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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

El Hanahaki es una enfermedad cuyo síntoma es un bello dolor que transforma el amor en bellas flores coloridas. Cada flor representa el tipo de amor que el anfitrión siente y Sesshomaru un día termina enfermo de amor gracias a su hermano menor.

El problema de Sesshomaru había sido cuando su padre se había vuelto a casar. No, no estaba molesto por ello, es más, estaba feliz por él. Después de unos años solo tras el divorcio, que encontrara una amable mujer para compartir su vida era algo bueno. El problema era que aquella dulce mujer tenía un hijo un par de años menor que él. Sesshomaru apenas estando en la flor de la juventud, se sentía pleno y sus estudios universitarios era todo lo que tenía. El apoyo de sus padres y amigos eran suficientes, pero siempre hay algo que quiebra la armonía. Eso vendría siendo el hijo de Izayoi, Inuyasha, aunque no era una mala persona y le constaba.


Cuando Izayoi se mudó a casa de su padre, donde él también residía, pudo conocer al que sería su nuevo hermano. Inuyasha se había mostrado algo inseguro, podría decir que tímido, al llegar al nuevo hogar. Lo entendía, de estar en esa situación tal vez pensaría igual. Pero siendo alguien tan cerrado como lo era, sentía que sería difícil mostrarle a su nuevo hermano que estaría bien en esa casa y sería bien recibido. Pero estaba equivocado, pasados unos días, Inuyasha se mostró más enérgico y fue más fácil la convivencia. 


Sesshomaru invitó a Inuyasha a su círculo social presentándolo como su hermano y a pesar de sorprender a muchos, fue aceptado de inmediato. A pesar de nunca demostrarlo, estaba feliz por ello. Se hicieron cercanos y cualquiera podría jurar que eran hermanos de sangre, solo se diferenciaban por los rasgos. Pero tras un año, las cosas cambiaron para Sesshomaru. No supo como ni porqué, un día sintió un picor doloroso en la garganta y tras excusarse con su hermano, corrió al baño de la casa y se arrodilló frente al sanitario. Esa tarde de verano Sesshomaru pudo ver con horror la mezcla de sangre y delicados pétalos blancos flotando en el agua roja del inodoro. Sesshomaru sabía que era, estaba tan consternado que ignoró los golpes en la puerta y los llamados desesperados de su hermano. Solo se quedó ahí, mirando la nada. De todas las personas que había en el mundo, él tuvo que ser la víctima de esa tan cruel y bella enfermedad.


Hanahaki.


Solo se sentó en el suelo y sin siquiera preocuparse en su aspecto, tomó entre sus dedos un pétalo que había terminado en su labio. Lo miró, a pesar de estar teñido con el color de la sangre, se veía tan delicado e inocente, justo como ese cruel amor que empezaba a florecer en su interior. Un amor tan puro e inocente que empezaba a matarlo lentamente. Pero de todas las personas, se preguntaba porque había sido su hermano menor. Y después de recordar la convivencia y los momentos juntos, las sonrisas y ocasionales berrinches, supo que era justificado. Y aún así, ese amor apenas floreciente empezaría a matarlo en cuanto comenzara a crecer y por el bien de todos, decidió que nada de lo ocurrido se sabría. Nadie se enteraría que sentía algo más que hermandad y amistad por su hermano, de todos, Inuyasha era el menos indicado para saberlo. Por esa razón, limpió su boca y limpió todo el desastre que causó. Al salir tranquilizó a su hermano diciendo una leve mentira y lo invitó a continuar jugando aquel vídeojuego que habían dejado pendiente.


Moriría joven, por un amor unilateral. Y no se arrepentía, porque su amor era tan grande que moriría por él. 


Con el pasar del tiempo, la enfermedad empeoró y era más difícil de ocultar su tos dolorosa y la sangre con pétalos que brotaba de él. A pesar de mantener preocupados a todos, era mejor que no supieran nada o al menos eso pensaba. Un día los severos síntomas empezaron a aminorar, ya hasta podía respirar sin sentir dolor. Todo eso ocurrió cuando de repente Inuyasha empezó a ser más apegado a su persona, más cercano de lo habitual. Aún si los síntomas habían bajado levemente, seguían ahí y todavía tosía sangre con flores. Con Inuyasha aún más cerca, era difícil el ocultarlo, de por sí su sonora tos ronca era difícil de explicar. Por ese motivo tuvo que tomar una decisión, alejar a Inuyasha. De todas maneras debía hacerlo, moriría e Inuyasha estaría triste. Si dejaba a Inuyasha, este sufriría mucho y no quería eso, pero si Inuyasha lo odiara, no sentiría nada ante su futura pero pronta muerte. Y así empezó su hostilidad hacia su hermano.


