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Intoxicación por Yae

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Notas del capitulo:

NOTA: Por favor leer.

 

Este capítulo como lo dice en el título es un EXTRA de la historia principal centrado en Minato y algo en Madara. Había querido escribir sobre el padre de Naruto para contar un poco de su pasado, así que si no te agrada el emparejamiento o insinuación de Minato/Madara por favor no leas esto, no es necesario porque al final es irrelevante para la trama de la historia principal. Si hubiese algún dato, yo lo aclaro cuando sea pertinente.

Siento mucho que después de un año de no actualizar les traiga este extra, pero lo estaba escribiendo desde hace mucho, quizá más adelante lo continúe, aunque no es muy probable, gracias por su atención.

 

Tragedia griega

 

 

La paciencia siempre fue una virtud que todos elogiaban en Minato, además de su buen carácter. Encantados solían llenarlo de halagos por tan solo cumplir con reglas básicas de amabilidad, por las sonrisas corteses que le eran fáciles de esbozar.

Así que, aunado a su inteligencia, sus padres estaban ciertamente orgullosos de él.

Y Minato también era un alfa.

Así que cualquier dificultad le resultaba más sencilla de superar a diferencia de los demás, logros y premios acumulados, tan solo fueron empapelando con más halagos y sonrisas llenas de satisfacción por parte de su familia. Minato no podía negar que aquel sentimiento no le agradase, saberse en tal alta estima por sus padres conseguía tan solo que se empeñara en mejorar aún más.

No es que aquello le resultara muy difícil.

Quizá por vivir siempre de aquel modo es que no le pareció extraño cuando le dieron aquel anuncio a los doce años.

—Es una muy buena oportunidad, tan solo será un compromiso que no se hará efectivo hasta que tengas dieciocho —la suave sonrisa de su madre trataba de aplacar la confusión que no pudo evitar.

—¿Es alguien que conozco? —lo único que se le ocurrió preguntar, las cenas y reuniones con socios de su padre en elegantes bailes eran algo a lo que Minato ya estaba acostumbrado.

Su madre negó sin dejar de sonreír, posando sus delicadas manos en sus hombros, soltando caricias vagas.

—Es un omega de una familia muy importante de Japón, nos reunimos hace poco y con tu padre conseguimos llegar a ese acuerdo. Esto será muy bueno para todos, trata de ser amable con él.

Él.

Minato se mordió el labio inferior algo angustiado cuando le aclararon que se trataba de un chico, no es que gustase de alguna niña en particular, no había tenido tiempo ni siquiera de considerar lo que prefería.

—Tajima me ha dicho que su hijo es algo difícil, trata de no complicar esto, Minato. Necesitamos este nuevo vínculo.

Vínculo.

La voz de su padre resonó desde el fondo del gran salón. No creía que vínculo fuese una palabra adecuada para definir aquello, Minato era muy consciente de que se casaría con un desconocido tan solo por negocios, un nudo fue aflorando en su pequeño pecho.

—Vendrán este fin de semana para que se conozcan, luego deben volver a Japón. Quizá puedan comunicarse por teléfono y ya sabes… internet.

Su madre esta vez soltó una leve risa para aligerar el ambiente, no dudó en tirar de su hijo para abrazarlo con cariño.

—Estamos muy orgullosos de ti.

 

Las siguientes noches casi no pudo dormir.

Una enorme interrogante fue creciendo en su cerebro, imaginando como sería su “futuro prometido”, no pudo conseguir más información de sus padres sobre aquel omega, tan solo su nombre.

Madara.

Así que se pasaba las noches imaginando las facciones que pudiesen encajar con aquel nombre. Quien se supone era alguien… difícil.

¿Debería cortejarlo? ¿Preparar un obsequio? ¿Sería muy pretensioso para con alguien que solo vería una o dos veces hasta que pudieran casarse?

Seis años de pronto le parecieron muy poco tiempo, diez… veinte, era un mejor número.

 

.

 

Cuando el fin de semana llegó, Minato se sintió nervioso por primera vez desde que podía recordar, había planificado una conversación cortés, temas variados, hasta un paseo por el jardín de su madre y llevarlo a ver las peonías.

Y al atardecer podrían dar un paseo en bicicleta tal vez.

