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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Este shot fue un pedido de una amiga mía en Wattpad que me pidió un omegaverse con m-preg. Me gusta el m-preg pero nunca había escrito sobre él, espero que no haya arruinado la tematica del omegaverse.

Adv: Omegaverse, M-preg.

Adv 2: Es la primera vez que escribo sobre estas tematicas.

 

La historia se sitúa en una sociedad que está separada por tres jerarquías, alfas, betas y omegas.

Es bien sabido que los alfas pertenecen a la jerarquía más alta, los que nacen en esa casta están destinados a ser personas influyentes y poderosas. Son la clase alta de la sociedad y muy respetados, admirados por muchos y envidiados por todos. Suelen desempeñar empleos que tengan que ver con la política, las fuerzas armadas, las grandes ciencias o la policía. Por eso mismo, son poseedores de la mayor cantidad de beneficios. Básicamente por ser Alfas, ya tienen una buena vida asegurada.

Los beta son igual a los humanos comunes, sus olores son los olores normales de los humanos, que ellos mismos apenas pueden distinguir, ya que son suaves y poco notorios en comparación con los olores de los omega o de los alfa. Además de ser el mayor porcentaje de la población carecen de habilidades, pues son completamente humanos normales. Son la clase trabajadora, son una raza completamente libre, sin restricciones, altos beneficios u obligaciones.

Los omega son la raza con menor porcentaje de población y son la más baja en cuanto a jerarquía. Mientras los omegas tanto varones como hembras, son perfectamente capaces de concebir siempre y cuando sean fecundados por un alfa y rara vez un beta. Son altamente fértiles. Los omega, al igual que los alfa, desprenden un olor muy característico que los permite identificarse entre sí, debido a las feromonas que expulsan. Y al igual que los alfa, también expresan emociones con su olor.

Pero, no todo es color de rosa. Los omegas al ser la jerarquía más baja son constantemente discriminados. Algunos terminan siendo esclavos, tratados como juguetes eróticos o simples incubadoras. En la sociedad existe la trata de omegas, un acto por demás cruel en el que los alfas compran omegas para su placer personal. Nacer siendo omega no es nada fácil e Izayoi Setsuna sabe eso.

Una joven mujer que fue embarazada por su proxeneta, un hombre cruel. Para una omega como ella, no es fácil el cuidar a su hijo de ya doce años de edad. No después de ver como el padre lo veía con deseo, desafortunadamente su hijo es un omega y un examen en sus manos lo dice. No quiere condenar a su pequeño a esa turbia vida que es el día a día de un omega. Por eso mismo, escapó. Escapó de la tiranía de ese malvado hombre junto a su niño, debía protegerlo de esa bruma. Pero sabía que eso no los salvaría, ese hombre la buscaría hasta por debajo de las piedras y condenaría a su pequeño a vender su cuerpo como todos los omegas que tenía cautivos.

Ella y su hijo caminaban apresurados por la calle, una intensa y fría lluvia les caía encima. Estaban en una zona exclusiva de la ciudad, una zona habitada mayormente por alfas. Ella tenía un plan y por más que le doliera, era la única salida. Llegó a una de las tan lujosas mansiones y tocó a la puerta, un hombre de pelo cano le abrió.

—¿Qué quiere? Los amos no reciben a nadie hoy. —Recriminó el hombre.

—He venido a vender un omega, tiene doce años y es de buen ver. —La mujer hizo que su hijo se parará al frente y el hombre miró al niño, ojos azules, piel bronceada y cabello negro, todo un bello ser. —Este papel certifica su casta.

Le entregó el papel y el hombre lo verificó a fondo, no era la primera vez que acudían a ese tipo de cosas. Después de hacer constar que el papel era legítimo volvió su mirada a esa mujer.

—Espere aquí, lo consultare con mi amo. —El hombre se fue y ella se agachó a la altura de su hijo.

—Inuyasha, espera aquí. Me iré por un momento. —Mintió. —No olvides que mamá te ama.

