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Sinfonía Agridulce por SebbyPhantomhive

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Sebastian se sentía tontamente atraído a este niño que lo irritaba un poco con sus firmes convicciones, esas convicciones a las que se aferraba el dulce Ciel también le despertaban una extraña admiración a pesar de no compartir algunos de esos pensamientos aunque al parecer ciertos sentimientos quizás si. Se satisfacía al rememorar ese beso, todo un deleite del que aún podía percibir el dulce sabor de sus labios, le divertía un poco el pensar que al menos por unos segundos le correspondió confirmando que la atracción era mutua. Sin embargo su ansiedad aumentaba al sentir como su apuesta estaba tiritando en medio de estos confusos sentimientos, debía apresurarse en acabar de una vez esta situación antes de perderla y perder su corazón en este juego peligroso. En la noche Sebastian se escabullía en la habitación del joven que sorprendido y nervioso lo echaba en medio de un molesto murmullo.

—Solo venía a despedirme, mañana a primera hora me iré de viaje hasta entrar a la escuela, así que ya no te molestaré más...

Ciel al oírlo sentía que su corazón daba un vuelco en una confusa sensación de querer que se marchara pero a la vez que se quedara no sabía que sentir o hacer ahora.

—¿Qué quieres que haga? ¿Qué ruegue para que te quedes? ¿Qué diga que te amo y te necesito a mi lado? —Le reprochaba Ciel con la mirada llorosa, se sentía entre la espada y la pared por un lado la voz de la razón le susurraba que lo dejara partir, que era lo mejor y por otro lado la voz de su corazón le decía que no lo dejara ir, que que afrontara este riesgo y no huir cobardemente del amor.

—Ya no quiero que juegues conmigo... —Aunque era algo irónico que el lo dijera los labios de Sebastian con aparente sinceridad le reprochaba— Conoces mis sentimientos y yo conozco los tuyos, profesas tanto del amor verdadero y cuando lo tienes cerca solo lo dejas ir... ¿Por qué te contradices? 

Ciel se quedó callado viéndose reflejado en la mirada llorosa del otro encontraba la respuesta de sus dudas, abrazándolo sin decir nada lo besaba con tal firmeza que era una confirmación de sus sentimientos, Sebastian correspondía a sus besos y caricias, al final este niño había cedido, con ello su apuesta estaba a punto de ser ganada. Ciel en ese abrazo lo llevaba a su cama recostándose en ella muy sonrojado se desabrochaba el pantalón, sumiso y enamorado se entregaría a él esa noche mientras le sonreía timidamente lo invitaba a tomarlo como era su anhelo.

Sebastian al verlo de esa manera sentía que su corazón se removía en una sensación contraria a la que tanto había esperado entonces se dio cuenta que estaba enamorado pérdidamente de Ciel,  tomarlo ahora era incorrecto e infame con la sombra de esa estúpida apuesta no podía hacerlo. Lo amaba, no podía tocarlo como lo hacia con los demás, el era especial no una simple aventura y menos una apuesta.

—Lo siento... No puedo... —Frustrado, confundido con la voz temblorosa salía de su habitación, ahora era el quien huía y eso le frustraba aún más. Ciel por su parte no entendía su actitud, al parecer no lo amaba se sentía despreciado, toda la noche no dejó de llorar mientras su ser sucumbía en la tristeza por tal rechazo incomprensible.

A la mañana siguiente Alois aparecía sobre su hermanastro en la cama, sensualmente se le restregaba sabiendo que la noche anterior al fin se había  decidido la apuesta y moría por oír de sus labios que el había ganado.

—¿Qué sucede querido hermanito? ¿Cómo te fue anoche?

Sebastian con molestia le escuchaba no estaba de humor para aguantar sus preguntas idiotas y menos con sus intentos de seducción, apartándolo lo dejaba a un lado de su cama.

—No lo hice... ¿Contento?

—¿No? Te enamoraste de él... Ya no me amas entonces —Le reprochaba con un poco de cinismo Alois.

—¿Quien dijo qué te amaba? Yo... Amo a Ciel. —Con esas palabras sentía alivio en su interior sonriendo se levantaba dispuesto a buscar a su querido Ciel.

