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¡Pobre! por jotaceh

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Día 93: Secuestrado

 

Las vacaciones se acabaron y tuve que hacer frente a mi nuevo problema: el inspector ahora me odia, porque claro, fui yo quien tuvo la idea de emparejarlo con mi mamá, con la mujer que siempre fue su amor platónico. Tan solo que al final todo resultó mal (nada extraño en mi vida) y Carmen se enamoró de la hermana del señor González, dejándolo solo, triste y con los crespos hechos.

-Buenos días señor Soto -escuché a mi espalda el primer día de clases. No tenía que pensar mucho para darme cuenta de que se trataba de aquel hombre. Santa Cachucha, aquí terminaron mis estudios. No es que haya sido un buen estudiante, pero por lo menos quería ir a la universidad.

-Señor González, le juro que mi intención era que ella se enamorara de usted, pero siempre ha sido tan extraña. ¡Discúlpeme! Le prometo que si hubiera sabido cómo iba a terminar toda esta historia, no lo hubiera contactado, ni mucho menos hubiera llevado el pecado a su propia casa. Debe odiarme, y está en todo el derecho de hacerlo, pero tenga en cuenta que…- antes que él me diera el golpe de gracia, decidí arrodillarme para suplicar misericordia.

-¡Pablo! ¡Detente! ¿Quién te dijo que estaba enfadado contigo? –

-¿No lo está? -me quedé en el suelo, sorprendido y con las rodillas sucias.

-Claro que no, si nada de lo que sucedió fue tu culpa. Entiendo que sigues siendo inocente y que crees que puedes hacer feliz al resto, sé que no lo hiciste con mala intención. Por lo menos mi hermana ahora logró liberarse por fin y es realmente feliz con la mujer que ama. Creo que debería darte las gracias, pero enojarme contigo… -Dios, me has traído un ángel. No puedo creer que el inspector sea un hombre tan bueno.

Me alegré tanto que él no estuviera sufriendo, que me levanté más rápido que un rayo para abrazarlo con mucha fuerza. Me había quitado un peso de encima y sentía que todo era más hermoso esa mañana.

-Ya, no es necesario que me abraces tanto…-

-Claro que se lo merece, si es un sol… Le juro que, si siguiera en el mercado de buscar parejas, le encontraría a una mujer igual de buena que usted, pero como ya me di por vencido, tendrá que hacerlo usted mismo –

-¿Ya no estás buscándole novios a tus amigos? – sonrió como si estuviera escuchando la historia de un niño pequeño.

-No, quedé traumado después de lo que sucedió con mi mamá, así que decidí dejar de meterme en la vida amorosa del resto. Y hasta salió mejor de lo que esperaba ¿sabe? –

-¿Por qué lo dices? –

-¿Qué? ¿No se ha enterado de los rumores? No sé cómo, pero finalmente Cristián se dio cuenta que estaba enamorado de Emilia y ahora son novios–

-¿Pero no lo habían intentado antes? –

-Pues sí, pero ambos eran muy inmaduros en ese momento. Ahora saben que lo suyo no es solo un tema carnal, sino que, del alma, se quieren por lo que realmente son… Y eso lo digo con base científica, porque Emi no bajó ni un solo kilito con los ejercicios que Ruka la obligó a hacer, hasta creo que engordó más y como Cristián se le declaró aun sabiendo de su sobrepeso, están convencidos que es amor de verdad –

-Pero estuvieron siempre juntos, ¿por qué se dieron cuenta ahora? –

-Supongo que la grasa les cambió el cerebro o algo así –

-¿La grasa? ¿Pero no que solo Emilia había engordado? –

Quise responder su pregunta, pero no fue necesario porque justo en ese momento apareció en la entrada de la escuela la dichosa pareja de la cual hablábamos. Ambos tomados de la mano y meneándose de un lado a otro, goleándose con el rebote de tus panzas abultadas.