El pequeño no entendía porque los bellos ojos azules de su madre estaban inundados en lágrimas, no entendía el porqué su madre se fue de ahí sin mirar atrás, ni siquiera había esperado al hombre que antes los había atendido. Solo vio la delgada figura de su madre perderse entre la oscuridad que esa tormentosa lluvia proveía. Minutos después, el hombre salió.

—Los amos dicen que... —El hombre vio a un niño hecho ovillo junto a la gran puerta pero ni un rastro de la mujer. Miró alrededor pero no distinguía nada en la oscuridad. Finalmente, se dio por vencido. —Entra, niño.

Lo tomó del brazo y lo arrastró hacia adentro. El niño vio todo brillante y lujoso, no se comparaba con la pequeña habitación que compartía con su madre y varios omegas más. Sus ojos derramaron silenciosas lágrimas, su omega interno lloraba ante la pérdida de su progenitora. Sabía que ella no volvería, ella era mala mintiendo pues en el momento en el que dijo ''Me iré por un momento'' supo que era una vil mentira.

Cinco años después...

El pequeño Inuyasha creció, ya no era el tierno niño que había llegado a la gran mansión Taisho. Se había convertido en un hermoso omega pero, aun no llegaba su celo y eso mantenía extrañados a todos. Estaba en su habitación designada, no salía mucho de ahí para evitar toparse con la familia u otros omegas. Escuchó la puerta, se levantó y se encontró con un hombre, lo dejó pasar de inmediato.

—Ponte esto, niño. —Ese viejo hombre que hacía ya cinco años atrás lo había recibido se trataba de Jaken, el mayordomo y el que se encargaba de los omegas que residían ahí para disfrute de los alfas.

—¿Qué es, viejo?. —El hombre se había puesto colorado de la rabia pero no dijo nada, un beta como él no podía tocar a un omega del harén aun si solo se trataba de estrangularlo o de al menos, golpearlo en la cabeza con un merecido coscorrón. El hombre hizo que se sentará en la cama dado que su altura no le permitiría hacer la encomienda designada.

—Es un collar especial, con esto no serás marcado por un alfa. —Explicó. —No te lo vayas a quitar o ya verás lo que te pasara. —Lo regañó mientras le colocaba dicho collar.

—¿Para que me lo pones? Aún no pertenezco al harén, ni siquiera mi celo ha llegado.

—Un omega de la propiedad de los amos no puede andar sin este collar. Además, el hijo del amo llegará pronto y no quiero que lo hagas enojar por tu comportamiento soez, sin el collar creerá que eres un omega irresponsable. Ve a que te arreglen, la propiedad de los amos no puede andar en fachas. —Ambos miraron su vestimenta, una camisa exageradamente holgada y unos pantaloncillos cortos.

—Como sea. —Masculló levantándose de la cama donde anteriormente estaba sentado.

Fue a ver a Kagome, una beta que se encargaba de arreglar a los demás, se podría decir que era la lideresa entre ellos. Ella le agradaba, siempre tenía una sonrisa en el rostro y era muy amable. Llegó y la vio saliendo de esa habitación qué tanto nerviosismo le causaba. La habitación en la que los alfas y omegas pasaban sus celos, ahí se saciaban los unos a los otros. Para alguien que aún conservaba su pureza, era algo incómodo.

—¿Qué te trae por aquí, Inuyasha? No deberías andar por estos rumbos. No será que... —Lo miró sorprendida pero él negó inmediatamente.

—Aun no, creo que nací defectuoso.

—No digas eso, tal vez es porque aun no encuentras a tu alfa destinado.

—Como sea, eso no me importa realmente. —Comentó. —El viejo me ha mandado contigo, dice que mi apariencia no es digna. —Ella inspeccionó la apariencia del otro omega, el mayordomo tenía razón.

