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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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La unión es la acción de juntar, combinar, atar o acercar dos o más cosas para hacer un todo, ya sea físico o simbólico. Gokudera lo sabía, lo había estudiado por un tiempo cuando estaba en la escuela y las clases de matemáticas se referían a eso, pero actualmente retomó su aprendizaje para darle sentido a la frase de su querido jefe. Porque, a pesar de que inconscientemente entendía el significado de la palabra unión, no lograba expresarla de forma verbal.

¿Y a qué viene eso?

Simple.

Quería explicarle calmadamente a cierta persona, que la unión entre ambos no era factible, menos en esas fechas, o en alguna otra, tal vez haría una excepción cuando sus traseros peligraran por la amenaza de un enemigo, pero de otra forma JAMÁS. Ahora, la cosa era que no hallaba el resumen o el conjunto de palabras perfectas para decirle a Mukuro ¡que se podía ir al demonio! Porque no había una posibilidad de que ellos…

 

—Estamos destinados a unirnos, perrito faldero.

—¡Vete al infierno, piña loca!

 

No había como, simplemente era imposible, ¡con ese maniaco no había cómo razonar!

Lo peor era que lo encontraba en los peores momentos, como en ese instante, en el que decidió acudir a unas aguas termales con su querido juudaime, y el idiota de Yamamoto… y los mocosos, pero ellos ni contaban, para relajarse ante el frío invierno que estaba llegando. ¡¿Por qué mierda tenía que hallarlo ahí?! Y lo peor de todo, el idiota con peinado de piña le hizo plática sin importarle que sus compañeros les pusieran completa atención.

 

—Así te niegues, querido gatito.

—¡Deja de llamarme así!

—Voy a poseer tu cuerpo, kufufu.

 

Las mejillas de cierto castaño se encendieron, las de Yamamoto lo hicieron de manera ligera porque tal vez no entendió por completo el doble sentido de esa frase, y después estuvo Hayato Gokudera, porque él sí terminó por volverse un bombillo navideño y no sabía si fue por el coraje o por la vergüenza de haber entendido esas palabras.

 

—¡Voy hacer que tu trasero estalle, maniático!

—Uy —se cubrió los labios con tres de sus dedos—, ¿eso es una propuesta?

—¡NO! —le lanzó lo primero que halló, y fue un pequeño cubo de madera o algo así.

—Chicos, calma —rio Yamamoto.

—No quiero destrozos hoy —segundó Tsuna, intentando que sus amigos se destensaran, pero claro, pedía demasiado.

—Yo no me negaré si así lo es —Mukuro torció una sonrisa antes de acercarse peligrosamente al rostro de Gokudera.

—Voy a…

 

Avergonzado, furioso, arrepentido de haberse acercado a esa piña loca ilusionista para pedirle una guía de cómo evitar la influencia de las ilusiones reforzadas con llamas de la niebla, con las emociones a flor de piel —como casi siempre—, Gokudera Hayato sacó —de quien sabe dónde—, uno de sus cartuchos de dinamita y lo encendió. Porque iba a cumplir con su primera amenaza e iba a estallarle el trasero a ese imbécil.

Gracias a los dioses, más allá de un susto no pasó.

Eso porque los niños corrieron en sus pies, lo hicieron tropezar, y la dinamita cayó en un pequeño charquito de agua caliente. Pero la pelea a puño limpio sí se dio, y ni les importó el riesgo de que las toallas que envolvían sus cinturas se cayeran, es más, Hayato ni pensó en eso mientras despotricaba millar de amenazas hacia Mukuro. Al menos eso sirvió para desahogarse un poco.

 

—Mukuro-sama —Chrome tenía curiosidad, y si bien no cuestionaba a su maestro, ahora no pudo callarse más—, ¿en serio le gusta Gokudera-kun?

—Me gusta tu curiosidad —jugueteaba con su tridente y se acomodaba mejor en el sofá de su hogar—, pero dime… ¿tú qué crees?

—Es que se me hace raro —susurró—, porque fue repentino.

—No lo fue —sonrió de lado—, pero no es hasta ahora que pude recuperar mi cuerpo y mis habilidades completas, que quise actuar.

—¿Desde cuándo?

—Eso, mi querida Chrome —le golpeó la frente con sus dedos—, es un secreto.

 

Mukuro quiso guardarse el secreto de sus saltos corporales, su investigación, y de su interés inicial dado por el aburrimiento, porque desembocó en aquella fascinación por el dolor en esa alma joven, del cariño que podía brindar, el honor, la lealtad, ambición, y la dulzura infantil. Eran muchas cosas lo que lo llevaron a ese punto, y le gustaba de esa forma, porque era interesante.

 

—Debemos unirnos —en esa ocasión no dejó hablar a esa fiera—, como lo hacen nuestros dedos.

—¿De qué…?

 

Ante esos ojos esmeraldas se hallaba su mano y la ajena, entrelazadas por el toque de sus meñiques, simulando hacer una promesa infantil que lo condenaba a comer cien agujas si incumplía las condiciones. Por unos instantes a Hayato le pareció algo tierno y a la vez estúpido, pero poco después fulguró en él un nivel de coraje tal que tuvo que gritar un insulto y después lanzar un cartucho de dinamita hacia aquel espejismo que desapareció por unos segundos antes de incorporarse detrás de él.

 

—Si no me sueltas voy a…

—Hasta tu cuerpo calza perfectamente entre mis brazos —sonrió posando su quijada sobre el hombro ajeno y rodeando esa cintura con sus brazos—, ¿no lo crees? Kufufu.

—¿Qué carajos quieres de mí? —forcejeó entre sus palabras y gruñó al final porque no pudo liberarse, a más de eso, le pareció ver un par de tentáculos envolverlo e inmovilizarlo.

—Que cumplas uno de mis deseos de navidad —se excusó divertido.

—Estoy harto de ti y tu maldito acoso.

—Entonces ríndete ante mis encantos —le susurró cerca del oído.

—¡No hagas eso! —intentó alejarse sin éxito.

—Prometo cuidarte muy bien.

—Estás loco.

—Ni siquiera pido que cambies, porque me gusta cómo eres, perrito faldero.

—¡Estúpida piña! ¡Ya suéltame!

—Yo sé que te gusto~ —canturreó antes de deslizar su mejilla sobre la contraria—, acéptalo, kufufu.

—¡Vete al infierno!

—¿Lo niegas? —susurró acercándose peligrosamente a los labios ajenos.

—Maldita piña.

—Entonces dime… —sonrió—, ¿qué hacía un regalo dirigido a mí escondido en una esquina de tu armario?

 

Las mejillas de Gokudera se encendieron, la sonrisa maliciosa de Mukuro se acentuó, y así se quedaron durante un rato en la privacidad del cuarto de la furiosa tormenta, al menos hasta que la visita de cierto escorpión venenoso hizo que el encanto se perdiera y una nueva pelea iniciara.

Bueno.

Al menos se tuvo un pequeño progreso.

Y había tiempo hasta navidad, e incluso el año nuevo.

Porque la llamita ya fue encendida.

 

 

 

Notas finales:

 

Un 6959 porque yolo~

Sé que voy atrasada, pero mi inspiración y mi tiempo se redujeron, lo siento~

Aun así, intentaré hacerlo bien, aunque si me pierdo de nuevo deben disculparme, tengo un regalo que escribir~

Muchos besos~

Los ama: Krat~


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