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30 días por Verde Lima

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Héctor tenía un puñado de papeles por delante, aquel encuentro desde luego no era para nada lo que había imaginado.

Cuando había leído estudio, había pensado que era un eufemismo para practicar mucho sexo sin compromiso. Lo que no esperaba era que el estudio fuera cierto.

Los papeles que tenía por delante lo demostraban. Una lista de prácticas sexuales, muchas de las cuales ni siquiera sabía en qué consistían. Con una casilla para marcar si consentía o no.

Una serie de instrucciones, lugares, duración, fin mismo del estudio.

Luis, como se había presentado, estaba en esos momentos pidiendo su propia bebida en el mostrador.

Lo podía ver a lo lejos, no sabía que tuviera un tipo exacto, pero sin duda acababa de dar con el suyo. Alto, con el pelo castaño casi rubio, de espaldas no desmerecía a su parte frontal. Un rostro serio pero apuesto, que cuando sonreía le dejaba desarmado. Todo eso antes de que le diera el dossier con toda la información.

En su momento actual, cuando su pan de cada día era hacer infinitas entrevistas de trabajo, esto se le asemejó muchísimo. Y aunque era familiar, también se sintió expuesto, ¿y si no daba el perfil aquí tampoco?

Intentó apartar esos pensamientos de su mente, y se concentró en la lectura.

Fue marcando aquellas que conocía y que aceptaría, otras las buscó en su teléfono móvil para saber de qué se trataban. Cuando estaba viendo la imagen de un cuerpo suspendido en el aire siendo penetrado con un juguete anal, se dio cuenta de que no estaba solo.

Luis bebía su café y le miraba con intensidad.

Cerró la pantalla rápidamente.

—¿Tienes dudas?—preguntó, su voz grave, era algo que acariciaba su piel de un modo extraño.

—Algunas—contestó—, tendría que estudiarlas mejor antes de decir que sí a ellas o rechazarlas.

—Me parece lógico.—Se había quedado suspendido en sus ojos verdes claros, como si nadara en ellos—. No hace falta que lo rellenes ahora todo, incluso puede que haya cosas que más adelante te puedan atraer aunque ahora no lo hagan. El sexo es algo flexible, como puertas que se van abriendo cuando cruzas la anterior.

Héctor asintió, le pareció muy acertada la comparación, y él solía ser una persona con la mente realmente abierta.

—El estudio que estamos llevando a cabo te expondrá a situaciones, fantasías sexuales, más o menos estándar y otras que van un paso más allá—continuó Luis—. La idea es recoger tus pensamientos, tus sensaciones en un diario que luego nos darás.—Su postura relajada le hacía ver que no era la primera vez que explicaba aquello, y una parte de Héctor se molestó con ello, aunque ya hubiera supuesto que él no sería el único.

—Entiendo—no quería parecer un idiota con la boca abierta.

—Mientras menos sepamos de ti en este momento será mejor, tus datos los guardaremos para estadísticas posteriores—le miró un poco más fijo—¿Eres mayor de edad, cierto?

Héctor hizo su mayor esfuerzo para no rodar lo ojos, siempre con lo mismo.

—Sí.

—Eso y unos análisis de ETS recientes es lo único que vamos a saber.

—Suena lógico.

Esta fue la ocasión para que Luis alzara sus cejas.

—El sexo y la lógica, no siempre van por el mismo camino.—Sonrió con su perfectos dientes blancos.

Héctor tragó saliva con dificultad. No era un adulto como tal, aún vivía con sus padres, no tenía trabajo ni un futuro claro. Pero tampoco se consideraba un niño ya, y su capacidad para "leer" a los demás estaba fallando en ese momento.

Luis parecía una persona seria, el típico treintañero profesional que trabajaría para una multinacional, seguro de sí mismo y atractivo, sin duda. Pero era esa sonrisa, una sonrisa de lobo, esa sonrisa invitaba y a la vez le hacía pensarse mucho en qué estaba a punto de meterse.

La idea de recoger sus pensamientos, aquello que sentía con cada una de las prácticas, junto a Luis, fue una de las cosas que más le llamó la atención. Era extraño, pero era algo que él mismo ya hacía.

—¿Para qué es este estudio?—preguntó pasando el momento de soy un lobo y voy a devorarte.

—Trabajo para una página de experiencias sexuales—explicó tranquilamente—, y estamos implementando una nueva variante. Lo que me lleva al siguiente punto.

