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Yo los declaro marido y Menma por shiki1221

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Cap 4: Desayuno estilo Uchiha

Desde hacía algunos años, a Charasuke le resultaba difícil mantener una larga visita a sus padres adoptivos. Sus tíos eran personas muy agradables y siempre serían los únicos padres que conoció, pero no dejaba de ser un problema el desacuerdo que tenían respecto a un tema: su trabajo. Ellos siempre habían intentado disuadirlo de su sueño. Le incitaron a buscar otro tipo de trabajo, se ofrecieron a pagarle la universidad que él eligiera para que no tuviera que trabajar mientras estudiaba. La única condición era que no fuera bombero. Sin embargo, desde que se enteró de que su padre biológico fue uno, esa había sido la única profesión que deseaba seguir. No podía decir que fue una pelea como tal, fue más bien una discusión donde expusieron sus opiniones y dejaron claras sus posturas. Le resultaba incómodo visitarlos por la parte donde le preguntaban: ¿qué cuentas de nuevo? ¿Qué has hecho últimamente? Sus mejores anécdotas, las más emocionantes y que lo llenaban de orgullo producían gestos de angustia en sus tíos. Pese a usar palabras bonitas para elogiar su trabajo, sus ojos no dejaban de verse mortificados cuando relataba como saltó a un edificio en llamas a rescatar personas, o siniestros similares.

―Es una suerte que Itachi también esté de visita ―mencionó Fugaku mientras sonreía.

―Es una alegre coincidencia tener a toda la familia reunida ―acotó Mikoto sirviendo té, tostadas y demás antes de sentarse a la mesa a desayunar también.

―Sólo quieren al polígrafo humano para analizarme como siempre ―bufó Charasuke cruzándose de brazos. Pese a que Itachi en ocasiones ayudaba en la empresa de su padre, su verdadero trabajo era policía.

―¿Nos puedes culpar? ―interrogó su tío con seriedad mientras untaba de mermelada una tostada―. Cuando te preguntamos acerca de tu trabajo siempre hablas de lo bien que salió y luego nos enteramos por terceros que estuviste hospitalizado, que te rompiste algún hueso…

―O que te dispararon ―le recordó la fémina acongojada de sólo recordarlo.

―O casi apuñalado por un loquito ―mencionó Sasuke tomando su vaso de leche.

―¡¿Apuñalado?! ―gritaron los adultos con clara sorpresa y espanto.

―¿Cómo te enteraste de eso? ―interrogó el bombero mirando a su primo con molestia por chismoso.

―El Dobe me lo dijo ―respondió el infante con naturalidad. Sin entender del todo el miedo de los adultos―. Es una suerte que tu novio te cuide. ―Luego de decir esto miró a sus padres y hermano para agregar―. Menma-san evitó que lo lastimaran.

―Uchiha Charasuke ―llamó Fugaku con firmeza, siendo esa la señal de que le convenía ir soltando la sopa de ese tema.

El mencionado soltó un largo suspiro. Ahí estaba la principal razón de mantenerse callado. Sí, su trabajo era muy peligroso, pero indispensable. Alguien tenía que hacerse cargo de ayudar a quienes lo necesitaran y él era ideal para eso. Algunos de sus compañeros de trabajo como Menma tenían esposa y/o hijos esperando su regreso, por lo cual no podían morir. Por muy noble que fuera el gesto, no podía dejarlos perecer de esa manera, destrozarían sus familias. Él ni siquiera tenía padres biológicos, por lo que tampoco había mucha pérdida por ese lado. Sus tíos hicieron un gran trabajo criándolo, pero tenían dos hijos propios. Él sólo era su sobrino. No es como si realmente estuvieran perdiendo a un hijo o sus primos a un hermano. Ellos eran una familia perfectamente completa con o sin él. No había diferencia. Era todo lo contrario a Menma. Él tenía padres y un hijo para quienes era único e irremplazable, pues Uzumaki era unigénito. Dejó de lado su corta reflexión sabiendo que debía explicar ese pequeño incidente.

―Hubo un incendio en la cocina de una casa donde se estaban preparando sustancias ilícitas ―comenzó a hablar rememorando un poco aquel día―. Ingresamos a apagar el fuego ocasionado por las reacciones químicas de las cosas que estaba mezclando. El fabricante estaba muy drogado y sacó un cuchillo con el que intentó apuñalar a varios, no sólo a mí ―corrigió mirado significativamente a su primo menor―. Menma logró tumbarlo y desarmarlo antes de que hiriera a alguien. Afortunadamente todos salimos bien y completamente ilesos.

―Tienes suerte de tener un novio tan confiable ―suspiró Mikoto mostrando un claro gesto de alivio.

―¿Apoyan mi orientación sexual desviada, pero no mi trabajo? ―interrogó Charasuke arqueado una ceja.

