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Bad Guy por KatsumiKurosawa

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Bad Guy

Por Katsumi Kurosawa

Capítulo 6

Ataque

I like it when you take control

Even if you know that you don't own me.

Bad Guy – Billie Eilish

 

La rubia se arqueó en la cama, expulsando aquel jadeo roto de placer mientras sus manos se aferraban a la suave almohada de seda.

Abrió los ojos desorientada, sintiendo aquella poco casta lengua acariciando sus pliegues y volvió a gritar, ya que la boca se había vuelto a ensañar con el sonrosado botón de su sexo.

Ese hombre era un demonio. Un puto demonio habilidoso…

Supo que lo mejor estaba por venir, cuando en la bruma del orgasmo, el hombre se llevó sus piernas a los hombros y aunque al principio, sentir el miembro gentilmente acomodándose entre sus pliegues, lo que siguió fue un torbellino de placer.

Jamás había tenido un polvo así. Ese hombre la dominó, la deshizo y la volvió a armar en la cama y aun sabiendo quién era él, la sorpresa fue casi espeluznante.

Espeluznante para un acostón con un omega, siendo una saludable mujer beta…

Y probablemente jamás volvería a tener un polvo así… le dictó su mente al día siguiente, cuando despertó sola, en esa enorme habitación.

—Buenos días, son las 7:00 am, el clima en Malibú es de 72 grados con nubes dispersas… —la voz le envió escalofríos. Se levantó, ya que la luz de los ventanales inteligentes se estaba colando de manera amable, mostrando la playa.

Números y datos que le parecieron irrelevantes mientras caminaba por la habitación, envuelta en la sábana blanca de seda. La inteligencia artificial seguía hablando, pero los datos sobre el clima le parecieron poco importantes.

Comenzó a vestirse, aún con una sensación extraña en el estómago, ya que se sintió observada mientras se acomodaba la ropa que alguien había dejado limpia en un sillón blanco.

— Señorita Everhart. Me he dado a la tarea de pedirle un taxi… El señor Stark está trabajando en su laboratorio así que siente no poder despedirse. El taxi la espera en la entrada.

—Muchas gracias…

Y sintiéndose estúpida por no poder ver a quién estaba agradeciéndole, la reportera salió de la mansión Stark en Malibú, para no volver jamás.

El hombre, efectivamente estaba trabajando en múltiples cosas tontas en su laboratorio. En realidad, el castaño de 22 años no quería sentir la incomodidad de “la mañana siguiente” del acostón.

Ellas siempre dormían como bebés hasta el día siguiente mientras él… él sólo las dejaba en la cama y regresaba a su habitación. Después de saciar sus instintos bajos de la manera más sucia posible, él siempre regresaba a su habitación.

No podía compartir la cama con ninguna de esas mujeres –todas betas- así que su sistema funcionaba bien. Jarvis era de mucha ayuda.

—Espero que hayas usado condones, Tony…—dijo una voz conocida, y el científico se exaltó, casi dándose en la cabeza con uno de los brazos robóticos en los que trabajaba— No sabes cuándo te pueden pegar una infección…

 —Jarvis… ¿Qué diablos? —miró hacia el techo como era su costumbre para hablar con su inteligencia artificial.

—Señor Stark, cuando le informé que la señorita Everhart se había retirado en el taxi, mencioné que la señorita Potts estaba llegando a la mansión…

Y si Virginia Potts no hubiese sabido que J.A.R.V.I.S era una inteligencia artificial, habría jurado que su voz habría sonado más contrariada de lo que sonó mientras se justificaba.

—Tony, la demostración del Jericho en Afganistán está a la vuelta de la esquina y tú… tú estás tonteando con mujeres ¿Cuándo vas a cambiar? Deberías establecerte y… —la mujer se detuvo para observar al hombre.

Era una mujer beta, y era su mano derecha. Beta, como todas las personas con las que a Tony trabajaba más de cerca dentro de la compañía. El hombre tenía un rechazo declarado a los alfas así que todas sus secretarias eran omegas o betas.

