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Lo Que Me Une a Ti por nubelin4

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Notas del capitulo:

Los personajes de Naruto no me pertenecen.

VI.

 

 

 

 

Con las mejillas sonrojadas por el calor y los brazos cruzados, Naruto esperaba afuera de una pequeña librería a Jiraiya, en pleno centro del Valle de la Hoja. El niño recargaba la mitad de su cuerpo contra el capó de la camioneta verde agua de su padrino, mientras tarareaba una melodía para sobrellevar el aburrimiento.

El Valle de la Hoja, pese a su corta cantidad de habitantes, era mucho más grande que el pueblo en el que vivía, por lo que seguramente habría muchos lugares por conocer. Como no solía salir de su pueblo frecuentemente, deseaba recorrer cada rincón desconocido de aquella ciudad tan remota.

¿Por qué tarda tanto?, pensó con impaciencia. Naruto se puso derecho y se acercó hasta la entrada de la librería. La puerta se abrió emitiendo un leve chirrido cuando el niño asomó su cabeza rubia hacia el interior.

Allí, el hombre de cabellos blancos se encontraba apoyado sobre sus codos en el mesón y con la mirada galante, mientras no dejaba de parlotear acerca de algo que realmente Naruto no alcanzaba a oír desde su lugar, pero que tenía riendo coqueta a la jovencita encargada de atenderlo.

El niño se cruzó de brazos, indignado, mientras murmuraba un viejo pervertido. No estaba dispuesto a seguir derritiéndose de calor, y aburrido como nunca, mientras el desvergonzado de su padrino trataba de cazar señoritas. 

— ¡Ey, ey! —exclamó para llamar la atención— ¿Ya nos vamos, padrino? ¡Estoy aburrido de esperar afuera!

A pesar de usar su tono de voz más chillón, Jiraiya no se inmutó en lo más mínimo y siguió dentro de su pequeña burbuja de amor.

—¿Que quieres comer ciruela? —preguntó con voz melosa y sin apartar la vista de la mujer.

Naruto apretó los labios y frunció el ceño. ¡Ughhh! Cuánto odiaba ser ignorado de ese modo.

Pero su molestia se disipó apenas tuvo una idea.

—Jiraiya-saaan —comenzó a decir Naruto, con una sonrisa maliciosa— ¿Puedo ir a dar un paseo? Digo, así no me aburro mientras te espero.

—Por supuesto, niño, por supuesto —respondió sin prestarle atención.

Naruto alzó su puño en señal de victoria, y sin esperar un segundo más, se alejó corriendo de aquel lugar. Se detuvo un momento para mirar a su alrededor. Era la primera vez que estaba en esa ciudad, por lo que decidió ir al primer lugar que llamó su atención y que estaba más cerca: el mercado. Lo había visto durante su trayecto en la camioneta, ubicado en la avenida principal y sólo a casi dos cuadras de la calle donde estaba.

Para no asustar a Jiraiya y ganarse un aburrido sermón, se prometió a sí mismo recorrer solamente aquel sitio y luego regresar por el mismo camino por dónde llegó.

La bulla característica del mercado lo recibió mientras se abría paso por entre el mar de personas que transitaban ahí, mientras observaba los brillantes colores de las frutas y verduras, las llamativas artesanías y la más diversa variedad de flores. En el penúltimo puesto vendían huevos, leche y dentro de una cesta de mimbre colocada en el suelo, tres gallinas cacareando. Se detuvo a mirar el puesto junto a ese.

Encima de una mesa redonda, se exhibían cajitas de madera artesanal, de distintos colores y tamaños. Una de ellas llamó su atención. Era la más pequeña de todas, tenía color nogal y estaba cerrada con un pequeño candado plateado. La superficie de la tapa estaba grabada con lo que a simple vista parecía una suerte de símbolo, un intrincado diseño de nudos estilizados encerrados dentro de un círculo.

Usó su mano para trazarlo.

—¿Vas a comprar algo, niño?

Naruto se sobresaltó e instintivamente escondió la mano tras su espalda, como si hubiera sido descubierto cometiendo un crimen. Frente a él apareció una anciana de baja estatura y cabello medio blanco.

El rubio sacudió la cabeza. La anciana emitió un sonido de molestia.

