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Lo Que Me Une a Ti por nubelin4

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Notas del capitulo:

Los personajes de Naruto no me pertenecen.

VII.

 

 

1980

La corriente de agua caía desde el cauce del río, extendiéndose bellamente frente a sus ojos. Como Naruto estaba tan sólo a unos metros de la corriente cascada, algunas gotitas le salpicaban en el rostro. Volvió su mirada hacia el papel de su cuaderno de dibujos, examinando cualquier detalle del paisaje que pudiese habérsele escapado. Apretó los labios, concentrado.

Cada vez que Naruto dibujaba, podía dar rienda suelta a su imaginación y desconectarse aunque fuera por un momento de la realidad, sólo acompañado de la sutil melodía de los lápices rasgando el papel.

Quizás faltaba un poco más de azul allí y menos verde por allá. Aun así, por más que Naruto afinara detalles en cada cosa que plasmaba en el papel, siempre algo parecía no ser suficiente. Por esa razón no le gustaba mostrar sus dibujos a los demás, pues pocos de ellos lograban dejarlo realmente conforme, algo que con el paso de los años se había convertido en un problema para él.

Como ya eran pasadas las cinco de la tarde, el sol pegaba implacablemente sobre su cabeza. Podía sentir el sudor arremolinando mechones de su cabello, así que cuando su cara ya estuvo demasiado caliente como para seguir concentrado en su dibujo, se levantó con cuidado de la piedra en la que estaba sentado y guardó su cuaderno y demás materiales dentro de su bolso de cuero marrón.

Las ansias de zambullirse en el agua le recorrieron la espalda, y con mucha prisa se quitó los zapatos junto con la chaqueta, y en menos de un minuto ya estaba despojado de sus demás prendas de vestir, salvo los calzoncillos. Por detrás, el sol quemaba su piel apiñonada, brillante por el sudor.

Lentamente fue adentrándose al lago, con su cuerpo estremeciéndose por unos instantes debido al cambio de temperatura. Se detuvo cuando el agua le llegó hasta la cintura, y una vez ahí, usó sus manos para mojarse los brazos y refrescarse la cara.

Sin querer perder más tiempo, se dispuso a disfrutar de un buen chapuzón al aire libre.

— ¡Naruto! —gritó una voz detrás de él.

Antes de darse vuelta, Naruto cerró los ojos y torció la boca en una mueca de disgusto.

— Shion.

En cuanto Naruto caminó a la orilla en busca de su ropa, la joven rubia corrió hacia él para envolverlo en un apretado abrazo y plantar un -dada la diferencia de alturas- inesperado beso debajo de su barbilla. Ella era tres años menor que él pero aquello no parecía importarle a la hora de insinuársele cada vez que tenía la oportunidad.

—¿Disfrutando de la tarde? —preguntó Shion sin soltar su agarre de él. 

—Sí... —contestó él— la disfrutaba —agregó apartándola suavemente. Tenía que alejarse de ella antes de que cualquier persona llegara y se formara una idea equivocada viéndolos así de juntos, especialmente con él solo en calzoncillos. 

Por suerte, Shion no notó el trasfondo de sus palabras, y, en cambio, se agachó a recoger el bolso que estaba sobre la roca en la que hace unos minutos se encontraba dibujando. Desde el bolso sobresalía la punta de su cuaderno, el cual ella no dudó en tomar entre sus manos mientras Naruto luchaba por ponerse los calcetines. 

—Supongo que esto es tuyo —comentó pasando sus blanquecinos dedos por la cubierta— ¿Puedo echarle un vistazo? —Y sin esperar una respuesta, comenzó a hojear las páginas. 

—¿Eh? —Naruto levantó la cabeza. Apenas vio a Shion sosteniendo su tesoro más preciado, sus ojos se abrieron de terror— Mira, no quiero sonar grosero, pero tengo cosas personales en ese cuaderno.

El rubio se acercó a ella con la intención de quitárselo. Notó que ella estaba observando uno de los desordenados bocetos que había dibujado de un dragón— ¡Naruto! —exclamó con sorpresa— No tenía idea de que dibujaras. Santo cielo, sí que tienes talento para esto —agregó con la boca entreabierta.

Él sonrió forzosamente y guardó su cuaderno en cuanto ella se lo regresó.

—¿Desde cuando dibujas?

—Desde los diez años.

