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El regalo perfecto. por 1827kratSN

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Debió estar muy loco cuando aceptó que ese herbívoro le gustaba, pero después de un año en esa relación, ya le daba igual. Suponía que para aquel perro faldero era un caso similar. Aunque también culpó al incidente de los cerezos y a las veces que se ayudaron mutuamente a curar sus heridas de batalla, sin hablarse siquiera, solo siendo silenciosos compañeros de…

Ahora que recordaba. Olvidó golpearlo muy fuerte porque el idiota se hirió gravemente por una simple pelea con un herbívoro ruidoso.

Pero ese no era el asunto esencial.

Ni siquiera le importaba el leve alboroto de la ciudad dado por las festividades venideras.

Lo que lo tenía estresado era simple y llanamente: la invasión a su cocina.

 

—Azúcar glass, más azúcar —leía mientras se recogía el cabello en una coleta baja—, leche, jarabe de maíz, sí, sí —se acomodó los lentes una vez más antes de recoger sus mangas.

—Herbívoro —murmuró soportando las ganas de lanzarle su tonfa.

—Todos los ingredientes listos —siguió con los suyo mientras revisaba todo lo dispuesto en el mesón.

—Herbívoro —repitió entre dientes, intentando respirar.

—¿Qué carajos quieres, friki de las peleas?

—¿Quién dijo que podías entrar a mi casa sin permiso?

—Para eso me diste tus malditas llaves —Gokudera hizo una mueca—. Ahora cállate que intento concentrarme.

—Te voy a morder hasta la…

—Uy sí —lo miró unos segundos—, la última vez que dijiste eso no pude levantarme de la cama al día siguiente —gruñó por lo bajo—, pero ahora estoy ocupado, así que te aguantas.

—Largo de mi cocina.

—Me debes esto, carnívoro —sonrió de lado—, ¿o acaso olvidaste lo de…?

 

Se armó una pequeña pelea en esa cocina, en realidad siempre se armaba una pelea entre ambos, cosa normal en un inicio pero que con el pasar de los meses se transformó en genuina tensión sexual —así lo llamó Mukuro, y el cabrón tuvo razón—, que desembocó en que el súper poderoso prefecto de Namimori declarara a Hayato Gokudera como su posesión personal. Cosas más cosas menos.

Pero en ese momento lo que importaba era que Hayato tenía cosas que hacer, y no estaba de humor para soportar las mordidas y los besos salvajes que aquella nube solía darle —en el fondo le gustaban, pero jamás lo diría—. Tenía que cocinar y para eso estaba ahí, ya se lo explicó a esa bestia, sin embargo, Hibari no cedía, y la razón era simple.

 

—Eres un desastre —le gruñó forcejeando para tomar la funda de los ingredientes.

—¡Lo haré bien! ¡Leí y me aprendí la receta!

—Destruirás mi cocina.

—¡Mierda! —empujó al más alto y se colocó en pose de defensa—. Ya te dije que me la debes.

—Si no quieres morir, vas a dejar todo intacto.

—Si quieres, supervísame y ayúdame entonces, ¡maldita sea!

 

Dos delantales bien colocados después, nube y tormenta se hallaban frente a sus ingredientes y las bandejas, listos para empezar. Kyoya iba a intervenir en lo mínimo —eso planeaba—, porque quería asegurarse de que sus cosas no terminaran quemadas o explotaran. Gokudera estaba feliz y entusiasmado porque haría los mejores bastoncitos de caramelo para que su jefe fuera feliz en esa navidad.

Había que mencionar que a Hibari no le gustaba esa adoración insana que Gokudera tenía por el Sawada, y si bien la toleraba porque el omnívoro le aclaró que él y Hayato eran solo amigos, no quería decir que estuviera del todo satisfecho con eso. Lo malo era que no podía cambiar a Hayato, era el trato, porque de esa forma también lo dejaban en paz, con todas sus virtudes y salvajismos.

 

—El azúcar se debe hervir con… —Gokudera colocó lo dicho en una olla que halló por ahí.

—Esta no —detuvo a tiempo, haciendo una mueca.

—¿Por qué?

—Usa esta —el azabache entregó una olla de acero inoxidable—, así no tendremos un desastre al final.

—Oh, ¡gracias! —sonrió antes de continuar.

 

Hibari suspiró, sabía que eso sería más pesado de lo que parecía, porque tenía que evitar al desastre que tenía junto a él. Lo malo fue que terminó intercediendo en casi todo y cuando maleaban el caramelo empezó a empalagarse solo con el aroma. Iba a tirar todos eso, quiso hacerlo, pero si lo hacía el idiota de su novio le haría un escándalo y probablemente se iría a pedir ayuda al herbívoro sonrisitas.

 

—Eso jamás —dictó en voz alta.

—¿Otra vez divagas mentalmente? —se quejó mientras estiraba el caramelo amarillo.

—Hum…

—No me murmures —chistó—, sabes que lo odio.

—Tú odias todo.

—¡A ti no te odio! —se tensó por lo que dijo y gruñó—. No escuchaste eso de mí.

—Yo no —sonrió de lado—, pero él sí —miró a la avecilla que estaba posada encima del microondas.

—¡¿Qué diablos?! —maldijo ente dientes porque esa ave era como una grabadora andante y repetía las cosas más vergonzosas que decía por error—. Ni se te ocurra —le golpeó con el codo.

—Rétame, herbívoro.

—¿Qué quieres para que esa maldita ave jamás lo repita?

 

El último bastón de caramelo fue colocado en la bandeja, fue por eso que Hibari acorraló al albino contra la pared de su cocina y le quitó el aliento sin dejarlo siquiera quejarse. Porque estaba estresado y eso lo aliviaba un poco, además, le gustaba ver el sonrojo notable en esas mejillas y esos labios temblando de coraje. Placeres pequeños que disfrutaba.

 

—¿No puedes esperar hasta la maldita noche? —se quejó cuando lo dejaron respirar y sintió una mano curiosa por la piel de su cintura.

—No.

—¡Eres un maldi…!

 

Dos besos después la cosa cambió, pero eran detalles que solo sabían esos dos… y el silencioso testigo de plumaje amarillo que dormitaba ignorando el escándalo.

Al final los bastones navideños de caramelo fueron del completo gusto de Tsunayoshi. Hayato se ofreció a hacer más, y Hibari disfrutó de castigar a su pareja por ofrecer estupideces en las que indirectamente se vería involucrado.

En parte, todos salieron ganando.

 

 

 

Notas finales:

 

Hibari x Gokudera, porque yolo.

Me estaba riendo mientras lo hacía y espero que ustedes también.

Krat los ama~

Besos~

PD: Pueden seguir dejando sugerencias, iré anotándolas en orden… aunque no aseguro que los OS vayan saliendo de la misma forma. Perdón por eso~


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