—Sólo estaba mirando —dijo Naruto sonriendo un poco nervioso— Ehm, señora... ¿puedo preguntarle algo?

—Ya lo estás haciendo —contestó ella sentándose en una mecedora.

Naruto se rascó detrás de la cabeza— ¿Cómo se llama esto? —preguntó señalando los patrones de la caja.

La mujer se levantó un poco de su silla para mirar lo que él señalaba— Ah, eso. Ese es el nudo perenne, niño.

—¿Nudo perenne? —preguntó curioso.

—Es un símbolo espiritual muy antiguo que usaban los celtas, los hombres que habitaron la antigua Europa hace muchos años atrás —la mujer se acomodó en su silla y comenzó a mecerse lentamente en ella— La historia dice que el nudo perenne es aquel que permanece unido hasta el fin de los tiempos, es la unión eterna entre las almas y el ciclo interminable de la vida. Las personas suelen conocerlo como el nudo del amor infinito.

Él, muy interesado en las palabras de la anciana, la miraba sin siquiera pestañear.

—Oh, ¿eso quiere decir que este nudo no se puede deshacer?

—Sí. El nudo del amor representa la imposibilidad de deshacer el lazo que te une a esa persona especial, mucho más allá del tiempo y del espacio.

Naruto sonrió con ternura. Se grabó bien el símbolo en su cabeza y se dijo a sí mismo que lo dibujaría en su cuaderno de dibujos en cuanto regresara a casa— ¡Haa, que bonito! Me gustaría saber más, de veras. Creo que ya he visto este símbolo antes.

— Eres la segunda persona que se interesa por esto. Veo que eres un niño muy curioso. Hace tiempo-.

La anciana no alcanzó a terminar, porque desde el puesto contiguo a ellos, el trío de gallinas, entre graznidos, voló de un salto desde la cesta. Naruto giró la cabeza, y pudo notar como las aves dejaban un lío de plumas y cosas rotas mientras huían de un pequeño zorro marron.

Los otros comerciantes comenzaron a gritar maldiciones, tratando de proteger sus cosas. El dueño del puesto de las gallinas gritó que sacaría su escopeta para evitar que el zorro se llevara a una de las aves, y fue ahí cuando Naruto reaccionó. Una mejor vista le dijo que aquel zorro, a juzgar por su tamaño y movimientos torpes, no debía ser más que un bebé.

—¡No lo mates, es un zorro bebé! —gritó preocupado. Pero su grito pasó bastante inadvertido debido a los graznidos de las gallinas y los gritos de las demás personas.

Vio que el zorro se metió debajo de la mesa que contenía los huevos (de ellos, al menos la mitad reventados) sin ser notado, así que aprovechó la distracción de los demás y se escabulló para sacarlo.

Debajo, el pequeño animal se encontraba en un rincón, ocultándose con la cola.

—Tranquilo, no voy a lastimarte —dijo en voz baja el rubio— Sólo quiero sacarte de aquí antes de que te atrapen.

Extendió su mano hacia el animal, no quería asustarlo. El zorro lo olisqueó durante unos segundos, hasta que finalmente corrió hacia él. Naruto lo rodeó con sus manos, maravillándose por la suavidad de su pelaje.

—Está bien, te sacaré de aquí.

Y gracias a la agilidad de cualquier niño de su edad, pudo salir de debajo de la mesa sosteniendo al zorrito contra su pecho, no sin antes recoger un racimo de uvas tirado en el suelo frente a él.

 

 

Sasuke dejó a Kokuo amarrado en las afueras del cementerio, no sin antes prometer que le diría a Menma que él también había ido a visitarlo. Tuvo que equilibrar mucho sus movimientos al bajar de él, para no arruinar el ramo de rosas azules que compró en la tienda de flores de la ciudad.

No le tomó demasiado tiempo distinguir la lápida de Menma. Notó un jarrón de lirios blancos frescos, seguramente los había llevado Karin.

Se puso de rodillas sobre el césped y dejó el ramo de rosas sobre la placa de mármol.

Nunca pudo acostumbrarse a visitar el cementerio, ya que tras la muerte de su madre, sus cenizas habían sido dejadas en un lugar muy lejos de allí.

