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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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Se bañó y no desayunó.

Ernesto era amable, condescendiente, un buen novio, le conseguía trabajo, lo ayudaba con la ropa, era un buen novio!!!! si... pero por alguna extraña e irracional razón, ese día le tenía asco. Tal vez era porque los hematomas son más de los que quiere ver. Tal vez era porque el cuerpo le dolía demasiado. O tal vez fuera porque Matías no era lo suficientemente agradecido.

-Me voy -susurró, le dolía la garganta, la espalda baja, tenía ganas de llorar, de arrastrarse y morir.

Por suerte no se cruzó con Esteban así que se dirigió al Scenery con su sobre con dinero bien apretado al pecho. Era domingo y podría dormir todo el día en el bar. Esa vez no juntó las mesas, se fue directamente al sótano y durmió tirado en el piso, tapado con una de las mantas que protegían el oleo de 50x50 con el rostro de su hombre completo.

Si tenía el dinero en ese sobre, si sabía que podría salir y ver departamentos; si estaba consciente que Ernesto podría conseguirle más presentaciones, que ahora tal vez las cosas empezaban a mejorar y tal podría salir de su ruina... ¿por qué sentía que se hundía? Se acurrucó sobre si y ensayó sonrisas mientras se cubría hasta la cabeza con la manta... no lloraría. 

Sólo los cobardes lloraban. Los cobardes y los que se daban por vencidos.

***

El lunes se sintió mejor, le sirvió quedarse todo el domingo durmiendo.

Tenía pensado salir a la tarde en busca de un departamento, estaba con mejor humor.

Cuando llegó Raul medio adormilado y sin peinarse, bromeó diciéndole que no conseguiría novio.

El platinado lo examinó y también sonrió sintiéndose más tranquilo.

Estaba preocupado por su amigo, últimamente no lo veía bien y eso lo estaba martirizando, lo quería mucho, Matías era como su hermano y a veces quería meterlo en el congelador del Scenery y criogenizarlo para que nadie pudiese tocarlo ni dañarlo.

Era lunes y Matías sonreía.

Era lunes y Raul sentía que tal vez, por fin, las cosas estaban encaminándose en la vida de su amigo.

Cerca del mediodía llegó Esteban y se sentó en su esquina. A Matías le llamó la atención, su hombre completo tenía ciertos comportamientos que encajaban dentro de los obsesivos compulsivos: por ejemplo, solo martes, jueves y viernes el bar. Y solo viernes cerveza negra en un vaso largo.

Por eso fue raro verlo en un día lunes, sonrió, por la cabeza se le cruzó que su amor platónico era Sheldon Cooper y seguramente había olvidado que no le tocaba ese día.

Susana estaba por ir hacia la mesa para tomar el pedido pero el rubio le indicó que él iría. Notó a su amor con un semblante extraño y ni siquiera lo había saludado al entrar.

-Que cara que nos cargamos hoy -dijo mientras pasaba un trapo por la mesa y Esteban lo miró, no se sobresaltó como siempre, levantó el rostro y lo miró.

Matías dejó de limpiar y se sentó a su lado.

-Qué pasa?

-La niña, la paciente de Carlos.

-Si?

-Esta mañana no despertó.

-Murió? -preguntó horrorizado llevándose la mano con el trapo humedecido en cloro hacia el pecho, tenía unas ganas demenciales de abrazarlo porque su hombre completo se estaba por desmoronar.

-No, todavía no. Pero entró en coma. Supongo que no fue suficiente lo que hicimos. Ahora es cuestión de esperar.

-Esteban! -susurró y puso una mano sobre la de él y Esteban la sostuvo con fuerza mientras miraba por la ventana. -No sé que decirte!

-No digas nada -exclamó sin dejar de mirar hacia la calle -Sólo quédate aquí un momento.

Matías miró hacia la barra, Raul lo estaba observando. Le hizo una pequeña seña con la mano y negó con la cabeza, su platinado entendió que algo malo había sucedido y asintió. Ellos podían dialogar de esa manera, se conocían tanto que las miradas bastaban. El rubio sabía que no lo molestarían.

-Esteban, estás pálido. Hace cuanto no regresas a tu casa? has desayunado esta mañana?

-Si. -mintió sin dejar de mirar hacia la calle.

-Mi turno está terminando en el scenery, ¿que te parece si vamos a tu casa y cocino algo para que almuerces y descanses?

-No, gracias. Quiero reunirme con Carlos, él vendrá aquí en cualquier momento.

-Escríbele, dile que vaya a tu casa, cocinaré para ambos.

Esteban por fin giró el rostro y lo miró a la cara.

-Ernesto no está, debe hacer turno completo en el hospital.

-Y?

El pelinegro bajó el rostro.

-¿Tienes miedo de estar conmigo a solas? ¿Crees que pueda hacer algo? -susurró y Esteban negó mientras levantaba la cabeza y volvía a mirar hacia afuera.

