Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corre Noah, corre. por Neko_san

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola! ¡Espero que hayan tenido una agradable semana!

Quiero decirles que el miércoles pasado sí quise subir el capítulo porque ya estaba listo; pero el intenet no. :T ¡Lo odio! Esta relación que tenemos de amor-odio se está volviendo tóxico... tendremos que discutirlo en breve.

Dicho eso, quiero avisar que el próximo miércoles sí hay capítulo ya que he podido adelantarme ¡Así que espérenlo! 

Sin más; ¡A leer!

 

11.

He visto cada mensaje en un periodo de diez segundos. Ninguna de ellas dice algo bueno. Y me atrevo a pensar seriamente que sea quien sea esa persona no está bien de la cabeza; pero no puedo evitar sentirme mal. Decir que no me ha afectado sería estar mintiendo.

     Y, pensando minuciosamente, tengo la certeza de que este ataque ha surgido con más fuerza. Lo siento más personal, con ira, con... odio. Los demás ataques tenían el aire de haber sido ejecutado por alguien que... me hacían pensar que tenía la cualidad de ser morboso. Pero este nuevo, me da la convicción de algo que puedo afirmar como algo seguro: esa persona lo hace porque me odia.

     La razón aun significa un misterio para mí. No se me viene nada a la cabeza que pueda responder a eso.

     Me siento en el borde de la cama, aun admirando la pantalla que ilumina mi rostro en medio de la penumbra de mi habitación. Sé que debo comunicarle a Mica pero... me da vergüenza. Estúpidamente me da vergüenza. Me hace sentir humillado.

     –Mejor mañana –susurro. –. Mañana se lo diré.

     El lunes se asoma a través del sol que sale de las orillas de los pinos del bosque.

     No he logrado conciliar el sueño. Al menos antes podía dormir cuatro horas, y eso incluyendo las pesadillas; pero por más que intenté: girando de un lado a otro, probando otra postura, o cerrando los ojos por interminables horas, no lo he conseguido. Sólo pude mirar al techo color hueso, del que me he estado haciendo amigo desde los últimos días en que todo esto empezó y me hicieron mirarlo por primera vez, para pensar en cada momento de mi vida. Sólo vino, me ataco con la guardia baja. Y al final, el desenlace concluía conmigo en la cama de la habitación mirando directamente al techo.

     Hubo veces en que quise llorar, no solo por el hecho de no poder dormir, sino también por pensar en que... de alguna manera, esto acabaría mal para mí. Pero no lo hice, no derroché ninguna lágrima.

     Eres un hombre Noah. Te pondrás los pantalones y te harás cargo de esto. –Dice una parte de mí, aquella que no es un cobarde y me agrada más.

     No he pensado en alguna estrategia. No sé si debería dejar que todo fluya y creer que de esa manera esa persona se terminaría presentándose y lo pillaría o, poner trampas a mi alrededor y que, de esa forma, la rata termine siendo aplastado por el metal de la trampa de ratones; sin dudas la mejor opción es la última, y la voy a poner en marcha.

     Realizo mi rutina tratando de ser lo más normal posible. Como si nada me hubiera alterado para evadir sembrar sospechas en mis padres.

     Salgo de la cama –con energías que no pensé que tendría por la falta de descanso–, me doy una rápida ducha, me visto, bajo a desayunar con Adele, tomo mis cosas para la escuela y el autobús ya está esperando por mí enfrente.

     Cuando subo... todos se me quedan mirando. No como aquellas veces en la que sólo lo hacen para enterarse de quién acaba de subir, ni tampoco como aquella después de la pelea con Rory; lucen maravillados, es lo que atino a decir. Cuando paso en la abertura entre los asientos para buscar el mío noto como las chicas intercambian sonrisas o se dicen cosas clandestinas, los chicos disparan sus cejas y asienten paulatinamente sus cabezas. Uno de ellos me levanta su pulgar.

     El camino hasta que llegué fue incómodo.

     Presiento que es como esas películas en las que cuando alguien se mete en una pelea más de una vez, instintivamente su estatus asciende. Volviéndose el chico popular o el macho alfa.    Ganando el interés de las chicas y la simpatía de los varones; pero nada de eso me gusta.  Seguro que antes lo hubiera gozado, pero no por haberlo conseguido por estos medios.

