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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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Fue una historia graciosa.

Tal vez no tanto.

Pero le gustaba recordarla.

Todo empezó el primero de diciembre, cuando pensaba en la mejor forma de agradecerle a sus amigos por las locuras y el apoyo que se dieron durante esos años, porque creía fervientemente que era lo menos que podía hacer para retribuirles, aunque sea un poco de toda la felicidad que trajeron a su vida. Por eso pidió ayuda a las chicas y les suplicó secreto absoluto.

Compraron regalos a montones, explotando una tarjetita dorada que en secreto el noveno Vongola le dio a Tsunayoshi, también añadieron luces, adornos, gorritos de navidad, serpentinas, cascabeles, bombillos y muchas otras cosas. Hasta alquilaron una casita al borde de la ciudad, donde armarían la fiesta sin preocuparse por molestar a los vecinos con el ruido.

 

—No, Tsuna-kun, eso va ahí.

—¿Ahí? —señaló una esquina de ese salón.

—Sí —sonrió Haru—, es un lugar perfecto, como para que en medio de la fiesta alguien descanse y otro aproveche.

—¿Estás segura de que esto se usa en este tipo de fiestas?

—¡Sí! —rio emocionada, con las mejillas rojas y las ilusiones despiertas— ¡Es muy romántico!

 

Siguieron en esa tarea por días, anticipando todo, reservando un poco de tiempo a los invitados y advirtiéndoles que debían llegar a la hora dictada. Fue todo tan emocionante, y Tsuna no se imaginó que organizar una fiesta por cuenta propia seria así de divertido y cansado a la vez, pero lo disfrutó.

 

—Todo está listo y perfecto.

—¡Mañana será increíble!

 

Algo le decía a Tsuna que no todo iba a salir bien, y lo certificó cuando no halló por ningún lado a los niños, incluso se lo preguntó a su madre, pero ella negó haberlos visto. Tuvo un mal presentimiento, pero lo dejó pasar porque ya era demasiado tarde y tenía que ir por todos los invitados para que fueran al lugar correcto en donde disfrutarían de comida, música y algunas bebidas sin alcohol, porque aún eran menores de edad.

Eran risas, detalles, emoción.

Por eso se quedaron en silencio cuando ingresaron al salón y se hallaron con un desastre total.

Las luces estaban regadas por todos lados, los bombillos rotos, la comida terminada hasta casi dejar apenas la mitad, había líquido en el suelo, y por supuesto… los tres niños de la casa se hallaban en una esquina, recostados sobre unos poofs de colores, dormidos por lo agotadora de su travesura, con las claras evidencias de haber sido los torbellinos que destrozaron todo.

Fue un poco frustrante, pero tampoco podían enojarse porque era navidad.

 

—¡No hay problema! —Hayato tomó la mano del castaño que se quejaba en soniditos parecidos a murmullos—. ¡Podemos arreglarlo!

—Pero era una sorpresa —Tsuna suspiró de nuevo antes de notar que incluso los regalos habían sido desorganizados y las envolturas rotas.

—¡No hay que ser negativos, Tsuna-san! —Haru elevó sus manos—. ¡Podemos arreglarlo!

—Iremos a comprar algunos bocadillos más —ofreció Kyoko y Chrome la apoyó.

—Creo que mi viejo puede ayudarme con algo de sushi —sonrió Yamamoto—, ¡ya regreso!

—Nosotros limpiamos —ofreció Nana sin sentirse desanimada—, los demás pueden ir a comprar las cosas que falten.

—Lo ve, juudaime —aquella tormenta furiosa guardó compostura solamente para animar a su querido jefe—, lo vamos a arreglar.

—Sí —sonrió, sin poder enojarse con aquella mirada.

—¡Vamos! ¡Al extremo!

 

Dejaron a los culpables dormir, muchos tomaron los implementos de limpieza para retomar una pulcritud inicial, otros corrieron por las cosas que creían faltaban, incluso los miembros del comité disciplinario hicieron aparición para reemplazar las cosas rotas, Tsuna se sintió tan feliz por aquello, porque de una u otra forma logró su objetivo: unirlos a todos.

Y en menos de una hora, de nuevo tenían una fiesta lista.

Tsuna rio divertido por ver a Hayato como líder de esa organizada ayuda, se rio más cuando lo veía peleaba con alguien para después respirar profundo y seguir, y después solo suspiró porque al fin y al cabo siempre tenía ese apoyo incondicional. Estaba feliz. No podía decir otra cosa de ese preciso momento en donde todos se repartían los bocadillos y animaban la fiesta con juegos improvisados.

 

—Gracias —susurró cuando pudo apartarse un poco para respirar.

—Gracias a usted, juudaime —rectificó, tensándose como siempre solía hacer en esos casos—, usted siempre piensa en nosotros y…

 

Entonces Tsuna silenció esa maraña de agradecimientos al tirar suavemente de los hombros ajenos para acercarse, sonreír, y luego simplemente unir sus labios con los de aquel muchacho de ojos verdosos y expresivos. Se quedó así unos segundos, los suficientes como para asegurarse de que el cerebro de Gokudera hiciera cortocircuito, divertido por eso. Y después solo cubrió sus labios para no reírse demasiado fuerte al notar lo rojo de ese rostro.

 

—Feliz navidad, Hayato —señaló al techo.

 

La mirada de Gokudera ascendió, sus labios se separaron con impresión, diferenció un muérdago y entendió todo. O lo malentendió. Pero para eso estaba Tsuna ahí.

 

—Creí que era la oportunidad perfecta —sonrió sujetando la mano derecha de su guardián.

—Yo no… sé… qué decir.

—Di que te gusto —sus mejillas tomaron un poco de color—, tanto como tú me gustas a mí.

—Yo… —Gokudera casi estalla en carmín, pero se mordió la lengua y eso lo detuvo.

—Sí —Tsuna rió antes de sujetar ese rostro entre sus manos—, tú.

—Pero…

—¿Puedes dejar de negarte? —rio bajito—. Porque no te hubiese besado si no estuviese completamente seguro de que me correspondes.

—Es que yo… estoy tan —sujetó las manos que tocaban sus mejillas— ¡feliz!

—Eso basta para mí —se acercó de nuevo a ese rostro.

—Estoy enamorado de usted —susurró antes de ser él quien besara a aquel castaño cielo, el más hermoso de todos.

 

Y los dejaron allí, todos fingiendo no darse cuenta de aquella pareja, sintiéndose satisfechos porque al fin esos dos estaban juntos, y a la vez aprovechando para armar alboroto sin restricciones o para robarse comida sin descaro. Definitivamente era una de las mejores fiestas de sus jóvenes vidas.

Fue así que Tsunayoshi Sawada se declaró a Hayato Gokudera, y ató la vida de su tormenta a la suya. Era una de las historias más bonitas que le relataba a la pequeña niña que heredó la fortaleza del cielo y la tormenta. Era la anécdota que seguiría contando a su siguiente heredero, o a cualquiera que tuviera curiosidad por saber el inicio de su etapa más gloriosa.

 

 

 

Notas finales:

 

Un 2759 porque yolo~

Ainsk, me gustan estos dos.

Gracias por leer~

Ya nos igualamos~

Los ama: Krat~


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