Sesshomaru trató con indiferencia a su hermano, ignoró sus intentos de llamar su atención y lo dejó plantado en más de una ocasión. Era grosero, a veces llegaba a mostrarse violento con su hermano y sin saberlo, mató un pequeño capullo que crecía en el corazón del más joven. Sesshomaru con sus malos tratos, mató un brote que se marchitó antes de poder llamarse ''Amor''. No lo supo, pero cuando los síntomas del Hanahaki habían empezado a aminorar era porque Inuyasha con la cercanía que tenían, había empezado a dejar de confundir el amor de hermanos por amor genuino. Pero tras ser humillado, ignorado y maltratado, todo el interés había muerto junto con aquella flor en su interior.


Inuyasha nunca hubiera sufrido por el Hanahaki, el amor que alguna vez tuvo era correspondido. Pero los malos tratos terminaron por acabarlo, eso solo empeoraría la situación de Sesshomaru. El solo respirar le era doloroso, la tos que le desgarraba la garganta era insoportable, pero aún así no hizo nada para con su familia. No les dijo y ellos no le preguntaron, era un adulto capaz de resolver sus propios problemas y a pesar que la ruptura entre él y su hermano había llamado la atención de muchos, nadie indagó. 


Sesshomaru trató por todos los medios el sobrellevar su enfermedad, pero era difícil. Pidió su expulsión de la universidad, se alejó de todo y todos, solo quedándose con el recuerdo del amor que sentía por su hermano, con esos pétalos manchados de sangre que le recordaban que moriría en cualquier momento. Se había mudado a un pequeño apartamento, no quería seguir viendo la mirada decepcionada de su hermano ni las miradas interrogativas de su padre. Todos creían que andaba en malos pasos, que consumía diversos tipos de drogas y que eran la razón por la cual su aspecto había desmejorado enormemente. Todos asumían que sus síntomas se trataban de excesos de ese tipo de cosas y no de una enfermedad casi perdida en el olvido.


Un día y después de haber vomitado dolorosamente una nueva carga de flores sangrientas, escuchó la puerta de su apartamento ser tocada. Iba a ignorarla, de todos modos nadie se acercaba pero tras la insistencia, decidió abrir después de haber limpiado un poco su deplorable aspecto. Al abrir no era otro más que su hermano, este solo entró sin siquiera pedir permiso y se sentó sin apartar su ceño fruncido de su persona.


―Quiero que me digas porqué razón cambiaste. Ya no eres mi hermano al cual admiraba, solo mírate con atención. Antes eras mi ejemplo a seguir y ahora solo eres una triste sombra de lo que fuiste.


A Sesshomaru le dolieron esas palabras, porque él quería seguir siendo todo eso para su hermanito. Pero esa cruel enfermedad matándolo lentamente había influido en su destino y le había arrebatado todo. Solo pudo mirar en silencio como los ojos de su hermano brillaban por las lágrimas contenidas, pero conservando la molestia y preocupación en su rostro. 


―Si solo viniste a eso, será mejor que te marches. Estoy ocupado ahora y no puedo tolerar más interrupciones.


Un ''no te vayas'' murió en sus pensamientos, quería que Inuyasha se quedara a su lado pero su amor por aquel joven era tan fuerte que ya sentía dolor en el pecho y ese doloroso picor en la garganta anunciando más sangre entremezclada con pétalos. No podía dejar que Inuyasha viera esa patética parte de él.


―¿¡Porque me odias!? ¿¡Que hice mal!? ¡Traté de ser bueno para que me quisieras y me apartas como si no valiera nada!. ―Alzó la voz y se levantó de su asiento. ―Son esas cosas que todos dicen que consumes, ¿verdad?. ¡Deja de dañarte, a este paso morirás!.


Pero Inuyasha no fue capaz de notar su sonrisa amarga, solo había una manera de dejar de sufrir pero no estaba dispuesto a hacerlo. Renunciar a sus sentimientos era como dejar de respirar, no quería ser un cascarón vacío, prefería morir sintiendo ese amor por su hermanito a vivir sin sentirlo. Pero por alguna razón, decidió dejarlo en manos de su hermano.


―¿Y a ti que más te da si muero? ¿Tanto te importo?.


Sesshomaru no esperó ver a su hermano levantarse del sofá hecho una fiera y golpearlo, al ver como las lágrimas bajaban por sus mejillas pudo entenderlo mejor. Ese niño frente a él no quería que muriera, no lo soportaría y no quería causarle más sufrimiento.