Alois no podía disimular su enojo y celos, su semblante era obvio en este sentir y no pretendía esconderlo.

—¿Vas a buscarlo? —Le cuestionó con malicia el rubio— Porque tu tía me dijo que Ciel se fue temprano creo que no tienes ninguna oportunidad con él. Lo perdiste para siempre todo por tu idiotez.

Sebastian estaba consciente que había perdido su estúpida apuesta pero no  perdería a Ciel, ignorando a Alois y sus malos augurios a los pocos minutos salía a buscarlo, llamando a William le rogaba que le dijera donde estaba este se lo dijo. Cruzando la ciudad en su veloz auto llegaba a la estación de trenes donde Ciel estaría y no se equivocó porque ahí lo halló acercándosele con una melancólica sonrisa y una mirada arrepentida trataba de decir algo.

—¿Qué quieres? —Enojado Ciel le hablaba frunciendo el ceño, no podía negar que verlo dio un golpe directo a su enamorado corazón. Vulnerable temblaba sin saber que hacer, vacilante esperaba su respuesta.

—Te quiero a ti... Solo a ti... —Una respuesta susurrada en absoluta sinceridad escuchaba el joven sonrojándose sólo sintió como sus labios eran sellados en un dulce y apasionado beso. No había duda Sebastian lo amaba, su huida en la noche no fue por desprecio sino por miedo, el mismo miedo que el sintió antes de aclarar sus sentimientos.

Minutos después la pareja impulsada por el amor se entregaba al placer en una cama de la habitación de un hotel cercano, Sebastian se deleitaba en su virginal cuerpo devorándolo en besos bajo las sábanas entre sus piernas lo penetraba con firmeza pero a la vez con delicadeza, sus dulces gemidos eran el sonido que hacían eco en su corazón. Ciel se aferraba a su cuerpo con fuerza en un abrazo, sus labios jadeantes no dejaban de decirle cuanto lo amaba mientras entre besos trataba de robar su aliento para recuperar el suyo. Ambos cuerpos ahora estaban unidos más que por un acto de placer por un genuino sentimiento de amor que compartían.

—¿Estás bien? —Cuestionaba Sebastian besando la sudorosa piel del cálido cuello de su ahora amante que aún tiritaba de placer entre sus brazos.

—Si... Ya te dije que estoy bien... —Le respondió tímidamente dejándose consentir— Di que me amas... Repítelo muchas veces... 

—Te amo... Te amo... Te amo... —Obedeciéndolo Sebastian repetía tal declaración amorosa entre besos y es que no podía dejar de besarlo, tocarlo nunca antes se había sentido de esta manera era como un ser renacido en las llamas del amor, tanto sexo sin sentido en estos años de adolescencia se sentía tan vacio comparado a esta abrumadora sensación.

Casi al anochecer después de pasar casi todo el día juntos en esa cama se separaron prometiéndose verse la mañana siguiente, no sin antes despedirse con un amoroso beso ambos se sentían más enamorados que nunca. Sebastian regresaba a casa tenía que arreglar este asunto con Alois, odiaba perder pero ya que estaba haciendo algunas cosas por primera vez, aceptar una derrota no estaría de más.

—Creo que ganaste ¿No? Por tu cara de idiota debo asumir que te acostaste con Ciel —Cuestionaba Alois que ya no transmitía ese aire seductor a su hermano, su rostro reflejaba fastidio a este, Sebastian trataría de ignorar sus berrinches.

—No me importa ganar o perder esta estúpida apuesta, gané algo mejor y durarero... Amo a Ciel... Lo amo... Y el me ama.

Ante sus palabras Alois apretaba sus puños con enojo, no le gustaba que nadie tomara lo suyo y a Sebastian desde que lo conoció lo consideró de su propiedad, ahora ese niño no solo había probado su cuerpo antes que el sino que se atrevió a robar su corazón.

—Vaya... ¿Quién diría que un simple angel haría cambiar a un demonio? —Cuestionaba con sarcasmo en su voz tomando de la camisa a Sebastian lo acercaba a su rostro— Pero me pregunto si su padre permitirá su relación, digo cuándo se entere de tu pasado, sepa que te has cogido a la mitad de los de la escuela... ¿Dejará que su lindo y angelical hijo esté contigo?

