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Historias Cortas de Inuyasha. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Inu no Taisho fue criado por su abuelo materno, no conoce a sus padres y no le interesa hacerlo. Ha crecido con un odio intenso hacia ellos gracias a las historias que su abuelo le cuenta y el desprecio que ellos sintieron ante su concepción. Un día, una visita desconocida hace que Inu no Taisho se dé cuenta de la verdad acerca de su nacimiento.


 


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En el baño de una lujosa mansión alejada de todo, un adolescente miraba con repudio su reflejo en el espejo. Inu no Taisho odiaba su aspecto a morir, todo por la historia de su nacimiento. El adolescente de tan solo dieciséis años era producto de la unión maldita entre una humana que se dejó seducir por el deseo carnal y de un demonio despiadado que había usado sus mundanas artimañas para atraparla. Inu no Taisho no era un humano, pero tampoco un demonio; era un ser que oscilaba entre ambas razas. Había aborrecido a sus padres desde que había tenido uso de razón, aunque no los conocía. Su abuelo era el único que lo amaba tal cual era, el único que evitó que su madre lo asesinara en cuanto supo de su existencia y el hombre que casi muere al salvarlo de su sanguinario padre que planeaba asesinarlo incluso sin importarle que aún estaba dentro del vientre de su madre; sin importarle incluso matarla a ella con tal de cumplir su objetivo. 

Inu no Taisho había crecido oyendo las historias de su abuelo acerca de lo malditos que habían sido sus padres, eso solo incrementó su odio hacia esos seres perversos. Su madre, la mujer que intentó matarlo en cuanto supo que crecía en su vientre, murió a manos del demonio con el que se revolcó el día en que había nacido la aberración que había crecido en su vientre, el día de su nacimiento. Y su padre, ese demonio desapareció en cuanto había matado sin miramientos a una humana que solo había sido un simple entretenimiento para él y desde entonces no se había dejado ver nuevamente.

Inu no Taisho sabía que no solo esas humillantes marcas en su rostro eran herencia de ese ser maldito, sino que también su rostro era el de aquel demonio que había maldecido en el momento en el que había aprendido a hablar. Ver las dos franjas magenta que adornaban cada una de sus mejillas y la sombra del mismo color sobre sus parpados, era lo que más le causaba repulsión a Inu no Taisho, sin olvidar sus orejas puntiagudas. «Asco» era una palabra demasiado corta para describir lo que sentía respecto a su aspecto, odiaba con toda su alma tener el rostro del hombre a quien odiaba con todo su ser. Pero, no podía hacer nada para poder cambiarlo. A Inu no Taisho solo le quedaba cubrir las marcas de su rostro con muchas capas de maquillaje, múltiples productos iban a parar a su rostro solo para que esas marcas desaparecieran de la vista de todos, menos de él. Al mirarse nuevamente en el espejo y notar que las marcas ya no eran visibles, pudo sentirse ligeramente más tranquilo, mas había otro inconveniente: unos caninos notables se asomaban entre sus labios.

Al ver que sus colmillos eran claramente otra señal de su ascendencia, Inu no Taisho estuvo tentado a arrancárselos. Cuando las pinzas que guardaba en la maleta que usaba para su rutina de esconder su apariencia se acercaron a su boca, recordó la expresión conmocionada de su abuelo cuando lo había encontrado con la boca completamente ensangrentada, eso cuando era apenas un niño. A la edad de doce años se había arrancado los colmillos en un arranque de ira que tuvo consigo mismo, con el reflejo que vio en el espejo. Para Inu no Taisho, el dolor que había sentido al arrancarse los colmillos no era nada comparado con el odio que les profesaba a sus progenitores. Por él podían pudrirse mil veces en el infierno y seguiría odiándolos sin dudar. Pero su abuelo Takemaru era su todo, su razón para seguir viviendo y por él no se seguiría lesionando a sí mismo, solo por él guardó las pinzas. Inu no Taisho se cortó las garras y tras colocarse unas muñequeras largas que cubrieran las marcas de sus brazos, salió del baño pareciendo ligeramente más humano.

Con una rutina llena de actividades extracurriculares, decidió iniciar con sus clases de esgrima para sacar la ira que había acumulado con el simple hecho de mirarse en el espejo. Ese era su día a día.

...

...

