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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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La actividad del “santa secreto” era una mierda. Eso pensaban muchos, pero jamás lo dirían en voz alta porque muchos otros adoraban ese pequeño juego navideño. Maldita empatía nacida después de años de convivencia en Vongola, pero ni modo, había que hacerse de la vista gorda y esperar a que todos sacaran sus papelitos de una urna decorada con gorritos rojos de navidad.

 

—Haru, es tu turno —sonrió Kyoko, quien era la encargada de acercar la urna a cada integrante de la familia.

—¡Qué emoción!

 

Así era siempre, muchos esperaban que al menos el nombre sorteado fuera alguien que no odiaran demasiado o con quien no tuvieran un trato especial, pero la vida siempre jugaba con todos y les daba el compañero menos esperado. Por eso Verde guardó su papelito sin leerlo más de una vez, se cruzó de brazos, y ahogó un chasquido que quiso exteriorizar por su inconformidad con su destinatario de esa navidad.

Pero joder.

¿Por qué él?

Las probabilidades eran casi nulas.

 

—El trato es que deben ir dejando pequeños obsequios durante estos días, hasta que sea la noche del veinticuatro de diciembre donde entregarán su regalo directamente.

—¿Puedo entregar el regalo de forma personal? —Hayato hizo una mueca—. No quiero hacerlo frente a todos los demás.

—No hay problema —Haru sonrió—. Si así gustan, estará bien.

—Pues creo que yo sí entregaré mi regalo en la reunión —comentó Kyoko.

—Será divertido —segundó Tsuna en conjunto con Ryohei y otros más.

 

Era el primer día, el reto era simple y en parte también divertido. Lo bueno era que participaban todas las familias aliadas así que, el no ser descubierto, era un juego de sigilo, mucho sigilo. El asunto terminaba por ser muy entretenido, aunque unos eran simplemente unos idiotas que, sin medir discreción, iban dejando caramelos en los escritorios ajenos o un chocolate en el bolsillo de las chaquetas.

Pero algunos sí que se esforzaban.

No tenía idea de quién era su santa de esa navidad, pero le reconocía que era ingenioso, porque colgarle una serie de detectores de presencia infrarrojos que danzaban por medio de unas cuerditas pegadas al techo, fue impresionante, más si tenían en cuenta que no se demoró más de veinte minutos en ir por un café a la cocina de los Vongola y volver al laboratorio subterráneo en el área más alejada de la mansión.

 

—Wo —fue la expresión de su acompañante—, es asombroso —Fon tocó con la punta de su dedo, una de esas cositas que brillaban.

—Decente —Verde se acomodó los lentes.

—Tu santa secreto debe ser una persona muy hábil —aparentaban los quince años en ese entonces, por eso Fon tuvo que usar una silla para alcanzar una de los regalos que estaba colgado de muy alto.

—Eso reduce un poco las opciones —se estiró—, los de la familia Simon no pueden ser… porque sigilo no tienen y no están en la mansión el día de hoy.

—Pero pudieron encargárselo a alguien.

—Eso significaría revelar su identidad y la de su destinatario, así que no lo creo.

—Bueno… y tú ¿ya le diste el detalle del día de hoy a tu destinatario?

—Sí —hizo una mueca.

—¿Puedes decirme quién es?

—No.

—¿Puedo adivinar? —sonrió.

—No creo…

—Es Reborn, ¿verdad? —Fon rio mientras se cubría los labios con la manga de su qipao.

—Cállate.

—Solo eso explicaría tu mal humor.

 

Cada quien, con sus meditaciones y problemas, él solo se concentraría en su proyecto y en calcular una hora adecuada para dejar los malditos chocolates de café en los sitios recurrentes del sicario idiota y sádico. Lo bueno era que podía tener acceso a las cámaras de seguridad, así que podía monitorear a su destinatario de esa navidad.

Por eso no entendía cómo carajos su santa secreto lograba colarse en su laboratorio sin dejar rastro, ni siquiera las cámaras de seguridad lo detectaban. Aceptaba que le ganó la curiosidad e intentó saber quién invadía su espacio personal, pero se frustró con la respuesta y lo dejó ahí… al menos por unas horas porque tenía otras prioridades, pero casi a la media noche de nuevo intentaba descifrar al intruso y NADA.

 

—Maldita sea —gruñó al tercer día al hallarse frente a un bombón.

 

Dejó el regalo del día en un cajón, intacto, frustrado porque ni huellas digitales había, pero intentaba no darle la suficiente importancia. Aunque, aceptaba que su santa sabía sus gustos bastante específicos, y lo demostró al quinto día cuando en su escritorio halló una caja con una nota que dictaba “sustancia radioactiva”.

Su maldito santa secreto le consiguió plutonio.

Ah, carajo, si seguía así hasta podría dedicarle una sonrisita al menos.

Pero antes de siquiera ponerse a teorizar la identidad detrás de sus obsequios, siguió fabricando las balas especiales para el sujeto que le salió sorteado, porque su orgullo dependía de que esas malditas balas se perfeccionaran, ya que lo que menos quería era darle el gusto a ese imbécil para criticarle el regalo que le diera. Haría que se tragara su maldito sarcasmo y le regalaría algo genial.

