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Tú eres mi felicidad. por Keiko Midori 0018

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Inuyasha y Sesshomaru se encontraban frente al gran Centro de detención de Tokio. Inuyasha quería cerrar ciclos y que mejor que enfrentar su pasado, ese pasado oscuro que significaba su padre.

Tras hacer las medidas preventivas de ingreso, ambos entraron a la sala de visitas. Unos guardias trajeron a Takemaru Fushiko que vestía el típico uniforme naranja de ese lugar, su rostro demacrado indicaba que no era tratado como el hombre de negocios e influyente que alguna vez fue.

—Querido hijo, ¿que te trae por aquí?. —El hombre se sentó en una silla, los separaba una gran mesa. Ambos tomaron asiento frente a él. 

—Pues yo...

—No me digas, déjame adivinar... Estás aquí porque el amor de este muchacho te ha hecho ver que en realidad no me odias y has venido a pedirme perdón por encerrarme, a lo que yo debo responder con una disculpa por lo que te pasó hace unos años. Y así todos viviremos felices juntos como siempre debió haber sido.

El hombre mayor subió los codos a la mesa y entrelazó sus dedos frente a su rostro, Inuyasha supo interpretar ese gesto, era cuando a Takemaru le salía algún plan bien y esa era su forma de mostrar superioridad. Repasó las palabras dichas y una sonora carcajada escapó de sus labios, todos lo miraban como si estuviera loco.

—¿Hablas en serio?. —Vio la mirada seria de su padre y no pudo evitar reír ante eso. —Takemaru, esta es la vida real no una novela donde todos son felices al final. ¿Creíste que después de haberme humillado yo te iba a perdonar? Pues créeme que no. Yo sigo esperando que te pudras en el infierno, aunque viéndolo mejor, aquí es lo más parecido que hay. —Su voz cargada de burla irritó a su padre, Sesshomaru se mantuvo callado, ese no era su asunto.

—Maldito mocoso, no sé cómo es que ansié tu nacimiento.

El Fushiko menor copió la posición de su padre, mostró una sonrisa de burla.

—Tampoco lo sé, Takemaru. Pero dime... ¿Que tal el lugar? Ese color te sienta bien. 

—Cuando salga de aquí me las pagarás muy caro, no tolerare éstas humillaciones.

—¿Que se siente ser una rata encerrada en este basurero? ¿Que se siente pasar de ser un gran magnate a un ser patético?. —Le dedicó una mirada cargada de superioridad, su padre torció el gesto mostrando su ira contenida.

—No lo sé, hijo. ¿Que se siente vivir manchado por una violación?. —Inuyasha estuvo a punto de golpearlo cuando Sesshomaru lo impidió, su padre le había dado un buen golpe sin necesidad de tocarlo. 

—Te mataré, Takemaru. Sufrirás mucho por destruir mi honor.

—No le tengo miedo a un mocoso como tú. —Una sonrisa burlona apareció en su rostro. Inuyasha imitó esa sonrisa.

—Eso mismo dijo el imbécil de Goshinki. 

Takemaru empezó a recordar, no sabía nada de su subordinado desde que le había dado la orden de desaparecer al traidor. No le había tomado importancia a un simple peón pero la sonrisa siniestra de su hijo tan parecida a la suya le daba a entender que ese hombre no volvería a aparecer. Y era obvio, Goshinki había sido uno de los hombres que había mancillado a su hijo.

—¿Qué le hiciste a Goshinki?. 

—Digamos que Goshinki te está esperando en el infierno. Solo tengo eso que decirte de él.

—Si no me hubieras traicionado... Serías mi mayor orgullo. 

Su hijo era tan parecido a él, tanto física como mentalmente. Ambos pensaban igual y lo único que los diferenciaba era que el menor no estaba obsesionado con el dinero. Su hijo podía llegar a ser una copia exacta de él y eso lo enorgullecía pero lo había traicionado y a su vez él lo había humillado, ambos eran tan orgullosos que no cederían ante eso. Ambos eran incapaces de perdonarse.

—Si no hubieras alterado el destino... Hubieras sido mi ejemplo a seguir.

—Cuando salga de aquí, me vas a conocer furioso.