Como cualquier otro día, Inu no Taisho hacía diversas actividades en son de eliminar sus crecientes ganas de maldecir a sus padres y pensar en lo mucho que deseaba que se pudrieran en el pozo más profundo y repugnante del infierno. Ya fuera en actividades físicas o mentales, destacaba perfectamente bien. No solo poseía una apariencia que denotaba que no era del todo humano, sino que también poseía habilidades que lo probaban. Entre sus múltiples capacidades, resaltaba su fuerza sobrehumana y su destreza mental elevada, incluso su agilidad envidiable. A pesar de hacer uso de ellas, también las odiaba solo por ser claro indicio de su estirpe demoníaca. Pero al menos su abuelo se mostraba orgulloso al verlo ser extraordinario al usarlas, por ello no se quejó y siguió usándolas, la aprobación de su abuelo era más importante que su propia hipocresía.

Todo era calma, Inu no Taisho jamás salió de los terrenos de la gran mansión por consejo de su abuelo y por la vergüenza que sentiría si alguna persona ajena al personal lo viera. Nunca le interesó abandonar su hogar, no lo necesitaba. Y si llegara el caso, lo hacía acompañado de su abuelo y a lugares cerrados, sin gente alrededor y con el rostro cubierto con un antifaz capaz de cubrir sus marcas faciales y sus orejas anormales. 

Una noche que aparentaba ser normal, Inu no Taisho dormía en su habitación. El sonido de una gran agitación captado por su fino oído, lo despertó. Los empleados gritaban y la conmoción hizo preocupar al adormilado adolescente. Inu no Taisho se levantó de golpe al escuchar que algo había pasado con su abuelo. Y sin importarle su aspecto, Inu no Taisho abandonó su habitación y corrió en búsqueda del mayor.

Cuando Inu no Taisho llegó a la habitación de Takemaru Setsuna, fue recibido con la noticia de que su abuelo había tenido un infarto y que los médicos estaban tratándolo. Afortunadamente tenían todo lo necesario, su abuelo padecía del corazón y un consultorio privado estaba a su disposición, además de los mejores médicos que el dinero podía pagar. Aún así, Inu no Taisho se sentó junto a la puerta de su abuelo al no haber sido permitido su acceso a la habitación. Inu no Taisho no creía en nada, pero pidió a quien fuera que le escuchara, que su abuelo saliera con bien.

Una vez el sol despuntó el alba, se dio la noticia que el señor de la casa había sobrevivido y se le permitió el acceso a su nieto. Inu no Taisho había entrado deprisa a ver al hombre, con una sonrisa cansada, Takemaru había extendido su mano hacia su amado nieto y le permitió abrazarle. Cuando el hombre sintió como el adolescente temblaba en sus brazos y sollozaba, habló.

―Yo no te voy a dejar, Ino. No llores más, yo no soy como esos desgraciados.

―No hable de ellos, no merecen ser nombrados por usted. ―Susurró en medio de su llanto, realmente había temido por él. ―Deje que su recuerdo se pudra con ellos en el infierno, justo donde pertenecen.

En su posición, Inu no Taisho no había notado la sonrisa cínica de ese hombre que abrazaba como si no hubiera un mañana. No notó la satisfacción que ese hombre sintió al escucharlo maldecir a sus padres, porque a pesar de sentirse débil, Takemaru Setsuna aún poseía sus malas intenciones. Después de ese abrazo, Inu no Taisho había sido enviado a descansar a su habitación y muy a su pesar, se alejó de su abuelo para dejarle descansar.

...

...

No había pasado ni siquiera un día cuando una persona apareció para visitar a Takemaru Setsuna. Una mujer elegante y hermosa había hecho su aparición en la mansión Setsuna, Inu no Taisho al verla desde el jardín había quedado intrigado al notar su parecido con su abuelo. Asumió que se trataba de un pariente lejano que se había enterado de su estado. Su curiosidad lo había orillado a acercarse y ver lo que esa mujer haría en su hogar. La siguió con cautela hasta la habitación en donde su abuelo reposaba.

―¿Qué estás haciendo aquí?. ―Dijo Takemaru. ―¿Acaso vienes a suplicar mi perdón, Kagome?.

―Por supuesto que no, es solo que escuché que estabas a punto de morir y corrí a verte.

―¿Y qué? ¿Repentinamente te nació el amor?.

―Te equivocas, quería ver en primera fila como te ibas al infierno. ―Una risa femenina se dejó oír. ―He estado deseando el día en que finalmente sea hora de que pagues por todo lo que has hecho. Quiero ser testigo de como mueres tan miserablemente por el daño que le has provocado a la familia. Solo hazle un favor al mundo y muérete de una vez, papá.

Todas esas palabras sorprendieron a Inu no Taisho, este decidió escuchar hasta el final y no delatar su posición tras la puerta.