Héctor tenía los papeles en las manos aún, y aunque él se estaba muriendo por dentro tenía muy ensayada su pose de tranquilidad exterior.

—Puede ser un estudio remunerado, como cualquier otro. Pero entenderás que las prácticas pudieran rayar los límites legales de la prostitución, por lo que solemos ofrecer otro tipo de pago.

—¿Qué sería?

—Formación, viajes, incluso donarlo a una ONG—concluyó.

Recibir dinero por sexo era sin duda una variante de la prostitución y que eso estuviera contemplado en el acuerdo le hacía sentir en cierto modo incómodo.

Necesitaba dinero, por supuesto, quería independizarse, pero no era lo que había buscado al ir a aquella cita en cualquier caso.

—¿Puedo renunciar a eso?—preguntó.

No había sonrisa del otro lado, solo la sensación líquida de su mirada.

—Por supuesto. Hacer esto de un modo voluntario le quita el componente del interés económico y nos deja solo las sensaciones que vas a experimentar.

—Muy bien.

—Bien. ¿Te interesa?

El teléfono móvil de Héctor vibró, era Laura, no le había escrito como habían acordado, y le pareció el momento perfecto para tomarse un respiro, para pensar. De lo contrario hubiera dicho en ese momento que sí. Agradeció a su amiga la oportunidad de oxigenar su cerebro.

—Discúlpame, tengo que contestar—dijo levantándose y separándose de la mesa donde ambos estaban.

—Estás vivo—escuchó la voz de Laura cuando descolgó.

—Sí, es mucho más intenso de lo que esperaba.

—Vete—le sugirió.

—No es ese tipo de intensidad, me gusta, Laura—confesó, sus pasos le habían llevado hasta los baños, estaban abiertos, miró hacia atrás y aunque no había nadie, pensó que esa conversación no quería que nadie la oyera.

—No es feo...

—No es solo que no sea feo, no es para nada feo, es lo opuesto a ser feo en esta vida—dijo con vehemencia. Se miró en el espejo, tenía las mejillas sonrojadas.

—¿Entonces cuál es el problema?—la pregunta de Laura era complicada de contestar. ¿Cuál era el problema? Veía varios, el más importante era que aquello no solo iba de sexo sin compromisos, aunque Luis le parecía sumamente atractivo veía todo muy frío y él era alguien que no soportaba las cosas frías e impersonales. Por otro lado, había algo que le decía que no entrara, era lo mismo que le decía que lo hiciera y eso le estaba también poniendo nervioso.

—Es sexo sin compromiso, y eso no está mal... pero tiene fecha exacta de fin.

—¿Cómo con fecha de fin?—dicho a alguien que no sabía de qué iba el asunto sonaba raro, pero por algún motivo no quería confesarle de qué se trataba, ¿le daba vergüenza? ¿Decirlo en voz alta haría que se diera cuenta de la locura que iba a cometer?—¿No vive en Madrid? ¿Solo está por vacaciones?

La mente de su amiga rellenaba los vacíos en los que él no había pensado.

—Sí.

—Y te gusta.

—Sí.

—Pero te da miedo engancharte de él.

—Totalmente.

—Es complicado...—dijo Laura. Héctor se rió al ver que ambos habían llegado a la misma conclusión.

Estaba mirándose en el espejo cuando la puerta se abrió lentamente. No la había cerrado y por ella estaba entrando Luis, Héctor se quedó mudo. Aquella situación era algo que no había calculado cuando entró en el aseo. La mirada verde agua se reflejaba en la superficie del cristal.

Laura le estaba hablando pero él no la estaba escuchando, estaba más pendiente de como Luis se aproximaba a él. Despacio, muy despacio.

No es que fuera un baño grande precisamente, pero a Héctor le pareció que nunca acababa de llegar. Hasta que sintió como si solo daba un paso más hacia él se pegaría a su espalda. Un paso que estaba deseando que diera. Se mantenían las miradas a través del espejo, hubiera podido moverse, poner distancia entre ellos, pero solo esperó.

Finalmente lo sintió pegado contra su cuerpo, su espalda cubierta por su altura, la curva de su trasero por su entrepierna, incluso sus piernas tenían su porción de él. Los vellos de su cuerpo se erizaron.

Aún con el móvil en la oreja, mirándolo a través del reflejo, veía como se inclinaba contra él apretándolo contra el lavabo.