 

—No jodas.

—¿Es mejor que el de ayer? —Fon rio bajito antes de acercarse hasta su amigo—, ¿qué es esta vez?

—Es… Es el microcircuito que estaba buscando desde hace un mes —se peinó los cabellos con desesperación.

—Eso es bueno, pero ¿por qué parece que no te gustó?

—Esto reduce las posibilidades de forma alarmante —miró al techo—, y no puede ser cierto.

—¿Ya sabes quién es tu santa secreto?

—Sí —cerró sus ojos—, y debe ser una maldita broma.

 

Sí, fue una mala broma del destino o de alguna travesura liderara por Fon —que era el único que conocía un par de sus secretos—, o eso creyó hasta que el chino le aseguró que de sus labios jamás salió esa información. Entonces, ¿cómo fue posible? Y lo más importante ¿por qué sentía que debía corresponderle a su santa con la misma dedicación?

Entonces fue un juego, un reto diario, una competencia por darse un regalo mejor cada día.

Fue tan estresante que ni siquiera sintió el paso del tiempo.

Y sin darse cuenta, el día llegó.

Estaba usando una gorrita de navidad y comiendo pastelillos decorados con verde y rojo, mientras observaba a todos cederse un regalo después de un pequeño discurso halagando cualidades, o riéndose cuando uno de los más estoicos de la familia cedía su regalo sin nada más que un “feliz navidad”. Pero también vio a muchos quedarse callados y alejados, porque seguramente ya cedieron su regalo en privacidad, cosa que él también haría después de la cena.

 

—¿Te sorprende verme aquí? —esa sonrisa prepotente le hacía enojar.

—En realidad no —pasó de largo hacia la cómoda donde dejó empacado su regalo—, esperaba que llegaras por ti mismo.

—Le quitas la diversión a esto, Verde.

—Ya te divertiste conmigo estos días, Reborn —lo miró un momento antes de dejar el regalo sobre aquellas piernas—. Feliz navidad, cretino.

—Eres un adolescente malhumorado —rio bajito, tomando el regalo en su diestra y desatando el lazo con lentitud.

—¿Y el mío? —se sentó en su silla y soltó el aire.

—Lindo —Reborn ignoró el pedido ajeno y repasó aquellas balas brillantes, adornadas por detalles en oro, con sus dedos—, muy lindo.

—Te sorprenderá lo que pueden hacer —sonrió de lado antes de acomodarse los lentes—, pero prefiero que lo averigües solo.

—Parece que te mereces tu regalo —dejó su obsequio de lado antes de levantarse.

—Pues espero que valga la pena.

—Oh, sí que lo valdrá.

 

Verde rodó los ojos antes de estirar su mano, pero no pudo siquiera respirar cuando tiraron de él y con un par de movimientos terminó de espaldas en el suelo. Maldijo mentalmente e intentó levantarse, pero en menos de lo pensado tenía al idiota asesino sentado sobre su abdomen. Obviamente el jueguito no le gustó y estuvo a punto de activar su protocolo de seguridad por comando de voz, pero Reborn se acercó demasiado a su rostro.

 

—Acepta que te mueres por mí —susurró sobre los labios del científico.

—Protocolo 3-2… —se vio impedido de hablar cuando los labios ajenos tomaron los suyos.

—No lo harás.

—Protoco… —se quejó cuando sintió un segundo beso, más ansioso y salvaje que derivó en la herida en su labio inferior.

—Feliz navidad, científico loco —sonrió antes de mostrar una cajita.

—Si es una cosa sexual, voy a activar el protocolo de asesinato —amenazó antes de tomar la cajita y abrirla.

—¿Matarás al amor de tu vida? —se tocó el pecho.

—Prefiero morirme antes que aceptar que soy tu pequeña obsesión —murmuró antes de descubrir un pequeño anillo de plata dentro de un estuche de terciopelo.

—¿Te gusta?

—No voy a casarme contigo —lo miró seriamente.

—No es para eso, pero —sonrió de lado— ahora que me diste la idea…

—¿Para qué sirve entonces?

—Adivina de quién es y qué llama usa.

 

Verde no dijo nada, porque lo sabía muy bien, por eso sonrió satisfecho y dejó de quejarse porque se hallaba recostado en el suelo frío con aquel idiota encima de él. Prefería pensar en lo que iba a hacer con una reliquia como esa, porque solo le faltaba eso para empezar con su pequeño proyecto para reconstruir las tan ansiadas cajas armas en esa línea de tiempo.

 

—Entonces —Reborn tomó el anillo y forzó la mano del científico para colocarlo en el dedo anular—, ¿la respuesta es sí?

—La respuesta es PROTOCOLO 6-5…

 

Un beso más que impedía un asesinato, una risa más, un juego para negar lo innegable, esa estrategia les funcionaba a los dos.

 

 

 

 

Notas finales:

 

Un Reborn x Verde porque yolo~

Krat hace pendejadas a veces, pero de alguna forma funcionan considerablemente. XDDD

Los amo~


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