―¿Qué fue lo que hice para ser castigado con unos hijos como ustedes? ¡Les dí todo y me pagaron de la peor de las formas!. 

―¡Quisiste venderme a un anciano que no conocía! ¿¡Como justificas eso!?.

―¡Era mi socio más importante y te habría hecho vivir como una reina!. ―Alzó la voz. ―Pero no, ¡la niña prefirió escapar para revolcarse con cualquier muerto de hambre que se le pusiera enfrente!. 

―¡Preferiría morir antes de dejar que me vendieras como si fuera ganado!. ―Gritó ahora Kagome. ―¡Y eso no fue lo peor! ¡Inuyasha se llevó lo peor de todo, maldito enfermo! ¿¡Quién demonios encierra a su hijo en un manicomio y lo droga hasta hacerlo perder la razón!? ¡Criaste a su hijo a tu imagen, lo hiciste odiar a sus padres cuando tú fuiste el culpable de todo!.

―¡Cállate! ¡Tú no sabes nada!. ―Gritó. ―¡Yo no iba a permitir que mi nieto terminara como él!.

Dichas palabras turbaron a Inu no Taisho, no quería creer en ellas. Por esa razón, decidió entrar ignorando los gritos que Takemaru y su supuesta hija se daban.

―Es mentira lo que dice esta mujer, ¿verdad, abuelo?. ―Su voz calló a los adultos que discutían, la expresión de inquietud de su abuelo empezó a asustarlo. ―¿Verdad?.

―Ino, vuelve a tu habitación, iré contigo en un momento.

―¡Ya dile la verdad!. ―Exigió Kagome, con una voz cargada de ira al punto de quebrarse. ―¡Dile las atrocidades que les estás haciendo a sus padres! ¡Cuéntale como Inuyasha perdió la racionalidad por tú culpa, como su padre se está pudriendo en un pozo oscuro por tu maldito egoísmo!.

―¡No le creas a esta mujer, Ino!. ―Gritó Takemaru al ver la duda pintarse en la expresión de su nieto. Se llevó la mano al pecho, sintiendo mucho dolor. ―¡Esta arpía quiere ponerte en mi contra!.

―Abuelo. ―Susurró Inu no Taisho con duda, sin saber qué hacer o creer. ―Júreme que solo son mentiras lo que dice esta mujer. Dígame que mi madre es una maldita mujer que merece lo que le pasó y que mi padre es un ser sangriento que merece todas mis maldiciones. Júreme que mis padres merecen todas las atrocidades que les he deseado desde que tengo memoria.

Antes de que Takemaru Setsuna pudiera responder, apretó su mano contra su pecho y empezó a dificultársele el respirar y el hablar. Tanto Inu no Taisho como la hija de aquel hombre, supieron que estaba sufriendo un nuevo infarto.

―¡No te vas a morir cuando tú quieras, maldito!. ―Gritó Kagome. ―¡No te vas a morir sin liberar a Inuyasha y a su familia!.

Nuevamente los médicos corrieron a auxiliar al hombre, haciendo que sus acompañantes se retiraran de la habitación. Gracias a eso Kagome se acercó a Inu no Taisho y pudo ver con dolor que el brillo del amanecer se veía en sus ojos, justo como su hermano antes de perderlo por su propia cobardía. Ella se acercó pero el adolescente se alejaba con evidente hostilidad y desconfianza.

―La última vez que vi a mi hermano, me contó con ilusión que de alguna forma u otra, esperaba un hijo. No se le notaba ni un poco, pero él lo sabía gracias al padre del pequeño que había hecho posible ese milagro. El amor que su hijo recibiría era tan evidente que fue doloroso saber en lo que terminó. ―Ver a Inu no Taisho desviar la mirada pero seguir atento a su historia, hizo que Kagome sintiera nostalgia. ―Inuyasha era todo lo que un padre podía desear; inteligente, servil, obediente y sumamente entregado. A pesar de que no compartimos madre, nos amamos como si lo hiciéramos y por esa razón lo perdí. Me amó tanto que me ayudó a pesar de las consecuencias.

Kagome le relató a Inu no Taisho el motivo por el cual había huido de casa siendo una adolescente. Takemaru Setsuna la había adjuntado en un contrato para uno de sus socios y eso significaría que debía casarse con un hombre al cual no conocía y que podría ser su abuelo. Todos estuvieron de acuerdo, menos Inuyasha quien desobedeciendo por primera vez a su padre, le dio a su hermana una cuenta bancaria en el extranjero y un boleto de avión, la ayudó a escapar de su padre y su tiranía. Ella con una corta despedida, juró que algún día le devolvería el favor y huyó hacia su libertad. Él le contó sobre su estado esa última vez que se vieron. Gracias a esa desobediencia, Inuyasha terminó siendo severamente castigado por su silencio y con la constante vigilancia de su padre. Todo hasta que su embarazo inexplicable fue difícil de ocultar.