Después de vestirlo y peinarlo apropiadamente, se marchó. Inuyasha odiaba esa ropa, los amos vestían a los omegas de la manera tradicional japonesa. Llevaba puesto un fino Kimono rojo que tenía una abertura en la pierna y dejaba ver su tersa piel que era cuidada por orden de los amos. Era tratado bien, no se quejaba pero nada era gratis en la vida. Lo querían presentable para los alfas de la familia, ya fueran lejanos o el mismo señor del lugar. Aunque, al no presentarse su celo se había salvado. Por ahora no sería tocado de esa forma que con los años le causaba cierto temor. Su vestimenta femenina lo avergonzaba, era hombre aunque fuera omega.    

Sin dejar de maldecir se dirigió al jardín, necesitaba despejarse un poco. Al llegar y ver el hermoso lugar se sentó en una banca y cerró los ojos tratando de descansar. No duró mucho tiempo cuando un embriagante aroma inundo sus sentidos, ese aroma tan atrayente estaba alterando a su animal interior y eso era en verdad extraño, los alfa que llegaban a esa gran mansión en varias ocasiones habían tratado de tocarlo pero su aroma que llegaba a subyugarlo no provocaba nada más que eso.

Se levantó dispuesto a averiguar la procedencia de ese atrayente aroma, su animal interno estaba demasiado inquieto ante él. Sus pasos lo llevaron a otra parte del jardín, la parte en donde los amos suelen tomar el té. Logró verlos, trató de suprimir su aroma para no ser notado. Ambos estaban ahí, el señor y la señora Taisho, ambos alfas y amos de la mansión. Pero, había un tercero. Un alfa más joven estaba con ellos y no supo reconocerlo, se parecía al amo del lugar pero se veía más joven. Después de meditarlo un poco, llegó a la conclusión de que se trataba del hijo de sus amos, el hijo que vivía en el extranjero. Siguió vigilándolos hasta que aquel alfa notó su presencia, sus miradas se conectaron y sintió una conexión extraña. Algo desconocido para él se presentó en ese momento.

Esa extraña sensación estremeció cada fibra de su ser, necesitaba alejarse de ahí inmediatamente antes de que alguien más lo viera. No debió ir ahí. Dio una última mirada a ese alfa que no había dejado de mirarlo y se fue rápidamente del lugar, necesitaba encontrar la razón de su sentir.

...

...

Llegó la noche, Inuyasha supo por boca de Kagome que efectivamente aquel alfa se trataba del hijo de los amos. También hubo una petición del mismo, mostrarle a todos los omegas sin excepciones. Obviamente se ocultó de la mirada de Jaken para no presentarse. Según ellos, era una verificación pues el alfa joven estaba por entrar en celo y quería encontrar un buen cuerpo con el cual satisfacerse.

Afortunadamente no fue seleccionado para ello, no se sentía listo para algo así y menos sin llegar a presentar su primer celo. Sabía que su destino como omega era encontrar un alfa y llevar en su interior a sus futuros hijos. De cierta forma le asustaba todo eso. Llevó sus manos a su vientre, en ese fértil lugar llevaría un niño en algún momento. Desde que empezó a instruirse un poco, deseó que sus hijos fueran todos alfas. No por los beneficios sino por la calidad de vida de ellos, entre ese gran harén de omegas había hijos pertenecientes a familias influyentes. Habían sido desechados por su familia por el simple hecho de pertenecer a esa casta.

No quería eso para sus hijos, no quería ver como los despreciaban. Si eran alfas podrían llevar una buena vida pero tendría que sacrificarse, se los arrebatarían de sus brazos. Pero, eso era lo mejor. Con el paso del tiempo comprendió el sacrificio de su madre. Entendió el porqué de su huida y no le reprochaba nada, tan solo esperaba que ella estuviera con bien en donde sea que estuviera.

Y regresando a su ''encuentro'' con el alfa, había sido raro. Aunque esas raras sensaciones que sintió al verlo seguían rondando su mente. Al recordar esa mirada tan atrayente, sintió sus mejillas acalorarse. Pero, no solo fueron sus mejillas las que ardían con intensidad. Sintió un extraño calor en su bajo vientre, sentía ese calor agolparse en ese lugar y no entendía la razón.

