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Recuérdame por Na Na

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Cuando tuvo el valor de abrir los ojos, se dio cuenta que seguía en la habitación de JinKi: el mismo techo, el mismo aire, la misma sensación de las mantas… No había sido un sueño lo que le había pasado. Suspiró molesto y cubrió su cabeza. Eso no podía ser cierto. 




Ahogó un grito de frustración y, resignado a que todo era real, se decidió a salir de la cama. Se sentó en el borde y estiró la mano hacia el buró. Era un impulso que tenía desde adolescente, no significaba gran cosa. Solo entonces reparó en que no tenía su celular. Tal vez JinKi supiera dónde estaba. 




JinKi... No quería verlo. Se le hacía incómodo tratar con él, ni siquiera sabía cómo llamarlo, porque decirle “hyung” no le sonaba correcto, y llamarlo por el nombre era peor. Lo ponía aún más incómodo saber que era su pareja. Tal vez él, esa mañana, ya esperaba que todo entre ellos fuera como siempre, y JongHyun ya no sabía cómo era él siempre. 




Suspiró, esperando que sus ganas de llorar se fueran, era lo que más deseaba desde que había salido del hospital. Estaba muy frustrado con lo que estaba sucediendo, además que sentía un ligero dolor de cabeza debido a que casi no había dormido, pero su cuerpo se había despertado a una hora en específico.  




Salió descalzo de la habitación, dispuesto a enfrentar la realidad, sus pies calentándose gracias al piso con calefacción. Era una fría mañana de febrero. 




Salió con cautela, con la esperanza de hallarse solo, pero no tenía tanta suerte. 




—Buenos días —saludó a JinKi. 




El mayor, sentado en un taburete, se giró un poco y le sonrió. JongHyun debía admitir que tenía una sonrisa encantadora, además que todo su rostro se iluminaba, y sus ojos se perdían, también sonriendo. Hizo un esfuerzo por no corresponderle porque no quería darle una idea equivocada. 




—Hola —respondió el mayor. Dejó la taza en la barra y se giró por completo, sin borrar su sonrisa—. ¿Dormiste bien? —JongHyun asintió, aunque era mentira—. Me alegro. Cepíllate los dientes y ven a desayunar. —El menor asintió de nuevo para luego ir hacia el baño. 




  




***




  




No había sido incómodo desayunar con JinKi. El mayor no le había hecho ninguna pregunta, solo le sirvió la comida y se sentó frente a él, a comer con parsimonia. JongHyun, que esperaba que su comida fuera desagradable, se sintió bien. Cuando la comida se fue acabando, supo que debía empezar con las preguntas que lo habían asaltado desde que llegó al departamento. Todo era elegante y ligeramente costoso, más de lo que él recordaba poder pagar. 




—¿En qué trabajas? —Se aventuró a preguntar, mientras dejaba los palillos de lado y lo miraba. 




—Soy publicista. 




JongHyun asintió, poniendo los dedos en su vaso de jugo, rodeándolo. 




—¿Y yo? 




—Tú no eres publicista —replicó el alto con diversión en su voz y su sonrisa intacta. 




JongHyun estuvo por rodar los ojos, su mal humor saliendo a flote, pero se contuvo. 




—¿Yo en qué trabajo? —La exasperación en su voz hizo que JinKi parpadeara y que su sonrisa se perdiera de a poco. JongHyun se sintió culpable, y debido a eso desvió la mirada hacia el refrigerador. 




—Eres escritor —replicó JinKi, la voz seria y la mirada perdida en su plato. 




JongHyun abrió más los ojos y giró la cabeza, rápido, mirando al hombre frente a él. 




—¿Qué? ¿Escritor? —JinKi asintió, sin mirarlo. El menor sintió su culpa crecer y se removió incómodo en su asiento. 




—Ahora mismo escribes un libro. O escribías, antes del accidente. —El castaño dejó los palillos y lo miró, la seriedad continuaba en su voz y había viajado hacia sus ojos—. Llamé a la editorial y les dije lo que había pasado. Dijeron que te darían tres meses más para entregar el manuscrito, y que esperaban que recuperaras tu memoria. 