Sebastian no decía nada sin duda su pasado era una sombra que lo acecharía siempre y bien merecida la tenía pero ¿Alguien no puede cambiar? ¿No merecía el amor acaso? Se sentía asqueado de si mismo por su repugnante pasado, avergonzado de que Ciel lo amara quizás no merecía su amor.

—Y Ciel ¿Qué pasará cuándo se enteren de que esa convicción sobre su "pureza" era una mentira? Venir a acostarse con el promiscuo de la escuela a las dos semanas de conocerlo. Hmmm... Creo que llamaré a su padre para comunicárselo de todas formas como presidente del consejo estudiantil es mi deber. —Alois le insinuaba tomando su teléfono se disponía  a llamar al padre de Ciel cuando Sebastian lo detuvo— Y de paso puedo contarle a Ciel lo de tu apuesta. Tu reputación de casanova por el suelo y arrastrarás al pobre Ciel contigo... Que tristeza, el no se lo merece.

Sebastian al ver que su hermano si era capaz de hacer lo que planeaba, su mirada se tornaba llorosa, Ciel no merecía sufrir por sus errores, el miedo invadió todo su ser lo mejor era alejarse para que no sufriera tal humillación.

—Eres un maldito egoísta... —Con lágrimas Sebastian le reprochaba el rubio sonreía con malicia— Por eso nadie va a quererte nunca.

—Es un fastidio ver como mojigatos como Ciel, como ese Finny logran enamorar a idiotas como tú y como Claude.

—Quizás porque uno se cansa de la basura como tú. —Le reprochó mirándolo con enojo— No digas nada... Me alejaré de Ciel como quieres.

Alois sonrío complacido notando el dolor en aquellas palabras, podía notar que su hermano realmente estaba enamorado para hacer tal sacrificio, eso lo enojaba porque como Sebastian le sentenció nadie lo amaría de esa forma.

—Ni pienses que podrás tomarme, antes que nada no me acuesto con enamorados patéticos... —Le decía sobre los labios con jactancia.

—¿Te sientes feliz con esto?

—Si... Diría que si... Siempre serás mi juguete favorito, amo manipularte y lo seguiré haciendo. —Dándole un beso en la mejilla se alejaba.

Sebastian se secaba las lágrimas ahora ¿Cómo diría a Ciel que no lo amaba cuando era a quién más amaba en el mundo? ¿Cómo hacerlo sin lastimarlo? Eran las interrogantes que no lo dejaron dormir esa noche. A la mañana siguiente Sebastian iba a visitar a Ciel en la residencia donde se estaba quedando, con unos amigos de sus padres, recibiéndolo cariñoso, animado le enseñaba su habitación aunque notaba algo extraño en su enamorado.

—¿Qué sucede Sebastian? Estás muy callado...

—No puedo seguir con esta mentira... La verdad no te amo solo quería llevarte a la cama. —Le confesaba tratando de ser sincero ante la mirada confundida de Ciel que solo movía sutil la cabeza en negación — Y ya lo hice así que esto no tiene sentido.

—¿Qué dices? ¿Qué tipo de broma es esta? —Con la voz temblorosa el joven confundido trataba de entender esta inesperada actitud de Sebastian, quien solo hace unas horas le decía que lo amaba, debía ser una broma, una cruel broma.

—No es broma... Ya te dije solo quería probarte y ya lo hice... No te amo... Amo a alguien más.

Ciel no sabía como reaccionar porque  parecía sincero, entonces supo que los miedos que sintió al principio eran una advertencia de este sufrimiento, llorando se sentaba en la cama.

—Lo siento... —Murmuraba con frialdad Sebastian tratando de sonar como su antiguo yo, acercándose a Ciel pretendía tocar su rostro por última vez pero no lo hizo porque este lo empujó.

—¡Lárgate no quiero verte! ¡Lárgate!

Le gritaba Ciel con los ojos llenos de lágrimas, que estúpido se sentía al haber creído en sus mentiras, la advertencia que le hicieron al principio era real pero el amor lo cegó por completo pensaba para si mismo, viendo como Sebastian no dijo nada más y solo se marchaba solo lloraba desconsolado con el corazón roto.