Eligió su vestuario con meticuloso cuidado e incluso permitió que su madre lo ayudase en los detalles.

—No necesitas estar nervioso, eres un muchacho maravilloso —acunó el rostro de su hijo entre sus manos.

Los dulces ojos de su madre le transmitieron la suficiente confianza para por primera vez, cuestionar lo que le pedían.

—¿Es necesario?

La cariñosa mirada solo se mantuvo un par de segundos antes de evanescerse.

—Cariño, ya lo hablamos —las cálidas manos ahora fueron a terminar de abotonar la camisa —sabes que es necesario que te enlaces con un omega o una omega… —hizo una pausa­— ¿es por eso?

—No —negó varias veces— es decir, no lo sé. Pensé que cuando yo tuviera que casarme, podría elegir.

—Es un poco difícil conocer omegas en este tiempo —ella retrocedió yendo hacia su tocador para buscar entre los perfumes y el maquillaje—. Es mejor de esta manera, Madara será un buen esposo, solo son unos pocos años, solo tiene diecisiete.

Diecisiete.

 

Esta vez Minato no se molestó en ocultar el pánico que estaba comenzando a sentir. ¿Iba casarse con alguien que le llevaba tantos años?

—No te preocupes, después de hoy no tendrán que verse hasta el día de la boda si así lo prefieres, cariño —intentando tranquilizarlo volvió entre sus pasos, esta vez con una pequeña caja en manos que le ofreció— será un buen presente para el compromiso.

Minato dudó, el pequeño alhajero tenía toda la apariencia de contener un anillo.

Y como si hubiese leído sus pensamientos, su madre sonrió—, es un collar —abrió la cajita, dejando ver un elegante colgante con la forma de una peonía.

—¿Es tuyo?

—Si—en tanto lo instaba a sostener la cajita le fue murmurando— bueno, es un recuerdo especial, espero sea del mismo modo para ambos.

Minato tragó pesado sosteniendo la joya, no la había visto ser usada por su madre, pero la ligera imposición con el presente era evidente. Sintió como si comenzara a sudar.

Los invitados llegaron como una hora después, las elegantes limusinas estacionadas dejaron a la vista imponentes alfas y omegas. Minato se mantuvo tan estoico como pudo, pese a que sus ojos se movían de cada invitado que pasaba a saludarlos al siguiente, tratando de hallar a quien se supone era Madara.

—Tú debes ser Minato —un hombre algo anciano se acercó, su rostro arrugado esbozó una sonrisa de satisfacción—, un excelente alfa.

—Un gusto conocerlo señor —se inclinó levemente.

—Él es mi hijo Madara, tus padres ya debieron hablarte de él.

Minato tragó pesado cuando el hombre dio un paso al costado y dejó ver a un muchacho, obviamente más alto, de largo y frondoso cabello negro. Los oscuros ojos lo enfocaron y se estrecharon en el acto.

—Es solo un niño —escupió con evidente desagrado— esto es asqueroso.

 

 

(…)

 

El almuerzo trascurrió solo en medio de la charla de su padre con el de Madara, hablando de enormes negocios que podrían empezar y concretar cuando llegase la boda. Minato trató de concentrarse en su comida, pero sus ojos se desviaron más de una vez y sin querer hacia su izquierda.

Rebotando siempre con la indiferencia y hastío que Madara no parecía querer disimular, la cuchara girando en su plato, casi desparramando la comida.

Fue un desastre, no como lo imaginó. Minato solo quería que el día terminase y olvidarse de ese compromiso al menos por seis miserables años.

 

.

 

—¿No quieres? —Minato observó incrédulo a su invitado, tan solo había propuesto un paseo en bicicleta.

Ambos habían sido conminados a conversar en el jardín, la madre de Minato los observaba a una prudente distancia.

—Ya dije que no quiero —una filosa mirada por parte del adolescente a su lado le hizo dudar. Nunca creyó que un omega pudiese verse tan feroz, los libros de primaria los colocaban como adorables y enternecedoras personas.

—¿Por qué? ¿Es muy pequeña acaso? —cuestionó dedicándole una mirada a la bicicleta, se había tomado la molestia de buscar una mucho más grande que la que usaba.

—No.

—¿No sabes andar en bicicleta?

Un silencio sepulcral y un par de puños presionados fueron la respuesta.