—¿Siempre vienes a dibujar aquí?

—Cuando las tardes están como la de hoy, sí —respondió colocándose su polera.

—Hmm... así que estás solo. Una tarde hermosa como ésta no debería pasarse solo —Ella se apegó a él y puso su mano sobre su hombro, acariciando su brazo de arriba a abajo— Siempre has estado muy solo, ¿no? Sin la presencia de tus padres, supongo que no la has tenido fácil. 

Naruto la miró por un momento antes de contestar— Siempre he estado con mi padrino —No tenía idea como Shion sabía acerca de sus padres, pero como aquello era un tema bastante delicado para el, quiso cambiarlo inmediatamente— ¿A ti qué tal te ha ido en la escuela?

Ella le dio una sonrisa brillante— ¡Muy bien! ¿Sabes? Sólo me resta un año para terminarla y ser mayor de edad.

El mayor murmuró un que bien y trató de mirar hacia cualquier parte que no fuera la cara de Shion. No le gustaba para nada que, con lo ultimo que dijo Shion, ella lo mirara con tanta ilusión. 

—Oye, Naru, si algún día te pidiera que me dibujaras, lo harías, ¿verdad? ¿Me harías un regalo así?

—Claro. Para eso estamos los amigos.

—Amigos.

—Sí. Amigos —Se maldijo internamente cuando esta ultima palabra salió más como una pregunta que como afirmación.

—Escucha —ella partió diciendo. Bajó la mirada por un segundo— De eso me gustaría hablarte.

Naruto tragó con dificultad.

—¡Ey, Shion! No me pongas esa cara tan seria, por favor —exclamó entre risas nerviosas.

Ella hizo caso omiso— Naruto...yo...yo sé que tu eres más grande que yo, y que tal vez yo te parezca sólo una mocosa, pero, verás...

Él la interrumpió— No lo digas, por favor. No está bien.

—¡Lo sé! Pero yo no mando a mi corazón, y ya no quiero seguir ocultando lo que siento.

—Shion... —dijo Naruto con mirada suplicante.

—¡Me gustas! ¿sí? ¡Me gustas! Sé que no debería pero no puedo evitarlo.

Naruto se pasó una mano por la cara, mordiéndose los labios. 

—No sé que decirte.

—No tienes que decirme nada ahora. Sé que somos diferentes, pero, piénsalo, tal vez... si lo intentamos...

—No, Shion, escucha. Estoy seguro que hay muchos chicos de tu edad a los que les encantaría que les dieras una oportunidad.

—Pero tú eres el que me gusta. Me gustas hace mucho, Naruto. Cuando ibas a la escuela yo siempre te miraba de lejos, y soñaba con acercarme a ti y hablarte, pero tu siempre estabas con tus amigos.

—Te entiendo, créeme que te entiendo. Pero qué dirían tus padres, Shion. Dios, tu padre me mataría.

—Puede que al principio les cueste, pero sé que con el tiempo lo entenderían. Por favor, dame una oportunidad —susurró a centímetros de él, acariciándole la mejilla.

—No funcionaría, Shion.

—No lo sabes. ¿Es por como me visto? —inquirió señalando su vestido blanco con diseños de flores— Te parezco muy zonza, ¿verdad? Sé que saliste con Sara, ¿quieres que sea como ella? Puedo vestirme como las chicas que salen en las revistas, sólo dame un poco de tiempo para cambiar.

—No —la cortó Naruto— Tú eres hermosa así.

—Puedo cambiar por ti, lo juro. Sólo tienes que darnos una oportunidad, será difícil al principio pero te juro que te haré el hombre más feliz...

—Shion, basta.

—Por favor, Naruto. Te quiero, di que sí, yo..-—

—¡No! —gritó Naruto— ¡He dicho que no! No me gustas, he estado tratando de dártelo a entender todo este tiempo pero, ¡vaya que insistente eres! ¿Qué es lo que quieres? ¿Forzarme a sentir algo por ti? Es imposible, Shion. Por favor deja de insistir —Las palabras salieron de su boca antes de que su mente pudiera frenarlas.

Se hizo un largo silencio. Sólo se escuchó de fondo el sonido de la cascada y el cantico de las aves posadas en los árboles.

—Bien —dijo ella con la voz quebrada— Espero que tengas una tarde agradable.