JongHyun suspiró y miró su comida, removiéndola con los palillos. Él también quería recuperar su memoria. Sintió a JinKi levantarse y verlo, por el rabillo del ojo, llevar platos al fregadero. 




—¿Te molesta lavar los platos? —preguntó. El menor negó con la cabeza, mirándolo. 




JinKi asintió y caminó hacia el baño a cepillarse los dientes, y a calmarse un poco de todas las emociones malas que sentía, o las ganas de llorar. JongHyun estaba de mal humor y no era para menos. Si él estuviese en su posición, estaría igual. Incluso peor, pero eso no era justificación para que fuera grosero con él, aunque realmente no lo había sido; era sólo él que estaba sensible. 




Cepilló sus dientes pensando en algo que pudiese animar al menor y la idea de que viera a TaeMin no era mala. 




Salió del baño con el ánimo elevado y vio a JongHyun lavando los trastes. Se veía pensativo. JinKi sonrió. Ver a TaeMin lo animaría mucho, estaba seguro. 




—Tengo tu teléfono —informó, atrayendo la atención del menor sobre él. Se acercó al aparador y abrió el cajón del lado izquierdo sacando el móvil—. Está sin contraseña y con toda la batería cargada. 




Lo dejó en la mesita de café y él tomó el suyo enviándole un mensaje a TaeMin, comentándole su idea. El chico contestó pronto con una respuesta afirmativa, y él acentuó su sonrisa. Vio a JongHyun acercarse y tomar el aparato. 




—Tienes mi número, y el número de tus padres registrados. Ya sabes el número de emergencias y, por si quieres comida, hay unos números pegados en el refrigerador. —El menor asintió ante la nueva información. 




JinKi le sonrió y se acercó para darle un beso corto en los labios, pero el menor retrocedió, sorprendiéndolo. Reaccionó apenas pudo, se disculpó haciendo una venia y fue hacia el recibidor, con pasos torpes, apesadumbrado y dolido en partes iguales. Nunca había sido rechazado por él, y que lo hiciera en ese momento quebraba un poco más su corazón. Su respiración se agitó, pero trató de mantenerse calmado. Uno de ellos debía mantener el sosiego. 




JongHyun se quedó igual de quieto que una estatua, no sabiendo cómo reaccionar. Parpadeó, su mente completamente en blanco, pero la culpa llenándolo por completo. Fue espectador directo del dolor en los ojos del mayor por haber retrocedido, pero no pudo evitarlo. No lo conocía, ¿cómo iba a permitir que lo besara? No era su culpa, no directamente. 




—Me voy —anunció JinKi, haciendo reaccionar a JongHyun.  




Giró su cabeza, viendo al alto ponerse un abrigo y envolver una bufanda en su cuello; tomó el portafolio y lo miró con una sonrisa triste. Una punzada atravesó el pecho de JongHyun, y eso solo lo hundió más en su dolor. 




—Te un buen día —dijo JongHyun, esperando poder animar, aunque sea un poco, al mayor. 




JinKi asintió. 




—Tú también. Cualquier cosa, llámame. 




  




***




  




JongHyun vio que tenía un mensaje de su mamá. Le decía que regresaría pronto a Seúl y que deseaba verlo. Se extrañó un poco, arrugando la frente. Su madre no solía viajar al extranjero. Le respondió que le encantaría verla, y que le avisara cuando llegara, restándole importancia al asunto. 




Vio otros mensajes de TaeYeon, TaeMin, IU (¿quién se llamaba así?), y DongHae. Parecía no tener muchos amigos. 




No tenía nada más que ver en los mensajes así que fue por las fotos. Había muchas, la mayoría de él y JinKi, algunas con Taeyeon, y otras en las que estaban él, JinKi y otro chico, bastante joven. Buscó más, y halló unas pocas con una chica de piel blanca y carita de muñeca. Ella debía ser IU. 