Poco a poco su respiración se iba agitando, su calor corporal aumentaba y sentía como su ropa interior empezaba a humedecerse. Algo no andaba bien. Sus ojos se cristalizaron y su respiración agitada lo obligó a jadear con intensidad. Escuchó unos toques en su puerta pero en ese estado no era capaz de moverse siquiera. Su mente se nubló, su omega interno salió y reclamaba por un alfa. Empezó a retorcerse en la cama buscando la manera de aniquilar ese calor que se propagaba por todo su cuerpo. Escuchó la puerta ser abierta con brusquedad, escuchó voces alteradas y finalmente, sintió como era alzado de la cama. En un parpadeo, ya estaba en otra habitación. Escuchó algo respecto a un celo y entendió la que le pasaba, su celo había llegado al fin. Estaba en esa habitación y estaba asustado pues sabía lo que pasaba cuando un omega entraba en celo en ese lugar. Pero su omega interno liberaba más y más feromonas para atraer a cualquier alfa cercano.

Era bien sabido que el amo del lugar era el que estrenaba a los omegas pero una parte de él le hacía imaginar a ese joven alfa. No sabía su nombre pero estaba seguro que sonaría muy bien entre gemidos. No pasó mucho tiempo cuando las luces se apagaron, a pesar de sentir una gran excitación quemando su ser, tenía miedo. Aumentó en el momento en el que empezaban a despojarlo de su ropa. Sentir esas manos grandes acariciarlo hizo que empezara a gemir sintiendo cuán sensible estaba en ese momento.

Grandes y fuertes manos que se paseaban por todo su cuerpo, besos sonoros eran repartidos en su cuello y demás zonas erógenas. Ya sin importarle quien era aquel que lo tocaba, decidió dejarse envolver por las caricias para tratar de mitigar el fuego que carcomía toda su piel. Sus labios fueron tomados con fiereza, ese sofocante beso le hizo mirar el rostro del alfa, o al menos sus ojos. Esos ojos que denotaban cierta bravura, eran inconfundibles. Al ver quien era en realidad ese hombre, empezó a corresponder con ímpetu. Esos ojos hicieron que sus piernas se aferraran al cuerpo del alfa y provocaron que arañará sensualmente la espalda del mismo.

El calor del momento aumentaba con cada caricia, con cada beso. El omega gemía con intensidad por las atenciones del alfa que yacía encima suyo, los besos que repartía, las caricias otorgadas y de vez en vez, unas cuantas miradas furtivas. Después de tantos toques y caricias, llegó el momento decisivo. El alfa lo volteó y tras un camino de besos en su espalda, sintió como irrumpía en su virginal interior.

Gritó. Aun si estaba preparado para recibirlo, había sido una dolorosa tortura. Pero eso no detuvo al alfa, aprovechando ese lubricante natural hizo que sus arremetidas fueran más constantes, sabía que el omega se acostumbraría y no era como si le importara realmente lo que le ocurría. Estaba demasiado ensimismado con las feromonas que el omega liberaba como para pensar en otra cosa que no fuera ese tentador cuerpo.

Poco a poco el dolor se transformó en placer, empezaba a moverse con el alfa como si fueran un solo ser. Los fuertes alaridos de placer resonaban en el lugar al sentir como un punto en específico era golpeado en su interior. Sentir esas manos expertas recorrer cada palmo de su cuerpo lo hacían delirar, lo hacían gimotear por más. Y fue cuando sintió cómo aceleraba sus movimientos, el momento culminante estaba por llegar. Y entonces pasó, sintió como era llenado por esa sustancia espesa y blanquecina, un nuevo alarido de placer fue emitido. También sintió los caninos del alfa incrustarse en su cuello en el momento de la liberación. Eso no funcionaría, aún conservaba el collar que lo protegía de la mordida de un alfa. Finalmente el alfa se dejó caer sobre sí con las energías menguadas. No podrían separarse por un rato por el ya tan conocido nudo. Aunque no esperó a ser separados, cerró los ojos tratando de descansar, por ahora sus deseos estaban cumplidos y después de esa jornada no quería otra cosa que no fuera dormir.