Con los labios en una línea delgada y los ojos brillando en una extraña mezcla de tristeza y furia, ella se dio media vuelta y se marchó corriendo de allí.

Naruto abrió la boca para llamarla, sintiéndose como un idiota indolente. ¡Maldición! No quiso sonar tan duro, pero por desgracia, la molesta insistencia de Shion había terminado de cabrearlo. Consideró correr tras ella pero, tal vez debería esperar un poco antes de querer hablar nuevamente con ella para disculparse, y hacerla entender de una forma más suave que él no correspondía sus afectos.

Se fue a casa con una leve punzada de culpabilidad en el pecho.

 

 

 

 

El hombre de cabello negro se bajó de un salto del caballo, a la vez que una suave brisa vespertina acarició su rostro sudoroso. Sasuke acababa de regresar a la enorme finca luego de un desestresante paseo a caballo por entre los valles de la ciudad.

Ató la correa del caballo al amarradero para que Kiba, el joven cuidador de los caballos de la finca, le diera de comer y beber.

—Señor —le dijo acarreando un cubo lleno de agua— Su hermano me pidió que cuando llegara le dijera que lo necesita en el área del invernadero.

Él asintió, internamente desganado, porque lo único que deseaba en aquel momento era una ducha fría y poder arrojarse a la cama a dormir hasta el otro día. Pero aún era media tarde y tenía que cumplir con sus obligaciones.

Caminó hasta el lugar donde lo esperaba su hermano. A medida que se acercaba, el ruido de las voces, martilleos, taladros, vigas chocando entre sí y hasta el motor de una grúa se volvían más fuertes. Llegó al sitio donde la estructura de un gran invernadero se imponía frente a él. Había obreros en todas partes, algunos estaban montados en las cumbreras mientras que otros se hallaban en el interior.

Por entre todo el ajetreo, divisó la cabellera oscura de Charasuke hablando con otro hombre que vestía de overol azul y casco blanco, quién le estaba enseñando un plano.

Un intento de sonrisa surcó los labios de Sasuke al notar cuán peripuesto vestía su hermano para estar en medio de un lugar lleno de tierra y árboles. Y él, irónicamente, que trabajaba en la pulcritud de su estudio, siempre lucía el mismo atuendo desgarbado y aburrido.

—Me dijeron que querías verme —saludó Sasuke acercándose a ellos— Espero que tengas una buena excusa.

El hombre de overol lo saludó con una inclinación de cabeza para luego regresar a su trabajo, dejándolo solo con su gemelo.

—Tan sólo observa esta hermosa excusa, Sasuke —dijo Charasuke observando la enorme construcción— Dime que no está quedando mejor a como lo imaginamos.

Sasuke, de pie a su lado, contempló lo mucho que había avanzado el proceso de construcción a lo largo de esos meses. La decisión de construir un invernadero a esa escala, para el más nuevo sector de cultivos que se establecería allí, fue algo arriesgado, muy costoso y con una importante planificación por detrás.

—Si todo sale bien, intensificaremos la producción de cultivo, tendremos mayor control sobre las plagas y podremos cultivar las cuatro estaciones del año—le dijo Charasuke emocionado— Construiremos más invernaderos el los otros cultivos. De ese modo, ni los Miyake podrán superar la producción de Akatsuki.

—Han hecho un trabajo extraordinario —respondió Sasuke— Y todo gracias a ti, Charasuke.

—Oh, exageras —dijo rodando los ojos.

—No. Tu liderazgo ha sido formidable —refutó mirándolo— Te confié este proyecto y no me arrepiento ni un segundo de ello. Dios, mira esto, nuestro padre estaría tan orgulloso. Desearía que pudiera estar de pie aquí y ver lo que yo veo.

Charasuke no le dijo nada. Su mirada siguió cada movimiento de los obreros esparcidos en el invernadero.

Tres años habían pasado desde que su padre sufrió un accidente cerebrovascular que, aunque no lo mató, lo dejó con una parálisis en el lado izquierdo de su cuerpo. Después de meses hospitalizado, y cuando su salud estuvo más o menos estable, consiguieron trasladarlo a casa, pero para ello tuvieron que contratar a dos enfermeras que lo atendieran exclusivamente a él. Sasuke procuraba visitarlo cada vez que su agenda apretada se lo permitía, mientras que las visitas de Charasuke disminuían progresivamente.