     Al sentarme e inclinar mi cabeza para ver la trayectoria del camino, en su mayoría bloques de pinos y las casas postradas delante, siento como algo o alguien me observa. Trato de ignorar ese presentimiento, pero las pupilas se me van al rabillo del ojo para inspeccionar que sólo sea mi mente jugándome una mala. Por el escaso campo visual de los rabillos no puedo deducir quién es.

     Decido inspeccionar entonces por el insoportable sentimiento. A mi derecha, sentada, hay una chica en la que nunca me había fijado. Sus piernas están dirigidas a mí, de forma que puede mirarme directamente. Me sonríe, pero yo no le devuelvo el mismo gesto, sólo un ligero inclinamiento de cabeza y eso es todo. Tratando de esa manera comunicarle que sé de su existencia y que no me importa en absoluto. Que si quería que le dirigiera la mirada lo ha conseguido y que ahora me deje en paz.

     Vuelvo a la misma posición, pero el sentimiento persiste. Intento no tomarla en cuenta, pero se vuelve tedioso. Enfermizo. Quiero que me deje de mirar.

     Esa persona. –Se oye en mi mente.

     ¿Por qué estoy pensando en eso? ¿Acaso estoy tratando de encajarla con esa persona?

     No, no es eso. Él debe estar mirándote de la misma forma. Sin temor a que tú muevas un dedo para decirle que pare. Disfrutándolo. Regocijándose al ver tu expresión. Burlándose. Porque no haces nada.

     No yo... si voy a hacer algo. Ya lo verás.

     La mirada se intensifica. Puedo sentir su respiración en mi cuello. Sus pestañas chocando contra mi sien. Su nariz chocando con mi mejilla, olfateando mi olor. La fuerza de su acercamiento, empujándome hasta el límite de la ventana.

     ¡Ya basta!
     El aguante estalla. Me viro para gritarle de una vez que me deje en paz, pero cuando doy una bocanada para almacenar aire que luego expulsaría y enfocar la visión, me topo con los ojos olivas de Ezra.

     El ritmo de mi respiración no se altera, el flujo sanguíneo sigue su curso. Extrañamente me encuentro inmutable. La ira que sentía por la chica se disuelve como las cenizas o algún polvo que el viento arrastra hasta dejar nada.

     Toma asiento a mi lado. No se ve con su típica expresión picara o con muchas energías.

     En la esquina de su labio derecho se ve el característico color morado y amarillo de un golpe. La pelea con Rory el viernes, recuerdo. Él también se había unido al altercado.

     Luego de un momento de sólo miradas mutuas se aparta para enfocar al asiento de adelante. Torpemente da una sonrisa. Puedo sentir sus nervios; mas yo quedo mirándolo. No tengo nada que decir con respecto a mí... sordez, si eso es lo que quiere escuchar. La respuesta es clara y no hace falta dar un gran esfuerzo por interpretarla. Tampoco tengo intenciones de agradecerle.

     –Este... Noah, no sabía que tú eras... –me mira deteniéndose. Da otra sonrisa. –.Tampoco sé lo que estoy haciendo ahora mismo –dice entre risas–. Tú sabes... siempre tengo la respuesta a todo y soy un genio pero ahora, nada de eso me sirve para saber qué decirte en este momento.

     – ¿Qué hacías en la enfermería? –pregunto. Me mira confundido, lleva sus ojos para un lado para recordar. –. El día en que lo tomaste. –Espero que trate de entender a qué me refiero, lo cual hace rápidamente.

     –Había ido a coger unas... pastillas. –Su respuesta no me conforma del todo y lo presiente, por lo que aclara–: Me gusta tomar paracetamol y en la enfermería hay. Voy cada que asisto.

     Frunzo el ceño. –Esos remedios están bajo llave. –De repente yo mismo consigo la respuesta sin que él lo haga–... ¿las has estado robando?

     Él mismo se avergüenza.

     Dios... no me lo puedo creer. Estoy consciente de que el paracetamol no es tan nocivo como la heroína o la cocaína pero saber que él toma una droga, por más que sea para usos farmacéuticos, me exaspera. Tal vez los necesite porque tiene problemas con sus asuntos, como la familia pero... es como descubrir algo malo de alguien a quien realmente pensaste que conocías. Aun así no quiero tratar ese tema.

