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La Cura por Sherlockwsh

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« 36 horas; Barnes, Rogers, Wilson.»

 

La voz del secretario de estado, Thaddeus Ross, hacía eco en su cabeza mientras observaba un cobrizo atardecer a través de la ventanilla en su jet privado.

Se mecía la barba con el dedo pulgar y el índice pensando en lo tarado que Rogers podía ser cuando estaba convencido de tener la razón,  pero había una colosal distancia entre estar en desacuerdo e ir a ciegas resguardando a un criminal. Podía imaginarse en su lugar, porque Barnes significaba tanto para Steve cómo Rhodes para él. Sin embargo, hasta el buen Rhodey le hizo frente cuando sobrepasó los límites. Entonces ¿Qué era lo que tenía a Steve corriendo tras Barnes cómo su perro guardián? Algo estaba pasando por alto, algo que no encajaba del todo ¿Por que Steve actuaba de esta forma tan extraña? ¿Que detalle sabía o que podía ser tan importante para convertirse en un fugitivo? ¿O podría…? ¿Podría ser que…? ¿Era alguna especie de represalia?

Steve era pasivo-agresivo cuando se lo proponía, como lo fue horas antes, reunidos en la sala, cuando Tony le extendió la pluma de Howard en son de paz. Acto seguido, Steve preguntó por Pepper, que por cierto, esa pregunta quedaba totalmente fuera de contexto. Eso tenía que ver - a todas luces -  con lo sucedido tras su estancia en la granja de Barton y luego de meterse (por fin) en los pantalones de américa no podía tan solo terminar con Pepper por “una noche” con Steve. Sin embargo, los días pasaron y no pudo sacar de su mente las expresiones, la voz, las caricias del capitán. Pepper lo notó y eso fue, precisamente, lo que ocasionó la separación.

Ella le dijo que no podía hacerse de la vista gorda, que no podía continuar con la relación cuando claramente estaba enamorado de alguien más. Tuvo entonces que hacer la presentación de B.A.R.F. solo. Tenía un par de conferencias más que dar y, apenas terminar, trataría de prepararse para abordar el tema con el cap pero el incidente que involucró a Rumlow y Wanda en Nigeria le arrebató la oportunidad ¿Que iba a decir?  “¡ey Steve, traje al secretario de defensa para echarnos la soga al cuello. Por cierto, estoy soltero y disponible!”  totalmente fuera de lugar incluso para sus estandares.

Volviendo a ese momento su “No lo sabía Tony, lo lamento tanto” le supo realmente falso.

Hizo una pausa en su línea de pensamiento para respirar profundo y repasarse la cara ¿Era Steve capaz de llevar todo esto al extremo solo por despecho?

Sacudió la cabeza y luego se peinó el cabello con la mano. El mundo estaba de cabeza, necesitaba respuestas, necesitaba…

 

« Momento »

 

Se tensó en el asiento un breve segundo antes de abrir el compartimento de su reloj de pulsera. Doblado en un perfecto cuadrito se encontraba una pequeña nota.

La acarició entre los dedos sopesando abrirla o mantenerla cerrada.

Tiempo atrás, luego del atentado de New York, Steve le entregó esta notita. A principio de cuentas le pareció poco más que extraño. Si el sentido común no le fallaba, en realidad aquel día habló con dos Steve distintos. Luego pensó que todo se debía a una treta retorcida por parte de Loki, así que sometió la nota a un minucioso análisis (sin faltar a su palabra de leer el contenido hasta que fuera estrictamente necesario) en busca de alguna energía extraña. No encontró rastro de algo peligroso. Era solo una simple nota escrita con bolígrafo.  

Sin lugar a duda se trataba de Steve. Un Steve, tal vez, de otra época. Su instinto le hizo decidir no hablar sobre ello con nadie.

Con tantas cosas sucediendo muchas veces se vio tentado a abrir el mensaje,  especialmente luego del colosal fracaso con ultron, cuando la distancia entre los dos (Steve y Tony) se acrecentó, pero luego de un tiempo hizo la idea a un lado.

Le dolió recordar la respuesta de Steve cuando manifestó su deseo de comprar una granja para Pepper siguiendo el ejemplo de Clint. De una forma tal vez poco ortodoxa lo que en realidad estaba tratando de hacer era tantear el terreno ¿Quería Steve una vida tranquila? ¿Un hogar? ¿Una familia?

Tony estaba lejos de averiguar qué las palabras de Steve « familia, estabilidad. Quien quería eso se sumergió en el hielo hace 75 años » nacieron de un amargo sentimiento de desilusión cuando, después de esa noche en casa de Clint, Tony actuó como si nada hubiera ocurrido entre los dos.