...

...

Así transcurrieron tres largos días. Fue el tiempo que duró su celo, el alfa se había encargado de satisfacerlo en ese aspecto. No habían hablado casi nada, el alfa le permitía descansar por ratos para alimentarse e hidratarse. Dormía por ratos y el pudor se había ido de vacaciones por su celo así que no se apenaba en mostrarse desnudo ante ese atractivo hombre pues sus descansos no duraban mucho tiempo.

Obviamente tomaba sus pastillas anticonceptivas o eso creía, en realidad estaba tomando analgésicos pero no se había dado cuenta de ello y el alfa no especulaba en eso. No le importaba más que pasar el celo con el omega pues extrañamente su celo se había adelantado. Solo duraba un día pero con ese omega sentía su libido aumentar considerablemente.

Y después de eso, al fin pudo salir de la habitación. La mañana del tercer día había llegado y se hallaba completamente solo, era de esperarse. Los omegas solo eran juguetes sexuales para un alfa.

Desde ese día fue declarado como el favorito del hijo de amo, eso significaba que nadie más a parte de él era capaz de tocarlo. Por un lado, le alegró pues significaba que solo ese apuesto hombre lo tocaría de esa maravillosa manera y a su omega interno le gustaba. Al mirarse a los ojos sentía un extraño lazo del cual no sabía la causa, algo estaban pasando por alto. Pero su inexperiencia le evitaba verlo con claridad.

Dos meses después...

Durante los dos meses transcurridos, habían empezado a congeniar. Había descubierto que respondía al nombre de Sesshomaru y eso le hizo ver que ese nombre si sonaría mejor entre gemidos. Charlaban todas las tardes cuando terminaba sus deberes, después de sus rutinarios ejercicios solía recibir la visita de ese enigmático alfa. Poco a poco sentía ese invisible lazo atarlos aún más. Tal vez era hora de consultarlo con alguien más experimentado pero no conocía a algún omega mayor, todos rondaban entre los treinta y menos. Además, le habían tomado cierto resentimiento por ser el preferido del hijo del amo siendo alguien primerizo.

Supuso que tal vez Kagome sabría, ella era mayor por un par de años. Y era la única que le confiaría algo así, nadie más en ese lugar tenía su voto de confianza. Y no era como si le fuera a decir al viejo Jaken, recibiría una reprimenda legendaria si llegaba a mencionar algo así.

Esa misma tarde, antes de que llegara a hablar con Kagome, recibió una terrible noticia. El hijo del amo volvería a su hogar en el extranjero y esa sería la última vez que se vieran por algún tiempo. Sus vacaciones habían acabado y debía volver a sus obligaciones.

El alfa de nombre Sesshomaru se marchó sin siquiera decir adiós, decir que estaba triste era algo muy corto para describir su estado de ánimo. Su animal interior aullaba de dolor por la pérdida y él solo quería enredarse en las sábanas de su cama y pretender que todo lo pasado durante ese tiempo no fuera más que un simple sueño.

...

...

Todo acto tiene consecuencias y una noche de pasión sin protección, no es la excepción. Inuyasha el omega de diecisiete años empezó a presentar los típicos síntomas de un embarazo.

A días de haber sufrido la ausencia de ese alfa empezó a presentar las tan conocidas nauseas, mareos y demás síntomas distintivos. Decidió que debía ocultarlo, los omegas no debían tener hijos si no se les autorizaba y mucho menos de un alfa tan influyente. Estar preñado y sin una marca de pertenencia, lo haría ver como un acto de promiscuidad. Al darse cuenta de su error con los anticonceptivos le hizo pensar que todo era su culpa y que no podría culpar a su hijo nonato.

