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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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Todos tenían una debilidad, un “algo” que los haría rendirse sin mucho esfuerzo, un motivo por el que renunciarían a la victoria con tal de conservar su felicidad o el orgullo. Todos reaccionaban diferente, lo interpretaban de muchas formas, era tan… difícil de entenderlo.

 

—¡Woooo! —su voz resonó por sobre el silencio del comedor—. Esto es una coincidencia ¡extrema! —rio a viva voz.

—¿Qué sucede, oni-chan?

—Encodre un deshosho posde —murmuró con la mejilla derecha ocupada.

—Ya veo —sonrió Kyoko al notar que su hermano comía algo.

—Solo había uno —pronunció cuando tragó su primer bocado—, pero ten —ofreció la otra mitad.

—No, no, así está bien, oni-chan —sonrió antes de servirse algo de agua—, puedes terminártelo.

—¿No quieres? —insistió con una sonrisa.

—Puedes comerlo —sus mejillas enrojecieron un poquito—. Yo tengo hoy una cita con Haru-chan y ahí comeré uno de esos.

—Oh —asintió—, espero que te diviertas, ¡al extremo!

 

A Ryohei le gustaban esas cositas de las que no sabía el nombre, solo sabía que la canela era uno de los ingredientes, le habían gustado desde que era pequeño porque le traían buenos recuerdos de cuando él y su hermanita ayudaban a su madre a preparar algunos para las fechas festivas, especialmente para navidad donde el dulce predominaba en la mayoría de hogares.

Por eso estaba feliz de encontrarse con uno de esos panecitos cada mañana.

No le tomó mucha importancia al asunto, solo hacía un poco de escándalo cuando veía aquella cosita sobre un plato en la mesa del comedor, lo saboreaba con calma y luego se disponía a seguir con su rutina de ejercicio del día. Y así fue desde hace dos meses, apenas se dio cuenta de eso cuando marcó en su calendario la fecha y rememoró el primer día donde se halló con el panecito en su comedor.

 

—Son rollos de canela, oni-chan —explicó Kyoko uno de esos días donde vio a su hermano desayunar uno de esos—. Son ricos, ¿verdad?

—Sí —masticaba con entusiasmo, saboreando cada trocito—, gracias por prepararlos.

—Oh no, oni-chan, yo no los he preparado.

 

Fue allí donde nació esa incógnita, cuando Ryohei se dio cuenta que había estado disfrutando de unos rollitos de canela sin saber quién los había preparado, incluso se lo preguntó a su madre y ella negó al igual que su hermana. Sin embargo, poco le duró la curiosidad, porque si solo era una especie de regalo de alguien, ese alguien no debía ser malo, después de todo…

 

—Está delicioso, ¡al extremo!

 

Pero había quien sí tuvo curiosidad, porque era extraño que alguien se infiltrara a su hogar sin dejar rastro, solo para acomodar un regalo para su hermano. Eso solo significaba una cosa, y Kyoko necesitaba hablarlo con alguien.

 

Hahi —era obvio que la primera en enterarse sería Haru—, entonces…

—Sí.

—¡Tiene una admiradora secreta! —corearon ilusionadas por el asunto.

—Pero si no deja rastros —murmuró Kyoko antes de suspirar—, ¿cómo sabremos quién es?

—Debe haber algo —la castaña se levantó entusiasmada, lista para su nueva aventura—. ¡Tenemos que investigar a fondo, Kyoko-chan!

 

Ambas recorrieron todo el hogar de los Sasagawa buscando alguna señal, algo que les ayudara a saber quién dejaba aquellos rollos de canela cada mañana, y la hallaron, pero fue algo tan pequeño que no les dio muchas razones. Fue un pequeño broche, tenía forma de una flor pequeña, era muy lindo y era lo único que tenían, pero no se rindieron, siguieron buscando cada día, y al quinto intento hallaron algo más: una aguja.

 

—¿Y si le han añadido un hechizo de amor? —Haru sintió un poquito de temor—. ¿O brujería?

—Pero oni-chan no ha mostrado un comportamiento raro.

—Entonces… no deberíamos preocuparnos tanto.

—Pero quiero saber —Kyoko guardó sus dos hallazgos en una cajita—, para conocer a la persona que podría cuidar de mi hermano.

 

Era importante saberlo, ella tenía que asegurarse de que la persona que gustaba de su hermano era buena, porque no quería verlo sufrir, Ryohei no se lo merecía. Sin embargo, más de lo que ya hacía no podía hacer, aunque incluso le pidieron ayuda a Chrome, pero ella se negó algo apenada justificándose en que tenía cosas que hacer con Mukuro, Ken y Chikusa.

Así que los regalos siguieron apareciendo sin falta cada mañana.

 

—Sea quien sea que los haga —comentó Ryohei sin preocupación—, debe ser bueno.

—¿Por qué lo dices?

—Porque solo alguien de buen corazón y espíritu fuerte —mostró su rollito de canela—, puede hacer algo tan delicioso, ¡al extremo!

 

Escucharon algo caer en su patio, pero no hallaron nada cuando salieron a investigar, y ese pequeño suceso se repitió durante dos días más, sin embargo, Kyoko jamás logró hallar más evidencias o rastro de la persona involucrada en las ilusiones de su hermano. Era un poco decepcionante en parte.

 

—Chrome-chan —miró con curiosidad a su amiga que se alejaba a paso rápido—. ¡Chrome-chan!

—Hola —murmuró en voz baja, apretando la bolsa de compras contra su pecho.