Tampoco era muy apegado a la religión, sin embargo, cuando el amor de su vida murió, deseó desesperadamente aferrarse a algo para sobrellevar la angustia durante el duelo. Supuso que en momentos difíciles, creer en alguna fuerza sobrenatural era parte de la naturaleza del ser humano.

Pero eso ya no importaba. Con dolor tuvo que aprender a resignarse, Menma se había ido y ya nada cambiaría eso. Entonces, su manera de aferrarse se tradujo en visitas regulares al cementerio.

Tuvo que cerrar fuertemente los ojos cuando recordó la charla de horas antes. Las palabras de su padre le habían dolido porque sabía que eran verdad.

Observó el anillo de su mano izquierda.

 

❝        Estaban sentados sobre la fina hierba de un hermoso prado en medio de la nada. El cielo lucía de un color celeste y una columna de nubes se asomaba por detrás de los valles. Las flores amarillas y blancas se mecían de lado a lado por la tibia brisa que corría suave esa hora del día.

Sasuke, un poco despeinado después de rodar por la hierba entre cosquillas y besos, sostenía un anillo entre sus dedos y lo admiraba como si fuese un tesoro. Era una sencilla alianza de plata, cuyos bordes iban deformándose en líneas que se entrelazaban unas con otras.

—Me gusta la forma que tiene —dijo Sasuke trazando los contornos irregulares del anillo— Nunca había visto uno así antes.

—Es artesanal. Pedí que lo hicieran especialmente para ti —comentó Menma a un costado de él— Sé que no te gustan las cosas ostentosas, así que quise que fuese algo significativo.

—Sabes más cosas de mi que yo —bromeó.

—Espero que eso sea bueno —respondió tomando el anillo. Lo sostuvo entre su pulgar y su índice— Este es el anillo del nudo perenne.Si observas bien, cada nudo que lo forma no reconoce un principio pero tampoco un final. Es infinito.

Menma tomó la mano de Sasuke y colocó la alianza en su dedo anular.

— Elegí este anillo para representar cuán infinitos pueden ser los lazos que formamos durante nuestra vida. El nudo no puede deshacerse. Al igual que la amistad, la lealtad y... —Sasuke se adelantó a hablar.

—El amor —terminó, sonriendo.

—El amor —repitió Menma devolviéndole la sonrisa.

El vientre de Sasuke había revoloteado y no dudó en precipitarse hacia el de ojos azules para besarlo. Sabía que no era nada bueno con las palabras, pero esperaba que ese beso le transmitiera todo aquello que le costaba verbalizar.

—Gracias, es hermoso —dijo una vez que se separaron. Los dos se recostaron en la manta, y Sasuke recargó su barbilla en el hombro de Menma—Pero tú no tienes uno.

—No importa —respondió él— Si quieres, para nuestra boda podemos tener dos anillos similares al que te di ahora. Probablemente el que tienes ahora es el único que existe en esta ciudad. 

Sasuke extendió su mano y la giró de adelante hacia atrás para tener una mejor vista de la prueba de su compromiso— Me encantaría.

—Lamento habértelo propuesto aquí, de forma tan repentina. Pero no pude aguantar las ganas y prepararte algo mejor.

—Por favor, Menma. Este es nuestro lugar especial —refutó el pelinegro. Todo había sucedido tan rápido que terminó pasando por alto un detalle importante. Se mordió el labio— Oh, oh... ahora hay que decírselo a mi familia.

—¿Que nos casaremos?

—Primero, que hemos sido novios desde hace meses. Segundo, que ahora estamos comprometidos —Una risa nerviosa escapó de su boca. Tendría que darle una muy buena explicación a su padre— ¿Crees que mi padre se moleste?

Menma lo miró con una sonrisa juguetona.

—Cariño, vas a estar tan castigado.    ❞

 

El azabache se pasó una mano por la cara y carraspeó. No quería llorar, de verdad no. Atrás quedaron los días en los que se derrumbaba sobre la lápida de Menma durante horas para ahogarse en su propia culpa y dolor.

Fugaku le dijo que no quería perderlo, pero... ¿había quedado algo de él después de la tragedia? De la parte brillante, dulce y apasionada de su personalidad sólo quedaron vestigios. La mayor parte de ella se había ido junto a Menma el día que murió protegiéndolo.

