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¡Pobre! por jotaceh

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Día 18: Enredado

 

Anduve un par de días muy triste, y es que la primera relación amorosa que he experimentado en mi vida había llegado a su fin. No le echo toda la culpa a Emilia, más que mal, ella solo utilizó mis propias falencias para destruirme. No tuve que mentirle a Joaquín, ese fue mi primer error. Cuando pierdes la confianza en alguien, cualquier verdad contada después parece una mentira.

Y como era de esperar, mi antigua amiga no perdería el tiempo para conquistar al muchacho que le gustaba. Comenzó a perseguirlo en los recreos, a hablarle coquetamente, moverle los hombros e intentar de tocarlo lo más posible. No me sorprendería si le entregara la flor con tal de enamorarlo.

-Me cuesta mucho verlos juntos –mencionó Cristián con cara de afligido.

Estábamos en el patio, apoyados en un árbol, viendo a nuestros compañeros en el recreo. Los más pequeños corrían por el patio, a lo lejos las canchas de fútbol estaban bajo una fuerte polvareda que los mismos jugadores levantaban, los más civilizados estaban sentados en grupos en alguna banca, mientras que a otros no les importaba nada y se sentaban en el suelo de los pasillos. Podías escuchar el murmullo de la juventud, de los adolescentes y niños, de esas preocupaciones tan sencillas, de esos sueños tan amables.

-Por lo menos tú tocaste una teta, yo no alcancé a hacer nada más que no fueran besos – intenté bromear.

-Ni lo digas, me arrepiento todos los días de haber sido tan débil. Estoy en deuda contigo y no sé qué puedo hacer para remediarlo –

-Con que seas mi amigo me basta –

-Si eres tan lindo… Si tan solo fueras una chica, me gustarías de inmediato –tomó mis mejillas como si se tratara de mi bruto hermano mayor.

 

 

 

-Mamá, ya llegué – Grité en la cocina cuando llegué después de clases.

-Qué bullicioso eres…-rezongó Rafael, que justo estaba en ese lugar -¿Dónde está la leche con chocolate? –

-¿No crees que estás muy grande para eso? Ten, toma…-abrí el refrigerador y le entregué lo que quería.

-Parece que andas de mal genio, ¿ocurrió algo con tu noviecito? –

 

-¡Pablo! ¿Peleaste con el muchacho? ¿Por eso no me lo has presentado? –

En ese preciso momento apareció Carmen, quien al escuchar la conversación volvió a recordar que le había prometido presentarle a Joaquín, tan solo que tras lo ocurrido me fue imposible y por la pena de tener que cambiar nuevamente la realidad, preferí no mencionar la tragedia.

-Yo creo que es muy celoso, no le conviene –

-Rafaelito, ¿tú cómo lo sabes? ¿Conoces a ese muchacho? Mira que este hijo malagradecido que tengo no me ha querido mostrar a su andante –

-Un día lo vino a dejar y creo que se colocó un poco celoso por mi presencia… aunque claro, lo comprendo, soy demasiado atractivo –

-¿Y cómo es? ¿Parece buen chico? ¿Es guapo? ¿Sexualmente activo? –

-¡Mamá! –no podía creer que esa señora estuviera preguntando ese tipo de cosas.

-¿Sexualmente activo? ¿Se refiere a la pose? Es que es cosa de ver a su hijo, es obvio que le gusta morder la almohada –

-Sí, eso estaba pensando el otro día, que me salió bastante femenino y ni me había dado cuenta. Ya sabes, las madres a veces somos un poco ciegas. Creía que solo era tierno, un tanto tímido…. Pero no, tremenda marica que parí –

-Y bastante morboso, porque lo he encontrado varias veces oliendo mi ropa interior usada –

-¡Qué estoy todavía acá! ¿Por qué hablan de mí como si no los pudiera escuchar? –

-Relájate cariño, si lo decimos con amor, todos en esta casa te queremos mucho –mencionó sonriendo Carmen, antes de acariciar mi cabello e irse con la escoba a otra habitación de la casona.

-Sí, Pablito, todos te queremos en esta casa –

-Tú qué me vas a querer, si lo único que haces es molestarme- estaba ofendido aún por sus comentarios desatinados.

-Te quiero y mucho-

El rubio lo dijo muy serio, mientras de a poco se acercaba, mostrándome sus grandes ojos azules y aquellas facciones tan delicadas de su rostro. Me sonrojé de inmediato y es que estaba tan cerca que podía sentir el calor que emanaba su cuerpo trabajado.

-¿Qué pasa si te beso? –

Sabía que me estaba molestando, quería burlarse de mí, pero esta vez no le dejaría, así es que le seguí el juego para que quedara en una situación vergonzosa.

-Hazlo –respondí mientras me lamía los labios.

Y bueno… No sé cómo redactar esto, porque todavía siento un poco de nervios al recordarlo. Rafael no me estaba molestando, porque hizo lo que señaló. Su boca se unió con la mía, mientras su lengua jugueteaba, se regocijaba con mi sabor e investigaba en aquella piel que jamás había aterrizado. Me tomó por la cintura, apretándome contra él. Me sentí protegido por su fuerza, abrigado por esa pasión que nos unía, creo no haberme sentido así nunca antes.

Los segundos se convirtieron en minutos, aunque finalmente el rubio se apartó y sin decir palabra alguna se marchó. ¿Qué había sido todo eso? ¿Por qué actúa tan extraño a veces? Realmente me desorienta, porque creo conocerle bien, más que mal nos criamos juntos, y de pronto aparece comportándose como no lo había imaginado. ¿En realidad es capaz de besarme? ¿Y si lo hizo fue porque le gusto?

Y así, de preocuparme por haber perdido a Joaquín comencé a desesperarme también por las acciones de Rafael. Siempre quise tener una vida amorosa, saber qué se sentía gustarle a otro chico, tan solo que ahora me estaba enredando demasiado y mi corazón es tan frágil que ya se ha mareado. Siento una fuerte presión en el pecho, me encuentro perdido entre ilusiones y deseos que, en vez de hacerme volar, me tienen atado en este mundo terrenal. Y sigo con la misma duda de siempre, ¿quién me gusta en realidad? ¿Joaquín o Rafael?


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