 

Respiró profundo y le dio vuelta al papel. La perfecta letra cursiva de Steve marcaba la fecha exacta de ese día. Deshizo los dobleces hasta por fin ver su contenido; se trataba de unas coordenadas y debajo de ellas estaba la hora. Las hizo analizar por Friday y descubrió que le llevarían a un lugar en medio de la nada en Berlín. Si partía en ese instante llegaría con diez minutos de retraso.

El viaje hasta ahí le pareció eterno. Cuando se levantó de su asiento el corazón latía en su garganta y cuando descendió del jet no tardó en encontrarse con una versión de Steve deliciosamente madura. Las líneas de expresión en su rostro eran sutiles, los cabellos que clareaban su melena daban luz a su rostro. Ya no le parecía un cachorro gigante, sino un silver fox. Definitivamente este era Steve, pero no el que conocía.

— Tienes mucho qué explicar, cap.

— Lo haré.— prometió. Esa sonrisa apacible marcó las comisuras de sus ojos azules. Era dolorosamente atractivo. — Me alegra que vinieras.

— ¿Sabes? Esto es bastante raro. Hace unas horas estaba discutiendo contigo y ahora parece-…

— Sobre eso, por favor solo olvidalo. Fui un cretino.

— ¡¿Qué?! Espera, tengo que grabar esto para la posteridad. — Tony presionó el armazón de sus gafas para comenzar. — 3, 2, 1… ¡Acción!

— Tony, por favor. — Steve suavemente llevó la mano a la altura necesaria para retirarle las gafas. Pero sus ojos brillaban de una forma que Tony encontró injusta. — Te eché de menos.

— ¿Qué sucede? — le preguntó con la garganta seca intentando volver al tema, intentando ignorar el inminente impulso de pararse en puntillas y alcanzar sus labios. Esa pregunta pareció funcionar porque Steve salió de su transe para asentir.

— A unos kilometros de aqui se encuentra un almacén, necesitamos llegar ahí, pero lo haremos a pie. Debemos hacerlo de forma silenciosa.

— De acuerdo, solo dame un momento para-..

— No, no, no. — Steve hizo descender la mano de Tony que convocaría su armadura. — Sin tus juguetes. Los harás volar hasta aquí y nos descubrirán.

— ¡¿Que?! tienes que estar bromeando ¿Quienes?

— Sigueme, te lo mostraré.

El hombre de hierro no lo era precisamente cuando se trataba de ejercicio cardiovascular, eso lo sabía cualquiera por descontado, en especial Steve, que cada mañana (durante sus cortas estancias en el complejo) despertaba temprano para correr en los alrededores llevándolo consigo. La sesión era un total fracaso porque Tony no podía seguirle el paso, así que se echaba en el césped para recuperar el aliento y solo entonces el cap decidía parar. Algo distinto sucedía cuando se trataba de enfrentarse a nuevos enemigos, porque entonces la adrenalina le proporcionaba el vigor necesario para la tarea. Pero aqui no habia ni adrenalina, ni traje y comenzaba a resentir el endemoniado clima. Le tomó por sorpresa que sus pies se despegaran del suelo, de un momento a otro, dándose cuenta de que Steve lo llevaba en brazos.

— ¡Ey! — Steve lo ignoró. — ¿Que crees que estás haciendo? Bájame.

— Llegaremos más rápido así.

— Comienzo a pensar que solo quieres un pretexto para ponerme las manos encima.

Y la verdad es que no se equivocaba. Para el viajero, la cercanía con Tony era casi insostenible. Cada minuto de su colonia costosa seduciendo el olfato era una contienda interna que estaba perdiendo estrepitosamente. Sostuvo sus piernas con mucho cuidado, lo estrechaba contra el pecho cuando necesitaba echar a correr. Asi se acercaron al viejo terreno y fue fácil cruzar el alambrado. Steve lo guío hacia la parte de un taller solitario y le dijo que debían aguardar escondidos tras una pila de cajas viejas.

— Bueno, creo que es hora de que te de una explicación. — Comenzó Steve con Tony atento a sus palabras. — No sé por dónde empezar…

— Tal vez debas empezar por el principio. — sugirió. — Por ejemplo ¿Por que luces como un Suggar Daddy?

— ¿Suggar Daddy? — preguntó un cap desorientado.

— Es un-... olvidalo. Mejor dime que estamos haciendo aquí.

