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Enamorado en una vida peligrosa. por Keiko Midori 0018

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Una nueva mañana inició, en esta ocasión había más voces y risas en la casa, la visita de esa familia estaba siendo bien recibida.

Rin jugaba vídeo juegos con Koga y Ayame, Sango y Miroku hablaban entre ellos junto a Kagome y Kikyo, mientras Asakura y el menor de los Taisho seguían en la reparación de esa puerta que no lograban reparar por culpa de sus peleas y porque ninguno gustaba de recibir ordenes del contrario.

―Por tu culpa Kagome me regaño. ―Gruñó Inuyasha.

―Eso es mentira, yo te pedí de la manera más amable y cordial que pudiese existir para que me abrieras la puerta y tú te comportaste como un niño grosero y mimado.

―Te dije que no saldría, ¿tu nulo cerebro te impidió entenderlo?. ―Le reclamó mientras sostenía la puerta.

―Cállate y trabaja. ―Gruñó el mayor mientras ajustaba los tornillos que la mantenían adherida al marco.

Después de varias discusiones y algunas malas palabras ambos terminaron, al comprobar que todo estuviera en orden bajaron a la sala. Rin estaba sentada en las piernas de Kagome siendo peinada por la misma.

―Sessh los Taisho son geniales. ―Dijo la niña con una sonrisa.

―Y Rin es una niña muy tierna, siempre quise tener una niña en la casa. ―Suspiró. ―Me tuve que quedar con tres hombres pero bueno, pude peinarlos todo lo que quise.

Koga e Inuyasha tomaron su cabello entre sus manos, ella les había pedido dejarlo largo y algunas veces peinaba o trenzaba su cabello. A Koga siempre se lo peinaba en coletas de todo tipo y a Inuyasha se lo trenzaba o simplemente lo peinaba. No se quejaban, gracias a eso su cabello estaba sedoso y perfecto o eso solía decir ella.

Entre bromas y pláticas sin sentido habían escuchado un teléfono, era del oficial.

―Aquí Asakura.

Agente Asakura, soy Banryuu.

―¿Jefe? ¿Ocurre algo?.

¿Recuerda que investigábamos el caso Taisho?.

―Sí, estoy al tanto de ese caso. ¿Algo nuevo?.

Hemos descubierto que todos los atentados fueron auspiciados por Takemaru no Setsuna.

―¿Que tiene que ver ese tipo con el menor de los Taisho?.

Aun no lo sabemos pero tenemos las pruebas suficientes como para encerrarlo.

―Me parece perfecto pero... ¿eso en que me involucra? Yo no estoy en el caso como para recibir esta información.

Cuando encerremos a Takemaru usted volverá a sus obligaciones aquí en la estación.

―¿Cuanto tiempo tomara encerrarlo?.

Aproximadamente una semana.

―Entonces me preparare para volver a mis obligaciones.

Colgó. Todos notaron el cambio en su semblante.

―¿Pasa algo, Sesshomaru?. ―Preguntó Rin al verlo, todos le dieron la razón.

Les contó todo detalladamente, la alegría que reinaba en ese hogar se esfumó.

―No te puedes marchar, Sesshomaru. Prometiste protegernos.

―Koga tiene razón, Sesshomaru. ―Agregó el chico de la coleta pequeña.

―No hice mucho aquí, solo ahuyente un par de camionetas y el secuestro de Inuyasha. El tipo que está detrás de todo será encerrado y ya no les hará daño.

―¡Ja! Al fin te irás, idiota. ―Dijo Inuyasha tratando de calmar el dolor de su corazón.

―Eso es lo que querías, ¿no? Me alegra que estés contento. ―Contestó el oficial serio. El menor bajó la mirada, no quería eso, nadie lo quería.

―Cállate, bestia.

―Inuyasha, no seas tan insensible. ―Le reclamaron los Taisho restantes.

El menor se fue de ahí inmediatamente, no quería que vieran esas lágrimas en sus ojos. Se sentía tan débil y no le gustaba, odiaba sentir dolor por ese oficial que se había vuelto un criminal al robar su corazón.

Mientras Koga y Miroku eran consolados por las visitas junto a Sesshomaru, Kagome subió a ver al menor. Quería y debía consolarlo, ese niño amaba a ese oficial y ahora el mayor se iría.

―Inuyasha, abre la puerta. ―Tocó suavemente, vio la perilla girar e inmediatamente sintió a su hermano dejarse caer en sus brazos.

―Se irá, Sesshomaru se irá. ―Habló con la voz quebrada.

―Inuyasha, cálmate. ―Entraron a la habitación y se sentaron en la cama, el menor se recargó en el hombro de su hermana. ―Sesshomaru ya ha terminado su trabajo, es lógico que deba marcharse. No podemos obligarlo a quedarse.

―Pero yo quiero que se quede.

La mujer sintió gran pesar al escucharlo, sabía que no siempre lograría cumplir sus caprichos, este no era un simple capricho, era el pedido de su corazón pero no podía darle lo que más quería aun si poseyera todo el dinero del mundo.

―Lo sé, pero él aun no lo sabe porque no se lo has dicho. ―Le dijo con voz maternal, tenía que entrar en su rol de madre y ayudarlo para que dejara de sufrir.

―No cambiara en nada que se lo diga.

―Tal vez tengas razón, sólo lo averiguaras si lo intentas.

La mujer se levantó dejándolo solo con sus pensamientos, él debía encontrar la respuesta a su pesar. –Ojala estuvieras aquí con nosotros madre, te necesitamos – pensó mirando al menor que abrazaba su almohada, dio un profundo suspiro y salió de la habitación.

―No puedo hacerlo, Kagome. ―Susurró a la nada, no podía simplemente ir y decirle lo mucho que le amaba, no podía hacerlo.

Llegó la noche, nadie reía ni peleaba, nadie sonreía ni contaba sobre su día. Todos sufrían por la partida del oficial de sus vidas, se habían apegado tanto a él que lo extrañarían demasiado.

Saldrían a pasear y nadie los regañaría antes de bajar del auto, saldrían a divertirse y nadie les advertiría de los peligros de la vida, pelearían entre ellos y nadie los separaría. Lo único bueno era que el menor de ellos ya no estaría en peligro pero mil veces él preferiría estar en peligro y ser salvado por ese oficial que estar a salvo en casa sin saber nada de él.

A la mañana siguiente las visitas se fueron, ya no mostraban esa sonrisa con la que llegaron. Sabían que el oficial Asakura también sufría aun si mostrara el rostro apacible, lo conocían perfectamente bien, incluso más de lo que él mismo se conocía.

Continuara...

 


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