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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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Viernes.

Matías limpiaba la barra de bebidas una y otra vez, y no sacaba los ojos de la puerta.

La sesión de vómitos del día anterior más la aparición de Esteban con aquel muchacho lo tenían en un vaivén de ansiedad.

Raul lo notaba, Raul lo conocía.

-Basta! -ordenó poniendo la mano sobre la de él.

Maty lo miró sorprendido.

-Me estás poniendo histérico, ve y lávate la cara. El bar comenzará a llenarse en una media hora y te necesito con las luces prendidas y con calma.

-Pero...

-Ve a lavarte la cara!!!!

Matías retrocedió y dejó el trapo en su lugar.

Ambos tenían la misma edad pero Raul siempre era la voz de la razón; Matías, en cambio, ha sido desde toda la vida, el hombre perdido en las miasmas de sus tormentos, miedos, inseguridades, enamoramientos, soledades.

Obedeció.

En los espejos del baño intentó acomodarse el cabello. Quería  lucir bien. No sabía quien era el acompañante que trajo Esteban la noche anterior o si tenía alguna relación con él, pero el solo hecho de que fuera médico lo ponía de mal humor. No podría competir con un colega de su hombre completo... ¿por qué deberías competir? ¿No estás con su hermano?

Matías niega con la cabeza, se niega a escucharse.

Ensayó sonrisas y salió. Era viernes y a Esteban le tocaba cerveza en la barra, pero desvió la mirada hacia la mesa de la esquina y lo encontró con el mismo muchacho y sintió que toda la semana de mierda estaba por hacer eclosión en su organismo.

Se fue hacia donde estaba con paso decidido y cuando llegó golpeó con fuerza la mesa.

-Hoy te toca cerveza en la barra! -gritó y Esteban se sobresalto tanto que tiró los papeles que tenía en la mano.

-V-v-v-vante!! buenas noches! no podré ir a la barra porque tengo que ver unas historias clínicas con un colega. -tórpemente levantaba los papeles mientras señalaba al muchacho que estaba a su lado -Carlos, él es Vante, el cantante de anoche. Vante, te presento a mi colega, Carlos.

Matías tragó saliva, no estaba acostumbrado a que lo presentaran. Ernesto lo ocultaba cuando se cruzaba con alguno de sus colegas.

-Buenas noches, perdón, le estaba haciendo una broma a Esteban pero parece que lo asusté -se excusó cuando vio que el pálido también estaba al borde del colapso y lo miraba horrorizado.

La escena debió ser fatal, la imaginó en su cabeza: dos hombres educados hablando de medicina y el barman analfabeto irrumpiendo como todo un bárbaro.

El hombre pálido se levantó y le extendió la mano.

-Eres un cantante fabuloso, Esteban siempre habla de ti -dijo y Matías miró a su hombre completo que aun andaba debajo de la mesa recogiendo los papeles y percibió cuando se puso colorado.

-Gracias -respondió dándole un apretón de mano y retornó a la barra.

Evitó mirar a Raul porque el platinado había visto toda la escena y estaba mandándole dardos envenenados con la mirada.

-No sé que mierda te pasa, pero contrólate!! Desde hace más de un mes que te coges al hermano de ese hombre y todavía tienes el tupé de hacerle una escena de celos.

-No fue una escena...

-SI LO FUE! 

Matías tiró a un lado la coctelera que tenía en la mano y bajó al sótano.

-NO ME SIGAS! -gritó cuando escuchó la puerta.

-NO ENTIENDO QUÉ TE PASA!

-TODO ME PASA! TODO!

Matías pegó  una patada al banco en el que cada noche se sentaba a pintar y Raul lo abrazó desde atrás.

-Maty, soy tu amigo, a mi me puedes contar qué sucede.

Las respiraciones agitadas se escuchaban en el sótano húmedo.

El rubio giró y lo abrazó, respiraba con fuerza, no iba a llorar. Llorar era cosa de cobardes y él era un sobreviviente.

-Estoy de mal humor, perdón, no dormí bien.

Raul le acarició el cabello y se lo acomodó detrás de las orejas, le besó la frente.

-Estás seguro que solo es mal humor?

Matías afirmó saliendo del escondite que era el cuello de su amigo y sonrió.

-Es solo mal humor, te lo juro!

Y la sonrisa fue mecánica, porque cuando uno la ha ensayado desde joven ante cada obstáculo para no caer de cabeza en la oscuridad de la desesperación, la sonrisa sale sola y casi siempre convence hasta al mismo protagonista.

***

La noche terminó bien.

Salio del sótano luego de media hora y cuando lo hizo el pelinegro ya no estaba, era mejor así.

Tenía la esperanza de verlo más tarde para pedirle disculpas, Ernesto le había comprado ropa para la presentación que haría el sábado ante unos acaudalados que hacían grandes donaciones al hospital y debía ir a su casa para probársela.

Cuando estaban cerrando el bar, recibió un mensaje de su novio (era novio? qué era Ernesto en su vida?) tenía que quedar en el hospital porque había surgido una complicación en uno de sus pacientes trasplantados. Se sintió culpable por la alegría súbita que tuvo, pero esa complicación con el pobre hombre enfermo le dejaba la casa para él solo... y para Esteban.