Cuando Kagome se enteró que su padre había sabido acerca de la relación que Inuyasha había mantenido con un demonio y ese fruto que cargaba en su vientre, todo terminó muy mal. Inuyasha fue encerrado en la mansión familiar para que los medios no se enteraran de la aberración que según su padre había cometido. Kagome no sabía mucho acerca de ello, solo se enteró que su hermano al dar a luz había sido encerrado en un manicomio y que su bebé había sido arrancado de sus brazos. Del padre del pequeño solo había sabido que lo habían asesinado cuando trató de sacar a Inuyasha de esa casa con su hijo.

―Es mentira todo lo que dice, yo confío en mi abuelo. ―Terminó por decir Inu no Taisho con una mirada filosa. La mujer sacó de su bolso un teléfono.

―Hasta hace poco pensaba que Inuyasha había muerto el día en que naciste y que tu padre estaba muerto por tratar de defenderlos de Takemaru. Pero, un anónimo me envió esto y supe que mi hermano aún vivía. 

Cuando Kagome le entregó a Inu no Taisho el teléfono, este pudo ver que solo tenía dos archivos, un vídeo y una imagen. Una vez reprodujo el vídeo, el miedo y a desesperación empezaron a mostrarse en su rostro. En el vídeo se veía a un hombre sentado en lo que parecía ser la camilla de un hospital, vestido como un paciente más y de espaldas. Su larga cabellera negra impedía ver lo que hacía pero el audio revelaba que cantaba una nana y se movía de tal forma que parecía arrullar un bebé. El enfoque de la cámara empezó a moverse hasta quedar frente a él. Las lágrimas que Kagome derramaba, se hicieron más intensas al enfocar al hombre.

El extraño vídeo revelaba a un hombre joven arrullando y cantándole a una almohada envuelta en mantas, como si se tratara de un bebé. La sonrisa exagerada que mostraba era perturbadora, Inu no Taisho no podía seguir viendo ese vídeo ante los sentimientos encontrados que tenía.

―Él es mi hermano, fue encerrado y privado de su familia durante años solo por haberse enamorado. Fue drogado hasta que el dolor y la rabia que sentía se fueron desvaneciendo junto a su cordura. Inuyasha Setsuna, el heredero perfecto de Takemaru, ahora vive en su propia fantasía creada a partir de su encierro y del dolor de haber perdido a quienes ama.

Cuando Inu no Taisho quitó el vídeo y pasó a la imagen, era tan desgarradora como el vídeo. Esa imagen tomada en lo que seguramente era un húmedo y desolado calabozo, mostraba a otro hombre en peores condiciones que el primero. Inu no Taisho pudo reconocerlo, era su padre. El demonio estaba arrodillado en el suelo, tenía puestas ropas sucias con lo que parecía sangre vieja y una camisa de fuerza que mantenía cautivos sus brazos. Varias cadenas rodeaban su torso y se conectaban a los muros del lugar, varios pergaminos pendían de ellas. Su cabeza gacha y su flequillo cubriendo su rostro, su largo cabello plata sucio y enmarañado, mostraban que era un ser que a pesar de estar en esas condiciones, había renunciado a la vida. El demonio a quien siempre maldijo, vivía prisionero dentro de una celda que no dejaba ver la luz del sol. Completamente encadenado, descalzo y sin ganas de vivir, así se veía ese demonio a quien Inu no Taisho había aborrecido con toda su alma.

Tras unos segundos, Inu no Taisho soltó el teléfono y este terminó estrellándose en el suelo. Retrocedió un paso y cubrió su boca, tratando de reprimir el llanto que amenazaba por salir. Aún así, las lágrimas fueron continúas.

―Yo deseé que sufrieran, ¿pero por qué duele tanto?. ―Logró decir, combinado con sollozos. ―Toda mi vida deseé que tuvieran el peor de los castigos y ahora que lo tienen, ¿por qué me duele entonces?.