Dejó escapar aire. Se estaba sintiendo abrumado, y tan solo viendo unas fotos. Había mucha gente y él no recordaba a nadie. Aunque tampoco podía pedirse mucho; apenas había pasado un día. 




Decidió que merecía un poco de aire fresco, así que se dijo que saldría a caminar un poco. Sonrió ante la idea yendo hacia la habitación, y buscó en su lado del armario. Pantalones rasgados... se sorprendía de tenerlos. Buscó algún otro pantalón, pero no halló nada y no quería usar algo de JinKi. Sobre todo, porque no tenía confianza con él. Tal vez ni le quedaba. Buscó una camisa que ponerse, hallando una azul que le atrajo más de todas las que tenía. 




Cuando estuvo listo, se vio en el espejo del armario; no se veía mal. 




Trató de hacer algo con su cabello. JinKi le había dicho que lo había teñido hacía dos semanas atrás: un rubio platinado que, parecía, no le quedaba mal. El JongHyun de antes no se lo habría pintado así, pero había muchas cosas que le recordaban que ya no era el de antes, aunque se sentía igual. Sacudió la cabeza, quitando pensamientos inservibles en ese momento y fue hacia el zapatero, asegurándose de tener su celular y anotar la clave de seguridad que JinKi le había dejado pegada en el refrigerador. Halló unas botas Dr. Martens, que sabía eran caras, y se sorprendió de nuevo de la clase de vida que tenía. 




En el ascensor respiró profundo, tratando de ahogar la cantidad de sentimientos que bullían en su interior. No podía evitar quejarse de su situación, pero lo hacía de manera interna. Todo era más de lo que podía manejar, y no sabía siquiera si podría llegar a hacerlo alguna vez. Algo debió de haber hecho, algo muy malvado como merecer tal castigo. 




Una vez que estuvo en el vestíbulo, se detuvo. 




—¿Qué estoy haciendo? —murmuró con el miedo erizándole la piel. 




Se estaba arrepintiendo. No conocía a nadie por esos lares, ni reconocía los edificios. ¿Y si se perdía? No tenía idea alguna de cómo regresar, o qué dirección dar en el caso de necesitar ayuda. 




Cualquier cosa, llámame. 




La voz de JinKi resonó en su mente, sorprendiéndolo, haciéndolo sentir seguro. Entonces salió, y el aire helado lo golpeó de lleno. Había olvidado que JinKi había salido con abrigo, por lo que el día debía estar frío. 




Corrió a buscar un abrigo. 




  




***




  




DongHae puso frente a él una taza humeante de café, junto con un pedazo de pie de limón. 




—Que lo disfrutes –dijo, para luego hacer una venia y regresar a su lugar, detrás de la barra para atender a otros clientes. 




Cuando ya tuvo abrigo, y valentía, caminó un poco por el barrio. Vio tiendas de ropa, una peluquería, tienda de abarrotes y un lugar donde alquilaban DVD’s. Eso era interesante. Se dio una vuelta por la otra cuadra y vio una cafetería. Tal vez podría, más tarde, comprar algo para JinKi, aunque no sabía si al mayor le gustaban los dulces. 




Miró los estantes, llenos de ellos, y entonces se fijó en cómo un hombre con delantal saludaba a alguien afuera. El hombre se veía tan entusiasmado que no evitó la sonrisa que nacía en sus labios. Iba a seguir su camino, pero se vio interrumpido cuando ese mismo hombre se puso delante de él. 




—¡JongHyun! 




El aludido se quedó estático. ¿Lo conocía? ¡Era obvio que sí! Pero ¿quién era? 




—Ah... Hola. —Hizo una venia y lo miró. La confusión inundaba el rostro del hombre, hasta que abrió tanto los ojos y se golpeó la frente, como si recordara algo. 




—Disculpa. —El desconocido hizo una venia—. Olvidé que habías tenido un accidente. Soy Lee DongHae –dijo con entusiasmo, señalando su nombre en el delantal—. Somos amigos. 