—Cuando salgas de aquí te veré vivir en la basura. Olvidé mencionar que todo el patrimonio Fushiko está a nombre de Sesshomaru Taisho Asakura. —Amó la expresión de su padre. —Exacto. Al niño que le quitaste todo ahora tiene todo lo que alguna vez fue tuyo. Aun si salieras de aquí terminarías igual de desacreditado de lo que estás ahora.

―Debí desaparecerte a ti en vez de al hijo de Inu no. 

―Ese es tu castigo, Takemaru. Nací así como castigo para ti por haber hecho todo eso con Sesshomaru y su familia. ―Se levantó dando por terminada la reunión. ―Me alegró hablar contigo, Takemaru. Espero volver a verte algún día y platicar. Y no lo olvides, ten cuidado que podrían visitarte en tu celda. Aquí no hay mujeres y muchos hombres necesitan un hoyo al cual mancillar.

Takemaru se inquietó ante esas palabras y el tono de burla de su hijo le hizo mirarlo con recelo. Ese muchacho era capaz de todo, no por nada era su hijo. Ambos eran iguales.

Inuyasha se marchó junto a Sesshomaru escuchando las maldiciones de su padre, una sonrisa de satisfacción adornó su rostro.

―¿En serio lo harás?.

―¿Hacer qué?. 

Ambos ya estaban afuera de las instalaciones y al albino le había entrado esa duda, Inuyasha había advertido a su padre antes de salir y... ¿Sería capaz de hacerlo? En realidad, era muy probable. Había confesado que había desaparecido a uno de los subordinados del Fushiko mayor y no sería raro que tomará acciones en su contra por todo lo hecho en el pasado.

―¿Cumplirás esa advertencia? ¿Harás que le hagan lo mismo que a ti a tu padre. ―Preguntó con cautela, lo último que quería era provocar una pelea innecesaria.

―Lo pensé, pero no. No llego a tanto como él. Al menos vivirá paranoico. 

―Entiendo.

Siguieron su camino de regreso al orfanato, se mantuvieron en silencio. Inuyasha estacionó al frente, sus manos no de apartaron del volante, su mirada bajó.

―Sesshomaru, ¿alguna vez has sentido inmensas ganas de salir huyendo y dejar todo atrás?. ―Su tono hizo preocupar al albino, lo miró algo preocupado. Tras un pesado suspiro, respondió.

―Todo el tiempo. ―Eso captó la atención del azabache, lo miró atónito. ―Toda mi vida la he vivido en una simpleza agradable. Amo a mis padres pero... Siento que la vida de un heredero no es lo mío. Desde que era un niño y gracias a mis hermanos, lo único que me había preocupado era que iba a hacer en lo que restaba del día. Ahora vivo de aquí para allá, junta tras junta y reuniones con altos empresarios, firmas y contratos, etiqueta y modales. Es cansado, cuando te veía actuar como un heredero, sabía que yo no sería capaz de encajar en ese mundo. Sé que mis padres quieren lo mejor para mí pero yo me siento sofocado, me siento abrumado por este mundo en el cual ahora soy participé.

Era la dura realidad, él había vivido en una casa humilde junto a otros niños. Con su nueva vida ya no tenía los mismos momentos, ahora todo eran reuniones, reuniones y más reuniones. Extrañaba esos días en los que podía estar sentado mirando la nada por horas sin tener teléfonos sonando a su alrededor o personas solicitando su firma que antes no valía nada, era un simple nombre grabado en un trozo de tela. Pero, no quería decepcionar a sus recién conocidos padres por algo -a su parecer- tan simple.

―¿Porque lo preguntas?.

―Simple curiosidad.

Al albino no le convenció esa respuesta, sabía que algo se ocultaba tras esas palabras pero, tenía confianza en el Fushiko y suponía que estaba así por la visita a su padre. Decidió no arruinar todo hablando de más, se despidieron y bajó del auto para entrar al orfanato, tenía la tarde libre tras el permiso que se tomaron.

Continuará...

 

Notas finales:

Aviso importante:Este es el penúltimo capítulo, el siguiente es el final de esta obra. Espero no decepcionarlos.

Segundo aviso: Este libro tiene tres capítulos extra que no alteran la historia, son solo pequeños relatos que surgieron en mi bloqueo y los subiré después del final. Espero que les gusten.

 


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