De pronto, pasos apresurados resonaron detrás de ellos, seguido de un fuerte grito— ¡Papá!

—¡Sarada no corras! —gritó una voz femenina a lo lejos.

Sasuke perdió un poco el aliento cuando su pequeña hija se abalanzó sobre su espalda y lo rodeó en un efusivo abrazo.

Una cálida sonrisa apareció en el rostro del pelinegro, mientras colocaba sus manos sobre las otras más pequeñas que se aferraban a su abdomen.

—¡Te he echado de menos, no te veo desde ayer!

El pecho de Sasuke se apretó. Habían ocasiones en las que, tal como la del día anterior, tenía tantos asuntos por atender que un par de horas se transformaban en tardes y noches enteras encerrado en su estudio. Sarada se iba a dormir muy temprano, y cuando Sasuke conseguía descansar por algunas horas, se levantaba por la mañana cuando ella ya se había ido a la escuela.

La niña se soltó de su agarre y se paró frente a él, mirándolo a través de sus gafas con una sonrisa brillante. En menos de un segundo, Sasuke se agachó para tomarla por la cintura y cargarla en brazos. Ella soltó un grito de sorpresa aferrándose a su cuello. El quejido de esfuerzo que emitió al cargarla, le recordó una vez más lo grande que ya estaba su hijita, pese a recién haber cumplido los diez.

—Yo también te he echado de menos, pequeña —respondió él. Sarada sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—¡Hola, Sasukita! —exclamó Charasuke saludándola con la mano. Ella también agitó su mano hacia él. 

Sakura llegó a ellos con la respiración agitada— Sasuke, tu hija debería inscribirse a una maratón —dijo la pelirrosa entre jadeos y con las mejillas encendidas por el cansancio.

—¿Por qué vinieron para acá? Sarada podría lastimarse —dijo Sasuke observando la cantidad de vigas y materias pesados a su alrededor.

—¡Se lo dije! Pero, ¿adivina qué? En cuanto bajamos del auto y el chico de los caballos le dijo donde estabas, corrió hasta aquí y me hizo perseguirla todo el camino —contestó Sakura con los brazos cruzados y lanzándole a la azabache menor una mirada de reproche.

La niña sonrió con inocencia cuando Sasuke dirigió su mirada hacia ella— ¿Por qué no obedeces a tu madre? —le preguntó.

—Tenía muchas ganas de verte.

Sasuke la miró fijamente. Sarada pareció encogerse bajo su mirada seria.

—Te voy a castigar —ella bajó la mirada— Con un enorme helado de chocolate, ¿Qué dices? ¿vamos a la ciudad por uno?

Sarada abrió los ojos como plato y asintió frenéticamente— ¿Y uno de menta para ti?

—Y uno de menta para mi.

—Uy, sí, que buen castigo —dijo Sakura con ironía.

Le preguntó a Charasuke si quería ir con ellos, a lo que él declinó amablemente. Los tres regresaron a la casa grande para que Sasuke se duchara y cambiara de ropa. Una vez arreglado, volvió al salón principal donde su esposa y su hija lo esperaban.

—Papá, ¡adivina! —exclamó Sarada sentada en el sillón y balanceando sus piernas.

—¿Qué?

—Mamá dijo que te lo dijera en la cena, pero ya no aguanto... ¡me aceptaron en la academia de danza!

—¿En serio?

—¡Sí!

—¡Qué bien! —Sasuke extendió sus brazos y la niña se levantó para correr hacia él— Estoy orgulloso de ti —le dijo abrazándola. Sakura los miraba con una sonrisa.

—Gracias, papá —dijo Sarada contra su hombro— Entré al curso avanzado. Iruka-sensei será mi maestro.

Sasuke iba a responder cuando una de las sirvientas de la casa entró corriendo al salón— Señor, lo buscan por teléfono.

—No puedo atender ahora, Ena. Voy de salida.

La mujer, titubeante, volvió a dirigirse a él— Es la señorita Uzumaki, dijo que era urgente.

Sasuke arrugó el ceño y miró a Sakura, quién estaba igual de intrigada que él.

—¡La tía Karin!

El mayor volvió su mirada a Ena, que no sabía si marcharse o seguir insistiendo a que atendiera la llamada. Segundos después, él se encaminó hasta el teléfono. La voz frenética de Karin lo asaltó, y, a medida que hablaba, el estómago de Sasuke se iba desplomando.