Aun siendo una mujer beta, Potts podía sentir el rastrojo de feromonas saliendo de Tony... no sentía su aroma, pero sí una extraña tensión en el ambiente. Después de todo era un Omega Prime. Un omega destinado a ser el líder de la manada…

—Mi celo está cerca… —susurró un poco acalorado— Sabes… sabes que…

—Cada vez es más difícil, Tony… —la pelirroja lo tomó entre sus brazos. Anthony Stark temblaba por la ansiedad cuando se escondió en el pecho de la rubia.

Estaba sentado en un banquito, así que para Pepper no era difícil abrazarle de aquella forma. Acarició su cabello obscuro, intentando seguir el rastrojo de sus feromonas de nuevo, pero nada. El omega se había calmado.

—Mi celo comienza el viernes… —susurró aun escondido en el pecho de Virginia, rodeando con sus brazos la breve cintura.

—Aquí estaré… —ella sonrió con compasión— Pero Tony… deberías considerar un alfa…

—No. —y volviendo a ser el altivo hijo de perra que era, Tony se separó de la beta, tomando una pequeña bolsa de frutos deshidratados que descansaba en su mesa— No necesito un alfa… ¿Arándano?

La pelirroja miró la bolsa y negó con amabilidad.

—Tony, es en serio… cada vez es… más doloroso para ti. —pero el científico masticaba de forma desinteresada mientras centraba su atención en lo que fuera aquel pedazo de metal que tenía en su mesa de trabajo— El coronel Rhodes, sigue siendo amigo tuyo, ¿No? O tal vez Stephen estaría encantado… todo quedó en buenos términos y…

—He dicho no, Pepper… no insistas. Yo no voy a acostarme con un alfa… Rhodey es mi amigo~ —le miró exasperado— Menos con Strange… iba a casarme con él y aceptó la disolución de nuestro compromiso de forma muy tranquila… me da desconfianza… es decir… eso sería—alzó las cejas con mojigatería— Raro~

—Como si no te hubiera besado hasta la sombra… —la pelirroja puso los ojos en blanco y se dio la vuelta, lista para regresar a la oficina, haciendo sonar sus taconcitos.

—¡Pero no me penetró!

—Tony, ew… —y el castaño sonrió con descaro, viendo la espalda de su amiga más cercana desaparecer por la puerta de salida.

…………………………….

Los tacones femeninos sonaban por todo el lúgubre pasillo. Se dirigía a la celda del prisionero más importante del lugar.

Era hora de la sesión.  

Llegó a la cárcel de adamantium miró al hombre entre los barrotes. Ese hombre era sólo una pálida sombra de lo que fue y no tenía nada que ver con su fabuloso físico, si no con la expresión de su rostro... la falta de luz en sus ojos.

El incitante aroma de la lavanda se sintió como un golpe en el rostro. Oh, era uno de esos días…

—Buenos día, Capitán Rogers… —saludó, acomodándose en el sillón fuera de la celda.

El hombre levantó una mirada opaca a la mujer y compuso en su rostro algo parecido a una sonrisa. Oh… su autocontrol, pensó la mujer sonriendo de vuelta.

Era uno de esos días, sí. Un día duro.

Había sido una teoría que tuvo que ser comprobada por S.H.I.E.L.D; Steve Rogers se alteraba cuando su omega entraba en celo. Hacía años que sabían de esta situación.

—Es… es increíble… —había dicho Nick Fury cuando leyó los datos que los investigadores habían recolectado.

Los agentes le miraron de vuelta, incluyendo a la psiquiatra.

—Él lo sabe… esta inquietud y descontrol en sus feromonas se debe a que su cuerpo responde a las necesidades de Anthony Stark… —la psiquiatra se llevó una mano al rostro, quitándose los gruesos lentes, sintiéndose cansada— Está vinculado con Stark.

