Los labios de Sheng se adelgazaron. Se quedó en silencio por un rato, mirando entre Seung y Sirri antes de decir:
- ¿Qué quieres?
- Deja de torcer la opinión pública contra nosotros. Esa es nuestra primera demanda.
- ¿La primera? ¿Supongo que hay una segunda?
- Limpiarás nuestro nombre del asesinato del Príncipe- Consorte Eddie - dijo Seung. - Mientras nos culpen del asesinato de un consorte real, el Consejo ni siquiera nos escuchará. Seremos arrestados en el acto.
Sheng miró a Seung por un largo momento.
La inquietud torció las entrañas de Seung, sus instintos gritaban que algo estaba mal. Él tuvo la extraña sensación de que Sheng estaba en su mente, a pesar de que sus escudos estaban totalmente en alto y sin daños. Frunciendo el ceño, Seung se concentró en sus escudos y la extraña sensación desapareció. Él debe haberlo imaginado.
Sheng sonrió. Era una expresión extraña y discordante que parecía completamente fuera de lugar en su rostro en blanco.
- Muy bien - dijo, algo así como una diversión fría brillando en sus ojos. - Ahora deja ir a mi aprendiz.
- No tan rápido - dijo KangIn cuando el niño trató de liberarse. - No lo recuperarás hasta que mantengas tu parte del trato.
La expresión de Sheng se volvió áspera.
- No me voy sin mi aprendiz.
Seung pensó que era repugnante ver la adoración con que el chico miraba a su maestro, como si las palabras de Sheng significaran algo más que su falta de voluntad para mantener su parte del trato. Seung casi sintió pena por el pobre niño antes de recordar las palabras de Sirri. DongHae no era un niño inocente.
También era capaz de manipular y engañar a la gente para que lograra sus medios.
Eso no significaba que el niño todavía no pudiera ser salvado si lo alejaban de la influencia de Sheng.
- Lo siento, querido, pero entiendes que no podemos simplemente confiar en tu palabra.
Dijo Sirri con dulzura.
- Yo tampoco puedo confiar en ustedes - dijo Sheng. - ¿Cómo sé que dejarán ir a mi aprendiz incluso si hago lo que dicen?
- No lo sabes - estuvo de acuerdo Seung. - Pero la diferencia es que no puedes hacer nada por nosotros. No te interesa decirle al Consejo dónde está la base de los rebeldes. No quieres que nos encuentren. Eso destruiría el orden social que el Alto Hronthar pasó milenios estableciendo. Si otros calluvianos ven cuánto más fuertes somos, se asustarán. Probablemente habrá guerra, y los calluvianos ya no querrán ser encadenados por sus vínculos infantiles, mientras que los odiados "rebeldes" son mucho más fuertes. Perderás el poder ilimitado que ahora disfrutas.
Los ojos de Sheng se enfriaron mientras hablaba.
-Entonces, ¿Por qué debería hacer algo por vosotros si todo termina igual, de cualquier manera?
Seung vaciló. Miró a KangIn y Sirri, sabiendo que estarían enojados. Pero lo había estado pensando durante mucho tiempo. Sheng tenía razón: no tenía ningún incentivo para ayudarlos.
Pero se le podría dar uno.
- Podríamos ayudarnos unos a otros.
Dijo Seung.
A diferencia de sus amigos, tenía que pensar en el panorama general, a pesar de su disgusto por todo lo que representaba el Alto Hronthar. Era el gobernador de Tai'Lehr. Era responsable de las vidas de millones de personas. La verdad era que no podían permitirse una guerra total contra un planeta de alta tecnología como Calluvia. Serían aplastados como insectos.
Ignorando las desconcertadas miradas de KangIn y Sirri, Seung se encontró con los ojos de Sheng.
- La diferencia es que, si nos ayudas a restaurar nuestra reputación, no le recordaremos al Consejo la razón original por la que nuestros antepasados se rebelaron. No les recordaremos al ex miembro del Alto Hronthar que estaba disgustado por la sed de poder de su Orden, por la red de engaños que la Orden entregó al Consejo, utilizando sus temores contra ellos. Si el Consejo realmente acepta a los Tai'Lehrianos, no habrá guerra, y si no hay guerra contra los telépatas poderosos, los calluvianos tendrán pocas razones para querer romper sus vínculos. Dejaremos la Orden en paz, y podrás mantener la mayor parte de tu poder si juegas bien tus cartas.
Sirri hizo un ruido de protesta, pero Seung no la miró.
Observó el sutil cambio en los ojos de Sheng. En realidad, lo estaba considerando. Bien.
- Como muestra de buena voluntad, dejaremos ir a tu aprendiz - dijo Seung, ignorando el ruido de protesta de KangIn esta vez. - Piensa en mí oferta. Trabajar juntos sería beneficioso para los dos. Es la única forma que no implica grandes pérdidas para los dos.
Lentamente, Sheng asintió.
- Lo pensaré - dijo antes de mirar a su aprendiz- Hae.
El chico prácticamente corrió hacia él. Hae agarró la muñeca de su maestro, quien activó su transpondedor, y se teletransportaron.
- ¿Estás fuera de tu mente?
Sirri gruñó, volviéndose hacia Seung.
- No deberías haberle dado el niño.
Dijo KangIn al mismo tiempo.
Ignorándolos, Seung miró a su alrededor.
- También deberíamos ir a casa. No es seguro permanecer aquí ahora que no tenemos a DongHae como rehén.
Sirri resopló.
- ¿Por qué, pensé que ahora eras el mejor amigo de ese tipo?
Seung la miró fijamente y activó su transpondedor, sabiendo que, a pesar de todas sus quejas y gruñidos, harían lo que le ordenaban. Siempre lo hicieron.
La próxima vez que abrió los ojos, estuvo en la estación orbital nuevamente, por primera vez en más de un mes. Miró las paredes grises y cerró los ojos, tratando de adaptarse al silencio resonante en el fondo de su mente.
Logró que sus rasgos se convirtieran en una expresión neutra cuando Sirri y KangIn se materializaron junto a él.
- ¿Y ahora qué?
Dijo Sirri.
- Ahora vamos a casa y afinamos nuestros planes mientras esperamos.
Dijo Seung, sin mirarla a los ojos.
Casa.
No se sentía como si estuviera yendo a casa.
- ¿Y si el Gran Maestro no acepta tu oferta?
Seung dijo bruscamente:
- Él lo hará.
Se dirigió hacia el hangar, tratando de no pensar en lo que haría si Sheng no lo hiciera.