Kagome no contestó, abrumada por su propio dolor y odio consigo misma. Su hermano, quien había dado todo por ella, había sufrido de manera cruel y no lo había ayudado. Ver como su sobrino se desmoronaba ante las irrefutables pruebas que le dio, le dolió. Si el hubiera existiera, habría dejado de lado todo y habría vuelto apenas se había enterado de la supuesta muerte de su hermano, para proteger a su sobrino justo como Inuyasha lo hubiera deseado. Sin embargo, el temor y el dolor hicieron que se mantuviera al margen, permitiendo que Inu no Taisho creciera odiando a sus padres que lo amaron incluso antes de nacer.

Como si le hubiera caído un balde de agua fría, Inu no Taisho había sabido que su vida era una completa mentira. Creció odiando a dos seres que lo amaban, deseando que pagaran siendo inocentes. Con el nudo creciente en su garganta y las inmensas ganas de llorar como un niño, caminó hacia la habitación de su abuelo y haciendo uso de su fuerza, nadie fue capaz de frenarlo. Cuando entró lo vio dependiendo de un respirador para vivir, el hombre estaba consciente.

―Si fue cierto el amor que me tuvo, dígame donde tiene a mis padres. ―Le suplicó al hombre. ―Si todas esas palabras de aliento y esos tratos fueron reales, déjeme verlos. Por favor, necesito verlos.

El hombre por obvias razones no contestó, pero débilmente abrió su mano para dejar a la vista un anillo. Inu no Taisho reconoció el emblema de la familia en él y sin saber porqué, lo tomó. Takemaru Setsuna cerró los ojos para descansar y su nieto abandonó el lugar. 

...

...

Takemaru Setsuna había muerto por la noche, el mismo día que había entregado su anillo a su nieto. Murió solo y sin la compañía de Inu no Taisho, lo único que amaba más que otra cosa. A pesar de todo lo que había hecho ese hombre, Inu no Taisho lloró y sufrió ante su muerte. Aún cuando ese hombre lo había encerrado en una jaula de mentiras, lo había querido y todo el amor que le había dado era genuino e Inu no Taisho lo sabía. Solo por esa razón, guardó luto por él pero no le otorgó el perdón y jamás lo haría. Kagome y pocos familiares más estuvieron para el funeral, al final todo el dinero fue para Inu no Taisho. 

Como su abuelo había muerto y después de buscar entre sus pertenencias, Inu no Taisho no pudo encontrar paradero de sus padres. Pasaron meses y en compañía de su tía, buscaron hasta por debajo de las piedras sin éxito. Inu no Taisho ofreció la fortuna que había heredado a sus parientes, al que le diera alguna pista sobre sus padres. Su tío abuelo pidió la fortuna entera como recompensa si revelaba el nombre del lugar en donde estaba recluido su sobrino y se le fue cedida. Tras casi un año de búsqueda, Inu no Taisho tenía una pista viable acerca del hombre que le dio a luz.  

Sorpresivamente, la clínica en la que Inuyasha Setsuna estaba encerrado, se situaba en la ciudad. El lugar privado solo aceptaba pacientes de familias influyentes y adineradas, contaba con una seguridad envidiable por la cual no habían podido ubicar a su familiar y cuando Inu no Taisho acompañado de Kagome estuvieron frente al edificio, temieron. Inu no Taisho había maldecido a su madre desde que tenía memoria, deseando que pagara lo que había hecho sin saber la verdad que se le fue oculta. Kagome había huido dejando a su hermano, había desamparado a su sobrino y no había cumplido su promesa de devolver el favor brindado. Ambos cargaban con culpa y deseaban remediarlo pese a el odio que sentirían y que Inuyasha no podría darles por su condición.

Después de mostrar el anillo de su abuelo como prueba, Inu no Taisho fue capaz de entrar al lugar y una enfermera lo guió a la habitación de la persona a quien buscaban. Cuando estuvieron frente a la puerta, Inu no Taisho se acobardó pero se dijo a sí mismo que suplicaría por el perdón que no se le sería otorgado. Antes de entrar, Inu no Taisho consideró el quitarse el antifaz que cubría su rostro pero se abstuvo de hacerlo y entró a la habitación, Kagome prefirió esperarlo afuera.

Dentro de la habitación era lo mismo que el vídeo, sencilla pero lujosa. Y frente a Inu no Taisho, Inuyasha Setsuna abrazando una almohada como si se tratara de un bebé. 

―No hagas ruido, despertaras a mi niño. ―Murmuró entre dientes Inuyasha. ―Está tomando su siesta.

Esa imagen había sido más desgarradora en persona, Inu no Taisho sintió las primeras lágrimas deslizarse tras el antifaz. 