—Oh... Yo... 




—JinKi me contó. ¿Qué tal si pasas y comes lo de siempre? Tal vez eso ayude. —Se encogió de hombros. 




A JongHyun no le pareció mala idea. Charló un poco con el hombre, en lo que esperaba a que le sirviera las raciones de postre. 




Así que ahí estaba. La cafetería, con poca gente, se sentía cálida. Probó el postre, deseando fervientemente que lo ayudara a recordar, pero no pasó nada. Lo único que tuvo fue el sabor del dulce. No era empalagoso, sino que estaba bien. Ni tan dulce, ni tan simple, un perfecto equilibrio. 




—Delicioso —murmuró cuando abrió los ojos. No siquiera había notado que lo había cerrado. 




—¿Verdad que sí? —dijo alguien a su lado. Se asustó de verlo sentado que casi suelta el tenedor que estaba usando. 




El chico era pálido y tenía una sonrisa que lo hacía ver angelical. Estaba sentado con confianza, con las piernas cruzadas y lo miraba de manera amable. JongHyun no reaccionó. 




—Estoy siendo grosero –murmuró el chico. Se acomodó un poco el cabello y lo miró con algo de seriedad, intimidando a JongHyun—. Soy Lee TaeMin, hermano menor de JinKi. —Hizo una pausa, y le sonrió—. Hola, hyung. 




JongHyun, como le estaba pasando seguido, se sorprendió. El chico frente a él no se parecía mucho a JinKi, pero lo reconoció de las fotos en su teléfono.  




—Hola... —La sorpresa estaba impregnada en su voz, hasta que recuperó la calma y se acomodó en su asiento—. ¿Cómo es que estás...? 




—JinKi hyung me dijo que viniera —replicó el menor, adelantándose a la pregunta, encogiéndose de hombros—. Dijo que tal vez podía ayudarte. 




—¿Ayudarme? —El otro asintió—. ¿A recordar? —Asintió de nuevo—. ¿Y cómo? 




—Podríamos caminar por los alrededores, o podría contestar algunas preguntas. Las que pueda, claro. 




JongHyun asintió, sonriendo ligeramente. 




—Caminar estaría bien. 




  




***




  




Cuando JinKi llegó a casa, solo vio la luz de la sala encendida. Estuvo por llamar a JongHyun cuando lo vio emerger de detrás de los muebles. 




—Ah... Hola. 




JinKi hizo una corta venia respondiendo al saludo. JongHyun lucía incómodo, y causó lo mismo en él. Sabía que el menor no estaría feliz con la situación, pero el alto se había propuesto hacerlo sentir bien, con la intención de hacerlo recordar. Así que, JinKi sonrió lo más amplio y sincero que pudo, y le regresó el saludo con palabras. 




—¿Qué tal tu día? 




Dejó el abrigo y la bufanda en el perchero, sus zapatos en el lugar al que le correspondía e ingresó en medias, sabiendo que le esperaba una lucha interna por todas las cosas que quería hacer con JongHyun, y que no podía. 




—Estuvo bien —respondió el menor, agachándose de nuevo.  




El alto dejó su portafolio en un mueble y se sentó en un reposabrazos a mirar al rubio. 




—Quise salir a caminar, a explorar y tratar de recordar el lugar —continuó JongHyun. JinKi interrumpió, preguntando si estaba bien—. Sí, sí, todo bien. 




Le contó sobre DongHae y la cafetería, sobre su encuentro con TaeMin y como el chico le había contado muchas anécdotas entre ellos tres; que lo había llevado al parque al que solían ir, o al cine que acostumbraba a ir con JinKi; lo llevó de paseo por el barrio y cómo mucha gente lo saludaba y él no las reconocía. 




—Incluso me llevó a su casa. Quiero decir, a tu casa. ¿Quieres pizza? Hay más en la cocina. TaeMin me dijo que esta era tu favorita y la compré. 




—¿Fuiste a mi casa? 