—Oh.

­—Nada de oh, mocoso. Claro que sé andar en bicicleta, simplemente no quiero hacerlo —bufó exasperado.

—Puedo enseñarte si quieres.

—No estas escuchando.

—En la parte de atrás hay mucho espacio, allí aprendí a manejarla.

Madara rodó los ojos—, ¡te dije que-

El carraspeo de la madre de Minato los interrumpió.

—Minato, cariño. ¿Por qué no dan un paseo por mi jardín? —gentil enfocó su mirada en el omega.

—De acuerdo.

Minato comenzó a caminar, un sentimiento de molestia fue expandiéndose en su pecho, pero como amaba el jardín de su madre. Fue después de unos segundos que escuchó los pasos de Madara seguirlo y mucho después, los tacones de su madre.

Esperaba que esa escasa convivencia funcionase, incluso elaboró un itinerario que al parecer no llevaría a cabo. No deseaba decepcionar a sus padres. Así que soltó un hondo suspiro antes de recomponer su semblante de cortesía.

—¿Te gustan las peonías? —sonrió sin querer cuando las esplendidas flores fueron emergiendo a su alrededor. Un hermoso escenario ensamblándose sin el menor esfuerzo.

Madara no respondió, se mantuvo caminando en silencio, contemplando las flores.

—Mi madre las cuida personalmente.

—Tu familia es… demasiado perfecta… como una obra de teatro.

Minato se detuvo al oírlo, se giró notando a su madre muy atrás, afortunadamente no habría escuchado.

—¿No somos de tu agrado?

—No.

No estuvo seguro de que responder, así que se mantuvo en silencio por demasiados segundos.

—Tampoco me gusta esta parte, tampoco me agradas.

Oh… —Madara canturreó alargando la exclamación, como si estuviese burlándose, una sonrisa afilada asomó en sus labios— ¿lo dices en serio, mocoso?

—Minato —corrigió— mi nombre es Namikaze Minato.

Pero no se dijo más, al cabo de unos segundos Madara retomó el camino y a Minato no le quedó más opción que seguirlo.

Y no volvieron a decir nada, solo cuando su madre les dio alcance para anunciar que la merienda estaba lista esperando por ellos en uno de los salones.

—Coman cuanto gusten, yo estaré en el salón principal con Tajima y tu padre —trató de sonar dulce para aligerar el ambiente.

Pero Minato ya estaba molesto, había intentado ser amable, pero aquella persona solo lo trataba como si fuese un niño que le han encargado cuidar sin lugar a réplicas.

—Tiene miel —Madara habló suave cuando el té llegó a sus labios.

—A mi madre siempre le ha gustado ponerle miel al té —aclaró sin querer verle.

—Entonces ella lo preparó —soltó una risita irónica— no son solo actores al parecer.

—No nos conoces. No sabes nada de nosotros.

—No me interesa saberlo, estamos aquí porque a tu padre y al mío no se les hace un absurdo nada de esto, si con eso ello consiguen dinero.

—Mi padre no es así.

—¿Estás seguro?

Minato se mordió el labio inferior, molesto por las palabras de Madara.

—¿Podrías ir a pedirle que cancele esto y él lo hará? 

Pese a que eran palabras mordaces no pareciese que Madara se estaba burlando, su expresión era la de alguien agraviado. Minato entonces deseó saber cómo es que pudieron convencerlo de aquello, dudaba que fuese igual de obediente que él, para que simples palabras lo hubiesen coaccionado y más teniendo diecisiete años.

—No lo hará y tampoco le pediré que lo haga.

—Si, ya supuse que eras un hijo perfecto.

—Tu tampoco lo harás, tampoco irás y le pedirás a tu padre que cancele todo.

Madara endureció su mirada, había dado en el clavo. No importaban cuales fueran los motivos que lo llevaron ahí, ese muchacho tampoco iría en contra de ese compromiso.

—No.

Minato se sintió satisfecho con la respuesta, volvió a concentrarse en el té y los pastelitos dispuestos en la mesa.

—¿Tu madre también los hizo? —Madara tomó una galleta con cuidado.

—Si, le gusta hacer estas cosas de vez en cuando.

—No está mal—murmuró.

Soltó un suspiro antes de responder—, ¿en verdad no quieres que te enseñe a andar en bicicleta?