Aunque estuviera fingiendo ser homosexual y mantener una relación con Menma, no dejaba de sentirse algo ofendido por sus reacciones. Le dolía un poco en su orgullo masculino saber que ellos ya vaticinaban su “salida del closet”. Eran los segundos que veían algo que no existía entre ellos. ¿Acaso dos hombres no podían ser buenos amigos sentimentalmente cercanos sin que todos los tacharan de homosexuales? Quiso bufar de disgusto, pero se contuvo. Mas, fue algo que los ojos de Itachi sí captaron. Su trabajo como detective de la policía le facilitaba leer a las personas. En los interrogatorios era sumamente importante ver los pequeños detalles para delatar mentirosos. Oír con atención cada palabra en los testimonios dados en busca de la contradicción y error. Su querido hermano había cometido un fallo interesante. Cualquier persona homosexual temería ser descubierta por su familia, se sentiría temerosa por el rechazo y al verse descubiertos, pero aceptados, lo natural era el alivio y el agradecimiento. Charasuke en cambio parecía irritado por la comprensión mostrada. Eso era señal de tener un gato encerrado al que debía liberar.

―Ser homosexual no mata, ser bombero sí ―afirmó Fugaku con seriedad.

―En algunos países es ilegal y sí, matan a las personas que no sean heterosexuales ―rebatió su sobrino con un gesto de fastidio.

―Nuestro país no es uno de esos ―agregó su tío con una sonrisa calmada antes de beber un poco de café―. En Japón siempre ha existido el Shudo. Sería hipócrita caer en prejuicios extranjeros cuando nuestros mejores guerreros lo practicaron. Hay múltiples poemas alusivos al tema.

―¿Qué es Shudo, papá? ―cuestionó Sasuke mirándolo con curiosidad.

―En la época de los samuráis, habían relaciones muy estrechas entre compañeros de armas ―habló tergiversando lo menos posible, pero evitando hablar de las relaciones sexuales entre maestros y alumnos―. Se podría decir que eran muy buenos amigos que confiaban el uno en el otro. Compartían armas en el campo de batalla y cuando todo terminaba tenían… ―pausó para buscar una palabra adecuada―. Noches donde dormían en la misma cama ―finalizó orgulloso de evitar todo lo que fuera potencialmente peligroso.

―¡Como Chara y el papá del Dobe! ―exclamó el niño con los ojos oscuros abiertos al extremo sorprendido de que los samuráis fueran como su primo―. ¡Ellos también duermen juntos! ―gritó haciendo toser a Charasuke.

Mal momento para ponerme a beber mi café”. Pensó el Uchiha más coqueto tosiendo ruidosamente intentando no ahogarse con el líquido. Su tía se acercó rápidamente hacia él y le dio unas palmaditas en la espalda intentando ayudarlo. Cuando lo vio mejor, ella no se separó de inmediato. Permaneció allí sobándolo suavemente hasta que su rostro volvió a tener su típico color pálido y no aquel rojizo producto del ahogamiento. Cuando estuvo mejor le dio las gracias con una pequeña sonrisa y ella retornó a su silla. Sentándose nuevamente al lado de su marido. Ahora Charasuke podía mirar mejor las reacciones de los demás ante el comentario de Sasuke. Adoraba a ese niño, pero a veces le daban ganas de estrangularlo cuando lo dejaba al descubierto frente a sus padres. Habían cosas que no deseaba contarles a ellos. Y mucho menos al metiche de Itachi. Lo conocía lo suficiente como para saber que era capaz de revisar el historial de vida de Menma e indagar hasta el final. Ya lo había hecho a decir verdad. Lo investigó cuando lo presentó como su amigo y padre del de Sasuke. Empero, presentándolo como pareja le averiguaría hasta la cantidad de caries de ser necesario.

―Ejem ―tosió de manera forzada Fugaku atrayendo la atención de todos―. Tú… ¿Ya has tenido “eso” o necesitas una “charla”? ―interrogó algo incómodo por lo privado del asunto.

―¡No, papá, por Dios no! ―exclamó Charasuke horrorizado de tener de nuevo una charla de sexualidad con su padre.

Pese a ser un adulto con vasta experiencia en las artes amatorias, jamás perdería el pudor de hablar de ese tema con ellos. Los amaba y respetaba demasiado como para hablar de sexo con ellos. Ni siquiera le gustaba ver escenas subidas de tono en películas si ellos estaban presentes. Siempre terminaba mirando el suelo o desviando su atención donde fuera hasta que terminara el martirio. Ya había pasado esa fase incómoda en la adolescencia cuando tuvo sus cambios físicos durante la pubertad y cuando se le enseñó a tomar precauciones contra ETS y embarazos no deseado. De ninguna manera repetiría la experiencia y menos para aprender a ser homosexual. ¡Momento!

―¡¿Tú sabes cómo tienen relaciones dos hombres?! ―interrogó Charasuke a gritos. No entendía como su padre podría estar informado del tema.

―No, pero podrías investigar, leer o preguntarle a Itachi ―sugirió Fugaku algo abochornado.

―¿Yo qué? ―gritó el joven de las ojeras señalándose así mismo sin entender la mención de su persona.

―Bueno tú sabes… ―intentó apoyar Mikoto a su esposo.

