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Tú eres mi felicidad. por Keiko Midori 0018

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Un mes después...

 

El invierno llegó, una época fría donde un abrazo es suficiente para sentirse cálido y amado pero el único capaz de lograr hacerle sentir eso sigue desaparecido.


No quería rendirse, no quería tirar su amor y no quería olvidar el rostro del cual se enamoró.

Estaba en la oficina, debía hacer su trabajo y de cierto modo lo distraía alejándolo de su soledad por al menos un rato.

―Inuyasha. ―Susurró a la nada. ―Ya han pasado cuatro meses desde que te fuiste.

Dolía recordar su vida, había perdido lo más amado pero estaba seguro que lo recuperaría, esta vez no bajaría la mirada, esta vez iba a encarar a la vida y luchar por lo que se le fue arrebatado.

Unas cuantas firmas más y finalmente terminó, tomó su portafolio y salió directo al orfanato.

Mientras miraba el entorno pasar por la ventana del taxi en el que viajaba no pudo evitar pensar en esa sonrisa orgullosa que tanto amaba, esa altanería ni ese egocentrismo podían salir de su mente. Esperaba verlo nuevamente.

Llegó, pagó el servicio y fue directo a la oficina de la directora. Ahí se encontró a sus padres y a Koga.

Seguramente su madre había ido a cuidar de los bebés y su padre le había acompañado. En cuanto a Koga... Seguramente el moreno estaba escapando del papeleo.

―Hijo, ¿que tal tu día?.

―Muy bien, madre.

La vio sonreír ampliamente, hacia unas semanas les había empezado a decir como lo que eran, sus padres.

―Mi muchacho es todo un empresario. Espero ansioso verte dirigir Taisho Asakura Corp. con el mismo entusiasmo con el que manejas Fushiko Inc. ―Comentó orgulloso el patriarca Taisho.

―Aun falta para que tome su descanso de la empresa, padre. Pero le aseguro que daré lo mejor de mí. ―Aseguró.

―Y pensar que Fluffy odiaba hablar con las personas, ahora es capaz de entablar conversaciones con magnates poderosos.

Todos rieron ante el comentario.

―Oye lobo, ¿no deberías estar trabajando? La junta sera pronto.

Vio a su hermano tensarse y sonrió con algo de burla.

Todos empezaron a hablar de la empresa y demás temas sin importancia.

―Oye hijo, ¿como te sientes?. ―Preguntó la mujer albina.

Todos guardaron silencio ante las palabras, sabían lo que significaban.

―Tengo frío. ―Contestó con cierto dolor.

Todos vieron como se abrazó a sí mismo. Ese frío sólo se le quitaría con un abrazo, un abrazo de su amado Inuyasha.

Koga fue el único que no entendió a lo que el albino se refería. Empezó a creer que estaba loco pues, la calefacción estaba encendida y él traía ropa invernal puesta. Era ilógico que tuviese frío.

―Pero si estás incluso más abrigado que nosotros.

―No me refiero a ese frío, idiota. ―Le aclaró. ―Me refiero a ese frío que sientes cuando tu persona especial se va de tu lado. Los lugares fríos sirven para abrazar a tu pareja y compartir el calor.

Pasaron unos minutos, Koga platicaba con los Taisho y él reflexionaba sobre sus palabras, un grato recuerdo se hizo presente.

"De preferencia iríamos a un lugar frío porque son favoritos ya que puedes abrazar a tu ser amado."

—¿Como pude ser tan ciego?. —Murmuró y se levantó de su lugar.

—¿Dijiste algo, Fluffy?.

—¿Que sucede, hijo?.

—Inuyasha tiene frío, él me está esperando y espera un abrazo.

Nadie entendía, creían que sólo se trataba de desvaríos de un corazón herido.

—¿Que te pasa, Fluffy?. Nos estás asustando.

—Inuyasha, está en un lugar donde hace frío. —Contestó.

—Hijo, estamos en medio del invierno. Aún si Inuyasha estuviese en un lugar frío estaría difícil encontrarlo, en toda la región hace frío. —Contestó el albino mayor.

—Lugar frío... Lugar frío... —Empezó a murmurar Koga, trataba de recordar algo importante. —¡Ya sé dónde puede estar el perro!.

Después de que gritara eso ganó la atención de los Taisho, sacó una computadora de un portafolio que cargaba y que nadie había notado, empezó a teclear rápidamente.

Todos lo observaban atentos, unos segundos después mostró las fotos de una cabaña cerca de las montañas heladas de una ciudad pesquera.

—¿Que significa esto, Koga?. —Preguntó el albino ansioso.