     –Sólo algunas veces. Lo estoy manejando  –explica sonriendo nerviosamente–. Noah... no quiero que por lo de ese día me dejes de hablar. Yo no se lo diré a nadie, además me parece absurdo que eso deba avergonzarte; pero si alguien se mete contigo porque a ese estúpido como Rory le parece gracioso, se la verá conmigo.

     –No es absurdo –se me escapa–. Y Rory no me molestó por eso. Él no lo sabe ni nadie lo puede saber.

     Estoy sorprendido por la seriedad que transmito.

     –Sí... perdón, no quería... sabes que siempre digo estupideces, perdóname. No soy bueno tratando con temas así. Ni menos con personas. Siempre me gusta burlarme de los demás y esa satírica forma de ser se me pega hasta en las situaciones más...

     – ¿Sabes qué Ezra? No actuemos como si fuéramos amigos. Olvida ese día, no tienes por qué disculparte si es a eso a lo que has venido. Las únicas veces que hemos tenido contacto han sido por menos de diez minutos en un curso de cada tres meses que es cuando asistes. Y realmente eres molesto –El autobús se detiene indicando que hemos llegado.

     Las personas comienzan a levantarse y a abultarse en la puerta para salir.

     Siento un calor en el cuerpo y un inexplicable enojo.

     –Dejémonos en paz, ¿quieres?

     Tomo mi mochila y la apilo sobre mi espalda para levantarme y deslizarme. Camino hasta llegar a la puerta sin mirar atrás en ningún momento, atravieso las escaleras abajo y me dirijo hacia la puerta de entrada del colegio.

     Cuando estoy pasando por el umbral me doy cuenta de que... toda la furia que tenía hacia la chica que me miraba... se la he lanzado a Ezra. Más allá de pensar en él como el posible candidato de ser esa persona, me compadezco de él. Me apena las flameantes y dolorosas palabras que le dije sin detenerme a pensar en lo que hacía. Encima de su rostro no sorprendido, sino como si sintiera que se lo merecía.

     Viro para ver sí continua en el autobús o si está entre las personas que están llegando, pero no hay indicios de él.

Por un momento pienso en ir a buscarle, pero luego decido mejor no hacerlo por si aún hay una chispa de rabia en mí que se pueda encender cuando le vuelva a ver y no lo pueda controlar. Lo mejor será en otro momento.

     No me atrevo a ver el pasillo, con la muchedumbre poblándolo. Me espero las mismas expresiones que en el autobús y la verdad no querría volver a pasar por eso.

     Con la cabeza baja, me encamino a mi casillero, deposito ahí mis cosas, y me viro para ir a mi salón con los útiles necesarios en mi mano derecha. Doy un suspiro cansado, temiendo una vez más que me reciban de la misma manera que en el autobús. Giro la manilla y, a lo primero que atinan ver mis ojos es a Logan. Sentado detrás de mí asiento pero, le puedo ver la cara. Él también me mira. Tenía la cabeza gacha pero tan rápido como entré lo subió todavía con su capucha que sólo le cubría el cuero cabelludo.

     Tiene el ceño fruncido, más no se ve enojado. Su rostro se ve maduro; le adornan unas verdes irises en el medio de sus pestañas claras y se le escapan unos mechones rojizos en la frente.

     Una imagen aparece por delante. No exteriormente, sino dentro de mi cabeza. Una imagen violenta que aparece y se va. No pude ver bien qué era, pero parece que mi cuerpo lo recuerda porque responde descolocándose, dándome unos golpecitos en mi sien y haciéndome sacudir la cabeza para que desaparezca.

     Me encuentro mirando al suelo hasta que resuelvo mejor evitar mirarle. Sin ninguna dirección planeada, giro a mi izquierda para ver el asiento vacío de Rory.

¿Le habrán suspendido?

     –Lo han suspendido. –Oigo a un lado sacándome un susto. Es una compañera sentada de brazos cruzados a la que le he dirigido la palabra sólo unas cuantas veces. –A los demás –apunta con su dedo formando un círculo alrededor del asiento de Rory, que también están vacíos. –, también.

     – ¿Por cuánto tiempo? –le pregunto.

