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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Todos miraban atentos al general caminar desprendiendo esa autoridad que lo caracterizaba y a un esclavo menor siguiéndolo de cerca con la mirada en el suelo. Al ver eso, Koga llevó su mano a la frente y suspiró con pesadez, le había dejado en claro a ese niño que no debía meterse en problemas y ahora aparecía con el general, eso era algo preocupante.

Inuyasha alzó la mirada y vio esa ancha espalda que llegaba a intimidarlo, todo de ese hombre lo intimidaba y con más razón, después de lo que había pasado. El general carraspeó llamando la atención de todo aquel que lo miraba intimidado, se acercaron todos y eso incluía a los cuidadores de los caballos.

—Finalmente he descubierto al infame que hirió al corcel más valioso que todas sus patéticas vidas.

La mirada penetrante del hijo del duque tensó a los presentes, algunos estaban seguros que el esclavo menor era el culpable. Era tan cercano al caballo que se le hubiera hecho sencillo llevar a cabo ese plan tan bajo. Además, un esclavo menor no equivalía ni la mitad de uno común, sabían que pertenecía a un derrocado ducado y presentían que se trataba de venganza. Koga se acercó con cautela, esperaba que Inuyasha no fuera inculpado y de ser así, planeaba echarse la culpa. Inuyasha se había ganado su afecto y no soportaría verlo morir frente a sus ojos.

—Si su excelencia pudiera decirnos, nos ayudaría mucho. —Habló lo más claro que pudo, en respuesta el general hizo que Inuyasha se parará al frente.

—Anda, niño. Te ordeno que les digas el nombre del culpable.

—Este... Yo... —No era capaz de decirlo, no podía llevar a cuestas la muerte de un hombre aun si fuera culpable.

—Si no lo haces, tú llevarás su castigo. —Amenazó harto de sus tartamudeos.

—Hojo, fue Hojo. —Habló quedo pero lo suficientemente entendible para que los guardias aprehendieran al hombre y la mirada algo sádica del general apareció al verlo frente a él siendo sometido por los guardias.

—Habla, maldito esclavo. —Gruñó el general.

—¡Iba a matarlo! ¡Es un maldito asesino!. —Gritó mientras forcejeaba. —¡Usted mató a mi familia!.

Inuyasha se tensó ante eso, había pasado por lo mismo. Nunca había pensado en atentar en contra del general, no ganaría. ¿Acaso debió hacer lo mismo que Hojo? ¿Debió tomar venganza?.

—Maldito. —Fue la respuesta del general, estaba indignado pues consideraba que tal excusa no merecía ser la causante de las heridas de su compañero de batalla.

—¡Soy Hojo Himura, el último heredero de la familia Himura! ¡Usted mató a mi familia, a mis padres, a mi hermano por el marquesado y he venido por venganza!.

Después de eso, el general harto de los gritos había mandado a Hojo al área de castigos. Fue azotado por mano del general, todo bajo la atenta mirada de los esclavos. El general los quería a todos reunidos para que vieran lo que podía pasar si jugaban en su contra. Inuyasha había quedado conmocionado por ver tan atroz castigo. Por un momento se vio a sí mismo en la posición de Hojo y sus nervios lo traicionaron. Todos vieron como Inuyasha caía al suelo sin conocimiento, el castigo paró dejando al culpable moribundo.

—¡Inuyasha! ¡Despierta!. —Los gritos desesperados de Koga resonaban en el lugar.

—Lleven al esclavo a la enfermería y encierren a esta basura en el calabozo. Merece pudrirse en él. —Sin más que decir, el general se marchó del lugar dejando todo en un abrumador silencio. Obedecieron sus órdenes sin dudarlo.

...

...

Inuyasha abrió poco a poco sus ojos, pudo ver el techo blanco de la enfermería. Al voltear a su lado, vio a Koga durmiendo en una silla junto a su cama. Al mirar por la ventana se podía apreciar la oscuridad de la noche, había estado inconsciente durante todo el día. Aun escuchaba las maldiciones de Hojo por cada azote recibido, aún recordaba lo mucho que insultó al general por haber asesinado a su familia por el territorio que alguna vez les perteneció, gritaba que no había valido la pena matar a su hermano y padres por un trozo de tierra. Pero, el general hizo caso omiso de sus maldiciones y siguió con el castigo, de ahí en más no recordaba nada.

—Koga. —Habló tratando de despertarlo. —¡Koga!. —El mencionado despertó de golpe y su preocupación se esfumó al verlo sentado en la camilla.

—Que bueno que has despertado, me tenías preocupado. Y pasando a temas más serios, ¿Qué demonios hacías con su Excelencia? ¿No te advertí que no buscaras problemas?.

Enmudeció ante el reclamo, recordó todo lo que había pasado en el laberinto y su rostro enrojeció levemente. No podría ver a la cara a ese hombre, antes no podía y ahora con esos sucesos, menos. Además, no veía prudente contarle a Koga acerca de eso, no quería más acercamientos con el general y mucho menos castigos por ser un hablador.