-Estoy un poco triste y debería estar en el hospital trabajando, pero vine aquí en lunes. Los lunes almuerzo en la cafetería de neonatología.

Matías no entendía y esperó a que completara la idea.

-No tengo miedo de ti. Tengo miedo de traicionar a mi hermano si me quedo solo contigo. No tengo miedo de ti, sino de mi.

A Matías le latió fuerte el corazón, si hubiese podido se hacía un control de pulsaciones porque creyó que le estaba por dar algo pero se quedó en el lugar, fingiendo tranquilidad.

"Si me falla el corazón justo en este momento, espero que me resuciten para poder matarme a patadas yo solo" pensó tragando saliva despacio.

-Vamos a tu casa, nadie traicionará a nadie. Cocinaré para ti y descansarás. -ya no le dijo que le escribiera a Carlos. Se sintió una bestia por estar ansioso, una niña había entrado en coma y su hombre hermoso estaba vulnerable... ¿sería tan hijo de puta como para aprovechar la situación?

Se mentía que no, pero dios! quería hacerlo!! Estaba desesperado y la desesperación era la hermana amante incestuosa de la locura.

Estaban tan destruidos los dos que tal vez si juntaban los pedazos podían formar uno solo.

El celular de Esteban sonó, miró el identificador y atendió, Matías vio que le temblaba la mano.

-Carlos!

Esteban escuchó y en cierto momento la mano le tembló aun más.

Una lágrima le corrió por la mejilla a su pelinegro y a Matías se le contrajo el estómago, se arrepintió inmediatamente por haber sido tan mierda de pensar en acorralar a Esteban cuando la niña a la que no conocía, agonizaba.

-Gracias por hablarme, iré en un par de horas. -cortó y lo miró, le sonrió mientras le pasaba un dedo siguiendo el recorrido de una lágrima. El rubio no se dio cuenta pero había comenzado a llorar mientras veía el llanto pequeño de su hombre completo.

-Ha muerto? -gimió.

-Ha despertado! -le avisó y rió.

Matías largó todo el aire que tenía acumulado en los pulmones y le pegó una trompada en el brazo.

-Idiota!!! pensé... pensé... me hiciste llorar, estúpido!

Esteban seguía limpiándole el rostro mientras no paraba de reír. Estaba feliz, había tan pocas esperanzas con la niña pero aun así, él y Carlos se aferraban a ellas con uñas y dientes.

-Dios!!! -jadeó el pelinegro elevando la cabeza y tirándola hacia atrás, Matías le miró el cuello y tragó saliva -Ahora si creo que tengo hambre, comamos aquí, come conmigo, enseguida tengo que volver al hospital.

-Le dijiste a Carlos que en un par de horas -respondió el rubio mirándolo intensamente -vayamos a tu casa, cocino para ti y luego te acompaño al hospital. Podría ayudarlos aunque sea sirviéndoles café. Tengo que retornar al Scenery recién a las 6 de la tarde. -lo dijo en un susurro, como para que nadie más se enterara sobre la travesura que tenía atragantada en la faringe.

Esteban tenía abiertos los ojos como platos.

Esteban sabía lo que se proponía el rubio, no era estúpido, luego del beso que le dio aquel rubio salvaje estaba de acuerdo con Carlos: Ernesto lo había conseguido porque él fue lento. ¿Se comportaría con tan poca ética como para traicionar a su hermano?

Volvió a mirar hacia la calle y Matías le tomó la mano.

La miró.

Aspiró aire con fuerza porque si le daba hipo iría y se tiraría debajo del primer tren que viera, aunque pensándolo bien no había ese tipo de transporte en ese lado de la ciudad.

¿Por qué había pensando en un tren y no en un vehículo normal?

Era porque no se quería morir y quería lo mismo que el rubio.

Lo miró, Matías tenía tanta ansiedad en el rostro que Esteban casi comienza a hipar, estaba pensando las cosas demasiado como siempre. A ese ritmo le robarían a Vante hasta las tortugas.

-Vamos! -susurró para que ni él mismo se enterara que estaba por actuar como un salvaje.

Y Matías saltó en la silla, se paró de golpe y tropezó con la pata de la mesa.

-URAA!! -gritó cuando se golpeó el dedo chiquito del pie y al instante giró para mirar a Esteban.

Esteban estaba en el lugar con la boca y los ojos abiertos exageradamente.

-Perdón, perdón.

El hombre completo cerró la boca y asintió.

-Vamos?

-Si.

Corrió hasta la barra.

-Me voy temprano Raul!

-Pasó algo? -preguntó despacio.

-Si, no. Está un poco decaído, le haré de comer.

-Tu? -preguntó mirándolo con desconfianza, conocía al hijo de puta de su amigo.

-Nos vemos a la tarde. Gracias. Prometo cuidar tu puesto cuando quieras coger con alguien.

-Por qué coger? dijiste que ibas a cocinarle!

-Chao Raul -y se volvió, le tomó la mano a Esteban y lo arrastró del bar para que no tuviera tiempo de arrepentirse.


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