—Lo que quiere decir… que se pone así cuando Stark entra en celo… —Fury pasó la mano en su brillante calva antes de bufar frustrado por tener que tratar con algo como ello— ¿En qué momento dejamos que se vinculara con el hijo de Howard Stark? Él dijo que no le había puesto una mano encima al muchacho... Los análisis físicos de Stark…

—No es algo que haya sido sexual, considero yo—la doctora se acomodó de nuevo las gafas y miró a Fury—. En lo que hablé con Tony Stark, dijo que Rogers jamás le había puesto un dedo encima. El único que lo acosaba era esta personalidad a la que llamó “Capitán Hydra…”

—Ingenioso el mocoso ese… —el hombre del parche sonrió de lado.

—Anthony no sufre Estocolmo, en verdad está enamorado de Steve Rogers, aunque no lo haya expresado en voz alta… —la doctora miró hacia las fotos en los expedientes abiertos de Stark y Rogers— El vínculo entre esos dos no es sexual…

—Buenos días, Doctora Minerva… —susurró con la voz ronca y grave aquel alfa rubio, sacando a la doctora de sus recuerdos.

—Es momento de continuar con el tratamiento… —ella sonrió, tratando de transmitir tranquilidad a su paciente. Pero Steve no se veía más tranquilo.

Su rostro enmarcado por aquella espesa barba rubia obscura, apenas recortada, no se veía menos serio. Las feromonas parecían estar en el habitual controlado caos en esos días. Probablemente la noche sería muy dura para el capitán.

—Vamos a recordar el por qué estamos aquí… —comenzó sentándose en el sillón de cuero frente a la celda.

—Justo como dijo sobre los pacientes de personalidades múltiples sobre los padecimientos y el control de cada personalidad sobre su organismo… —los ojos azules del hombre se entornaron— Estamos avanzando en el plan de poner barreras mentales al Capitán Hydra y así aislarlo del suero del súper soldado…

—Exactamente, Capitán Rogers. Exactamente.

……………………….

—A su consideración… el Jericho. —y el omega levantó los brazos seguido de la explosión letal que el arma que estaba vendiendo provocó.

Las gorras de los soldados volaron, dándole un toque cómico a sus expresiones de desconcierto y a sus narices llegó el maravilloso aroma de Tony, junto con el polvo y la arena.

Stark estaba satisfecho. Tanto que le ofreció al ejército el lujoso frigo-bar de dónde sacó su copa de vino y caminó con ella hasta el convoy que lo llevaría de vuelta al hotel donde estaría hospedado antes de volver a Estados Unidos.

El insistente tono de su teléfono interrumpió su sensual andar, así que agradeció a los cielos porque la insistente mirada de los alfas comenzaba a joderle los sesos, por algo no los quería cerca…

El omega sacó su lujoso teléfono, respondiendo la videollamada entrante.

—Obieee~ ¿Qué haces despierto? —sonrió con encanto al ver Obadiah Stane recostado en su cama. Tal vez el hombre era el único alfa que toleraba cerca.

Y no era para menos… después de que Steve Rogers desapareciera, el alfa se hizo cargo de él legalmente. No es como si no pudiera hacerse cargo de él mismo… pero legal mente no podía hacerlo.

Ahí es donde Stane, siendo un amigo de su padre, decidió involucrarse en su situación y le dio completa libertad. Ahora, involucrándose en Stark Industries directamente, Tony confiaba en él como su socio de negocios.

Él podía encargarse de toda la mierda aburrida, mientras Tony podría seguir divirtiéndose sin restricciones.

—No podía dormir sin saber cómo te fue… ¿Cómo te fue? Tony se colocó los lentes de sol Gucci y trató de ignorar el hecho de que el alfa tenía el torso desnudo en su pantalla. Era muy descarado para estar tan viejo.

—Estuvo excelente… la navidad llegará antes… —comentó canchero mientras se paraba frente al vehículo que lo llevaría.

—Bien~ así se hace muchacho. Nos vemos mañana ¿Sí?