Sasuke siempre se sentiría tan responsable de su muerte. Por eso, al principio, un calvario interno se desataba en él cada vez que estaba junto a Karin y Gaara, por más que ella le repitiera que el real culpable era el maldito que se ensañó con ellos y terminó arrebatandoles lo más preciado de sus vidas.

De pronto, la atmósfera triste y nostálgica se disipó cuando una mano suave se puso encima de su hombro.

Rápidamente, Sasuke se levantó frunciendo el ceño. Odiaba que lo tomaran por sorpresa y mucho más que lo vieran en ese estado. Cuando volteó la cabeza, se encontró con un par de ojos verde claro observándolo con emoción.

—H-hola, Sasuke —dijo Sakura dando un paso hacia atrás al ver su expresión molesta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó cortante.

—Vine a visitar la tumba de mis abuelos. Hace tiempo no te veía, así que quise venir a saludarte. Me dijeron que has estado trabajando mucho y me pareció imprudente ir hasta tu casa, ¿has estado bien? —Mientras hablaba, Sasuke trataba de mirar hacia cualquier otra parte que no fuera el rostro de la pelirrosa. Las mejillas de Sakura enrojecieron un poco cuando él la ignoró—Ehm... lo lamento. No quise incomodarte —dijo bajando la cabeza. Se dio la vuelta y comenzó a marcharse—Hasta pronto.

Sasuke respiró profundamente para calmarse. Estaba siendo demasiado  grosero con alguien que sólo quería ser amable con él. Ella no tenía la culpa de su miseria, así que antes de que se fuera la llamó.

Sakura se detuvo y volteó a verlo.

—Disculpa, he estado un poco estresado por el trabajo —mintió. Ella sonrió con indulgencia.

—Oh, te entiendo —respondió acercándose otra vez—Con la varicela han llegado un montón de niños al hospital. Hoy tuve suerte de tener parte de la tarde libre.

Él asintió y se metió las manos dentro de los bolsillos de su abrigo cuando una brisa comenzó a correr. Un silencio se formó entre ellos.

—¿No tomas vacaciones?

—No. Con Charasuke planeamos viajar al sur de Filipinas para visitar a un familiar, pero estas semanas han sido un gran dolor de cabeza —mencionó, recordando las interminables pilas de documentos y llamadas molestas que debía atender—Al final desistí y sólo viajó él.

—No te exijas tanto —dijo Sakura rodando los ojos—Tienes que tomarte tu propio tiempo para descansar. A este ritmo sólo terminarás enfermándote de los nervios, y mira que no quiero verte llegar al hospital para darme más trabajo del que ya tengo —advirtió en tono de broma.

Sasuke reprimió una leve sonrisa.

Ella miró los lirios en la lápida de Menma—No sabía qué flores le gustaban, así que compré las que más se ven en esta temporada.

—¿Tú los trajiste? —preguntó, nuevamente con el ceño fruncido.

—Sí. Ya son siete años —contestó ella— Es increíble lo rápido que pasa el tiempo.

Él asintió—Aprecio tu gesto, aunque me sorprende. Que yo sepa ustedes nunca fueron muy cercanos —No quería sonar grosero, pero sentía mucha curiosidad.

—No éramos cercanos, pero sí le tenía estima. Era un gran hombre. Hasta ahora no ha habido nadie que supere sus habilidades para preparar ramen —agregó riendo— Además, siempre te veías tan feliz cuando estabas con él. Siempre lo admiré por conseguir eso.

Él no supo qué responder.

—Aún veo mucha tristeza en tus ojos, Sasuke. Ánimo, vamos, la tormenta nunca dura para siempre, estoy segura que saldrás adelante. No estás sólo en esto.

—Gracias. Eres una excelente amiga.

Ella le dio una sonrisa cariñosa—Tengo que irme ahora. Mi turno en el hospital empieza a las cinco —Un poco insegura, palmeó suavemente su hombro—Fue agradable verte, Sasuke. Nos vemos pronto.

—Hasta pronto —dijo él. Cuando Sakura ya se había alejado un par de metros, volvió a llamarla—¡Sakura! —Ella se giró a mirarlo— Gracias por las flores. Y... puedes ir a casa cuando quieras. Siempre serás bienvenida.