Ya que ambos estaban atrapados en aquel compromiso, Minato consideró que no tenía sentido quedar en términos hostiles. Solo empeoraría lo que les tocase sobrellevar en el futuro.

Madara chasqueó la lengua cuando hizo la propuesta, su ceño se frunció antes de verle con atención.

 

.

 

Sin embargo, aquella tarde lo dejó guiarlo con escasas sugerencias cuando el adolescente al fin se dignó a subir a la bicicleta que Minato trajo, con un claro problema para mantener el equilibrio no se atrevió a cuestionarlo. Aunque acabara de conocerlo estaba seguro de que podría reaccionar enfadado por una simple observación.

«Tu postura está mal»

Los pedales están mal —se quejó.

No recordaba que cuando su padre le enseñase que demoraran tanto, aun así, no fue molesto quedarse ahí a su lado, viendo cómo fallaba y continuaba intentando.

Demasiada determinación.

Y Minato sintió admiración por ello.

 

—Tu bicicleta no sirve —aseveró al anochecer.

—Pero si la revisaron ayer, todo estaba bien —respondió tranquilo, limpiando la tierra de los pedales y el asiento.

—Aun así, no sirve.

—Haré que la revisen de nuevo —concedió— ya casi lo tienes.

Afable se acercó al muchacho más alto, un par de raspones asomando en el rostro de Madara.

—Traje banditas.

—Que alfa tan considerado —sonrió irónico.

Minato volvió a fruncir el ceño, sus intentos por no llevar una conversación hostil ya estaban cansándolo. 

—Solo… siéntate —soltó un bufido sin darse cuenta que había inflado sus mofletes.

Acción suficiente para que Madara se soltara a reír divertido por el intento de rabieta. Pese a ello no tardó en sentarse sobre las gradas de concreto a su espalda.

—Bien, bien. 

Así que cauteloso Minato fue a ponerse de cuclillas justo en frente, aunque fuese más bajo se las ingenió para cubrir los raspones más llamativos en los largos dedos y por último… una tirita en la mejilla.

—Listo.

Madara repasó cada una de las atenciones—, está mejor.

 

Al día siguiente continuaron practicando con la bicicleta, Minato solo siguió observando y corriendo al lado del otro cuando terminaba en el piso.

—Si dejas de detenerte no perderás el equilibro, solo continúa pedaleando —se animó a decir en el momento que Madara siseaba por un golpe en la rodilla.

—No es tan simple —protestó.

Así que Minato tomó la bicicleta para probar su punto, se subió y aunque tuvo que ponerse de puntillas para conseguir no caer, debido al tamaño de la misma y la altura del asiento, la puso en marcha.

—Tendrías que ser un equilibrista para no caerte cuando no se mueve —tras su breve explicación recorrió algunos metros antes de girar y rodear a Madara—, solo… sigue avanzando.

Giro unos cuántas veces más, viéndole de brazos cruzados y la mirada afilada, Minato no tuvo problemas en prestarle más atención que a la ruta que se supone debía seguir.

—Ya, ya entendí. Ahora bájate.

«Solo un poco más»

 

Cuando Madara volvió a subir a la bicicleta, Minato lo sujetó tratando de equilibrarlo.

—¿Listo?

—Tu solo suéltame.

Y lo hizo.

Observó sonriente como al fin Madara avanzaba en línea recta sin detenerse y más importante… sin caerse. El frondoso cabello negro ahora siendo arrastrado por el viento y una sonrisa de satisfacción impresa en los labios.

—¡Ya lo tienes! —no pudo evitar gritar emocionado, levantando ambos brazos.

El agradable espectáculo solo duró unos segundos más, hasta que Madara pareció querer detenerse sin conseguirlo.

—¡¿Dónde están los frenos?!

—¡No, espera! ¡No uses el freno delante-

Tarde advirtió cuando la bicicleta se detuvo de súbito elevando la rueda trasera y al conductor…

 

.

 

El fin de semana trascurrió bastante rápido y cuando Minato pudo darse cuenta ya estaba despidiendo a las visitas.

—Espero que el proyecto siga avanzando tal cual y en unos años sellar todos los acuerdos.

—Espero lo mismo, Tajima. Nos mantendremos en contacto, los informes los espero la siguiente semana.