―¿Quien eres?. ―Preguntó Inuyasha. ―Sesshomaru no está, él es demasiado posesivo y celoso. No le gustará que hayas venido sin anunciarte.

Inu no Taisho ahogó un sollozo cuando la mirada miel de su madre se enfocó en él. Lentamente se quitó el antifaz, en esa ocasión no llevaba maquillaje. Cuando su rostro fue revelado, Inuyasha soltó la almohada y se levantó de la cama, dio un paso hacia el menor. Antes de que pasara otra cosa, un pequeño diablillo salió corriendo de debajo de la cama directo a los pies de Inu no Taisho.

―¡Amo Sesshomaru!. ―Chilló el demonio verde. Antes de abrazarse a los pies del adolescente, frenó en seco. Lo miró perplejo por unos segundos y su llanto agudo se detuvo. ―Joven amo.

Inu no Taisho se había asustado ante eso, cuando su vista se fijo en Inuyasha, notó que este lo miraba pasmado y con lágrimas en los ojos. De un momento, Inuyasha estaba abrazando con fuerza a su hijo con un sonoro llanto presente e Inu no Taisho se le unió. Jaken, el pequeño demonio, también se les unió. Lloraron al sentir el calor que se ofrecían, por los años que pasaron alejados y por la mentira que habían estado viviendo. Cuando se separaron, Inu no Taisho se postró ante su madre y de rodillas le suplicó por el perdón.

―No tuviste la culpa, no te odies por ello. ―Inuyasha se agachó a la altura de su hijo y este al darse cuenta, alzó la mirada con clara confusión.

―Creí que... ―Fue interrumpido por una radiante sonrisa de su madre quien aún tenía los ojos nublados. Con una mano, Inuyasha alzó a Jaken.

―Este enano no solo sirvió para besarle los pies a tu padre. ―Ignorando los chillidos ofendidos de Jaken, Inuyasha siguió hablando. ―Nunca consumí las drogas y medicinas que me daban, siempre las deseché. Jaken, como mi protector, se encargó de detectar si mi comida las poseía para no tomar ni una. Tuve que fingir demencia durante años para que nadie sospechara, tenía la esperanza de salir de aquí. Todos estos años pensé que también estabas muerto, quería salir de aquí, brindarle mis respetos a la que sería tu tumba y deseaba edificar una en honor a tu padre.

Al escuchar la última frase, Inu no Taisho supuso que las sombras de mentiras no solo lo habían cubierto a él, su madre también había vivido encerrado y creyendo que habían muerto. No le sorprendería si su padre también pensaba igual. Seguramente ese demonio había abandonado sus deseos de vivir al pensar que su familia había muerto. 

―Mi padre aún vive, mi abuelo lo mantuvo cautivo y actualmente sigue encerrado en un calabozo. ―La sonrisa de Inuyasha se borró ante eso. ―No he podido dar con él y la única referencia que tenía, la destruí hace un tiempo. Hemos buscado por todas partes y ahora que cedí todo el dinero que tenía, me he quedado sin fondos para seguir con su búsqueda.

La noticia le había afectado a Inuyasha, el saber que el amor de su vida había pasado tantos años cautivo, le había dolido. Inuyasha en su encierro, había creído que su familia había muerto y como única compañía tenía al viejo Jaken para no enloquecer de soledad. Después de tantos años, era hora de que saliera al exterior para luchar por su familia. Ahora que tenía en sus brazos a su hijo, lo usaría a él y el dolor que sentía como motor para no dejarse caer nuevamente, solo así unificaría a su familia. Inuyasha recordó su vida en el exterior y una vieja idea apareció.

―Antes de que nacieras, tenía todo arreglado para irme en busca de tu tía, confiando en que ella me ayudaría. Iría con ella para poder tenerte sin problemas y para que tu padre pudiera estar presente, solo con ella podríamos lograrlo. Pero Takemaru se enteró y no lo logré, mi plan se acabó cuando me encerró en la mansión y cuando todo terminó, me encerró aquí. ―Explicó. ―Tengo el dinero suficiente para vivir bien por una buena temporada, está en mis cuentas personales y de las cuales Takemaru no tenía conocimiento. Con eso, podremos hacer que me saquen de aquí y así poder buscar a tu padre.

Luego de eso y de que Kagome se encontrara con su hermano, le suplicara perdón y se enterara que Inuyasha jamás estuvo enfermo, hicieron todo lo necesario para sacarlo de ese lugar. Con un buen pago, Inuyasha pudo salir del lugar sin responder ni una pregunta. Jaken, quien había sido dejado como el guardián de Inuyasha por el mismo Sesshomaru, se alejó argumentando que ayudaría a la búsqueda de su amo. Tantos años encerrado con Inuyasha, habían hecho que le tomara aprecio y solo por eso se había mantenido con él, para protegerlo como su amo lo hubiera deseado. Con la esperanza de que Sesshomaru seguía con vida, hizo que el diablillo se movilizara junto con Inuyasha y su familia.