Ella le sonrió en respuesta y luego se marchó.

Cuando dejó de divisar su figura en la lejanía, suspiró profundamente. Quizás la última parte que dijo estuvo de más, pero de algún modo quiso retribuirle no sólo el gesto de las flores, sino también lo buena amiga que había sido con él desde que se conocieron en la universidad.

Sakura siempre había sido tan atenta y amable con él. Los sentimientos ocultos bajo todas esas pequeñas acciones eran evidentes, pero, aún cuando él decidió ignorar todas estas señales de su parte, y comenzó su relación con Menma, ella no mostró ningún signo de rencor, al contrario, siguió adelante con su amistad y apoyo incondicional.

La conversación con su padre regresó a su mente, y acto seguido, miró la lápida de su antiguo prometido.

—¿Estás queriendo decirme algo?



 

Naruto corría a toda velocidad con el zorrito marrón bajo el brazo, al mismo tiempo que trataba de esquivar a las personas que se cruzaban en su camino. Cuando giró la cabeza y notó que ya estaba lo bastante alejado del mercado, detuvo su carrera para tomar aire.

Estaba en un sendero de tierra ubicado junto a una laguna azul, justo en las afueras de un bosque. Como el animalillo que cargaba comenzó a retorcerse, decidió dejarlo encima de una roca mediana.

—Es malo tratar de comerse a las gallinas de otra persona, es malo, muy malo. Pero te entiendo, todavía eres pequeño y debes tener hambre —comenzó diciendo el rubio una vez que remojó el racimo de uvas en las aguas de la laguna.

Se sentó en el suelo junto a la roca donde el pequeño zorro observaba con interés la fruta entre sus manos, la cual secó con su camiseta antes de desgranarla. Tomó una uva y se la dio de comer. Lo mismo fue haciendo con las siguientes.

— Tuviste suerte de que yo estuviera ahí para ayudarte. Me pregunto cómo llegaste hasta la ciudad —tomó dos uvas y se las metió a la boca— ¡Tal vez estás perdido! Oh, debes extrañar a tus padres, ¿no? Sé lo que se siente eso, de veras —dijo hablando con la boca llena— Yo tampoco tengo a mis padres conmigo, sólo al viejo pervertido que es mi padrino y cuida de mi desde que era un bebé —luego de oír el rugido de su estómago, iba a sacar más uvas para comer, pero antes de siquiera extender su mano para hacerlo, el zorro se lanzó sobre el racimo y se lo arrebató a Naruto con el hocico, para después salir huyendo por el sendero— ¡Oye, espera yo también quiero!

Exclamó Naruto, poniéndose de pie para perseguirlo.

 

 

(...)

 

El hombre de cabello blanco salió de la librería con un set de nuevas plumas en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. ¡Que señorita más bonita lo había atendido!

Se montó en su camioneta, extendió la mano izquierda para cerrar la puerta mientras arrojaba la cajita sobre el asiento del copiloto.

—¡Ya está todo listo, Naruto! ¿Quieres que vayamos por un helado? —El horrible silencio que le siguió a la pregunta le provocó un retorcijón en el estómago. Miró el puesto junto a él vacío y de pronto su burbuja feliz se hizo añicos— Ay... no es cierto —se lamentó cubriéndose la cara con las manos.

 

(...)

 

Tenía el rostro brillante de sudor gracias a los rayos del sol que caían a esa hora de la tarde. Naruto se encontraba sentado en unas escalinatas de cemento de un lugar que no pudo reconocer. Hace rato había perdido el rastro del astuto zorro que robó la comida que consiguió para AMBOS.

Quiso volver con Jiraiya a la librería, pero temía que si se aventuraba a volver por su cuenta, terminaría más perdido de lo que ya estaba.

Giró su cuerpo para examinar mejor el sitio donde se hallaba, en la entrada se alzaba una enorme escultura roja en cuya parte frontal se leía con letras grandes "Cementerio General de La Hoja".

Naruto abrió los ojos de sorpresa.

¿Y si él estaba ahí?, se preguntó esperanzado. No estaba seguro pero no perdería nada averiguando.

Subió corriendo las escalinatas, y antes de bajar el segundo tramo, se estremeció al ver la cantidad de lápidas allí. Nunca antes había visitado un cementerio.

