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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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A unos días de haber revelado su secreto, todo marchaba con normalidad. Gracias a Koga los demás esclavos no lo molestaban y mantenían su distancia, algunas veces Koga tomaba en son de burla su antigua posición y eso los hacía reír a ambos.

—¿Que desea el señorito?. —El tono usado y la reverencia burlona le sacó una sonrisa, tal parecía que su amigo andaba de buen humor.

—Tonto, te van a escuchar y lo creerán. Yo ya no soy nadie.

—Lo siento. Sabes que no lo puedo evitar. —Volvió a su labor de acomodar las pacas de paja e Inuyasha siguió alimentando a los caballos. —Me dijeron que el hijo del duque  llegará pronto y revisará los caballos, en especial a Entei y a Kirara. Después de tanto, Ah-Un necesita descansar de las guerras y los largos viajes.

—Espero que no haya problemas. No quiero estar en la mira de los Taisho y terminar como mi familia.

—Eso solo depende de ti, pero sigue trabajando. Ya no eres un noble para que lo haga por ti.

Después de bromear un poco ambos volvieron a sus labores y dejar a los ejemplares perfectos para la visita del hijo del duque. Inuyasha no sabía que el general era el hijo del duque. Ni siquiera se había acercado a la familia para evitar problemas. Ya llevaba algunos meses ahí y así quería seguir.

...

...

Koga envió a Inuyasha a la mansión para recibir más implementos para el trabajo. El hombre moreno como siempre se hallaba cumpliendo su labor cuando el ruido de los cascos de un caballo lo hicieron detenerse. Ese retumbar contra el suelo pedregoso era inconfundible. Pocos segundos después, a su vista estaba un imponente equino color café oscuro, de crin negra, de aspecto fiero y sobre él, su jinete.

El general e hijo del duque Taisho estaba ante él, lucía imponente como siempre e Inuyasha no era el único que le temía. Koga mantenía su distancia de aquel sanguinario guerrero, mientras no hiciera nada que lo molestara, todo estaría bien pero era mejor prevenir que lamentar. El hombre de aspecto agraciado bajó del caballo, peinó su corto cabello desordenado por el viaje, sus ojos ambarinos recorrieron cada palmo del lugar en búsqueda de algo fuera de lugar.

—Desensilla a Ah-Un, aliméntalo y déjalo descansar en su lugar. —Al no encontrar nada supo que todo estaba en orden.

Koga vio cómo el hombre se marchó dado pasos elegantes, irradiaba esa aura noble que poseía y que llegaba a ser intimidante. Soltó el aire que estaba conteniendo. Ahora la lucha iniciaba, al ser Ah-Un un caballo de guerra solo obedecía a su jinete y eso significaba lidiar con un caballo salvaje que ya lo había mandado a la enfermería algunas veces.

—Vamos Ah-Un, no lo hagas más difícil. Ambos servimos al mismo amo. Descansarás y así todos seremos felices. —Se acercó hablando quedo, el caballo lo miraba y sentía que lo miraba como poca cosa, a veces pensaba que los animales eran más listos de lo que aparentaban o ese caballo era tan ególatra como lo era su jinete.

Al estar lo suficientemente cerca el caballo se alzó en dos patas y empezó a patalear en el aire con un relincho que le erizó la piel, era demasiado peligroso acercarse. El caballo iba a atacar y al estar paralizado no pudo pensar en moverse. Cuando pensó que estaría nuevamente bajo las pezuñas de aquel imponente animal, escuchó una voz bastante conocida.

—¡Tranquilo, tranquilo!. 

Inuyasha había llegado y al ver a su amigo a punto de ser pisado por el caballo había decidido tirar lo que traía en las manos y correr hacia él para socorrerlo. Con un tirón de las riendas del caballo logró desviar la fuerza hacia el piso. El animal se movió con brusquedad tratando de atacar pero ya tenía un poco de experiencia con eso y trató de evitar cualquier ataque.

—¡Suelta ese caballo o te hará daño!. 

Koga trataba de alejar a su amigo del peligro al verlo luchar con ese animal, era más grande que él y era peligroso. Estaba seguro que de darle un golpe terminaría muy mal o incluso podría terminar con su vida.

Inuyasha luchó con el animal para controlarlo y lo abrazó del cuello, el caballo poco a poco dejaba de luchar gracias al cansancio. Finalmente, el caballo recargó su cabeza contra él muchacho dándole a entender que confiaba en él. Inuyasha se apartó un poco y colocó su frente contra del animal y lo acarició, era un hermoso ejemplar. Lo arrastró hacia el corral que tenía una placa dorada con su nombre. Ya adentro lo encerró y se dedicó a ver cómo bebía agua de su bebedero. La paca recién cortada estaba a su disposición para cuando terminara.

