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Estigma por Pipo

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Era una cálida y tranquila noches de verano, principios de agosto, silenciosa, salvo por el continuo y relajante canto de los grillos. La luna brillaba con su máximo esplendor, bañando con su luz la terraza. Sarah se encontraba tumbada en una haragana, llevaba ropa ligera, sin pretender ser ostentosa. Tenía una pierna doblada, con el talón apoyado en el borde del asiento. El muslo que quedaba al descubierto, era terso y bronceado de un moreno dorado.

No le importaba que fueran las dos y media de la mañana, ya llevaba allí sentada un buen rato. El suficiente para haberse bebido media botella de coñac y haberse fumado casi todo un paquete de cigarrillo. El cenicero que había en la mesita de al lado rebosaba y ella se sentía bastante bebida. Pero seguía esperando y lo continuaría haciendo hasta que Patricia regresara a casa.

Sarah vivía con Patsy Pat, desde casi tres años, pero las cosas no habían ido bien durante los últimos meses. Su relación parecía un acuerdo de convivencia y cordialidad, para presentarse públicamente como pareja. Parecía una relación de conveniencia y ni siquiera así podía descifrar completamente a Patricia.

Las amigas de Sarah, entre ellas Cristina, le habían aconsejado que se alejase de ella. A la mayoría nunca le gustó Patsy, con esa actitud de niña mimada y caprichosa, que reventaba la paciencia a cualquiera. Algunas incluso la consideraban una Barbie. Pero a pesar de todo, Sarah seguía con ella, reacia a terminar esa relación, que tanto creía necesitar.

Patricia llegó a su vida en un momento en el que Sarah había tocado fondo emocionalmente. Llevaba dos años desde la muerte de su hermana.  Dos años de cerrar la puerta a todo el mundo. De depender únicamente de los antidepresivos.

Fue entonces que el único placer que sentía en su vida era cuando, tenía un sórdido encuentro de una noche y era lo único que en verdad soportaba para salir de la monotonía. Estaba absolutamente volcada a su trabajo, intentando desesperadamente llenar el enorme vacío de su interior. Fue en aquel instante que llegó Patricia con sus 28 años, rebosaba diversión y vitalidad, hizo que Sarah volviera a sentirse viva.

Al cabo de un tiempo, Patricia se trasladó a vivir con ella y fueron lo bastante felices durante dos años. A pesar que Sarah sabía que su relación nunca funcionaria. El romance duró exactamente dos años y los meses siguientes se había transformado en un escenario asqueroso y que poco a poco había comenzado a perder toda perspectiva de una relación.

Desde el primer día que ella supo que Patricia había cometido un error, debió de buscar una salida. Sin embargo, se quedó ahí, esperando contra toda esperanza que al final sería capaz de hacerla feliz, a pesar de que sabía que eso nunca ocurría.

Ahora Patricia se había mostrado distante últimamente. Apenas pasaba en casa, siempre trabajando hasta muy entrada la noche y eludía con impaciencia las preguntas de Sarah. En el fondo Sarah trataba de negarlo. Sin embargo, no fue hasta esa precisa mañana que sus sospechas se convirtieron en realidad. Necesitaba un golpe de realidad para reaccionar finalmente.

Había sido una estúpida, si no fuese que se encontró en la limpieza matutina aquel sobre, todavía seguiría creyendo que Patsy Pat la amase. Tras considerar la situación, durante un tiempo, por fin Sarah había decidido afrontar los hechos, aunque demasiado tarde. Cualquier amor que hubiese sentido por Patricia, se había desvanecido.

De repente, de la oscuridad se visualizó un par de luces. Por fin Patricia había llegado a casa. Sarah continuó sentada en silencio, mirando hacia el horizonte. Un rayo de luz de luna cruzó su brazo mientras alcanzaba un cigarrillo más. Sintió que un nudo le atenazaba el estómago y que el corazón le palpitaba por la ansiedad. Escuchó girar la cerradura de la puerta. Esperó hasta oírla entrar, entonces se levantó y entró. En su mano izquierda llevaba su cigarrillo y en la derecha su vaso de coñac.

Desde la sombra, al lado de la cristalería, Sarah observó Patricia. Está se deslizaba sigilosamente dentro de la casa: se quitó los zapatos de charol negro y tacón alto.