Ambos jovenes deambularon en amargos pensamientos todo ese día, los dos con el corazón roto trataban de hallar consuelo en los recuerdos de esos días juntos. Sebastian pensaba si fue correcto lo que hizo, ¿Por qué debía perder a quien amaba por los caprichos de su egoísta hermano? Le tomó todo el día decidirse pero se convenció de que su objetivo era luchar por Ciel por este genuino amor que este joven provocaba. Al anochecer se lo veía en su cama escribiendo una carta y en un sobre guardaba su mayor trofeo, su diario, al terminar los dejaba en la puerta de la residencia donde Ciel estaba, quien receloso no sabía si leer esa carta y el contenido de ese diario que sacó del sobre. Algo le decía que Sebastian había mentido antes y en esa brecha de duda comenzó por leer la carta de inmediato.

Querido Ciel:

Lamento mucho toda esta situación, no fue mi intención el mentirte de esa forma porque eres lo que más amo... Si lo hice fue por querer alejarte de mi pero sinceramente no quiero perderte. Como prueba de que ahora si digo la verdad te entrego el que era mi mayor tesoro, mi diario, donde te explico todo. Nadie más lo ha leído y ya no necesito tenerlo, porque mi mayor tesoro ahora eres tú.

Siempre tuyo, quien te ama...
Sebastian...

Ciel leía esas lineas entre lágrimas, quería creerle y una parte dentro suyo lo hacia así que decidió leer ese diario, al principio le costó leerlo porque no podía creer que se había enamorado de un ser tan desalmado al jugar así con los sentimientos de los demás solo para su propio placer. Cuando llegó a la parte donde se refería a él, sus labios esbozaron una nerviosa sonrisa, al darse cuenta que todo empezó con una apuesta. Llenándose de coraje aunque se iba calmando poco a poco al seguir la lectura. ¿Cómo no hacerlo? Describía los detalles de sus encuentros hasta sus discusiones, sus confusiones y las líneas en que confesaba a través de la escritura que se había enamorado. El joven no durmió esa noche al analizar todo esto sin saber que Sebastian fuera de la residencia aguardaba esperando su respuesta.

La mañana llegó, Sebastian cansado se alejaba debía darle tiempo a Ciel para asimilar todo esto, ahora solo dependía de su capacidad de perdonar del joven de mirada azulina. Caminando en esa tranquila mañana se disponía a volver a casa ya regresaría más tarde. Ciel que había notado que lo vigilaba decidió darle la oportunidad de explicarle en persona lo que había leído al verlo que se alejaba  salió con prisa a seguirlo. No podía perderlo, no quería perderlo. Sebastian meditabundo caminaba por un parque cuando de pronto Bard apareció frente suyo con una actitud agresiva.

—Así que tú te acostaste con Finny... —le acusaba mientras se abalanzaba a golpearlo— Y aparte de eso golpeaste a tu hermano para que no me contara esto.

Sebastian lo miraba confundido pues no sabía de que hablaba, el nunca había golpeado a Alois, entonces entendió que el rubio le había mentido a propósito, seguramente por venganza, por esa última discusión que tuvieron, Bard le daría una paliza que bien se merecía pero no quería darle gusto a Alois así que se defendería.

El rubio comenzó a golpearlo, Sebastian no se quedaba atrás correspondía con habilidad a sus golpes. Ciel al verlos pelear en plena calle gritaba para que se detuvieran en ese afán se acercaba cuando fue empujado por Bard que en el calor de la pelea no notó a quien golpeaba. Ciel indefenso cayó en la calle mientras se veía como un auto venía sobre él a toda prisa sin darle tiempo a detenerse. Sebastian al verlo en peligro sin pensarlo dos veces lo empujaba tomando el lugar del joven que amaba solo un estrenduoso golpe se oyó y el auto lo lanzaba por los aires dejándolo mortalmente lesionado en esa fría calle.

Ciel se acercaba corriendo lo tomaba entre sus brazos, las lágrimas se le escapaban al verlo tan mal herido, seguramente tenía una hemorragia interna por tremendo golpe. Rogándole que resista veía como su amado lloraba afligido, su bello rostro estaba golpeado, de su nariz y boca salían sangre, estaba muy mal.