Los mayores prefirieron mantenerse al margen.

—Sólo lee.

Sólo eran las coordenadas del lugar, las medidas y el nombre del propietario.

—¿Quien es Senkai Setsuya y porque me muestras los planos de su propiedad?.

—Senkai Setsuya es el seudónimo de Inuyasha, el nombre que utiliza cuando escapa del trabajo y de Takemaru.

Los ojos apagados del albino menor brillaron ante la posibilidad de reencontrarse con su amado azabache.

—¿Quieres decir que Inuyasha está ahí?.

—Es muy posible, no estoy seguro.

Estuvieron hablando del tema, pensando si el menor de los Fushiko podría estar en ese lugar.

Cabía la posibilidad de que él estuviese ahí, unos extraños nervios lo azotaban. Esperaba verlo nuevamente y bien.

Sin perder tiempo le avisaron a Izayoi, obviamente le aclararon que no estaban seguros y ella decidió quedarse a esperar, esperaría pacientemente para que corroboraran esa posibilidad.

Los Taisho ordenaron uno de sus jets privados para que Sesshomaru pudiera ir con Koga a ese frío lugar, Kagome se les había unido alegando que necesitarían apoyo emocional en caso de que él no estuviera en ese recóndito lugar.

El camino había sido tortuosamente lento para el gusto de los viajeros pero por esa estima que le tenían al orgulloso azabache siguieron.

Finalmente llegaron al aeropuerto de Sapporo, al aterrizar en la pista y llegar al hangar pudieron bajar de ese enorme vehículo aéreo.

—Ya estamos aquí. —Murmuró la chica con una sonrisa cansada, tanto para ella como para el albino el viaje había sido difícil por no tener experiencia viajando por aire.

—Iré por una camioneta, esperen aquí. —Comentó el moreno y los dejó solos.

—¿Crees que esté ahí?. —Preguntó Sesshomaru quedo, había una pequeña posibilidad de que él no estuviera ahí y todas sus esperanzas de encontrarlo pronto se irían al demonio.

—Él está ahí, Sesshomaru. No pierdas las esperanzas, no pierdas ante el dolor. Yo sé que está ahí y que lo sorprenderás con tu presencia. —La chica puso su mano en el hombro del mayor para darle ese consuelo que necesitaba, ambos se brindaron una sonrisa y esperaron al moreno de coleta.

No pasó mucho tiempo cuando una enorme camioneta negra se estacionó frente a ellos, después de que Koga les indicara subir emprendieron la marcha a ese lugar rezando por encontrarlo.

Después de casi una hora de viaje llegaron a una pequeña ciudad pesquera donde el estilo tradicional fusionado con lo moderno reinaba, estaban en Otaru. Siguieron en marcha a ese lugar, poco a poco las edificaciones iban quedando atrás hasta que no notaron más que naturaleza helada.

Lograron ver en la lejanía la cordillera, finalmente alcanzaron a ver una cabaña de dos pisos.

Al estacionar se acercaron y vieron a Koga buscar bajo una maceta junto a la puerta algo.

—La llaves estaba oculta aquí la última vez que vine. —Mencionó.

Revisó y no encontró nada. Kagome se acercó a la puerta y la empujó, se abrió al instante.

—No hizo falta la llave. —Comentó con sarcasmo.

Entraron, el lugar se encontraba vacío. Extrañamente la calefacción estaba encendida y había una humeante jarra de té en la mesa.

—Debe haber alguien cerca de aquí. —Habló Sesshomaru.

Desvió su vista a la ventana y vio a alguien sentado en un pequeño muelle detrás de la cabaña, su corazón latió con intensidad al reconocer esa cabellera que ondeaba con el gélido viento invernal.

Koga y Kagome notaron al albino y como su vista enfocaba hacia ese lugar.

—Ve, Sesshomaru. Ve y enfréntalo. Nosotros nos iremos a una posada en la ciudad y volveremos mañana. —Lo alentó la chica.

Ellos se fueron y él salió hacia su destino y lo enfrentaría.

Se acercó lentamente y sin hacer ruido, al llegar se arrodilló tras el azabache que parecía sumido en un mar de pensamientos y lo abrazó del cuello.

Pocos segundos después sintió esas cálidas manos sobre las suyas.

—Inuyasha. —Susurró mientras finas lágrimas corrían silenciosas.

Lo había encontrado, él estaba ahí y no era ninguna ilusión.

—Sesshomaru.

Ese susurró cargado de dolor lo hizo reforzar el agarre pero sin llegar a lastimar.

Nuevamente estaban juntos compartiendo el calor de un abrazo.

Continuará...

 


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