—¡¿Qué?!—preguntó sintiendo como si alguien le estuviera apretando la garganta— No, no...yo voy para allá. Adiós.

Colgó estrepitosamente el teléfono, se disculpo con Sakura y Sarada alegando la atención de un asunto importante.

—Tomaremos un helado los tres en otro momento, ¿sí? —preguntó. Sarada asintió de hombros caídos y, antes de poder notar su rostro desilusionado, corrió hasta su auto camino a la casa de Karin.

 

 

 

 

Naruto sintió que lo movían, sacándolo lentamente de su sueño. Arrugó el rostro sin abrir los ojos, dándose vuelta sobre la cama para que lo dejaran seguir durmiendo. Se acomodó un poco más, y cuando comenzaba a dormirse otra vez, un fuerte golpe en el costado de su brazo lo hizo despertarse abruptamente.

Soltó un quejido de dolor y se pasó la mano por los ojos, abriéndolos. Vio a su padrino de pie junto a la cama sosteniendo una almohada pequeña.

—¿Qué quieres? —preguntó malhumorado.

—Hay una chica esperándote abajo —respondió Jiraiya arrojando la almohada de vuelta a la cama.

Naruto se sentó sobre la orilla— ¿Qué? ¿Quién?

—Uhh... no lo sé. Es rubia, bajita...—Naruto lo interrumpió.

—¡Ay, no! —exclamó cubriéndose la cara con las manos— Debe ser Shion.

—¿Shion? ¿La hija del oficial Fujimura? —Naruto asintió— Bueno, entonces baja si no quieres que te arresten por dejar esperando a su hijita, jeje.

—Agg, que fastidio.

A su mente vino el recuerdo de su encuentro hace unas horas en la cascada. Si se supone que ya le había dejado en claro que no sentía nada por ella, ¿por qué iba de nuevo a buscarlo? A juzgar por la mirada de furia ardiente que le dio antes de irse, supuso que ella no querría verlo ni en pintura.

—De acuerdo. Ahora bajo —dijo suspirando. Rápidamente se puso sus tenis y se peinó el cabello con los dedos. Pero antes de irse, tanteó la mesita de noche buscando su anillo. No encontró nada. Se tocó los bolsillos también pero tampoco lo encontró. Finalmente se rindió y bajó hasta el piso inferior donde Shion lo esperaba sentada en el sillón.

—Hola...—empezó Naruto diciendo. Si antes le era incómodo hablar con ella, después de lo que pasó en la cascada era mil veces peor. Esperó una avalancha de insultos, golpes o cualquier otra cosa con la que Shion se desquitara con él, pero, en su lugar, ella le dio una dulce sonrisa.

—Naruto —dijo levantándose— Perdona por venir así tan de repente, pero quería disculparme contigo.

—¿Por? —preguntó el rubio frunciendo el ceño.

—Por lo que pasó en la cascada —respondió Shion jugando con sus manos— Tenías razón. No puedo obligarte a sentir algo por mi, y no debí haberte insistido. Estoy muy avergonzada.

—No, mira, es mejor que olvidemos lo que pasó, ¿sí?

—Sí. ¿Crees que podríamos comenzar otra vez? —el rubio asintió, a lo que ella sonrió— ¡Perfecto!

—Esta bien —dijo Naruto sonriendo de lado.

—¿Te parece si vas a mi casa a comer una rebanada de pastel de frambuesa? Yo misma lo he preparado.

La sonrisa de Naruto fue desapareciendo de a poco—Ehh...no sé si sea una buena idea.

—No te preocupes —lo tranquilizó ella— Mis padres están en casa. ¡Vamos, acepta! —Naruto guardó silencio, titubeante— ¿Por favor? —suplicó Shion.

El rubio lo pensó un poco más. No estaba seguro de aceptar la invitación, porque ella aún le producía algo de desconfianza. Pero, Shion se había tomado la molestia de ir hasta su casa para disculparse con él. Tenía que valorar eso. Y si había dicho que allí estaban sus padres, bueno, no tendría que preocuparse por que ella intentara algo, ¿verdad? Además, siempre podría comer pastel y marcharse inmediatamente.

—Bien, bien —terminó diciendo— Iré contigo. Sólo deja ir a avisarle al viejo que saldré.

Ella dio un saltito de alegría juntando sus manos.