—Este... Yo... ¡Me lo tope por ahí!. —Su respuesta que había sido más bien un grito, dejó más confundido al hombre frente a él. Decidió no molestarlo más, el médico así lo había pedido.

—Ya veo, no vuelvas a tener más encuentros así. Menos mal que ya encontraron al culpable y créeme que nunca pensé que fuera Hojo, se veía bastante amable.

—Yo tampoco. —Mintió. —Él pasó por lo mismo que yo, siento pena por él y creo que no debió merecer tal castigo. —Murmuró con la mirada baja, aun podía escuchar el resonar del látigo y los gritos del hombre.

—No debes sentir pena. Es cierto que sus casos son similares pero eso no significa que sus acciones no deben ser castigadas. —Explicó. —Pasaste por lo mismo, tu familia fue asesinada. Pero, eso no te hizo guardar rencor en contra de su excelencia, ni siquiera pensaste en dañarlo. Has servido al general con lealtad y por eso te admiro, a pesar de tu pasado sigues siendo el mismo cachorro asustadizo que eres y me alegra, no quiero que te contamines con odios innecesarios, al final nada cambiará si decides vengarte.

Tras esas palabras, se levantó. Inuyasha lo imitó y sin decir nada más, ambos tomaron rumbo a casa. Cada uno iba sumido en sus pensamientos.

...

...

Inuyasha decidió visitar el lago, no era capaz de conciliar el sueño. Tal parecía que no podía mantenerse alejado de los problemas y eso lo exasperaba. Llegó al lugar, estaba tan hermoso y tranquilo como lo recordaba. Se sentó en una roca cerca de la orilla y empezó a lanzar piedrecitas al agua. Tan absorto estaba que no notó como alguien se acercaba con cautela al lugar.

El hijo del duque maldijo a todo lo existente al ver esa mítica aparición una vez más. Ante el podía ver a cierto niño sentado dándole la espalda, también pudo ver danzar con el viento esas libres hebras platino que brillaban gracias a la luz de la luna, sin duda una bella aparición. Quería marcharse pero no lo hizo, eso sería huir y un hombre acostumbrado a las sanguinarias batallas como él lo era, no huía por un niño. Aunque ese niño le provocará demasiados pensamientos absurdos.

—¿Es mi culpa? ¿Debí hacer lo mismo que él?. —Inuyasha empezó a hablar consigo mismo, estaba seguro que en su soledad podría desahogarse. El general se mantuvo al pendiente de esas palabras tratando de encontrar el significado de las mismas. —¿Yo ayude a matar a Hojo?.

El general al escuchar eso, se acercó y se posicionó tras su esclavo que ni siquiera lo había notado. De estar en otra situación, estaba seguro que ese niño sería el primero en caer.

—No digas sandeces, no fue culpa tuya. —Sin saber el porque, quiso quitarle eso que parecía una carga para su aun joven consciencia, Inuyasha dio un respingo y volteó para encarar al dueño de la voz. Una vez más, casi se va de espalda al ver al dueño de esa profunda voz.

El general sostuvo en sus brazos al menor para evitar que cayera al agua. Ver ese rostro bañado con la luz pura de la luna era un espectáculo digno de captar toda su atención. Ver esas mejillas sonrosadas era algo que de una extraña forma, le atraía. Inuyasha al verse envuelto de nuevo en esa extraña posición, trató de hacer que el hombre lo soltara. Se sentía vulnerable en esos fuertes pero peligrosos brazos.

—Su Excelencia, por favor, le imploro me suelte. —Suplicó apartando la mirada, no podía mantenerla con la de su señor.

—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Solo porque un esclavo me lo ''implora''? Recuerda a quien perteneces. —Susurró cerca de sus labios.

Inuyasha sintió su respiración agitarse ante la cercanía de ese hombre. Ni siquiera entendía como es que habían llegado a esa incómoda posición. Estaba sentado en la roca y su torso era rodeado por los brazos de su señor, a ojos de cualquiera parecería que estaban abrazados y a punto de unir sus labios. Quería huir lo más rápido posible de ese lugar, de los brazos de ese hombre.

—Vuelve a dormir, no deberías andar afuera tan tarde. —Rozó sus labios con los de su esclavo y lo soltó con delicadeza. Lo ayudó a levantarse y finalmente, soltó su mano.

Inuyasha dio una última mirada a ese hombre y se alejó con rapidez, planeaba ocultarse bajo las sábanas tratando de alejar los nuevos pero absurdos pensamientos que empezaban a invadir su mente. Dejó al general turbado por sus propias y audaces acciones, ambos estaban realmente confundidos por todo lo pasado, tanto que el asunto de Hojo y Ah-Un había pasado al olvido.

Continuará...

 


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