—Cuenta con ello. Madara, es hora de irnos.

Minato tragó pesado cuando el nombrado se acercó, esta vez con más banditas cubriendo la nariz y la frente.

—Dicen que debo escribirte en vacaciones.

—Madara.

El aludido se inclinó un poco y le habló en tono más bajo.

—Creo que la próxima vez es mejor ir a la ciudad —medio sonrió apuntando la bandita de su nariz.

Minato esbozó una sonrisa cerrando los ojos—. Claro.

 

Aunque no estuvo seguro del porqué, aquel fin de semana fue mejor que cualquier otro.

 

.

 

Pero no volvió a repetirse, no hubo una próxima vez.

Tan solo unos meses después, luego de recibir un par de correos electrónicos de Madara, que respondió con rapidez, su compromiso fue cancelado.

Su padre no dio demasiadas explicaciones, tan solo que aquello ya no era beneficioso, que ya no era necesario…

Que le encontraría una mejor pareja…

—¿Por qué?

Cuestionó más de una vez, no comprendía como las cosas pudieron cambiar tan pronto, que luego de insistirle tanto, tuviese que olvidar solo porque los negocios ya no se llevarían a cabo. 

¿No habían dicho que era mejor de esta manera?

¿Que Madara era un buen omega para él?

Sin muchas respuestas Minato solo recurrió a Madara para pedir una explicación, pero jamás obtuvo respuesta, aunque esperó por años, nunca más le volvió a escribir.

Así que se vio obligado a intentar olvidar el asunto, nadie respondería a sus dudas.

 

Y con el pasar de más años y ya diecinueve en su vida, que le presentaron a su nueva prometida.

Sus largos y rojizos cabellos sin duda eran hermosos. La boda sucedió poco después de verla por primera vez.

Kushina.

Se llamaba, enérgica y optimista. Para Minato no fue difícil enamorarse de ella, poniendo todo de su parte para tratar de encargarse de los negocios cuando sus padres murieron en un accidente, cuando una avalancha de responsabilidades, cayeron sobre sus hombros en el momento que su ahora esposa quedó embarazada.

Hizo lo mejor que pudo, para no dejar en las ruinas todo lo que sus padres habían conseguido y cumplir con las exigencias que la familia de Kushina pidieron desde el matrimonio.

Estaba tan agotado por el trabajo, por los estudios… por su nueva familia. Los amaba más que a su vida, pero llegaba agotado cada noche a su hogar.

Naruto.

El nombre elegido para su hijo, dueño de una sonrisa tan encantadora como su madre, lleno de tanta energía que Minato acababa tendido cuando debía seguirle el ritmo.

Y los años siguieron pasando.

En medio de tantas responsabilidades el peor día de su vida llegó.

El momento en que recibió la llamada de uno de los sirvientes de su casa…

Cuando ella desapareció…

Minato regresó de aquel viaje tan pronto como pudo, pero no volvió a verla…

Sin importar cuánto trató, cuánto se esforzó, la ultima sonrisa que su esposa le regalase solo permaneció en sus memorias…

Sintió enloquecer, Minato se deshizo en desesperación y agonía en cada instante que la ausencia de su Kushina fue más palpable, obligándose a seguir intentando hallarla para no morir, Naruto aun lo necesitaba. Quizá la ruptura del lazo que los unía quebró algo en su interior y sin importar que, no pudo repararlo.

Porque el helado cuerpo de la persona a quien amó para enterrar en aquel paraje fue lo que pudo recuperar, ni el dinero, ni las influencias consiguieron que la alcanzara a tiempo. Incapaz de decirle aquello a su único hijo, fue demasiado cobarde para llorar junto a él.

Fue el único culpable.

Así que pasó cada día en adelante tratando de recabar hasta la más mínima información y todo el dinero necesario para cobrar venganza, sin embargo, no se arrepintió de cederlo todo para que su hijo no sufriera el mismo dolor. Para que al menos él, si pudiese recuperar a su compañero de vida. Kushina jamás le perdonaría el no haberlo hecho.

 

 

Puede que ese último incidente fuera el responsable de que ahora, tantos años después de la perdida de su esposa, estuviera reconsiderando toda su vida.

