Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 30]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este capítulo fue en honor al cumpleaños de una de mis amigas, aunque de eso ya pasaron algunos meses, igual lo compartiré por aquí.

Sesshomaru Taisho aun recordaba el día en el que su padre le presentó a su nuevo chófer. Esperaba ver a un vejestorio de al menos cincuenta, algo así como el chófer de su padre, no a un prospecto de su misma edad y que además conocía bastante bien. Su padre había traído a Inuyasha Fushiko, el hijo de su secretaria, para que fuera su nuevo conductor. Claramente, odió esa idea de inmediato.

Fushiko era alguien demasiado terco, infantil y hacía lo que quería cuando le venía en gana. Era grosero, malhablado, descortés y sumamente irritable, lo conocía y tal vez demasiado. A decir verdad, su padre había dicho una palabras que le molestaron y le hicieron ver el porqué de esa decisión.

—Eres un adulto, pero te hace falta compañía de tu edad. Me lo agradecerás más tarde, ya lo verás.

Además de la extraña expresión de su padre y la de Inuyasha, no tuvo más opción que aceptar. Aunque solo fuera a regañadientes. Solo su padre era capaz de comprarle un amigo, lástima que no tenía buen gusto para escogerlos. Desgraciadamente, cuando a Inu no Taisho se le metía una idea en la cabeza, nada ni nadie era capaz de hacerlo cambiar de opinión. Después de eso, simplemente tuvo que aguantar la situación y tratar lo menos posible con el joven. Una tarea difícil considerando que obligatoriamente se verían todos los días.

Y lo peor de todo era la vivaz personalidad de Inuyasha Fushiko. Su carisma exorbitante y su imborrable sonrisa burlona, le eran sumamente irritantes. Aunque Inuyasha era del tipo de persona que defendía sus propios ideales, odiaba seguir órdenes y todo se debía a su indomable, además de salvaje personalidad. 

Había más, a Inuyasha se le había metido en la cabeza que su ordenado y sencillo estilo de vida no era normal.

Su rutina era ir a la universidad y después a su hogar, el mismo patrón de lunes a viernes. Los fines de semana se la pasaba en la empresa familiar atendiendo pormenores y ganando experiencia. Aunque también lo utilizaba para estudiar, los amigos eran cosas que no figuraban en su agenda. Había ocasiones en las que salía de su apretada rutina, pero solo era para ir a la biblioteca. Y en eso, un recuerdo lejano vino a su mente.

—Llévame a la biblioteca, necesito una guía nueva.

—¿Más? Prácticamente tu habitación está tapizada de libros y ya tienes una habitación llena de ellos. Eso no es normal.

—¿Que es normal para ti?.

—Tal vez una pared llena de posters de autos, motocicletas, o ambos. También podrías tener posters de chicas hermosas y muy exuberantes sobre ellos. O qué sé yo.

—¿Cuántos años crees que tengo? ¿Quince? No soy un mocoso puberto. Solo haz lo que te he ordenado y callate.

Lastimosamente, Inuyasha había hecho todo lo contrario. A decir verdad, eso no era algo nuevo dado a que siempre hacía lo que le venía en gana. Era una lástima que su padre no lo despedía por eso.

Ese día había terminado en un antiguo dojo de Kendo. No recordaba un solo día en el que se haya divertido tanto como ese. Los golpes que le daba a Inuyasha eran liberadores, se sentía agradable golpearlo con fuerza gracias a la espada de madera e internamente, le gustaba eso. Además de que las carcajadas de Inuyasha se le habían contagiado. Y sin poderlo negar, había disfrutado mucho de esa escapada.

A pesar de haberse divertido tanto, terminó por reprender a Fushiko. Afortunadamente, ese regaño no fue suficiente para borrar la sonrisa de su chófer. Y lejos de irritarlo, le agradó.

Esas solo eran algunas vivencias con su chófer, Inuyasha era toda una caja de sorpresas y cada día salía con algo nuevo por hacer e intentar.

