

-¡No estoy tan vieja como para que todos mis compañeros estén muertos! –

-Lo siento, si no quería decir que usted estuviera vieja… solo que el resto no se cuida. A mí me encantaría llegar a su edad como usted está… Es una diosa, si aparenta tener setenta no más –

- ¡Tengo sesenta y cinco! – Mierda que está cagada mi abuela. Eso pasa por no usar protector solar.

-¿Y ese caballero tiene esa edad? ¿Por qué está tan jodido? Si parece de ochenta – la gente de sesenta y cinco no anda con bastón ¿o sí?

-Tuvo un accidente hace unos años y su columna quedó desviada, por eso usa bastón –

-Ah… entiendo. ¡Espera! ¿Entonces sí sabes de quién se trata? –

-Claro, si el pueblo es chico, no muchos han quedado viudos hace poco. Debe ser Octavio, recuerdo que fuimos juntos al colegio, pero era un pesado, siempre se burlaba de mí porque estaba gorda – bueno, tampoco es que ahora esté tan flaca.

-Qué mal hombre… ¿pero usted se defendía? –

-Claro que no, si siempre he sido una señorita –Vieja mentirosa, si el otro anciano me contó que le pagaba.

-¿Entonces? ¿Lo va a recibir? –me quedé expectante a su respuesta.

-Bueno, si él dice que está tan enamorado… Riámonos un rato -tampoco sonó a la mejor respuesta, pero viniendo de mi abuela, era igual a un grito exaltado de una quinceañera.

Como faltaba poco para la hora, decidí meterme a la cocina para cocinar un queque, preparar un poco de té, y limpiar la casa que estaba más sucia de lo normal.

-¿Qué haces con la cara llena de harina? -me preguntó mi mamá cuando llegó del trabajo.

-Trato de hacer un queque para la cita que tiene mi abuela esta tarde-

-¿Cita? ¿Mi mamá? ¿Y con quién? -estaba sorprendida.

-Con un viejo que encontré en el cementerio. A él le dije que ella estaba interesada, y a ella que era él, así que no creo que haya problemas. ¿No soy un genio? –

Carmen solo me quedó mirando un rato, intentando explicar cómo parió un chico tan raro.

-Será mejor que te ayude, porque necesitamos cocinar el queque más rico del mundo para que esta cita funcione y mi mamá no termine tan enojada que nos ponga a todos patitas para afuera –

Al final el pastel de limón quedó perfecto, si hay algo que Carmen sabe hacer bien, eso es la repostería. La mesa quedó servida muy linda, la comida debería ser rica y mi abuela se colocó un vestido floreado, se peinó un poco y ya parecía una señora normal. Nadie pensaría que en la mañana les cortó el pescuezo a dos gallinas. Espero no tener el mismo destino que Benancia y Pascuala.

 

 

Ya eran las seis de la tarde y como reloj suizo llegó el tal Octavio a golpear la puerta.

-¿Me veo linda? -preguntó doña María nerviosa antes que abriera la puerta.

-Buenas tardes, vengo a ver a tu abuela -me dijo el señor del cementerio, que esta vez venía de traje negro, camisa blanca y pañoleta roja en el cuello. Parecía cantante de tango.

-Hola Octavio, tanto tiempo sin vernos -se puso coqueta la vieja.

-Hola María, no sabía que usabas vestidos – supongo que así se cortejaba en su época. Digo, porque ese tipo de cumplidos no se condice con los ocho hijos que tenían las mujeres en esos años.

-Nosotros los vamos a dejar solos para que estén cómodos -dijo mi mamá, tomándome de los hombros y llevándome al patio.

-¿Qué haces? Yo quería ver cómo salía todo… -pero no me dejó.

Así tuve que sentarme debajo del sauce al fondo del sitio para no interrumpir la cita. Mi mamá se recostó sobre la hamaca.

-¿No puedo asomarme un poquito por la ventana de la cocina para ver qué hacen? –

-¡No! Ya bastante hiciste consiguiéndole un hombre, como para que ahora la espíes –

-Por eso mismo, quiero ver el fruto de mi esfuerzo –

Qué aguafiestas es, no tuve otra opción que esperar pacientemente. Además, no tenía otra compañía más que Carmen. Julieta había salido a una cita con Federico y se llevó a su hija con ellos. Me aburrí como ostra.

Luego de una hora de calma, un estruendo interrumpió la quietud.

-¿Qué se quebró? ¿Eso vino de la cocina? -le pregunté a mi mamá.

-Sonó como un plato… pero quizás fue un accidente -no terminó de decir esta última palabra cuando otro estruendo llegó a nuestros oídos.

-Creo que eso fue un mueble cayéndose… Debe estar sucediendo algo grave –

Me asusté, tal vez se habían enterado de que les mentí, que ambos no están interesados por el otro y al verse ridículos comenzaron a golpearse, o algo por el estilo. Todo era mi culpa, si a mi abuela le daba un paro cardiaco y quedaba tiesa como pija en pubertad no me lo perdonaría jamás. Así que corrí desesperado a prestar ayuda.

¡Eres una zorra mentirosa!

¡Viejo asqueroso!

¡Mujer sin alma!

¡Aborto de cocodrilo! ¡Eres más feo que mi difunto esposo!

¡Eres una desgraciada amargada, antipática y fea! ¡Fea con mayúsculas! ¡Fea con ganas!

-¡Viejo asqueroso! ¡Apestas a calzoncillo con caca! ¡Aprende a lavarte el culo, viejo asqueroso!

Eran algunos de los gritos que escuchaba mientras me acercaba a la casa. ¡Santa Cachucha! Que estaban peleando terriblemente. Los imaginé a ambos sobre una silla de ruedas y con un cuchillo en la mano cada uno, intentando matarse, pero no pudiendo porque se chocaban con sus asientos de metal.

Mi mamá me siguió y entró después de mí a la casa, asustada también al escuchar la discusión. Pensábamos encontrar sangre o pedazos de carne por el suelo, pero grande fue nuestra sorpresa cuando vimos el vestido floreado en el suelo, junto a la pañoleta roja, la camisa blanca y el traje negro. O eran tan higiénicos que se sacaron la ropa para pelear y no mancharla de sangre, o…

-¡Mamá! -gritó Carmen cuando encontró a doña María saltando como conejo sobre la piernas del viejo del bastón.

-¡No pares vieja asquerosa, que ya me voy… ya me voy! -seguía gritando el viejo mientras le daba nalgadas a mi abue.

-No puedo creer lo que estoy viendo, no puedo creer que haya visto a mi madre follando… -

-Para que veas lo que he sentido yo toda mi vida… -le comenté mientras veía como los pobres viejos quedaban a medias e intentaban tapar sus pudores con los cojines.

Bueno, quedé con un trauma visual para el resto de mi vida, pero por lo menos logré lo que me propuse, Ahora la doña tiene novio, o por lo menos un follamigo. ¡Soy un crac del amor!

 

 


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