―¡Hey! Yo no soy gay, ya les expliqué que a veces es necesario someter a los sospechosos apoyando todo mi cuerpo contra ellos y es inevitable que tengan ciertas reacciones ―explicó el detective con seriedad.

―Ya sabía yo que lo de las esposas era parte de tus fetiches de bondage ―se burló Charasuke con una enorme sonrisa similar al gato de Cheshire.

―Te diría que te den, pero como te gusta no puedo ―contraatacó el mayor mirándolo con ese enfado pasajero típico en las peleas de hermanos―. Ojalá tu novio te mande al sofá esta noche.

―¿Y tú que eres? ¿Santa Claus o por qué esa filosofía de “es más divertido dar que recibir”? ―interrogó Charasuke siguiendo la pelea.

―Ni siquiera me sorprende que te guste recibir, insulso hermano menor ―afirmó Itachi con una sonrisa de prepotencia haciéndolo sonrojar de enojo y vergüenza.

―Ya, ya ―tranquilizó Mikoto antes de levantarse de la mesa―. Todos ustedes son nuestros hijos y los amamos sea como sea ―les recordó con cariño―. Debo llevar a Sasuke a la escuela. ¿Pueden quedarse más tiempo? ―preguntó a sus hijos adultos.

―No puedo, tengo unos casos pendientes y debo ir a investigar ―respondió Itachi levantándose también de la mesa.

―Me gustaría, pero mi turno empieza en dos horas y debo prepararme ―avisó Charasuke con un gesto de culpa.

―Lo entiendo ―susurró la fémina algo triste por lo breve que se le hizo el desayuno todos reunidos―. Itachi lleva a tu hermano a su casa por favor.

―De acuerdo ―asintió el aludido caminando hacia la puerta siendo seguido por el bombero―. Nos vemos, mamá.

―Nos vemos, mamá ―despidió Charasuke con un gesto de la mano apresurando el paso―. La charla tal vez se la tengas que dar a Itachi, papá ―bromeó antes de recibir un disimulado golpe en la parte posterior de la cabeza. Cortesía de un ofendido detective.

―¡Pasen de visita más seguido! ―pidió Fugaku viendo el semblante de su esposa algo decaído.

Él podía intuir la razón. Desde que su sobrino decidió ser bombero dejó de llamarlos “padres”. Quizás se debía a su falta de apoyo cuando se los comentó aquella primera vez, pero habían intentado adaptarse a su estilo de vida. No había palabras que lo hicieran más sencillo o comprensible. ¿Cómo te preparas mentalmente para que el niño que criaste y amaste como un hijo pueda morir en un día de trabajo normal? Su hijo mayor también tenía un trabajo peligroso. Aquello fue el as bajo la manga de Charasuke para decirles que si no lo aceptaban era por hipocresía o favoritismo hacia el primogénito. Pese a sus intentos de explicarle su punto de vista, el menor era terco. Estaba tan empeñado en su idea de ser como su padre que ni siquiera era capaz de pararse a pensar en todo lo que eso implicaba. Desde entonces les decía “tíos” y contadas veces se le escapaba un “mamá” o “papá” esporádicos. Incluso le dejó claro a Sasuke desde el inicio que no eran hermanos, sino primos. Aun así siempre les remarcó que los amaba, pero por alguna razón ponía límites invisibles cambiando sus formas de dirigirse a ellos e incluso a veces tratarlos.

―¿Estás bien? ―preguntó Fugaku abrazando a su esposa con cariño.

―Por un momento se sintió como en los viejos tiempos ―respondió Mikoto con los ojos empañados de lágrimas.

Hacía tanto tiempo que no lo oían decirles de esa manera que, incluso como parte de una despedida, le hacía recordar cuando era pequeño y no buscaba fijar “títulos”. Aquellos nostálgicos días en los que sólo eran una familia pasando los días juntos. Sasuke no entendía por qué su mamá estaba teniendo lágrimas en sus ojos. ¿Por qué estaba triste? ¿Por qué su papá la estaba abrazando tan fuerte contra su pecho? Él no entendía a qué se referían con los “viejos tiempos”. Siempre que intentaba indagar acerca de esos temas le daban largas. Podía ser un niño, pero no un tonto. Cambiaban de tema si hablaban del “pasado”. Pero había notado que tenía que ver con su primo. Algo que hizo o dijo que ponía triste a su mamá. En esos momentos todo lo que podía hacer era abrazar a su mamá e intentar animarla.

―¡No estés triste, mamá! ―pidió Sasuke abrazándola también por las piernas hasta donde llegaba con su estatura―. Te quiero mucho ―dijo queriendo hacerla sentir mejor.

―Tranquilo, Sasuke ―habló ella recomponiéndose lo mejor posible para sonreírle de manera convincente―. Sólo estoy feliz, hace mucho tu primo no quedaba tanto tiempo y con buenas noticias.

―¡Sí! Ahora tiene novio e hijo ―celebró el infante con una pequeña sonrisa―. ¿Crees que se casen, mami? ―interrogó curioso―. Chara usara el vestido, ¿verdad?

―Si eso sucede me tocara llevarlo al altar ―bromeó su padre despeinando al niño.

