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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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Era una deidad, una estatua glorificada, el símbolo de la fortaleza y la vida, era el sol.

Le habían enseñado que el dios máximo era aquel que figuraba como una entidad masculina esculpida a imagen de la deidad real, que le debía todo a ese hombre de porte elegante quien extendía sus manos como para brindarles calidez, que tenían que ofrecerle su vida para que se alimentara o hiciera lo que deseara con ellos… porque era su protector, guía, y aniquilador.

Lo adoraba.

Lo amaba.

Cuando cerraba sus ojos por las noches, lo primero que formaba su mente era la figura blanca de mármol frío que detallaba un rostro fino envuelto en una toga romana. Suspiraba y sonreía porque le parecía majestuoso. Cada mañana se despertaba también con la ansiedad de visitar el templo y dejarle flores para expresarle su devoción.

No era el único que hacía eso.

Pero fue el único con la bendición de ser respondido.

Fue una mañana en donde se despertó más temprano de lo normal, cuando en el cielo aun brillaban las estrellas y sus ansias le ganaron. En sus manos llevaba flores y un poco de leche de cabra, sus pies adornados por unas sandalias resonaban sobre la tierra del sendero adecuado, su aliento formaba vaho debido al frío de esa madrugada, pero estaba feliz.

Fue allí donde lo vio.

Era una figura adulta que aparentaba unos veinte años o un poco más, de piel tersa y brillante que destacaba entre la oscuridad y la ligera iluminación de las antorchas del santuario, tenía cabello negro y las dos patillas espirales jugueteaban con la leve brisa. No pudo evitar acercarse a paso lento, impresionado porque era la misma persona retratada en una estatua gigante que ahora ya no estaba, se movió hasta que esos ojos oscuros como la noche lo tomaron por objetivo.

 

—Eres tú, eres el dios del sol —se arrodilló frente a él y soltó su ofrenda.

—Desperdiciar la leche debería ser pecado.

 

La sonrisa gatuna que expresó aquel hombre hizo que Ryohei se tensara, el tono grave de esa voz caló profundo en la mente del joven de cabellos albinos y de mirada grisácea. Sonrió emocionado antes de inclinarse y agachar su cabeza ante tal deidad humanizada, le expresó su respeto y admiración, le suplicó disculpara por desperdiciar la ofrenda, y al final solo escuchó la risita ronca de aquel dios.

 

—Dime tu nombre, muchacho.

—Ryohei Sasagawa, mi señor.

—Bien —caminó hasta estar frente al chico y le palmeó la cabeza—, veo tu alma y admito que la pureza y fuerza que expide me impresionó.

—Yo…

—Te predigo un futuro casi envidiable —sonrió de lado.

—Yo soy indigno de su presencia.

—Solo tengo una advertencia —el azabache se inclinó hasta acuclillarse frente al jovencito de quince años—. El amor que me profesas puede acabar contigo.

—¡Aun así no me arrepentiría! ¡Jamás lo haría!

—Amas a un dios —se relamió los labios—, y sabes que no obtendrás nada de eso.

—Dime ¡¿qué debo hacer para que mi amor te alcance?!

—Primero, deja de gritar —rio suavemente al ver el rubor de esas mejillas—, y segundo… no puedes hacer nada.

—Debe haber algo.

—Pero es algo extremo —siseó.

—¡No importa!

—¿Estás seguro?

—Sí —Ryohei tragó duro, sintió algo de miedo por esos ojos que veían su alma, pero se mantuvo firme en su respuesta.

—Bien… —sostuvo las mejillas de aquel humano y las apretó—. Escucha bien…

—Haré cualquier cosa.

—Quiero tres estrellas.

 

Ryohei escuchó la petición, la forma burlona de ese hombre para repetirle la condición, y después solo respiró profundo cuando lo vio alejarse paso a paso hasta posarse sobre el inicio de su santuario. Perdió el aliento porque poco a poco ese hombre tomó la forma colosal de la estatua. Apreció cómo esa piel lechosa se volvía de blanco mármol y poco después la estatua volvía a su lugar correcto.

Le habían dado una oportunidad.

Solo eso le importaba.

Ni siquiera tomó en cuenta las burlas de las personas a quienes les contó su experiencia, ignoró las advertencias de su delirio. Le dijeron que obtener las estrellas era imposible, pero él no quería escuchar, porque su dios le dio una tarea y una posibilidad. Se aferró a eso cuando se despidió de sus padres y su pequeña hermana, prometiéndoles volver con esas tres estrellas para que el dios del sol y la vida les concediera una sublime sonrisa.

Cumpliría su sueño.

Tardara el tiempo que tardara.

Se esforzaría hasta el punto de ser digno para ofrecerse a aquel dios.

 

—Solo fue una broma, ¿sabes? —el azabache torció una sonrisa cuando bajó al mundo humano solo para explorar.

—Si te cedo esas estrellas —Ryohei siguió haciendo las flexiones que se autoimpuso como rutina desde que salió de casa—, tú corresponderás mi amor.

—Es imposible que lo logres.

—No lo es. Nada es imposible.

—Niño —negó divertido—, morirás antes de cumplir con mi demanda.

—¡No! —se detuvo para mirar esa figura brillante—. ¡Yo cumpliré! ¡Y haré que me ames!

—Llegarás al extremo de tu vida y será un desperdicio.

—¡Cumpliré! ¡Aunque el pedido sea extremo! ¡Lo haré!

 

Dios manipulador, sabio, sádico y caprichoso, así definían al sol, muchos lo hacían, y tenían razón, pero eso lo hacía más interesante, porque aquel dios solo respondía a quienes correspondían a esa personalidad suya. Era satisfactorio. Porque pocos eran los elegidos. Y el chico que vio envejecer por diez años fue el afortunado.

