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¡Pobre! por jotaceh

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Día 19: La novia de Rafael 

 

Pueden estar pensando que ahora que Rafael me besó todo podría ser más fácil, que tengo alguna oportunidad de comenzar una relación y eso, tan solo que se olvidan de un pequeño detalle. Hace algún tiempo se los dije y es que él tiene novia,de hecho, suele venir a la casa y si creían que Emilia era desagradable, es que no la  conocen a ella.

 

El fin de semana hubo muy buen clima, el sol estaba radiante y brillaba en todo lo alto, algunas nubes transitaban por el cielo, como gráciles ovejas y el viento soplaba tierno rozando tu cara con cariño. Era hermoso, hasta que llegaron los amigos de Rafael a una fiesta en la piscina.

 

Y si el rubio puede ser pedante y burlesco, sus amigos son mil veces más. Algunos son hijos de terratenientes, otros de dueños de empresas exportadoras de fruta, muy pocos hijos de profesionales que decidieron quedarse en el pueblo. Hay rubios y castaños, jamás un moreno. Los ojos claros son comunes y tal vez la mejor cualidad que pudieran heredar, además del dinero obviamente. Los chicos suelen ir al gimnasio y tener cuerpos marcados, mientras que las chicas no comen nada que no sea ensaladas, para conservar la delgadez.

 

-Los niños quieren jugo, llévaselos por favor -

 

Carmen estaba en la cocina, corriendo de un lado a otro para preparar la comida que los señoritos habían pedido. Eran más de quince y eso estresaba a mi mamá. No podía dejar el horno sin supervisión, así es que me pidió que yo atendiera a las visitas. ¡Terrible!

 

-No quiero, me da vergüenza - hice berrinche.

 

-Tú ve con la cara llena de risa y mudo como puta con cliente feo, entregas las jugos y te vienes -

 

En realidad esa mujer es malvada.

 

-¡No quiero! -

 

-¡Vas sin chistar o te ganas una chancla! -

 

Tuve que hacerle caso, porque Carmen no usa zapatos normales, sino que unos bien altos con tacón y esos sí duelen.

 

Tomé la bandeja resignado y salí al patio para atender a todos esos modelos con dinero, que se llevaron la suerte que yo perdí al nacer.

 

Intenté no hacer contacto visual con nadie, dejaría los vasos en la mesa de la terraza y me iría, pero claro, Julieta me vio justo en ese momento.

 

-Pero miren a quién tenemos aquí, a la cenicienta -

 

La novia de Rafael me apuntó mientras gritaba, quería que todos me pusieran atención.

 

-¿Qué nos traes? -

 

Se levantó de la reposera donde se lucía con su mini bikini y aquellas tetas que más parecen bolsas de leche. ¡Que hasta yo tengo más! Bueno, supongo que las perdió en alguna de las veces que va a vomitar al baño. Caminó hacia mí y vio los jugos que había preparado mi mamá.

 

-¿Son en polvo? Que asquito, eso es muy marginal -

 

-Julieta, están recién exprimidos -Respiré hondo antes de responder.

 

-¿Perdón? Señorita Julieta, no soy tu amiga -

 

La muy desgraciada arqueó una ceja y me miró de pies a cabeza con esos ojos aguamarina que tanto presume. Se llevó las manos a la cintura de avispa, he hinchó el poco pecho que posee, quería demostrar que era más por tener dinero y que debía arrastrarme ante ella.

 

-Julieta, eso es del siglo pasado, no eres una condesa ni una princesa - hablé bajito para que la manada de hienas no escuchara.

 

-¡Me tienes que respetar, maldito malginal! - se exaltó tanto que siento que hasta las ventanas vibraron.

 

-¡Rafael! Dile a tu sirviente que me trate como se debe -

 

El rubio veía toda la escena desde lejos como si quisiera esconderse, sabía que todo terminaría en un pleito y no quería participar. Sin embargo, ante la llamada de su novia, tuve que hacerse parte.

 

-Amor, ya déjalo, no es necesario que lo trates así - 

 

-Eres tan débil con este tipo de personas, debes aprender a ponerlos en su lugar - 

 

No puedo creer que todavía existan personas tan clasistas en el mundo, y es que en este pueblo perdido aún queda alguien que piensa que existen ciudadanos de primera y de segunda clase. 

 

La muchacha quedó mirando al rubio como si esperase que él reaccionara de la forma ella quería. 

 

-Pablo, haz bien tu trabajo y sírvenos los jugos a cada uno - 

 

Rafael me ordenó, aunque no fue capaz de mirarme a los ojos, sabía que estaba obrando mal. Julieta estaba extasiada por conseguir siempre lo que desea. 

 

Sabía que estaba en medio de un problema, pero no iba a dejar que me humillaran de esa manera. 

 

-No soy su empleado, de hecho, soy menor de edad, no pueden contrararme y lo que estás haciendo es ilegal, incluso puedo demandarlos-

 

No, no soy tan tonto como aparento, sé mis derechos y lo que ellos quieren hacer es reprochable. 

 

-Pero tu mamá sí, y los Eguiguren les dan casa y comida... ¿Quieres que la despidan? ¿Quieres quedar en la calle? - 

 

La de ojos aguamarina había sacado sus garras y perfilaba los colmillos. Una chica guapa y adinerada jamás sería humillada por un simple campesino sin dinero, y además, homosexual. Podía sentir cómo se sentía superior, tal si estuviera sobre un altar. 

 

¿Qué podía responder ante eso? La desgraciada ésa tenía razón, no podía atacarme directamente, pero sí a mi mamá. ¿Qué haríamos si la despedían? Con la reputación que tiene Carmen, nadie más en el pueblo la emplearía, probablemente la única razón por la cual la aceptaron en esta casa, fue porque cuando llegó era virgen, o por lo menos no se había encamado con la mayoría del pueblo todavía. 

 

No tuve otra opción más que agachar la cabeza y hacer lo que me pedían. Agarré la bandeja y fui a ofrecer los refrescos. 

 

-Después quiero que traigas más piña ¿Ok? - se jactaba de su victoria. 

 

-Sí, señorita - tuve que responder mientras seguía con mis labores y ella volvía a su reposera tras haber confirmado su poder. 

 

Todos los amigos de Rafael se reían de mí, del perdedor muerto de hambre como les escuché que me nombraban entre murmullos. El rubio calló. 

 

Volví a la cocina con un nudo en la garganta, solo tenía ganas de llorar y es que me sentía insignificante, pero no quería que Carmen me viera. 

 

-Escuché todo-

 

Dijo mientras me veía picar la fruta que me habían pedido. Ella seguía metida en las ollas y no quiso mirarme, pero sí hacerme saber que se había enterado. 

 

-Me gustaría darte otra vida, tener nuestra propia casa, que tú tengas un cuarto para ti solo, que no tengas que ayudarme a trabajar y que no te humillen por ser el hijo de la sirvienta... Pero soy tan inútil que no puedo hacer nada bien... - mi mamá se limpió la nariz y es que estaba llorando, no pudo contener la impotencia por no ser capaz de socorrerme. 

 

Dejé el cuchillo y fui hasta ella, la abracé con fuerza para que dejara de llorar. 

 

-No digas eso. Yo te amo tal cual eres, y estoy seguro que un día podremos salir de aquí - 

 

También estaba dañado, pero no podía permitir que ella lo estuviera. Hay veces que es necesario sacrificarse a uno mismo para proteger a quienes amamos. 

 

 


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