     –Una semana al menos. –se encoge de hombros como si no le importara.

     Definitivamente esto no me augura nada bueno.

     Rory y sus compinches suspendidos. Creo que no me sorprendería que quieran volver a vengarse pero... con Rory fuera, al contrario de sentirme un poco más seguro, me desconcierta inconmensurable. Si hipotéticamente él fuera esa persona y yo le habría dado –para su sorpresa–este contraataque, que ineludiblemente no había pensado, su sed de venganza resurgiría con más fuerza. Y eso no es bueno para mí... ni para nadie.

     Camino hacia mi puesto, tratando de ignorar la completa existencia de Logan, y tomo asiento. Es una atmosfera inquietante. Saber que está detrás de mí y que nos hemos visto después de la pelea en la que él me defendió... no, no tengo que pensar en eso; sólo hace que me duela la cabeza.

     La clase inicia con el profesor Potter. Se percibe contento por la manera en que sonríe cuando ve el cilindro vacío a mi lado y dice:

     – ¡Bien! Ahora sí vamos a tener unas clases de verdad. –Trata de ser lo más discreto con su emoción, pero le sale el tiro por la culata diciendo eso.

No pasan ni cinco minutos cuando en la puerta dan unos golpeteos que interrumpen su clase.   Se abren y es el consejero Butler quien asoma su cabeza.

     –Hola Richard –saluda a nuestro profesor–. Busco a Noah Payne.

     Me extraña que me haya nombrado. Y, súbitamente pienso, que de seguir así, crearé mi propia mala reputación: la de chico malo o con problemas y, como derivación de ello, las miradas de hoy se volverían a repetir por quién sabe qué tiempo.

     Dejo la lapicera azul a un lado del cuaderno para que no resbale y caiga, me levanto y, con un rostro y pasos algos inseguros, sigo al consejero de la escuela.

     Abandono el aula sin haber revisado cómo los demás se encontraban pero, con una imagen acertada en mi mente de cómo se verían: mirándose unos a los otros sorprendidos, uno que otro diciendo que me he rebelado y que deberían seguirme, y al señor Potter un poco dislocado por tal sorpresa que nos abarcó a todos. Llegamos al aula privada de consejo; al que nunca he entrado y al que sólo acceden alumnos con antecedentes algo llamativos.

     Antes solía saludar al señor Butler, pero nunca me había topado con él para presentarme y hablar formalmente.

     –Toma asiento. –solicita cerrando la puerta detrás de sí.

     Asiento y me aplasto en la silla delantera al escritorio, de modo que él quede del otro extremo y nos veamos cara a cara. Él no tarda en acomodarse en el suyo.

Me sudan las manos en pensar por qué me trajo aquí.

     –Te recuerdo de algún lado... –admite entrecerrando los ojos para examinarme.

     –Lo saludaba cuando lo veía pasar en los pasillos.

     – ¡Ah! –abre abruptamente sus ojos y señala su dedo índice al cielo. –. Sí, ahora me acuerdo. Eres ese chico. –Me cuesta esbozarle una sonrisa, pero lo hago. – Noah Payne... –hace una mueca y las energías de su hallazgo se van –. El director me solicitó que te citara hoy día en mi estudio. Me sorprendió un poco que no me diera un nombre conocido de los que siempre vienen a acabar aquí conmigo. En breve palabras; me dijo que tuviste que ver con los incidentes de hace poco.

     –Sí. –afirmo sin sentirme apenado o mal. Así que por eso me citó.

     –A él le ha extrañado hablar sobre tu tema; me comentó  –lleva su mano por debajo del escritorio y saca de allí un cuaderno y una pluma elegante–... que nunca habías provocado molestias hasta la fecha –apoya la punta del bolígrafo en el papel y se detiene a mirarme–. En toda mi larga carrera, aprendí algo que no me enseñaron en la universidad, y es que: el paciente nunca va a ser el que dé el primer paso para hablar. Por eso, es que uno mismo que tiene que hacerlo, e, ir destirpando poco a poco, hasta llegar a la raíz del asunto –Asiento–. ¿Cómo estás con tus padres? Entiendo que son docentes y por ello no deben tener mucho tiempo para ti.

     –Tenemos una buena relación. Encontramos tiempo para convivir juntos en la cena y los viernes; en ese espacio nos enfocamos en nosotros mismos.