―Si te mueres, jamás te lo perdonaré.


Y tras decir eso, Inuyasha se había marchado justo antes de que pudiera verlo caer sobre sus rodillas y vomitar más sangre de lo habitual. Estaba decidido, haría todo eso por el amor que le tenía a Inuyasha. Si Inuyasha lo necesitaba tanto, él debía estar ahí.


...


...


Días después de la visita que Inuyasha le hizo a su hermano, recibió una llamada de parte del hospital de la ciudad. La mujer al teléfono le informó que su hermano estaba internado y necesitaban que los padres o parientes cercanos acudieran. Y él no espero siquiera a que terminara de hablar, tampoco a sus padres que tomaron el teléfono apenas notaron su angustia, salió de la casa inmediatamente y se dirigió a aquel hospital en búsqueda de su hermano. Al llegar casi gritando a la recepcionista, le indicaron el camino. Lo primero que vio fue al médico saliendo de la habitación de su hermano.


―¿¡Como está mi hermano!? ¿¡Que le ocurrió!? ¡Dígame!.


Inuyasha empezó a bombardear al hombre con múltiples preguntas y a alzar la voz alterando a todos a su alrededor. Pero todos podían ver su angustia y el médico simplemente lo hizo callar para poder explicarle. El hombre se tomó su tiempo para explicar con detalle, desde como había llegado el paciente en un estado deplorable y como había exigido que extirparan las raíces en su interior a sabiendas de sus consecuencias. Y entre más escuchaba, Inuyasha sin saberlo, había condenado a su hermano.


Sesshomaru estaba condenado a no volver a sentir amor nunca en su vida.


Cuando el médico terminó de darle la explicación, sus padres llegaron. No se quedó a escuchar lo que ya sabía, simplemente entró a aquella habitación y vio a su hermano aún durmiendo por las drogas suministradas. Quería llorar, quería gritarle para que despertara y lo acompañara. Pero la realidad era otra, su hermano no despertaría todavía y cuando lo hiciera, perdería el sentido de la vida. Una vida sin sentir amor era un castigo cruel, un castigo por enamorarse de una persona que no lo amaba. E Inuyasha no sabía quien era la persona a la cual su hermano amaba tanto como para que ese amor hubiera sido tan fuerte al punto de convertirse en esa sangrienta enfermedad. De haberlo sabido, tal vez hubiera sido diferente.


Inuyasha había empezado a amar a ese hombre que estuvo con él en sus momentos de dificultad. El hombre que lo hacía reír y enojar de vez en cuando, el hombre que solo tenía una sonrisa para mostrar y que era exclusivamente para él. Pero su hermano empezó a alejarlo cuando su confusión había empezado a quedar en segundo plano y convencido de que jamás tendría oportunidad, dejó morir aquel dulce sentimiento. Y ahora solo podía odiar en silencio a aquella persona que venció a su hermano mayor y la que lo arrastró hasta ese punto. Solamente miró a su convaleciente hermano sumido en su propia ignorancia.


Pasó una semana, fue cuando Inuyasha pudo ver a su hermano despertar. Había estado con él la mitad del tiempo, estaba con él después de no haberlo ayudado cuando más lo necesitó. Se había dejado influenciar por los demás y la actitud hostil de su hermano terminó por arruinar todo. Lo primero que había hecho había sido abrazarlo y después le había reclamado.


―¿Por qué no me lo dijiste? Pude haberte ayudado a encontrar otra solución. ―Reclamó. La mirada inexpresiva de su hermano dolía, más no dijo nada.


―No quería que sufrieras, para esto solo hay tres opciones. Ser correspondido, morir o la peor, eliminar el amor definitivamente. 


Para Sesshomaru había sido difícil la tercera opción, ver a su hermano junto a él y no sentir nada, era realmente duro. Podía ver su preocupación y el cariño que le profesaba, pero para él era como si tratara con un extraño, no sentía ni un ápice de afecto por él y seguramente eso era más doloroso que aquellas raíces perforando sus pulmones y corazón. Pero ya no podía saberlo y  por el inmenso amor que alguna vez le tuvo a su hermano, debía resistir a pesar de no sentir nada.


―¿Quien fue?. ―Susurró Inuyasha sin apartar la mirada del suelo. Se sentía tan mal, él alguna vez tuvo la oportunidad de amar a su hermano, pero desaprovechó la ocasión y ahora Sesshomaru no podría amar a nada ni nadie. Y Sesshomaru miró a su hermanito sin entender lo que decía, Inuyasha volvió a alzar la voz. ―¿¡Quien fue la infame persona que te hizo llegar a esto!?.