Necesitaba más ayuda, más recursos, si es que deseaba continuar en su empresa para acabar con los monstruos que destruyeron su familia. Así que aquel expediente donde desde hace mucho se le informase que Uchiha Madara era el actual líder del clan Uchiha, lo llamó. Ya no era un chiquillo de doce años de todos modos y es probable que aquel omega pudiese darle una mano.

—La decoración encaja a la perfección contigo. Tan académica que me duelen los ojos.

Fue lo primero que dijo en cuanto ingresó en su oficina. Madara mantenía ese aire de suficiencia, su ahora más largo cabello negro tan exuberante como recordaba, tal vez solo las ligeras bolsas bajo los ojos, advirtiendo de una vida dura, eran lo único que podría tratar de usarse para adivinar su edad. El impecable negro con el que vestía resaltando la blanquecina piel, fue un espectáculo el tan solo observarlo.

—Ha pasado tiempo —Minato carraspeó, yendo hacia su escritorio para servir algo de vino tinto, que no tardó en ofrecer.

—Nunca creí que serías tu quien me contactaría.

—No veo porque no. Lo que sucedió en aquel entonces-

—¿La carta?

Minato respingó al ser interrumpido, frunció el ceño levemente confundido—. ¿Cuál carta?

En sus memorias solo recordaba haber intercambiado un par de correos electrónicos.

Sin embargo, Madara no respondió, bebiendo de la copa fue a sentarse en el cómodo sofá—, hablemos de negocios. No creo que tu invitación sea solo para rememorar el pasado.

—Supongo que estas enterado.

—Solo un poco —el Uchiha sonrió ladino— Fugaku siempre fue difícil de controlar. Brillante, pero yendo detrás de las mujeres equivocadas, luego del nacimiento de su primer hijo le ofrecimos reintegrarse al clan y lo rechazó. Mikoto… siempre ejerció un rol demasiado importante en su vida, la madre de Itachi era un cero comparado a ella.

—Fugaku nunca quiso hablar de ella, no es que fuera muy relevante para nuestro trato.

—Claro, Itachi es un omega de madre omega y padre alfa. Debió ser lo único determinante para que quisieras casarlo con tu hijo… lo mismo que tu propio padre quería para ti.

Minato enarcó una ceja ante el… ¿reproche?

Al parecer se estaba perdiendo de algo.

—Puedes ser más específico, estoy seguro, Madara.

Una risilla irónica se le escapó al otro—, he administrado los negocios Uchiha durante años. Aunque haya problemas ahora, no es nada que merezca la pena considerar como grave y tú no eres la primera ni última opción para concretar negocios. Estoy aquí por mera curiosidad, así que debes ser tu quien me entretenga.

—Entonces no estas dispuesto a ayudar a Fugaku —aseveró.

—Te lo dije, en su momento se le ofreció regresar al clan y se rehusó. No soy partidario de las segundas oportunidades, en todo caso tengo mis propios planes con respecto a Fugaku. Tú y tus propuestas podemos tratarlas por separado.

—Lo dudo —Minato suspiró bebiendo el contenido de la copa que sujetaba. La mirada analítica de Madara no se apartó ni un segundo—. Si llegas a considerar mi oferta… si llegas a aceptarla, Fugaku y su familia estarán muy involucrados, ya sabes somos consuegros.

—Soy todo oídos.

—No son solo negocios lo que te ofrezco, Madara. No se trata solo de expandir tus puertos en occidente y que yo pueda recuperar capital perdido —sin dudar se acercó lo suficiente al otro— quiero forjar un vínculo que garantice un lazo indisoluble. Yo te procurare a ti y toda tu familia, así como tú lo harás con la mía.

Hubo un pesado silencio tras esas palabras.

 

—Siempre deteste tu elocuencia.

—Nadie decidirá por nosotros esta vez.

Los negros ojos de Madara se clavaron en los azules que lo observaban desde arriba, por lo que se puso de pie.

—No necesito un matrimonio ahora.

—Yo creo que si —Minato lo sujetó de una mano cuando hizo amago de apartarse— la casa Uchiha y todos sus negocios principales están en Japón, allá las cosas no son fáciles. No me tomes por ingenuo, si quieres verlo como un simple negocio está bien.

—¿No es eso acaso? O es que vas a salirme con alguna estupidez sentimental de hace más de veinte años.