     –Bien –anota–.  ¿No se te ha presentado conflicto por el limitado tiempo que tienen para ti? –Niego con la cabeza. –. ¿Están al tanto de los conflictos en que te viste involucrado?

     Lo pienso; pero me aventuro a mentir, cuando me interrumpe:

     –Conozco esa cara. No te preocupes; la mayoría no lo hace –anota–. ¿Tus amigos? ¿Cuántos tienes?

     Esta vez sí que me la pienso. ¿Uno? ¿Dos o tres?

     –Dos –respondo, teniendo en cuenta a Simón y a... Mica. Pero al final me corrijo. –. No, tengo sólo uno.  

     – ¿Y qué tal tus compañeros?

     –Me llevo bien con ellos.

     –Rory era tu compañero, ¿no? Escuché que la última pelea la había provocado Rory pero, la primera lo hiciste tú –me mira, esta vez dejando el cuaderno y la pluma a un lado. –. Te le fuiste encima cuando las clases terminaron.

     –... Resulta que recibí una broma pesada; pensé que fue él porque él hace ese tipo de cosas y, resultó ser que era de otra persona. Lo malinterpreté.

     –Jones también mencionó que le pedías el celular a gritos... ¿Tan grande fue la broma que te le tuviste que tirar encima para golpearlo? –Apunto de contestar entre vacilaciones, añade hablando para sí mismo–: Bueno, es Rory. Lo he tenido unas cuentas veces aquí antes por fuga, mal comportamiento e incluso tiene fama de ser un perro callejero que se mueve por todos lados y pelea con todo el mundo cuando está afuera. Comprendo que lo hayas fichado como el responsable pero... esta pelea, la primera, ¿tiene alguna conexión con la última?

     –... Tampoco lo sé. Esa vez se me vino encima él a mí, y lo primero que pensé que fue quería vengarse. –La mentira que he dicho me maravilla por el hecho de que suena tan creíble y porque lo he dicho sin pensarlo.

     Se toma un momento, hace una mueca como si estuviera procurando no dejar ningún cabo suelto, y de repente abre los ajos en mayor tamaño y me dice–: Bueno, es todo. Con Rory fuera no creo que se produzca otro altercado ni menos que tú te metas en otro problema. Puedes irte.

     Me conmociona la conclusión de esta... ¿sesión? ¿Eso es todo? Sé que así me beneficia más para que no meta las narices en mi problema pero... mejor no pensar más en eso.

     Me pongo de pie un poco desconcertado, y salgo de la oficina del señor Butler. Aun en la puerta, me doy media vuelta y me encuentro con su mirada fija en su celular.

     Sólo espero que no sea así con las personas que sí necesiten ayuda, pienso.

     Doy mi primer paso para volver al salón, pero el timbre da su aviso de descanso y me hace recalcular el tiempo que he tardado en esa oficina. Las personas empiezan a salir a chorros de los salones y a poblar los pasillos. Si el salón se vacía, sólo estaremos Logan y yo, y la verdad no creo que eso me haga sentir bien.

     La biblioteca es el lugar más indicado si quieres estar aislado y en silencio; y eso es justo lo que necesito.

     Paso entre la gente sin detenerme en mirarles hasta que llego a la biblioteca con filas de estantes con una amplia diversidad de libros, y muy poca personas habitándola. Al entrar, veo a Mica pasar el umbral al mismo tiempo que yo en dirección contraria. Nos miramos en cámara lenta, pero seguimos por nuestro lado.

     « La misma conducta relacional...», recuerdo.

     Preciso estar en el lugar más inhóspito de aquí. Por eso me desplazo al final de los estantes, en un callejón cubierto por paredes de libros, con la presencia del techo gris oscuro y el pasadizo que lleva hasta allá.

     Como no hay asientos me coloco en suelo. Lanzando un largo suspiro como si hubiera ocupado mi fuerza para algo... algo que no sea más que pensar en este embrollo. Me respaldo en el estante y hundo mi cabeza en una de las aberturas desocupadas.

     Si quiero poner trampas tengo que empezar a pensar en una forma de hacerlo. No puedo quedarme aquí esperando que él mismo se presente. ¿Lo haría si fuera en ese caso? No lo creo. ¿Se detendría si sólo dejo que todo siga con su ritmo? Tampoco.