—¿Por qué no te pusiste la pijama que te di? —cuestionó juguetonamente incómodo. Al fin de cuentas, aunque Stane hubiese sido un gran apoyo cuando fue abandonado, seguía siendo… alfa…

—Buenas noches, Tony…

Anthony colgó y un escalofrío desagradable recorrió su columna vertebral. No hacía mucho que uno de los celos más dolorosos de su corta vida se había presentado, así que se encontraba sensible a los alfas, sobre todo aquellos tan dominantes como

—Hey Tony…

—Perdonen, este va a la fiesta. Los aguafiestas van atrás —su odiosa sonrisa sarcástica salió a la luz para encarar al James Rhodes, vestido con su imponente traje militar y esas malditas feromonas dominantes.

Era un hombre enorme, o al menos ese fue el primer pensamiento de Tony cuando miró hacia arriba para encararlo. Se odió a sí mismo al sólo pensar por un microsegundo en la sugerencia de Pepper sobre acostarse con un alfa como Rhodes…

Pero no podía culparse. Tener sexo con Pepper no fue suficiente esa última vez. Lloró por horas el nombre de Steve Rogers mientras la mujer lo abrazaba.

Potts tuvo que llevarlo, casi como una muleta, hacia su antigua habitación. Steve Rogers había dejado el ambiente de un nido en su antigua habitación. Normalmente no entraba a ella y la evitaba a toda costa, pero esa noche de celo, él mismo rogó ir a la habitación y oler lo que increíblemente permanecía grabado en el ambiente y las sábanas. Olían a Steve. A su Steve…

Lloró abrazando la almohada mientras Pepper abrazaba su espalda, consolándolo. Tal vez ella sería la única que podría entrar a ese nido.

—Así se hace… —Rhodes era un alfa dominante pero esa sonrisa enternecida sólo demostraba aquella profunda amistad que tenían desde el MIT. Tony sonrió con empatía, pero quiso salir disparado lejos de él, lo más pronto que pudiese.

—Te veo en la base. —y se subió al vehículo cerrando la puerta de inmediato. No lo quería cerca de ninguna forma. No cuando aún se sentía tan débil.

Si no hubiese sido una perra trabajólica, probablemente habría enviado a otra persona, pero nadie más hacia SU trabajo tan bien como él.

 

— Steve… Steve… quiero a Steve, Pepper… Lo necesito…

 

Stark sacudió los recuerdos que incluían su voz suplicante, casi patética. Movió la copa de whisky que tenía en las manos y le dio otro sorbo hasta terminarla. Malditos alfas… ¿Por qué le hacían pensar en él? Él no representaba a una raza entera.

Los soldados le miraban de manera disimulada y él la verdad, estaba harto. No sabía si lo miraban porque era un omega prime, un alcohólico, muy joven para manejar Stark Industries.

Estaba a punto de preguntar qué había hecho para que estuvieran en abrumador silencio y lo observaran de esa forma cuando una explosión detuvo el convoy.

Todo fue caos en ese momento. Gritos que le ordenaban no salir del vehículo.

Jóvenes soldados siendo asesinados frente a él.

De ninguna forma se quedaría en el auto. Escapó como pudo, se escondió tras una enorme roca ¿QUÉ DIABLOS ESTABA SUCEDIENDO?

Tomó su teléfono para pedir ayuda.

—Rhodey… —susurró desesperado, buscando el contacto cuando una granada aterrizó a su lado.

A penas pudo moverse, pero era demasiado tarde.

Esa mierda, con el logo de Stark Industries, explotó mandándolo a volar. Tosiendo por el esfuerzo, se abrió la camisa. Las metrallas habían cruzado su chaleco antibalas.

¿Era así como iba a morir? La sangre comenzó a empapar su pecho.

— ¡No! ¡No se me acerquen…! ¡Devuélvanme a Steve! ¡DEVUÉLVANMELO! Devuel… devuélvanmelo… él… dijo que me amaba… No me abandones… Steve… tú no…

Y oyendo su propia voz adolescente y desesperada, todo se volvió negro.

 


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