—Te amo Ciel... —Le susurraba Sebastian con dificultad preso del dolor que sentía aún así no dejaba de ver amoroso el rostro del bello angel que lo rescató del camino de perdición en que estaba.

—Yo también te amo... —Desesperado entre lágrimas Ciel le respondía aferrándose a él con fuerza sabía que su vida se escapaba y no podía hacer nada.

—Gracias por enseñarme lo que es el amor... —Dijo con una sonrisa cerrando los ojos dejaba de respirar, Ciel no podía creer lo que estaba pasando a quien amaba la muerte se lo arrebataba tan prematuramente, nunca había sufrido tanto en su corta existencia como ahora abrazando su cuerpo inerte no lo soltaba.

En un silencio absoluto la historia de amor de dos jóvenes amantes terminaba en un final trágico. Pasaron días de tan lamentable suceso, el inicio a clases empezaba. Alois en el baño de la escuela se notaba tranquilo mientras miraba su reflejo en el espejo cuando alguien repentinamente se le apareció.

—Pensé que no había nadie... —Murmuró al ver como Ciel a su lado también se miraba al espejo. 

—Lo siento si te asusté... ¿Nos conocemos?

—No lo creo... — Respondió aun sabiendo que lo conocía muy bien.— Soy Alois...

—El presidente del consejo estudiantil ¿No? —Este asintió afirmando su duda— Yo soy Ciel y mi padre es el nuevo director así que espero seamos buenos amigos

Hipócritamente Alois aceptaba su amistad con una falsa sonrisa.

—Lamento lo de tu hermano... Debió ser duro para ti.

—Una lamentable perdida... ¿Tú conocías Sebastian?

—Algo... Bueno si te sientes mal y necesitas un amigo cuenta conmigo, por favor.

Ciel esbozando una sonrisa amable se prestaba a salir del baño, cuando el rubio vio que se marchó hizo una mueca de desagrado y le llamó idiota.

Frente a los alumnos, docentes y familia de Sebastian, Alois se prestaba a dar un discurso en la capilla de la escuela donde hacían un homenaje póstumo al joven por su reciente fallecimiento.

—Sebastian fue un hermano para mi aunque no compartíamos lazos de sangre así lo sentía, a pesar de sus errores... —Hablaba de forma hipócrita tratando de conmover a los demás con su falso amor por su hermano fallecido, cuando notó que sus compañeros salían en medio de su discurso se enojaba por tal muestra de irrespeto, bajándose del podio los seguía al patio para regañarlos además para conocer el motivo por el que todos salían.

Cuando apareció frente a ellos solo sintió la mirada acusatoria de todos que leían una especie de cuaderno fotocopiado no entendía que sucedía, entonces vio como Finny con una sonrisa perversa le entregaba en sus manos una de esas copias. Leyendo el título palideció todo, dando una revisada a las primeras páginas al fin veía lo que su hermanito escribía en su diario. En ese diario contaba todo lo que en verdad era Alois, desenmascarándolo frente a toda la escuela humillado sentía como lo acusaban con la mirada no sabía donde esconder la cara por la vergüenza, el que estaba acostumbrado a las apariencias verse descubierto era su mayor castigo.

Sebastian se había vengado desde los dulces brazos de la muerte a través de Ciel, quien planeó todo esta situación, Alois no podía salirse con la suya menos no pagar algo por la muerte de Sebastian que el indirectamente provocó. El de mirada azulina conducía el auto que era de su amado a toda velocidad por una de las autopistas de la ciudad, como el en vida solía hacerlo. No había momento que no dejara de pensar en él, no lo olvidaría nunca lo seguiría amando aún cuando ya no estaba a su lado, fue Sebastian quien le enseñó el verdadero significado del amor y la grandeza de perdonar. Sus labios con dulce nostalgia esbozaban una sonrisa al recordarlo y se imaginaba que Sebastian lo acompañaba en este viaje, este viaje de vida que apenas para él empezaba. Porque así es el amor una apuesta que a veces se gana y se pierde, tal como la vida misma es solo una sinfonía agridulce de sucesos que nos ayudan a crecer.






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