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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Ya habían pasado unos días del encuentro de Inuyasha y el general Taisho, todo marchaba con normalidad. Inuyasha había escuchado que el general se marcharía a la batalla nuevamente y eso lo mantenía un poco más tranquilo, no se lo toparía nuevamente. A pesar de todo, aún le temía.

Como cualquier otro día, se encontraba limpiando los establos de los animales. Koga se hallaba con el mayordomo de la mansión, había escuchado que traerían a un nuevo sirviente para que les ayudara con los caballos. No sería tan difícil, Kirara era una yegua bastante dócil y tranquila al igual que Entei. El único problema sería Ah-Un, ese caballo era en extremo quisquilloso y bravo. Solo su jinete era capaz de dominarlo y él podía acercarse sin temor a recibir una patada. Obviamente mantendría al nuevo alejado del equino.

A veces Koga solía comparar a ese caballo con su jinete, ambos eran ariscos y algo huraños. También se creían superiores a todo lo existente y podían llegar a ser bastante agresivos. Pero, sabía que no era así. Ambos eran amables a su manera pero eso no quitaba el miedo que tenía. Ah-Un podría ser dócil con él pero eso no significaba que debía bajar la guardia, ese caballo había mandado a la enfermería a varios sirvientes y podría ser su turno en algún futuro. El general no lo había reprendido ni nada parecido pero eso no significaba que era bueno, ese hombre había asesinado a su familia frente a sus ojos. A veces las apariencias engañaban, ambos seres parecían ser perfectos, que no mataban ni siquiera una simple mosca pero no era así.

―Inuyasha, acércate. ―Escuchó la voz de Koga y soltó la pala con la que recogía la basura, se aproximó hacia él. Vio que lo acompañaba un hombre joven, cabello castaño y sonrisa amable, demasiado para alguien normal. Algo en él le causaba cierta desconfianza, tal vez era porque no parecía ser un esclavo. El hombre frente a él no parecía haber trabajado nunca, le recordó sus inicios y por eso mismo se mantuvo callado.

―Él es Hojo, el nuevo ayudante. ―Lo señaló. ―Ayúdalo a entender el funcionamiento del lugar y sobre cómo le gusta el trabajo a su excelencia.

Inuyasha pudo ver como la sonrisa antes exageraba se torcía ante la mención del general, se le hizo extraño. 

―Soy Inuyasha, un gusto conocerle. ―Saludó, el hombre le correspondió de manera educada. Había sido demasiado educado para cualquier esclavo. ―Espero que pueda ser de ayuda, me aseguraré de ser claro con las explicaciones.

―Lo mismo digo, muchacho. Como habrás escuchado mi nombre es Hojo y ayudaré a cuidar de estos animales. ―Saludó de manera cortés, aún había algo en él que no le gustaba. 

Hojo parecía ser un par de años mayor que él. A decir verdad, casi todos eran mayores que él. Había alguien menor, se trataba de Kohaku. El hermano de la mucama tenía quince años y tal vez era el más chico de todos. Koga solo tenía veintidós, era mucho mayor que él. Conocía muy pocos sirvientes, no se les acercaba por estar en las caballerizas y ahí no podía entrar cualquier persona, no se permitían extraños cerca de esos corceles tan valiosos. 

Los más importantes eran Ah-Un perteneciente al general del ejército y Entei propiedad del teniente general Naraku Ayakashi. Ambos caballos entrenados desde que eran potros. Si quería vivir sin preocupaciones, debía proteger con su vida a esos animales.

Después de un par de palabras, Koga se marchó por pedido del mayordomo. Comprarían más esclavos para la mantención de las propiedades del duque.

...

...

A lo largo del día se enteró que Hojo provenía de un caído marquesado, un territorio conquistado por el ducado Taisho. Intuyó que esa era la razón por la que sentía ese odio por el general. Hojo mencionó a un hermano pero al preguntar cambiaba el tema de inmediato y su rostro afligido mostraba una exagerada sonrisa, comprendía ese gesto. Posiblemente Hojo había perdido a su familia en el derrocamiento de ese territorio. 

Lo que más llamó su atención era las extrañas preguntas del hombre, a pesar de escucharlo sentía algo extraño en él.

―Entonces... ¿Ese caballo es el de su excelencia el general?.

―Sí. Ah-Un pertenece al general, ¿porqué la pregunta?. ―La mirada desconfiada que le dirigió no pasó desapercibida con el hombre que alzó las manos de manera inmediata y sonreía con exageración.