Sarah admiró, y no por primera vez, las piernas de Patricia. Su elegante traje de chaqueta subrayada, sus caderas bien moldeadas y ajustado top bajo la chaqueta abierta, revelando sus pechos abundantes. Dejó el maletín en el suelo cuidadosamente, al tiempo que se giraba para cerrar la puerta. Las llaves se le resbalaron de las manos y cayeron estrepitosamente al suelo con un pequeño tintineo al tocar la cerámica.

«Mierda» masculló Patricia, mientras se inclinaba rápidamente a recogerlas.

Por otro lado, Sarah dio una larga calada a su cigarrillo y dejó escapar el humo ruidosamente. Patsy Pat se sobresaltó.

-!Por Dios! Sarah, ¿Qué demonios estás haciendo? Me has dado un susto de muerte. - Se acercó unos pasos, moviéndose con elegancia y seducción, como si estuviera armándose de valor, para un próximo enfrentamiento. - ¿Cuándo regresaste? ¿Te fue bien en el negocio? – La tertulia siempre fue el fuerte de Patricia, parecía su labia podía encantar incluso al mismo Dios.

Sarah, con una voz ronca; fruto de la ira, el coñac y el tabaco dijo:

-Hace horas que te espero ¿Dónde estabas? Son las tres y media de un martes por la madrugada. – Sabía que la situación aún tendría que empeorar mucho más antes de empezar a mejorar, pero al menos había tomado una decisión. Ya no había marcha atrás.

-Ya te había dicho que tenía que trabajar hasta tarde. Te traté de llamarte, pero no respondiste mis llamadas, me tiraba al buzón de voz - dijo sonriendo pícaramente. - Te dejé también un mensaje, ¿No lo leíste?

Sarah se abstuvo de responder. Patricia creyó que era el mejor momento para actuar.

-Cariño, debería ser yo la que esté cuestionando dónde estabas esta mañana. Me tenías muy preocupada. - «Como si fuera cierto» Pensó Sarah.  

Sarah dio un sorbo a su trago y lo dejó reposar sobre la mesa cerca de la sala principal. Observó por un momento a Patricia, estaba decidida y con ese firme propósito en su mente se armó de valor para terminar por fin esa relación.

-¿Dónde estabas Patricia? - articuló con enfado.

Patsy Pat palideció al mirar detenidamente el rostro de su novia. Nunca la había visto tan enojada, sus ojos estaban inyectados de sangre y su mandíbula estaba tensa. La verdad, era que Sarah estaba completamente desalineada. «Desalineada, pero sexy» Pensó Patricia.

-¿Entonces? - Cuestionó Sarah, con los brazos cruzados sobre sus pechos.

-Tenía que preparar un caso de un litigio importante. - El tono de Patsy Pat sonaba defensivo incluso para ella misma. Deseó que su seguridad enmascarase el miedo que sentía. Le sudaban las manos.

Se quitó la chaqueta y la lanzó descaradamente sobre una silla. Echó atrás su rubia cabellera con un gesto que Sarah siempre encontró sensual. Patsy Pat pensó que, si conseguía rodear a Sarah con sus brazos, abrazarla y besarla, como a ella le gustaba, probablemente superaría la situación.

Normalmente, era así como se salía con la suya. Sarah nunca se había enterado de sus demás amoríos, simplemente sospechaba, pero nunca llegó a reclamarle nada. Sólo bastaba un poco de deseo sexual y volvían a ser las amantes perfectas.

-¿No vas abrazarme, cariño? Estoy destrozada y quiero dormir.

Pero la fría y determinante mirada de Sarah mantuvo la barrera incómoda entre ellas. Sarah le dio otra calada al cigarro y se giró.

-¿Cuando la conociste? ¿Quién es ella? Sé que estás saliendo con alguien y quiero saber quién es.

Patricia, presa del pánico, notaba que la situación se le escapaba de las manos.

-No seas tonta, cariño. He estado trabajando. Ya sabes que he de estar cuando me necesitan. ¿Qué se supone que debo decirle a mi jefe, cuando me pide que me quedé horas extras? «Lo siento, no puedo, sino mi novia me monta una escena de celos» Eso es estúpido. Además, ya sabes que el mundo de los abogados es muy competitivo y si no rindo al 150%, es poco probable que me ofrezcan ser socia del bufet ¿No? - Sarah no contestó y Patsy Pat creyó que había ganado terreno, entonces añadió cariñosa - Tú quieres que me vaya bien, ¿Verdad, cariño?