Estuvo deambulando durante unos minutos buscando aquel tan anhelado nombre, hasta que por fin pudo dar con él. Sacó del bolsillo de su pantalón la fotografía que llevaba consigo dondequiera que fuera, y a paso tímido, se acercó a la lápida frente a él.

—Hola, papá —dijo en voz baja y poniéndose de rodillas— Ehm... lamento no haber traído flores, no sabía que hoy vendría a verte. No tengo mucho tiempo, porque tengo que volver con Jiraiya-san, pero, quiero que sepas que te extraño a ti y a mamá todos los días, aunque nunca te haya conocido ni tú a mí. Sólo quería decirte eso —guardó nuevamente la foto en su bolsillo y tocó un costado de la lápida de su padre— Te quiero mucho, papá.

—¿Estás queriendo decirme algo?

Un poco lejana, la voz de un hombre lo hizo respingar del susto. Por un momento pensó que se estaba refiriendo a él, pero con un mejor vistazo notó que la otra persona estaba casi una decena de lápidas a distancia de donde estaba él. Se encontraba de espaldas, por lo que Naruto solo pudo divisar su figura alta y cabello oscuro.

Naruto se puso de pie y estrechó los ojos mientras lo miraba mejor.

—Aunque te fuiste de aquí hace mucho, parece que te hubiera perdido ayer. Ya he aprendido a resignarme, pero...—el hombre suspiró—...hay una parte de mí que espera que regreses. Desde que brotan las flores del cerezo hasta que el cielo se desgrana en copos de nieve. Desearía que supieras cuánto te extraño, Menma. Todo el mundo sigue su curso normal, las personas vienen y van, pero mi vida sigue sin avanzar. Juro que no sé hasta qué punto podré aguantar. ¿Por qué? ¿Por qué me cuesta tanto dejarte ir?

Desde donde se encontraba, Naruto no podía ver su rostro, pero a juzgar por el tono medio tembloroso y pausado con el que el desconocido hablaba, podía asegurar que éste estaba muy triste.

Naruto sintió que se le apretaba la garganta. No supo porqué, pero un intenso sentimiento de tristeza lo envolvió. Quería acercarse a él para darle un abrazo, porque los abrazos siempre hacían sentir mejor.

Comenzaba a caminar hasta allá cuando la estruendosa voz de su padrino lo hizo querer que la tierra se lo tragara ahí mismo, antes de tener que enfrentarse a él.

—¡NARUTO, MOCOSO ESCURRIDIZO Y TRAVIESO!

El rubio le dio una última mirada a la lápida de su padre y casi corrió hasta donde estaba Jiraiya para que no siguiera despotricando a viva voz contra él. La cara de Naruto se puso roja cuando de camino hacia allí, vio las miradas que le dirigían las personas que iban llegando al cementerio.

Cuando llegó con él, Jiraiya lo tomó de la mano y prácticamente lo arrastró hacia la camioneta que aún seguía con los motores encendidos.

—¡¿Cómo pudiste arrancar de la camioneta así, Naruto?! ¿Creíste que podías pasear por la ciudad tú solo? ¿Y si te hubieses perdido y yo jamás te hubiese encontrado? ¿Tan malo he sido  contigo y por eso quieres matarme del susto? ¡¿Ehh?!

Naruto, que a medida que su padrino hablaba se iba encogiendo cada vez más en el asiento, ni siquiera se atrevió a preguntar cómo se había enterado donde estaba. La cara del hombre estaba tan roja del enojo, que Naruto casi veía el humo salir por sus orejas.

Pese a que se habían alejado bastante del cementerio, la persistente sensación de que acabas de olvidar algo en algún lugar, siguió molestando a Naruto incluso cuando dejaron el Valle de la Hoja y retornaron a su pueblo, entre regaños por merodear en una ciudad desconocida y el deseo de un abrazo que no pudo darse.

Notas finales:

La parte siguiente tendrá el próximo (y último) gran salto en el tiempo. Lamentablemente, Narunaru, como aún es un niño pequeño, no recordará casi nada de lo que aquí pasó, salvo que pudo estar algunos minutos en la tumba de su padre.

Gracias por leer :) <3

 


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