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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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La ciudad estaba llena de color, bullicio y canciones en tonalidades melosas al igual que los diversos dulces que muchas personas compraban y compartían. Para muchos era fascinante, para otros significaba más trabajo, y para unos pocos era un fastidio. Todos sabían que debían tener cuidado en esa época, no deseaban molestar a su jefazo, el demonio más temido del territorio.

A ojos de todos, eso era Kyoya Hibari, un demonio.

Pero para la persona correcta, ese demonio no era más que un gladiador.

La paz de la ciudad se debía a esa persona, por eso decidieron ceder sus propias vidas a ese noble servicio, siendo comandados por un simple muchacho con convicciones tan férreas como la de cualquier samurái ancestral. Y si bien no todos llegaban a acostumbrarse a las excentricidades y al carácter difícil de su líder, todos lo apreciaban en distintos niveles.

 

—Suerte en su ruta de patrullaje —reverenció cordialmente.

—Te encargo el resto.

—Avísenos cuando se tenga que limpiar la zona, Kyo-san.

—Hum.

 

Kusakabe vio marchar al jefe de todos y sonrió. Kyoya siempre era así, solitario, y entendía las razones. Por eso, él mismo se encargaba de acomodar la estancia del prefecto del consejo estudiantil, quitar los objetos que podrían generar un mínimo de ruido, reponer los implementos para la preparación del té, proveer al pequeño refrigerador con bocadillos a gusto de Hibari, asegurarse del perfecto funcionamiento de las luces e incluso implementar algunas que funcionaban al regularizarlas en una luminosidad específica.

 

—Esta está quemada —tocó una de las luminarias empotradas en el techo falso.

—Iré por un reemplazo en seguida.

—Te lo encargo.

 

Hacía sus tareas con diligencia, preocupado por el bienestar de su jefe y de la persona más especial para él, y no le importaba que algunos pensaran que su meticuloso cuidado era algo muy maternal, él seguía haciéndolo, porque complacer a Kyoya era una forma de expresarle gratitud y cariño. Por eso esas cuatro luces reguladas estaban ubicadas justo sobre el sofá favorito del prefecto para tomar una siesta cuando el tiempo afuera era molesto.

 

—Kyo-san ha llamado para realizar la limpieza.

—Se los encargo —Kusakabe dio una seña con su mano—, sean silenciosos y no demoren.

 

Él se quedó en la oficina, con desarmadores y más instrumentos para terminar con su tarea antes de que el dueño de aquella estancia llegara, y se sintió orgulloso cuando estuvo impecable y reverenció al azabache, quien como saludo dio un leve bostezo.

Lo miró con una ceja levantada, analizando la herida goteante de uno de esos brazos, suspirando porque seguramente eso fue ocasionado por un “descuido” dado para que la pelea fuera más interesante. A veces se preocupaba, pero después se repetían mentalmente que Kyoya no perdería así de fácil.

 

—Traeré el botiquín enseguida.

 

Manipuló el pequeño control de las luces hasta dejarlas en una suavidad media, podía trabajar con ese nivel cálido a la vez que Kyoya descansaba. No se inmutaba por la lentitud de aquel demonio al quitarse la camisa y doblar su abrigo adecuadamente para dejarlo de lado. Se sentaba frente al susodicho y se enfocaba en su tarea. Limpiar, desinfectar, vendar, todo de forma rápida y precisa, apenas dándose cuenta de las suaves muecas que Hibari daba.

Y sonreía.

La mirada enfurruñada de Kyoya significaba que no estaba de humor para preguntas y respuestas, y que solo quería que le consiguiera una camisa limpia y le preparase un té. Ante ojos de Kusakabe, Kyoya no era nada más que un niño intentando ser el héroe, y era gracioso. Tal vez por eso comenzó a seguirlo desde hace varios años, después de su primer incidente donde obviamente él salió perdedor.

 

—Deja de mirarme así, Tetsuya.

—Me preocupa, es todo, Kyo-san

—Fue la piña herbívora —refunfuñó entre dientes antes de deslizarse un poco en el sofá.

—Entiendo.

 

Una camisa limpia, un poco de té y unos onigiris caseros. El silencio compartido, los ruidos lejanos que un par de miembros del comité hacían mientras rondaban por la escuela, la noche surcando la ciudad. A Kyoya le gustaba eso, la paz que absorbía a su alrededor, la compañía de Tetsuya, la luces bajas y agradables, el calor de una manta que le fue ofrecida.

 

—Te debo gustar mucho —murmuró algo adormilado.

 

Kusakabe se tensó al oírlo, porque pocas veces se tocaba ese tema. No era algo malo, porque para ellos era algo tácito, un asunto de los dos, un misterio para los demás. No entendía a qué venía el comentario, por eso no supo qué responder y calló hasta que de nuevo esa voz resonó en la habitación.

 

—Quiero un pequeño pajarillo de peluche como obsequio.

—Lo tendrá, Kyo-san.

—Y luces suaves que adornen un árbol navideño de diez centímetros.

—Eso es nuevo —rio para sus adentros—, pero se lo traeré enseguida.

—Una hamburguesa y soda negra.

—Lo prepararé yo mismo.

—Mañana —refunfuñó antes de recostarse por completo en el sofá—, ahora solo quédate ahí, Tetsuya.

—Bien.

—Sabré si te vas —abrió uno de sus ojos para amenazar al que ocupaba el puesto de su mano derecha en ese comité—, y te morderé hasta la muerte.

—No lo haré —sonrió sutilmente.

 

Así era generalmente, se quedaban en la misma habitación en silencio.

Pero al día siguiente volvían a esa rutina escolar que ambos decidieron convertir en su labor de vida. Kyoya asegurándose de mantener la paz en la ciudad que tanto amaba. Kusakabe complaciendo los caprichos de un niño que Kyoya jamás dejó florecer. Ambos guardando el secreto de su devoción por el otro, expresándose en un gesto tan simple como lo es una sonrisa en privacidad.

Tal vez, en un futuro cambiaría.

Pero por ahora estaba bien así.

 

 

 

 

 

Aunque en un futuro se dieran cuenta que el peinado de Kusakabe era fastidioso cuando buscaban un contacto más cercano. Kyoya tuvo que morder hasta la muerte a ese copete ostentoso la primera vez que quiso besar a Kusakabe, pero esa era otra historia.

 

 

 

Notas finales:

 

Un Hibari x Kusakabe x Hibari porque yolo.

Tienen potencial, no mamen, pero yo les di algo bien suavecito, uno de esos amores platónicos que con el tiempo evolucionan bien cutes, alv.

Nos vemos mañana~

Besos~


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