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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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A las 16 hs Esteban ingresaba al hospital con Matías.

El rubio había insistido en estar con él hasta las 6 de la tarde, la hora en la que debía regresar al Scenery. Quería aunque fuera hacerles café a los dos hombres, porque intuía que Carlos  también estaba sin meterle nada al estómago.

En la cafetería del primer piso compró masas dulces y café cargado, regresó al sector oncológico con los paquetes, se dirigió directamente a la oficina de Esteban y al ingresar se encontró con los hombres y una mujer de 30 y tantos años.

Estaba demacrada, tenía los ojos hinchados de tanto llorar y no dejaba de acariciar con fuerza el crucifijo de un rosario que le colgaba del cuello.

Matías dejó las bebidas y el paquete sobre el escritorio y salió de inmediato. Se paró en el pasillo y le fue imposible no escucharla llorar, era la madre de la niña con cáncer. La pequeña había entrado en una fase terminal y esperaban con urgencia el trasplante de un órgano (no pudo escuchar cual) para revertir los resultados. 

Quince minutos después la vio salir del consultorio, ni siquiera lo notó, dobló por el pasillo y casi arrastrando los pies fue a sentarse a la salida de terapia intensiva.

Se acercó a ella. La mujer tenía fija la mirada en un punto de la pared y el pecho le temblaba en lloriqueos constantes.

-Quieres que te traiga un café? -preguntó el rubio arrodillándose delante de ella y ella bajó los ojos y lo observó.

-No, gracias.

-Estás muy delgada, si no comes algo no tendrás fuerza para cuidarla.

-Necesito cada centavo para pagar la pieza que alquilo junto al hospital. No me dejan pasar la noche aquí y no soy de la ciudad. -aclaró regresando la mirada a la pared.

Matías tragó saliva, se sintió avergonzado de haber renegado de la mesa que sostenía su peso durante las noches en el scenery. Al menos él estaba sano y no tenía una hija que se le escurría de la existencia hacia un lugar lejano.

Se llevó la mano al bolsillo interior de su campera y tocó el sobre con el dinero.

No había tenido tiempo de salir a buscar un departamento para él y supuso que esa era una señal de que el dinero debía tener otro propósito.

-Encontré esto en las escaleras. ¿No se te cayó a ti? -preguntó y ella sin mirarlo, negó con la cabeza.

-Tómalo. Si no lo tomas tú deberé ir al dueño del hospital y decirle que encontré ese dinero en las escaleras y creo que al dueño le deben sobrar los billetes.

La mujer frunció el ceño.

Tomó el sobre con las manos temblorosas, indagó en el interior y lo miró de nuevo.

Tragó duro.

-¿Qué quieres a cambio?

-Nada.

La fémina arrugó aun más si cabe el entrecejo.

-Puedo ofrecerte lo que quieras a cambio del dinero.

-Ok -respondió el rubio -págame un café con leche con masas y tómalo conmigo en el bar.

Y ella llevó la cabeza a las rodillas y rompió a llorar.

***

En el mismo momento en que Matías regalaba su sobre con dinero, Ernesto recibía un llamado.

-El sábado cumplo años y lo festejo en mi restaurant. Necesito dos cantantes, consígueme a Vante y al otro puedes elegirlo tú, confío en tu buen gusto.

-¿Cuantos hombres serán?

-Sólo seis.

-¿Seis para solo dos?

-Duplicaré tu comisión.

-Ok. Dalo por hecho.

Ramirez tenía una linea de restaurantes exclusivos donde sólo gente de mucho poder adquisitivo podía darse el lujo de asistir. En uno de ellos casi todas las noches había espectáculos en vivo. El restaurant en cuestión era Stigma, y entre los asistentes acaudalados era un secreto a voces que el lugar constituía uno de los principales centros de trata de personas.

Ramirez donaba al hospital, todo los años, grandes sumas de dinero y Ernesto devolvía el favor, consiguiendo carne fresca para sus fiestas.

***

El rubio miraba comer a la mujer en la cafetería del hospital cuando recibió un mensaje.

"El viernes tienes una presentación en Stigma! Compra ropa"

Matías había oído hablar del lugar, era exclusivo.

Le besó la cabeza a la mujer para despedirse y salió a la calle, el corazón le saltaba en el pecho.

"Me pagarán para cantar?"