Los ojos de JinKi estaba muy abiertos debido a la sorpresa. No había esperado eso último, que fuera a su casa. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, mirándolo, esperando una explicación, y con la ayuda de servilletas de papel tomó un pedazo de la pizza. 




—Sí. Conocí a tu madre, aunque debería decir que la conocí de nuevo —comentó, riendo entre dientes. 




JinKi tragó en grueso, y no necesariamente por la comida. 




—¿Le dijeron sobre ti? —preguntó con cautela, temiendo la respuesta. 




JongHyun miró a todos lados, dubitativo, antes de verlo directo a los ojos. Había algo de temor en ellos, y no estaba seguro de por qué. 




—¿Sobre mí? 




—Que no recuerdas nada —aclaró JinKi. El menor suspiró aliviado. Debía admitir que la idea de que la relación de ellos hubiera sido un secreto para la madre del alto le había causado una incomodidad rara, casi dolorosa, pero no dijo nada al respecto. Asintió con una leve sonrisa en sus labios. 




—Ella fue muy cálida al recibirme, y cuando notó que no era recíproco pregunto qué sucedía. TaeMin se lo dijo. 




JinKi arrugó la cara. 




—¿Se molestó? 




—Mucho. Casi le hala la oreja a TaeMin —respondió el rubio en medio de una risa. JinKi cerró los ojos con fuerza, e hizo un gemido lastimero. 




—Hará lo mismo conmigo —se quejó. 




El menor rio divertido, alegrando a JinKi. No se esperaba esa reacción, pero le gustaba. Ya no se sentía incómodo, o al menos, no esa noche. 




—¿A qué fuiste a mi casa? ¡No lo tomes a mal! —Se apresuró a decir—. Eso solo que no entiendo por qué te llevó. 




—Me dijo que yo había pasado ahí la navidad reciente —contestó, su ceño fruncido—. Dijo que le había dado un álbum de fotos como regalo, y que dormí ahí ese día. —Miró al mayor, lucía alarmado—. ¿Por qué pasé contigo Navidad y no con mis padres? 




JinKi carraspeó, incómodo, sabiendo que estaba en medio de un gran enredo. No pensó que tendría que decirle algo sobre su madre a JongHyun, o al menos no tan pronto. Esperaba que fuera la mujer que lo hiciera, o que él recordara con el pasar de los días. Suspiró. 




—En el último año, tú y ella han tenido problemas –dijo después de un tiempo, pensando en lo correcto a decir, y optando por alargar el momento de la verdad. 




—¿Qué clase de problemas? —quiso saber el rubio con el ceño fruncido, dejando su comida de nuevo en el cartón y mirándolo con bastante atención. 




JinKi respiró profundo y negó suavemente con la cabeza. 




—No creo que sea correcto que yo diga algo al respecto, Jong. —Su voz fue baja, como si lo que dijera era bastante doloroso. Eso solo preocupó al menor, quién olvidó decirle algo debido al sobrenombre que había utilizado—. Además, ella ya te dijo que vendría. 




Eso lo hizo reaccionar, y se irguió a la defensiva. 




—¿Cómo sabes eso? —Entrecerró los ojos. 




El mayor se encogió de hombros, desviando la mirada. 




—Ella y yo nos hemos mantenido en contacto, a tus espaldas. 




JongHyun tragó en grueso, sintiendo una gran presión en el pecho, y bajó la mirada. Estaba en malos términos con su madre, ¿cómo había sucedido aquello? ¿Qué había hecho para que se alejaran de esa forma? Es que no se reconocía, todo era tan diferente, él era tan diferente. 




Pasó las manos por su cara, ahogando un suspiro de frustración, y luego llevándolas a su cabello. 




—No sé cómo sentirme al respecto –murmuró. 




Dejó una mano en la mesita ratona, al lado de la caja de cartón, y empezó a rascar la superficie con la uña, queriendo tener un poco de control sobre sus emociones y sus ganas de llorar. Incluso inhaló profundo, pero eso solo empeoró las cosas, sus ojos ya estaban picando y empezó a parpadear de manera seguida, pero no funcionaba. Entonces elevó la mirada al techo, pero no funcionó; sus emociones ya estaban desbordadas. 