―La única persona a la que no puedo tener. ―Contestó mirándolo fijamente, una mirada tan vacía como lo estaba su corazón. Fue entonces que Inuyasha pudo atar los cabos sueltos y descubrir todo lo que su hermano había ocultado, cubrió su boca con la mano y simplemente pudo sentir las lágrimas mojando su rostro. Pudo ver en esa mirada vacía, un amor marchito. 


Obviamente, los padres habían escuchado todo. Izayoi era la única que sabía de la confusión de su hijo respecto a su hermano mayor, pero también sabía que había sido un primer amor que no se desarrolló. Que Sesshomaru haya amado a su hijo con tanta intensidad y que por ese amor haya perdido todo, era un tanto agridulce. Porque Sesshomaru amaba tanto a su hijo que había estado dispuesto a darlo todo con tal de hacerlo feliz y eso incluía sus propios sentimientos.


...


...


Con el paso del tiempo, Inuyasha trató por todos los medios el traer a la fuerza los sentimientos de su hermano. Trató de hacer que el amor volviera a florecer, pero lo único que logró fue hacer que floreciera en sí mismo. Inuyasha desenterró en sí mismo esos sentimientos que creía olvidados y cuando se atrevió a besar a Sesshomaru por primera vez, pudo sentir esas cosquillas en su interior pero la ver la expresión de su hermano solo había logrado causarle dolor. Él empezaba a amar a Sesshomaru, pero Sesshomaru jamás lo amaría y no era por voluntad propia. De haber sido el anterior Sesshomaru, ambos podrían estar siendo felices y tomados de las manos. 


Finalmente y aún sin rendirse, Inuyasha tosió sangre y al ver los pétalos, supo que llegó a amar a Sesshomaru con la misma intensidad que él alguna vez lo amó. Pero ya era demasiado tarde, al ver los pétalos negros como prueba de un amor doloroso, supo que ya solo le quedaba esperar y sufrir lo que su hermano sufrió en algún momento. Debía elegir entre dejarse morir consumido por su propio amor o deshacerse de él como su hermano lo había hecho, porque jamás sería correspondido. Todo pasó a los ojos indiferentes de Sesshomaru, porque a él no le importaba lo que le pasaba a Inuyasha. Sus sentimientos habían sido arrebatados por haber tratado muy tarde su enfermedad, ya no sentía nada y jamás lo haría.


Mientras moría lentamente, Inuyasha pudo comprender el dolor de su hermano y su soledad. Sintió el dolor en su cuerpo causado por el amor, era cruel pero hermoso. Un amor tan grande que lo estaba consumiendo, simplemente dejó que todo siguiera su curso y muriera por aquellas flores negras que brotaban como muestra de un amor que jamás sería correspondido. Tenía planeado morir de amor que vivir sin sentirlo, pero un día su hermano dijo algo que cambió esa idea.


―No mueras.


Pero su voz monótona y su expresión vacía era lo que más le dolía a Inuyasha, pero que mostrara algo de interés era reconfortante. 


―¿Te dolería mi muerte?. ―Tosió roncamente y se cubrió con un pañuelo. Un pañuelo blanco que se volvió rojo en poco tiempo. 


―No, pero si hubiera algo aquí. ―Sesshomaru tocó su pecho. ―Estoy seguro que sí.


―¿Me amarás nuevamente algún día?.


―No, eso no pasará.


Palabras crueles pero ciertas que no hacían nada más que resignarlo al despiadado futuro que le esperaba.


―Tu madre si sufrirá, nuestro padre también. Ellos lloraran lo que yo no podré.


Inuyasha decidió eliminar el amor de su vida. Porque si Sesshomaru había renunciado a sus sentimientos por su causa, él también lo haría para que ambos cargaran con ese castigo.


...


...


Al final, Inuyasha perdió el amor que alguna vez le profesó a Sesshomaru. Ambos perdieron una parte de su corazón, un castigo por no haber descubierto lo que realmente sentían. Ambos fueron receptores de una enfermedad creada a partir del amor que sintieron el uno por el otro, una enfermedad que no solo fue creada por amor, si no que esa misma enfermedad se los quitó. Ellos dos fueron condenados a estar juntos pero a no amarse, un castigo cruel. Pero, eso solo fue provocado por una enfermedad de amor y dolor, una enfermedad que se estaba perdiendo en el tiempo y que era conocida como...


Hanahaki. 


Fin.


 


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