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Recuérdame por Na Na

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Notas del capitulo:

Hola! 

JongHyun no podía creer lo que estaba escuchando, le parecía imposible. Haber olvidado siete años de su vida, de un momento a otro, le era inverosímil. Sin embargo, el doctor y el tal JinKi le estaban diciendo que no era así. 




No podía entender nada de lo que estaba sucediendo. Necesitaba una cara conocida, como por ejemplo sus padres, o KiBum, para que pudieran explicarle las cosas, porque no podía asimilar toda la información que estaba recibiendo. Aunque el doctor y el otro hombre estaban siendo amables, todo era demasiado. Sentía que entraría en un ataque de nervios, y necesitaba algo de estabilidad con alguien que conocía. 




Estuvo por hablar con el hombre de sonrisa hermosa, cuando una chica entró de repente. Se acercó a él, apresurada y le preguntó si estaba bien. JinKi intervino y respondió por él, diciendo que estaba estable, pero que debía decirle algo. La apartó de él, y a JongHyun no le molestó, en realidad. La mujer se veía preocupada cuando entró, y eso sólo lo abrumó más de lo que ya estaba. Miró a la puerta, como esperando que alguien más entrara, ignorando a las dos personas del fondo de la habitación que lo miraban de reojo. 




Poco después la mujer regresó a su lado, pero con algo de cautela en sus acciones, e incluso en su voz. Se presentó como TaeYeon. Le preguntó si la recordaba, y al negar, ella le informó que era su vecina y amiga. JongHyun hizo un esfuerzo, pero ni un solo recuerdo de ella le llegó a la mente. Notó la desilusión en el rostro de la mujer, y se sintió culpable, de nuevo. Se estaba sintiendo de esa manera muy seguido, pero todo le era tan confuso. 




—Quiero ver a KiBum —pidió repentinamente, sorprendiendo a la mujer, pero no a JinKi. 




El hombre asintió, con la espalda recta e incómodo, pero no dijo nada al respecto. Lo único que hizo fue sacar su teléfono y llamar, sorprendiendo a JongHyun; eso significaba que ellos se mantenían en contacto. Eso hizo que una pequeña esperanza naciera en él. Tal vez él y KiBum no habían dejado de amarse, y tan solo estaba con JinKi para olvidarse del chico, aunque no parecía haber funcionado. La sola idea de poder ver a KiBum le había acelerado el corazón y una emoción había inundado su pecho, recorriendo todo su cuerpo. 




No habló con ninguno de los dos en lo que esperaba por el menor. Se quedó mirando a la puerta, deseando que KiBum apareciera, lo abrazara, y le dijera que todo no era más que una broma pesada que le estaba jugando en venganza por alguna cosa que hizo. No se molestaría si era así, tan solo abrazaría al menor y le rogaría para que no le hiciera algo así de nuevo. 




La puerta se abrió y su corazón se aceleró en cuanto vio a KiBum, de pie, en el umbral. No sonreía, pero no era necesario que lo hiciera para que, al menos a sus ojos, se viera hermoso. 




—¡Mi amor! —dijo, feliz de ver una cara conocida y que fuera la suya. 




KiBum, que estaba entrando, se quedó estático y miró a JinKi de prisa, la cautela y la confusión pintadas en sus facciones. 




—No recuerda nada desde 2010 —respondió JinKi a la muda pregunta del recién llegado—. Perdió todos sus recuerdos desde entonces. 




KiBum parpadeó y dirigió su mirada hacia el hombre en la cama; se veía alegre, incluso enamorado. Esa era la cara que ponía al verlo, cuando todavía eran pareja, hacía ya algunos años. Miró de nuevo a JinKi, como si pidiera alguna instrucción sobre qué hacer en ese momento y el mayor tan solo asintió. 




—JongHyunnie —canturreó, acercándose. 




La voz de KiBum era lo que había querido escuchar desde que toda esa pesadilla había iniciado, y que dijera su nombre de esa forma cariñosa logró que su corazón se derritiera. No controló el impulso que lo llevó a extender la mano, esperando que el otro la tomara. Cuando lo hizo, pudo sentir una corriente eléctrica por todo su brazo, y su corazón latió completamente desbocado. 




KiBum, sin embargo, se incomodó un poco. Si lo que JinKi decía era cierto, JongHyun todavía pensaba que ellos eran novios. Suspiró profundo, se sentó a su lado, y colocó la mano libre sobre la del mayor. 




—¿Cómo estás? 




—Confundido —replicó el otro, con el ceño fruncido de desconcierto—. No recuerdo cómo llegué aquí, ni en qué momento terminamos. Dicen que es 2017 pero... —suspiró y lo miró con los ojos llenos de esperanza, una que destrozó a JinKi, y apenó a KiBum. 