JinKi, que lo había estado observando, y que ya lo conocía, sabía lo que sucedería. 




—No sé cómo sentirme –masculló el menor con la voz rota—. Una mañana desperté y olvidé siete años de mi vida, y… —Inhaló, y miró a JinKi; sus ojos ya estaban anegados de lágrimas, y eso partió el corazón del mayor— …todo ha cambiado y no sé cómo. No sé qué sentir y qué no, qué hacer o qué no hacer. ¡Ni siquiera sé quién soy! 




Para cuando terminó de hablar, sus mejillas ya estaban húmedas, y sus sollozos ya eran incontrolables. Le molestaba estar llorando, mucho más frente a JinKi, pero en ese momento no le importó porque estaba cansado de reprimirse, de tratar de controlar las muchas emociones que lo embargaban, de la frustración persistente que no lo abandonaba desde que había salido del hospital, de la estúpida incertidumbre que cada día representaba, de lo aterrador que era no saber quién era o qué había hecho. 




De no conocerse en lo absoluto. 




Había roto lazos importantes con las personas que amaba, y había cambiado en cada aspecto, hasta en los más mínimos. Se veía en el espejo y no se reconocía, ni externa ni internamente. 




—No puedo ya con esto —confesó, terminando de quebrarse, agachando la cabeza porque se sentía tan débil que ni siquiera la podía mantener altiva. 




JinKi, que se había estado reprimiendo, no lo soportó más, se elevó sobre sus rodillas, se acercó a JongHyun, tomó su rostro entre sus manos y lo enjugó con sus pulgares con toda la delicadez que podía mostrarle, porque JongHyun se veía tan frágil, que realmente parecía que se malograría si lo trataba con más fuerza. Agradeció internamente que no se hubiera alejado de él, aunque tampoco lucía muy cómodo con la situación. 




—No sé por lo que estás pasando y tampoco puedo entender cómo te sientes —habló JinKi con la voz baja, casi íntima, con las lágrimas del menor todavía resbalando por su rostro—, pero quiero que sepas que todo mejorará. Y yo estaré aquí para apoyarte. 




JongHyun lo observó con los ojos completamente abiertos, sorprendido por sus palabras, por el tono consolador y tranquilizante que había usado al decirle aquello. Y sus ojos… estaban tan llenos de comprensión, sinceridad, y hasta ternura que lo abrumaron un poco. Y cuando sus pulgares se movieron sobre sus mejillas, quitando más lágrimas, fue consciente de sus manos sobre su rostro, y se sentían tibias y suaves sobre su piel, sosteniéndolo con una firmeza delicada. 




Sin darse cuenta, su pecho se llenó de calidez. Y, de alguna extraña manera, se sentía reconfortado. 




Yo estoy aquí para ti. 




Los recuerdos de cuando KiBum lo había consolado en situaciones similares a esas llenaron su mente.  




Yo soy malo consolando, Jjongie, pero hago lo mejor que puedo contigo porque te amo. 




Lo haré mejor la siguiente vez. 




JongHyun recordó que, cuando él lloraba, KiBum lo escuchaba y lo abrazaba. No le decía nada, porque temía empeorar la situación y a él le pareció suficiente. Pero ya no. Las palabras de JinKi habían sido muy confortantes, más que si tan solo lo hubiera abrazado. Y no es que desacreditara el consuelo de KiBum, es solo que, teniendo uno diferente frente a él, las perspectivas cambiaban. 




JinKi es muy bueno conmigo. 




—Gracias —susurró en respuesta, sintiéndose más ligero, más cálido, más él. 




Y todo debido al mayor. 




Cuando JinKi se acercó a JongHyun para besarle la frente, agradeció que no se apartara; JongHyun agradeció no haber sido un tonto como para apartarse. 
 
 

Notas finales:

Gracias por leer!


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