―No pienses nada raro, solo era simple curiosidad.

Asintió pero esa sensación de inquietud no lo dejaba tranquilo. 

Al finalizar el día se decidió que Hojo se quedaría con ellos, Koga no parecía sospechar de él pero aun así no podía dejar de lado esa inquietud. Suponía que estaba así por el encuentro con el general y su nueva salida. Tal vez por eso se encontraba tan paranoico.

...

...

Pasó una semana, Hojo demostraba no haber tocado nunca una escoba. Inuyasha cada vez lo vigilaba más, ese hombre no era lo que aparentaba. Lo veía moverse con elegancia, era algo quisquilloso con la limpieza personal y su entorno, era educado en extremo y también gustaba de hacer preguntas raras como por ejemplo: ¿Hay guardias nocturnos en las caballerizas?.

Las demás caballerizas no tenían guardias, solo la que mantenía a los corceles de los militares. Pero eso no tenía que saberlo Hojo, no planeaba decírselo por más que se excusara.

Una noche después de las labores del día, volvieron a la cabaña. Koga se había retirado a dormir e Inuyasha se había levantado al baño. En la oscuridad logró ver a Hojo salir de la casa, gracias a la luz de la luna logró ver como un trozo de papel caía de su bolsillo. Al verificar que no regresará, se acercó y tomó ese papel.

―Ya está todo listo, tráeme lo que te pedi. Ten cuidado y no te demores. ―Leyó en voz baja. 

Esa fina caligrafía no pertenecía a un esclavo, los esclavos ni siquiera sabían leer ni escribir. Cada vez el comportamiento de Hojo le parecía más misterioso. ¿Como era que Hojo sabía escribir siendo esclavo?. Escuchó pasos, al inspeccionar el lugar se dio cuenta que se trataba de ese hombre. Sin saber que hacer, decidió comportarse como un esclavo. 

Hojo apareció y vio el papel en sus manos, su semblante amable pasó a ser una mueca de suspicacia.

―Hojo, encontré este papel y quería saber si es tuyo.

―¿Lo leíste?. ―Su voz salió desconfiada.

―Por supuesto que no. Soy un esclavo y no sé leer, ¿Acaso tú sabes leer?. ―Estuvo atento a las reacciones. Hojo se tranquilizó ante sus palabras.

―Claro que no, muchacho. Es un papel que me dio el señor Bankotsu para llevarlo con el mercader ya que las cocineras necesitan insumos.

Después de eso se retiró a cumplir el ''encargo'' del mayordomo. Sabía que eso era mentira dado que el mayordomo no confiaría una tarea de esa importancia a un recién llegado que además no tenía idea de qué hacer. Esperaba averiguar quién era en realidad Hojo o porque actuaba de esa forma tan sospechosa.

Decidió esperar al alba y consultarlo con Koga, necesitaba contarle a alguien sobre el comportamiento de ese hombre antes de que causara problemas. También porque al llegar el día el general partiría junto con el teniente general que casi no se dejaba ver por los alrededores.

No podía confrontarlo porque tendría que admitir que era capaz de leer y eso daría a entender que no era un simple esclavo de guerra, tendría que revelar su secreto y eso no estaba en sus planes. No le revelaría a nadie más ese secreto que guardaba con recelo para evitar que llegara a oídos del duque y del general. Quería vivir y se aseguraría de que así fuera.

A veces extrañaba a su familia, a pesar de que no lo querían y lo trataran mal, los extrañaba. El único que no lo golpeaba a cada instante era Gatenmaru, el segundo hermano pero era porque no le interesaba su procedencia. Pero, había escuchado de los guardias que ya no había más vástagos de la sangre Setsuna afuera, todos habían sido cazados sin piedad y algunas veces sentía algo de culpa por seguir viviendo a pesar de que los Setsuna debían ser aniquilados.

Si seguía pensando en eso sentiría la asfixiante carga que era su conciencia, seguía deseando al menos honrar los restos de su familia dándoles un entierro digno pero eso no sería posible y no quería arriesgarse a ser encontrado.

Mañana sería un buen día, trataba de repetírselo siempre. Hablaría con Koga, ayudaría a preparar a Ah-Un y le diría adiós al general en silencio esperando no verlo por una buena temporada y seguiría con su tranquila vida siendo un esclavo de guerra al cuidado de los corceles más valiosos del ducado. 

Se dirigió a su alcoba para descansar y olvidar por un rato todo lo que lo quejaba.

Continuará...

 


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