—Oh, lamento si te interrumpí —pero su amiga negó—. ¿Haces el mandado? —la vio asentir—. Se ve que van a cocinar algo grande —rio bajito—, ¿es algo dulce?

—¿Cómo lo…? —enrojeció sutilmente.

—Huele a canela… y a vainilla —sonrió—, ¿puedo ayudarte en algo?

—Lo siento —reverenció—, pero tengo que llevar los ingredientes a Mukuro-sama.

 

Una cosa llevó a la otra. Fue una suerte encontrarse con Haru en su camino de regreso a casa, le platicó lo que descubrió de Chrome y de pronto la idea llegó sola. Por eso se hallaban trepadas en un árbol, intentando ver dentro del nuevo hogar de Chrome donde también se hallaban los otros tres chicos de siempre, tratando de certificar si sus sospechas eran ciertas.

 

—Oh no —Haru tembló—, Kyoko-chan… creo que se va a romper.

 

Pero la advertencia fue tarde cuando escucharon el crujido de la rama donde reposaban sus rodillas, cayeron sin remedio sobre unos arbustos y llamaron la atención de dos chicos. Las explicaciones sobraron, el gruñido las alertó, y después solo se hallaron con esa mirada seria que las intimidaba un poco.

 

—Son las intrusas —Ken y Chikusa soltaron a ambas chicas quienes avergonzadas pidieron disculpas casi de inmediato.

—Nosotras solo… —reverenciaron.

—Son tus amigas, ¿verdad? —la voz altisonante del hermano mayor de Chrome las hizo levantarse y mirar.

—Sí, Mukuro-sama.

—Solo por eso no las mataremos —torció una sonrisa ante el pánico de las dos chicas—. Solo bromeaba, kufufufu.

—No sea malo, Mukuro-sama.

 

El susto quedó en segundo plano cuando Haru se dio cuenta de algo, y le susurró a Kyoko para que ella también mirara. Ante sus ojos tenían a aquel hermano con un delantal color celeste con dibujo de lechuzas, manchas de colores, algo de harina en las manos, y por supuesto que Chrome se hallaba en una faceta semejante. No pudieron ahogar su jadeo de sorpresa ni lograron evitar mirarlos por mucho tiempo.

Tuvieron que preguntar.

Chrome enrojeció cuando tuvo que negar ser la autora de los regalos cedidos al mayor de los Sasagawa, de forma que se delató también, porque se le escapó la información de que sí ayudaba en la fabricación de los rollos de canela. Poco después la verdad salió a la luz, porque en ese punto ya nada podía ocultarse, y el mayor de los Rokudo sonrió prepotente mientras galanteaba sus habilidades culinarias.

Porque sí.

Quien dejaba esos regalos para Ryohei… fue Mukuro Rokudo.

 

—Nadie puede resistirse a mi magnificencia, kufufu —se arregló un mechón de cabello.

—Estás presumiendo de nuevo, Mukuro-sama.

—Pero es cierto-pyon —apoyó el rubio, quien robó uno de esos rollitos para comérselo de un bocado.

—Sabe bien —Chikusa también hurtó uno de esos panecitos, aprovechando que el cocinero se hallaba distraído.

—Es que todo se me da bien —sonrió orgulloso.

—Pero ¿por qué mi hermano?

—Porque sí —se cruzó de brazos y rodó los ojos.

—Porque le gusta Ryohei-san —corearon los otros tres integrantes de esa rara familia.

—Ustedes… —apretó el puño derecho y se giró hacia ellos en pose amenazante—, ¿quieren un poco de…?

—A oni-chan le gustan mucho tus rollitos de canela —Kyoko sonrió emocionada—. Gracias por consentirlo.

—Oh, así que le gustan —Mukuro sonrió—, aunque me lo suponía.

—¿Pero no sería mejor si le dices que te gusta directamente? —Haru miró al mayor de los hermanos, mismo que se giró y le dio la espalda.

—Es muy tímido —respondió Chrome con una pequeña sonrisa.

—Eres muy atrevida —golpeó suavemente la cabeza de su pequeña hermana.

—¿Y si te ayudamos? —ofreció Kyoko.

—¿Por qué lo harías? —la miró curioso.

—Porque si te has dedicado en hacerlo feliz por tanto tiempo —sonrió enternecida—, incluso si él no sabía que eras tú…, es porque lo quieres de verdad. Así que me gustaría ayudarte a que expreses tus sentimientos.

—¡Yo la apoyo! —levantó la mano Ken.

—Y yo —siguió Chikusa.

—Yo ayudo —sonrió Chrome.

—Les dije que no necesito ayuda.

—Aunque es divertido ayudar con la preparación —Chrome se acercó a las chicas—, es frustrante no ver progresos.

—¡Entonces empezaremos con la misión! —Haru elevó sus manos—. Haremos que tu hermano confiese sus sentimientos al hermano de Kyoko-chan.

 

Mukuro estaba seguro de que eso sería un desastre, pero mucho no protestó, después de todo, el plan final era ese: conquistar al despistado de Sasagawa Ryohei, a quien coqueteó por más de seis meses y ni cuenta se dio.

 

—Sí, tal vez sea mejor ser más directo —suspiró antes de aceptar esa ayuda.

 

 

 

Notas finales:

 

Un Ryohei x Mukuro porque yolo~

Jajajaj, me reí feo mientras me lo imaginaba.

Espero les haya gustado, aunque sea un poquito~

Veamos si logro terminar el del día 8~

Krat los ama~


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