— Cierto. — Steve tomó aliento, pero se contemplaba las manos mientras hablaba.— Tony, sé que estás confundido con todo lo que está sucediendo; ultron, wanda, los acuerdos, Bucky… he reflexionado mucho sobre esto y lo cierto es que aun pienso que no debiste firmar.

— ¿Para eso me trajiste aquí?

— No, espera. Eso no es todo. — Steve se mordió el labio inferior. — Mi error fue no confiar en ti. Yo… yo jamás debí ocultarte la información que el dia de hoy vas a presenciar y no pienso cometer ese error otra vez.

— ¿Qué información?

— En unos minutos más lo sabrás. — respondió. — También… también debes saber que yo… yo no soy el Steve que conoces.

— ¡Lo sabía!

Steve parpadeó perplejo

— ¿Tú lo sabías?

— Lo sospechaba, soy un genio ¿Recuerdas?

El capitán le miró con ternura pero el gesto de Tony le recordó que estaba a mitad del relato.

— Dentro de unos años las cosas no van bien y tu encuentras la forma de solucionarlo creando un gps del tiempo. Yo fui enviado para regresar unos objetos que tomamos de las distintas realidades, en distintos puntos del tiempo.

— ¿Estas hablando de un viaje en el tiempo? imposible.

— Tu lo hiciste posible.— Steve extrajo el dispositivo del bolsillo de su pantalón para mostrarselo a Tony quien lo analizó maravillado.

— ¿Yo hice esto?

— Si

Tony bufó mientras sonreía y al volver su atención sobre Steve se dio cuenta de que este le dedicaba una mirada de ojitos brillantes, como un tortolito enamorado. Esto le provocó un tremendo bochorno en las mejillas y tragó.

— Me gustaría analizarlo en mi taller ¿Te importa si lo conservo?

— Para nada. Tony…— Este levantó la mirada sintiendo el corazón latirle en los oidos, la sangre transitando rápidamente hacia el corazón, el rostro entero escocia y estaba seguro de que sus orejas echarían humo si Steve daba un solo paso más. Sintió la mano acurrucar las suyas. —… quisiera que tu y yo-...

 

— ¡Cap! — la voz de Sam alertó al viajero y Tony que se acomodaron para observar.

— ¿Wilson? — preguntó Tony en voz baja. — ¿Qué hace-…? ¿Ese de ahí es Barnes?

— Tony, quédate quieto. Pase lo que pase, promete que no vas a interferir.

— ¿Por qué lo haría?

— Solo prometelo.

— No soy-...

— Tony.

— Ese… ese de ahí eres tú.

— Tony, por favor.— Steve le sujetó la muñeca mientras su otro yo y Wilson interrogaban a un recién despierto Bucky Barnes. — Tienes que escuchar con atención, pero prométeme que no interferirás. — Tony le miraba como si se sintiera acorralado, así que era hora de jugarselas todas. — Una vez te arrebate la oportunidad de procesarlo, de experimentar tu duelo. Pero está vez te ofrezco la oportunidad de venir conmigo, de ser solo tú y yo, de tener esa vida que los dos soñamos una vez. Creo que nunca te lo hice saber, nunca encontré la forma, pero yo… — respiró hondo. — … estoy locamente enamorado de ti. Todo cuanto he hecho ha sido impulsado por amor, Tony. Por amor hacemos cosas tontas y yo… yo vine aquí por ti. Déjame hacerte feliz, déjame… ven conmigo.

Tony parpadeó pensando que había escuchado mal. Le parecía tan irreal pensar que todo ese tiempo Steve estuviera enamorado hasta las trancas, cómo acababa de confesar. Estaba a punto de responder pero cerró la boca cuando la voz del otro Steve llegó a sus oídos.

— ¿Quién era él?

— No lo sé. — respondió la voz de Barnes.

— Gente murió. La bomba, la trampa… el doctor hizo todo eso para conseguir 10 minutos contigo. Necesito que digas algo más que "no sé".

Bucky pareció reflexionar un instante.

— Él quería saber sobre Siberia. Donde me tenían cautivo, quería saber exactamente dónde.

— ¿Por qué necesitaba saber eso?

— Porque no soy el único soldado de invierno.

 

Barnes relató con lujo de detalle aquella noche nefasta del 91 y cómo, después de hacerse con los sueros, Hydra los había suministrado a sus mejores elementos. Cada minuto que transcurría escuchando, el shock que supuso en Tony se agudizó. El fuego en la boca de su estómago le subió ácido por la garganta. Sentía la lengua amarga y los oídos palpitando como si fueran a estallarle en cualquier instante. El viajero mantuvo su atención en Tony sin atreverse a soltarle la muñeca hasta que los tres (Steve, Wilson y Barnes) emprendieron la marcha hacia el aeropuerto.