KiBum, que sentía un gran aprecio por él, sabía que no podía mentirle. Se rascó la nuca, indeciso e incómodo, y sacó su teléfono para mostrarle la fecha al mayor. 




 «Febrero, 2017» 




Una sensación helada recorrió a JongHyun por completo, y se soltó de KiBum, tratando de alejarse de él, como si pudiera hacerlo, y lo miró a los ojos, estupefacto. 




—No es cierto —murmuró mirando a la nada—. ¿Cómo pude haber olvidado todo? ¿Cómo pasó? 




Tanto KiBum como JongHyun miraron a JinKi. 




—Caíste por las escaleras —replicó el mayor. Estaba apoyado en una pared, cruzado de brazos, mirándolos con una expresión seria, y hasta molesta—. Golpeaste tu cabeza, y, aunque en los exámenes no hay nada que revele un daño en tu cabeza, pues... —suspiró pesado y bajó los brazos—, no recuerdas nada. 




KiBum asintió varias veces, pensativo. 




—¿Y cómo cayó? 




JinKi miró a Taeyeon, y los ojos de los otros dos hombres se dirigieron a ella. 




—El ascensor está descompuesto y entonces bajamos por las escaleras. Íbamos conversando, JongHyun se dio la vuelta, pisó mal y cayó. Quise ayudarlo —aclaró con premura— pero, aunque intenté, no pude. Lo siento. —Lo último lo dijo en dirección a JongHyun, junto con una venia profunda. 




Ese simple acto le hizo sentirse un poco mejor, por más raro que fuese. 




—No te preocupes —dijo—. Los accidentes pasan. —Le sonrió reconfortante. 




Taeyeon también le sonrió, y regresó a sentarse en el sillón. 




—¿MinHo dijo cuándo le darán de alta? —quiso saber KiBum. 




JongHyun casi se sentía alegre. Tal vez podría irse con KiBum y que él le aclarara todo, despacio, con calma, como si tuviera cinco años. 




—Dijo que me lo podía llevar a casa hoy en la tarde —habló JinKi. 




JongHyun abrió los ojos, mirándolo. 




—¡¿Vivo contigo?! 




—¿Sabe que son pareja? —preguntó KiBum, mirando a JinKi, quién asintió—. ¿Y por qué permitiste que me dijera mi amor? ¿Estás loco? 




Eso lastimó a JongHyun, porque KiBum sonaba molesto al decir aquello. 




—Creí que sería lo mejor —respondió JinKi con la voz baja. 




—¡Y una mierda! —KiBum se levantó en seguida, asustando un poco al hombre en la cama, y se dirigió hacia JinKi—. Tienes que hacerlo recordar. 




—¿Y qué crees que quiero? —JinKi se alejó de la pared para encarar a KiBum y enfrentarlo—. ¿Crees que fue bonito escucharlo decirte «mi amor»? 




TaeYeon pronunció el nombre de JinKi, queriendo acabar con la pelea de ambos, pero fue ignorada. 




—¿Y por qué no me dijiste que sabía que eran pareja? ¡Le hubiera explicado todo! 




—¡No quería confundirlo! —declaró JinKi levantando la voz. 




—¿Y qué te hace creer que ahora no lo está? 




—¡Basta! 




Los dos miraron hombres miraron a JongHyun. El hombre tenía la cara arrugada, las manos en puños, arrugando la sábana, y estaba a punto de llorar. La imagen les dolió a todos. 




—JongHyunnie... 




JinKi se acercó a él y estuvo por ponerle la mano en la espalda, pero se contuvo. Tan solo se sentó a su lado, llevando una de sus manos hacia las de él. 




—Quiero que esta pesadilla se termine —declaró en medio del llanto. 




 




*** 




 




JinKi lo dejó pasar primero. Le tomó un poco de tiempo antes de dar el primer paso e ingresar al departamento que compartía con él. Vio el estante de zapatos a la izquierda y un perchero con varios sacos colgados. Se puso las pantuflas y entró en el departamento, con cautela. 




—Chécalo todo, no te intimides —animó JinKi con una sonrisa amable. 




JongHyun asintió y lo vio perderse en un pasillo, a la derecha. Solo entonces se permitió suspirar. 




No podía negar que se había sentido incómodo al salir del hospital y haber tenido que ir con JinKi y no con KiBum, como quería hacer. El menor le dijo que no era correcto, y que le diera una oportunidad a JinKi. 




—Al fin y al cabo, él es tu pareja —sentenció KiBum antes de marcharse. 




JongHyun se sintió con esperanzas ante esas palabras, porque las escuchó en un tono triste, como si al menor le doliera reconocer una verdad como esa. Aun así, tuvo que irse con JinKi. 