El rubio fue hasta la cocina, en donde Jiraiya estaba sirviéndose una taza de café. Le dijo que no lo esperara a cenar, pero que tampoco dejara con cerrojo la puerta de entrada.

—Con que la hija del oficial Fujimura —comentó Jiraiya vertiendo unas cucharaditas de azúcar en su café— Yo que tú tendría cuidado, niño. Dicen que la chica es bastante consentida por sus padres. Conozco a mujeres así... haces algo que no les gusta y... —terminó con un estremecimiento y negando con la cabeza. 

El menor se rascó el cuello, nervioso— Ya lo sé. Pero ella me invitó a su casa, no puedo dejarla esperando.

—Sólo te aconsejo que te mantengas atento— le dijo Jiraiya señalándolo con el dedo.

Naruto asintió. Se dio la vuelta para irse pero, de pronto recordó algo— Oye, de casualidad, ¿no has visto un anillo?

—¿Cuál anillo?

—Anoche tenía un anillo en mi mano. Lo dejé en mi mesita de noche antes de dormir.

El hombre sacudió la cabeza— Nunca te he visto ningún anillo. Yo creo que soñaste con que tenías uno.

Naruto lo pensó por un instante. ¡Pff, qué tonto! ¿Cuándo él había tenido un anillo? El viejo tenía razón con lo ultimo, pero aún así, si sólo se trató de un sueño...se había sentido tan real. Incluso recordaba la forma particularmente hermosa que tenía la pequeña joya.

Finalmente, Shion y él se marcharon a la casa de la primera. Quedaba sólo a diez minutos de su casa. No hablaron demasiado durante el trayecto, la rubia a veces hacía algún comentario y él le respondía.

En cuanto llegaron, Shion lo hizo sentarse en el sillón del comedor. Él le preguntó por sus padres, a lo que ella le contestó que su padre se encontraba descansando en su dormitorio tras un extenso turno de noche en la estación de policía, mientras que su madre estaba en su cuarto de costura. Ella le pidió que la esperara ahí por unos minutos.

Mientras esperaba el rubio comenzó a frotarse las manos y  soltar pequeños bostezos. Dios, estaba durmiendo tan plácidamente. Entonces empezó a pensar en el anillo. Como cada línea plateada iba entrelazándose una con la otra, moldeando su contorno de forma irregular. 

Estaba tan ensimismado que no notó a Shion acercándose a él con sigilo. Sólo dio cuenta de su presencia cuando la joven se sentó con gracia junto a él, rozando su brazo con el suyo. Su larga cabellera estaba acomodada hacia un lado y sus labios estaban pintados de un rosa palo.

—Para serte honesta —comenzó a decir ella acercando su rostro al de él— Tus palabras me lastimaron mucho, Naruto. Y no sé si pueda perdonarte por eso.

Antes de que la mente de Naruto pudiese formular alguna respuesta, Shion se montó sobre él y lo besó furiosamente. Naruto se congeló, pero poco después trató de apartarla. Forcejeó contra su cuerpo hasta que consiguió empujarla, haciendo que cayera sobre su espalda en el sillón.

El rubio se puso de pie como un resorte y trató de quitarse los rastros de labial de la cara. En ese momento, oyó el sonido de algo rasgándose y luego a Shion comenzar a gritar.

—¿Qué demonios? —susurró él mirándola— ¡Shion, detente!

Los gritos de la rubia se hicieron más fuertes y él, en un intento desesperado por tranquilizarla, la sujetó de las muñecas con fuerza mientras le gritaba que se detuviera.

En ese instante, escuchó el grito horrorizado de una mujer en la entrada de la habitación—¡¡¡Jun!!!

Naruto miró hacia atrás y se encontró con la mirada aterrada de la madre de Shion.

Fue entonces cuando sus ojos casi se desbordaron apenas se dio cuenta de lo que estaba pasando. Shion, con el escote de su vestido rasgado, gritando con el rostro lleno de lágrimas, y él, con la barbilla manchada de labial y justo encima de ella, sujetándola como si quisiera tenerla atrapada bajo su cuerpo.

Todo pasó tan rápido, que cuando menos lo esperó, sintió dos manos grandes agarrándolo de la chaqueta y luego un certero puñetazo en la nariz.

Notas finales:

Perdón por haber desaparecido tanto tiempo:( he agregado en los otros capitulos partes adicionales.

Gracias por leer<3


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