En Inuyasha encontraba una agradable compañía —jamás lo diría en voz alta— y alguien con quien conversar, pero no debía olvidar que tenía una novia con la que se casaría en un futuro. Así como se decía en las reglas no escritas, las cuales debía seguir como cualquier ser humano. Ella sería con quien pasaría el resto de su vida, aun si no fuera una grata y agradable compañía. Un nuevo recuerdo lo asaltó. 

—¡Te la pasas estudiando todo el tiempo, ni siquiera tienes la decencia de llamarme!.

—¡Sabes que estoy ocupado! ¡No todo gira en torno a ti, mujer!.

—¡Pero eres tan aburrido! ¡Ni siquiera quieres acompañarme a los eventos!. ¡Pasas más tiempo con la servidumbre que conmigo! ¿¡Porque no puedes ser como los demás!?.

—¡Pues quédate con ellos si tanto los deseas!.

Ese día habían discutido tanto que Inuyasha se había mantenido callado durante el trayecto de regreso a casa. Inusual porque ese chófer hablaba hasta por lo codos, ya fuera para quejarse de su estilo de vida o por molestarlo simplemente. Pero estaba seguro que las quejas de Inuyasha no eran para ganar su odio o por maldad, simplemente el chico quería que hicieran cosas juntos como su edad lo dictaba. Pero a veces no estaba de humor para hablar, esa era una de esas ocasiones y agradecía el silencio de Inuyasha. No quería desquitar su ira con él, no lo merecía.

Pasados unos días de la pelea, estaba de un humor de los mil demonios, tanto que una simple respiración a su lado lo llegaba a exasperar. A pesar de eso, su chófer hacía hasta lo impensable para devolverlo a su usual comportamiento, inclusive Inuyasha estaba a un paso de disfrazarse de bufón solo para hacerlo reír. Si eso no era amistad, entonces no sabía lo que era. 

Los comentarios del joven chófer empezaban a hacer efecto, su ceño ya no estaba fruncido y estaba un poco más tranquilo. Su buen humor volvió el día en que Inuyasha Fushiko había aparecido con lo que parecía ser un hanbo, aunque más bien solo parecía una delgada vara de madera como las que habían utilizado en aquel dojo. 

—¿Qué significa esto?.

—Golpéame.

—¿Porque?.

—Golpéame.

Él había estado preguntando por el motivo durante minutos, pero Inuyasha solo repetía la misma palabra. Eso empezaba a ser sumamente molesto. Cuando iba a reprender la osadía de su chófer, este volvió a hablar.

—¿Recuerdas cuando fuimos al dojo? Ese día parecías disfrutar golpearme y reías tanto. Ese día fue el mejor de toda mi vida. Yo quiero que eso vuelva, quiero que vuelvas a la normalidad.

Decir que no se conmovió sería mentir. Gracias a eso se dio cuenta que tal vez estaba exagerando las cosas, que no debía estar molesto por algo tan simple como una pelea. Al pensar con claridad, se dio cuenta de que Inuyasha se había vuelto alguien especial en su vida y que parecía que haría todo lo posible por traerle felicidad. Por esa razón, tomó en sus manos el hanbo y lo empuñó. Tomó la posición y amenazó con golpear. Inuyasha se mantuvo quieto, sin intenciones de moverse y el golpe se detuvo a centímetros de su destino. Aun recordaba las palabras exactas que dijo ese día.

—Ese día no estaba feliz por golpearte, estaba feliz porque estabas conmigo. No necesitas humillarte para hacerme feliz, mientras sigas conmigo lo seré.

Las cosas volvieron a la normalidad tras eso, la rutina llena de escapadas volvió otra vez. Con Fushiko se sentía alegre, a pesar de no demostrarlo. Con él podía hacer y decir lo que fuera, el chófer era alguien especial y lo apreciaba. No podía imaginar que pasaría si se fuera, porque empezaba a parecerle menos molesto con el pasar del tiempo.