El camino fue en un silencio que, al menos para él, fue incómodo. El otro hombre estaba tranquilo, conduciendo con calma, con un JongHyun mirando por la ventana, observando todos los edificios, no reconociendo ninguno. Tal parecía, vivía en un barrio cercano a Gangnam, y se sorprendió al ver el edificio en el que se estacionaron. 




Levantó la mirada del suelo, echándole una rápida mirada al lugar: nada se le hacía conocido. Caminó hacia la sala y vio los muebles, de color mostaza, con muchos cojines de un color un poco más oscuros y una mesa de café en el centro, con un portarretrato y un par de libros. Había ventanas, ambas con cortinas. Eran cortinas azules, de una tela casi transparente. JongHyun no entendía cómo esas cortinas podían servir. Vio el estante que estaba en la pared, y vio el televisor, debajo de éste el equipo de sonido, otros apartados del estante estaban llenos de libros, algunos portarretratos, discos, algunas pequeñas estatuillas, y más libros. Se sorprendía de ello, pero no comentó nada al respecto. 




Se dirigió entonces a la cocina, a la izquierda de la puerta de entrada. Tenía una barra con tres taburetes, una refrigeradora de acero inoxidable, una cocina eléctrica, una cafetera y un microondas en medio de las alacenas, las cuales eran bajas. JongHyun se preguntó si alcanzaría, así que fue hacia ellas y las abrió. Se sorprendió de verlas casi por completo llenas. Quiso saber si la refrigeradora estaría igual, y la abrió. Hizo un sonido de sorpresa al verla repleta. 




—Te gusta tenerla llena —comentó JinKi, asustándolo. JongHyun lo miró. Estaba apoyado en la columna al final de la barra, en donde debía ir una puerta. 




—¿Por qué? 




—Te da hambre con bastante rapidez. 




JinKi descruzó los brazos y entró en la habitación sonriendo divertido por el ceño fruncido de JongHyun. 




—¿Y quién cocina? 




—Los dos, pero más lo hago yo. Y eso es lo que haré. —Le sonrió. JongHyun se vio correspondiéndole la sonrisa—. Tú sigue viendo el departamento mientras yo cocino, ¿bien? —El bajo asintió. 




Salió de la cocina, menos tenso e intimidado. JinKi estaba siendo muy amable con él, y le dejaba que tomara su tiempo viendo el lugar. Sin embargo, todavía caminaba con cautela, como si temiera que algo le saltara de la nada, o si al tocarlo se quebraría. 




 Se fijó en el pasillo que había al lado de la cocina y fue hacia él. Lo llevaba hacia la lavandería: lavadora, secadora, una piedra para lavar, un estante alto con productos de limpieza, insecticidas... Había de todo. Se acercó para ver cada bote, como si fuera ayudarlo con algo, pero necesitaba concentrarse en otra cosa que no fuera JinKi, al otro lado, cocinando. No se acostumbraba a la idea. 




Al haber checado todo, salió, dirigiéndose al pasillo contrario. Vio dos puertas en ella, y abrió la primera que vio, notando que era el baño. Se adentró en él, encendiendo la luz y reparando en todas las cosas que había: dos lavabos, aunque sencillos, tenían cosas personales alrededor; una ducha con paredes de vidrio, que no estaba muy seguro de querer usar; una tina de baño, inmaculadamente blanca, y un mueble pequeño, con toallas sobre él. Y, por supuesto, el retrete, que estaba frente a los lavabos, al lado de la ducha. Se sorprendió de ver un baño amplio y casi moderno, y se preguntó su alguna vez había usado la tina. 




Cuando estuvo satisfecho salió, pensando en la puerta de al lado. 




—La otra es la habitación —murmuró, cerrando tras él. 




Miró la puerta de enfrente, sin decidirse a abrirla. Ni siquiera podía moverse de solo pensar que él compartía esa habitación con un hombre que se decía su pareja y a quien no recordaba. Una sensación helada le recorrió todo el cuerpo, y el temor de entrar se hizo más notorio. 




Es que todo eso debía ser una broma que estaba llegando demasiado lejos. 




Respiró profundo, esperando ganar valentía para, al menos, girar el pomo, o poner la mano sobre él. Sabía que podría encontrar sus pertenencias en el lugar, y al hacerlo, la realidad de que vivía ahí se haría más real, o al menos así lo sentía. Apretó las manos, exhaló hasta dejar vacíos sus pulmones y alzó una mano dejándola en el pomo. Se animó a sí mismo, pero no le funcionó porque se quedó congelado, de todas formas.  




—La comida está lista —anunció JinKi, provocándole un respingo. Se sintió aliviado al saber que no tenía que entrar, pero, aunque no quisiera, tendría que hacerlo de todas formas. 