...

...

Pocas semanas después, Jaken apareció con una pista no fiable acerca del paradero de su amo. Inuyasha y su hijo, no dudaron en verificar con sus propios ojos acerca de dicha pista. En esa ocasión debieron viajar, el lugar indicado por el demonio se encontraba lejos del apartamento que alquilaban en la ciudad. Inuyasha pidió hacia sus adentros que la vida dejara de ensañarse con ellos, que su familia pudiera conocerse y estar junta al fin; que su amado Sesshomaru conociera a Inu no Taisho, quien era prueba física del amor que se tenían. Después de sufrir por una década y media, merecían ser felices.

En un pueblo lejano y habitado mayormente por entidades santas, ahí se ubicaba una extraña cabaña destartalada pero vigilada como si se tratara de una prisión de máxima seguridad. Cualquiera que osara mirar de reojo, era recibido con una lluvia de balas y por esa razón se mantuvieron lejos. Eso dio esperanzas tanto a Inuyasha como su hijo, sentían que posiblemente Sesshomaru estaba ahí. Aunque solo tenían como pista las palabras de un lobo de la montaña quien aseguraba que años atrás, había visto a un demonio sumamente poderoso ser encerrado en ese lugar, razón por la cual demonios de bajo rango se habían alejado. 

Inu no Taisho tuvo que hablar con el líder a cargo, mostrando una vez más el anillo de su abuelo y presentándose a sí mismo como el nuevo líder de la familia luego del fallecimiento del hombre, el hombre a cargo se encargó de validar su autenticidad y tras hacerlo, las fuerzas armadas se retiraron. No le tomó ni una hora hacer que el lugar quedara libre de peligros. En esta ocasión, Inuyasha e Inu no Taisho habían ido solos.

Al entrar a la cabaña, lucía tan mal como el exterior y no había rastro de que alguien hubiera vivido ahí en años. Aún así, madre e hijo revisaron el lugar.

Mientras Inu no Taisho caminaba por los oscuros pasillos del lugar, accidentalmente su mano golpeó una puerta y al tocarla, sintió una descarga eléctrica que ocasionó que terminara de rodillas en el suelo. Al haberse quejado ante el fuerte dolor, llamó la atención de Inuyasha.

―¿¡Qué ocurrió!?. ―Preguntó mientras aluzaba la herida con una linterna. La herida parecía una quemadura realmente dolorosa.

―No lo sé, solo toqué la puerta y me electrocuté. ―Contestó. Envolvió la herida con su ropa.

A Inuyasha le pareció que dicha puerta era bastante ordinaria, era de madera y estaba sumamente vieja. Con duda acercó su mano y la tocó, no sintió nada. Cuando Inu no Taisho lo imitó, volvió a sentir una nueva descarga dolorosa. Después de que Inuyasha regañara a su hijo por imitarlo, abrió la puerta y tras esta, notó un pequeño pergamino con la palabra «exorcizar» pegado en ella. Inuyasha se dio cuenta de que si su hijo hubiera sido un demonio completo, quizá habría muerto por tocar algo protegido por dicho pergamino sagrado. Lo abrazó ante su propio miedo al descuido. 

―¡Se parece a los de la imagen!. ―Exclamó Inu no Taisho al ver el pergamino, su madre le dio un manotazo al notar que iba a tomarlo con la mano sana.

―¡No lo toques!. ―Chilló. ―¡Esta cosa exorciza demonios!. Si no fuera por tu parte humana...

Inuyasha no deseó continuar la oración y decidió investigar dentro de la habitación. Luego de una ardua investigación, descubrieron lo que parecía ser un refugio antibombas. Una escotilla bajo el suelo de madera los guió a un túnel extraño y que terminó en una puerta de hierro con un sistema de seguridad a base de un patrón de números. Inu no Taisho intentó con varios pero ni uno funcionó, hasta que intentó con su fecha de nacimiento y esa fue la combinación que abrió la puerta. Su abuelo fue un hombre predecible en ese aspecto.