—No.

—Bien, porque pasaron muchas cosas desde entonces, para ti y para mí.

—Lo sé, pero es porque en verdad podemos ayudarnos que te ofrezco esto.

—Habrá un contrato —dijo sin haber hecho el menor intento para que lo soltaran.

—Lo habrá.

—Un riguroso contrato.

Y después de tanto, meses, años quizá, que Minato soltó un resoplido divertido, una risilla ahogada que ya no estaba seguro de que podía gesticular.

—No podría ser de otra manera, incluso si deseas mantener todo como está, podemos llegar a un acuerdo para mantenernos en contacto —ofreció consciente de que no podría convencer a Madara de dejar todo en Japón para vivir allí.

—Unas vacaciones no me caerían mal —resopló volviendo a sentarse en el sofá, Minato lo siguió quedando a su lado, una escasa distancia separándolos.

—¿Y te gustaban?

Madara enarcó una ceja ligeramente confundido por la pregunta.

—Es que nunca me respondiste —hurgando en sus bolsillos extrajo un pequeño collar plateado, con el dije en forma de aquellas flores que su madre cuidaba con esmero, aquel que hace tanto le dio para obsequiárselo a Madara, por eso cuando el compromiso se canceló lo guardó en una gaveta olvidada.

Sinceramente no creyó que después de tanto siguiera ahí.

—¿Te gustan las peonías? —con cautela depositó la joya en la mano derecha de su flamante prometido.

Madara no pareció en lo más mínimo sorprendido por el regalo, era evidente que cientos de cosas debieron acontecer en su vida en esos años, seguramente ni siquiera lo recordaba.

—No lo sé. Nunca tuve tiempo de pensar en eso.

—Puedes considerarlo ahora —Minato sonrió breve, un gesto escaso, muy poco había dormido en los últimos meses, así que un cansancio continuo solía embargarlo.

Fue Madara quien soltó una risa ligera, más irónica que divertida—, bien, bien. Tenemos un trato entonces.

Tal vez debieran sellar el acuerdo de matrimonio con un beso o un simple apretón de manos. Minato ni siquiera estaba seguro de que clausulas decidiría Madara agregar al contrato matrimonial, podría estipular que jamás habría contacto íntimo entre ellos y Minato aceptaría. Aunque la idea duró poco, el omega se acercó lo suficiente para tentarlo con sus labios, solo tuvo que inclinarse un par de centímetros para que sus labios se alcanzaran.

Una caricia breve que Minato no esperó aligerase su ánimo.

Reconfortante.

—¿Aun estas emparentado con los Senju? —Madara preguntó apenas sus labios se alejaron.

—Desde luego.

Una risa mas escandalosa se le escapó a Madara—. Esto será tan divertido, los ancianos del clan van a enloquecer.

 

Enarcó una ceja algo curioso, creyó que aquella risa debía ser por las tradiciones estrictas en el clan Uchiha, que quizá se opondrían a la boda de su líder con alguien que ellos no acordaron, aunque ese alguien fuese su prometido hace muchísimos años.

Oh.

No debió sorprenderle que Madara no se refería a aquello, sino a Senju Hashirama, quien irónicamente también había estado comprometido con Madara luego de que cancelaran su compromiso.

Bien, según sus datos, Hashirama se casó con Mito Uzumaki mucho antes de que él lo hiciera con Kushina y se supone que Madara terminó casado con un miembro de su clan.

 

¿Se estaba perdiendo de algo?

Por la mirada enfadada de Hashirama cuando se enteró de su actual compromiso…

«Indudablemente»

 

Pero hizo caso omiso, ya habría tiempo de que su futuro esposo y él hablaran sobre aquellos años en los que dejaron de verse. En los que toda una vida pasó para ambos, por ahora la certeza de que tendría el apoyo necesario para sobrellevar sus negocios y quitar a A y sus cómplices de la jugada de una vez por todas, era suficiente para que no hiciera preguntas.

Una mirada, una sonrisa… ya eran añadidos por los que pensó no volvería a agradecer.

 

 

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Notas finales:

Gracias por leer y de nuevo siento tardar tanto en actualizar, siento los errores que puedan hallar.

Espero puedan seguir leyendo, cuídense mucho y saludos.


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