 




*** 




 




No podía dormir. No sabía si por la incomodidad de la cama o por la culpa que lo estaba corroyendo. JinKi se había ofrecido a dormir en el sofá para que tuviera la cama para él solo, sobre todo porque le sería incómodo dormir con un desconocido. 




Suspiró, poniéndose boca arriba. 




Cuando vio la habitación, lo hizo junto con JinKi. El mayor, ahora sabía que lo era, había sido muy paciente al mostrarle el lugar de cada cosa, decirle qué era suyo y qué no, incluso que lado de la cama usaba. 




La cama estaba pegada a una pared, con un buró a cada lado, que pertenecía a cada uno de ellos; JongHyun usaba el de la derecha. El armario, que era espacioso, estaba dividido, al menos los cajones, porque la ropa que se colgaba en perchas estaba toda mezclada, o eso le indicó JinKi, y en ese mismo instante acomodó todo, para que, en el futuro, no se confundiera. 




—Aunque a veces usamos la ropa del otro —indicó JinKi, dejando una camiseta amarilla del lado de JongHyun—. No tengo problema si usas algo mío, de todas formas. —Le dio una mirada fugaz, y el menor pudo notar la sonrisa amable que tenía. Parecía que era algo innato en JinKi, sonreír de esa forma. A pesar de eso, no se la pudo corresponder. Estaba incómodo. 




Notó un escritorio, repleto de papeles escritos a mano y una computadora, esferográficos, y muchas notas adhesivas. No hizo preguntas, y el alto no comentó nada al respecto. 




Cuando no pudo más con todo eso, pidió una ducha. JinKi le indicó dónde estaba todo, y le dijo que estaría en la sala. JongHyun asintió y llevó todo lo necesario al baño; no saldría en paños menores para irse a vestir en el cuarto. 




En medio de su baño, pensaba en todo eso, de nuevo. Su cabeza le dolería de nuevo, pero no podía seguir con ello. Habían sido dos días de aquella situación, y seguía sin poder creerlo. Era demasiado, que no sabía qué sentir, o qué pensar, o quién era. El que parecía ser no era el que recordaba, y había tanto que se había perdido que no tenía idea de cómo recuperarlo. 




Se enjugó el cabello, y entonces se palpó los agujeros que sus orejas tenían. No era cierto, no podía haberse hecho perforaciones, él las detestaba. Se apresuró a buscarse un tatuaje, no encontró ninguno, pero tan pronto salió se vio la espalda en el espejo, tampoco halló alguno. Suspiró aliviado, aunque intrigado. Si ya se había perforado, ¿por qué no un tatuaje? 




Le preguntó a JinKi por los piercings, y se los colocó, como esperando que, al usarlos, mágicamente recordaría todo lo que había olvidado. No pasó, pero poco después ya no fue consciente de los aretes. 




Se puso boca abajo, girando la cara, sintiéndolos en ese momento. No dolían, pero le incomodaban un poco. 




Había cambiado mucho en esos siete años. Su vida había cambiado mucho, más de lo que hubiese esperado. Había dejado su carrera de medicina por literatura. Era «Licenciado en Literatura», tal como le había dicho el mayor. Él nunca se había planteado eso en su vida. No podía entenderlo.  




Lo que tampoco entendía era su rompimiento con KiBum. Ellos se amaban, estaba seguro de eso, ¿por qué rompieron? Cuando le preguntó a JinKi, éste le dijo, de manera escueta, que había sido por monotonía. El menor frunció el ceño, pareciéndole ridícula la explicación. 




JongHyun amaba a KiBum. 




Podía ser que fuese novio de JinKi, pero amaba a KiBum. Lo sabía, porque cuando lo vio entrar, esa paz, ese amor que sentía por él estaba ahí; o las intensas ganas de besarlo que tuvo al tenerlo tan cerca; o lo cálida que era su mano y cómo sólo necesitó de eso para que la calma regresara a él. No podía negar, negarse, lo que sentía. 




Se sentó al borde de la cama, sabiendo que el sueño no le llegaría pronto, y evitó que sus pies tocaran el suelo. Odiaba no poder dormir. Estaría de mal humor al día siguiente, y ya tenía suficiente con lo que estaba pasando como para empeorar su situación emocional. 




Sintió el conocido escozor del llanto, pero se mordió el labio en un vano intento de reprimirlo. No quería hacerlo, no en ese momento. Se sentía abatido, no quería, también, sentirse débil. Se pasó las manos por el rostro, y sorbió la nariz, pero sintió los dedos humedecerse debido a sus lágrimas, y entonces se rindió. Dejó caer las manos en su regazo y dejó que su rostro se empapara. Tal vez eso lo ayudaba a reducir el peso en su pecho. 




—¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí? 


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