Pero, algo así no era fácil de ocultar. Aunque gracias a que reprimía su propio aroma lo hacía más sencillo, el usar ropa holgada también ayudaba a ocultar su pequeño vientre de ya dieciséis semanas. Debido a que se saltaba las sesiones de ejercicio obligatorias, los beta a cargo de los cuidados de harén, empezaban a sospechar. La primera en notarlo había sido Kagome, al llevar sus alimentos y verlo devorar la comida era normal pero su apetito voraz había aumentado considerablemente. Al entrar en la cocina lo habían visto hacer muecas disimuladas con ciertos insumos. Poco a poco la servidumbre a cargo de los omegas empezaban a mirarlo con suspicacia al verlo andar por los jardines. 

Habría logrado ocultar su estado por algo más de tiempo si no hubiera sido obligado a participar en los ejercicios que debían tomar para estar en forma. Los demás se habían quejado con el mayordomo al verlo saltarse los ejercicios. Esa misma tarde vieron como Inuyasha caía al suelo después de correr una maratón de cincuenta metros.

Al traer al médico a cargo de los cuidados de los omegas, se supo la verdad de su estado. Y claramente los amos de la casa estaban más que furiosos por la incompetencia de los betas con su trabajo. No era algo creíble que un omega tan joven haya podido ocultar algo tan serio y ellos ni enterados. Sabían quién era el padre, el omega aún olía a su hijo. Pero, el niño ya estaba en camino y debía esperar a que naciera para ver si era digno de pertenecer a esa casa en la que la mayoría eran alfas y los que no, ni siquiera eran mencionados.

...

...

Después de haberse sabido el estado del omega, todo tomó un rumbo totalmente diferente. Obviamente Inu no Taisho declaró que su primogénito no debía enterarse hasta saber si esa cría era digna de ser parte de la familia. La explicación del omega había dejado en claro que el alfa que lo había poseído no sabía de su estado y así seguiría.

Aunque Inuyasha replicara de su descuidado proceder, ya no había vuelta atrás. Su pequeño estaría siendo vigilado en espera de saber si sería un Taisho o si se uniría al harén en un futuro. Esa era la vida de un omega y de su cría nonata, los Taisho esperaban saber si ese pequeño podría llegar en un futuro a ser llamado "nieto".

—Escucha bien, omega. Nosotros los Taisho somos alfas de raza pura y por esa razón poseemos un olfato altamente desarrollado. Por ende, cuando nazca el niño podremos saber su casta sin necesidad de esperar a que madure. Depende de ello que siga a tu cuidado. —Sentenció el amo.

Lo habían ido a ver a su habitación a decirle lo obvio, si su hijo nacía alfa inmediatamente se le arrebataría y sería dejado a cargo de nodrizas. Si era un alfa, no lo tendría por mucho tiempo en sus brazos.

—Me ha quedado claro, amo. —Murmuró quedo mientras abrazaba su pequeño vientre. No quería perderlo, quería formar una familia como nunca la tuvo.

—No quisiera imaginar que esa criatura naciera de nuestra casta y que quedara a cargo de un inútil omega. Eso sería vergonzoso. —Masculló con desdén. —Si llega a ser alfa, te enviaremos lejos. No querrás que el niño sepa que su madre es una perra promiscua.

—Gracias por su benevolencia, amo. Tiene razón, no quiero que mi hijo averigüe sobre mí. No quisiera que se avergonzara de alguien como yo.

Después de amedrentarlo un poco más, el amo de la casa se marchó.

No sabía que pasaría si Sesshomaru se llegará a enterar de su estado. Posiblemente haría lo mismo que sus padres, le quitaría al niño si llegara a ser alfa. Ciertamente, estaba deprimido. Con la lejanía del alfa y las amenazas de los amos, hacían que sus ánimos decayeran. Él, un Omega que debía resignarse a su cruda realidad pero que no aceptaba. No había mucho que hacer, si llegaba a revelarse y escapar, terminaría en el bajo mundo vendiendo su cuerpo para alimentarse.