La mujer sonrió con regocijo al oír aquello. Le daba esperanzas que su hijo dejara de ser tan arriesgado si tenía algo por lo que vivir. “Aunque tener un hijo esperando tu regreso no siempre hacía más prudentes a los bomberos, ¿verdad, Izuna?”. Pensó ella con melancolía. Tras unos cortos momentos dándose ánimos procedió a ayudar al Sasuke a prepararse para la escuela. Entretanto, Charasuke salió de la casa de sus tíos acompañado de Itachi. No se lo podía imaginar creyendo su mentira, pero por unos breves momentos se permitió ser ingenuo y creer que había conseguido la proeza de engañar al polígrafo humano. Lamentablemente eso sólo podía ser parte de sus fantasías. Subieron al auto del mayor en silencio y el bombero se acomodó en el lugar del copiloto mientras Itachi hacia rugir el motor antes de iniciar la marcha. A pesar de ver los ojos oscuros del mayor concentrados en el camino, podía jurar que lo estaba viendo de todos modos. Como si su visión periférica le diera una visual de 360°. Algo muy descabellado de pensar, pero era Itachi de quien hablaban. Un prodigioso detective como ninguno. Alguien que todo lo veía y todo lo sabía quisieras o no.

―¿Y bien? ―preguntó el mayor viéndole de reojo de manera amenazante―. ¿Me dirás qué traes?

―¿Yo? No sé de qué me estás hablando ―respondió con nerviosismo intentado sostenerle la mirada, pero la desvió rápidamente.

―Todos sabemos que Menma y tú están enamorados, pero no me cuadra tu comportamiento ―señaló con obviedad―. Puedo proceder a darte una lista de las señales físicas y verbales que me hacen dudar de ti y las contradicciones que has cometido desde que Sasuke se quedó a dormir en su casa ―aseveró con aquella expresión que usaba cuando jugaba al policía malo―. O puedes decírmelo por las buenas y ahorrarme tiempo. Tarde o temprano averiguaré qué sucede, pero mi enojo crecerá si tengo que invertir recursos y tiempo en descubrir algo que mi hermanito pudo decirme sin tantos rodeos.

Charasuke sabía que su hermano mayor iba en serio. Desde niños, cada intento de ocultarle algo era un completo fracaso. Lo cual hacía imposible sorprenderlo en los cumpleaños o fechas especiales, porque el desgraciado era más curioso que un maldito gato. Revisaba tickets, restos en la basura, conversaciones casuales y hasta las mentiras blancas. Pensándolo detenidamente, nació para ser detective. Sólo le gustaría que tuviera un botón de apagado. Algo para desconectar su modo detective y dejara de convertir sus reuniones familiares en interrogatorios informales. En ningún momento dejaba de recopilar información que tarde o temprano terminaría usando en tu contra cuando lo creyera conveniente. Sin importar cuan relajado o distraído se viera, Itachi nunca había bajado la guardia. Si alguna vez se burló de los “hermanos guardabosques”, el karma se aseguró de regresar a darle por culo con un “hermano detective”. Tras unos cortos momentos de reflexión, Charasuke terminó cediendo y contándole todo lo sucedido desde el encuentro con Hinata hasta la pelea de Naruto y Sasuke por el futuro de su relación.

―Déjame ver si entendí ―pidió Itachi estacionando el auto a un lado de la carretera antes de que se mataran. Hubo un par de veces que perdió de vista el camino por las cosas que le contaba su hermano―. ¿Estás montando una farsa con la que engañas a tres familias, incluida la nuestra, tus amigos, la ex de Menma, te arriesgas a ir preso por jugar con el sistema y todo por fingir ser una pareja pese a estar enamorados? Suena a noviazgo con más pasos, drama y relleno innecesario ―finalizó con aburrimiento.

―Te juro, nii-san que lo hago por amistad, eso de dormir juntos, comer juntos y criar a su hijo juntos ―dijo el menor de manera nerviosa mientras era inconsciente de sus palabras y de lo mucho que repetía “juntos”.

―No necesito ser el mejor detective del mundo, aunque lo soy, para saber que estás en Narnia ―dijo con seriedad mientras apoyaba la cabeza en el volante.

―¿Narnia? ―interrogó sin entender a qué venía eso.

―Bien al fondo del armario ―le aclaró con un claro doble sentido.

El bombero hizo un puchero por esa respuesta. De sus tíos y de los niños podía intentar comprender la confusión y la aceptación respecto a su “pareja”. Mas, a su hermano no podía justificarlo de ninguna manera. Le había explicado todo, con ademanes de manos incluidas. ¿Qué parte de “lo hago por ayudar a mi amigo” no estaba quedando clara? Comenzaba a poner en duda la inteligencia de su hermano mayor si no era capaz de apreciar una amistad completamente masculina. Estaba apoyando a un amigo en apuros, todo correcto, todo heterosexual.

―No soy gay, tengo muchas konekos ―rebatió Charasuke con fastidio cruzándose de brazos mientras se hundía en su asiento―. Estoy muy seguro de mi masculinidad y fingir tener una relación con un hombre no me cambiara.