Fue entonces que el hombre de hierro rechazó su contacto de un manotazo y completamente cegado por el dolor salió de su escondite dispuesto a darle alcance al asesino de sus padres.

— ¡Tony! ¡Tony, no! ¡Espera!

Pero él no hizo caso. Así que Steve tuvo que interponerse en su camino y sujetarlo por los hombros. — Tony, se que es doloroso, se que esto es difícil, pero no solucionaras nada si tu-...

— ¡Suéltame! ¡Suéltame, Rogers o haré que me sueltes!

— Tony cálmate por favor.

— ¿Que me calme? ¿Que me calme dices?

— Te pido solo un segundo. — Tony dejó de forcejear y le miró con dureza a los ojos. Steve sabía que no tenía mucho tiempo antes de que ocurriera algún desastre. — Bucky ha sido manipulado por Hydra. Desarrollaron una forma de lavarle el cerebro por medio de algunas palabras clave. Lo que pasó esa noche… — Tony giró el rostro para evitar mirarlo porque el sentimiento le anegó los ojos de lágrimas. No quería escuchar nada más. No quería que Steve abogara por él. Barnes no tenía derecho a recibir piedad porque alguien tenía que pagar. Sin embargo, todo le sabía a verdad y eso era mucho peor.

— Suéltame. — pidió de nuevo con la voz rota pero Steve dio un apretón a sus hombros.

— Se que lo sabes. Sabes que Barnes es otra víctima de Hydra y hacerle daño a un inocente acabaría contigo.

— Cállate.

— Te conozco, Tony. Si le pones una mano encima lo lamentarás el resto de tus días.

— ¡¿Y qué quieres que haga?! — espetó descargando su frustración. — ¿Que me quedé aquí parado como un idiota y le permita escapar? Debe pagar por sus crímenes.

— Y lo hará, Tony. Estoy seguro de que así será. Pero ahora es más importante dejarlos ir; Zemo (el doctor) desea utilizar al resto de los soldados de invierno y Bucky y… mi otro yo pueden detenerlo. Bucky enfrentará la justicia, pero luego de frustrar sus planes ¿De acuerdo?

— Así que… — la furia contenida tensó la mandíbula de Tony. — Esperas que lo deje ir y me fugue contigo ¿No? — Steve suavizó su agarre y dirigió los ojos al suelo sin poder sostenerle la mirada. — Ni siquiera planeaban decírmelo. No confiaste en mí y esperas que yo lo haga, que confíe ciegamente en ti y te siga como si nada de esto hubiera ocurrido.

— Te dije que cometí el error de no confiar en ti. Debí hacerlo, debí contarte todo por eso ahora-...

Tony levantó la mano pidiendo que dejara de hablar y negó. De repente todo le parecía tan obvio.

— Si estabas tan enamorado de mi ¿Por qué regresaste a este punto del tiempo? ¿Por qué no arreglaste las cosas conmigo en tu realidad?

— Tony…

— No. Responde.

Steve no tenía salida.. No llegó hasta este punto solo para mentirle, Tony no merecía más de esa basura.

— Porque…— inhaló profundamente para tomar valor. —... tú mueres.

Esta noticia le impactó de un modo en que toda su frustración y la ira rebasaron la copa. El Steve de su realidad no le había contado la verdad acerca de la muerte de sus padres, la identidad del soldado de invierno o las acciones de zemo y estaba dispuesto a combatir en su contra con tal de defender a Barnes sin ninguna especie de explicación. Y este Steve, el que viajó en el tiempo, arrepentido de todos sus errores le ofrecía la absurda idea de una escapada de enamorados y él, Tony, había tenido que morir para que Steve al fin recapacitara.

— Es todo.

— ¿Tony? ¿A dónde vas? — le preguntó Steve cuando este giró sobre sus talones y echó andar hacia el lugar donde dejó el Quinjet. — Espera, por favor.

— ¡No! ¡Y no me sigas! No quiero saber más de ti, de Barnes, de nadie. Déjame solo.

— Tony, por favor.

— ¡No!

— Tony escucha… — le pidió tratando de seguirlo. — voy a estar aquí, esperándote. Si cambias de opinión solo regresa aquí.

— Eres un completo idiota, Rogers.— respondió atravesando el terreno a grandes zancadas hasta convertirse en una motita en la lejanía.

Steve conservaba la esperanza de que, como siempre, luego de su rabieta recapacitaria y se convenceria de acompañarlo. Porque si no funcionaba, realmente no sabría qué hacer.

 


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