...
...

El tiempo siguió transcurriendo con normalidad. Ese pequeño vientre empezaba a ser más notorio. El tiempo decisivo estaba por llegar. Por más que le doliera, deseaba que su hijo fuera un alfa. Un omega que ni siquiera poseía marca de pertenencia no podría proveerle lo que esa poderosa familia podría darle.

Finalmente, los dolores de parto llegaron. El omega fue llevado a un prestigioso hospital para ser atendido debidamente. Su pequeño llegaría al mundo.

Después de unas tortuosas horas de parto, el llanto de un bebé se escuchó. El primogénito de Sesshomaru Taisho había nacido y faltaba comprobar si llevaría su apellido o sería rechazado junto a su madre.

Después del procedimiento rutinario, Inuyasha descansaba en una camilla de una gran habitación. Ya le habían entregado a su hijo, era idéntico a su padre. Poseía los rasgos de esa acaudalada familia.

Mientras lo alimentaba con un biberón lleno de leche, la puerta se abrió y el matrimonio Taisho entró.

—Hemos terminado el papeleo y queremos ver al niño. —Vociferó el hombre mayor. Su esposa se acercó al bebé y comprobó su parecido con su amado hijo.

—Es idéntico a nuestro hijo. —Murmuró asombrada.

El hombre prácticamente se lo arrebató de los brazos, instintivamente el bebé empezó a llorar por ser arrancado de improvisto del calor que emanaba su madre. El hombre lo miró con atención, el aroma distintivo de la casta que el pequeño emanaba era tenue pero estaba presente. La decisión estaba tomada. Lo entregó al Omega.

—El niño es alfa, este niño es mi nieto. —Sentenció. El Omega se aferró al bebé, sus ojos acuosos mostraban su sufrimiento. —Traeremos a una nodriza, este niño será educado por lo que es.

—Le pido que me permita tenerlo un poco más, se lo suplico. —Los alfas lo ignoraron, estaban al teléfono poniendo en orden lo relacionado con el nuevo miembro de la familia.

Pasadas unas horas, todo estaba resuelto. La hora de la separación había llegado. Por más que suplicó que le permitieran cuidar del niño por un poco de tiempo más, había sido rechazado. No querían al Omega cerca del pequeño y menos siendo alguien que pertenecía al harén.

—¡Amo, por favor! ¡Permítame tenerlo un poco más!. —El hombre estaba empeñado en arrancarle el niño de los brazos, a pesar de tener poca movilidad gracias a ese corte en su vientre, no se dió por vencido. Su voz al borde del llanto ni siquiera logró causar lástima en aquel cruel hombre.

Cuando Inu no Taisho estuvo a punto de soltarle una bofetada por revelarse, una mano fuerte sosteniendo la propia impidió el golpe.

—¿¡Que se supone que está haciendo!?.

Tanto el Omega como el alfa se sorprendieron ante esa imponente voz. Tras él se encontraba su único hijo con una mirada de pocos amigos.

—Eso mismo debería preguntar yo.

El alfa lo ignoró, al desviar ligeramente su vista pudo ver esa tierna escena, ese Omega que le había causado una gran depresión lo miraba con lágrimas en los ojos, ese pequeño bulto en sus brazos era algo que no se esperó ver y quería respuestas.

—Una llamada anónima me indicó que debía regresar de inmediato. Agradezco llegar a tiempo.

—¡Regrese por favor, joven amo! ¡Él está en el hospital! ¡Cosas malas pasarán si no llega!.

Esa voz femenina aún retumbaba en su mente.

—Quiero respuestas ahora. —Exigió.

Su padre le relató todo, a su manera. El pequeño era una trampa para amarrarlo al Omega que solo quería los beneficios de pertenecer a la familia Taisho. Después de haber pasado dos meses con ese Omega supo que la versión de su padre era toda una sarta de mentiras.

—Tú. —Su vista se clavó en el Omega. —Habla ahora. Quiero saber que es lo que ocurre.