―Hablando de eso… ―mencionó el detective alzando la cabeza para mirarle directamente―. Ya no podrás tener citas con ninguna de tus “konekos”.

―¡¿Qué?!

―Ni coquetear con ninguna chica bonita que se te cruce por el camino ―advirtió Itachi.

―¿Por qué? ―exigió saber mirándolo con desafío.

―Mira, no puedo decirte qué hacer con tu vida porque ya eres adulto, pero ten en cuenta que si decides seguir con esta mentira debes estar preparado para afrontar muchas cosas ―habló Itachi poniéndose completamente serio―. Estás enfrentando la posibilidad de ser acusado de delitos graves por mentirle al sistema para ganar la custodia de un menor. Las personas que los conocen a ustedes pueden estar a favor o en contra y en cualquiera de las dos formas, tendrás un bando como enemigo. Quienes los apoyen, no verán con buenos ojos su “ruptura” cuando la mentira acabe. Quienes se opongan, intentaran sabotear tu “relación” para que terminen.

―Lo sabemos, nosotros…

―No ―interrumpió de inmediato el de la larga cabellera poniéndole un alto a las excusas que estaba por soltarle―. Hay un niño ilusionado con tener una familia al que le romperás el corazón si la mentira termina o si se te descubre. Sea como sea, Naruto-kun la pasara muy mal. Esta situación sólo hace más difícil una batalla de por sí traumática ―regañó con dureza viendo enojado al menor―. Teniendo a sus padres biológicos luchando por él se les ocurre engañarlo. ¿En qué estaban pensando?

―No queríamos que se enterara de esto ―intentó defenderse Charasuke, pero su hermano era completamente contundente con sus alegatos.

―Es demasiado tarde ―le recordó con dureza―. Ahora nuestros padres lo saben y los niños también. ―Tras aquellas palabras suavizó un poco la mirada antes de desabrocharse el cinturón de seguridad para acercarse a su familiar―. Y sobre todas las cosas, quienes más saldrán dañados son tú y Menma. Mantener una mentira los desgastara y lastimara a la larga. Lo mejor sería que examinen sus sentimientos a fondo y luego tomen una decisión.

―Si fuéramos dos mujeres teniendo una amistad cercana con apoyo mutuo nadie duraría de nuestra sexualidad ―se quejó el bombero aun enfurruñado.

Itachi soltó un largo suspiro ante esa respuesta. Adoraba a su hermano menor, pero si había algo que detestaba de su personalidad era esa manía de ignorar aquello que no le gustaba. Sin importar lo bueno o acertado de un consejo, cuando no era algo que quisiera oír, caía en oídos sordos. Era común verle enojarse y hacer berrinche como un niño si se le negaba algún capricho. Aquí estaba haciendo demasiado por el más joven al ignorar todo lo confesado. Si era sincero, él mismo pecaba de corrupción al no delatar al otro como criminal tras lo confesado. Podría ser acusado de complicidad por tener conocimiento de un delito y para colmo su posición…. “Al demonio con eso, yo soy la ley”. Pensó resuelto el detective. ¿Era poco ético? Quizás, pero tampoco era moralmente correcto causarle daño a su propia familia. Volvió a conducir rumbo al departamento del menor en completo silencio. Charasuke no rompería su ostracismo hasta que cediera o reflexionara, lo que sucediera primero. Sólo cuando se viera superado por los problemas de su mentira, vendría en busca de su consejo. Era muy predecible. Quiso ahorrarle todos los malos tragos que vendrían, pero si su hermano quería aprender a la mala, allá él. Como el mayor cumplió su deber de advertirle. Una vez frente al hogar del bombero detuvo el auto para que el moreno menor pudiera bajar de su auto.

―Nos vemos, señor Tumnus ―despidió el hombre de las ojeras marcadas.

―Prefiero a Aslan ―contradijo Charasuke volviendo a hacer un puchero. Ahora que entendía lo de Narnia, quería elegir que mítica criatura closetera ser.

―El sátiro te va mejor, tonto hermano menor ―dijo antes de alejarse en su auto.

Charasuke caminó apesadumbrado hasta su departamento. Apenas era de mañana y ya se sentía agotado física y mentalmente.

—Odio los lunes —murmuró con frustración yendo directo a la cocina.

Aun debía preparar los bentos de él y de Menma para la hora del almuerzo en el trabajo. Había adquirido ese hábito tras verlo olvidarse constantemente de llevar el suyo. Esa costumbre había nacido en la época en donde Naruto aún era un bebé. Con su ciclo circadiano poco establecido, solía despertar a Menma múltiples veces durante la noche. Como resultado, el pobre Uzumaki olvidaba hasta donde tenía la cabeza. Por mero orgullo se mantenía en silencio acerca de su olvido y pasaba la hora del almuerzo haciendo tiempo en cualquier actividad que le distrajera del hambre. Limpiar los camiones, revisar el equipo, cualquier excusa era útil para evitar babear como un perro hambriento cuando los demás bomberos degustaban sus alimentos. Uchiha se dio cuenta de sus frecuentes olvidos y le compartía del suyo, pero resolvió que lo más práctico era hacer dos almuerzos y evitar el hambre en ambos. Estando en la cocina con los ingredientes sobre la mesada, su teléfono comenzó a sonar y al ver el nombre en la pantalla del celular, se preocupó. No era normal que lo llamara antes del trabajo.