Sus ojos conectados cuando bajó sus labios a su oído, y besó la suave piel.

Dejó escapar un gemido que había estado encerrado en su pecho.

—Héctor... Héctor... ¿qué pasa?

—Luego te llamo.—No dijo nada más colgando de modo brusco la llamada. Pero ya no era capaz de pensar en nada que no fuera lo que allí estaba pasando.

—Héctor—susurró Luis contra la piel de su cuello, lo que le arrancó un nuevo gemido. Besó y lamió cada centímetro de la piel que iba encontrando hasta llegar al inicio de su camiseta.

Las manos grandes y cálidas, le sujetaban de las estrechas caderas, pudo sentir que no era el único excitado allí. Y mirándose de nuevo en el espejo deseó con todas sus fuerzas más, mucho más, todo lo más que pudiera darle en ese momento.

Arqueó la espalda frotándose contra Luis, que le acompañó en los movimientos.

—Quiero follarte—susurró en su oído—. Desde que te he visto ahí sentado quiero follarte hasta que no puedas ni andar.

Un fuerte tirón de su propia entrepierna le contestó, él quería lo mismo. Desde el momento en que lo vio, y eso solo iba incrementando cada vez más.

—Sí—gimió cuando una de sus manos exploraron su cuerpo, subió y bajó por él, acarició por encima de la camiseta sus pezones endurecidos por la excitación. Los incitó con sus dedos abandonándolos para ir hacia abajo, más hacia abajo. Su abdomen que se movía por la rápida respiración, su entrepierna claramente dura a través del pantalón, allí se quedó. Con una mano grande sobre ella, le recorrió, le estrujó y le hizo suplicar por más.

—La puerta está abierta—dijo Luis mirándole reflejado, sus ojos verdes antes del color del mar claro eran mucho más intensos ahora, y Héctor se dio cuenta de lo que eso significaba. Se tensó de inmediato pero Luis empezó a masturbarle propiamente sobre la ropa—. Cualquiera puede entrar y vernos.

—No... espera.

—Quiero que lo disfrutes así, que alguien pueda verte, que alguien entre y vea como te toco.

Fuera de lo que Héctor hubiera imaginado esas palabras le excitaron muchísimo. Con un ojo en la puerta y otro en lo que podía ver reflejado se dejó ir en las caricias de Luis. Constantes y certeras. Su cuerpo se curvó de nuevo encontrando la entrepierna del mayor completamente endurecida. La idea loca de hacerlo allí se le cruzó por la cabeza.

Escucharon unos pasos y el corazón le latía aún más fuerte, Luis metió su mano dentro del pantalón acariciando la piel de su polla, masturbándolo a conciencia.

Se dio cuenta de que le daba igual que alguien entrara, de que alguien le viera. Le gustaba la idea de que alguien viera cómo le masturbaba Luis, como se frotaba contra su culo y correrse cuando la persona desconocida se diera cuenta de lo que estaba pasando.

—Me voy a correr si sigues así—le jadeó loco de placer. Quería hacerlo pero también quería que durara, que no se despegara de él que le susurrara lo obsceno de la situación.

La puerta se entreabrió levemente y Héctor se corrió sobre la mano de Luis y su ropa interior. Cuando la puerta se abrió completamente un chico asiático miraba su teléfono móvil embobado hasta el punto que no se dio cuenta que había dos personas dentro, Héctor sobre en lavabo tratando de calmarse. Luis se había movido hasta el urinario contra la pared.

Cuando el chico alzó el rostro de la pantalla, se excusó y esperó fuera a que quedara libre.

Héctor salió primero aún bajo los efectos de lo que había sucedido dentro. Sus mejillas sonrojadas no hubieran engañado a nadie que le estuviera mirando. Por suerte, había poca gente en esa zona, volvió al lugar que habían ocupado, porque tampoco sabía qué más hacer.

Al poco, se sentó delante de él Luis, como si no hubiera estado en ese baño, parecía del todo normal. Hasta que le sonrió con los ojos mientras daba un sorbo de su café.

 

—¿Aceptas?—preguntó de nuevo, retomando una conversación que habían dejado a medias.

¿Qué si aceptaba? Se estaba poniendo de nuevo duro y estaba por decirle que lo hicieran en cualquier sitio, le daba igual, pero que era con carácter urgente.

No debería tomar la decisión en caliente, nunca mejor dicho, pero era casi incapaz de acordarse en esos momento por qué había estado dudando.