     Si tan solo tuviera al menos un indicio de quién podría ser... es un hombre, sin duda alguna, al igual que es un maldito enfermo. James... sólo encaja en la primera. Te hace creer que es un hombre incapaz de rebajarse a ese nivel, y por eso me resulta aún un poco difícil creer que podría ajustarse al último.

     La cara de Logan aparece. ¿Qué era la imagen que floreció cuando lo vi? ¿Era un niño? Era un niño... no. Sacudo mi cabeza entre la abertura. No tiene razón alguna pensar en eso; debo atender el primer y más importante de los problemas.

     ¿Qué debería hacer? Si he detonado una bomba (como dijo Mica prudentemente), ¿debería disculparme? ¿Debería discúlpame con esa persona?

     Me remuevo de mi lugar esta vez indignado por mí planteamiento.

     ¿Disculparme? ¿Disculparme cuando él me está hostigando?  No recuerdo haberle hecho nada parecido a ninguna persona para que yo reciba el mismo castigo. Y si he detonado alguna bomba, misil, explosivo, o lo que sea, fue indudablemente por algo pequeño que habré hecho; porque trato a las personas como si fueran ángeles, o un diamante recién descubierto que tiene que ser tratado con mucha delicadeza para que no se rompa en pedazos. Entonces,  ¿Disculparme por algo así? Él debería disculparse conmigo.

     No. Así no lograremos pararlo. Si pienso de esta manera, por más lógica y justa que parezca, en una situación que involucra a alguien cuyos conceptos de  «lógico » y «justo» no cuadran, estoy muy lejos de llegar a algo.

     Me arrugo mirando al suelo, pensando que... quizás: disculparme con los «sospechosos », pueda rescindir el plan que tiene de hacerme la vida miserable. Que tal vez de esa forma se apiade de mí.

     En mi interior, espero que ese día nunca llegue... me voy a tener que poner de rodillas con cada uno. Derrotado y desesperado.

     Las clases transcurren sin ninguna otra conveniencia que mencionar.

     Escalo las escaleras del autobús para aterrizar sobre el asfalto. Al levantar la mirada, me encuentro con James y mis padres en la puerta de mi casa.

     Mi pecho se comprime provocando que me falte el aire. Avanzo con el cuerpo ardiendo en llamas interiores. Mis padres cierran la puerta –al parecer no me vieron llegar– por lo que aprovecho de abalanzarme contra James con toda la furia que está emergiendo de mí.

     Lo tomo del cuello de su chaqueta de cuero y lo arrastro lejos de la puerta principal para finalmente, cuando me asevero que estamos lo suficientemente distanciados, soltarlo toscamente empujando su pecho.

     – ¿Qué mierda haces aquí?

     Luce impasible y, eso me hace arder mucho más.

     –Ya sabes para qué: les he contado que alguien está acosándote. Y da gracias que no he ido a la policía.

     – ¡No tenías que venir!

     – ¡Hubieras contestado a mis llamadas entonces!

     Nos acercamos hasta el punto de poder sentir el calor de su respiración.

     – ¿Le has dicho sobre las fotos? –Odio cómo me mira: con sus ojos fichados a los míos, sintiéndose el héroe de esta historia. – ¡¿Le has dicho sobre las fotos?!

     – ¡No! No les he dicho; pero me aseguré de meterles bien en la cabeza que esto no es nada pequeño. –baja sus irises de arriba abajo–. Tus heridas, tu alterado comportamiento y seguramente los problemas que has tenido en el colegio. Les dije que será mejor que vayan a ver tu historial por si obtienen algo y verifiquen si de verdad estoy diciendo la verdad; tampoco me olvidé del detalle de tu móvil.

     – ¡Hijo de puta! –Mi puño se levanta por el aire y la dejo caer como un látigo en el rostro de James.

     Quiero matarlo. Quiero cortarlo en pedazos.

     Tambalea y se lleva una mano al golpe. Completamente frenético comienzo a sacudirlo, buscando algún área para poder machacarlo a golpes. Desprevenido me toma el codo del brazo derecho y me lo retuerce llevándolo a mi espalda. Un quejido de dolor se me escapa. Logro golpearle con mi otro codo libre en la nariz. Da un alarido al aire y se desprende de mi brazo.