Lo vio crecer año con año, lo vio ganar fortaleza y poder, lo vio ser reconocido como un soñador y un héroe sin ambiciones palpables, lo vio luchar contra todo para cumplir con su objetivo…. Lo amó por eso, porque le dio la diversión que deseó.

 

—¡Respóndeme!

 

Llegó un día que muchos no imaginaron, pero que otros esperaban con casi nulas esperanzas.

Ryohei arribó de nuevo al santuario del dios de su pueblo, y gritó por una respuesta que amablemente le cedieron.

 

—¿Traes mis estrellas? —la deidad tomó la forma humana frente a decenas de ojos—. ¿Las tres? —adoraba la atención que ese niño le trajo y adoró más ver la reverencia general que todo un pueblo le hizo.

—Las tres —reverenció antes de girarse un poco para mostrar su posesión.

—Vaya, vaya —sonrió mientras jugaba con su patilla derecha, observando sus obsequios.

 

Eran tres chicos, de edades que bordeaban los diez a quince años, todos vestidos de finas cedas, con los pies descalzos, adornados por joyas y sorprendidos como todos los demás. Tres estrellas que le reverenciaron respetuosamente antes de sonreírle con amabilidad.

 

—La estrella del norte —Ryohei señaló al mayor de ellos, un rubio de ojos miel—, Dino, oráculo de décima generación, estrella dueña del viento.

—Es un honor —Dino reverenció de nuevo, caminando despacio hasta postrarse de rodillas frente al dios de hebras negras.

—La estrella oeste —el entonces adulto de veintiséis años, sonrió antes de darle la mano al segundo chico—, Tsunayoshi, oráculo de décima generación, estrella dueña del fuego.

—Ante usted pongo mi vida —igual que Dino, postró sus rodillas frente a la deidad, y dejó que el viento meciera sus castaños cabellos que combinaban con sus ojos de un tono más oscuro.

—La estrella del este —Ryohei le sonrió al pequeño chico de rojos cabellos y mirada de fuego—, Enma, oráculo de décima generación, estrella dueña de la tierra.

—Estoy a su servicio, mi señor —con temor se posó entre sus pares, siendo consolado por el castaño quien le dio valor.

 

Se dio un silencio extraño ante la mirada de todos los curiosos que llegaron de poco en poco, atraídos por los extranjeros y uno de sus comuneros que hace años no habían visto. Reborn analizó a las tres estrellas que les cedían como ofrenda, interesado por el aura casi extraña de esas tres personas, satisfecho por todo aquello, pensando si sus hermanos tomarían el regalo de buena forma o si se pelearían por cada uno de esos chiquillos, pero lo importante era otra cosa.

 

—Lo acepto —miró al albino quien sonrió emocionado—, los acepto.

—Lo logré —susurró Ryohei.

—Pero me llevaré también una estrella más.

—¿Qué?

—A ti —el azabache sonrió de lado, estirando su mano en dirección del muchacho de blancos cabellos—, porque en el proceso para traerme la ofrenda… te has convertido en una estrella más. La estrella del sur, dueño del agua.

—Pero yo no soy oráculo ni tengo habilidades ¡extremas!

—Yo te declaro una estrella —dictaminó antes de descender su mano—, y me perteneces.

 

Entonces una brisa se elevó desde el suelo mismo, levantando el polvo y haciendo danzar las telas. El brillo dorado se extendió alrededor de las cuatro estrellas y rodeó a la deidad. Jadeos sorprendidos se dieron entre los humanos normales, y suaves gritos de pánico se dieron en las cuatro estrellas que se elevaron del suelo y sintieron que estaban siendo atraídos por el cielo mismo.

 

—¡Todos ustedes ahora son las estrellas guías!

 

Dino fue el primero en ser envuelto por una estela de brillante luz y desapareció en un instante. Tsuna fue el segundo y poco tiempo tuvo para consolar al asustado Enma que le sostuvo la punta de los dedos antes de tener el mismo destino de los otros dos. Reborn rio roncamente, de forma macabra, haciendo que todos los demás retrocedieran, todo antes de acercarse hasta el muchacho quien cumplió su más estúpido capricho.

Le sujetó la mejilla. Lo admiró un instante. Lo gozó enormemente.

 

—Recuerda que ahora eres mío, niño.

—Sí —respondió firmemente, sin espantarse por su destino.

—Y me llamarás Reborn desde ahora.

—Lo haré.

 

Cuatro estrellas desaparecieron de la tierra humana y se elevaron en el cielo para fulgurar como estrellas guías en los cuatro puntos cardinales. Cuatro seres humanos dejaron de ser algo tan efímero para ser trasladados a la cuna de los dioses y ser ofrecidos a los gestores de la vida misma. Todo en correspondencia a un deseo egoísta y un sentimiento ancestral.

Pero no era malo.

Porque Ryohei obtuvo lo que tanto deseó, porque esa mirada negruzca se adueñó de él, y esas manos acunaron su cuerpo entero. Y aunque de diferente forma, las otras tres estrellas también hallaron en cuna ancestral, su paz eterna. Cada uno fue feliz a su forma.

 

                                

 

Notas finales:

Un Ryohei x Reborn x Ryohei porque yolo~

¿Les pareció interesante?

La verdad le vi potencial, tal vez en un futuro lo expanda a algo más detallado, pero por ahora se queda así.

Muchas gracias por leer~           

Muchos besos~

Los ama: Krat~

 

PD1: Como era época antigua, pues la navidad no la incluí, pero bueno, hubo regalos, ¿o no? XD

PD2: ¿Qué hermano creen que se quedó con Tsunayoshi, Dino y Enma?


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