Luego, lo pensaría luego.

Tenía la boca seca, pasó la lengua por sus labios y pudo ver el brillo en los ojos de Luis, el deseo seguía allí. Fuerte y costaste como lo había visto reflejado contra el espejo del baño.

—Sí, acepto.—Se tomó un minuto para mirarle, como si hubiera pensado que le diría que no. Incluso ¿le dio la sensación de que había deseando que no aceptara? Aquello le confundió un poco.

—Muy bien.—Sacó más papeles que puso por delante de Héctor. Como un guión de como debía proceder—Tendremos sesiones diarias durante 30 días. Principalmente serán por la tarde-noche. No trabajas, ¿no?

Aquello le sentó mal aunque no había dicho nada que fuera ofensivo, quizás era su susceptibilidad con el tema, o que no había ni rastro del deseo que les había unido hacía escasos momentos. Todo era muy "profesional" de nuevo y recordó los motivos que se le habían pasado por la cabeza para no aceptar.

Negó y Luis continuó.

—A veces serán sesiones cortas y otras más largas, la duración no será precisada con anterioridad como parte del estudio. Pero no será nada que te impida vivir tu vida como hasta ahora.

"Lo dudo" pensó Héctor para sí mismo, pero no dijo nada, tan solo asentía una a una las instrucciones que Luis le iba dando.

A punto de que su cerebro llegara a desconectar para sumergirse en sus propias divagaciones, Luis paró el discurso.

—¿Tienes alguna duda?—preguntó trayéndome de vuelta.

—¿Cuándo empezamos?—¿Había sonado tan desesperado como a él le había parecido?¿Había sido tan distinto a decir "fóllame ya"?

Otro silencio, otra larga mirada.

—Ya lo hemos hecho.—Obviamente, claro que lo habían iniciado, él también había estado allí—Tengo tu teléfono, mañana a lo largo de la mañana te llamaré y te diré la hora y lugar y si necesitas saber algo más.

Volvió a asentir, aunque era más dado a la introspección que a la verborrea, incluso para él estaba rayando los límites del mutismo.

Luis le miró esperando algo más. Así que se esforzó por sacar algo de dentro.

—De momento no tengo dudas, si me van surgiendo te iré preguntando.—No pudo evitarlo y añadió—Yo también tengo tu teléfono.

Una pequeña sonrisa cubrió los labios de Luis, parecía muy conforme con el asunto.

 

Se levantó, y Héctor se dio cuenta de que no quería que se fuera, ¿hasta mañana? Eso era mucho tiempo.

—Escribe lo que has sentido hoy, en ese baño—le dijo cuando estaba por irse.

Él asintió notando una pequeña ansiedad por su marcha. Pero antes de abandonar el lugar, dobló el tronco bajando hasta donde Héctor estaba sentado. Y le sorprendió con un beso en los labios, en el baño no se habían besado, había sido excitante y muy morboso pero no había habido la intimidad de un beso. Y aunque no duró mucho, se dio cuenta que cuando se separaron y lo vio marcharse, él estaba sonriendo aún.

No dejó la cafetería por un buen rato, no podía levantarse en cualquier caso. Estaba excitado sin duda, pero nada que no pudiera esconderse.

No, ese no era el problema. El problema era que después de más encuentros de los que había llegado a confesarle a nadie, aquel le había dejado con las piernas aún flojas y la sensación de irrealidad.

Solo había sido una paja en un baño, ni si quiera había sido la primera en su vida. Pero había sido tan intenso todo, el deseo había escalado por su cuerpo de tal modo que le costó más de media hora recuperarse mínimamente.

De lo sucedido dentro del baño. De lo que había acordado. De Luis, joder, de Luis, no dejaba de ver sus ojos verde agua, de recordar el deseo líquido en ellos y reanudaba su taquicardia. Pero aún más nervioso y anhelante le tenía su próximo encuentro. La anticipación durante todas esas horas iban a ser una tortura.

 

Cuando vio al chico asiático del baño mirarle fue la señal de que era el momento idóneo para marcharse a su casa, pero en cuanto se levantó se dio cuenta de que las pruebas del delito estaban aún en su ropa interior.

Sí, debería avergonzarse pero solo pudo sentir un calor anticipatorio y el regocijo de que acababa de abrir una puerta desconocida pero demasiado atractiva.

¿A dónde le conduciría la siguiente puerta?

 


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