     El dolor de la torsión palpita en mi codo en un punto y se extiende sobre todo mi brazo; desembocando en la punta de mis dedos y mi hombro.

     Ambos nos separamos. Puedo reconocer la sangre que sale de su nariz. Se la he quebrado, pero no importa en absoluto. Todavía tengo algo que decirle:

     –No vuelvas. No te acerques a Simón; si lo haces, te culparé a ti. –Una capa de sudor cubre mi frente y baja por las sienes mientras cargo mi brazo adolorido–. Les diré a todos que tú eres el que me está acosando.

     Sus ojos se abren de par en par, se compone y pasa su mano sobre los orificios de la nariz manchándolo y haciendo un camino de sangre espesa. Su nariz queda algo torcida y limpia, pero su mano le cuelga sucia del líquido.

     –No bromeo, así que vete. –Digo poniendo énfasis y escupiéndole las palabras. No se inmuta, tampoco parece dolerle el golpe que le encesté. Se queda postrado dirigiéndome una mirada ennegrecida o... ¿herida? – ¡Vete!

     Con los ojos latiéndole y arrugando el rostro, se marcha a pasos agigantados. A un lado de la carretera está postrada su motocicleta, se carga en ella y acelera.

     No lo pierdo de vista hasta que desaparece tanto su sombra como el sonido de los motores de su motocicleta. El dolor punzante se intensifica y me causa otro quejido. Hecho un vistazo a la casa, pensando en lo que mis padres tendrían para decirme; pero tengo algo en mente. Algo que desacreditará cualquier cosa que haya dicho James. Pero antes de avanzar, con mi mano no dañada, saco mi celular del bolsillo de mi jean y borro todo indicio de esa persona.

     «–Tampoco me olvidé del detalle de tu móvil, recuerdo.

     Una vez que acabo, lo vuelvo a guardar, miro un poco desalentado la entrada principal, y conduzco mis pies hacia delante con cuidado, como si hubiera minas por el subsuelo que pudieran estallar con el peso de mi pie encima.

     Giro la manilla y oriento la puerta hacia el lado contrario para entrar. Lo cierro y, al adelantarme, veo a mis padres en la sala de estar. Se dan cuenta de que he vuelto. Se levantan abruptamente de los sofás en los que estaban rendidos y me observan preocupados.

     Adele es la primera en decir algo:

     –James  ha venido a vernos –No se escucha con ánimos, pero su voz es firme. Trato de lucir incrédulo. –. Nos ha dicho que alguien te estaba hostigando.

     – ¿Qué? –pregunto.

     –Que por eso has estado llegando con un moretón nuevo cada día, ¿es verdad? ¿Por qué no nos has dicho nada? Noah, sabes que tienes que decirnos...

     Harold la detiene apretando su mano contra su hombro. – ¿Es verdad lo que dice? –A diferencia de mi mamá que se había alterado casi al final, él parece más suspicaz al respecto.

     –No, nadie me está molestando... yo... –Bien, aquí lo diré. –. He tenido una pelea con James hace unos días... ¿de verdad les ha venido a decir eso?

     Los dos se miran perdidos.

     Voy a sacar provecho de la mala imagen que tienen mis padres hacia James; de esa forma me creerán. Pero espero que no noten el nerviosismo en mi hablar y como juego con mis manos segregadas de sudor frenéticamente; enrollándolas y desarrollándolas.

     Continuo–: Él se comportó grosero en su audición: me pidió que bebiera y... no sé qué rayos fue lo que le pasaba esa noche pero lucía diferente. Le dije a Simón que no me gustaba como estaba y que nos largáramos, entonces él comenzó a insultarme por el micrófono y pidió a la gente que me abuchearan. Le... insulté también sin pensarlo y salí de ahí.

     – ¿Por qué no nos dijiste eso? –pregunta Adele un poco conmocionada.

     –... No creí que... fuera necesario hacerlo. Me fui con Simón a su casa y me olvidé del resto.

     Parecen captarlo y, también creerme.

     He manchado aún más su reputación; lo he hecho ver como un causa problemas. Que luego de que me resistiera a sus sandeces de drogadicto quiso venir a hacer ruidos.