Cuando la puerta fue abierta, Inuyasha sintió como su corazón se detenía y su respiración se cortaba. Frente a ellos, la imagen que Inu no Taisho había visto tiempo atrás pero aún más dolorosa y desgarradora. Inmediatamente Inuyasha había terminado de rodillas frente a Sesshomaru y le había alzado el rostro, la mirada perdida y el dolor en su mirar provocaron que sus propias lágrimas fueran libres. Inu no Taisho se mantuvo en la puerta, el exceso de pergaminos sagrados le causaban malestar.  Y de un momento a otro, Inuyasha fue empujado por Sesshomaru, quedando sentado a un paso de él. El gruñido doloroso que soltó Sesshomaru, indicó que el solo moverse con esas cadenas protegidas, le causaba inmenso dolor. 

―¡Mírame, Sesshomaru! ¡Soy yo!. 

La mirada cargada de ira en Sesshomaru, se tornó oro en el momento en que miró a Inuyasha en el suelo. Como si no creyera en lo que viera, como si tuviera un espíritu frente a él. Inuyasha solo se levantó y abrazó a Sesshomaru, lo besó después de tantos años añorándolo. Lloró y olvidó todo por un momento, cuando su besó fue correspondido con la misma dolorosa necesidad. 

―Eres real. ―Afirmó Sesshomaru cuando se separaron.

―Lo soy y tú también lo eres. ―Susurró pegando su frente contra la de Sesshomaru, sintiendo su piel fría. ―Todo este tiempo creí que habías muerto, que jamás te volvería a ver.

―También lo pensé. Todos estos años desee la muerte, aún sabiendo que ni así me reuniría contigo y nuestro hijo. 

El ambiente se rompió cuando Sesshomaru soltó otro gruñido dolorido al moverse nuevamente. Gracias a eso, Inuyasha se levantó y empezó a retirar los pergaminos que no le hacían ni un daño. Cuando los pergaminos fueron retirados, Sesshomaru hizo el intento por levantarse, fue difícil pero lo logró. Sus músculos atrofiados por estar en la misma posición durante años, habían hecho difícil dicha tarea. Aún así, no se rindió y empezó a jalonear las cadenas con todas sus fuerzas, jaló hasta que logró romperlas. Terminó cediendo ante su propio dolor y acabó de rodillas en el suelo. Inuyasha lo ayudó a levantarse y fue su soporte, ambos decidieron que era hora de salir de la oscuridad y el encierro en el que habían estado viviendo, era hora de ser felices.

Cuando Inu no Taisho estuvo frente a sus padres, la mirada que su padre le dirigía le hizo arrepentirse por sus acciones pasadas. La mirada oro de su padre, le hizo sentir mal por haberlo odiado a muerte y por haberle deseado el sufrimiento que vivió. La mirada de ese demonio al que despreció por años, lo veía como si fuera lo más hermoso del mundo y eso solo hizo que Inu no Taisho no dejara de reprocharse sobre lo mal que había actuado. De un momento, la mano temblorosa de Sesshomaru se colocó sobre la cabeza de su hijo y le dio una ligera palmada.

―Me miras como si hubieras cometido el peor de los crímenes. ―Dijo mientras limpiaba las lágrimas silenciosas de su hijo. ―Nada de esto es tu culpa.

Ante esas palabras, Inu no Taisho terminó abrazando a su padre y no dejó de pedirle perdón por todas las veces que lo maldijo. Sesshomaru no dijo nada, simplemente abrazó a su hijo, ignorando el dolor de su cuerpo y sintiendo que se había perdido de muchas cosas. Inuyasha se unió al abrazo, con la satisfacción de que finalmente eran la familia que habían deseado en un principio.

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Luego de un tiempo, Inuyasha pudo tener la familia que tanto había deseado. Había sido difícil para los tres adaptarse a su nueva realidad y dejar atrás todo el dolor. La primera noche habían dormido abrazados, temiendo que todo fuera una ilusión. Cuando Sesshomaru había despertado y había visto a su pequeña familia en sus brazos, hizo que el infierno que vivió en las sombras quedara guardado en lo más profundo de su ser, en donde ya no importaba. El ver a Inuyasha sonreír nuevamente y a su hijo mostrando lo mucho que los amaba, hizo que el dolor se fuera. A pesar de que Inu no Taisho parecía querer disculparse eternamente, sus padres lo único que hacían era abrazarlo hasta sentirse completos y en paz, hasta que su doloroso pasado se perdiera entre la felicidad que nuevamente sentían. Los tres empezarían una nueva vida, acompañados de Jaken, Kagome y quizá, un pequeño miembro más. Juntos serían una hermosa familia que dejaría de estar...

A la sombra de una mentira.

Fin.

 


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