—¿Que sucedió? ¿Naru-chan está bien? —interrogó preocupado imaginando varios escenarios donde se le pudiese requerir.

Tranquilo, él está bien —respondió Menma colocando el alta voz cerca de su hijo—. Saluda a Chara antes de que crea que te secuestre.

Hola, Chara —respondió el blondo obedientemente con una sonrisa gigante en su rostro—. ¿Adivina qué? Papá me sacara temprano del colegio para ir de paseo juntos.

—¿Sucedió algo? —preguntó Uchiha sintiendo aquello muy sospechoso. Las desventajas de ser hermano de Itachi era copiarle inconscientemente sus hábitos de detective.

Voy a ir a ver a Asuma Sarutobi —respondió Uzumaki sabiendo que el otro entendería que visitaría a su abogado—. Luego Naru y yo iremos a una tarde padre e hijo. Hace tiempo que no disfrutamos tiempo de calidad juntos y hay mucho de qué hablar.

El joven azabache entendía perfectamente lo que estaba diciéndole. Si no era más explícito era por la presencia del menor. Lo bueno es que no necesitaba que le diera detalles, esto era acerca de su potestad sobre el pequeño rubio. Menma estaba arreglando los detalles finales. Seguramente hablaría con su abogado para consultar qué hacer respecto a Hinata. Eso no le preocupaba tanto, pero la charla con Naruto sí. ¿Menma podría contarle detalles respecto a la Hyuga? Siempre habían esquivado ese tema porque no querían envenenar al niño con sus opiniones sobre la fémina, pero quisieran o no, los deseos de Naruto debían ser escuchados. Incluso si estos incluían verla personalmente. Eso le aterraba. ¿Y si ella lograba ponerlo en contra de ellos? Y lo peor, lo que más le preocupaba ¿y si le rompía el corazón a Naruto? Ella claramente lo estaba queriendo utilizar para vengarse de su ex y eso sin dudas quebraría a ambos Uzumaki si sucedía.

—Entiendo, que se diviertan —dijo con una sonrisa preocupada invisible para los otros dos, pero su tono de voz no tan jovial les llamó la atención.

—Tranquilo, Chara —dijo el niño siendo el primero en hablar—. Mi papá te quiere mucho. No hay por qué estar celoso ttebayo.

—¡No estoy celoso! —respondió sonrojado por ser percibido como alguien inseguro y más en una relación falsa.

Chara no está celoso —tranquilizó Menma a su hijo—. Debe estar enojado porque me perderé el almuerzo que me preparó o está preparando.

— ¡Ja! Tú eres quién se pierde de mi exquisita comida. Y el postre de hoy era tiramisú de chocolate —presumió sacando la lengua como si le pudiera ver.

Menma estaba aún en su hogar ayudando a su hijo a alistarse para la escuela. Había pensado en hacerlo faltar a clases ese día, pero teniendo en cuenta que planeaba ir con su abogado, optó por dejar a Naruto estar con sus amigos hasta que él se desocupara. No iba a hablar con su abogado delante de su pequeño y tampoco se confiaba de dejarlo en la sala de espera de la oficia de Sarutobi conociendo el carácter curioso e hiperactivo del blondo menor. Si por algún casual se acercaba a donde él conversaba con el abogado podía enterarse de detalles desagradables de la peor manera. Era absolutamente consciente de los temas omitidos cuya hora de tratar había llegado, pero lo haría con tacto. En medio de una tarde divertida para apaciguar el duro golpe que podría significar ciertas verdades. No obstante, la mención de aquel postre le hizo preocupar por su amigo.

―¿Qué anda mal? ―interrogó Uzumaki con desconcierto. Se atrevió a preguntar aprovechando que Naruto había ido a su habitación a buscar su mochila y se enfocó en Uchiha―. Apenas es de mañana y no han pasado tantas horas desde que nos vimos, ¿qué sucedió en casa de tus tíos?

―¿A mí? Nada, ¿por qué tendría que sucederme algo? ―preguntó Charasuke casi gruñendo mientras batía con fuerza el contenido del molde.

Tú sólo preparas ese postre cuando estás estresado ―mencionó el blondo con un tono de obviedad―. Estoy seguro que tu celular está en alta voz en la mesada y estás batiendo con fuerza. Escucho perfectamente la cuchara golpeando el recipiente.

―Mi primo Sasuke es un chismoso ―se quejó el azabache rompiendo un par de huevos―. Mis tíos e Itachi ya saben de nuestro “noviazgo”, tuve un par de charlas familiares algo estresantes, eso es todo. Nada fuera de lo común cuando los visito ―finalizó restándole importancia.

―¿Qué te parece si salimos a cenar cuando termine tu turno? ―preguntó Menma repentinamente haciendo que el otro se distrajera y por poco dejara caer su postre en proceso.