     –No te vuelvas a reunir con él. –dice Magda recuperando su compostura y acariciándome la mejilla.

     –Luego de esto, no.

     –Serías un completo idiota si lo hicieras. –comenta Harold riendo; pero sé que lo dice en serio y para que tenga en mente que si me pilla con él, lo único que quedará de mi serán los recuerdos que tuvieron las personas que me conocieron alguna vez.

     La noche sucedió hasta que nos volvimos a reunir en la cena. Fue algo diferente... el aire estaba rígido. Hablamos con timidez, sobre todo yo. La única voz fuerte y segura era la que provenía de la voz del presentador de la televisión.

     Capté varias veces a Adele indagar con sus ojos mi rostro, principalmente mis heridas.   Cuando veía que yo la había pillado me sonreía y luego bajaba la cabeza para cortar el filete sobre el plato. Sobre un filete que... ya estaba cortado en pequeños trozos.

     Cada uno nos volvimos a nuestros cuartos pero, al contrario que ellos, yo no me recosté para descansar –cosa que dudo que pueda volver a hacer– o dormir, sino que me quedé tumbado mirando nuevamente hacia el techo. Absorto en mis pensamientos.

     Me dolía la espalda de tanto estar en la misma postura. Por lo que me senté sobre el suelo y me apoyé sobre las orillas de la cama, como en la biblioteca.

     Debería avisarle a Mica sobre los mensajes... y también de James.

     Inclino mi cabeza para localizar mi celular: está sobre la almohada. Como aún persiste el dolor en mi brazo derecho, y creo que seguirá así durante un buen tiempo, extiendo mi otro brazo libre para alcanzar el móvil. A pocos centímetros de que mis dedos lleguen a tocar su fría pantalla táctil, una imagen va y viene.

     Me aturdo. Mi piel erizada recuerda esa imagen. Busco con los ojos puestos en las sabanas qué fue eso. Qué puede haber sido.

     Otra vez brota y desaparece, como un relámpago.

     Es la imagen de un niño. Debe tener menos de seis años. Había una sonrisa instalada entre sus labios. Pero no logro recordar nada más por la fugacidad en la que se presenta.

     Esta vez el relampagueo duró menos pero, algo me dice que tengo que quedarme inmóvil; que me concentre porque viene algo. Un zumbido despacio se hace escuchar. No sé si sea real o sólo soy yo escuchándolo pero, va subiendo el volumen.

     Algo viene...

     La imagen salta y se escucha un estruendo, como un grito demoniaco. Es un niño y... sostiene de las orejas la cabeza de un conejo cortado por la mitad. Le cae sangre.

     El corazón se me dispara a un ritmo alarmante. Me alzo asustado intentado sacarme la imagen de la cabeza. Choco contra la pared y en ese momento me doy cuenta de que había movilizado mis pies.

     Es horrible. Lo recuerdo. Mierda, lo recuerdo. Es él. Es él.

     Con las manos temblorosas y transpiradas alcanzo mi móvil y marco al número de Mica; no tarda en contestar.

     –Noah...

     – ¡Es él! ¡Ya sé quién es! –De lo único que no soy capaz de darme cuenta es de los gritos que le estoy dando al celular.

     –Cálmate Noah, ¿qué...?

     – ¡Es Logan! ¡El niño es Logan! ¡Lo recuerdo, quiere vengarse! ¡Él quiere...! –Al voltearme por instinto, alcanzo a ver a través de la ventana como alguien: con un abrigo que cubre su rostro oscureciéndolo por las sombras y la noche, está parado encima de mi patio. Mirándome sin poder ver la dirección de sus ojos, pero sé que lo hace.

     El corazón se me detiene y, las fuerzas que habían emergido violenta y repentinamente dentro de mí, se esfuman al igual que mi consciencia.

 

 

Notas finales:

¡Hola de nuevo! Me ha gustado cómo ha quedado este capítulo... le agregué un poco de muchas emociones... por fin me siento bien con algo que hice. :'D Espero que a ustedes también les haya gustado.

¿Ustedes qué creen?, ¿Será Logan? 

Logan: https://i.pinimg.com/originals/66/80/1c/66801cf31874b8e9825009585c59b971.jpg

¡Nos leemos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).