El Omega sintió la mirada penetrante del alfa mayor, esa mirada le impedía decir una sola palabra. Cómo Omega, era sumiso con los alfas en contra de su voluntad.

El alfa más joven al notar que su padre intimidaba más al Omega, decidió usar sus propios métodos. Miró fijamente al Omega, y habló con imponencia.

Habla. —Usó la voz, al ver al Omega temblar ante esa voz supo que hablaría.

—El amo quiere quitarme a mi hijo. Sé que un sucio Omega no merece nada pero quisiera que me dejarán tenerlo un poco más, solo eso pido.

Después de eso, le relató la procedencia del niño. Eso sí lo había dejado sin palabras.

Era cierto que ambos habían entrado en depresión al separarse, que sin saberlo, algo los llamaba para unirse nuevamente. Después de estar en la soledad de su hogar, el alfa lo había entendido. Había encontrado a su predestinado. Aunque pareciera ser un mito, comprobó que era real.

Sin decir nada más y bajo la atenta mirada del alfa mayor, el alfa joven se acercó al Omega. Pudo ver al niño, tanto su aroma como su apariencia le hizo ver que era su vástago, sangre de su sangre. Se acercó al Omega y sin dudarlo, clavó sus colmillos en la curvatura de su cuello. No era una marca permanente pero estaría ahí si la seguía poniendo, la permanente llegaría cuando pudiera dejársela.

Ese movimiento impresionó a los dos restantes. No se esperaron que  algo así ocurriera.

—¿¡Pero qué has hecho, hijo!?.

—¿Que no es obvio? Acabo de reclamar este Omega como mío así que no lo tocará a él o a mi hijo. —Sentenció dedicándole una mirada filosa. —Una vez recuperado llevará mi marca permanente.

Ambos alfa empezaron a discutir ignorando al Omega que estaba tiernamente ruborizado ante todo lo que había pasado. Tenía una marca, un hijo y un alfa, tenía una familia.

...
...

Después de todo el problema en el hospital, las cosas empezaron a serenarse un poco. La familia no aceptó a un Omega pero, el próximo líder de la familia pasó por alto sus quejas, ellos no sufrieron por la depresión que él pasó durante el tiempo separados así que no tenían derecho de reclamar nada y terminaron por resignarse.

Obviamente el Omega aún no asimilaba del todo lo que había pasado, era algo repentino. Al saber el significado del lazo que lo unía con el alfa se había quedado sin palabras. Nunca esperó encontrar a su predestinado. Pero ahora tenían un hijo al cual llenaría de amor ahora que podría, su pequeño permanecería en sus brazos hasta que fuera lo suficientemente grande como para enfrentar a la vida.

Su historia había sido bastante corta, se habían conocido por poco tiempo pero en ese tiempo se dieron cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, si llegaban a estar separados durante mucho tiempo, corría el riesgo de que murieran de absoluta tristeza, que sus cuerpos solo reaccionaban entre ellos y que un simple celo podría ser el inicio de una historia.

A pesar de tener todo en contra, ambos saldrían adelante y con su pequeño hijo a un lado. A pesar de el sufrimiento de sus animales internos, habían logrado alcanzar un poco de paz y tal vez, empezar a descubrir el amor. Tal vez podrían empezar a amarse justo como su lado animal lo hacía.

Claramente ambos iniciarían su propia historia junto a su hijo, demostrarían que los omegas a pesar de ser una raza repudiada, podían llegar a encontrar la felicidad.

Y porque habían demostrado que una mirada bastaba para iniciar una historia, que una noche de pasión podía traer un tierno error que fortalecería aún más esa unión que empezaba a formarse y que todo no era otra cosa sino una artimaña del destino y todo gracias a...

Un lazo.

Fin.

Notas finales:

¿Que tal, he? Tardé un mes en hacer este pedido gracias a mi bloqueo pero estoy satisfecha con el resultado y espero que haya sido de su agrado. Gracias por leerme.


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