Todas las mañanas de los sábados, Bruno se despertaba para cocinar un buen desayuno para su esposo Abbacchio y sus cuatro hijos, Fugo, Narancia, Mista y Giorno, los cuatro los adopto cuando cada uno en su respectivo año era un bebé, estuvo con ellos en toda su vida, por ende le gustaba que el único día en el cual su pareja no trabajaba el poder hacer un buen desayuno, lo que no conto es que el albino un día antes le dijo que quería ser el que preparase el desayuno.
— ¿Estás seguro de eso? Tu nunca cocinas, además no es necesario que lo hagas —Insistió mientras lo veía.
— ¡Yo enserio quiero hacerlo! Sé que no es molestia para ti pero un detalle para mi familia nunca está mal, insisto.
— Esta bien, pero quiero mi cocina en condiciones cuando acabes —Suspiro desganado.
— Lo prometo Bruno —Atrajo al hombre a sus brazos dándole un beso —Será el mejor desayuno.
Esa mañana como anteriormente se dijo, Abbacchio se levantó dos horas antes para preparar la comida, al principio intento hacer unos huevos fritos pero fue inútil, casi quema la casa con aquello, luego probo con hacer un licuado pero termino ensuciando la mesada, estaba fracasando hast6a que pensó en una idea, aun sabía un poco de las recetas que su madre le hacía, se fijó unos segundos en su celular los ingredientes y fue a comprarlos rápidamente, al volver tomo lo necesario. Tenía la suerte de su lado, pues su madre le explico de adolescente como elaborar un buen pastel.
— Por poco y arruino todo, yo puedo cocinar esto —Se hecho porras así mismo.
Mientras tanto Bruno en el cuarto caminaba, una y otra vez pensando en que haría su esposo, no podía relajarse, no al saber que él se estaba encargando de la cocina, sabía que su pareja no era un fiel amigo de lo referente a la cocina, todo lo que había intentado lo había quemado o dañado, de alguna u otra forma.
— Solo espero que esa cocina no explote —Se lamentó así mismo, rezaba porque todo saliese bien.
A pesar de que Bruno no creía en su esposo, Abbacchio tenía todo en orden, su pastel iba a estar listo en poco tiempo y veía como sus hijos de a poco bajaban, el primero fue Fugo que rápidamente tomo el lugar para empezar a leer algo mientras esperaba.
— Buenos días Fugo ¿Qué lees hoy? —Pregunto recargándose en la mesada.
— Leo un libro, trata de cómo controlar la ira, lo recomendó mi profesor —Respondió sencillamente.
Pasaron diez minutos para que sus demás bendiciones bajaran, Mista y Giorno lo hicieron al mismo momento, ambos hablaban de que aquel día tendrían una actividad de la escuela y por ultimo bajo Narancia bostezando, los cuatro estaban sentados con sus tazas adelante.
— ¿Y por qué cocina papa hoy? —Pregunto Narancia
— Solo quise hacerlo, no pongan esas caras que si hay cosas que me salen bien —Justo cuando dijo aquello apareció Bruno.
— ¡¿No quemaste nada verdad?! —Expreso muy preocupado, recibió un beso en la frente.
— No queme nada, tranquilos —Tras decir eso saco un pastel de fresas, lucia muy bien.
Esa vez Bruno supo que había veces, en las que eran mejor dejar que Abbacchio cocinara, pues ese pastel era delicioso no obstante no podía decir lo mismo de su carne asada.
— Puedo cocinar mañana carne asada, me siento todo un cocinero —Se alardeo así mismo.
— ¡No! —Respondieron todos al instante, dejando a Abbacchio con una cara algo deprimida.