"Por supuesto Vante!!!! Calcula el triple de lo que recibiste cuando cantaste en mi casa"

El triple!!!!!

No invertiría en un departamento, iría directamente por más!! presentaría sus obras, lo haría!!!

Vante, el pintor, estaba por nacer!

"No me quedó dinero de la última vez, tuve que gastarlo. Pero puedo ponerme la misma ropa"

"No, Vante. Es inadmisible. La compraré yo."

"Te devolveré cada centavo"

"No hace falta"

Si hacía falta. Tenía que hablar con él y romper la relación. Había pensado en hacerlo esa noche pero temía que el hombre le frustrara la presentación y no podía darse ese lujo. Sus obras de arte saldrían a la luz. Se llevó una mano al pecho y suspiró fuerte, con una sonrisa rectangular y profunda en el rostro.

"Hoy no podré verte, estoy con mucho trabajo"

"No te preocupes" respondió el rubio mirando hacia el edificio que se alzaba a su espalda. Ernesto no debía saber que en ese momento estaban en el mismo lugar y que lo estaba traicionando.

Le diría a Esteban que apenas pudiera hablar con su hermano rompería la relación con él.

Todo estaba encaminándose, por fin!!!

Sonrió porque era necesario sonreírle a la vida.

Metió el celular en el bolsillo e ingresó nuevamente para poder estar con su amor (ya no platónico, ahora real) durante un poco más de tiempo antes de regresar al Scenery.

Ernesto lo observaba sentado en un bar que había al frente del hospital. Tenía una sonrisa de costado. Le hacía gracia que un simple barman hubiese creído ser más listo que él.

***

Tomó el ascensor y regresó a la oficina.

Encontró a su amor con Carlos, hablando sobre el caso de la niña.

-Me voy Esteban, tengo que regresar el Scenery.

-Bien -contestó mirándolo. Tenía la esperanza que le dijera que ya había hablado con su hermano.

Matías también quedó con los ojos clavados en él.

Carlos se dio cuenta de que sobraba y salió de la oficina dando una vuelta completa al escritorio para no pasar cerca del rubio asesino de testículos.

El saxofonista cerró la puerta y se sentó sobre sus piernas a horcajadas.

-Ernesto me dijo que está ocupado, no lo veré hoy, no podré hablar con él.

-Está bien -susurró sin apartar la vista de sus labios.

El rubio se aproximó y comenzó a besarlo.

Esteban llevó las manos al pantalón de su saxofonista y le desprendió los botones.

Matías bajó de sus piernas, se puso de rodillas mientras se bajaba su propio pantalón y comenzaba a dilatarse al mismo tiempo que con la otra mano sacaba la polla del pelinegro hermoso y se dedicaba a comerla como si fuese su última cena.

Esteban se aferró al cabello del rubio e impuso un ritmo constante en la fellatio que le estaban haciendo hasta que no aguantó más, se levantó, apoyó a Matías de cara al muro y lo penetró mientras le tapaba la boca para que los jadeos no se escucharan en los pasillos del hospital. Él mismo se mordía los labios mientras se alejaba lo suficiente como para poder ver como su pija  embestía ese agujero estrecho y caliente.

El ritmo se volvió demencial, lo abrazó con fuerza mientras su cadera iba y volvía hundiéndose tan profundo como pudiera y clavó los dientes en la espalda del rubio cantante cuando sentía que gritaría ante el orgasmo próximo.

Carlos en la oficina de al lado, miraba de reojo la pared donde podía percibir claramente como rebotaba un cuerpo, se llevó la mano a la entrepierna. Cualquiera se calentaría con esos sonidos, cerró los ojos e imaginó al platinado que trabajaba con Matías en el scenery hasta que los ruidos de rebote cesaron y un grito ronco se escuchó en todo el pasillo.

A los diez minutos apareció Esteban con su carpeta y la historia clínica, tenía el cuello rojo y un violento chupón emergía por arriba de la camisa.

-¿Te estás cogiendo al cantante? -preguntó en un susurro y el pelinegro se sentó al frente de su escritorio, bajó la cabeza se agarró del cabello, se pasó las manos por la cara y lo miró.

-Me lo estoy re contra cogiendo... a la mierda Ernesto!

Y Carlos se levantó para estirarse por sobre el escritorio y pegarle unas palmadas en la espalda.


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