Tomó su bicicleta y salió veloz, con la adrenalina haciéndole cosquillas en los ganglios.

Tenía su propia llave, Ernesto se la dio hace un par de días, "para crear un nexo más profundo" le dijo mientras se la extendía con solemnidad y Matías no estaba muy seguro de querer profundizar el nexo pero tampoco se iba a negar. Salir con Ernesto lo acercaba a su amor platónico de manera que no se negaría a nada que propusiera el hombre incompleto, el que no tenía la cicatriz.

Entró despacio, en puntas de pie, sonriendo. Era un niño pequeño haciendo una travesura. Debería ir directamente hacia el primer piso pero pasó de largo las escaleras y fue hasta la puerta que conectaba con la biblioteca, abrió apenas y lo vio, estaba sentado ante su escritorio inmenso concentrado en unos papeles. Se tapó la boca para no reír, estaba tentado ante su travesura. Subió las escaleras con toda la velocidad de la que era capaz sin hacer ruido, entró al cuarto de Ernesto, a un costado de la cama estaban las bolsas con las marcas de casas exclusivas y carísimas. Fue al baño que tenía la habitación y se duchó, casi conteniendo la respiración, estaba tan ansioso que el corazón no paraba de mandar sangre a toda velocidad por las venas.

Sacó del closet una camisa amplia de Ernesto, se la puso sobre su boxer y salió con la bolsa de ropa. Antes de entrar a la biblioteca se sacudió el cabello y abrió un poco más la camisa. Respiró profundo y empujó la puerta, estaba tan ansioso que lo hizo con tanta fuerza que ésta golpeó violentamente contra la pared.

No importaba.

Entró hacia la mitad del salón, sabía que debajo de esa camisa desprendida su cuerpo estaba mojado, lo había dejado así a propósito.

-Hola Esteban, debo probarme ropa y soy malo para estas cosas, me ayudarías a elegir cual me queda mejor?

Esteban se paró de golpe, golpeándose la rodilla con la mesa y tirando papeles, cuando logró hacer malabares para encontrar equilibrio y erguirse, lo miró de arriba hacia abajo y le dio hipo.

Matías sonrió satisfecho.

Exactamente eso quería!

El rubio arrastró la bolsa mientras se acercaba lentamente. Poniendo énfasis en su andar gatuno, quería que el pelinegro supiera que estaba a punto de ser atacado. 

-¿Podrías ayudarme con la ropa? Odio probarme trapos, no soy objetivo y siempre creo que me quedan del asco -susurró mientras se pasaba la lengua por los labios, y una voz gruesa tartamudeó desde una esquina de la biblioteca:

-Es-es-esteban, me voy, mañana vemos el archivos del paciente.

El rubio giró horrorizado cubriéndose con la bolsa.

El otro médico estaba ahí, tapándose la cara con un archivo. Intentando no mirar.

Carlos se apresuró hacia la puerta y tropezó con la alfombra, cayó sobre una mesita y tiró un jarrón que logró atrapar en el aire, en el ínterin los papeles de su carpeta cayeron. Acomodó el jarrón, se dio media vuelta y miró los papeles, giró y observó a Matías semidesnudo, a Esteban con hipo y aclaró:

-Mañana los recojo, me podrías acompañar a la salida, Esteban? -y salió apurado de la biblioteca.

El pelinegro lo siguió caminando duro, daba la sensación que el fémur y la tibia habían quedado fusionados entre si.

Los médicos llegaron hasta la puerta, Esteban contenía la respiración para que el hipo se le pasara. Antes de salir Carlos se le aproximó al oído.

-Me imagino que aprovecharás!

-Aprovechar, qué? HIP!

-Por favor, Esteban, el hombre se está regalando, le faltaba el moño en la cabeza.

-Estás equivocado, es la pareja de mi hermano. Supongo que debe ser común que las parejas de los hermanos pidan consejos de moda.

-Presentándose semidesnudos?

-Hip!

-Te lo dije desde un comienzo, Ernesto tuvo suerte porque tu te demoraste demasiado. Esa clase de hombre debe coger todos los días y con hombres distintos, uno debe ser veloz. -susurró intentando mirar por sobre el hombro de Esteban pero el pelinegro se corría para que no pudiese seguir con la osadía de husmear, ya había visto demasiado y sin querer. Se rindió, ya no se lo veía al rubio, le pegó en el brazo a su compañero y cerrándole un ojo, se despidió -mañana me cuentas como te fue!

Esteban inspiró y espiró varias veces antes de regresar, el hipo había cedido.

Entró a la biblioteca y Vante ya no estaba.

Salió y miró hacia las escaleras, no sabía que hacer... era correcto buscarlo? el protocolo exigía que lo ayudara con la vestimenta? Se mordió el interior de la mejilla.

Renegó, siempre pensaba demasiado las cosas, por eso perdía el tiempo.

Tomo aire y subió las escaleras.


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