―¡¿Qué?! ―gritó desconcertado.

Es que iba a pedirte que me cubras en la estación por hoy ―confesó Uzumaki con un gesto de culpa y un poco de pena que, al de ojos oscuros, le recordaba mucho a Minato―. La cena será como mi manera de agradecerte.

―Y aprovecharás para contarme como te fue con tu “amigo” ―adivinó Charasuke usando esa palabra por si acaso Naruto rondaba por los alrededores.

Me atrapaste ―aceptó Menma riendo por lo bajo.

―Bien, te acepto la cena ―accedió Uchiha con un gesto de malhumor por lo que vendría. Una larga noche de quejas, leyes y demás cosas aburridas―. Pero te saldré caro, quiero muchos dulces o alcohol. Dependiendo que tan larga sea la charla puede que necesite ambos.

―Es malo para tu salud ―le recordó el de ojos claros en tono medio serio y a medias divertido por lo infantil que era a veces su amigo.

―Yo elijo la manera de matarme mejor ―respondió Uchiha con hastío.

Aun no era mediodía, pero todo había iniciado con el pie izquierdo. Bueno, no todo. Haber preparado el desayuno con Menma y compartirlo con los niños no estuvo mal, pero debió rechazar el ofrecimiento de su tía de quedarse cuando dejó a Sasuke. Les devolvió al niño sano y salvo. El siguiente paso lógico era salir corriendo antes de que pudieran verlo. ¿Cómo hacían las mujeres en las películas cuando dejaban bebés llorones recién nacidos y nadie las atrapaba? A él siempre lograban retenerlo más tiempo cuando intentaba lo mismo con su primo. Podía culpar también a la velocidad sobrehumana de Itachi de reaccionar antes que su persona. La lista de cosas y personas de las cuales quejarse podía seguir un largo rato de no ser por la voz asustada de Naruto susurrando su nombre a la par de unas fuertes pisadas acercándose más al teléfono.

―¡No puedes morir, Chara! ―ordenó el niño con voz trémula mientras acercaba el celular a su oreja pese a estar en el alta voz―. Papá dice que cuando un bombero muere no se lo vuelve a ver nunca más y sólo queda su foto en esa gran pared de la estación ttebayo.

―¡Sí mi sueño es estar ahí algún día! ―exclamó Charasuke con demasiada emoción para disgusto de Menma.

El más pequeño comenzó a sollozar. Pese a no entender del todo el concepto de “muerte” o el significado de ese mural en el lugar de trabajo de su papá. Sabía a través de relatos de otros niños que visitaban la estación, ―fuera por excursiones o por visitas a familiares―, que quienes estaban en ahí no volvían nunca. Se contaban historias de otros niños, como él, que no volvían a ver nunca más a sus papás una vez que sus fotos estaban en la pared. Por su parte, Menma sí entendía las motivaciones de su compañero para decir aquello y era un tema que por lo general no tocaban demasiado. Era de su conocimiento el deseo de su amigo de morir en servicio. Según sus propias palabras era “una muerte honorable y llena de gloria. Algo que le da significado a tu vida”. Patrañas. De todas las babosadas que soltaba a diario Charasuke, la de soñar con su foto en ese mural, se llevaba el premio por mucho. En esta ocasión estaba afectando directamente a su hijo al causarle el miedo de perderlo. Y nada lo hacía enojar más que ver a su pequeño triste. Controló sus ganas de gritarle a ese idiota, sólo en pos de no asustar más a Naruto. Tendría una seria y larga charla con ambos, pero sería por separado.

―Charasuke ―gruñó el mayor de los Uzumaki en advertencia para silenciar al contrario―. Pasaré a recogerte cuando termine tu turno e iremos a cenar para conversar ―remarcó la última palabra con ira contenida por el sermón atorado en la punta de su lengua―. Y no tendrás nada de dulces o alcohol. Nos vemos ―despidió cortando el teléfono de manera abrupta.

―Espera, Menma ―pidió Uchiha siendo demasiado tarde para detenerlo.

Se llevó las manos al rostro completamente frustrado por la reciente llamada. No sabía que Naruto seguía escuchando. Creyó que el silencio de su parte se debía a que se había ido lejos. Ahora Menma seguramente estaba furioso y le daría un largo sermón. Sin contar con el pequeño rubio asustado o triste.

―Mierda ―maldijo apoyando su frente en la fría mesada de mármol en su cocina―. Por estas cosas yo sería un pésimo tutor legal. Dudo mucho vivir más que Menma ―susurró intentando terminar de preparar el almuerzo.