—¿Qué demonios fue eso? Yo he tratado con ese animal desde hace años y he ido a la enfermería más veces de las que quisiera admitir.

—Cuando era un Setsuna tenía un caballo tan bronco como éste. Varias veces me tiró pero estaba decidido a no perderlo. Como sabrás, si un caballo llega a atacar a su jinete es mandado a sacrificar. No quería perder a Tessaiga, a pesar de ser salvaje era mi amigo y poco a poco fue haciéndose manso. Todo eso cambió cuando fui a buscarlo para cabalgar un poco y resulto que mi padre lo había apostado y perdido. —Contó mirando de manera nostálgica al equino que comía tranquilamente.

...

...

La noche había llegado, todos se retiraron a descansar e Inuyasha tuvo una idea. Era una noche cálida y agradable, en los terrenos había un lago. Quería ir y darse un relajante baño. El lago estaba a un par de minutos, como estaba dentro de la propiedad de la mansión no lo tomarían como intento de escape y necesitaba asearse. Los primeros días habían sido difíciles, se les daba un balde con agua para bañarse y el agua estaba helada, o al menos para él que estaba acostumbrado al agua caliente de su gran tina. Había sido difícil asearse con un pequeño trozo de jabón cuando estaba acostumbrado a sus jabones perfumados y sus sales de baño. Aun si estaban en la ruina podían costearse ciertas cosas necesarias.

Después de refutar con Koga, logró ir al lago. Al llegar se sorprendió por lo hermoso que era el lugar. Habían enormes rocas alrededor y la luz de la luna iluminaba el lugar. Era magnífico. Se acercó a la orilla y se despojó de esa ropa humilde que portaba, la dejó sobre una roca cercana y entró al agua. La temperatura era agradable.

Pasados unos minutos alguien llegó para admirar el paisaje, el hijo del duque se sentó en el césped sin notar la presencia de Inuyasha que se había zambullido para mojar cada parte de su cuerpo. Pocos segundos después, salió dándole la espalda al hombre que se sorprendió al verlo salir tan de repente.

Para el general parecía ser una mujer ya que estaba algo alejado. Podía ver esos largos cabellos platinados escurrir el agua hacia su espalda baja que cubría su cuerpo perfectamente, el agua le llegaba a la cintura así que el general no era capaz de darse cuenta de que aquel ser al que devoraba con la mirada no era nadie más que un hombre, uno de los tantos sirvientes que ahí habitaban.

Inuyasha seguía lavando su cuerpo con parsimonia, no sabía cuándo podría volver a tomar un baño tan relajante. Seguía sin percatarse de la mirada hambrienta del general. El hombre de alto rango estaba disfrutando el espectáculo. Al estar combatiendo no había tenido los placeres de una mujer y mucho menos había podido yacer con alguna. Y entonces pasó, Inuyasha se colocó de perfil y el hombre hambriento empezó a admirarlo mejor.

El rostro delicado y la expresión serena, la piel clara brillando con la luz y los ojos cerrados. La mirada bajó hasta el pecho y eso le causó gran desconcierto. Esperaba ver dos grandes razones para al fin abalanzarse contra ''ella'' pero lo único que vio fue un pecho completamente plano, ni un rastro de lo que esperaba. Cayó en cuenta de lo que realmente ocurría, estaba acechando a un hombre.

Se levantó de inmediato y con sigilo se alejó, estaba un tanto turbado ante lo que acababa de pasar. Necesitaba una verdadera mujer y rápido, estaba demasiado confundido y tal vez eso le ayudaría a resolverlo.

Finalmente, Inuyasha salió del agua. Tomó una tela que hacía de toalla, se secó con ella y se vistió. Al finalizar, emprendió el regreso hacia su vivienda antes de que a Koga le diera un infarto.

Caminó tranquilamente sin enterarse de la escena de la cual había sido protagonista. Siguió su andar sin saber que técnicamente había sido violado por una mirada y unos oscuros pensamientos. Al llegar se dirigió a dormir para descansar y reunir fuerzas para sus labores del día siguiente. También rogaba en silencio que aquel general que aún le causaba temor se mantuviera alejado de él.

No era consciente de que había sembrado confusión en la mente de ese hombre que andaba tras alguna mujer que por unas cuantas monedas accedería a sacar ese mítico cuerpo sus pensamientos.

Continuará...

 

Notas finales:

Gracias por el apoyo a esta que ya es mi obra numero quince, espero que siga siendo de su agrado.


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