-Nunca he oído hablar de un despacho de abogados que se pase la noche y casi toda la madrugada trabajando tan a menudo como el tuyo - suspiró de mala gana y se acercó el cigarrillo a la boca - Es mentira Patricia. Así que dime… ¿Dónde estabas? - Habló con voz monótona. Estaba claro que no se iba a derrumbar y tampoco le iba creer sus mentiras.

Patricia ya había notado el olor a alcohol y vio la botella medio vacía sobre la mesa de afuera. Así que el vaso que traía Sarah en sus manos hace unos segundos, era obvio que no fuese el primero.  Entonces pensó que lo mejor era mantener la calma.

-Sarah, has bebido demasiado y no tiene ningún sentido que continuemos esta conversación ahora, así que yo me voy a dormir. - Tras eso, se giró, recogió la chaqueta de la silla, agarró su maletín y empezó a subir las escaleras de caracol de hierro negro hacia la habitación. Meditó para sí, que necesitaba una ducha.

Sarah levantó la voz hacia la sombra de Patsy Pat antes de que se retirara por completo - Te he llamado: he llamado a la línea directa, he llamado a la línea de tu jefa, he llamado a la recepción. Llamé a las nueve, diez, a la media noche y otra vez a la una. No estabas allí, Patricia. - Su voz se alargó en las últimas palabras como si se ahogar a en su sollozo.

Patricia quedó helada. Un escalofrío le recorrió la espalda. No valía la pena seguir mintiendo, Sarah no la iba a perdonar. Se había acabado. Vencida y enfadada soltó su última confesión.

-De acuerdo - admitió sin descaro - Tengo una aventura. ¿De verdad quieres saber con quién? - Al no recibir respuesta continuó con su letanía - Esta bien, espero que estés preparada para esto - hizo otra pausa y observó la silueta de Sarah en la sala, no se había movido ni un poco. Sintió pánico al pensar en el impacto de lo que le iba a decir. Apretó los puños e inspiró profundamente - Es Maite Rodríguez.

Sarah ni se inmutó. Hubo un terrible silencio, sólo perturbado por el constante zumbido de fondo de los grillos. Sarah lentamente, se dirigió al sofá, donde se desplomó sobre los almohadones, antes de recuperar un hilo de voz apenas más alto que un susurro.

Había sido tonta e igualmente masoquista. Necesitaba escuchar de los labios de Patricia que la engañaba, para poder creerlo. Ya que, si no conseguía esa afirmación tal vez continuará prolongando algo que obviamente ya había fracasado.

-¿Has estado cogiendo con ella? - musitó levemente. - Todo este tiempo mientras has estado conmigo - su voz se fue apagando.

Patricia sintió la necesidad de intentar justificarse, aunque fuese una pérdida de tiempo.

-Por el amor de Dios, Sarah - espetó con rabia - no soy la primera mujer que se acuesta con alguien para promocionarse. Si es cierto, no es algo de lo cual se deba de estar orgullosa, pero el mundo de la abogacía las mujeres necesitamos toda la ayuda posible. - Se quedó en las escaleras, a la espera de una respuesta. Y como no la recibió continuó - Maite me ofreció muchas más cosas de las que te puedes imaginar, aunque en un principio me sentí reacia a aceptar su oferta, al final terminé aceptando. Sé que es tu amiga, pero sabes no me arrepiento.

Sarah se limitó a guardar silencio. Quizás era la mejor opción, sino seguramente arremetería contra Patricia con el deseo de humillarla, pero eso tampoco está bien.

Pasaron unos minutos antes de que Sarah volviera hablar en tono moderado.

-Te quiero fuera de mi casa mañana por la noche. Quiero que te lleves todas tus cosas y no quiero volverte a ver jamás. - sentenció sin ninguna lágrima en sus ojos, era evidente que estaba conmocionada e iracunda.

Patricia subió las escaleras furiosa y Sarah la oyó azotar la puerta de la recamara que compartían juntas. Se quedó en el sofá, con la cabeza sobre las rodillas y dejó que las lágrimas rodaran deliberadamente por su rostro. Se acunó suavemente, intentando calmar el agudo dolor de su pecho. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto al juzgar el carácter de Patricia? ¿Y por qué habría permitido que esa relación ficticia se alargar a penosamente? Se estiró en el sofá y finalmente sobre las cuatro, con la ayuda del coñac se dejó llevar por el sueño.


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