Estaba tan distraído y de malhumor que sus ingredientes se mezclaron incorrectamente. Las cosas dulces destinadas para su postre accidentalmente las vertió en el mismo recipiente donde estaba lo salado de su almuerzo, arruinando ambas comidas. Su salteado de verduras fritas recubiertas con chocolate derretido no se veía apetitoso precisamente. Odiaba cuando sucedía eso. Generalmente cocinar era relajante y le ayudaba a ordenar sus pensamientos, pero el resultado en su comida no era el esperado y sólo consiguió hacerlo enojarse más. Además se le estaba haciendo tarde. Optó por una solución simple, pero eficaz: onigiris. De esa manera tendría algo para comer durante el almuerzo y no perdería tanto tiempo en la preparación. Una vez tuvo las bolitas de arroz listas y empacadas se puso en marcha hacia el trabajo. Llegó corriendo a toda velocidad rogando que Dios se hubiera apiadado de su pobre alma y no se topara con…

―Llegas tarde, Uchiha ―habló de manera fría y bastante intimidante un hombre de cabellos blancos.

―Lo siento, Jefe Senju ―se disculpó el joven de ojos negros maldiciendo para sus adentros haber sido descubierto.

―Sin excusas, mocoso irresponsable ―cortó de manera tajante Tobirama antes de darle la espalda―. Y Uzumaki no ha llegado. Muy raro en él ―comentó al aire―. Espero que no le estés pegando tus malos hábitos ―advirtió con aquel tono helado.

―Menma no vendrá hoy, me pidió que cubra su turno. Así que haré sus tareas ―avisó Uchiha con voz firme.

Pese a sus sentimientos de aversión hacia el Senju, no dejaba de ser su jefe y le gustara o no, debía comportarse y obedecer sus órdenes o lo podrían despedir. Había luchado durante mucho tiempo por conseguir trabajar en esa estación en específico como para darle el gusto a esa rata albina de echarlo por alguna pequeñez. Y vaya que sabía de las ganas del albino de despedirlo. No entendía la razón de ese odio contra su persona. La primera vez que se vieron, lo había saludado con una sonrisa mientras se presentaba con su respectivo nombre y mostraba su carta de recomendación y los papeles donde se le asignaba a esa estación. No pasó ni medio día desde su encuentro y lo llamó a las pocas horas “sugiriéndole” que renunciara a ese trabajo. Exigió saber la razón de tal decisión tan drástica y lo único que obtuvo fue un “no tienes madera para este trabajo”. Desde entonces, Tobirama estuvo a la espera de cualquier fallo de su parte. Siempre le hacía saber que sus llegadas tarde, cualquier voluta de tierra o polvo sobre algo que se le asignó limpiar y sus acciones cuando entraban a apagar un incendio, eran errores imperdonables. Dios, como si no tuviera suficiente con Menma, Itachi, sus padres y el resto de la estación de bomberos. A veces sentía que todos estaban en su contra.

―Entonces te toca limpiar y revisar los extintores, barrer los cuarteles y engrasar el tubo ―avisó sin más miramientos antes de irse.

―Pero…

―Los demás salieron a apagar un incendio. No queda nadie en la estación por lo que te tocan las tareas de mantenimiento ―explicó brevemente el albino―. ¿Qué creías? ¿Qué eras indispensable para las situaciones de emergencia? ―preguntó con sorna―. No me hagas reír, todos trabajaran mejor sin ti estorbando.

Charasuke hizo un puchero nuevamente y se contuvo de maldecirlo. Si lo intentaba tenía dos opciones. La primera que le sume más trabajo al que ya tenía. Y la segunda, aún peor. Le tocaría un despido por insubordinación o que se le cambiara de estación por problemático. Sin dudas ese desgraciado se la traía contra él, pero no se dejaría vencer tan fácilmente. Superaría todas las adversidades y sería un excelente bombero. Alguien cuya foto estaría en el mural y lo hiciera ser recordado como un héroe. Procedió a hacer las tareas asignadas intentando no perder el ánimo. Limpió cada cosa que se le pidió, mas al pasar cerca de donde estaban las fotografías se detuvo frente a una particular. Una bajo el nombre de “Izuna Uchiha”. Acarició la imagen con la yema de los dedos y sonrió levemente.

―Algún día seré un héroe como tú. Ya lo verás ―prometió al aire antes de volver a realizar sus tareas hasta que fue interrumpido.

―Oye, Charasuke ―llamó Shizune, la secretaria de la estación de bomberos―. Creo que una de tus konekos te busca.

―¿Quién? ―interrogó confundido dejando de engrasar el tubo.

―Tienes demasiadas para recordar nombres ―se excusó ella con una sonrisa entre divertida y nerviosa―. Pero es una chica muy bonita que no deja de caminar cerca de la entrada e intentar espiar hacia adentro.

―Deja que yo la atienda ―pidió con una gran sonrisa. En cuanto la castaña se retiró sonrió coquetamente―. Al fin mi día comienza a mejorar. Oh, Dios. Gracias por enviarme una belleza para aliviar mi humor de este horrible y martirizante lunes.

―En realidad vine buscando a Menma, pero como eres el único zángano aquí creo que tendremos tiempo de conversar a solas ―dijo una voz fémina ingresando donde él estaba.

―¡Hinata! ―gritó horrorizado de verla en su lugar de trabajo―. ¡¿Qué haces aquí?!

―Shizune-san me dejó pasar a buscar a mi hombre, gata rompe hogares ―dijo ella apretando los dientes.

“En verdad, odio los lunes”

 

CONTINUARÁ.. 

 


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