Un año pasó tras eso, las cosas entre su prometida y él mejoraron. Era mejor así, no servía de nada pelear y no podía vivir molesto por siempre, no si quería que las reglas se cumplieran. Cuando se llegaba a la adultez se debía pensar a futuro, trabajar, casarse, tener hijos y vivir con su esposa hasta que envejeciera y llegara la hora de partir. Aunque no tenía el deseo, simplemente no le llamaba la atención nada de eso o tal vez, porque no era con ella que quería pasar el resto de sus días. Pero lo notó tarde.

Pasaron unos años, culminó la universidad y se volvió el segundo a bordo en la empresa familiar. Todos festejaron con él, por sus logros, pero sabía que solo alguien lo hacía desinteresadamente y era sin duda su chófer. Quién estaba con él desde el principio, quién nunca lo juzgo de mala manera y el que estuvo con él para apoyarlo. Una amistad que había resistido el tiempo y que comenzó con el típico: ''Yo antes te odiaba''.

El día en que esa amistad parecía flaquear, fue cuando se fijó una fecha para su boda. Su chófer se mostraba apático todo el tiempo, ni siquiera se quejaba de su rutina. No reía, incluso empezaba a seguir las órdenes al pie de la letra y eso era algo preocupante. No entendía el gran cambio en su amigo, no entendía que lo había originado, eso también lo notó tarde.

¿Porque recordaba todo eso? Simple, por Inuyasha. 

Un mes antes de su boda, Inuyasha había renunciado. Pero no era el Inuyasha que conocía, era una simple sombra de lo que fue una vez y por más que preguntó, no obtuvo respuesta. El último día que se vieron, discutieron hiriéndose el uno al otro.

—¿¡Esta es la amistad y el aprecio que decías tenerme!? ¡No confías en mí!.

—¡Ya te lo dije! ¡No es algo que quiero decir, no así!.

—¡Eres un maldito cobarde! ¡Estás huyendo!.

—¡Es mentira, no lo entiendes!.

—¿¡Sabes que!? ¡Lárgate y nunca regreses!.

La mirada dolida de Inuyasha nunca fue algo que esperó ver, ese día fue el último que lo vio. Ya ni siquiera lo veía en la empresa peleando con el mensajero o ayudando a su madre. Lo extrañaba y había cosas de las cuales se arrepentía de haber dicho, pero había otras en las que se arrepentía por no haberlas dicho. Quería decirle lo mucho que lo apreciaba, que se había vuelto alguien especial y también de que se arrepentía por todas esas veces que lo ofendió e insultó, que se arrepentía de todo lo que dijo. Quería agradecerle por quedarse ahí a su lado a pesar de tratarlo como lo trató.

Y eso lo lleva al presente, Sesshomaru Taisho está en su habitación preparándose para su boda. Se la pasó divagando en sus recuerdos en lugar de prepararse, incluso había pedido que lo dejaran solo. La verdad era que quería ver a Inuyasha nuevamente, no entendía porque su vida se había vuelto aún más amarga desde que se fue. Pero se había equivocado, no podía reprocharle a ese joven pues mucho lo aguantó y en algún momento habría de cansarse. Solo le queda prepararse y seguir las reglas, aguantando las ganas que tiene de negarse y buscar a Inuyasha.

Una vez termina de vestirse, sale. El automóvil que lo llevará a la iglesia lo espera afuera, no saluda y no espera ser saludado. El transporte empieza a moverse y simplemente se pierde mirando por la ventana, reflexionando y arrepintiéndose, pero nunca negándose.

Pasados unos minutos, se da cuenta que se hace tarde pero no menciona nada, espera que el trayecto sea eterno. Ese viaje le recuerda a aquellos que daba hacia la universidad, simplemente escuchando los comentarios de Inuyasha y sus quejas. 

La iglesia finalmente está a su vista, una vez frente a ella procede a bajar pero se da cuenta de que la puerta tiene seguro y no parece que el chófer tenga intención de abrir.

—Abre la puerta de inmediato. 