-Ya veo… -suspiró el inspector al cerciorarse que los chicos tienen varios kilos de más. -Tendré que hablar con el profesor de educación física –

-Si lo quiere intentar, allá usted. Yo ya me di por vencido –

Eso es lo que sucedió las últimas semanas de vacaciones. Cuando llegué a casa devastado, sin ganas de seguir buscando el amor para mis seres queridos, mi amigo me confesó que después de meditarlo seriamente y de ver todos los días a Emi sudando la gota gorda por los ejercicios de Ruka, se dio cuenta que todo este tiempo siempre estuvo interesado en ella. Se le declaró y todo funcionó como si lo hubiera planificado Dios, así que dejé de preocuparme por el par.

Mi casa sigue siendo un campo de refugiados, entre los tres hijos de Macarena, ella misma y mi mamá viviendo el amor, Julieta y su hijita recién nacida, y mi abuela con su novio que ya parece que está morando en su cama, apenas y queda espacio para mí. No entiendo cómo entra tanta gente en la casa, si es tan chica. Por lo menos el amor no falta, es lo que más sobra.

El único que se escapa de esta racha es Ruka, de quien no he sabido nada en muchos días, al parecer ha vuelto a encerrarse en la casona Eguiguren. He ido a buscarle, pero no me abre la puerta. Según la señora del aseo, el chico sigue vivo y come de vez en cuando, aunque el otro día me contó algo que me dejó sorprendido.

-Pero tiene a alguien escondido en su cuarto. De eso estoy seguro, porque de vez en cuando he escuchado una voz extraña, pero como me tiene terminantemente prohibido ingresar a su recámara, no he podido comprobarlo. Ese chino es más raro, quizás a quién tiene secuestrado ahí –

Así que un muchacho, si no fuera porque he visto engordar a Cristián, pensaría que lo secuestró luego de ser rechazado, pero al no tenerlo como opción, me intriga la identidad de aquel desconocido.

-Tú viviste en esa casa casi toda tu vida, debes saber alguna forma de entrar sin que se den cuenta ¿no? -me aconsejó Emilia en uno de los recreos.

-Podría hacerlo, tendría que levantar el madero que está suelto en la reja de atrás, pero… no es correcto –

-¿Y secuestrar a alguien sí lo es? Piensa que estarás salvando a un inocente -Cristián hablaba como si hubiera sido víctima de Ruka, aunque después de todas las formas en que lo acosó, lo comprendo un poco.

-Está bien, hoy después de clases entraré a esa casa… pero ustedes dos me tienen que acompañar -no iba a ir solo.

Ambos hicieron un ademán con la cabeza, pero a la hora de juntarnos en el barrio elegante de El Sauce ninguno de los dos llegó.

-Gordos traicioneros, estoy seguro de que se les olvidó por toda la azúcar que están engullendo -susurré enfadado mientras me diría a la reja trasera de la casona Eguiguren.

Me persigné antes de comprobar el madero suelto y para mi suerte, seguía igual de salido. Finalmente entré al patio y luego de esconderme detrás de los arbustos, entré por la puerta de la cocina. Supuse que la señora del aseo estaba en otras labores, porque no me la topé en mi camino hasta la habitación de Ruka.

Era seguro que el chino japonés se molestaría al haber ingresado de esa manera a su casa, pero tendría la excusa que estaba preocupado por él y que necesitaba corroborar que estuviera bien, aunque la verdad iba más para salvar a la pobre alma que había caído en sus garras.

Me armé de valor y con ambas manos giré el pomo de la puerta. Se generó un chirrido que se propagó por todo el pasillo que dio en alerta a quienes estaban adentro del cuarto. No me importó, ya era muy tarde para arrepentirme, así que entré con firmeza. Estaban las cortinas cerradas y todo estaba bañado por la oscuridad, por lo que me demoré un par de segundos en acostumbrar la vista, hasta que me encontré de frente con la verdad.

-¡¿Qué haces tú aquí?! -grité impactado al darme cuenta que el muchacho que estaba amarrado a la cama era ni más ni menos que Rafael.

 

 

 


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