—No pienso abrir esa puerta sin escuchar tu respuesta.

La voz es familiar, es Inuyasha. El hombre que había ignorado al comienzo del viaje es Inuyasha Fushiko, iba tan distraído que no notó bajo ese uniforme al hombre que lo tenía confundido y deprimido a la vez.

—¿Qué haces aquí?. 

Su voz salió más áspera de que que quisiera admitir, esperaba que no ahuyentara a ese hombre que tanto anhelaba ver.

—Ya lo dije, no me  iré hasta que me respondas.

—Pues pregunta.

El chófer se tomó su tiempo para contestar, ignoraron todo y eso incluía la boda que empezaría en unos minutos.

—Tal vez no lo notaste, pero no comencé a trabajar para ti por dinero. Lo hice porque quería estar cerca de ti, cuando te veía en las reuniones parecías tan inalcanzable, tan etéreo, que quería acercarme y hablar contigo. Pero éramos de mundos distintos, el hijo de una secretaria y el hijo de su jefe no es una buena relación. Aún así, no me rendí y decidí acercarme a ti sin esperar nada a cambio. Fui feliz estando a tu lado a pesar de que solo me brindaste tu amistad.

No estaba entendiendo nada, Inuyasha hablaba con una nostalgia tan contagiosa que lo hacía recordar todo lo vivido, la primera vez que lo vio y todo lo que pasó después de eso. No sabía que decir, todo era tan repentino que no lo esperaba.

—¿Todo lo que hiciste por mí era porque querías pretenderme?.

—Al principio sí, le pedí a tu padre que me permitiera estar cerca de ti y que me dejara pelear por un poco de tu atención, aceptó de inmediato. Cuando estuve contigo, me di cuenta que necesitabas un amigo y deje de lado mis intenciones románticas. Era mejor darte lo que necesitabas y no imponer lo que yo quería, decidí rendirme antes de comenzar. 

—¿Entonces porque volviste?.

—Deberías saberlo ya, nunca me rindo. No iba a dejarte ir sin saber si tenía una oportunidad, necesitaba cerciorarme y luego cerrar el ciclo. Por eso dime, ¿aceptarías que empiece a cambiar nuestra amistad por amor?.

Lo dudó, pero también lo pensó. Siempre vio en Inuyasha Fushiko una amistad, durante todos esos años solo lo vio como un buen amigo y nunca se había detenido a pensar en algo romántico. Pero la vida además de sus reglas no escritas, estaba llena de riesgos y primeras veces. Por lo tanto, tomó una decisión más no sabía si era buena o mala.

—Si no aceleras en este momento, puede que cambie de opinión.

La gran sonrisa del chófer fue algo que extrañó ver, cuando el transporte empezó a avanzar supo que ya no había vuelta atrás y no se arrepentía.

—¿A donde lo llevo, joven Taisho?.

—A donde nos lleve la carretera.

El chófer gustoso siguió por primera vez su orden, todo iría bien, lo presentía. Y aunque sonara egoísta de su parte, no lamentaba en nada su decisión de fugarse. Con el tiempo amaría a Fushiko o moriría en el intento, pero siendo ese chofer como era, sabía que no se le dificultaría ganarse su corazón.

''Nunca pensé que diría esto, padre. Usted tenía razón, le agradezco que haya puesto a Inuyasha en mi vida. No sé cuántas vidas más me tomará terminar de agradecer lo que hizo por mí, pero tenga por seguro que le estoy infinitamente agradecido. Gracias padre, gracias por todo''.

...

...

Ese día Sesshomaru Taisho hizo lo que quería y no lo que debía, hizo lo su corazón dictaba. Algún día regresarían y pedirían perdón, el día en que ambos pudieran llegar tomados de la mano y diciendo lo mucho que se aman. Ambos sabían que aún era muy pronto, pero que en un futuro sería posible. Sería un futuro en el que con ayuda de Inuyasha Fushiko, haya logrado cambiar su...

Amistad por Amor.

Fin.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).